RESPONDIENDO A LOS DEFENSORES DE MAX HEINDEL




Como era de esperarse, la crítica que he efectuado contra Max Heindel no le ha gustado para nada a sus seguidores, y estos me han estado haciendo todo tipo de acusaciones, por lo que he decidido reagrupar en este capítulo todos esos ataques para responderlos de manera más conjunta.




1) Usted no tiene ni idea de la enseñanza esotérica porque solo se ha dedicado a leer libros para comparar y criticar y atacar a Max Heindel, pero usted no sabe lo que dice, lo malinterpreta todo y lo tergiversa todo diciendo cosas que no son ciertas.


Respuesta: por el contrario, si tengo idea de lo que hablo porque justamente al haber estudiado varias enseñanzas esotéricas tengo una visión mucho más amplia del esoterismo. En cambio ustedes que solo se la han pasado estudiando a Max Heindel, solo conocen el esoterismo a través de lo que dijo ese embustero.





2) La mayoría de las cosas que usted dice que Max Heindel escribió, son inventos suyos para desprestigiarlo.


Respuesta: para eso puse las referencias, para que ustedes mismos puedan localizar esos textos y verificar que Max Heindel si los escribió.





3) Usted está obsesionado con atacar a Max Heindel y no sabe más que decir mentiras porque si usted hubiera estudiado toda su enseñanza, entonces vuestra conciencia no le permitiría escribir las calumnias que usted escribe.


Respuesta: yo ya me he leído alrededor del 80% de la obra de Max Heindel, y más lo leo y más me desilusiona por la cantidad descomunal de mentiras y falsedades que aseveró ese tipo. Pero para darse cuenta de eso, hay que estudiar otras enseñanzas y no solo pasarse la vida siendo adoctrinado por la Fraternidad Rosacruz.





4) Solo le diré una cosa de las muchas cosas que podría decirle, las enseñanzas tan profundas de Max Heindel, él las investigó por él mismo, y esas enseñanzas no las ha dado nadie más, y esa es la mayor prueba de su gran clarividencia.


Respuesta: es cierto que Max Heindel reveló varias informaciones inéditas que nadie más había revelado antes, pero mi investigación me ha demostrado que esas revelaciones fueron puras fantasías inventadas por él mismo. Por ejemplo, Max Heindel reveló mucha más información acerca de los cuatro diferentes tipos de éteres, lo cual impresiona a los neófitos.

Pero cuando ustedes descubren que los cuatro éteres en realidad no existen y que fueron originalmente una falsedad inventada por Leadbeater, entonces se vuelve evidente que las posteriores “investigaciones clarividentes” que Max Heindel efectuó sobre esos éteres fueron puro charlatanismo.





5) Los maestros de las escuelas que usted ha estudiado son orientales y no tienen nada que ver con el maestro de Max Heindel quien tiene todas las iniciaciones posibles en la Tierra y sus enseñanzas son para los occidentales.


Respuesta: las bases de las enseñanzas esotéricas son las mismas tanto para los orientales como para los occidentales, porque los humanos son esencialmente los mismos en las dos partes del mundo, por ejemplo: la manera como funcionan sus cuerpos, la manera como ellos procrean, la manera como ellos respiran, como se alimentan, etc.

Y no tiene ningún sentido que Max Heindel diera explicaciones sobre lo que sucede después de morir, profundamente diferentes a las explicaciones que dieron los maestros transhimaláyicos. Pero además, cuando ustedes descubren que lo que dijo Max Heindel sobre lo que sucede después de morir es una copia de las mentiras que inventó Leadbeater sobre ese tema.

Y que de hecho toda la enseñanza rosacruz” de Max Heindel es una copia de la neo-teosofía que inventó Leadbeater, pues entonces es fácil deducir que el supuesto encuentro que tuvo Max Heindel con los maestros rosacruces fue pura mentira y que en realidad Max Heindel le plagió su enseñanza a Charles Leadbeater.





6) Como probacionista de la Fraternidad Rosacruz, yo he de decir que lo que usted afirma con respecto a Rudolf Steiner es incorrecto, ya que yo he leído algunos documentos de la época, y yo sé que usted no tiene la razón.


Respuesta: yo también me he leído varios documentos de la época, pero de manera mucho más profunda que usted, y por consiguiente puedo asegurar que Max Heindel si le plagió considerablemente a Rudolf Steiner, y en estos dos capítulos lo demuestro:






7) Señor Cid, creo que usted se ha pasado mucho en sus críticas y acusaciones y que le falta mucha información al respecto. Max Heindel si transmitió la verdadera enseñanza rosacruz.


Respuesta: eso es falso y a las pruebas me remito. Por ejemplo la composición septenaria del hombre, eso lo enseñó la Teosofía, no el Rosacrucismo, pero luego Leadbeater hizo una versión tergiversada y resulta que Max Heindel enseñó esa versión tergiversada. Y lo mismo puedo decir con respecto a las siete razas, a los siete mundos, a las siete etapas evolutivas de la Tierra, etc.

Otro ejemplo: al igual que los cuatro éteres que les mencioné arriba, los átomos simientes también es otra falsedad inventada por Leadbeater, y “casualmente” una vez más Max Heindel los enseña profusamente en sus libros.

Y de hecho no he encontrado nada en la enseñanza de Max Heindel que sea verdaderamente Rosacruz, pero en cambio si he encontrado un continuo plagio de las falsedades que inventaron Charles Leadbeater y Rudolf Steiner, los cuales he demostrado en el blog que fueron unos inmensos charlatanes, y por consiguiente Max Heindel también lo fue.





8) Usted no sabes nada de nada y lo único que hace es atacar con odio y con la peor intención a Max Heindel.


Respuesta: yo si sé de lo que hablo, y la prueba es que todo esto de lo que les he estado diciendo, lo he ampliamente detallado en el blog. Y aunque ustedes no lo crean, yo no odio a Max Heindel, pero en cambio si siento un profundo repudio hacia los charlatanes y resulta que Max Heindel es uno de ellos.

Y mi intención es prevenir a los investigadores honestos para que no se dejen embaucar por esos embusteros. Y contrario a ustedes que son sus prosélitos, yo si demuestro mis acusaciones, mientras que ustedes solo se la pasan atacándome, pero son incapaces de derrumbar una sola de las pruebas que he puesto.











LO QUE SUCEDE DESPUÉS DE MORIR EXPLICADO POR MAX HEINDEL






Max Heindel escribió mucho acerca de lo que les sucede a los humanos después de fallecer, y su explicación más abundante la puso en su principal libro que es “El Concepto Rosacruz del Cosmos”, y esa larga explicación se las transcribí en los siguientes capítulos:





Posteriormente Max Heindel escribió un resumen en su libro “Los Misterios Rosacruces”, el cual se los transcribí en este otro artículo:





Y en varias partes de su obra, Max Heindel dio más detalles al respecto, los cuales se los he transcrito en los siguientes capítulos:





Y Max Heindel sintetizó la explicación que él dio con el siguiente diagrama, el cual se publicó en el capítulo tres de su libro “El Concepto Rosacruz del Cosmos”:





~ * ~


Pero desafortunadamente las explicaciones que dio Max Heindel están llenas de errores y falsedades debido a que en su gran ignorancia, él copió la versión toda tergiversada que elaboró Charles Leadbeater sobre este tema, y le añadió elucubraciones adicionales que él mismo se inventó.










EL VIAJE POST-MORTEM NARRADO POR MAX HEINDEL




En el capítulo cinco de su libro “Los Misterios Rosacruces”, Max Heindel hizo un resumen de las explicaciones que él dio sobre lo que les sucede a los humanos después de morir, y a continuación les traduzco lo que él escribió:

(Y en paréntesis añadí mis comentarios.)




1.  LA MUERTE

Después de un tiempo más o menos largo, en todas las vidas llega un momento en que las experiencias que un espíritu puede adquirir en el ambiente en el que se desempeña quedan agotadas, y entonces la vida termina con la muerte.

Esta muerte puede ocurrir de repente y sin esperarla, como por ejemplo, debido a un terremoto, o sobre el campo de batalla,  o por un accidente (como solemos llamarlo) pero en realidad la muerte nunca es accidental, y con esto quiero decir que ya estaba prevista por las Fuerzas Superiores. "Ni un gorrión cae al suelo sin la voluntad divina."

(Esto es falso ya que los maestros señalaron que también ocurren los accidentes que no estaban previstos.)

Hay a lo largo de la vida, divisiones del camino; en un lado, la línea principal de la vida continúa hacia adelante; mientras que del otro sendero conduce a lo que podemos llamar un callejón sin salida. Y si el hombre toma por allí, pronto termina con la muerte.

Nosotros estamos en la vida respondiendo al motivo de ganar experiencias, y cada renacimiento o encarnación ofrece cierta cosecha. Y si ordenamos nuestra vida de manera tal que podamos ganar todo el conocimiento que se procuró proporcionarnos, seguiremos en la vida y llegarán a nosotros continuamente diversas clases de oportunidades.

Pero si las despreciamos y la vida se mete en senderos que no son congruentes con nuestro desarrollo individual, entonces se despilfarra el tiempo en perjuicio nuestro. Por lo tanto, los Grandes y Sabios Seres que están detrás del escenario de la evolución hacen que termine nuestra vida, para que podamos tener cuanto antes un nuevo comienzo en una esfera de influencia diferente.

(Esto también es falso ya que los maestros precisaron que la duración normal de nuestra estancia en la Tierra, ya se encuentra especificada antes de que nazcamos.)

La ley de la conservación de la energía no rige solo al Mundo Físico, sino que opera también en los planos espirituales. No hay nada en la vida que no tenga un propósito definido. Hacemos muy mal en rebelarnos contra las circunstancias, no importa cuan desagradables éstas sean; por el contrario, deberíamos esforzarnos en aprender las lecciones que están contenidas en ellas, para así poder vivir una vida larga y provechosa.

Sien embargo, alguien puede objetar:

-      "Usted es inconsecuente en sus enseñanzas. Dice usted que realmente la muerte no existe, que pasamos a una existencia más brillante y que tenemos que aprender lecciones allí, en aquellos planos, y en una esfera diferente de utilidad. ¿Por qué, entonces, debemos esforzarnos en vivir aquí una vida más larga?"

(Esto también es incorrecto porque los maestros explicaron que las personas entran en un profundo sueño después de morir y por consiguiente ya no pueden “aprender más lecciones” durante su viaje post-mortem.)


Es muy cierto que el autor de este libro (Max Heindel) hace tales afirmaciones, y ellas son perfectamente consecuentes con nuestros últimos asertos; pero hay lecciones que deben ser aprendidas aquí en el mundo físico, las cuales no pueden ser aprendidas en ninguno de los otros mundos.

Y como a cada renacimiento tenemos que llevar nuestro órgano físico a través de los años de la infancia y cruzar la ardiente e impulsiva juventud hasta llegar a una edad adulta, antes que este vehículo resulte de verdadera utilidad espiritual; entonces cuanto más vivamos después de alcanzar la madurez, cuanto más en serio miremos las cosas de la vida y aprendamos realmente las lecciones que determinarán el desarrollo de nuestra alma, cuantas más experiencias consigamos tener, más rica y provechosa será la recolección.

Después, en una existencia posterior, estaremos mucho más avanzados y seremos capaces de emprender tareas que resultarían imposibles en una vida más corta y de actividad más reducida y estrecha.

Además de esto, es muy doloroso para el hombre morir en la juventud, con esposa y familia de corta edad, a quienes ama; con ambiciones de grandeza sin realizarse; con huestes de amigos alrededor de él y con intereses concentrados en el plano material de la existencia.

Y es también triste para el corazón de la mujer apegada a su hogar y a los adorados niños que ella ha dado a luz, abandonarlos, acaso sin que haya nadie que pueda velar por ellos con el debido celo; sabiendo que los tiernos angelitos tendrán que luchar solos en la batalla de la vida durante los años de la indefensa infancia, cuando tan necesarios son sus tiernos cariños y ella se vea impotente de ayudarlos, aunque su corazón sangre tan abundantemente como si estuviera en la vida terrenal.

Todas estas cosas son tristes y atan al espíritu a la tierra por un tiempo más largo que de ordinario; imposibilitan adquirir las experiencias que es dable alcanzar tras la frontera de la muerte, y todo ello, junto con otras razones ya mencionadas, hace deseable vivir una vida larga antes de pasar al más allá.


La diferencia entre aquellos que pasan al más allá a una edad avanzada y los que abandonan esta tierra en el estado culminante de la vida, puede ser ilustrada con la forma en que el hueso de la fruta se adhiere a la pulpa cuando está sin madurar. Se necesita un gran esfuerzo para extraer el hueso de un melocotón verde. Tal es la fuerza con que se adhiere a la fruta, que arrastra consigo casi toda la pulpa cuando se quiere extraerlo. Así también el espíritu se aferra a la carne a la mitad de la vida, y una parte de su interés material permanece y lo retiene atado a la tierra después de la muerte.

Por otra parte, cuando se ha vivido una vida intensamente; cuando el espíritu ha tenido tiempo de realizar sus anhelos y ambiciones o comprobar su futilidad; cuando los deberes de la vida han sido cumplidos y la satisfacción descansa en la frente de una persona de edad avanzada, o cuando la vida ha sido dilapidada y los remordimientos de la conciencia han surtido sus efecto en el hombre, censurándole los errores cometidos; cuando realmente el espíritu ha aprendido las lecciones de la vida, como debe ser cuando se alcanza una edad avanzada, entonces puede comparárselo al hueso de la fruta madura que sale fuera sin vestigio de pulpa adherido a ella cuando se la abre.

Así pues, repetimos que aunque hay reservada una existencia más brillante para aquellos que han vivido bien, es no obstante, mejor el vivir una vida larga y vivirla de la manera más intensa que sea posible.


Nosotros sostenemos también que, no importa cuales fueren las circunstancias de la muerte de una persona, esta no es nunca accidental; ha sobrevenido bien por su negligencia para aprovechar las ocasiones de adelanto o desarrollo, o bien la vida ha sido vivida hasta el límite extremo.

Hay una excepción a la regla, y esta es debida al ejercicio de la divina prerrogativa de la interferencia del hombre. Si nosotros vivimos con arreglo a lo dispuesto y ordenado, si asimilamos todas las experiencias fijadas para nuestro desarrollo por las Fuerzas Creadoras, viviremos hasta el límite final, pero nosotros mismos acortamos generalmente nuestra vida por no aprovecharnos de las ocasiones.

Ocurre también que otros hombres pueden acortar nuestra existencia y terminarla de repente, en el momento en que se produce lo que llamamos accidente, motivo del que se valen los regentes divinos para dar fin a nuestra vida aquí. En otras palabras: los asesinatos o accidentes fatales debidos a la imprudencia o temeridad de los hombres son, en realidad, las únicas terminaciones de la vida que no han sido planeadas por los caudillos invisibles de la humanidad.

A nadie se lo impele a asesinar o a que haga algún mal a otro, pues de lo contrario no tendría una retribución justa de sus actos. Cristo dijo que el mal debía venir, pero desgraciado de aquel por el cual el mal se produce, y para armonizar esto con la ley de la justicia divina —"lo que siembre un hombre, eso ha de recoger,"— debe haber por lo menos un absoluto libre albedrío con respecto a los actos malos.

Hay casos también en los que una persona hace una vida buena, de tan vasto beneficio para la humanidad y para si misma, que sus días se prolongan más allá del límite marcado, así como se acortan por las negligencias, pero tales casos son, por supuesto, demasiado pocos para que por ahora merezcan nuestra consideración.


Cuando la muerte no es tan rápida como en el caso de los accidentes, sino que ocurre en la casa a consecuencias de una enfermedad, callada y pacíficamente, los moribundos, por lo general, sienten que cae sobre ellos como un palio de gran oscuridad. Muchos salen de su cuerpo bajo esta condición y no vuelven a ver la luz hasta que han entrado en los planos superfísicos. Sin embargo, hay otros muchos casos, no obstante, en los que las tinieblas se esparcen antes de la salida definitiva del cuerpo.

Entonces la persona moribunda ve ambos mundos a la vez y tiene conciencia de la presencia de sus amigos muertos y vivos. Y bajo tales circunstancias sucede muy a menudo que las madres ven a alguno de sus hijos que han muerto antes, y puede que exclamen alegremente:

-      "¡Oh!, aquí está Juanito a los pies de mi cama; pero parece que no ha crecido nada."

Los familiares vivientes pueden sentirse doloridos y apesadumbrados, creyendo que la madre sufre alucinaciones, cuando, en realidad, tiene una vista más clara que ellos, pues está viendo a aquellos que han pasado el velo anteriormente, quienes acuden a darle la bienvenida y a ayudarla a dar los primeros pasos en el mundo en que está penetrando, para que se sienta allí como en su hogar.


Cada ser humano es un individuo separado de todos los demás, y como las experiencias en la vida de cada uno difieren de las de los otros en el lapso que va de la cuna a la sepultura, podemos razonablemente inferir que las experiencias de cada espíritu difieren de las de otro cualquiera cuando ha atravesado las puertas del nacimiento y de la muerte.

Y a continuación insertamos la comunicación dada por el difunto profesor James de Harvard, en Boston, en él templo espiritista, y en cuyo mensaje su espíritu describe las sensaciones que experimentó cuando estaba pasando por la puerta de la muerte. No podemos afirmar su autenticidad, puesto que no lo hemos investigado personalmente.

El profesor James había prometido comunicarse con sus amigos después de la muerte y todo el mundo de investigadores psíquicos estaba y se halla aún esperando que cumpliera su promesa. Algunos médiums manifestaron que el profesor James se ha comunicado por intermedio de ellos, pero las manifestaciones más notables son las hechas en el templo espiritista de Boston. Vedlas aquí:


« Y esto es la muerte: no hice más que caer como dormido para levantarme a la mañana siguiente y ver que todo está bien. Yo no estoy muerto, sino que he resucitado. Sólo sé que sentí una fuerte sacudida en todo mi sistema, como si una ligadura muy apretada hubiera sido rota violentamente y por un momento quedé deslumbrado y perdí la conciencia.

Cuando volví en mí, me vi junto a mi cuerpo físico, el cual me había servido tan fielmente. Decir que me quedé sorprendido sería una expresión que no indicaría adecuadamente la sensación que sacudió todo mi ser, y yo comprendí que algún cambio maravilloso había tenido lugar.

De repente tuve conciencia de que mi cuerpo estaba rodeado de muchos de mis amigos, y un denso deseo invencible se apoderó de mí de hablarles y tocarlos para poder hacerles saber que yo vivía aún.

Acercándome un poco más a quienes habían sido de los más allegados a mí y también a otros que no lo eran tanto, los oprimí con mis manos, pero ellos no lo notaron.

Entonces ocurrió que el significado total del gran cambio que se había producido mudó todos mis sentidos adquiridos recientemente; comprendí que me separaba una barrera infranqueable de mis seres queridos y que el gran cambio que se había operado era, sin duda, la muerte.

Una sensación de debilidad y de deseo de descanso se apoderó de mí. Me pareció ser transportado a través del espacio y perdí la conciencia, para despertar en una tierra tan diferente, y a la vez tan parecida a la que había dejado atrás.

No me fue posible describir las sensaciones al recobrar la conciencia y comprendí que, aunque muerto, estaba viviendo aún.

Cuando tuve conciencia por la primera vez de mi nuevo ambiente, estaba descansando bajo una bellísima arboleda y veía como nunca antes lo había observado lo que era estar en paz conmigo mismo y con el mundo.

Yo sé que solamente con la mayor de las dificultades seré capaz de expresarles a ustedes las sensaciones que experimenté cuando me di perfecta cuenta de que había despenado a una nueva vida.

Todo estaba en silencio, nada alteraba la paz y la quietud. La obscuridad me rodeaba. En efecto me parecía estar envuelto en una espesa neblina, hasta más allá de lo que podía penetrar la mirada. De repente a la distancia, percibí un glorioso resplandor que se acercó lentamente, y entonces, para mi gozo y alegría, distinguí la faz de aquella que había sido mi estrella guiadora en los primeros días de mi vida terrenal. »

(Este testimonio dado por el profesor James, en caso de que fuera verdadero ya que hay muchos espíritus embusteros, solo correspondería a un caso particular, debido a que los maestros de sabiduría explicaron que la inmensa mayoría de los humanos pierden la conciencia después de morir y se la pasan soñando durante todo su viaje post-mortem antes de volver a reencarnar.)



Una de las visiones más tristes para el vidente es el espectáculo de las torturas a que a menudo sometemos en el lecho de muerte a nuestros amigos moribundos, debido a la ignorancia que en esos momentos demostramos acerca del modo de tratarlos.

Tenemos una ciencia, la puericultura, por medio de la cual, al nacer un niño, el médico que se ha especializado durante muchos años de práctica en su profesión, adquiriendo una habilidad y capacidad extraordinarias, favorece la entrada del pequeño forastero en este mundo.

Asimismo tenemos enfermeras especializadas y competentes que asisten a la madre y al hijo; el talento de mentes privilegiadas está dirigida a hacer más fácil y llevadera la maternidad; no se omiten penas, ni sacrificios ni dinero en el esfuerzo altruista dirigido al bien de uno a quien nunca hemos visto.

Pero cuando un amigo de toda la vida, la persona que ha servido a su prójimo bien y noblemente en su profesión, política o religiosamente hablando, está a punto de abandonar el escenario de sus actividades para introducirse en un nuevo radio de acción; cuando la mujer (que ha trabajado, con no menos buen deseo, en procura de que su familia desempeñe perfectamente su misión en la vida) tiene que dejar su hogar y familia; cuando uno a quien hemos amado toda la vida está por darnos su último adiós, nosotros estamos a su lado sin saber qué debemos hacer para ayudarlo, y quizás hacemos lo que más perjudica su bienestar y conveniencia.

Tal vez no hay forma de tortura más comúnmente infligida a los que están a punto de muerte que la causada cuando les administramos estimulantes. Tales drogas tienen el efecto de arrojar al espíritu que parte con la fuerza de una catapulta, para luego permanecer en él y hacerlo sufrir por algún tiempo más.

Los investigadores de las condiciones del más allá han recibido muchas quejas de tales tratamientos. Entonces cuando se ve que la muerte debe producirse inevitablemente, tratemos de que nuestro deseo egoísta no obligue a que el espíritu del ser querido moribundo permanezca un poco más a nuestro lado, mediante la aplicación de semejantes torturas sobre él.

La cámara mortuoria debe permanecer en la quietud más solemne, ser un lugar de paz y de oración, porque desde aquel momento y durante tres días y medio después de exhalar el último suspiro, el espíritu está pasando su Getsemaní y necesita todo el auxilio que se le pueda prestar.

El valor de la vida que acaba de pasar depende grandemente de las condiciones que prevalezcan entonces alrededor del cadáver, y aun las condiciones de su vida futura están influidas por nuestra actitud durante aquellos momentos, de modo que si siempre somos los defensores de la vida de nuestros hermanos, mil veces más debemos serlo a la hora de su muerte.

La autopsia que se hace al cadáver, el embalsamamiento y la cremación durante el período mencionado, no solo perturban mentalmente al espíritu que se va, sino que resulta un martirio, porque todavía subsiste una ligera conexión con el vehículo abandonado.

Si las leyes sanitarias previenen la necesidad de evitar la descomposición del cuerpo mientras lo conservamos durante un período de tres días y medio, para al cabo de ellos someterlo a la cremación, puede encerrarse en una urna con hielo hasta que pase ese tiempo.

Después de este lapso el espíritu no sufrirá ningún dolor, sea lo que fuere que ocurra con el cuerpo.






2.  LA REVISIÓN DE LA VIDA PASADA

No importa cuanto tiempo podamos evitar que un espíritu se marche de la Tierra, vendrá un momento, por fin, en que no habrá estimulante capaz de contenerlo y de que el último suspiro sea exhalado. Entonces el cordón de plata, del cual ya habla la Biblia, y que es lo que une a los vehículos inferiores y superiores, se rompe en el corazón, lo que causa que este órgano se detenga.

(Esto es incorrecto ya que lo que une el cordón de plata: es al cuerpo físico y al cuerpo astral; mientras que el antakarana es el cordón energético que une a los vehículos inferiores y a los vehículos superiores.)

Tal rotura del cordón de plata libera al cuerpo vital, y éste, con el cuerpo de deseos y la mente, flotan sobre el cuerpo físico de uno a tres días y medio. Período durante el cual el espíritu está ocupado en pasar revista a su vida pasada, una parte sumamente importante de experiencia post mortem, ya que de esta revista depende su existencia completa desde la muerte a su nuevo nacimiento.

(Esta revisión de la vida no se hace después, como lo afirma Max Heindel, sino justo antes de fallecer.)


Puede ocurrírsele preguntar al estudiante:

¿Cómo podemos revisar nuestra vida pasada desde la cuna a la tumba, toda vez que no recordamos lo que hicimos hace un mes, y para formar una base adecuada de nuestra vida futura, este recordatorio debe mostrar la mayor fidelidad, sí aún la memoria más privilegiada no es segura ni perfecta?


Pero cuando comprendamos la diferencia que existe entre la memoria consciente y la memoria inconsciente, y la forma en la cual esta última actúa, esta duda se disipará.

Y esta diferencia y la forma en la cual la memoria subconsciente registra un control apropiado de las experiencias de nuestra vida serán mejor interpretadas por la ilustración que sigue: cuando vamos a un campo y vemos el panorama que nos rodea, las vibraciones del éter nos traen una imagen de todo lo que cae bajo el dominio de nuestra visión.

Sin embargo es tan triste como cierto que "tenemos ojos y no vemos", como dijo el Salvador. Estas vibraciones tocan a la retina hasta con los más nimios detalles, pero por regla general no penetran en nuestra conciencia, y por consiguiente, no podemos recordarlos. Aun las impresiones más fuertes palidecen con el transcurso del tiempo, de modo que no podemos recordarlas a voluntad cuando se hallan en nuestra memoria consciente.

En cambio, cuando un fotógrafo va al mismo campo con su cámara y toma una vista panorámica, el resultado que obtiene es bien diferente. Las vibraciones del éter que emanan de todas las cosas sobre las cuales está enfocada su cámara oscura transmiten a la placa sensitiva una impresión completa del paisaje, exacta hasta en sus más mínimos detalles, y obsérvese bien esto: la imagen verdadera y completa no depende en nada de lo que haya observado o dejado de observar el fotógrafo.

Todo el panorama quedará registrado en la placa y podrá ser reproducido si se siguen las reglas del caso. Pues bien, de igual manera funciona la memoria subconsciente, y el registro que hace es generada automáticamente por nosotros durante todos los instantes de nuestra vida, independientemente de nuestra voluntad.

Desde el primer respiro que damos al nacer hasta el último suspiro que exhalamos al morir, inspiramos aire, el cual va cargado de las imágenes que nos circundan, y el mismo éter que lleva tales imágenes a la retina es inhalado por nuestros pulmones para oxigenar nuestra sangre.

Y de este modo y al momento de alcanza el corazón, en el ventrículo izquierdo de este órgano, cerca del ápice, hay un diminuto átomo, el cual es extremadamente sensible y permanece en el cuerpo durante toda la vida. Difiere a este respecto de todos los otros átomos, los cuales van y vienen, porque aquél es una propiedad particular de Dios y del espíritu que lo contienen.

Este átomo puede ser llamado el libro de los Ángeles del Destino, pues a medida que la sangre pasa por el corazón, ciclo tras ciclo, las imágenes de nuestros actos buenos o malos se inscriben en él hasta en sus más mínimos detalles. Y este registro puede llamarse memoria subconsciente.

Este átomo forma la base de nuestra vida futura, cuando se reproduce como un panorama al seguir a la muerte. Y al removerse este átomo simiente —el cual corresponde a la sensible placa de la cámara—, el éter reflector del cuerpo vital sirve como un foco, y como la vida se desarrolla lentamente hacia atrás desde la muerte al nacimiento.

(El éter reflector y el átomo simiente que está mencionando Max Heindel, en realidad no existen debido a que fueron falsedades inventadas por Charles Leadbeater.)


Las imágenes que existen allí en el átomo simiente posteriormente se imprimen en el cuerpo de deseos, el cual nos servirá de vehículo durante nuestra jornada en el purgatorio y el primer cielo, donde el mal es expurgado y el bien es asimilado, a fin de que en una vida futura aquello pueda servir como conciencia para evitar que el hombre se incline al mal e incurra en las equivocaciones y errores del pasado, y esto pueda estimularlo a hacer aún mayor bien.

(El cuerpo de deseo no asciende al cielo debido a que no tiene la capacidad para hacer eso.)

Y un fenómeno semejante al del panorama de la vida se produce generalmente cuando una persona se asfixia o se ahoga. Y las personas que han vuelto a la vida después de uno de esos trances, manifiestan haber visto pasar toda su vida como en un relámpago. Y esto se debe porque en esas circunstancias el cuerpo vital abandona también al cuerpo denso.

(Esto último que dijo Max Heindel es falso porque si el cuerpo vital hubiera abandonado al cuerpo físico, entonces la persona habría muerto, y los maestros explicaron que la revisión de la vida que se produce antes del fallecimiento, se debe porque el cerebro le está transmitiendo en ese momento todos sus recuerdos al ser interno.)

Por supuesto, en estos casos no hay ruptura del cordón plateado, pues de lo contrario la vida no podría volver a manifestarse. La inconsciencia sigue rápidamente al ahogarse, mientras que en la revisión usual post mortem la conciencia continúa hasta que el cuerpo vital sufre el colapso, de la misma manera que cuando nos dormimos. Entonces la conciencia cesa por un momento y el panorama se termina.

Por lo tanto, también el tiempo empleado por la proyección del panorama de la vida varía con las personas, con arreglo a la vitalidad del cuerpo vital, o si ha quedado muy tenue y extenuado por una prolongada enfermedad. Cuanto más tiempo se haya empleado en esta revisión y cuanto más tranquilo haya estado el lugar en que se encuentre y más paz haya habido alrededor, entonces tanto más profundo será la impresión que se producirá en el cuerpo de deseos.

Como ya hemos dicho, esto tiene un efecto más importante y de mayor alcance, pues entonces los sufrimientos que el espíritu soportará en el purgatorio, en razón de sus malas costumbres o errores, serán mucho más agudos que si hubiera únicamente una ligera impresión, y en una vida futura la recóndita voz de la conciencia nos advertirá mucho más insistentemente contra las equivocaciones que nos acarrean el sufrimiento del pasado.

Cuando, en el momento de la muerte de una persona, las condiciones son tales que el espíritu se ve perturbado por razones ajenas a él, por ejemplo el fragor de una batalla, las horripilantes circunstancias de un accidente o las lamentaciones histéricas de sus allegados, entonces la distracción evita que se forme una impresión profunda sobre el cuerpo de deseos.

Y en consecuencia, su existencia post mortem se hace vaga e insípida, el espíritu no cosecha los frutos de la experiencia, como hubiera sido en el caso de haber pasado al más allá fuera de su cuerpo físico en paz y tranquilidad y en circunstancias normales.

Por lo tanto, le faltará incentivo para el bien en una vida futura y perderá el alerta que su conciencia le daría en el caso de haber tenido una impresión profunda del panorama de su vida, y de este modo su progreso será retardado en alto grado.

(Todo esto que dice Max Heindel también es falso, ya que los maestros explicaron que la revisión solo dura unos cuantos segundos y su efectividad no depende del entorno debido a que es un proceso automatizado. Además los recuerdos se quedan impresos principalmente en las skandhas.)






3.  EL PURGATORIO

Durante la vida, el colapso del cuerpo vital por la noche termina nuestra vista del mundo que nos rodea y nos sume en la inconsciencia del sueño. Y cuando el cuerpo vital sufre el colapso que sigue a la muerte y termina el panorama de la vida, también perdemos la conciencia durante algún tiempo, el cual varía según los individuos.

Parece que las tinieblas cayeran sobre el espíritu, pero después, al cabo de cierto tiempo, despierta y comienza a percibir confusamente la luz del otro mundo, sin embargo acostumbrarse a las nuevas condiciones solo se consigue gradualmente.

Es una sensación semejante a la que experimentamos cuando salimos de un cuarto oscuro a la luz del Sol, que nos ciega con su brillantez, hasta que las pupilas se contraen de modo de poder admitir la cantidad de luz que corresponda a nuestro organismo.

(Los maestros explicaron que solo una pequeña porción de los humanos despierta después de fallecer, mientras que la gran mayoría permanecen durmiendo.)

Si en estas condiciones volvemos instantáneamente desde la luz del Sol y entramos en el cuarto oscuro, los objetos en él serán mucho más visibles a nuestra vista que los de la parte de afuera, que están iluminados por los poderosos rayos del Sol.

Y así también pasa con nuestro espíritu. Al principio, al sentirse libre del cuerpo, comienza a ver las escenas y oír los sonidos del mundo material, que acaba de dejar, mucho más fácilmente que los del mundo en que está penetrado.

Wordsworth, en su "Oda a la inmortalidad" relata un caso parecido al del niño recién nacido, que es todo clarividencia y está mucho más despierto para el mundo espiritual que para este plano de existencia presente.

Algunos pierden la vista espiritual muy pronto, otros gozan de ella un cierto número de años, y unos cuantos (muy pocos) la conservan toda la vida; pero como el nacimiento de un niño entre nosotros implica una muerte en el mundo espiritual durante algún tiempo, así también la muerte aquí es un nacimiento para el plano espiritual, y los recién muertos retienen una conciencia de este mundo por algún tiempo.


Cuando uno despierta en el mundo del deseo, después de haber pasado por los estados que acabamos de detallar, experimenta la sensación general de un descanso o la liberación de una carga pesada o gran incomodidad; un sentimiento quizás comparable al de un buzo embutido en su pesado traje de goma, con un yelmo de latón en la cabeza, con suelas de plomo bajo sus pies y con bloques también de plomo sobre pecho y espalda, confinado en sus trabajas en el fondo del mar, aspirando aire por un tubo y desenvolviéndose con dificultad.

Cuando, terminado su trabajo, este hombre es halado a la superficie, se quita los pesados atavíos y se mueve con la facilidad con que podemos hacerlo aquí, debe, seguramente, sentir una sensación de gran alivio.

Algo por el estilo experimenta el espíritu cuando, libre de la vestidura mortal, se siente capaz de recorrer todo el globo, en lugar de verse confinado al estrecho ambiente que lo ata a la tierra.

Gozan también una sensación de alivio y consuelo aquellos que han estado enfermos. Las enfermedades tal como las conocemos no existen allí. Tampoco es necesario proporcionarse alimentos y abrigos, porque en aquel mundo no se siente apetito y no hace frío ni calor.

Sin embargo, hay muchos en las regiones purgatoriales que van importunando a todos en su búsqueda de un cuarto para dormir y lugares para comer y beber, igual que hacemos aquí.

Jorge du Maurier, en su novela “Peter Ibbetson”, nos da una idea muy certera de este estado, en la vida vivida entre el héroe y la condesa de las Torres. Esta novela aclara también extraordinariamente lo que hemos dicho sobre la memoria subconsciente, porque Jorge du Maurier ha descubierto un método fácil para que cualquiera pueda provocar lo que él llamó "ensueños verdaderos".

Adoptando una posición determinada al disponerse a dormir, es posible, después de una pequeña práctica, compeler la aparición, en sueños, de cualquier escena de nuestra vida pasada que deseamos volver a vivir. Y ese libro, por esta razón, vale bien la pena de ser leído.



Cuando se ha formado una nebulosa ígnea en el cielo y comienza a girar, se empieza a cristalizar en el centro un poco de materia, donde la rotación es más lenta. Y al alcanzar cierto grado de densidad, se ve lanzada a la vorágine, y girando cada vez más cerca de la superficie extrema, se ha convertido durante este proceso en el ecuador de un globo giratorio. Cuando llega el momento oportuno, esta materia es lanzada al espacio, y por lo tanto, separada de la economía de aquel movible sol.

Este proceso no se ejecuta automáticamente, como los científicos han pretendido hacernos creer. Este aserto ha sido probado en mi libro “El Concepto Rosacruz del Cosmos” y en diversos capítulos de nuestras obras.

Herbert Spencer también rechazó la teoría nebular, porque esta requiere la aceptación de una Causa Primera, la cual él negaba, aunque no pudo formular una hipótesis mejor para la formación de los sistemas solares, sino que todo es realizado mediante la actividad de un Gran Espíritu, a quien podemos llamar Dios o darle el nombre que elijamos.

"Como es arriba, es abajo" dice el axioma hermético. Y el hombre, que es un espíritu más pequeño, también reúne alrededor de él la sustancia del espíritu que se cristaliza en materia y se convierte en el cuerpo visible, el cual a la vista clarividente revela que está colocado en el centro de un aura de vehículos más sutiles. Estos últimos están en rotación constante. Y cuando el cuerpo denso nace como un niño es extremadamente blando y flexible.

La niñez, la juventud y la madurez no son sino diferentes estados de cristalizaciones, cuyo proceso continúa hasta que por fin se alcanza un punto en el cual el espíritu no puede mover por más tiempo el cuerpo endurecido y lo abandona, al igual que el planeta es expedido por el Sol.

Y esto es la muerte: el comienzo de un proceso de desnudamiento que continúa hasta el purgatorio.


Las bajas y perversas pasiones y emociones que cultivamos durante la vida han cristalizado la materia de deseos en forma tal que deben ser expelidas también. Y por este proceso, el espíritu queda expurgado de todo mal, bajo la misma ley que un solo queda expurgado de la materia que luego forma un planeta.

Si la vida ha sido honesta y honrada, este proceso no será muy doloroso, ni los deseos malos purgados de este modo persistirán durante largo tiempo después de haberse puesto en libertad, sino que se desintegrarán muy rápidamente.

Pero si se ha llevado una vida desastrosa en extremo, la parte de la naturaleza de deseos expurgada persistirá aún hasta el momento que el espíritu tenga un nuevo renacimiento en busca de ulteriores experiencias. Y aquella materia de deseos perversa expurgada será atraída hacia él, y se ceñirá a él como un demonio, incitándolo a hacer todo lo malo que en sí mismo aborrece.

La historia del doctor Jekyll y míster Hyde no es una idea fantástica de Roberto Louis Stevenson, sino que por el contrario, está basada en hechos bien conocidos de los investigadores ocultistas.

Casos tales, por supuesto, aunque muy raros, son posibles, no obstante, y nosotros tenemos leyes tan desgraciadas que hacen que tales posibilidades se conviertan en probabilidades, especialmente en el caso de una cierta clase de los que llamamos criminales. Nos referimos a las leyes que castigan el asesinato con la pena capital.

Cuando un hombre es peligroso debe ser confinado, por supuesto; pero, aun apartándonos de la cuestión del derecho moral de una comunidad de arrancar la vida a nadie —cuyo derecho nosotros negamos—, la sociedad, por su propio acto de justicia contra un asesino, se opone al que persigue, porque si al impenitente criminal se lo recluye bajo cualquier disciplina en una prisión, durante el tiempo que le reste de vida, olvidará su odio o antipatía hacia su víctima y la sociedad misma, y cuando se vea como un espíritu libre en el mundo del deseo, puede que aun agradezca que se le haya conmutado la pena capital por la de prisión perpetua y haberse convertido en una persona cristiana.

Y como consecuencia de esto seguirá su curso regocijado, y probablemente, en una vida futura, procurará ayudar a aquellos a quienes atacó en la anterior.

En cambio cuando la sociedad se venga o hace justicia, como ella dice, y somete al criminal a una muerte violenta, este individuo será propenso a suponer que ha sido injuriado, que se le ha inferido una ofensa horrible, y quizá con razón

Entonces este individuo intentará generalmente "vengarse", e irá de un lado a otro, durante largo tiempo, incitando a cometer nuevos asesinatos. He ahí la razón de, que se produzca una epidemia de crímenes en un lugar a raíz de un ajusticiamiento, caso nada raro.

(Esto sucede en el plano astral, no en el mundo de deseo.)



Cuando una persona entra en el purgatorio es la misma exactamente que antes de morir. Tiene los mismos apetitos, gustos y aversiones, simpatías y antipatías. No obstante, hay una diferencia muy importante, es decir, que no tiene cuerpo denso por medio del cual pueda dar satisfacción a sus apetitos.

El borracho busca su bebida, y en realidad con más afán que en esta vida, pero no tiene estómago que pueda contener alcohol y producir la combustión química necesaria que provoque el estado de embriaguez que lo deleita.

Puede penetrar y penetra en los salones y tabernas, donde se mete dentro del cuerpo de un borracho que está vivo, para de este modo obtener lo que desea, aunque de segunda mano, por así decirlo, y por lo tanto puede incitar a su víctima a beber más y más. Sin embargo, no hay real satisfacción. Ve el vaso lleno sobre el mostrador, pero la mano del espíritu es incapaz de levantarlo y llevarlo a los labios.

De este modo sufre el suplicio de Tántalo hasta el momento en que comprende la imposibilidad de satisfacer su bajo deseo. Y al llegar a ese momento, se encuentra libre de dicho deseo, por lo menos en lo que concierne a tal vicio.

No ha sido purgado de esta mal con intervención dé una airada deidad o de un demonio convencional envuelto en llamas del infierno y el tridente para aplicar el castigo, sino bajo una ley inmutable de dar a cada uno lo suyo y que hace cosechar lo que se siembra, sufriendo exactamente en la medida de sus vicios.

Si su deseo por la bebida no era irreprimible, probablemente no echará de menos el licor donde ve que no puede obtenerlo. Pero si por el contrario, sus deseos de beber eran vehementes y vivía simplemente para beber, entonces sufrirá horribles torturas del infierno sin necesidad de verse envuelto en llamas.

De este modo la pena experimentada en la conjura de su mal será exactamente similar a la energía empleada en contraer tal vicio, así como la fuerza con la cual una piedra lanzada al aire golpea a la tierra al caer es proporcional a la energía empleada para arrojarla al aire.

(Esto es incorrecto ya que en el purgatorio los humanos no se liberan de sus vicios tomando conciencia de ellos, como lo pretende Max Heindel, sino que los maestros explicaron que la persona se divide en dos: su parte buena asciende al cielo, y su parte mala queda en el purgatorio como un desecho que progresivamente se irá desintegrando.)


De todos modos, no está en el ánimo de Dios "vengarse"; el amor es más elevado que la ley, y en su maravillosa misericordia y solicitud por nuestro bienestar ha abierto el camino del arrepentimiento y la reforma, por medio de lo cual podamos obtener el perdón de los pecados, como se nos ha enseñado por el Señor del Amor que es Cristo.

No, en verdad, contrariamente a la ley, porque sus leyes son inmutables, sino mediante la aplicación de una ley superior, por la cual lo conseguimos aquí, pues de lo contrarío estaría demorado hasta la hora de la muerte y forzado el día de la liquidación de cuentas. Y el método es el siguiente:

En nuestra definición acerca de la memoria subconsciente hemos visto que un registro de cada acto, pensamiento y palabra se transmite por el aire y el éter, penetra en nuestros pulmones y de ahí va a la sangre, para quedar finalmente inscrito en una tablilla del corazón: un diminuto átomo simiente, el cual forma de este modo el libro de los Ángeles del Destino. Se explicó después como este panorama de la vida se graba en el cuerpo de deseos y forma las bases de la retribución después de la muerte.

Pues bien, cuando hemos cometido un error y, en consecuencia, nuestra conciencia nos acusa de él y esta acusación es producto de un sincero arrepentimiento seguido de la reforma, entonces la imagen de aquel error se disipará gradualmente de este registro de nuestra vida. Y de este modo, cuando muramos, no estará allí para acusarnos.

Notamos también que el panorama de la vida se desarrolla hacia atrás, justamente a renglón seguido de la muerte. Luego, en la vida durante el purgatorio, pasa este panorama otra vez ante la visión espiritual del hombre, quien entonces experimenta exactamente el mismo sentimiento que aquel a quien ofendió.

Percibe que pierde su propia identidad en aquel momento y asume el estado de su víctima, experimentando todo el sufrimiento físico y mental que infligió a los otros. Y por este procedimiento aprende a ser misericordioso en vez de cruel, y a obrar rectamente en vez de perjudicar a los que se pongan en contacto con él en una vida posterior.


Pero si se despierta a una realización o comprensión completa del mal antes de la muerte, entonces, como ya hemos dicho, el sentimiento de dolor de su víctima y la restitución en forma de desagravios que haga de su propia voluntad hacen innecesario el sufrimiento después de la muerte, y he aquí como sus pecados son perdonados.

(Esto es falso, porque el karma negativo se revisa en el plano físico, no en el purgatorio. Y el arrepentimiento no te libera del karma negativo, sino que te permite poder compensarlo de manera constructiva.)






4.  EL PRIMER CIELO

En el Primer Cielo, el cual está colocado en las regiones superiores del Mundo del Deseo el panorama de la vida vuelve a proyectarse y a revelarnos todas las escenas en que procuramos ayudar o beneficiar a los demás.

No hubo ninguna sensación de esas imágenes en el momento de ser revistadas en las regiones inferiores, porque los deseos más elevados no se pueden expresar en la grosera materia de que están compuestas las regiones más bajas del Mundo del Deseo, pero cuando el espíritu asciende al Primer Cielo colecta de cada escena todo el bien que realizó en la vida.

Sentirá el reconocimiento exteriorizado por aquellos a quienes ayudó, y al ver alguna escena en la que él fue el favorecido y sintió por tal favor el debido agradecimiento, volverá a sentir nuevamente la misma gratitud. Todas estas sensaciones se amalgaman en el espíritu para servir, en una vida futura, de incentivo para el bien, y como resultado de todo esto el alma se purga del mal en el purgatorio y se robustece para el bien en el Primer Cielo.

(Todo esto que dice Max Heindel es falso ya que el primer cielo se encuentra ubicado en el plano mental y no en el mundo de los deseos; y los maestros explicaron que cuando los humanos ascienden al cielo, ellos van a soñar con aquello que los haga más felices, y por consiguiente no necesariamente será con el bien que ellos hicieron en la Tierra.)


En una región, el extracto del sufrimiento se convierte en conciencia para contenernos de hacer mal; en la otra, la quintaesencia del bien se transmuta en benevolencia y altruismo, que son las bases de todo progreso de verdad. Además, el purgatorio no solo está muy distante de ser un lugar de castigo, sino acaso es el reino más benéfico de la naturaleza, porque a causa de la purgación operada allí, nacemos inocentes vida tras vida.

Las tendencias para cometer el mismo pecado por el cual sufrimos en él, permanecen con nosotros, y las tentaciones para cometer los mismos errores nos asaltarán en nuestro camino hasta que hayamos aprendido conscientemente a dominar el mal aquí, pero la tentación, no obstante, no es pecado, pues el pecado consiste en caer en la tentación.



Entre los habitantes del mundo invisible hay una clase que vive una vida en extremo dolorosa, algunas veces durante cierto número de años, y esta clase es la de los suicidas, que intentaron escapar de la escuela de la vida. Sin embargo no es un Dios airado o un demonio malévolo quienes les infligen los castigos, repetimos, sino la ley inmutable que somete a todo suicida a los sufrimientos correspondientes a cada distinto caso.

Hemos dicho anteriormente, al referirnos al Mundo del Pensamiento, que cada forma en este molde vibratorio emite un sonido armonioso determinado. Este sonido atrae y constituye a la materia física en la forma que nosotros vemos, tal como cuando ponemos un poco de arena sobre un cristal plano y frotamos su borde con un arco de violín, vemos que la arena forma figuras geométricas distintas, las cuales mudan de aspecto a medida que cambia el frotamiento con el arco y, por lo tanto, el sonido que emite.

El diminuto átomo colocado en el corazón es la muestra y el centro alrededor del cual se agrupan los átomos de nuestro cuerpo. Cuando aquél se retira del cuerpo al morir, dicho centro forma un vacío, y aunque el arquetipo continúa vibrando hasta que se llega al límite de nuestra vida, como hemos dicho anteriormente, no puede arrojarse ninguna materia en aquella forma hueca del arquetipo, y por lo tanto, el suicida sufre una situación angustiosa, horrible, un dolor como de sentirse vacío, una tortura que solo puede compararse a la sensación del hambre.

En este caso el intenso sufrimiento continuará el mismo tiempo que el individuo debió vivir naturalmente en su cuerpo y hasta que al expirar ese lapso, el arquetipo sufra el mismo colapso que se sufre en el caso de morir en la forma común.

Entonces cesa el dolor del suicida y comienza el período de expiación, como lo hacen los que mueren de muerte natural. Pero el recuerdo de los sufrimientos experimentados como consecuencia del acto del suicidio permanecerá con él en vidas futuras y lo librarán de reincidir en semejante error.

(El suicida no sufre a causa que el “átomo colocado en el corazón se haya retirado” como lo pretende Max Heindel, ya que como lo señalé anteriormente ese átomo permanente es una mentira inventada por Leadbeater. Y en realidad el suicida continúa sufriendo simplemente porque destruyó su cuerpo físico, pero el resto de su ser permanece existiendo.)



En el Primer Cielo hay también otra clase que no tiene ninguna existencia purgatorial y que lleva una vida excepcionalmente feliz, y son los niños. Nuestros hogares pueden afligirse más allá de todo consuelo cuando la delicada flor se troncha y el rayo de Sol que nos lo trajo se ha eclipsado. Pero si pudiéramos observar la preciosa existencia que llevan estas criaturas y supiéramos los grandes beneficios que logran durante su limitada estancia allí, nuestra tristeza sería al menos aliviada en gran parte y la herida abierta en nuestro corazón se cicatrizaría más rápidamente.

Además, como nada en el mundo acontece sin la debida causa, hay pues, una razón de mucho más peso para la mortalidad infantil de lo que estamos acostumbrados a considerar, y a medida que la comprendamos seremos capaces de ir evitando para el futuro el doloroso espectáculo que damos cuando perdemos a uno de estos tiernos seres queridos.

(Esto también es incorrecto, ya que los niños efectúan el mismo trayecto que los adultos, pero al haber vivido menos tiempo, su estancia en el cielo va a ser más corta antes de volver a reencarnar. Y como lo precisé anteriormente, los eventos que no estaban previstos también ocurren.)

Para comprender la causa debidamente, debemos retroceder a las experiencias de los moribundos en la hora de la muerte. Recordemos que el panorama de la vida pasada se graba en el cuerpo de deseos durante un período que varía de unas cuantas horas a tres días y medio, desde el momento preciso de expirar.

Consideremos también que depende de la profundidad de la grabación la claridad de tal imagen y que cuanto más vivido sea el panorama de la vida, tanto más intensamente sufrirá el espíritu en el purgatorio y gozará después en el Primer Cielo, así como que a mayor dolor en el purgatorio más fuerte será la conciencia en la próxima vida.

Explicamos también el modo en que los horrores de la muerte en el campo de batalla, en un accidente u otras circunstancias horrorosas evitarían que el espíritu pusiera toda su atención en el panorama de la vida que empieza a proyectarse ante él, con el resultado de que solo se producirá en el cuerpo de deseos una ligera impresión de sus imágenes, seguida de unas vagas e insípidas existencias en el purgatorio y en el Primer Cielo. Asimismo dijimos que las lamentaciones histéricas en la cámara mortuoria producirían el mismo efecto.

Un espíritu que escape de este modo a los sufrimientos proporcionados a sus equivocaciones y que tampoco experimente los placeres relativos al bien que haya hecho, no tendrá una conciencia bien desarrollada, ni será tan benévolo como debiera, y por lo tanto, la vida terminada bajo tales condiciones, sobre las que el espíritu no tiene control, será parcialmente inútil.

Los grandes guías de la humanidad, por consiguiente, toman las medidas necesarias para contrarrestar semejante calamidad y evitar una injusticia. Y para ello, el espíritu es obligado a renacer, dando ocasión de que muera en la infancia para que vuelva a entrar en el Mundo del Deseo, donde en el Primer Cielo se le enseñan las lecciones de las que se vio privado.

Como quiera que el Primer Cielo está localizado en el Mundo del Deseo —el cual es el plano de la luz y del color—, en el que la materia es rápidamente moldeada y conformada por el pensamiento. A los niñitos se les regalan maravillosos juguetes imposibles de ser construidos aquí. Se les enseña el modo de jugar con los colores que actúan sobre sus caracteres morales en la medida requerida exactamente por cada niño.

Cualquiera que tenga alguna sensibilidad, está afectado por el color de sus vestidos y de las cosas que lo rodean. Algunos colores tiene un efecto depresivo, mientras que otros nos inspiran energía, y otros más, por su parte, nos confortan por medio de su efecto sedante sobre nuestras naturalezas.

En el Mundo del Deseo el efecto de los colores es bastante más intenso, allí son factores mucho más poderosos para el bien y para el mal que aquí, y en este juego de colores el niño asimila inconscientemente las cualidades que no pudo adquirir en razón del accidente sufrido o por los lamentos de sus familiares.

Ocurre también con frecuencia que le toque en suerte a alguno de esos allegados tener que cuidar de un niño en el mundo invisible o quizás tener que nacer entre niños nuevamente y morir poco tiempo después. De tal modo, estas familias reciben la sanción por el error cometido.

(Todo esto que aseveró Max Heindel es falso ya que como lo señalé más arriba, el entorno no influye en la calidad de los recuerdos, los humanos entran en un profundo sueño después de fallecer, y el primer cielo se encuentra ubicado en el Devachan no en el kama-Loka.)






5.  EL SEGUNDO CIELO

Cuando tanto el bien como el mal de una vida han sido extraídos, el espíritu desecha el cuerpo de deseos y asciende al segundo cielo.

(Esto es incorrecto ya que los maestros explicaron que muy poco humanos logran en la actualidad ascender al segundo cielo.)

El cuerpo de deseos comienza entonces a desintegrarse, como lo hicieron el cuerpo denso y el cuerpo vital; pero una característica de la materia de deseos es que una vez formada e insuflada con vida, suele persistir durante un considerable lapso. Aun después que se ha ido el hálito vital, vive una vida semi-inconsciente e independiente.

(Esto también es incorrecto debido a que si la persona es muy espiritual, entonces su cuerpo de deseo se desintegra rápidamente.)

Algunas veces este cuerpo es atraído por una fuerza magnética a los familiares de la persona que lo poseyó y que fue su vestidura. En las sesiones espiritistas estos caparazones personalizan al espíritu que se marchó, y de este modo engañan a los allegados.

Como el panorama de la vida pasada está grabado en dichos caparazones, ellos recuerdan los incidentes ocurridos relacionados con tales eventos. Pero como quiera que la inteligencia no subsiste, son incapaces de dar algún consejo de valor cierto, y esto explica las insípidas y ñoñas estupideces que manifiestan esos “espíritus”.

Al pasar del primero al segundo cielo, el humano experimenta las condiciones conocidas y ya descritas como "El Gran Silencio" donde aquél se halla totalmente solo y consciente únicamente de su divinidad.

Y cuando ese silencio se rompe, flotan sobre el humano armonías celestiales del mundo del tono, donde está localizado el segundo cielo. Parece como si se bañara en un océano de sonidos y entonces experimenta una alegría imposible de expresar con palabras, puesto que se halla cerca de su hogar celestial, ya que este es el primero de los planos espirituales de los que el espíritu ha sido desterrado durante su vida terrenal.

En el Mundo del Deseo su misión fue la de corregirse, pero en el Mundo del Pensamiento, el espíritu humano se une con las fuerzas de la naturaleza y comienza su actividad creadora.

Bajo la ley de Causación, cosechamos exactamente lo que hemos sembrado, y sería tan injusto poner a un espíritu en un ambiente donde haya muy pocas de las condiciones que necesite, en un punto en que un sol abrasador agoste los sembradíos y mueran de inanición millones de seres, o donde una inundación diluvial arrastre habitaciones primitivas que no están construidas para resistir la furia de tales elementos, como llevar a otro espíritu a una tierra de abundancia, con un suelo fértil que produce el máximo con el mínimo de trabajo, y rica en minerales que pueden ser utilizados en la industria para fabricar vehículos que faciliten el transporte de los productos del suelo de un lugar a otro.

Si nosotros fuéramos colocados de este modo sin cálculo, ni acción o aquiescencia por nuestra parte, no habría justicia en ello; pero, tal como nuestra existencia post mortem en el purgatorio y en el primer cielo está basada en nuestra actitud moral en esta vida, así nuestras actividades en el segundo cielo se hallan determinadas por nuestras aspiraciones mentales, y ellas producen nuestro futuro ambiente material, pues en el segundo cielo el espíritu se una a las fuerzas de la naturaleza, las cuales trabajan sobre la tierra y cambian su clima, su flora y su fauna.

Un espíritu indolente que pasa el día soñando y en especulaciones metapsíquicas aquí, no es transformado por la muerte respecto a su actitud mental ni tampoco en lo que concierne a sus propensiones morales. En el cielo también derrochará el tiempo soñando, recreándose con sus maravillosos panoramas y deleitándose con la música celestial. Por lo tanto, se olvidará de trabajar sobre su futuro país y retornará a una tierra estéril y árida.

En cambio, los humanos que tienen aspiraciones materiales que los impelen a desear las comodidades del hogar; las que tratan de promover grandes industrias y aquellos cuyas inquietudes giran en torno al comercio, lograrán formar en el cielo una tierra que se adapte a sus propósitos: fértil, con ricos minerales, ríos navegables y bahías acogedoras.

Con el tiempo volverán a la Tierra para gozar los frutos de sus actividades en el segundo cielo, al igual que al morir, se cosechan los resultados de la vida terrenal en el purgatorio y en el primer cielo.

(Todo esto que dice Max Heindel es falso porque como ya lo señalé antes, los maestros precisaron que los humanos se la pasan durmiendo y soñando durante su estancia en el cielo.)






6.  EL TERCER CIELO

En el tercer cielo muchas personas tienen escasa conciencia, por las razones dadas al referirnos a la Región del Pensamiento abstracto, pues aquí está localizado el tercer cielo. Es por lo tanto, un punto de transición en que el espíritu descansa entre el momento en que sus actividades en el segundo cielo han terminado y la hora en que nuevos deseos de adquirir experiencias lo impelan a buscar el renacimiento.

Pero desde este plano los inventores traen sus ideas originales, los filántropos tienen la clara visión del modo de llevar a cabo sus utópicos sueños y las aspiraciones espirituales de la mente santa reciben nuevos ímpetus y aliento.

Con el tiempo, los deseos del espíritu hacia nuevas experiencias lo atraen hacia atrás, para renacer, y los grandes Seres Celestiales que son conocidos en la religión cristiana como los Ángeles del Destino asisten al espíritu a fin de que vaya a nacer en el punto que mejor se adapte a su idiosincrasia con el propósito de que tenga las experiencias necesarias al desarrollo ulterior de sus potencias y capacidad.

Todos nosotros hemos estado aquí en la Tierra muchas veces y entre diferentes familias; todos hemos cultivado relaciones de distinta naturaleza con muchísimas personas, y por regla general hay varias familias entre las cuales podemos buscar la reincorporación para realizar nuestro autogenerado destino y cosecharlo que hayamos sembrado en la vida anterior.

Si no hay razones especiales por las cuales debamos nacer en una familia determinada, entre determinados amigos o enemigos, se permite que el espíritu elija por sí mismo el lugar de nacimiento. Así pues, puede decirse que la mayoría de nosotros estamos en los sitios en que nos encontramos por nuestra propia elección antenatal.

Con objeto de ayudarnos en la elección, los Ángeles del Destino ponen a la vista del espíritu un panorama de cada una de las vidas en perspectiva, en líneas generales. Este panorama mostrará cuáles de nuestras deudas han de ser liquidadas en la próxima encarnación, y qué frutos nos será dable cosechar en la misma vida.

El espíritu queda en libertad de elegir entre las distintas vidas que se le ofrecen. Pero una vez hecha su elección no es posible retroceder ni eludir la preferida. Tenemos libre albedrío acerca del futuro, pero el destino maduro del pasado no podrá desviarse, según se desprende del incidente registrado en el Concepto Rosacruz del Cosmos.

En efecto, el escritor advirtió a un conferenciante muy conocido en Los Ángeles que si él abandonaba el hogar en un día determinado sufriría un accidente de ferrocarril, del cual resultaría herido de la cabeza, el cuello, el pecho y los hombros. Aquel caballero agradeció la advertencia y pensó hacer caso de lo que se le decía.

Sin embargo, el día fatal fue a la Sierra Madre para dar una conferencia y resultó herido en las partes indicadas de resultó de una colisión ferroviaria. Luego, al reponerse, explicó su cambio de actitud diciendo: "Yo me confundí; creí que el día veintiocho era el veintinueve."

Después que el espíritu ha hecho su elección desciende al segundo cielo, donde es instruido por los Ángeles y Arcángeles acerca del modo de construir un arquetipo del cuerpo que después ha de habitar en la Tierra.

También aquí vemos la manifestación de la gran ley de justicia, la cual dispone que cosecharemos lo que hayamos sembrado. Si nuestros gustos son groseros y sensuales, construiremos un arquetipo que expresará a su tiempo estas cualidades; si, por el contrario, somos de gustos refinados y ascéticos, haremos el arquetipo que corresponda, pero nadie puede obtener un cuerpo más perfecto del que sea capaz de idear.

Entonces, al igual que un arquitecto que construye una casa en la cual ha de vivir, sufrirá molestias e incomodidades si se olvida de darle la debida ventilación, así también el espíritu se siente enfermizo en un cuerpo construido pobremente. Tal como el arquitecto aprende a subsanar los olvidos y equivocaciones, y los remedia en la construcción de una nueva casa, así también el espíritu que sufre por las deficiencias de su cuerpo aprende con el tiempo a preparar un vehículo más eficiente.

(Todo esto que dice Max Heindel también es falso porque los humanos no son los que se ocupan de elaborar el entorno en el cual van a reencarnar, ya que ese trabajo lo efectúan los elementales.)






7.  EL PROCESO DE REENCARNACIÓN

En la Región del Pensamiento concreto el espíritu también atrae hacia sí los materiales para una nuevo cuerpo. Al igual que un magneto atrae las limaduras de hierro, pero deja otras substancias, así cada espíritu solo atrae la clase de materia mental que usó en su vida previa, más aquello que haya aprendido en su estado actual post mortem.

Después desciende al Mundo del Deseo, donde reúne el material necesario para su nuevo cuerpo de deseos, de modo que pueda expresar adecuadamente sus características morales, y por último atrae una cierta cantidad de éter que se incorpora al molde del arquetipo construido en el segundo cielo y sirve de cemento entre los materiales sólidos, líquidos y gaseosos de los cuerpos de los padres, quienes forman el cuerpo físico denso del niño y el cual en su día viene a la luz de este mundo.






8.  NUEVO NACIMIENTO Y VIDA DEL NIÑO

No debemos imaginarnos, no obstante, que cuando nace el tierno niño, ha terminado todo el proceso. El cuerpo físico es el que ha tenido una evolución más larga, y al igual que un zapatero que ha trabajado en su oficio durante muchos años es más experto que un aprendiz y puede hacer mejores zapatos y más de prisa, así también el espíritu que ha construido muchos cuerpos físicos los hace más rápidamente.

Como el cuerpo vital es una adquisición posterior del ser humano, no somos tan expertos en la construcción de este vehículo. En consecuencia, se necesita más tiempo para construirlo con los materiales que no se han usado en la formación de la línea del arquetipo, y el cuerpo vital no nace hasta los siete años. Entonces comienza el periodo del crecimiento rápido.

El cuerpo de deseos es una adición posterior del hombre compuesto y su nacimiento no tiene lugar hasta los catorce años, cuando la naturaleza de deseos se expresa a sí misma más frecuentemente durante la llamada "ardorosa" juventud, y la mente, que es lo que hace al hombre, hombre, no se revela plenamente hasta los veintiún años.

(Aquí Max Heindel dice muchas mentiras, las cuales he detallado en este otro capítulo: link.)







CONCLUSIÓN

Como ustedes mismos lo pudieron constatar, desafortunadamente las explicaciones que dio Max Heindel sobre lo que sucede después de morir contienen muchos errores y falsedades.