LA MENTE EXPLICADO POR WILLIAM JUDGE



(Este es el capítulo siete del libro "El Océano de la Teosofía" de William Judge; añadí subtítulos para facilitar su lectura, y para comprender mejor el texto les recomiendo que primero observen la composición teosófica del hombre en la siguiente tabla.)



Clasificación
Teosófica
Términos en sánscrito
Es tu naturaleza
7
El espíritu divino
Atma
Divina
6
El alma espiritual
Buddhi
Espiritual
5
El mental
a) superior
Manas

Humana

b) inferior
(La parte de manas que ha encarnado)


4Las pasiones y los deseos
KamaBestial
3
El cuerpo astral
Linga Sarira
Astral
2
La vitalidad
Prana
Vital


1El cuerpo físico
Sthula SariraFísica


--oOo--



En nuestro análisis de la naturaleza humana, hasta ahora solo hemos considerado las envolturas perecederas del hombre [el cuerpo físico, el cuerpo astral, el cuerpo de vitalidad y el cuerpo del deseo], y hemos llegado al cuarto principio o plano —que es el del deseo— sin haber abordado la cuestión de la Mente.

Pero incluso en este punto, es evidente que existe una gran diferencia entre las ideas comunes sobre la Mente y las que se encuentran en la Teosofía.

Generalmente se considera que la Mente es inmaterial, o simplemente el nombre de la acción del cerebro en el proceso del pensamiento, un proceso completamente desconocido salvo por inferencia, o que sin cerebro no puede haber mente.

Se ha dedicado mucha atención a catalogar algunas funciones y atributos mentales, pero estos términos están completamente ausentes del lenguaje para describir los hechos metafísicos y espirituales reales del hombre.

Esta confusión y pobreza de términos para estos usos se debe casi por completo, en primer lugar a la religión dogmática que ha afirmado e impuesto durante siglos dogmas y doctrinas que la razón no podía aceptar, y en segundo lugar a la guerra natural que surgió entre la ciencia y la religión tan pronto como se eliminaron las trabas que la religión imponía a la ciencia y esta pudo abordar los hechos de la naturaleza.

La reacción contra la religión, naturalmente impidió que la ciencia adoptara una visión del hombre y la naturaleza que no fuera materialista. Por lo tanto de ninguna de estas dos hemos obtenido aún las palabras necesarias para describir los principios quinto, sexto y séptimo, aquellos que conforman la Trinidad, el hombre real, el peregrino inmortal [o sea las tres envolturas superiores del humano y que son: el mental, el alma espiritual y el espíritu divino].


El quinto principio es Manas, según la clasificación adoptada por el Sr. Sinnett, y suele traducirse como Mente. Se le han dado otros nombres, pero es el conocedor, el perceptor, el pensador.

El sexto principio es Buddhi, o discernimiento espiritual; y el séptimo principio es Atma, o Espíritu, el rayo del Ser Absoluto.

El inglés basta para describir parcialmente qué es Manas, pero no Buddhi, o Atma, y ​​deja sin describir muchos aspectos relacionados con Manas.

El curso de la evolución desarrolló los principios inferiores y produjo finalmente la forma del hombre, con un cerebro de mayor y más profunda capacidad que el de cualquier otro animal. Pero este hombre en forma no era un hombre en mente, y necesitaba el quinto principio, el pensante y perceptivo, para diferenciarse del reino animal y conferirle el poder de la autoconciencia.

La mónada, compuesta de Atma y Buddhi, estaba aprisionada en estas formas; pues sin la presencia de la mónada, la evolución no podría avanzar.





La Activación de Manas

Retrocediendo un momento a la época en que las razas carecían de mente, surge la pregunta:

¿Quién dio la mente, de dónde vino y qué es?

Es el vínculo entre el Espíritu de Dios en lo alto y lo personal en lo bajo; fue otorgada a las mónadas sin mente por otros que habían pasado por este proceso siglos y siglos antes, en otros mundos y sistemas de mundos, y por lo tanto provino de otros períodos evolutivos que se llevaron a cabo y completaron mucho antes del comienzo del sistema solar.

Ésta es la teoría, extraña e inaceptable hoy en día, pero que debe ser planteada si queremos decir la verdad sobre la teosofía; y esto no es más que transmitir lo que otros han dicho antes.

La manera en que esta luz mental fue otorgada a los Hombres Sin Mente puede comprenderse con la ilustración de una vela que enciende muchas. Dada una vela encendida y numerosas apagadas, se deduce que la luz de una también puede encender las demás.

Así ocurre con Manas. Es la vela de llama. Los hombres sin mente, con sus cuatro principios elementales: Cuerpo, Cuerpo Astral, Vida y Deseo, son las velas apagadas que no pueden encenderse a sí mismas.

Los Hijos de la Sabiduría, que son los Hermanos Mayores de cada familia humana en cualquier globo, poseen la luz, derivada de otros que se remontan cada vez más atrás, en una procesión interminable sin principio ni fin. Prenden fuego a los principios inferiores combinados y a la Mónada, iluminando así a Manas en los nuevos hombres y preparando a otra gran raza para la iniciación final.

Esta iluminación del fuego de Manas se simboliza en todas las grandes religiones y en la Francmasonería. En Oriente, un sacerdote aparece sosteniendo una vela encendida en el altar, y miles de otros encienden sus velas con esta. Los parsis también tienen su fuego sagrado que se enciende con alguna otra llama sagrada.





La Naturaleza dual de Manas

Manas, o el Pensador, es el ser reencarnante, el inmortal que porta los resultados y valores de todas las diferentes vidas vividas en la tierra o en otro lugar. Su naturaleza se vuelve dual tan pronto como se une a un cuerpo. Pues el cerebro humano es un organismo superior y Manas lo usa para razonar desde premisas hasta conclusiones.

Esto también diferencia al hombre del animal, pues el animal actúa a partir de impulsos automáticos, los llamados instintivos, mientras que el hombre puede usar la razón. Este es el aspecto inferior del Pensador o Manas, y no como algunos han supuesto, el don más alto y mejor que pertenece al hombre.

Su otro aspecto, y en la teosofía superior, es el intuitivo, que conoce y no depende de la razón. mientras que el inferior, y puramente intelectual, es el más cercano al principio del Deseo, y por lo tanto se distingue de su otro lado que tiene afinidad con los principios espirituales superiores.

Si el Pensador, entonces, se vuelve completamente intelectual, toda la naturaleza comienza a tender hacia abajo, porque el intelecto es frío, despiadado y egoísta, porque no está iluminado por los otros dos principios de Buddhi y Atma.





Características de Manas

En Manas se almacenan los pensamientos de todas las vidas. Es decir, en cualquier vida, la suma total de pensamientos subyacentes a todos los actos de la vida será de un mismo carácter en general, pero puede clasificarse en una o más clases.

Es decir, el hombre de negocios de hoy es un tipo único; todos sus pensamientos vitales representan una sola línea de pensamiento. El artista es otro. El hombre que se ha dedicado a los negocios, pero también ha pensado mucho en la fama y el poder que nunca alcanzó, es otro. La gran masa de personas abnegadas, valientes y fuertes, que tienen poco tiempo para pensar, constituye otra clase distinta.

En todos ellos, la cantidad total de pensamientos vitales conforma la corriente o línea de la meditación de una vida —"aquello en lo que se fijó el corazón"— y se almacena en Manas, para ser recuperado en cualquier momento de la vida en que el cerebro y los entornos corporales sean similares a los utilizados para generar esa clase de pensamientos.

Es Manas el que ve los objetos que le presentan los órganos corporales y los órganos internos. Cuando el ojo abierto recibe una imagen en la retina, toda la escena se convierte en vibraciones en los nervios ópticos que desaparecen en el cerebro, donde Manas puede percibirlas como ideas. Y lo mismo ocurre con todos los demás órganos o sentidos.

Si se rompe la conexión entre Manas y el cerebro, la inteligencia no se manifestará a menos que Manas, mediante entrenamiento, haya descubierto cómo proyectar el cuerpo astral desde el físico y así mantener la comunicación con sus semejantes.

El hipnotismo, el mesmerismo y el espiritismo han demostrado que los órganos y los sentidos no reconocen objetos. Pues como vemos en los experimentos mesméricos e hipnóticos, el objeto visto o sentido, y del cual se pueden percibir todos los efectos de los objetos sólidos, a menudo es solo una idea existente en el cerebro del operador.

De la misma manera, Manas, utilizando el cuerpo astral, solo tiene que imprimir una idea en la otra persona para que esta la vea y la traduzca a un cuerpo visible del que parecen derivarse los efectos habituales de densidad y peso.

Y en el hipnotismo hay muchos experimentos, todos los cuales demuestran que la llamada materia no es per se sólido o denso; que la visión no siempre depende del ojo y de los rayos de luz que emanan de un objeto; que lo intangible para un cerebro y órganos normales puede ser perfectamente tangible para otro; y que los efectos físicos en el cuerpo pueden producirse únicamente a partir de una idea.

Los conocidos experimentos de producir una ampolla con un simple trozo de papel, o de evitar que una tirita provoque una ampolla, mediante la idea transmitida a un sujeto, ya sea de que debía existir o no una ampolla, prueban concluyentemente el poder de ejercer un impulso sobre la materia mediante el uso de lo que se llama Manas.

Pero todos estos fenómenos son la manifestación de los poderes del Manas inferior que actúa en el Cuerpo Astral y del cuarto principio, el Deseo, utilizando el cuerpo físico como campo para la manifestación de las fuerzas.

Es este Manas inferior el que retiene todas las impresiones de una vida, y a veces las exhibe extrañamente en trances, sueños, delirios, estados inducidos, ocasionalmente en condiciones normales, y muy a menudo en el momento de la muerte física. Pero está tan ocupado con el cerebro, la memoria y la sensación, que suele presentar pocos recuerdos del cúmulo de acontecimientos que los años le han traído.

Interfiere con la acción del Manas Superior porque justo en el punto actual de evolución, el Deseo y todos los poderes, facultades y sentidos correspondientes se encuentran en su punto más desarrollado, oscureciendo así, por así decirlo, la luz blanca del lado espiritual de Manas.

Se tiñe con cada objeto que se le presenta, ya sea un objeto mental o material. Es decir, el Manas Inferior, que opera a través del cerebro, se altera de inmediato adoptando la forma y otras características de cualquier objeto, mental o de otro tipo. Esto le confiere cuatro peculiaridades.

Primero, ir naturalmente desde cualquier punto, objeto o sujeto.
Segundo, ir hacia alguna idea placentera.
Tercero, ir hacia una idea desagradable.
Cuarto, permanecer pasivo y no considerar nada.

El primero se debe a la memoria y al movimiento natural de Manas; el segundo y el tercero se deben solo a la memoria; el cuarto significa dormir cuando no es anormal, y cuando es anormal conduce a la locura.

Estas características mentales, todas pertenecientes al Manas Inferior, son aquellas que el Manas Superior (ayudado por Buddhi y Atma) tiene que combatir y conquistar.

El Manas Superior, si es capaz de actuar, se convierte en lo que a veces llamamos Genios; y si se domina por completo, uno puede convertirse en un ser divino. Pero la memoria presenta continuamente imágenes al Manas Inferior, y el resultado es que el Superior se oscurece.

Sin embargo, a veces a lo largo del camino de la vida vemos aquí y allá hombres que son genios o grandes videntes y profetas. En estos, los poderes Superiores de Manas están activos y la persona iluminada. Tales fueron los grandes Sabios del pasado, hombres como Buda, Jesús, Confucio, Zoroastro y otros.

También los poetas como Tennyson, Longfellow y otros son hombres en quienes el Manas Superior de vez en cuando arroja un rayo brillante sobre el hombre inferior, para ser pronto oscurecido, sin embargo por el efecto de la educación religiosa dogmática que ha dado a la memoria ciertas imágenes que siempre impiden que el Manas alcance plena actividad.





La Triada Superior

En esta Trinidad superior, tenemos a Dios por encima de cada uno; éste es Atma, y ​​puede llamarse el Ser Superior.

Luego está la parte espiritual del alma llamada Buddhi; y cuando está completamente unida con Manas, puede llamarse el Ego Divino.

El Ego interior, que reencarna, tomando cuerpo tras cuerpo, almacenando las impresiones de vida tras vida, adquiriendo experiencia y sumándola al Ego divino, sufriendo y disfrutando a lo largo de un inmenso período de años, es el quinto principio —Manas— no unido a Buddhi.

Esta es la individualidad permanente que da a cada hombre la sensación de ser él mismo y no otro; aquello que a través de todos los cambios de los días y las noches, desde la juventud hasta el final de la vida, nos hace sentir una sola identidad a lo largo de todo el período; tiende un puente sobre la brecha creada por el sueño; de igual manera, tiende un puente sobre la brecha creada por el sueño de la muerte.

Es esto, y no nuestro cerebro, lo que nos eleva por encima del animal.

La profundidad y variedad de las circunvoluciones cerebrales en el hombre son causadas por la presencia de Manas, y no son la causa de la mente. Y cuando nos unimos conscientemente, ya sea total o esporádicamente, con Buddhi, el Alma Espiritual, entonces contemplamos a Dios, por así decirlo.

Esto es lo que todos los antiguos deseaban ver, pero en lo que los modernos no creen, prefiriendo estos últimos desechar su propio derecho a ser grandes en la naturaleza y adorar a un dios imaginario creado únicamente por sus propias fantasías y no muy diferente de la débil naturaleza humana.

Esta individualidad permanente en la raza actual ha pasado, por lo tanto, por todo tipo de experiencias, pues la Teosofía insiste en su permanencia y en la necesidad de que continúe participando en la evolución.





Manas en la Evolución

Tiene un deber que cumplir, consistente en elevar a un estado superior toda la materia involucrada en la cadena de globos a la que pertenece la Tierra. Todos hemos vivido y participado en civilización tras civilización, raza tras raza, en la Tierra, y continuaremos así a lo largo de todas las rondas y razas hasta completar la séptima.

Al mismo tiempo debe recordarse que la materia de este globo y la relacionada con él también ha pasado por todo tipo de formas, con posibles excepciones en planos muy inferiores de formación mineral.

Pero en general toda la materia visible o contenida en el espacio aún no precipitada, ha sido moldeada en un momento u otro en formas de todo tipo, muchas de las cuales son de las que ahora desconocemos.

Por lo tanto los procesos de evolución, en algunos aspectos, avanzan ahora con mayor rapidez que en épocas anteriores, porque tanto Manas como la materia han adquirido facilidad de acción.

Esto es especialmente cierto en el caso del hombre, quien se encuentra más adelantado que todas las cosas o seres en esta evolución. Ahora encarna y se proyecta a la vida con mayor rapidez que en períodos anteriores, cuando le llevaba muchos años obtener una "capa de piel".





Manas y la Reencarnación

Esta reiteración de la vida no puede ser evitada por el hombre común, ya que el Manas Inferior aún está atado por el Deseo, que es el principio preponderante en la época actual. Influenciado por el Deseo, Manas sufre continuamente el engaño mientras está en el cuerpo, y al estar así engañado, no puede impedir la acción sobre él de las fuerzas generadas durante la vida. Estas fuerzas son generadas por Manas, es decir, por el pensamiento de la vida. Cada pensamiento establece un vínculo físico y mental con el deseo en el que se arraiga.

Toda la vida está llena de tales pensamientos, y cuando termina el período de descanso tras la muerte, Manas queda atado a la tierra por innumerables hilos electromagnéticos debido a los pensamientos de la vida anterior, y por lo tanto por el deseo, pues fue el deseo el que causó tantos pensamientos e ignorancia sobre la verdadera naturaleza de las cosas.

Comprender esta doctrina, según la cual el hombre es en realidad un pensador y está hecho de pensamiento, aclarará todo lo demás en relación con la encarnación y la reencarnación.

El cuerpo del hombre interior está hecho de pensamiento, y siendo así, se deduce que si los pensamientos tienen mayor afinidad con la vida terrenal que con la vida en los planos sutiles, el retorno a la vida aquí es inevitable.

Actualmente Manas no está plenamente activo en la raza, ya que el Deseo aún predomina. En el próximo ciclo del período humano, Manas estará plenamente activo y desarrollado en toda la raza.

Por lo tanto, los habitantes de la Tierra aún no han llegado al punto de elegir conscientemente el camino que tomarán; pero cuando en el ciclo mencionado, Manas esté activo, todos se verán obligados a elegir conscientemente entre la derecha y la izquierda: una conduce a la unión completa y consciente con el Atma, y ​​la otra a la aniquilación de aquellos seres que prefieran ese camino.










LOS PLANETAS SAGRADOS EXPLICADOS POR GEOFFREY BARBORKA



Los siete planetas sagrados son los planetas donde se encuentran los siete Seres divinos que dirigen el sistema solar, ellos reciben las energías sutiles del Sol y la distribuyen a los demás planetas, así como los chakras reciben el prana y lo distribuyen en el cuerpo.

Y aquí les voy a transcribir lo que el teósofo Geoffrey Barborka explicó acerca de los planetas sagrados:





Los planetas sagrados se conocen desde tiempos muy antiguos

En la Doctrina Secreta se revela que:

« La doctrina de las Esferas gobernadas por los Siete Planetas Sagrados muestra desde la Lemuria hasta Pitágoras, a los siete Poderes de la Naturaleza terrestre y sublunar, así como a las siete grandes Fuerzas del Universo, procediendo y desenvolviéndose en siete tonos que son las siete notas de la escala musical. »
(DS II, p.602)


Las palabras “desde la Lemuria hasta Pitágoras” indican que ya en la Tercera Raza-Raíz eran conscientes del significado de los siete planetas sagrados, así como también de la Música de las Esferas, que posteriormente recibió su bien merecida fama a causa de las enseñanzas de Pitágoras y su relación con los tonos de la escala musical.

Sobre el número siete, Pitágoras compuso su doctrina de la Armonía y de la Música de las Esferas, llamando un “tono” a la distancia de la Luna a la Tierra; de la Luna a Mercurio medio tono, y desde éste a Venus lo mismo; de Venus al Sol uno y medio tono; desde el Sol a Marte un tono; de allí a Júpiter medio tono; desde éste a Saturno medio tono; y desde allí al Zodíaco un tono; constituyendo así siete tonos – el diapasón armónico.

Toda la melodía de la Naturaleza está en estos siete tonos, y por esto se llama la “Voz de la Naturaleza”. (DS II, p.601)

“Los siete poderes de la naturaleza terrestre” pueden interpretarse como los siete grandes Dhyāni-Bodhisattvas, que son los Vigilantes (o Dhyānis, o nuevamente Lhas) de los siete globos de la Cadena Terrestre (un Vigilante para cada globo en particular), que vienen de los siete globos de la Cadena Lunar.

(Nota de Cid: la teosofía enseña que así como un humano está compuesto de un cuerpo físico y seis envolturas sutiles, los planetas también están compuestos por un globo físico y seis globos sutiles.)

“Las siete grandes Fuerzas del Universo” pueden referirse a las grandes fuerzas liberadas por los Siete Rayos primitivos en la apertura de un Manvantara, o de nuevo, pueden estar unidos a los “siete rayos distintos” que irradian del Sol Central Espiritual (mencionado en la DS I, p.574)





Los planetas sagrados también están constituidos de siete globos

Debería tenerse presente que cada uno de estos Siete Planetas Sagrados es una cadena planetaria, es decir, cada cadena planetaria consiste en siete globos. Este punto fue enfatizado en la siguiente frase:

« Los siete planetas son los planetas sagrados de la antigüedad, y todos son septenarios. »
(DS I, p.167)





¿Por qué siete?

(Nota de Cid: son siete planetas sagrados porque cada uno de ellos dirige uno de los siete rayos primordiales de la creación.)

Blavatsky estuvo pronta a agregar que el significado unido a los Siete Planetas Sagrados tenía más significancia que simplemente la enumeración de los siete planetas visibles:

« Los siete Planetas no están limitados a este número porque los Antiguos no conociesen a otros, sino sencillamente porque eran las “casas” primordiales de los siete Logoi. Puede haber nueve o noventa y nueve planetas descubiertos; pero esto no altera el hecho de ser sólo estos siete los sagrados. »
(DS II, p.602)


En otras palabras los siete eran considerados como sagrados porque los planetas donde se encuentran los siete Logoi son los “reflejos” externos (por así decirlo) o focalizaciones de las siete Grandes Fuerzas del Universo, referidas en la primera cita.


Y en el comentario anexo Blavatsky añadió:

« El Globo, impulsado hacia delante por el Espíritu de la Tierra y sus seis Auxiliares, obtiene todas sus fuerzas vitales, su vida y poderes, del Espíritu del Sol, por medio de los siete Dhyāni planetarios. Son ellos sus mensajeros de Luz, y de Vida. »
(DS II, p.28-9)


El “Espíritu del Sol” simboliza al Logos Solar; “el Globo” significa el Globo D de la Cadena Terrestre, o sea el planeta Tierra. Los Siete Vigilantes de la Cadena Terrestre son referidos como el “Espíritu de la Tierra y sus seis Auxiliares”, o sea los siete Dhyāni-Bodhisattvas.

Los Logoi Planetarios de los siete planetas sagrados son llamados “siete Dhyānis planetarios”. De esta manera los Vigilantes (o “Espíritus”) son diferentes de sus “Casas” (los planetas visibles).





¿Cuáles son los siete planetas sagrados?

Esa es una pregunta que muchos estudiantes se hacen a menudo, especialmente desde que el descubrimiento de Plutón en 1930 da una enumeración de nueve planetas en la astronomía.

Pero ni Plutón, ni Neptuno, ni Urano ni la Tierra son planetas sagrados. Dejemos que Blavatsky lo diga en su propia única manera:

« Son pues, los Siete Hijos de la Luz – llamados por el nombre de sus planetas y a menudo identificados con ellos por la masa ignorante, a saber: Saturno, Júpiter, Mercurio, Marte, Venus, y presumiblemente el Sol y la Luna para el crítico moderno, que no profundiza más allá de la superficie de las antiguas religiones los que son, según las Enseñanzas Ocultas, nuestros Padres celestiales, o sintéticamente, nuestro “Padre”. »
(DS I, p.575)


No se piense por un momento que el Sol y la Luna se consideraban como planetas en este grupo de siete. Ellos eran usados como nombres substitutos para dos planetas sagrados en la vecindad general de estos dos globos, como encontramos esto muy claramente declarado en una nota al pie de la página:

« Estos son planetas aceptados tan sólo para fines de Astrología judiciaria. La división astro-teológica difiere de la anterior.

Siendo el Sol una estrella central y no un planeta, se halla, con sus siete planetas, en una relación más oculta y misteriosa con nuestro globo, que lo que generalmente se conoce. El Sol era, por tanto, considerado como el gran Padre de todos los Siete “Padres”, y esto explica las variaciones encontradas entre los Siete y Ocho Grandes Dioses de la Caldea y otras civilizaciones.

Ni la Tierra, ni su satélite la Luna, ni siquiera las estrellas, por otra razón, eran más que substitutos usados para fines esotéricos. Sin embargo, aún excluyendo al Sol y a la Luna del cálculo, los antiguos parece que conocían siete planetas. ¿Cuántos más nos son hasta hoy conocidos si dejamos aparte la Tierra y la Luna? Siete, y no más; Siete planetas primordiales o principales; los demás son planetoides más bien que planetas. »
(DS I, p.575)


Notas de Cid

Es más adecuado llamar a los planetas que no son sagrados –"planetas comunes"– porque actualmente la palabra planetoide se refiere a un cuerpo celeste más pequeño que un planeta normal pero más grande que un meteoroide, como por ejemplo los planetas enanos Plutón y Ceres.

Y Blavatsky también reveló que Marte también substituye a un planeta sagrado, ya que ella escribió:

« Saturno, Júpiter, Mercurio y Venus son los cuatro planetas [sagrados exotéricos porque si se han revelado], y los otros tres [planetas sagrados] que no deben nombrarse, son los cuerpos celestes en comunicación directa astral y psíquica con la Tierra. »
(DS I, p.575)

Nada más que Barborka no se percató de esto aunque lo transcribió, como a continuación se los muestro prosiguiendo con su explicación:

_  _  _


Continuando con la cita acerca de los siete planetas sagrados, Blavatsky añadió:

« Saturno, Júpiter, Mercurio y Venus, los cuatro planetas exotéricos, y los otros tres que no deben nombrarse, eran los cuerpos celestes en comunicación directa astral y psíquica, moral y físicamente, con la Tierra, sus Guías y Vigilantes; proporcionando las orbes visibles a nuestra humanidad sus características externas e internas, y sus Regentes o Rectores nuestras Mónadas y facultades espirituales.

Y a fin de evitar nuevas interpretaciones erróneas, diremos que entre los tres orbes secretos (o ángeles estelares) no están incluidos Urano ni Neptuno; no sólo porque eran desconocidos bajo estos nombres para los sabios antiguos, sino porque lo mismo que todos los otros planetas, por muchos que puedan haber, son los dioses y Guardianes de otras Cadenas o Globos septenarios dentro de nuestro sistema.
. . .
Hay detalles que a causa de su gran abstracción metafísica no pueden tratarse. Por tanto meramente afirmamos que sólo siete de nuestros planetas están íntimamente relacionados con nuestro globo [terrestre], como el Sol lo está con todos los cuerpos sujetos a él en su Sistema.

Pobre y miserable es, en verdad, el número de los cuerpos que la Astronomía conoce entre planetas de primero y segundo orden. Por lo tanto, se presenta a la razón que hay un gran número de planetas pequeños y grandes que todavía no han sido descubiertos, pero de cuya existencia debían ciertamente tener conocimiento los antiguos astrónomos, todos ellos Adeptos Iniciados.

Pero, como la relación de éstos con los Dioses era sagrada, tenía que seguir siendo un arcano, como también los nombres de varios otros planetas y estrellas. »
(DS I, p.575-6)


Orígenes, el Padre Cristiano, en su obra Contra Celsum, libro VI, XXIV-XXXVIII, puede citarse como la autoridad que dio la enumeración de los Sagrados Siete hecha por los Gnósticos:

   Adonai, equivalente al espíritu del Sol
   Astaphai equivalente al espíritu de Mercurio
   Orai equivalente al espíritu de Venus
   Iao equivalente al espíritu de la Luna
   Sabbao equivalente al espíritu de Marte
   Eloi equivalente al espíritu de Júpiter
   Ildabaoth equivalente al espíritu de Saturno.

Y en lo que respecta a los antiguos, había mucho más sobre el tema que la enumeración de los siete planetas. Pero como la explicación perma- necía oculta dentro de los santuarios de los templos, nada se enunciaba públicamente.

Alusiones en cuanto a cómo los Siete Sagrados eran en realidad mostrados a los candidatos comprometidos se han transmitido hasta nuestros días por medio de algunos antiguos escritores. Atestiguan lo siguiente:

« Todos los autores y filósofos clásicos que han tratado el asunto, repiten con Hermes Trismegisto, que los siete regentes (los planetas, incluso el Sol) eran los asociados o cooperadores del Desconocido Todo, representado por el Demiurgo, y tenían a su cargo retener el Cosmos (nuestro sistema planetario) dentro de siete círculos.

Plutarco nos los muestra como representación del “círculo de los mundos celestes”. Dionisio de Tracia y el docto San Clemente de Alejandría, dicen también que en los templos egipcios estaban representados los regentes en figura de ruedas o esferas misteriosas siempre en movimiento, por lo cual afirmaban los iniciados que en la Iniciación Adyta habían resuelto las ruedas celestes el problema del movimiento perpetuo.

Esta doctrina de Hermes la expusieron antes que él Pitágoras y Orfeo. Proclo la llama “la doctrina enseñada por Dios”; y Jámblico habla de ella con suma veneración.

Filostrato dice que la corte sidérea del cielo babilónico estaba representada en los templos por medio de “Globos de zafiros que servían de peana a las imágenes de oro de sus respectivos dioses”.

Los templos de Persia eran especialmente famosos por estas representaciones. Si hemos de creer a Cedreno: “Al entrar el emperador Heraclio en la ciudad de Bazacum quedó admirado a la vista de la grandiosa máquina construida por el rey Cosroes, la cual representaba la bóveda estrellada con los planetas en movimiento y los ángeles que los presidían”. (Cedreno, p.338).

Ya sea accionadas por mecanismo de relojería, ya sea por fuerzas mágicas, las esferas armadas con los planetas en movimiento, solían verse en los Santuarios, y algunas existen hasta el día de hoy en Japón, en el subterráneo secreto del templo particular del Mikado, y dos más en otros lugares. »
(DS V, p.321-2; p.295 en la editorial Kier.)



Los Caldeos nombraban siete planetas, y los Asirios y Babilonios usaban la misma enumeración, como sigue:

Shamash
Nebo
Ishta
Sin
Nergal
Marduk
Ninib
Sol
Mercurio
Venus
Luna
Marte
Júpiter
Saturno


El orden entregado en la enumeración de arriba indica la relación del Dhyāni planetario con un globo particular de la cadena planetaria de la Tierra (es decir, de sus siete globos).

El indicio para este orden se da en un Comentario sobre las Estancias de Dzyan. Es un excelente ejemplo del método empleado en las Estancias de Dzyan y sus Comentarios.

Usando una de las siete claves, se obtiene una interpretación; valiéndose de otra clave se adquiere otra interpretación, destinada a otra enseñanza. Pero aquí está la cita explicando el punto específico:

« Y teniendo en cuenta que hay siete claves de interpretación para cada símbolo y alegoría, resulta que un significado que puede no responder, por ejemplo, al aspecto psicológico o astronómico, se encontrará sin embargo perfectamente exacto en el físico o metafísico. »
(DS II, p.22)





Cada planeta sagrado está asociado con una raza-raíz

El Comentario que se cita es especialmente pertinente a las Razas-Raíces. Otra clave lo vuelve aplicable a los globos de la Cadena Terrestre:

« Y así como cada una de las Siete Regiones de la Tierra, cada uno de los siete Primogénitos (los Grupos Humanos primordiales) recibe espiritualmente su luz y vida de su propio Dhyāni especial, y físicamente del Palacio (la Casa, el Planeta) de este Dhyāni; lo mismo sucede con las siete grandes Razas a nacer en ella.

La Primera nace bajo el Sol; la Segunda bajo Brihaspati (Júpiter), la Tercera bajo Lohitānga (el de “Cuerpo ígneo”, Venus o Śhukra); la Cuarta bajo Soma (la Luna, también nuestro Globo, pues la Cuarta Esfera nació bajo la Luna y de ella) y Śani, Saturno, el Krūra-lochana (ojo maléfico), y el Asita (el oscuro); la Quinta, bajo Budha (Mercurio). »
(DS II, p.29)





Cada planeta sagrado está asociado con un globo

Indicamos ahora el Dhyāni de los Siete Planetas Sagrados que es el Vigilante de un globo particular de las siete esferas de la Cadena Terrestre en orden consecutivo: primero el término Sánscrito seguido por el nombre familiar del planeta (o la Casa del Dhyāni), y  luego el globo particular sobre el cual está el Regente:

DHANIPLANETAGLOBO
Sūrya
Brihaspati
Uśanas-Śukra (o Lohitānga)
Śani (o Krūra-lochana)
Budha
Angāraka
Soma
Sol
Júpiter
Venus
Saturno
Mercurio
Marte
Luna
A
B
C
D
E
F
G






La Tierra ¿un planeta sagrado?

Muchos están confundidos en lo tocante a por qué la Tierra no está indicada como un de los Siete Planetas Sagrados.

(Nota de Cid: en su egocentrismo muchos humanos se ofenden de que nuestro planeta no sea un planeta sagrado.)

Esta mistificación se debe más al hecho de que hay una confusión en la mente respecto al propósito de la enumeración. Y tampoco el pleno alcance del significado de los Siete Planetas Sagrados es comprendido.

No es un asunto de nombrar los planetas reconocidos, ni es un asunto de enumerar los planetas que están subordinados al Sol (o por usar el término esotérico: el Lha Solar o Logos Solar).

Es más bien un medio de indicar los Lhas Planetarios que están especialmente vinculados con la Tierra. Esto significa los planetas que forman parte o son responsables de la construcción de la Cadena Terrestre.

Y más específicamente de que cada uno de los siete Planetas Sagrados tiene especial vigilancia con cada uno de los siete globos de la Cadena Terrestre; como también de que cada uno de los siete Planetas Sagrados está “cuidando” a cada una de las siete Razas-Raíces de nuestra Tierra (Globo D).


Este tema también presenta una ejemplificación de la Ley de la Unidad Esencial en su operación sobre el nivel cósmico.

Al igual que se señaló que esta Ley ilustraba la operación del Plan Divino en el patrón jerárquico de los seres sobre un globo, en que cada entidad vive su vida en el campo o esfera de un ser más grande, y que cada miembro de la jerarquía está estrechamente unido con todos los demás miembros de la jerarquía, esta interrelación de los Seres Planetarios (Lhas) está claramente indicada en este aspecto de los Siete Planetas Sagrados.

Porque esta enseñanza explica que no solamente hay allí una real unión por medio de la ayuda en la formación de los Palacios de los Lhas (los Globos de la Cadena), sino un interés en los seres de las Mansiones de la Vida que están siguiendo su peregrinaje cíclico evolutivo en los globos de la Cadena.

Pero el lazo es mucho más estrecho aún que un “vigilante” de las Razas. Hay una unión de las Mónadas, como también de las vestiduras o “principios” que utiliza la Esencia Monádica.

Sin embargo la confusión que ocurre respecto a no nombrar la Tierra como uno de los Siete Planetas Sagrados conduce a otra avenida de pensamiento que puede seguirse provechosamente aquí.

La Cadena Terrestre (de siete globos) actúa en la capacidad de un Planeta Sagrado, junto con otras seis Cadenas Planetarias de siete globos cada una, ayudando en la construcción de otro sistema de siete globos, que comprende otra cadena planetaria.

Si pudiéramos nombrar esta serie, ¿no encontraríamos una respuesta disponible?

Es: Tierra, Marte, Mercurio, A, B, Y, Z – estos siete comprendiendo un sistema de mundos.

(Nota de Cid: el maestro Kuthumi explicó que la Tierra, Marte, Mercurio y otros cuatro planetas de los cuales la astronomía todavía no sabe nada, forman un sistema de mundos dentro del sistema solar [CM 23B, p.176].

Pero Barborka está especulando cuando él sugiere que esos siete planetas laboran como "planetas sagrados de un rango más pequeño" al ayudar en la construcción de una nueva cadena planetaria, porque los maestros no informaron nada al respecto.)





El Sol y los Siete Planetas Sagrados

Lo anterior no minimiza de ninguna manera la importancia del Sol y su relación con todos los sistemas de mundos de los cuales él es el Señor: lejos de esto.

Esto se muestra claramente en una Estancia:

« El Lha que dirige al Cuarto (Globo, o nuestra Tierra), es Servidor de los Lhas de los Siete (Espíritus planetarios), los que giran conduciendo sus Carros alrededor de su Señor, el Ojo único (Loka-Chakshus) de nuestro Mundo. »
(Estancia I, śloka I, 2ª. serie)


Una explicación de esta śloka se da como sigue:

Esta expresión muestra en lenguaje corriente que el Espíritu-Guardián de nuestro Globo, que es el cuarto en la Cadena, está subordinado al Espíritu principal (o Dios) de los Siete Genios o Espíritus Planetarios.

Como ya se ha explicado, los antiguos, en su Kyriel de Dioses, tenían siete Dioses principales del Misterio, cuyo jefe era, exotéricamente, el Sol visible o el octavo; y esotéricamente, el segundo Logos, el Demiurgo.

Los Siete –que ahora en la religión cristiana se han convertido en los “Siete Ojos del Señor”– eran los Regentes de los siete planetas principales; pero éstos no se contaban con arreglo a la numeración imaginada más tarde por gente que habían olvidado los verdaderos Misterios, o que tenían nociones erróneas de los mismos, y no incluían ni al Sol, ni a la Luna, ni a la Tierra.

El Sol era, exotéricamente, el jefe de los doce Grandes Dioses o constelaciones zodiacales; y esotéricamente el Mesías, el Christos –(el sujeto “ungido” por el Gran Aliento, o el Uno)– rodeado por sus doce poderes subordinados, también subordinados, por turno, a cada uno de los siete “Dioses del Misterio” de los planetas.

“Los Siete Superiores hacen a los Siete Lhas crear al mundo”, declara un Comentario; lo cual significa que nuestra Tierra –dejando a un lado lo demás– fue creada o formada por Espíritus Terrestres; pues los “Regentes” sólo fueron los supervisores.

(Nota de Cid: yo no creo que los Espíritus Terrestres hayan contribuido en la creación de la Tierra porque nuestro planeta fue creado justamente para que ahí se desarrollen los seres de la cadena terrestre.)

Este es el primer germen de lo que se convirtió después en el Árbol de la Astrología y Astrolatría.

Los Superiores eran los Cosmocratores, los constructores del Sistema Solar. (DS II, p.22-3)



Las palabras de la śloka continúan mostrando el gran significado del Sol:

« Su Aliento dio Vida a los Siete (dio luz a los planetas). Dio Vida al Primero. »
(Estancia I, śloka 1, 2da.serie)

Al explicar este verso, se obtiene una percepción respecto al método de interpretar estas profundas Estancias. Hay un significado obvio, sin duda, pero observemos como la visión de uno se expande por medio del significado más profundo, el que se obtiene a causa de la doble interpretación que se presenta:

“Su Aliento dio Vida a los siete”, se refiere tanto al Sol que da vida a los Planetas, como al “Superior Uno”, el Sol Espiritual, que da vida a todo el Kosmos.

Las llaves astronómica y astrológica que abren el pórtico que conduce a los misterios de la Teogonía, sólo pueden encontrarse en los glosarios ulteriores que acompañan a las Estancias.

En las Ślokas apocalípticas de los Anales Arcaicos, es el lenguaje tan simbólico, si bien menos místico que en los Purānas. Sin la ayuda de los comentarios posteriores compilados por generaciones de Adeptos, sería imposible comprender correctamente el significado.

En las antiguas Cosmogonías, los mundos visibles e invisibles son los dobles eslabones de una misma cadena. Así como el Logos Invisible, con sus Siete Jerarquías –representada o personificada cada una por su Ángel principal o Rector– forma un Poder, el interno e invisible; del mismo modo en el mundo de las formas, el Sol y los siete Planetas principales constituyen la potencia activa y visible; siendo la última “Jerarquía”, por decirlo así, el Logos visible y objetivo de los Ángeles Invisibles, siempre subjetivos, (excepto en los grados inferiores). (DS II, p.23)






OBSERVACIÓN DE CID

Todo esto Geoffrey Barborka lo puso en el capítulo 7 de su libro "El Plan Divino" y sus explicaciones son útiles para una mejor compresión de lo que Blavatsky escribió acerca de los planetas sagrados en su obra "La Doctrina Secreta".