(Este
artículo fue escrito por Blavatsky y en él, ella hace la distinción entre lo
que es el conocimiento esotérico elevado y lo que es la hechicería, y el texto
original en inglés lo pueden leer aquí.)
« A
menudo oí decir pero nunca lo creí hasta ahora, que hay quienes por medio de
poderosas formulas mágicas doblegan las leyes de la naturaleza a sus torcidos
propósitos. »
(Milton)
El periódico “La Correspondencia”
de mayo de 1888 insertó varias cartas que atestiguan la profunda impresión que
produjo en algunas personas nuestro trabajo publicado en abril del mismo año
1888 bajo el título de “Ocultismo Práctico”
[y el cual pueden leer en el artículo anterior a este en el blog].
Dichas cartas comprueban y refirman dos
conclusiones lógicas, a saber:
1)
Que muchas personas cultas y de buen
entendimiento, más de lo que los materialistas modernos se imaginan, creen en
el ocultismo y en la magia (estas
dos disciplinas esotéricas difiriendo enormemente la una de la otra)
y
2)
Que la mayor parte de esas personas (incluso
muchos teósofos) no tienen una idea clara de lo que es el ocultismo y lo
confunden con las ciencias ocultas en general, incluyendo la magia negra.
Y es que las ideas
que se forja la gente sobre los poderes que el ocultismo confiere al hombre y
de los medios que han de emplearse para adquirirlos son tan variadas como fantasiosas.
Algunos se imaginan
que para llegar a ser un gran ocultista como Zanoni lo único que se necesita es
disponer de un maestro que les enseñe el camino. Mientras que otros creen que
para emular a Roger Bacon, o al conde de Saint Germain, solo necesitan atravesar
el canal de Suez e ir a la India.
Muchos toman como su
ideal a Margrave con su siempre renovada juventud, y no les preocupa pagar con
su alma para lograr eso. Y no pocos confunden el ocultismo con la hechicería.
Además que varios ocultistas se divierten a confundir más a la gente como es el
caso de Eliphas Levi de acuerdo a las reglas burlonamente expuestas por él en
su libro "Magia Ceremonial", y la cual es otro alter-ego imaginario de la filosofía de los antiguos sabios del
pasado.
En resumen, los
prismas por el que el ocultismo aparece ante los ojos de los cándidos
buscadores son tan variados y multicolores como cabe en fantasía de la
imaginación la humana.
Ahora bien,
¿Se
indignarán estos candidatos a la sabiduría y al poder que aporta el ocultismo, si
les decimos la pura verdad?
La realidad es que no
solamente es útil sino que ahora se ha vuelto necesario desengañar a la mayoría
de ellos antes que sea demasiado tarde. Y la verdad sobre este asunto puede
declararse en pocas palabras:
Entre los centenares
que en Occidente se denominan a si mismos “ocultistas”, no hay ni media docena de
entre ellos que tengan ni siquiera una idea aproximadamente correcta de la
genuina naturaleza de la disciplina que ellos pretenden dominar.
Con unas pocas
excepciones todos ellos están en el camino hacia la hechicería (aunque la
mayoría de ellos no esté consciente de eso), pero dejemos que los involucrados restauren
un poco de orden en el caos que reina en sus mentes, antes que protesten contra
esta afirmación.
Que primero aprendan la
verdadera relación que existe entre el ocultismo y las artes ocultas, así como
la diferencia que existe entre esas dos disciplinas, y entonces si podrán
indignarse si todavía creen estar en lo correcto.
Entretanto, que aprendan
que el verdadero ocultismo difiere de la magia y otras artes ocultas; como el
glorioso sol difiere de la luz de una vela, y como el inmutable e inmortal
espíritu del hombre (reflejo del absoluto, infinito y desconocido TODO) difiere
de la mortal arcilla del cuerpo humano.
En nuestra refinada
civilización occidental donde las lenguas modernas han ido evolucionando con la
formación de palabras expresando nuevas ideas y pensamientos, no se sentía la
necesidad de disponer de nuevos vocablos para expresar conceptos que
tácitamente se tildaban de
"supersticiones", pues toda nueva modalidad mental aparecía
materializada en la fría atmósfera del egoísmo occidental.
Dichos vocablos
únicamente hubieran podido expresar ideas que a duras penas eran capaces de
albergar en su mente los hombres cultos, para quienes la magia es sinónimo de
prestidigitación, la hechicería equivale a la crasa ignorancia y el ocultismo es
la triste reliquia de los desequilibrados filósofos medievales del fuego como
Jacobo Boehme y Saint Martin.
Estas palabras
(magia, hechicería y ocultismo) se usan en Occidente en sentido peyorativo, y
por lo general para designar las escorias residuales de los tiempos del
oscurantismo y los perversos siglos del paganismo. Por lo tanto no hay en
nuestro idioma palabras que definan y maticen la diferencia entre tales poderes
paranormales, o en las disciplinas que conducen hacia su adquisición. En cambio
en los idiomas orientales y sobre todo el sánscrito si existen palabras que
definen y matizan esas diferencias.
Por ejemplo, las autoridades occidentales reconocidas
en la materia dan a las palabras "milagro" y "hechizo" el
mismo significado, en cuanto les atribuyen la idea de operar prodigios
quebrantando las leyes de la naturaleza.
¿Pero qué
significarán para quienes las oyen o pronuncian?
El cristiano alabará
los milagros porque considerará que
los obró Dios, y en cambio desdeñará los hechizos o los atribuirá al demonio
porque fueron efectuados por otros individuos. Y es que los fervientes
religiosos relacionan el ocultismo con el demonio, mientras que los
materialistas se ríen de los magos y de los ocultistas, y se avergonzarían si prestaran una seria
atención a semejantes "supersticiones".
Pero todo esto ocurre
por no haber adecuadas palabras para expresar la diferencia entre lo verdadero
y lo absurdo, entre lo sublime y lo ridículo, y por consiguiente no poder señalar
los claroscuros límites que los separan.
Lo absurdo y ridículo
son las teológicas interpretaciones que hablan del "quebrantamiento de las
leyes de la naturaleza" por el hombre, Dios o el demonio. Mientras que lo
sublime y lo verdadero son los milagros y encantamientos que por ejemplo tanto
Moisés como los magos egipcios efectuaron de conformidad con las leyes
naturales.
Y es que tanto Moisés
como los magos egipcios estaban versados en la sabiduría que ellos aprendieron
en los santuarios que en ese entonces eran las academias del conocimiento y del
verdadero ocultismo.
La palabra “ocultismo” induce seguramente a
error, tal como está traducida de la palabra compuesta Gupta-Vidya, la cual en sanscrito significa "conocimiento secreto".
¿Pero conocimiento
de qué?
Pues bien, algunos términos sánscritos nos
ayudarán a responder, y entre muchos otros nombres de las diversas clases de
ciencia esotérica que aparecen en los libros sagrados hindúes llamados Las Puranas, citaremos por ser los más
notables los cuatro siguientes:
1) Yajna-Vidya,[1] que es el conocimiento de las fuerzas ocultas de
la naturaleza, las cuales son puestas en
acción por la práctica de ciertos ritos y ceremonias religiosas.
2) Maha-Vidya, que significa "gran conocimiento" y es la magia de los
cabalistas y del culto tántrico, aunque suele degenerar en hechicería
de la peor especie.
3) Guhya-Vidya,
que es el conocimiento de los poderes
místicos que residen en el sonido (Ether) y por consiguiente también en los
mantras (ya sea cantados en las oraciones o en los encantamientos) y cuya
eficacia depende del ritmo y la melodía. Y también el Guhya-Vidya se define como una práctica mágica basada en el
conocimiento y la correlación de las fuerzas de la naturaleza.
4) Atma-Vidya,
que
los orientalistas traducen literalmente por "el conocimiento del alma" o la verdadera Sabiduría,
pero que significa mucho más.
Y el Atma-Vidya es la única clase de ocultismo
a la que se debe aspirar debido a que las demás modalidades de ocultismo son ramificaciones de las “ciencias
ocultas”, o sea las disciplinas basadas en el conocimiento de la esencia última
de todas las cosas en los reinos de la naturaleza (mineral, vegetal y animal). Y
quien conoce estas disciplinas sabe como manipular a la naturaleza por
invisible que sea dicha esencia y por mucho que su existencia haya hasta ahora
escapado de las investigaciones científicas.
Por ejemplo la
alquimia, la astrología, la fisiología oculta y la quiromancia tienen su razón
de ser en la naturaleza, y la ciencia moderna ha descubierto ya algunos
aspectos de estas disciplinas esotéricas.
Pero la clarividencia
(simbolizada en la India por el "Ojo de Shiva" y llamada en el Japón "Visión infinita") no es
el hipnotismo, ni el mesmerismo, ni se adquiere por medio de tales prácticas.
Todas las demás
modalidades del ocultismo pueden dominarse y obtener de ellas resultados
buenos, malos o indiferentes, pero tienen un valor insignificante comparadas
con el Atma-Vidya porque este las
incluye a todas ellas y puede hasta ocasionalmente utilizarlas pero lo hace
después de purificarlas de su escoria y únicamente para propósitos benéficos y teniendo
cuidado de despojarlas de todo elemento egoísta.
Y es que toda persona
puede estudiar cualquiera de las mencionadas "artes ocultas" sin la necesidad
de alguna gran preparación previa y sin restringir demasiado su estilo de vida
ni depurar gran cosa su moralidad, pero en ese caso el 90% de esos estudiantes
se precipitan hacia la magia negra.
¿Pero en qué
puede esto importar?
Se preguntarán
algunos ya que también los vudús y
los dugpas comen, beben y se divierten
en las hecatombes de las víctimas de sus infernales artes, y así también lo hacen
los amables caballeros que practican la vivisección y los hipnotizadores
diplomados por las Facultades de Medicina.
Pues bien, la única
diferencia entre ambos consiste en que los vudús y los dugpas son hechiceros
conscientes y los vivisectores del equipo de Charcot y Richet lo son
inconscientes.
Pero ambos habrán de
cosechar los frutos de sus acciones oscuras debido a que el hipnotismo y la vivisección tal como se practican en Occidente, son
pura y simple de la hechicería, aunque en un grado menor que el conocimiento
que poseen los vudús y los dugpas, y que ningún Charcot ni Richet pueden
adquirir en medio siglo de arduos estudios ni experimental observación.
(Nota: Charcot y
Richet fueron dos famosos médicos hipnotistas del siglo XIX, y la palabra “dugpa”
es un término tibetano que Blavatsky utiliza aquí para referirse a los magos
negros.)
Que todos esos
individuos se queden sin Atma-Vidya o
el verdadero ocultismo al cual lo desdeñan para chapucear en la magia (de
manera consciente o inconsciente) y rechazan el verdadero ocultismo por ser demasiado
rigurosas las reglas impuestas hacia sus estudiantes. Dejémoslos que sean magos
por cualquier otro medio, aunque durante las diez encarnaciones siguientes no
pasen de vudús y dugpas.
Sin embargo el interés
del lector probablemente se concentrará en quienes se sienten una invencible
atracción hacia el ocultismo, aunque todavía no hayan subyugado sus pasiones ni
mucho menos hayan eliminado su egoísmo.
¿Y qué hay de
estos infortunados que están desgarrados en partes iguales por fuerzas
opuestas?
Porque demasiadas
veces se ha dicho, y ese hecho es patente para cualquier observador, que una
vez que el deseo por el ocultismo se ha verdaderamente despertado en el corazón
de un hombre, no queda para él ninguna esperanza de paz ni ningún lugar de
descanso y confort en el mundo, debido a que una incesante y roedora inquietud que
no puede apaciguar, lo empujará a las más desoladas y ásperas circunstancias de
la vida con tal de poder avanzar en su búsqueda del conocimiento oculto.
Pero si su ánimo es demasiado pasional y egoísta
para permitirle el paso por “las Puertas de Oro”, y no puede encontrar descanso
y paz en la vida ordinaria.
Entonces,
¿Ha de caer
inevitablemente en la hechicería y en la magia negra y acumularse durante
muchos años de un karma terrible?
¿No existe
otro camino para él?
Nosotros respondemos
que en verdad si lo hay, y ese otro camino consiste en que NO aspire a mayores
cosas que las que él se sienta capaz de cumplir. Que no eche sobre sus hombros
una carga demasiado pesada.
Y aunque ese buscador
no llegue a ser un Buda, un Maestro o un gran Santo, si estudia la filosofía y
la ciencia del alma él podrá aún así ser un bienhechor de la humanidad, por más
que carezca de las facultades "sobrehumanas", debido a que los
poderes (siddhis) de los grandes
iniciados (los Arhats) se reservan únicamente para aquellos que son capaces de
consagrar su vida al cumplimiento y al pie de la letra de los terribles sacrificios que su adquisición requiere.
Y es que deben de
saber y recordar para siempre que el verdadero
Ocultismo o Teosofía es la absoluta
e incondicional renunciación del egoísmo tanto en pensamiento como en acción.
Es el altruismo en su total magnificencia y quien lo práctica deja de vivir
para si mismo y se dedica a vivir para el bien de la humanidad.
Mucho se les perdona
a los discípulos que están en ese sendero durante sus primeros años de prueba,
pero tan pronto como pasan a ser un discípulo "aceptado", entonces su
egocentrismo debe completamente desaparecer y ellos convertirse en una fuerza
benéfica de la Naturaleza.
Y después de esto se le abren dos caminos
opuestos sin lugar intermedio de descanso:
1)
Tiene el discípulo que ascender laboriosamente,
escalón por escalón, y frecuentemente a través de numerosas encarnaciones y sin
descanso, la escalera de oro que conduce hacia el Mahatmado (que es la
condición del Arhat o Bodhisattva).
2)
O dejarse deslizar hacia abajo de la escalera
al primer falso paso y caer rodando adentro del Dugpa-ado (que es el sendero de
la oscuridad recorrido por los magos negros).
Y desafortunadamente
todo esto se ignora o se ha olvidado enteramente en nuestros días, y quienes
son capaces de observar las aspiraciones preliminares de los candidatos,
frecuentemente encuentran al interior de sus mentes ideas extrañas.
Por ejemplo algunos de
ellos cuyas capacidades de razonamiento han sido tan distorsionadas por
influencias ajenas, ellos se imaginan que las pasiones animales pueden ser de
tal manera sublimadas y elevadas que su furia y fuerza pueden, por así decirlo,
ser volteadas hacia adentro a fin de mantenerlas encerradas en el pecho hasta
que en vez de estallar su energía, esta se invierta en dirección hacia lo alto con
santos propósitos.
Es decir hasta que la
colectiva fuerza de las reprimidas pasiones capacite al hombre para entrar en
el verdadero santuario del alma y
permanecer allí en presencia de su Maestro
(el Yo superior).
Y para lograr este propósito,
ellos no luchan contra sus pasiones ni las eliminan, sino que mediante un
violento esfuerzo de voluntad ellos las reprimen y las mantienen en jaque,
dejando sus brasas en rescoldo.
Como el muchacho
espartano que permitió que el zorro le devorase las entrañas antes que soltarlo,
de la misma manera estos individuos se someten a la tortura ¡Pero oh pobres
ciegos visionarios!
Esto sería lo mismo
que si a una banda de deshollinadores borrachos y grasientos se les encerrara
en un santuario decorado de blanquísimos lienzos, y en vez de ensuciarlos y convertirlos
por su contacto en un montón de sucios pingajos, ellos fueran iluminados por el
sagrado recinto y salieran de él tan inmaculados como los lienzos.
¡Extraña
aberración de la mente humana!
¿Pero puede
ser esto así?
Razonémoslo
En el santuario de
nuestra alma, el "Maestro" es el "Yo superior", es el
divino Espíritu cuya conciencia deriva y se funda en la Mente (por lo menos durante
la vida terrenal del hombre durante la cual está cautiva) y a la que llamamos alma humana o alma personal (pues el alma espiritual es el vehículo del
Espíritu).
Y a su vez el alma
personal está constituida en su aspecto superior por las aspiraciones
espirituales, las voliciones y el amor divino; y en su aspecto inferior por los
deseos animales y las pasiones terrenales.
Por lo tanto el alma
personal se encuentra como un eslabón entre la naturaleza animal del hombre (que
la razón procura dominar) y la naturaleza espiritual hacia la cual gravita
cuando logra la ventaja en su lucha contra su naturaleza animal.
Y esta última (su
naturaleza animal) es el “alma bestial” instintiva, madriguera de las pasiones que el imprudente entusiasta arrulla
en su pecho en vez de matar.
Y ahí yo les pregunto:
¿Pero cómo
esperan que la cenagosa corriente de la cloaca animal se convierta en el
cristalino manantial de las aguas de la vida?
¿Y a qué
terreno neutral pueden relegarse las pasiones sin que afecten al hombre?
Las impetuosas pasiones
del amor y la lujuria se mantienen vivas
en su cuna, es decir en el alma animal, y aunque el alma humana (o sea la
mente) rechaza a tales inquilinos, ella no puede evitar ser contaminada
teniéndolos a ellos como vecinos.
Y además resulta que
el Yo superior o Espíritu es incapaz de asimilar tales sentimientos como el
agua es incapaz de mezclarse con el aceite, y el único lazo con el hombre y el
Yo superior es la Mente, por lo que esta es la única que puede contaminarse y se
encuentra en incesante riesgo de ser arrastrada hacia abajo por esas pasiones
que pueden ser reanimadas en cualquier momento y por consiguiente perecer en el
abismo de la materia.
¿Y cómo podría
el alma personal concertarse con la divina armonía del Yo superior cuando esta armonía
está quebrantada por la presencia de las pasiones animales dentro de su
santuario interior?
¿Cómo podría
la armonía prevalecer y triunfar cuando la mente está contaminada y turbada por
el torbellino de las pasiones y los deseos terrenales de los sentidos corporales
y del hombre astral?
Porque el cuerpo
astral no es compañero del Yo superior, sino que es el compañero del cuerpo
terrenal. Es el eslabón entre el yo personal (la conciencia inferior de Manas)
y el cuerpo físico. Es el vehículo de la vida transitoria, no de la vida inmortal.
Y como una sombra
proyectada por el hombre, el cuerpo astral sigue servil y mecánicamente sus
movimientos e impulsos, propendiendo por la tanto a la materia y sin ascender
jamás hacia el Espíritu.
La unión con el Yo
superior sólo puede cumplirse cuando se desvanece la fuerza de las pasiones y
estas quedan trituradas y aniquiladas en la retorta de una inflexible voluntad;
solo se puede cuando no sólo han muerto las concupiscencias y ansias de la
carne, sino también la concupiscencia del egocentrismo.
Entonces se domina al
cuerpo astral el cual comienza a reflejar al hombre triunfante y no a la codiciosa
y egoísta personalidad. Y entonces el brillante Yo divino puede vibrar en armonía
consciente con ambos polos de la entidad humana: el hombre de materia purificado
y la siempre pura alma espiritual.
Y a partir de ese momento el hombre se une para
siempre con el Yo superior, con el Maestro, el Cristo de los gnósticos.[2]
Entonces,
¿Cómo le
sería posible al hombre entrar por la “angosta puerta del ocultismo” cuando sus
pensamientos cotidianos están ligados a todas horas con las cosas mundanas: con
los deseos de posesión y de poder, con las concupiscencias, con las ambiciones,
e incluso con los deberes familiares que si bien son honorables, no dejan de ser
terrenales?
Y es que aún el amor
a la familia, el más puro e inegoísta de los afectos humanos, es un obstáculo
para el verdadero ocultismo. Porque ya
sea que tomemos como ejemplo el sagrado amor de una madre por su hijo o el de
un conyugue por su pareja, aún en estos mismos sentimientos analizados a fondo
y enteramente cernidos, encontraremos todavía un egoísmo personal en la madre y
un egoísmo dual en los cónyuges.
Debido a que, ¿qué
madre no sacrificaría sin vacilar otras vidas para salvar la vida de su hijo?
¿Y qué conjugue no satisfaría los deseos de su amada pareja aun a costa de una
dicha ajena?
Se nos dirá que esto
es una reacción natural, pero aunque lo sea según el código de los afectos humanos,
en cambio no lo es según el código del amor divino universal, porque mientras que
el corazón palpite de amor sólo por unos cuantos seres, los más queridos e
inmediatos.
¿Cómo podrá
el resto de los humanos estar en nuestros corazones?
¿Qué resto de
amor y solicitud quedará en nosotros para profesarlo al resto de la humanidad, que
es la "gran huérfana"?
¿Y cómo podrá
hacerse escuchar "la tenue y callada voz divina" en un alma
enteramente ocupada en sus seres predilectos?
¿Qué lugar se
deja allí para las necesidades de la humanidad en su conjunto, de modo que el
corazón las sienta y reciba una pronta respuesta?
Y es por eso que aquel
que quiere sacar provecho de la Sabiduría divina de la Mente Universal, solo ha
de lograrlo mediante un amor hacia la humanidad entera sin distinción de raza,
temperamento, creencia, ni condición social. Porque sólo el altruismo y no el
egoísmo, ni aun en su más noble y legítimo concepto, puede conducir al hombre a
fundir su yo individual con el YO UNIVERSAL.
Y es para estas
necesidades y para este trabajo que el verdadero discípulo del verdadero ocultismo
tiene que consagrarse si quiere adquirir la Sabiduría divina y el Conocimiento velado.
El aspirante ha de
escoger absolutamente entre la vida terrenal y profana, y la vida espiritual y
esotérica, ya que es inútil y vano intentar de unir a las dos debido a que
nadie puede servir a dos señores y complacer a ambos.
Nadie puede servir a
su cuerpo y a su Yo superior, ni cumplir los deberes de la familia al mismo
tiempo que los deberes de la humanidad entera, sin privar a una o a otra de sus
derechos; porque si presta oído a la "tenue y callada voz" entonces no
podrá escuchar el clamor de sus pequeñuelos; y si atiende a las necesidades de
éstos, quedará sordo a la voz de la humanidad.
El humano casado que
intentase seguir el verdadero ocultismo práctico
en vez de la filosofía teórica habría
de sostener una incesante y desalentadora lucha, porque continuamente vacilaría
entre la voz impersonal del amor divino hacia la humanidad y la voz del amor
personal y terrenal, lo cual sólo podría conducirlo hacia el fracaso en uno u
otro lado, o tal vez en ambos deberes.
Pero esto no sería lo
peor, pues además quienquiera que después de haberse comprometido con el ocultismo,
consintiese en la gratificación de un amor o lascivia terrestre, experimentará un resultado casi inmediato que
consistirá en verse irresistiblemente arrastrado del estado divino impersonal
hacia el plano inferior de la materia.
Y esto se debe porque
la gratificación de los deseos sensuales, o aún mentales, conlleva a la pérdida
inmediata del discernimiento espiritual. La voz del MAESTRO ya no puede ser distinguida de las
pasiones, o de las entidades embusteras, por lo que en semejantes
circunstancias ya no es posible distinguir lo correcto de lo equivocado y la
sana moralidad del estéril nominalismo.
El fruto del Mar
Muerto asume la más gloriosa apariencia mística, solamente para convertirse en
cenizas en los labios y amargar en el corazón, resultando con ello en:
"cada vez más profundas tinieblas, loco por sabiduría, culpable por
inocencia, ansioso de éxtasis y desesperado por esperanza".
Y desafortunadamente
una vez engañados y después de haber actuado incorrectamente de acuerdo con sus
equivocaciones, muchos hombres se niegan a reconocer su error y se hunden aún
más y más en el fango. Y aunque de la intención deriva principalmente el que la
magia sea blanca o negra, los
resultados de la hechicería involuntaria e inconsciente no pueden que augurar un
mal karma.
Bastante se ha dicho para
mostrar que la hechicería es toda
especie de maligna influencia ejercida sobre otras personas provocándolas
sufrir en consecuencia.
Karma es una pesada piedra
arrojada en las tranquilas aguas de la vida y que produce ondas en perpetuo
ensanchamiento hasta el infinito, debido a que las causas engendradas tienen que
producir sus efectos y estos son evidenciados en la justa e inquebrantable ley
de retribución.
Sin embargo mucho de
esto podría ser evitado si la gente solamente se abstuviera de precipitarse en prácticas
cuya naturaleza e importancia desconocen. Y es que a nadie se le pide llevar
una carga superior a sus fuerzas y facultades.
Hay magos, místicos y
ocultistas innatos desde su nacimiento, a causa de la directa herencia que
ellos han recibido por una serie de encarnaciones y de eones de sufrimiento y
fracasos. Pero estos ya están a prueba de pasiones. Ningún fuego de origen
terrenal puede inflamar sus sentidos ni sus deseos. Y ninguna voz humana halla
respuesta en sus almas, excepto el ruidoso clamor de la humanidad.
Y estos son los
únicos que tienen el éxito asegurado, pero son rarísimos y pasan por las
estrechas puertas del ocultismo porque ellos ya no llevan la personal
impedimenta de los transitorios sentimientos humanos. Ellos ya se han desprendido de los afectos de la naturaleza
inferior, y así han paralizando la animalidad astral, y ante sus pasos se abre
la estrecha pero áurea puerta que conduce hacia lo divino.
En cabio no les sucede lo mismo a quienes todavía han
de llevar durante varias encarnaciones la carga de sus pecados cometidos en sus
vidas pasadas y también en su vida presente. Y a menos que ellos procedan con
suma cautela, la áurea puerta de la Sabiduría puede transformarse para ellos en
la ancha puerta y el espacioso camino que "conduce hacia la
perdición".
Y esta ancha puerta en
la que "muchos son los que entran por ella" es la de las artes
ocultas practicadas con motivos egoístas, y sin la restrictiva, previsora y
benéfica influencia de Atma-Vidya.
Y para empeorar aún
más las cosas, actualmente nos encontramos en lo que los hinduistas denominan la
Kali-Yuga (la Edad oscura) cuya letal influencia es mil veces más poderosa en
el Occidente que en el Oriente.
Y de ahí que caigan tan
fácilmente muchas presas en las garras de las potestades tenebrosas y las
muchas ilusiones que hoy en día se agitan por el mundo, siendo una de ellas la
relativa facilidad con la que los hombres
se figuran que pueden llegar a la "Puerta dorada" y cruzar el umbral
del ocultismo sin grandes sacrificios.
Tal es el sueño de la
mayoría de los esoteristas, inspirados por el deseo de poder y egoísmo
personal, pero estos sentimientos no los conducirán a la ambicionada meta, pues
como dijo ese ser que se señala que se sacrificó por la humanidad:
-
"Estrecha es la puerta y angosto es el
camino que lleva a la vida eterna y pocos son los que la hallan."
Y en realidad tan
estrecha es que la simple mención de algunas de las dificultades preliminares
ya es suficiente para espantar a la mayoría de los candidatos quienes prefieren
darse la vuelta y marcharse con estremecimiento.
Pues bien, dejemos que
se queden así y mejor que su flaqueza les evite un mayor intento, porque pobres de ellos si al voltear
la espalda a la puerta estrecha, su ansia por el ocultismo los arrastrara a dar un paso en
dirección de las anchas y halagadoras puertas de la ilusión, debido a que estas
los conducirá hacia la magia negra, y con seguridad luego ellos desembocarán en
el fatal camino que conduce hacia el Infierno.
APUNTES
1) Dicen los
brahmanes que el Yajna existe desde
la eternidad y procede del Ser Supremo... en el cual yace durmiendo desde el
“no comienzo”. Es la clave de la Traividya,
la tres veces ciencia sagrada contenida en los versos del Rio que enseña los Yajus o misterios sacrificiales.
"El Yajna existe en todo tiempo tan
invisible como la energía almacenada en un acumulador eléctrico cuya
actualización requiere únicamente del debido manejo del aparato para ser
activada. Se supone que el Yajna se
dilata desde el ahavaniya o fuego
sacrificial, hasta los cielos en forma de puente o escalera por la cual puede
el sacrificador comunicarse con el mundo espiritual y aun elevarse en vida hasta
las moradas de los dioses."
(Martín haug, The Altareya Brahmanam, Introduction, p.73-74)
"El Yajna es por otra parte una de las
formas del Akasha, y la palabra mística llamándolo a la existencia y
pronunciada mentalmente por el sacerdote iniciado es la palabra perdida
recibiendo impulso por el poder de la voluntad."
(lsis Desvelada I, p.44)
2) Aquellos que
podrían verse inclinados a ver tres Egos en el ser humano se encontrarán
incapacitados para percibir el significado
metafísico de esta afirmación. Y es que aunque el hombre es una trinidad de cuerpo, alma y espíritu; sin
embargo él es UNO, y ciertamente él no es únicamente su transitoria vestidura que
es su cuerpo físico. Los tres Egos son
los tres aspectos del hombre en los planos astral, mental y espiritual.