(El siguiente artículo fue escrito por Alsibar quien ha estudiado mucho a los guías espirituales, y el texto original en portugués lo pueden leer en este link.)
¿Cómo lidiar con el dolor existencial o psicológico durante la meditación? ¿Debe considerarse natural el dolor durante la meditación? ¿Qué hay de la llamada paz y felicidad que se alcanza cuando se medita frecuentemente y de la que todos hablan? ¿Debemos evitar o aceptar el dolor interno? Estas y otras preguntas relacionadas se explorarán y analizarán a lo largo de este artículo.
La meditación es algo muy simple y complejo a la vez. En su simplicidad destaca su práctica, que no es más que el desarrollo de la consciencia, que lo abarca todo, incluso a uno mismo.
La complejidad de la meditación, por otro lado, está relacionada con la naturaleza compleja del ser humano, y es precisamente por eso que a muchas personas la meditación les resulta complicada, difícil e incluso imposible.
Hace poco hablé con un joven por internet sobre su dificultad para meditar. Él me contó que al darse cuenta de su dolor interno, que ya era intenso, este se intensificó y que por ello, evitaba la meditación consciente, prefiriendo practicar meditaciones mántricas, porque esto le hacía sentir mejor. Este es un caso típico y muy común de evasión del dolor.
La pregunta que surge entonces es:
¿Es el dolor durante la meditación algo natural, normal y común? ¿Y qué hay de esa dicha, paz y felicidad de la que todos hablan? ¿Cómo lidiar con la angustia durante la meditación? ¿Debería evitarse o aceptarse?
Como mencioné en la introducción de este artículo, ahora nos adentramos en el lado complejo del universo meditativo: el ser humano mismo. La meditación no es algo separado de la persona; al contrario, es una puerta de entrada para comprender y profundizar en el ser humano, con toda su reconocida complejidad.
Obviamente hablamos de la dimensión más amplia de la meditación y no solo del momento en que se practica un método. La meditación es como un revelador de cámaras antiguas: muestra la imagen oculta e invisible en el papel.
También puede compararse con un gran tractor que remueve la basura psicológica acumulada en las capas más profundas de la psique. Y es en esta remoción de viejas heridas abiertas donde surge el dolor.
La autoconciencia saca a la superficie el contenido reprimido. Al meditar todo este material inconsciente se vuelve consciente, y este proceso es doloroso. Por eso muchas personas se sienten "mejor" al cantar mantras, escuchar música de la naturaleza, visualizar paisajes, oler incienso o "domar" su mente con mantras, oraciones y plegarias.
Por supuesto no critico los casos en los que cantar mantras, recitar rosarios o rezar no representan una evasión de la realidad interna. Es precisamente cuando estamos en paz con nosotros mismos que podemos disfrutar de estas prácticas de forma plena y saludable.
Ahora hay dos caminos:
- el de la meditación amortiguadora, que en lugar de revelar la verdad del ser, la oculta;
- y el de la meditación consciente, que revela las capas más ocultas del ser.
El primero aporta cierto alivio temporal, pero no ataca la raíz del problema. Actúa como analgésicos y anestésicos.
El segundon actúa como un antibiótico y un bisturí sin anestésico, y por lo tanto es doloroso.
Un antibiótico porque es poderoso y realmente cura lo que está enfermo o desequilibrado. Y un bisturí porque remueve, extrae lo que causa el dolor, que en términos médicos podría compararse por ejemplo, con cálculos renales o apendicitis.
Es importante comprender que si hay dolor psicológico durante la meditación (y suele haberlo, sobre todo al principio de la experiencia) es porque hay algo que necesita ser curado u operado, y la "Doctora" en este caso se llama Meditación. Trabaja a través del láser de la consciencia o atención plena.
Huir no resuelve el problema, solo lo pospone. Es una actitud similar a la de alguien que necesita someterse a una operación vital y sigue postergando el dolor y el problema por miedo. No es una actitud sensata ni razonable. Tomar consciencia de tu mundo interior, permitiendo que energías negativas y desequilibrantes como la tristeza, la ira, el resentimiento, la envidia, el dolor y los celos se manifiesten, puede ser doloroso, pero también liberador.
Así pues, se entiende que meditar no siempre significa sumergirse en un océano de paz, como predican algunos autogurús. Dependiendo del caso, el momento, la etapa meditativa, la situación específica y la madurez psicofísica, emocional y espiritual del sujeto; la persona puede sentir dolor, angustia y sufrimiento. Pero esto no debe verse como algo "incorrecto". Al contrario, puede indicar el camino "correcto".
En alguien con serios bloqueos o dificultades de autoaceptación, inmadurez o incapacidad para abordar sus problemas subjetivos más profundos, es evidente que habrá mucho dolor, debido precisamente a lo que no se resolvió, a lo que se ocultó bajo la alfombra con la esperanza de resolverlo por sí solo, o incluso de olvidarlo.
Por eso son tan populares los métodos de meditación y los autogurús que prometen resultados rápidos y fáciles. Ellos alivian rápidamente el dolor reprogramando o sugiriendo la mente, haciéndola escapar de la dolorosa realidad hacia un estado utópico y paradisíaco.
Pero eso no existe en realidad, y puede derrumbarse en cualquier momento porque no se basa en la verdad, el autodescubrimiento ni en la profunda liberación del ser. Son solo esperanzas, sueños, ensoñaciones e ilusiones.
Lo que se construye sin el fundamento de la verdad no puede perdurar. Solo afrontar la verdad sin miedo ni evasión puede verdaderamente perdurar y mantenerse.
El dolor no debe desearse ni condenarse, sino que debe verse con naturalidad como una de las etapas del proceso meditativo que promueve la limpieza interior. No hay cielo sin purgatorio, no hay renacimiento sin dolor. El sufrimiento es el resultado de un proceso de deconstrucción o destrucción de un sistema falso, sobre el cual el ego mantiene y sustenta su falsa imagen.
A lo largo de los años se han creado diversos sistemas de defensa para aliviar o evitar el dolor: corazas, armaduras, autoimágenes, mecanismos de escape, etc. Desprenderse, destruir o deshacer estos mecanismos no es fácil. Es laborioso y doloroso debido a la identificación, el apego y la falta de sabiduría para lidiar con estos sistemas sutiles profundamente arraigados.
La persona se siente vulnerable, impotente y angustiada ante la visión de lo que realmente es. Aquí es donde surge la necesidad de gurús, métodos, medicamentos y terapeutas. De hecho, nuestro miedo al dolor nos impide ser verdaderamente libres. Muchas personas prefieren los paliativos. Son más fáciles, aunque mucho más caros.
En conclusión, es importante comprender que en las etapas iniciales la meditación suele ir acompañada de dolor psicológico. Sin embargo si una persona supera su miedo inicial, comenzará su viaje interior, realizando su limpieza interna en la que las heridas profundas y dolorosas se descubrirán, tratarán y sanarán gradualmente. Y esto no lo hace directamente la persona, sino indirectamente a través de la Luz sanadora de la Conciencia Silenciosa o la Meditación.
Solo después de que estas heridas hayan sido tratadas, sanadas y cerradas, la persona penetrará en los niveles más profundos de conciencia donde residen la paz y la dicha. Por lo tanto no dejes de meditar por el dolor. Si duele es porque algo anda mal y el dolor indica que la meditación está realizando su trabajo de armonización, liberación y autocuración.