Los siete planetas sagrados son los planetas donde se encuentran los siete Seres divinos que dirigen el sistema solar, ellos reciben las energías sutiles del Sol y la distribuyen a los demás planetas, así como los chakras reciben el prana y lo distribuyen en el cuerpo.
Y aquí les voy a transcribir lo que el teósofo Geoffrey Barborka explicó acerca de los planetas sagrados:
Los planetas sagrados se conocen desde tiempos muy antiguos
En la Doctrina Secreta se revela que:
« La doctrina de las Esferas gobernadas por los Siete Planetas Sagrados muestra desde la Lemuria hasta Pitágoras, a los siete Poderes de la Naturaleza terrestre y sublunar, así como a las siete grandes Fuerzas del Universo, procediendo y desenvolviéndose en siete tonos que son las siete notas de la escala musical. »
(DS II, p.602)
Las palabras “desde la Lemuria hasta Pitágoras” indican que ya en la Tercera Raza-Raíz eran conscientes del significado de los siete planetas sagrados, así como también de la Música de las Esferas, que posteriormente recibió su bien merecida fama a causa de las enseñanzas de Pitágoras y su relación con los tonos de la escala musical.
Sobre el número siete, Pitágoras compuso su doctrina de la Armonía y de la Música de las Esferas, llamando un “tono” a la distancia de la Luna a la Tierra; de la Luna a Mercurio medio tono, y desde éste a Venus lo mismo; de Venus al Sol uno y medio tono; desde el Sol a Marte un tono; de allí a Júpiter medio tono; desde éste a Saturno medio tono; y desde allí al Zodíaco un tono; constituyendo así siete tonos – el diapasón armónico.
Toda la melodía de la Naturaleza está en estos siete tonos, y por esto se llama la “Voz de la Naturaleza”. (DS II, p.601)
“Los siete poderes de la naturaleza terrestre” pueden interpretarse como los siete grandes Dhyāni-Bodhisattvas, que son los Vigilantes (o Dhyānis, o nuevamente Lhas) de los siete globos de la Cadena Terrestre (un Vigilante para cada globo en particular), que vienen de los siete globos de la Cadena Lunar.
(Nota de Cid: la teosofía enseña que así como un humano está compuesto de un cuerpo físico y seis envolturas sutiles, los planetas también están compuestos por un globo físico y seis globos sutiles.)
“Las siete grandes Fuerzas del Universo” pueden referirse a las grandes fuerzas liberadas por los Siete Rayos primitivos en la apertura de un Manvantara, o de nuevo, pueden estar unidos a los “siete rayos distintos” que irradian del Sol Central Espiritual (mencionado en la DS I, p.574)
Los planetas sagrados también están constituidos de siete globos
Debería tenerse presente que cada uno de estos Siete Planetas Sagrados es una cadena planetaria, es decir, cada cadena planetaria consiste en siete globos. Este punto fue enfatizado en la siguiente frase:
« Los siete planetas son los planetas sagrados de la antigüedad, y todos son septenarios. »
(DS I, p.167)
¿Por qué siete?
(Nota de Cid: son siete planetas sagrados porque cada uno de ellos dirige uno de los siete rayos primordiales de la creación.)
Blavatsky estuvo pronta a agregar que el significado unido a los Siete Planetas Sagrados tenía más significancia que simplemente la enumeración de los siete planetas visibles:
« Los siete Planetas no están limitados a este número porque los Antiguos no conociesen a otros, sino sencillamente porque eran las “casas” primordiales de los siete Logoi. Puede haber nueve o noventa y nueve planetas descubiertos; pero esto no altera el hecho de ser sólo estos siete los sagrados. »
(DS II, p.602)
En otras palabras los siete eran considerados como sagrados porque los planetas donde se encuentran los siete Logoi son los “reflejos” externos (por así decirlo) o focalizaciones de las siete Grandes Fuerzas del Universo, referidas en la primera cita.
Y en el comentario anexo Blavatsky añadió:
« El Globo, impulsado hacia delante por el Espíritu de la Tierra y sus seis Auxiliares, obtiene todas sus fuerzas vitales, su vida y poderes, del Espíritu del Sol, por medio de los siete Dhyāni planetarios. Son ellos sus mensajeros de Luz, y de Vida. »
(DS II, p.28-9)
El “Espíritu del Sol” simboliza al Logos Solar; “el Globo” significa el Globo D de la Cadena Terrestre, o sea el planeta Tierra. Los Siete Vigilantes de la Cadena Terrestre son referidos como el “Espíritu de la Tierra y sus seis Auxiliares”, o sea los siete Dhyāni-Bodhisattvas.
Los Logoi Planetarios de los siete planetas sagrados son llamados “siete Dhyānis planetarios”. De esta manera los Vigilantes (o “Espíritus”) son diferentes de sus “Casas” (los planetas visibles).
¿Cuáles son los siete planetas sagrados?
Esa es una pregunta que muchos estudiantes se hacen a menudo, especialmente desde que el descubrimiento de Plutón en 1930 da una enumeración de nueve planetas en la astronomía.
Pero ni Plutón, ni Neptuno, ni Urano ni la Tierra son planetas sagrados. Dejemos que Blavatsky lo diga en su propia única manera:
« Son pues, los Siete Hijos de la Luz – llamados por el nombre de sus planetas y a menudo identificados con ellos por la masa ignorante, a saber: Saturno, Júpiter, Mercurio, Marte, Venus, y presumiblemente el Sol y la Luna para el crítico moderno, que no profundiza más allá de la superficie de las antiguas religiones los que son, según las Enseñanzas Ocultas, nuestros Padres celestiales, o sintéticamente, nuestro “Padre”. »
(DS I, p.575)
No se piense por un momento que el Sol y la Luna se consideraban como planetas en este grupo de siete. Ellos eran usados como nombres substitutos para dos planetas sagrados en la vecindad general de estos dos globos, como encontramos esto muy claramente declarado en una nota al pie de la página:
« Estos son planetas aceptados tan sólo para fines de Astrología judiciaria. La división astro-teológica difiere de la anterior.
Siendo el Sol una estrella central y no un planeta, se halla, con sus siete planetas, en una relación más oculta y misteriosa con nuestro globo, que lo que generalmente se conoce. El Sol era, por tanto, considerado como el gran Padre de todos los Siete “Padres”, y esto explica las variaciones encontradas entre los Siete y Ocho Grandes Dioses de la Caldea y otras civilizaciones.
Ni la Tierra, ni su satélite la Luna, ni siquiera las estrellas, por otra razón, eran más que substitutos usados para fines esotéricos. Sin embargo, aún excluyendo al Sol y a la Luna del cálculo, los antiguos parece que conocían siete planetas. ¿Cuántos más nos son hasta hoy conocidos si dejamos aparte la Tierra y la Luna? Siete, y no más; Siete planetas primordiales o principales; los demás son planetoides más bien que planetas. »
(DS I, p.575)
Notas de Cid
Es más adecuado llamar a los planetas que no son sagrados –"planetas comunes"– porque actualmente la palabra planetoide se refiere a un cuerpo celeste más pequeño que un planeta normal pero más grande que un meteoroide, como por ejemplo los planetas enanos Plutón y Ceres.
Y Blavatsky también reveló que Marte también substituye a un planeta sagrado, ya que ella escribió:
« Saturno, Júpiter, Mercurio y Venus son los cuatro planetas [sagrados exotéricos porque si se han revelado], y los otros tres [planetas sagrados] que no deben nombrarse, son los cuerpos celestes en comunicación directa astral y psíquica con la Tierra. »
(DS I, p.575)
Nada más que Barborka no se percató de esto aunque lo transcribió, como a continuación se los muestro prosiguiendo con su explicación:
_ _ _
Continuando con la cita acerca de los siete planetas sagrados, Blavatsky añadió:
« Saturno, Júpiter, Mercurio y Venus, los cuatro planetas exotéricos, y los otros tres que no deben nombrarse, eran los cuerpos celestes en comunicación directa astral y psíquica, moral y físicamente, con la Tierra, sus Guías y Vigilantes; proporcionando las orbes visibles a nuestra humanidad sus características externas e internas, y sus Regentes o Rectores nuestras Mónadas y facultades espirituales.
Y a fin de evitar nuevas interpretaciones erróneas, diremos que entre los tres orbes secretos (o ángeles estelares) no están incluidos Urano ni Neptuno; no sólo porque eran desconocidos bajo estos nombres para los sabios antiguos, sino porque lo mismo que todos los otros planetas, por muchos que puedan haber, son los dioses y Guardianes de otras Cadenas o Globos septenarios dentro de nuestro sistema.
. . .
Hay detalles que a causa de su gran abstracción metafísica no pueden tratarse. Por tanto meramente afirmamos que sólo siete de nuestros planetas están íntimamente relacionados con nuestro globo [terrestre], como el Sol lo está con todos los cuerpos sujetos a él en su Sistema.
Pobre y miserable es, en verdad, el número de los cuerpos que la Astronomía conoce entre planetas de primero y segundo orden. Por lo tanto, se presenta a la razón que hay un gran número de planetas pequeños y grandes que todavía no han sido descubiertos, pero de cuya existencia debían ciertamente tener conocimiento los antiguos astrónomos, todos ellos Adeptos Iniciados.
Pero, como la relación de éstos con los Dioses era sagrada, tenía que seguir siendo un arcano, como también los nombres de varios otros planetas y estrellas. »
(DS I, p.575-6)
Orígenes, el Padre Cristiano, en su obra Contra Celsum, libro VI, XXIV-XXXVIII, puede citarse como la autoridad que dio la enumeración de los Sagrados Siete hecha por los Gnósticos:
Adonai, equivalente al espíritu del Sol
Astaphai equivalente al espíritu de Mercurio
Orai equivalente al espíritu de Venus
Iao equivalente al espíritu de la Luna
Sabbao equivalente al espíritu de Marte
Eloi equivalente al espíritu de Júpiter
Ildabaoth equivalente al espíritu de Saturno.
Y en lo que respecta a los antiguos, había mucho más sobre el tema que la enumeración de los siete planetas. Pero como la explicación perma- necía oculta dentro de los santuarios de los templos, nada se enunciaba públicamente.
Alusiones en cuanto a cómo los Siete Sagrados eran en realidad mostrados a los candidatos comprometidos se han transmitido hasta nuestros días por medio de algunos antiguos escritores. Atestiguan lo siguiente:
« Todos los autores y filósofos clásicos que han tratado el asunto, repiten con Hermes Trismegisto, que los siete regentes (los planetas, incluso el Sol) eran los asociados o cooperadores del Desconocido Todo, representado por el Demiurgo, y tenían a su cargo retener el Cosmos (nuestro sistema planetario) dentro de siete círculos.
Plutarco nos los muestra como representación del “círculo de los mundos celestes”. Dionisio de Tracia y el docto San Clemente de Alejandría, dicen también que en los templos egipcios estaban representados los regentes en figura de ruedas o esferas misteriosas siempre en movimiento, por lo cual afirmaban los iniciados que en la Iniciación Adyta habían resuelto las ruedas celestes el problema del movimiento perpetuo.
Esta doctrina de Hermes la expusieron antes que él Pitágoras y Orfeo. Proclo la llama “la doctrina enseñada por Dios”; y Jámblico habla de ella con suma veneración.
Filostrato dice que la corte sidérea del cielo babilónico estaba representada en los templos por medio de “Globos de zafiros que servían de peana a las imágenes de oro de sus respectivos dioses”.
Los templos de Persia eran especialmente famosos por estas representaciones. Si hemos de creer a Cedreno: “Al entrar el emperador Heraclio en la ciudad de Bazacum quedó admirado a la vista de la grandiosa máquina construida por el rey Cosroes, la cual representaba la bóveda estrellada con los planetas en movimiento y los ángeles que los presidían”. (Cedreno, p.338).
Ya sea accionadas por mecanismo de relojería, ya sea por fuerzas mágicas, las esferas armadas con los planetas en movimiento, solían verse en los Santuarios, y algunas existen hasta el día de hoy en Japón, en el subterráneo secreto del templo particular del Mikado, y dos más en otros lugares. »
(DS V, p.321-2; p.295 en la editorial Kier.)
Los Caldeos nombraban siete planetas, y los Asirios y Babilonios usaban la misma enumeración, como sigue:
El orden entregado en la enumeración de arriba indica la relación del Dhyāni planetario con un globo particular de la cadena planetaria de la Tierra (es decir, de sus siete globos).
El indicio para este orden se da en un Comentario sobre las Estancias de Dzyan. Es un excelente ejemplo del método empleado en las Estancias de Dzyan y sus Comentarios.
Usando una de las siete claves, se obtiene una interpretación; valiéndose de otra clave se adquiere otra interpretación, destinada a otra enseñanza. Pero aquí está la cita explicando el punto específico:
« Y teniendo en cuenta que hay siete claves de interpretación para cada símbolo y alegoría, resulta que un significado que puede no responder, por ejemplo, al aspecto psicológico o astronómico, se encontrará sin embargo perfectamente exacto en el físico o metafísico. »
(DS II, p.22)
Cada planeta sagrado está asociado con una raza-raíz
El Comentario que se cita es especialmente pertinente a las Razas-Raíces. Otra clave lo vuelve aplicable a los globos de la Cadena Terrestre:
« Y así como cada una de las Siete Regiones de la Tierra, cada uno de los siete Primogénitos (los Grupos Humanos primordiales) recibe espiritualmente su luz y vida de su propio Dhyāni especial, y físicamente del Palacio (la Casa, el Planeta) de este Dhyāni; lo mismo sucede con las siete grandes Razas a nacer en ella.
La Primera nace bajo el Sol; la Segunda bajo Brihaspati (Júpiter), la Tercera bajo Lohitānga (el de “Cuerpo ígneo”, Venus o Śhukra); la Cuarta bajo Soma (la Luna, también nuestro Globo, pues la Cuarta Esfera nació bajo la Luna y de ella) y Śani, Saturno, el Krūra-lochana (ojo maléfico), y el Asita (el oscuro); la Quinta, bajo Budha (Mercurio). »
(DS II, p.29)
Cada planeta sagrado está asociado con un globo
Indicamos ahora el Dhyāni de los Siete Planetas Sagrados que es el Vigilante de un globo particular de las siete esferas de la Cadena Terrestre en orden consecutivo: primero el término Sánscrito seguido por el nombre familiar del planeta (o la Casa del Dhyāni), y luego el globo particular sobre el cual está el Regente:
La Tierra ¿un planeta sagrado?
Muchos están confundidos en lo tocante a por qué la Tierra no está indicada como un de los Siete Planetas Sagrados.
(Nota de Cid: en su egocentrismo muchos humanos se ofenden de que nuestro planeta no sea un planeta sagrado.)
Esta mistificación se debe más al hecho de que hay una confusión en la mente respecto al propósito de la enumeración. Y tampoco el pleno alcance del significado de los Siete Planetas Sagrados es comprendido.
No es un asunto de nombrar los planetas reconocidos, ni es un asunto de enumerar los planetas que están subordinados al Sol (o por usar el término esotérico: el Lha Solar o Logos Solar).
Es más bien un medio de indicar los Lhas Planetarios que están especialmente vinculados con la Tierra. Esto significa los planetas que forman parte o son responsables de la construcción de la Cadena Terrestre.
Y más específicamente de que cada uno de los siete Planetas Sagrados tiene especial vigilancia con cada uno de los siete globos de la Cadena Terrestre; como también de que cada uno de los siete Planetas Sagrados está “cuidando” a cada una de las siete Razas-Raíces de nuestra Tierra (Globo D).
Este tema también presenta una ejemplificación de la Ley de la Unidad Esencial en su operación sobre el nivel cósmico.
Al igual que se señaló que esta Ley ilustraba la operación del Plan Divino en el patrón jerárquico de los seres sobre un globo, en que cada entidad vive su vida en el campo o esfera de un ser más grande, y que cada miembro de la jerarquía está estrechamente unido con todos los demás miembros de la jerarquía, esta interrelación de los Seres Planetarios (Lhas) está claramente indicada en este aspecto de los Siete Planetas Sagrados.
Porque esta enseñanza explica que no solamente hay allí una real unión por medio de la ayuda en la formación de los Palacios de los Lhas (los Globos de la Cadena), sino un interés en los seres de las Mansiones de la Vida que están siguiendo su peregrinaje cíclico evolutivo en los globos de la Cadena.
Pero el lazo es mucho más estrecho aún que un “vigilante” de las Razas. Hay una unión de las Mónadas, como también de las vestiduras o “principios” que utiliza la Esencia Monádica.
Sin embargo la confusión que ocurre respecto a no nombrar la Tierra como uno de los Siete Planetas Sagrados conduce a otra avenida de pensamiento que puede seguirse provechosamente aquí.
La Cadena Terrestre (de siete globos) actúa en la capacidad de un Planeta Sagrado, junto con otras seis Cadenas Planetarias de siete globos cada una, ayudando en la construcción de otro sistema de siete globos, que comprende otra cadena planetaria.
Si pudiéramos nombrar esta serie, ¿no encontraríamos una respuesta disponible?
Es: Tierra, Marte, Mercurio, A, B, Y, Z – estos siete comprendiendo un sistema de mundos.
(Nota de Cid: el maestro Kuthumi explicó que la Tierra, Marte, Mercurio y otros cuatro planetas de los cuales la astronomía todavía no sabe nada, forman un sistema de mundos dentro del sistema solar [CM 23B, p.176].
Pero Barborka está especulando cuando él sugiere que esos siete planetas laboran como "planetas sagrados de un rango más pequeño" al ayudar en la construcción de una nueva cadena planetaria, porque los maestros no informaron nada al respecto.)
El Sol y los Siete Planetas Sagrados
Lo anterior no minimiza de ninguna manera la importancia del Sol y su relación con todos los sistemas de mundos de los cuales él es el Señor: lejos de esto.
Esto se muestra claramente en una Estancia:
« El Lha que dirige al Cuarto (Globo, o nuestra Tierra), es Servidor de los Lhas de los Siete (Espíritus planetarios), los que giran conduciendo sus Carros alrededor de su Señor, el Ojo único (Loka-Chakshus) de nuestro Mundo. »
(Estancia I, śloka I, 2ª. serie)
Una explicación de esta śloka se da como sigue:
Esta expresión muestra en lenguaje corriente que el Espíritu-Guardián de nuestro Globo, que es el cuarto en la Cadena, está subordinado al Espíritu principal (o Dios) de los Siete Genios o Espíritus Planetarios.
Como ya se ha explicado, los antiguos, en su Kyriel de Dioses, tenían siete Dioses principales del Misterio, cuyo jefe era, exotéricamente, el Sol visible o el octavo; y esotéricamente, el segundo Logos, el Demiurgo.
Los Siete –que ahora en la religión cristiana se han convertido en los “Siete Ojos del Señor”– eran los Regentes de los siete planetas principales; pero éstos no se contaban con arreglo a la numeración imaginada más tarde por gente que habían olvidado los verdaderos Misterios, o que tenían nociones erróneas de los mismos, y no incluían ni al Sol, ni a la Luna, ni a la Tierra.
El Sol era, exotéricamente, el jefe de los doce Grandes Dioses o constelaciones zodiacales; y esotéricamente el Mesías, el Christos –(el sujeto “ungido” por el Gran Aliento, o el Uno)– rodeado por sus doce poderes subordinados, también subordinados, por turno, a cada uno de los siete “Dioses del Misterio” de los planetas.
“Los Siete Superiores hacen a los Siete Lhas crear al mundo”, declara un Comentario; lo cual significa que nuestra Tierra –dejando a un lado lo demás– fue creada o formada por Espíritus Terrestres; pues los “Regentes” sólo fueron los supervisores.
(Nota de Cid: yo no creo que los Espíritus Terrestres hayan contribuido en la creación de la Tierra porque nuestro planeta fue creado justamente para que ahí se desarrollen los seres de la cadena terrestre.)
Este es el primer germen de lo que se convirtió después en el Árbol de la Astrología y Astrolatría.
Los Superiores eran los Cosmocratores, los constructores del Sistema Solar. (DS II, p.22-3)
Las palabras de la śloka continúan mostrando el gran significado del Sol:
« Su Aliento dio Vida a los Siete (dio luz a los planetas). Dio Vida al Primero. »
(Estancia I, śloka 1, 2da.serie)
Al explicar este verso, se obtiene una percepción respecto al método de interpretar estas profundas Estancias. Hay un significado obvio, sin duda, pero observemos como la visión de uno se expande por medio del significado más profundo, el que se obtiene a causa de la doble interpretación que se presenta:
“Su Aliento dio Vida a los siete”, se refiere tanto al Sol que da vida a los Planetas, como al “Superior Uno”, el Sol Espiritual, que da vida a todo el Kosmos.
Las llaves astronómica y astrológica que abren el pórtico que conduce a los misterios de la Teogonía, sólo pueden encontrarse en los glosarios ulteriores que acompañan a las Estancias.
En las Ślokas apocalípticas de los Anales Arcaicos, es el lenguaje tan simbólico, si bien menos místico que en los Purānas. Sin la ayuda de los comentarios posteriores compilados por generaciones de Adeptos, sería imposible comprender correctamente el significado.
En las antiguas Cosmogonías, los mundos visibles e invisibles son los dobles eslabones de una misma cadena. Así como el Logos Invisible, con sus Siete Jerarquías –representada o personificada cada una por su Ángel principal o Rector– forma un Poder, el interno e invisible; del mismo modo en el mundo de las formas, el Sol y los siete Planetas principales constituyen la potencia activa y visible; siendo la última “Jerarquía”, por decirlo así, el Logos visible y objetivo de los Ángeles Invisibles, siempre subjetivos, (excepto en los grados inferiores). (DS II, p.23)
OBSERVACIÓN DE CID
Todo esto Geoffrey Barborka lo puso en el capítulo 7 de su libro "El Plan Divino" y sus explicaciones son útiles para una mejor compresión de lo que Blavatsky escribió acerca de los planetas sagrados en su obra "La Doctrina Secreta".
No hay comentarios.:
Publicar un comentario