En
el capítulo cinco de su libro “Los Misterios
Rosacruces”, Max Heindel hizo un resumen de las explicaciones que él dio
sobre lo que les sucede a los humanos después de morir, y a continuación les
traduzco lo que él escribió:
(Y
en paréntesis añadí mis comentarios.)
1. LA MUERTE
Después
de un tiempo más o menos largo, en todas las vidas llega un momento en que las
experiencias que un espíritu puede adquirir en el ambiente en el que se
desempeña quedan agotadas, y entonces la vida termina con la muerte.
Esta
muerte puede ocurrir de repente y sin esperarla, como por ejemplo, debido a un
terremoto, o sobre el campo de batalla,
o por un accidente (como solemos llamarlo) pero en realidad la muerte
nunca es accidental, y con esto quiero decir que ya estaba prevista por las
Fuerzas Superiores. "Ni un gorrión cae al suelo sin la voluntad divina."
(Esto
es falso ya que los maestros señalaron que también ocurren los accidentes que
no estaban previstos.)
Hay
a lo largo de la vida, divisiones del camino; en un lado, la línea principal de
la vida continúa hacia adelante; mientras que del otro sendero conduce a lo que
podemos llamar un callejón sin salida. Y si el hombre toma por allí, pronto
termina con la muerte.
Nosotros
estamos en la vida respondiendo al motivo de ganar experiencias, y cada
renacimiento o encarnación ofrece cierta cosecha. Y si ordenamos nuestra vida
de manera tal que podamos ganar todo el conocimiento que se procuró
proporcionarnos, seguiremos en la vida y llegarán a nosotros continuamente diversas
clases de oportunidades.
Pero
si las despreciamos y la vida se mete en senderos que no son congruentes con
nuestro desarrollo individual, entonces se despilfarra el tiempo en perjuicio
nuestro. Por lo tanto, los Grandes y Sabios Seres que están detrás del
escenario de la evolución hacen que termine nuestra vida, para que podamos
tener cuanto antes un nuevo comienzo en una esfera de influencia diferente.
(Esto
también es falso ya que los maestros precisaron que la duración normal de
nuestra estancia en la Tierra, ya se encuentra especificada antes de que
nazcamos.)
La
ley de la conservación de la energía no rige solo al Mundo Físico, sino que
opera también en los planos espirituales. No hay nada en la vida que no tenga
un propósito definido. Hacemos muy mal en rebelarnos contra las circunstancias,
no importa cuan desagradables éstas sean; por el contrario, deberíamos esforzarnos
en aprender las lecciones que están contenidas en ellas, para así poder vivir
una vida larga y provechosa.
Sien
embargo, alguien puede objetar:
- "Usted es
inconsecuente en sus enseñanzas. Dice usted que realmente la muerte no existe,
que pasamos a una existencia más brillante y que tenemos que aprender lecciones
allí, en aquellos planos, y en una esfera diferente de utilidad. ¿Por qué,
entonces, debemos esforzarnos en vivir aquí una vida más larga?"
(Esto
también es incorrecto porque los maestros explicaron que las personas entran en
un profundo sueño después de morir y por consiguiente ya no pueden “aprender
más lecciones” durante su viaje post-mortem.)
Es
muy cierto que el autor de este libro (Max Heindel) hace tales afirmaciones, y
ellas son perfectamente consecuentes con nuestros últimos asertos; pero hay
lecciones que deben ser aprendidas aquí en el mundo físico, las cuales no
pueden ser aprendidas en ninguno de los otros mundos.
Y
como a cada renacimiento tenemos que llevar nuestro órgano físico a través de
los años de la infancia y cruzar la ardiente e impulsiva juventud hasta llegar
a una edad adulta, antes que este vehículo resulte de verdadera utilidad
espiritual; entonces cuanto más vivamos después de alcanzar la madurez, cuanto
más en serio miremos las cosas de la vida y aprendamos realmente las lecciones
que determinarán el desarrollo de nuestra alma, cuantas más experiencias
consigamos tener, más rica y provechosa será la recolección.
Después,
en una existencia posterior, estaremos mucho más avanzados y seremos capaces de
emprender tareas que resultarían imposibles en una vida más corta y de actividad
más reducida y estrecha.
Además
de esto, es muy doloroso para el hombre morir en la juventud, con esposa y
familia de corta edad, a quienes ama; con ambiciones de grandeza sin
realizarse; con huestes de amigos alrededor de él y con intereses concentrados
en el plano material de la existencia.
Y
es también triste para el corazón de la mujer apegada a su hogar y a los
adorados niños que ella ha dado a luz, abandonarlos, acaso sin que haya nadie
que pueda velar por ellos con el debido celo; sabiendo que los tiernos
angelitos tendrán que luchar solos en la batalla de la vida durante los años de
la indefensa infancia, cuando tan necesarios son sus tiernos cariños y ella se vea
impotente de ayudarlos, aunque su corazón sangre tan abundantemente como si
estuviera en la vida terrenal.
Todas
estas cosas son tristes y atan al espíritu a la tierra por un tiempo más largo
que de ordinario; imposibilitan adquirir las experiencias que es dable alcanzar
tras la frontera de la muerte, y todo ello, junto con otras razones ya
mencionadas, hace deseable vivir una vida larga antes de pasar al más allá.
La
diferencia entre aquellos que pasan al más allá a una edad avanzada y los que
abandonan esta tierra en el estado culminante de la vida, puede ser ilustrada
con la forma en que el hueso de la fruta se adhiere a la pulpa cuando está sin
madurar. Se necesita un gran esfuerzo para extraer el hueso de un melocotón verde.
Tal es la fuerza con que se adhiere a la fruta, que arrastra consigo casi toda
la pulpa cuando se quiere extraerlo. Así también el espíritu se aferra a la
carne a la mitad de la vida, y una parte de su interés material permanece y lo
retiene atado a la tierra después de la muerte.
Por
otra parte, cuando se ha vivido una vida intensamente; cuando el espíritu ha
tenido tiempo de realizar sus anhelos y ambiciones o comprobar su futilidad;
cuando los deberes de la vida han sido cumplidos y la satisfacción descansa en
la frente de una persona de edad avanzada, o cuando la vida ha sido dilapidada
y los remordimientos de la conciencia han surtido sus efecto en el hombre,
censurándole los errores cometidos; cuando realmente el espíritu ha aprendido
las lecciones de la vida, como debe ser cuando se alcanza una edad avanzada,
entonces puede comparárselo al hueso de la fruta madura que sale fuera sin vestigio
de pulpa adherido a ella cuando se la abre.
Así
pues, repetimos que aunque hay reservada una existencia más brillante para aquellos
que han vivido bien, es no obstante, mejor el vivir una vida larga y vivirla de
la manera más intensa que sea posible.
Nosotros
sostenemos también que, no importa cuales fueren las circunstancias de la
muerte de una persona, esta no es nunca accidental; ha sobrevenido bien por su
negligencia para aprovechar las ocasiones de adelanto o desarrollo, o bien la
vida ha sido vivida hasta el límite extremo.
Hay
una excepción a la regla, y esta es debida al ejercicio de la divina
prerrogativa de la interferencia del hombre. Si nosotros vivimos con arreglo a
lo dispuesto y ordenado, si asimilamos todas las experiencias fijadas para
nuestro desarrollo por las Fuerzas Creadoras, viviremos hasta el límite final,
pero nosotros mismos acortamos generalmente nuestra vida por no aprovecharnos
de las ocasiones.
Ocurre
también que otros hombres pueden acortar nuestra existencia y terminarla de
repente, en el momento en que se produce lo que llamamos accidente, motivo del
que se valen los regentes divinos para dar fin a nuestra vida aquí. En otras palabras:
los asesinatos o accidentes fatales debidos a la imprudencia o temeridad de los
hombres son, en realidad, las únicas terminaciones de la vida que no han sido
planeadas por los caudillos invisibles de la humanidad.
A
nadie se lo impele a asesinar o a que haga algún mal a otro, pues de lo
contrario no tendría una retribución justa de sus actos. Cristo dijo que el mal
debía venir, pero desgraciado de aquel por el cual el mal se produce, y para
armonizar esto con la ley de la justicia divina —"lo que siembre un
hombre, eso ha de recoger,"— debe haber por lo menos un absoluto libre
albedrío con respecto a los actos malos.
Hay
casos también en los que una persona hace una vida buena, de tan vasto
beneficio para la humanidad y para si misma, que sus días se prolongan más allá
del límite marcado, así como se acortan por las negligencias, pero tales casos
son, por supuesto, demasiado pocos para que por ahora merezcan nuestra consideración.
Cuando
la muerte no es tan rápida como en el caso de los accidentes, sino que ocurre
en la casa a consecuencias de una enfermedad, callada y pacíficamente, los
moribundos, por lo general, sienten que cae sobre ellos como un palio de gran
oscuridad. Muchos salen de su cuerpo bajo esta condición y no vuelven a ver la
luz hasta que han entrado en los planos superfísicos. Sin embargo, hay otros
muchos casos, no obstante, en los que las tinieblas se esparcen antes de la
salida definitiva del cuerpo.
Entonces
la persona moribunda ve ambos mundos a la vez y tiene conciencia de la
presencia de sus amigos muertos y vivos. Y bajo tales circunstancias sucede muy
a menudo que las madres ven a alguno de sus hijos que han muerto antes, y puede
que exclamen alegremente:
- "¡Oh!, aquí está Juanito a los pies de mi
cama; pero parece que no ha crecido nada."
Los
familiares vivientes pueden sentirse doloridos y apesadumbrados, creyendo que
la madre sufre alucinaciones, cuando, en realidad, tiene una vista más clara
que ellos, pues está viendo a aquellos que han pasado el velo anteriormente,
quienes acuden a darle la bienvenida y a ayudarla a dar los primeros pasos en
el mundo en que está penetrando, para que se sienta allí como en su hogar.
Cada
ser humano es un individuo separado de todos los demás, y como las experiencias
en la vida de cada uno difieren de las de los otros en el lapso que va de la
cuna a la sepultura, podemos razonablemente inferir que las experiencias de
cada espíritu difieren de las de otro cualquiera cuando ha atravesado las puertas
del nacimiento y de la muerte.
Y
a continuación insertamos la comunicación dada por el difunto profesor James de
Harvard, en Boston, en él templo espiritista, y en cuyo mensaje su espíritu
describe las sensaciones que experimentó cuando estaba pasando por la puerta de
la muerte. No podemos afirmar su autenticidad, puesto que no lo hemos
investigado personalmente.
El
profesor James había prometido comunicarse con sus amigos después de la muerte
y todo el mundo de investigadores psíquicos estaba y se halla aún esperando que
cumpliera su promesa. Algunos médiums manifestaron que el profesor James se ha
comunicado por intermedio de ellos, pero las manifestaciones más notables son
las hechas en el templo espiritista de Boston. Vedlas aquí:
« Y
esto es la muerte: no hice más que caer como dormido para levantarme a la
mañana siguiente y ver que todo está bien. Yo no estoy muerto, sino que he
resucitado. Sólo sé que sentí una fuerte sacudida en todo mi sistema, como si
una ligadura muy apretada hubiera sido rota violentamente y por un momento
quedé deslumbrado y perdí la conciencia.
Cuando
volví en mí, me vi junto a mi cuerpo físico, el cual me había servido tan fielmente.
Decir que me quedé sorprendido sería una expresión que no indicaría
adecuadamente la sensación que sacudió todo mi ser, y yo comprendí que algún
cambio maravilloso había tenido lugar.
De
repente tuve conciencia de que mi cuerpo estaba rodeado de muchos de mis
amigos, y un denso deseo invencible se apoderó de mí de hablarles y tocarlos
para poder hacerles saber que yo vivía aún.
Acercándome
un poco más a quienes habían sido de los más allegados a mí y también a otros
que no lo eran tanto, los oprimí con mis manos, pero ellos no lo notaron.
Entonces
ocurrió que el significado total del gran cambio que se había producido mudó
todos mis sentidos adquiridos recientemente; comprendí que me separaba una
barrera infranqueable de mis seres queridos y que el gran cambio que se había
operado era, sin duda, la muerte.
Una
sensación de debilidad y de deseo de descanso se apoderó de mí. Me pareció ser transportado
a través del espacio y perdí la conciencia, para despertar en una tierra tan
diferente, y a la vez tan parecida a la que había dejado atrás.
No
me fue posible describir las sensaciones al recobrar la conciencia y comprendí
que, aunque muerto, estaba viviendo aún.
Cuando
tuve conciencia por la primera vez de mi nuevo ambiente, estaba descansando
bajo una bellísima arboleda y veía como nunca antes lo había observado lo que
era estar en paz conmigo mismo y con el mundo.
Yo
sé que solamente con la mayor de las dificultades seré capaz de expresarles a
ustedes las sensaciones que experimenté cuando me di perfecta cuenta de que
había despenado a una nueva vida.
Todo
estaba en silencio, nada alteraba la paz y la quietud. La obscuridad me
rodeaba. En efecto me parecía estar envuelto en una espesa neblina, hasta más
allá de lo que podía penetrar la mirada. De repente a la distancia, percibí un
glorioso resplandor que se acercó lentamente, y entonces, para mi gozo y
alegría, distinguí la faz de aquella que había sido mi estrella guiadora en los
primeros días de mi vida terrenal. »
(Este
testimonio dado por el profesor James, en caso de que fuera verdadero ya que
hay muchos espíritus embusteros, solo correspondería a un caso particular,
debido a que los maestros de sabiduría explicaron que la inmensa mayoría de los
humanos pierden la conciencia después de morir y se la pasan soñando durante
todo su viaje post-mortem antes de volver a reencarnar.)
Una
de las visiones más tristes para el vidente es el espectáculo de las torturas a
que a menudo sometemos en el lecho de muerte a nuestros amigos moribundos,
debido a la ignorancia que en esos momentos demostramos acerca del modo de
tratarlos.
Tenemos
una ciencia, la puericultura, por medio de la cual, al nacer un niño, el médico
que se ha especializado durante muchos años de práctica en su profesión,
adquiriendo una habilidad y capacidad extraordinarias, favorece la entrada del
pequeño forastero en este mundo.
Asimismo
tenemos enfermeras especializadas y competentes que asisten a la madre y al
hijo; el talento de mentes privilegiadas está dirigida a hacer más fácil y
llevadera la maternidad; no se omiten penas, ni sacrificios ni dinero en el esfuerzo
altruista dirigido al bien de uno a quien nunca hemos visto.
Pero
cuando un amigo de toda la vida, la persona que ha servido a su prójimo bien y
noblemente en su profesión, política o religiosamente hablando, está a punto de
abandonar el escenario de sus actividades para introducirse en un nuevo radio
de acción; cuando la mujer (que ha trabajado, con no menos buen deseo, en
procura de que su familia desempeñe perfectamente su misión en la vida) tiene
que dejar su hogar y familia; cuando uno a quien hemos amado toda la vida está
por darnos su último adiós, nosotros estamos a su lado sin saber qué debemos
hacer para ayudarlo, y quizás hacemos lo que más perjudica su bienestar y
conveniencia.
Tal
vez no hay forma de tortura más comúnmente infligida a los que están a punto de
muerte que la causada cuando les administramos estimulantes. Tales drogas tienen
el efecto de arrojar al espíritu que parte con la fuerza de una catapulta, para
luego permanecer en él y hacerlo sufrir por algún tiempo más.
Los
investigadores de las condiciones del más allá han recibido muchas quejas de
tales tratamientos. Entonces cuando se ve que la muerte debe producirse
inevitablemente, tratemos de que nuestro deseo egoísta no obligue a que el
espíritu del ser querido moribundo permanezca un poco más a nuestro lado,
mediante la aplicación de semejantes torturas sobre él.
La
cámara mortuoria debe permanecer en la quietud más solemne, ser un lugar de paz
y de oración, porque desde aquel momento y durante tres días y medio después de
exhalar el último suspiro, el espíritu está pasando su Getsemaní y necesita
todo el auxilio que se le pueda prestar.
El
valor de la vida que acaba de pasar depende grandemente de las condiciones que
prevalezcan entonces alrededor del cadáver, y aun las condiciones de su vida
futura están influidas por nuestra actitud durante aquellos momentos, de modo
que si siempre somos los defensores de la vida de nuestros hermanos, mil veces
más debemos serlo a la hora de su muerte.
La
autopsia que se hace al cadáver, el embalsamamiento y la cremación durante el período
mencionado, no solo perturban mentalmente al espíritu que se va, sino que
resulta un martirio, porque todavía subsiste una ligera conexión con el
vehículo abandonado.
Si
las leyes sanitarias previenen la necesidad de evitar la descomposición del
cuerpo mientras lo conservamos durante un período de tres días y medio, para al
cabo de ellos someterlo a la cremación, puede encerrarse en una urna con hielo
hasta que pase ese tiempo.
Después
de este lapso el espíritu no sufrirá ningún dolor, sea lo que fuere que ocurra con
el cuerpo.
2. LA REVISIÓN DE LA VIDA PASADA
No
importa cuanto tiempo podamos evitar que un espíritu se marche de la Tierra,
vendrá un momento, por fin, en que no habrá estimulante capaz de contenerlo y
de que el último suspiro sea exhalado. Entonces el cordón de plata, del cual ya
habla la Biblia, y que es lo que une a los vehículos inferiores y superiores,
se rompe en el corazón, lo que causa que este órgano se detenga.
(Esto
es incorrecto ya que lo que une el cordón de plata: es al cuerpo físico y al
cuerpo astral; mientras que el antakarana es el cordón energético que une a los
vehículos inferiores y a los vehículos superiores.)
Tal
rotura del cordón de plata libera al cuerpo vital, y éste, con el cuerpo de
deseos y la mente, flotan sobre el cuerpo físico de uno a tres días y medio. Período
durante el cual el espíritu está ocupado en pasar revista a su vida pasada, una
parte sumamente importante de experiencia post mortem, ya que de esta revista depende
su existencia completa desde la muerte a su nuevo nacimiento.
(Esta
revisión de la vida no se hace después, como lo afirma Max Heindel, sino justo
antes de fallecer.)
Puede
ocurrírsele preguntar al estudiante:
¿Cómo podemos revisar
nuestra vida pasada desde la cuna a la tumba, toda vez que no recordamos lo que
hicimos hace un mes, y para formar una base adecuada de nuestra vida futura,
este recordatorio debe mostrar la mayor fidelidad, sí aún la memoria más
privilegiada no es segura ni perfecta?
Pero
cuando comprendamos la diferencia que existe entre la memoria consciente y la memoria
inconsciente, y la forma en la cual esta última actúa, esta duda se disipará.
Y
esta diferencia y la forma en la cual la memoria subconsciente registra un
control apropiado de las experiencias de nuestra vida serán mejor interpretadas
por la ilustración que sigue: cuando vamos a un campo y vemos el panorama que
nos rodea, las vibraciones del éter nos traen una imagen de todo lo que cae
bajo el dominio de nuestra visión.
Sin
embargo es tan triste como cierto que "tenemos ojos y no vemos", como
dijo el Salvador. Estas vibraciones tocan a la retina hasta con los más nimios
detalles, pero por regla general no penetran en nuestra conciencia, y por consiguiente,
no podemos recordarlos. Aun las impresiones más fuertes palidecen con el
transcurso del tiempo, de modo que no podemos recordarlas a voluntad cuando se
hallan en nuestra memoria consciente.
En
cambio, cuando un fotógrafo va al mismo campo con su cámara y toma una vista
panorámica, el resultado que obtiene es bien diferente. Las vibraciones del
éter que emanan de todas las cosas sobre las cuales está enfocada su cámara
oscura transmiten a la placa sensitiva una impresión completa del paisaje,
exacta hasta en sus más mínimos detalles, y obsérvese bien esto: la imagen
verdadera y completa no depende en nada de lo que haya observado o dejado de
observar el fotógrafo.
Todo
el panorama quedará registrado en la placa y podrá ser reproducido si se siguen
las reglas del caso. Pues bien, de igual manera funciona la memoria
subconsciente, y el registro que hace es generada automáticamente por nosotros
durante todos los instantes de nuestra vida, independientemente de nuestra voluntad.
Desde
el primer respiro que damos al nacer hasta el último suspiro que exhalamos al
morir, inspiramos aire, el cual va cargado de las imágenes que nos circundan, y
el mismo éter que lleva tales imágenes a la retina es inhalado por nuestros
pulmones para oxigenar nuestra sangre.
Y
de este modo y al momento de alcanza el corazón, en el ventrículo izquierdo de
este órgano, cerca del ápice, hay un diminuto átomo, el cual es extremadamente
sensible y permanece en el cuerpo durante toda la vida. Difiere a este respecto
de todos los otros átomos, los cuales van y vienen, porque aquél es una
propiedad particular de Dios y del espíritu que lo contienen.
Este
átomo puede ser llamado el libro de los Ángeles del Destino, pues a medida que
la sangre pasa por el corazón, ciclo tras ciclo, las imágenes de nuestros actos
buenos o malos se inscriben en él hasta en sus más mínimos detalles. Y este registro
puede llamarse memoria subconsciente.
Este
átomo forma la base de nuestra vida futura, cuando se reproduce como un panorama
al seguir a la muerte. Y al removerse este átomo simiente —el cual corresponde
a la sensible placa de la cámara—, el éter reflector del cuerpo vital sirve
como un foco, y como la vida se desarrolla lentamente hacia atrás desde la
muerte al nacimiento.
(El
éter reflector y el átomo simiente que está mencionando Max Heindel, en
realidad no existen debido a que fueron falsedades inventadas por Charles
Leadbeater.)
Las
imágenes que existen allí en el átomo simiente posteriormente se imprimen en el
cuerpo de deseos, el cual nos servirá de vehículo durante nuestra jornada en el
purgatorio y el primer cielo, donde el mal es expurgado y el bien es asimilado,
a fin de que en una vida futura aquello pueda servir como conciencia para
evitar que el hombre se incline al mal e incurra en las equivocaciones y
errores del pasado, y esto pueda estimularlo a hacer aún mayor bien.
(El
cuerpo de deseo no asciende al cielo debido a que no tiene la capacidad para
hacer eso.)
Y
un fenómeno semejante al del panorama de la vida se produce generalmente cuando
una persona se asfixia o se ahoga. Y las personas que han vuelto a la vida
después de uno de esos trances, manifiestan haber visto pasar toda su vida como
en un relámpago. Y esto se debe porque en esas circunstancias el cuerpo vital abandona
también al cuerpo denso.
(Esto
último que dijo Max Heindel es falso porque si el cuerpo vital hubiera
abandonado al cuerpo físico, entonces la persona habría muerto, y los maestros
explicaron que la revisión de la vida que se produce antes del fallecimiento, se
debe porque el cerebro le está transmitiendo en ese momento todos sus recuerdos
al ser interno.)
Por
supuesto, en estos casos no hay ruptura del cordón plateado, pues de lo
contrario la vida no podría volver a manifestarse. La inconsciencia sigue
rápidamente al ahogarse, mientras que en la revisión usual post mortem la
conciencia continúa hasta que el cuerpo vital sufre el colapso, de la misma
manera que cuando nos dormimos. Entonces la conciencia cesa por un momento y el
panorama se termina.
Por
lo tanto, también el tiempo empleado por la proyección del panorama de la vida varía
con las personas, con arreglo a la vitalidad del cuerpo vital, o si ha quedado
muy tenue y extenuado por una prolongada enfermedad. Cuanto más tiempo se haya
empleado en esta revisión y cuanto más tranquilo haya estado el lugar en que se
encuentre y más paz haya habido alrededor, entonces tanto más profundo será la
impresión que se producirá en el cuerpo de deseos.
Como
ya hemos dicho, esto tiene un efecto más importante y de mayor alcance, pues
entonces los sufrimientos que el espíritu soportará en el purgatorio, en razón
de sus malas costumbres o errores, serán mucho más agudos que si hubiera
únicamente una ligera impresión, y en una vida futura la recóndita voz de la
conciencia nos advertirá mucho más insistentemente contra las equivocaciones
que nos acarrean el sufrimiento del pasado.
Cuando,
en el momento de la muerte de una persona, las condiciones son tales que el
espíritu se ve perturbado por razones ajenas a él, por ejemplo el fragor de una
batalla, las horripilantes circunstancias de un accidente o las lamentaciones
histéricas de sus allegados, entonces la distracción evita que se forme una impresión
profunda sobre el cuerpo de deseos.
Y
en consecuencia, su existencia post mortem se hace vaga e insípida, el espíritu
no cosecha los frutos de la experiencia, como hubiera sido en el caso de haber
pasado al más allá fuera de su cuerpo físico en paz y tranquilidad y en
circunstancias normales.
Por
lo tanto, le faltará incentivo para el bien en una vida futura y perderá el
alerta que su conciencia le daría en el caso de haber tenido una impresión profunda
del panorama de su vida, y de este modo su progreso será retardado en alto
grado.
(Todo
esto que dice Max Heindel también es falso, ya que los maestros explicaron que
la revisión solo dura unos cuantos segundos y su efectividad no depende del
entorno debido a que es un proceso automatizado. Además los recuerdos se quedan
impresos principalmente en las skandhas.)
3. EL PURGATORIO
Durante
la vida, el colapso del cuerpo vital por la noche termina nuestra vista del
mundo que nos rodea y nos sume en la inconsciencia del sueño. Y cuando el
cuerpo vital sufre el colapso que sigue a la muerte y termina el panorama de la
vida, también perdemos la conciencia durante algún tiempo, el cual varía según los
individuos.
Parece
que las tinieblas cayeran sobre el espíritu, pero después, al cabo de cierto
tiempo, despierta y comienza a percibir confusamente la luz del otro mundo, sin
embargo acostumbrarse a las nuevas condiciones solo se consigue gradualmente.
Es
una sensación semejante a la que experimentamos cuando salimos de un cuarto
oscuro a la luz del Sol, que nos ciega con su brillantez, hasta que las pupilas
se contraen de modo de poder admitir la cantidad de luz que corresponda a nuestro
organismo.
(Los
maestros explicaron que solo una pequeña porción de los humanos despierta
después de fallecer, mientras que la gran mayoría permanecen durmiendo.)
Si
en estas condiciones volvemos instantáneamente desde la luz del Sol y entramos
en el cuarto oscuro, los objetos en él serán mucho más visibles a nuestra vista
que los de la parte de afuera, que están iluminados por los poderosos rayos del
Sol.
Y
así también pasa con nuestro espíritu. Al principio, al sentirse libre del
cuerpo, comienza a ver las escenas y oír los sonidos del mundo material, que
acaba de dejar, mucho más fácilmente que los del mundo en que está penetrado.
Wordsworth,
en su "Oda a la inmortalidad"
relata un caso parecido al del niño recién nacido, que es todo clarividencia y
está mucho más despierto para el
mundo espiritual que para este plano de existencia presente.
Algunos
pierden la vista espiritual muy
pronto, otros gozan de ella un cierto número de años, y unos cuantos (muy
pocos) la conservan toda la vida;
pero como el nacimiento de un niño entre nosotros implica una muerte en el
mundo espiritual durante algún
tiempo, así también la muerte aquí es un nacimiento para el plano espiritual, y
los recién muertos retienen una
conciencia de este mundo por algún tiempo.
Cuando
uno despierta en el mundo del deseo, después de haber pasado por los estados
que acabamos de detallar, experimenta la sensación general de un descanso o la
liberación de una carga pesada o gran incomodidad; un sentimiento quizás
comparable al de un buzo embutido en su pesado traje de goma, con un yelmo de
latón en la cabeza, con suelas de plomo bajo sus pies y con bloques también de
plomo sobre pecho y espalda, confinado en sus trabajas en el fondo del mar,
aspirando aire por un tubo y desenvolviéndose con dificultad.
Cuando,
terminado su trabajo, este hombre es halado a la superficie, se quita los
pesados atavíos y se mueve con la facilidad con que podemos hacerlo aquí, debe,
seguramente, sentir una sensación de gran alivio.
Algo
por el estilo experimenta el espíritu cuando, libre de la vestidura mortal, se
siente capaz de recorrer todo el globo, en lugar de verse confinado al estrecho
ambiente que lo ata a la tierra.
Gozan
también una sensación de alivio y consuelo aquellos que han estado enfermos.
Las enfermedades tal como las conocemos no existen allí. Tampoco es necesario
proporcionarse alimentos y abrigos, porque en aquel mundo no se siente apetito
y no hace frío ni calor.
Sin
embargo, hay muchos en las regiones purgatoriales que van importunando a todos
en su búsqueda de un cuarto para dormir y lugares para comer y beber, igual que
hacemos aquí.
Jorge
du Maurier, en su novela “Peter Ibbetson”,
nos da una idea muy certera de este estado, en la vida vivida entre el héroe y la
condesa de las Torres. Esta novela aclara también extraordinariamente lo que
hemos dicho sobre la memoria subconsciente, porque Jorge du Maurier ha
descubierto un método fácil para que cualquiera pueda provocar lo que él llamó
"ensueños verdaderos".
Adoptando
una posición determinada al disponerse a dormir, es posible, después de una
pequeña práctica, compeler la aparición, en sueños, de cualquier escena de
nuestra vida pasada que deseamos volver a vivir. Y ese libro, por esta razón,
vale bien la pena de ser leído.
Cuando
se ha formado una nebulosa ígnea en el cielo y comienza a girar, se empieza a
cristalizar en el centro un poco de materia, donde la rotación es más lenta. Y
al alcanzar cierto grado de densidad, se ve lanzada a la vorágine, y girando
cada vez más cerca de la superficie extrema, se ha convertido durante este proceso
en el ecuador de un globo giratorio. Cuando llega el momento oportuno, esta
materia es lanzada al espacio, y por lo tanto, separada de la economía de aquel
movible sol.
Este
proceso no se ejecuta automáticamente, como los científicos han pretendido
hacernos creer. Este aserto ha sido probado en mi libro “El Concepto Rosacruz del Cosmos” y en diversos capítulos de
nuestras obras.
Herbert
Spencer también rechazó la teoría nebular, porque esta requiere la aceptación
de una Causa Primera, la cual él negaba, aunque no pudo formular una hipótesis
mejor para la formación de los sistemas solares, sino que todo es realizado
mediante la actividad de un Gran Espíritu, a quien podemos llamar Dios o darle
el nombre que elijamos.
"Como
es arriba, es abajo" dice el axioma hermético. Y el hombre, que es un
espíritu más pequeño, también reúne alrededor de él la sustancia del espíritu
que se cristaliza en materia y se convierte en el cuerpo visible, el cual a la
vista clarividente revela que está colocado en el centro de un aura de
vehículos más sutiles. Estos últimos están en rotación constante. Y cuando el
cuerpo denso nace como un niño es extremadamente blando y flexible.
La
niñez, la juventud y la madurez no son sino diferentes estados de
cristalizaciones, cuyo proceso continúa hasta que por fin se alcanza un punto
en el cual el espíritu no puede mover por más tiempo el cuerpo endurecido y lo
abandona, al igual que el planeta es expedido por el Sol.
Y
esto es la muerte: el comienzo de un proceso de desnudamiento que continúa
hasta el purgatorio.
Las
bajas y perversas pasiones y emociones que cultivamos durante la vida han
cristalizado la materia de deseos en forma tal que deben ser expelidas también.
Y por este proceso, el espíritu queda expurgado de todo mal, bajo la misma ley
que un solo queda expurgado de la materia que luego forma un planeta.
Si
la vida ha sido honesta y honrada, este proceso no será muy doloroso, ni los
deseos malos purgados de este modo persistirán durante largo tiempo después de
haberse puesto en libertad, sino que se desintegrarán muy rápidamente.
Pero
si se ha llevado una vida desastrosa en extremo, la parte de la naturaleza de
deseos expurgada persistirá aún hasta el momento que el espíritu tenga un nuevo
renacimiento en busca de ulteriores experiencias. Y aquella materia de deseos
perversa expurgada será atraída hacia él, y se ceñirá a él como un demonio,
incitándolo a hacer todo lo malo que en sí mismo aborrece.
La
historia del doctor Jekyll y míster Hyde no es una idea fantástica de Roberto
Louis Stevenson, sino que por el contrario, está basada en hechos bien
conocidos de los investigadores ocultistas.
Casos
tales, por supuesto, aunque muy raros, son posibles, no obstante, y nosotros
tenemos leyes tan desgraciadas que hacen que tales posibilidades se conviertan
en probabilidades, especialmente en el caso de una cierta clase de los que llamamos
criminales. Nos referimos a las leyes que castigan el asesinato con la pena
capital.
Cuando
un hombre es peligroso debe ser confinado, por supuesto; pero, aun apartándonos
de la cuestión del derecho moral de una comunidad de arrancar la vida a nadie
—cuyo derecho nosotros negamos—, la sociedad, por su propio acto de justicia contra
un asesino, se opone al que persigue, porque si al impenitente criminal se lo
recluye bajo cualquier disciplina en una prisión, durante el tiempo que le
reste de vida, olvidará su odio o antipatía hacia su víctima y la sociedad
misma, y cuando se vea como un espíritu libre en el mundo del deseo, puede que
aun agradezca que se le haya conmutado la pena capital por la de prisión
perpetua y haberse convertido en una persona cristiana.
Y
como consecuencia de esto seguirá su curso regocijado, y probablemente, en una
vida futura, procurará ayudar a aquellos a quienes atacó en la anterior.
En
cambio cuando la sociedad se venga o hace justicia, como ella dice, y somete al
criminal a una muerte violenta, este individuo será propenso a suponer que ha
sido injuriado, que se le ha inferido una ofensa horrible, y quizá con razón
Entonces
este individuo intentará generalmente "vengarse", e irá de un lado a otro,
durante largo tiempo, incitando a cometer nuevos asesinatos. He ahí la razón
de, que se produzca una epidemia de crímenes en un lugar a raíz de un
ajusticiamiento, caso nada raro.
(Esto
sucede en el plano astral, no en el mundo de deseo.)
Cuando
una persona entra en el purgatorio es la misma exactamente que antes de morir.
Tiene los mismos apetitos, gustos y aversiones, simpatías y antipatías. No
obstante, hay una diferencia muy importante, es decir, que no tiene cuerpo
denso por medio del cual pueda dar satisfacción a sus apetitos.
El
borracho busca su bebida, y en realidad con más afán que en esta vida, pero no
tiene estómago que pueda contener alcohol y producir la combustión química
necesaria que provoque el estado de embriaguez que lo deleita.
Puede
penetrar y penetra en los salones y tabernas, donde se mete dentro del cuerpo
de un borracho que está vivo, para de este modo obtener lo que desea, aunque de
segunda mano, por así decirlo, y por lo tanto puede incitar a su víctima a
beber más y más. Sin embargo, no hay real satisfacción. Ve el vaso lleno sobre
el mostrador, pero la mano del espíritu es incapaz de levantarlo y llevarlo a
los labios.
De
este modo sufre el suplicio de Tántalo hasta el momento en que comprende la imposibilidad
de satisfacer su bajo deseo. Y al llegar a ese momento, se encuentra libre de
dicho deseo, por lo menos en lo que concierne a tal vicio.
No
ha sido purgado de esta mal con intervención dé una airada deidad o de un
demonio convencional envuelto en llamas del infierno y el tridente para aplicar
el castigo, sino bajo una ley inmutable de dar a cada uno lo suyo y que hace
cosechar lo que se siembra, sufriendo exactamente en la medida de sus vicios.
Si
su deseo por la bebida no era irreprimible, probablemente no echará de menos el
licor donde ve que no puede obtenerlo. Pero si por el contrario, sus deseos de
beber eran vehementes y vivía simplemente para beber, entonces sufrirá
horribles torturas del infierno sin necesidad de verse envuelto en llamas.
De
este modo la pena experimentada en la conjura de su mal será exactamente
similar a la energía empleada en contraer tal vicio, así como la fuerza con la
cual una piedra lanzada al aire golpea a la tierra al caer es proporcional a la
energía empleada para arrojarla al aire.
(Esto
es incorrecto ya que en el purgatorio los humanos no se liberan de sus vicios
tomando conciencia de ellos, como lo pretende Max Heindel, sino que los
maestros explicaron que la persona se divide en dos: su parte buena asciende al
cielo, y su parte mala queda en el purgatorio como un desecho que
progresivamente se irá desintegrando.)
De
todos modos, no está en el ánimo de Dios "vengarse"; el amor es más
elevado que la ley, y en su maravillosa misericordia y solicitud por nuestro
bienestar ha abierto el camino del arrepentimiento y la reforma, por medio de
lo cual podamos obtener el perdón de los pecados, como se nos ha enseñado por
el Señor del Amor que es Cristo.
No,
en verdad, contrariamente a la ley, porque sus leyes son inmutables, sino mediante
la aplicación de una ley superior, por la cual lo conseguimos aquí, pues de lo
contrarío estaría demorado hasta la hora de la muerte y forzado el día de la
liquidación de cuentas. Y el método es el siguiente:
En
nuestra definición acerca de la memoria subconsciente hemos visto que un
registro de cada acto, pensamiento y palabra se transmite por el aire y el
éter, penetra en nuestros pulmones y de ahí va a la sangre, para quedar
finalmente inscrito en una tablilla del corazón: un diminuto átomo simiente, el
cual forma de este modo el libro de los Ángeles del Destino. Se explicó después
como este panorama de la vida se graba en el cuerpo de deseos y forma las bases
de la retribución después de la muerte.
Pues
bien, cuando hemos cometido un error y, en consecuencia, nuestra conciencia nos
acusa de él y esta acusación es producto de un sincero arrepentimiento seguido
de la reforma, entonces la imagen de aquel error se disipará gradualmente de este
registro de nuestra vida. Y de este modo, cuando muramos, no estará allí para
acusarnos.
Notamos
también que el panorama de la vida se desarrolla hacia atrás, justamente a
renglón seguido de la muerte. Luego, en la vida durante el purgatorio, pasa
este panorama otra vez ante la visión espiritual del hombre, quien entonces
experimenta exactamente el mismo sentimiento que aquel a quien ofendió.
Percibe
que pierde su propia identidad en aquel momento y asume el estado de su
víctima, experimentando todo el sufrimiento físico y mental que infligió a los
otros. Y por este procedimiento aprende a ser misericordioso en vez de cruel, y
a obrar rectamente en vez de perjudicar a los que se pongan en contacto con él
en una vida posterior.
Pero
si se despierta a una realización o comprensión completa del mal antes de la
muerte, entonces, como ya hemos dicho, el sentimiento de dolor de su víctima y
la restitución en forma de desagravios que haga de su propia voluntad hacen
innecesario el sufrimiento después de la muerte, y he aquí como sus pecados son
perdonados.
(Esto
es falso, porque el karma negativo se revisa en el plano físico, no en el
purgatorio. Y el arrepentimiento no te libera del karma negativo, sino que te
permite poder compensarlo de manera constructiva.)
4. EL PRIMER CIELO
En
el Primer Cielo, el cual está colocado en las regiones superiores del Mundo del
Deseo el panorama de la vida vuelve a proyectarse y a revelarnos todas las
escenas en que procuramos ayudar o beneficiar a los demás.
No
hubo ninguna sensación de esas imágenes en el momento de ser revistadas en las
regiones inferiores, porque los deseos más elevados no se pueden expresar en la
grosera materia de que están compuestas las regiones más bajas del Mundo del
Deseo, pero cuando el espíritu asciende al Primer Cielo colecta de cada escena
todo el bien que realizó en la vida.
Sentirá
el reconocimiento exteriorizado por aquellos a quienes ayudó, y al ver alguna
escena en la que él fue el favorecido y sintió por tal favor el debido agradecimiento,
volverá a sentir nuevamente la misma gratitud. Todas estas sensaciones se
amalgaman en el espíritu para servir, en una vida futura, de incentivo para el
bien, y como resultado de todo esto el alma se purga del mal en el purgatorio y
se robustece para el bien en el Primer Cielo.
(Todo
esto que dice Max Heindel es falso ya que el primer cielo se
encuentra ubicado en el plano mental y no en el mundo de los deseos; y los maestros explicaron que cuando los humanos ascienden al cielo, ellos
van a soñar con aquello que los haga más felices, y por consiguiente no
necesariamente será con el bien que ellos hicieron en la Tierra.)
En
una región, el extracto del sufrimiento se convierte en conciencia para
contenernos de hacer mal; en la otra, la quintaesencia del bien se transmuta en
benevolencia y altruismo, que son las bases de todo progreso de verdad. Además,
el purgatorio no solo está muy distante de ser un lugar de castigo, sino acaso es
el reino más benéfico de la naturaleza, porque a causa de la purgación operada
allí, nacemos inocentes vida tras vida.
Las
tendencias para cometer el mismo pecado por el cual sufrimos en él, permanecen
con nosotros, y las tentaciones para cometer los mismos errores nos asaltarán
en nuestro camino hasta que hayamos aprendido conscientemente a dominar el mal
aquí, pero la tentación, no obstante, no es pecado, pues el pecado consiste en
caer en la tentación.
Entre
los habitantes del mundo invisible hay una clase que vive una vida en extremo
dolorosa, algunas veces durante cierto número de años, y esta clase es la de
los suicidas, que intentaron escapar de la escuela de la vida. Sin embargo no
es un Dios airado o un demonio malévolo quienes les infligen los castigos,
repetimos, sino la ley inmutable que somete a todo suicida a los sufrimientos
correspondientes a cada distinto caso.
Hemos
dicho anteriormente, al referirnos al Mundo del Pensamiento, que cada forma en
este molde vibratorio emite un sonido armonioso determinado. Este sonido atrae
y constituye a la materia física en la forma que nosotros vemos, tal como
cuando ponemos un poco de arena sobre un cristal plano y frotamos su borde con
un arco de violín, vemos que la arena forma figuras geométricas distintas, las
cuales mudan de aspecto a medida que cambia el frotamiento con el arco y, por
lo tanto, el sonido que emite.
El
diminuto átomo colocado en el corazón es la muestra y el centro alrededor del
cual se agrupan los átomos de nuestro cuerpo. Cuando aquél se retira del cuerpo
al morir, dicho centro forma un vacío, y aunque el arquetipo continúa vibrando
hasta que se llega al límite de nuestra vida, como hemos dicho anteriormente,
no puede arrojarse ninguna materia en aquella forma hueca del arquetipo, y por
lo tanto, el suicida sufre una situación angustiosa, horrible, un dolor como de
sentirse vacío, una tortura que solo puede compararse a la sensación del
hambre.
En
este caso el intenso sufrimiento continuará el mismo tiempo que el individuo
debió vivir naturalmente en su cuerpo y hasta que al expirar ese lapso, el arquetipo
sufra el mismo colapso que se sufre en el caso de morir en la forma común.
Entonces
cesa el dolor del suicida y comienza el período de expiación, como lo hacen los
que mueren de muerte natural. Pero el recuerdo de los sufrimientos
experimentados como consecuencia del acto del suicidio permanecerá con él en
vidas futuras y lo librarán de reincidir en semejante error.
(El
suicida no sufre a causa que el “átomo colocado en el corazón se haya retirado” como
lo pretende Max Heindel, ya que como lo señalé anteriormente ese átomo
permanente es una mentira inventada por Leadbeater. Y en realidad el suicida
continúa sufriendo simplemente porque destruyó su cuerpo físico, pero el resto
de su ser permanece existiendo.)
En
el Primer Cielo hay también otra clase que no tiene ninguna existencia
purgatorial y que lleva una vida excepcionalmente feliz, y son los niños.
Nuestros hogares pueden afligirse más allá de todo consuelo cuando la delicada
flor se troncha y el rayo de Sol que nos lo trajo se ha eclipsado. Pero si
pudiéramos observar la preciosa existencia que llevan estas criaturas y
supiéramos los grandes beneficios que logran durante su limitada estancia allí,
nuestra tristeza sería al menos aliviada en gran parte y la herida abierta en
nuestro corazón se cicatrizaría más rápidamente.
Además,
como nada en el mundo acontece sin la debida causa, hay pues, una razón de
mucho más peso para la mortalidad infantil de lo que estamos acostumbrados a considerar,
y a medida que la comprendamos seremos capaces de ir evitando para el futuro el
doloroso espectáculo que damos cuando perdemos a uno de estos tiernos seres
queridos.
(Esto
también es incorrecto, ya que los niños efectúan el mismo trayecto que los
adultos, pero al haber vivido menos tiempo, su estancia en el cielo va a ser
más corta antes de volver a reencarnar. Y como lo precisé anteriormente, los
eventos que no estaban previstos también ocurren.)
Para
comprender la causa debidamente, debemos retroceder a las experiencias de los
moribundos en la hora de la muerte. Recordemos que el panorama de la vida
pasada se graba en el cuerpo de deseos durante un período que varía de unas
cuantas horas a tres días y medio, desde el momento preciso de expirar.
Consideremos
también que depende de la profundidad de la grabación la claridad de tal imagen
y que cuanto más vivido sea el panorama de la vida, tanto más intensamente
sufrirá el espíritu en el purgatorio y gozará después en el Primer Cielo, así
como que a mayor dolor en el purgatorio más fuerte será la conciencia en la
próxima vida.
Explicamos
también el modo en que los horrores de la muerte en el campo de batalla, en un
accidente u otras circunstancias horrorosas evitarían que el espíritu pusiera
toda su atención en el panorama de la vida que empieza a proyectarse ante él,
con el resultado de que solo se producirá en el cuerpo de deseos una ligera
impresión de sus imágenes, seguida de unas vagas e insípidas existencias en el
purgatorio y en el Primer Cielo. Asimismo dijimos que las lamentaciones histéricas
en la cámara mortuoria producirían el mismo efecto.
Un
espíritu que escape de este modo a los sufrimientos proporcionados a sus
equivocaciones y que tampoco experimente los placeres relativos al bien que
haya hecho, no tendrá una conciencia bien desarrollada, ni será tan benévolo
como debiera, y por lo tanto, la vida terminada bajo tales condiciones, sobre
las que el espíritu no tiene control, será parcialmente inútil.
Los
grandes guías de la humanidad, por consiguiente, toman las medidas necesarias
para contrarrestar semejante calamidad y evitar una injusticia. Y para ello, el
espíritu es obligado a renacer, dando ocasión de que muera en la infancia para
que vuelva a entrar en el Mundo del Deseo, donde en el Primer Cielo se le
enseñan las lecciones de las que se vio privado.
Como
quiera que el Primer Cielo está localizado en el Mundo del Deseo —el cual es el
plano de la luz y del color—, en el que la materia es rápidamente moldeada y
conformada por el pensamiento. A los niñitos se les regalan maravillosos
juguetes imposibles de ser construidos aquí. Se les enseña el modo de jugar con
los colores que actúan sobre sus caracteres morales en la medida requerida
exactamente por cada niño.
Cualquiera
que tenga alguna sensibilidad, está afectado por el color de sus vestidos y de
las cosas que lo rodean. Algunos colores tiene un efecto depresivo, mientras
que otros nos inspiran energía, y otros más, por su parte, nos confortan por
medio de su efecto sedante sobre nuestras naturalezas.
En
el Mundo del Deseo el efecto de los colores es bastante más intenso, allí son
factores mucho más poderosos para el bien y para el mal que aquí, y en este
juego de colores el niño asimila inconscientemente las cualidades que no pudo
adquirir en razón del accidente sufrido o por los lamentos de sus familiares.
Ocurre
también con frecuencia que le toque en suerte a alguno de esos allegados tener
que cuidar de un niño en el mundo invisible o quizás tener que nacer entre
niños nuevamente y morir poco tiempo después. De tal modo, estas familias
reciben la sanción por el error cometido.
(Todo
esto que aseveró Max Heindel es falso ya que como lo señalé más arriba, el
entorno no influye en la calidad de los recuerdos, los humanos entran en un
profundo sueño después de fallecer, y el primer cielo se encuentra ubicado en el
Devachan no en el kama-Loka.)
5. EL SEGUNDO CIELO
Cuando
tanto el bien como el mal de una vida han sido extraídos, el espíritu desecha
el cuerpo de deseos y asciende al segundo cielo.
(Esto
es incorrecto ya que los maestros explicaron que muy poco humanos logran en la
actualidad ascender al segundo cielo.)
El
cuerpo de deseos comienza entonces a desintegrarse, como lo hicieron el cuerpo
denso y el cuerpo vital; pero una característica de la materia de deseos es que
una vez formada e insuflada con vida, suele persistir durante un considerable
lapso. Aun después que se ha ido el hálito vital, vive una vida semi-inconsciente
e independiente.
(Esto
también es incorrecto debido a que si la persona es muy espiritual, entonces su
cuerpo de deseo se desintegra rápidamente.)
Algunas
veces este cuerpo es atraído por una fuerza magnética a los familiares de la
persona que lo poseyó y que fue su vestidura. En las sesiones espiritistas estos
caparazones personalizan al espíritu que se marchó, y de este modo engañan a
los allegados.
Como
el panorama de la vida pasada está grabado en dichos caparazones, ellos recuerdan
los incidentes ocurridos relacionados con tales eventos. Pero como quiera que
la inteligencia no subsiste, son incapaces de dar algún consejo de valor
cierto, y esto explica las insípidas y ñoñas estupideces que manifiestan esos “espíritus”.
Al
pasar del primero al segundo cielo, el humano experimenta las condiciones
conocidas y ya descritas como "El Gran Silencio" donde aquél se halla
totalmente solo y consciente únicamente de su divinidad.
Y
cuando ese silencio se rompe, flotan sobre el humano armonías celestiales del
mundo del tono, donde está localizado el segundo cielo. Parece como si se
bañara en un océano de sonidos y entonces experimenta una alegría imposible de
expresar con palabras, puesto que se halla cerca de su hogar celestial, ya que
este es el primero de los planos espirituales de los que el espíritu ha sido
desterrado durante su vida terrenal.
En
el Mundo del Deseo su misión fue la de corregirse, pero en el Mundo del Pensamiento,
el espíritu humano se une con las fuerzas de la naturaleza y comienza su actividad
creadora.
Bajo
la ley de Causación, cosechamos exactamente lo que hemos sembrado, y sería tan
injusto poner a un espíritu en un ambiente donde haya muy pocas de las
condiciones que necesite, en un punto en que un sol abrasador agoste los
sembradíos y mueran de inanición millones de seres, o donde una inundación diluvial
arrastre habitaciones primitivas que no están construidas para resistir la
furia de tales elementos, como llevar a otro espíritu a una tierra de
abundancia, con un suelo fértil que produce el máximo con el mínimo de trabajo,
y rica en minerales que pueden ser utilizados en la industria para fabricar
vehículos que faciliten el transporte de los productos del suelo de un lugar a
otro.
Si
nosotros fuéramos colocados de este modo sin cálculo, ni acción o aquiescencia
por nuestra parte, no habría justicia en ello; pero, tal como nuestra
existencia post mortem en el purgatorio y en el primer cielo está basada en
nuestra actitud moral en esta vida, así nuestras actividades en el segundo
cielo se hallan determinadas por nuestras aspiraciones mentales, y ellas
producen nuestro futuro ambiente material, pues en el segundo cielo el espíritu
se una a las fuerzas de la naturaleza, las cuales trabajan sobre la tierra y cambian
su clima, su flora y su fauna.
Un
espíritu indolente que pasa el día soñando y en especulaciones metapsíquicas
aquí, no es transformado por la muerte respecto a su actitud mental ni tampoco
en lo que concierne a sus propensiones morales. En el cielo también derrochará
el tiempo soñando, recreándose con sus maravillosos panoramas y deleitándose
con la música celestial. Por lo tanto, se olvidará de trabajar sobre su futuro
país y retornará a una tierra estéril y árida.
En
cambio, los humanos que tienen aspiraciones materiales que los impelen a desear
las comodidades del hogar; las que tratan de promover grandes industrias y
aquellos cuyas inquietudes giran en torno al comercio, lograrán formar en el
cielo una tierra que se adapte a sus propósitos: fértil, con ricos minerales,
ríos navegables y bahías acogedoras.
Con
el tiempo volverán a la Tierra para gozar los frutos de sus actividades en el
segundo cielo, al igual que al morir, se cosechan los resultados de la vida
terrenal en el purgatorio y en el primer cielo.
(Todo
esto que dice Max Heindel es falso porque como ya lo señalé antes, los maestros
precisaron que los humanos se la pasan durmiendo y soñando durante su estancia
en el cielo.)
6. EL TERCER CIELO
En
el tercer cielo muchas personas tienen escasa conciencia, por las razones dadas
al referirnos a la Región del Pensamiento abstracto, pues aquí está localizado
el tercer cielo. Es por lo tanto, un punto de transición en que el espíritu
descansa entre el momento en que sus actividades en el segundo cielo han terminado
y la hora en que nuevos deseos de adquirir experiencias lo impelan a buscar el
renacimiento.
Pero
desde este plano los inventores traen sus ideas originales, los filántropos
tienen la clara visión del modo de llevar a cabo sus utópicos sueños y las
aspiraciones espirituales de la mente santa reciben nuevos ímpetus y aliento.
Con
el tiempo, los deseos del espíritu hacia nuevas experiencias lo atraen hacia
atrás, para renacer, y los grandes Seres Celestiales que son conocidos en la
religión cristiana como los Ángeles del Destino asisten al espíritu a fin de
que vaya a nacer en el punto que mejor se adapte a su idiosincrasia con el
propósito de que tenga las experiencias necesarias al desarrollo ulterior de
sus potencias y capacidad.
Todos
nosotros hemos estado aquí en la Tierra muchas veces y entre diferentes
familias; todos hemos cultivado relaciones de distinta naturaleza con
muchísimas personas, y por regla general hay varias familias entre las cuales
podemos buscar la reincorporación para realizar nuestro autogenerado destino y cosecharlo
que hayamos sembrado en la vida anterior.
Si
no hay razones especiales por las cuales debamos nacer en una familia
determinada, entre determinados amigos o enemigos, se permite que el espíritu
elija por sí mismo el lugar de nacimiento. Así pues, puede decirse que la
mayoría de nosotros estamos en los sitios en que nos encontramos por nuestra
propia elección antenatal.
Con
objeto de ayudarnos en la elección, los Ángeles del Destino ponen a la vista
del espíritu un panorama de cada una de las vidas en perspectiva, en líneas
generales. Este panorama mostrará cuáles de nuestras deudas han de ser
liquidadas en la próxima encarnación, y qué frutos nos será dable cosechar en
la misma vida.
El
espíritu queda en libertad de elegir entre las distintas vidas que se le
ofrecen. Pero una vez hecha su elección no es posible retroceder ni eludir la
preferida. Tenemos libre albedrío acerca del futuro, pero el destino maduro del
pasado no podrá desviarse, según se desprende del incidente registrado en el Concepto
Rosacruz del Cosmos.
En
efecto, el escritor advirtió a un conferenciante muy conocido en Los Ángeles
que si él abandonaba el hogar en un día determinado sufriría un accidente de
ferrocarril, del cual resultaría herido de la cabeza, el cuello, el pecho y los
hombros. Aquel caballero agradeció la advertencia y pensó hacer caso de lo que
se le decía.
Sin
embargo, el día fatal fue a la Sierra Madre para dar una conferencia y resultó
herido en las partes indicadas de resultó de una colisión ferroviaria. Luego,
al reponerse, explicó su cambio de actitud diciendo: "Yo me confundí; creí
que el día veintiocho era el veintinueve."
Después
que el espíritu ha hecho su elección desciende al segundo cielo, donde es
instruido por los Ángeles y Arcángeles acerca del modo de construir un
arquetipo del cuerpo que después ha de habitar en la Tierra.
También
aquí vemos la manifestación de la gran ley de justicia, la cual dispone que cosecharemos
lo que hayamos sembrado. Si nuestros gustos son groseros y sensuales, construiremos
un arquetipo que expresará a su tiempo estas cualidades; si, por el contrario,
somos de gustos refinados y ascéticos, haremos el arquetipo que corresponda,
pero nadie puede obtener un cuerpo más perfecto del que sea capaz de idear.
Entonces,
al igual que un arquitecto que construye una casa en la cual ha de vivir, sufrirá
molestias e incomodidades si se olvida de darle la debida ventilación, así
también el espíritu se siente enfermizo en un cuerpo construido pobremente. Tal
como el arquitecto aprende a subsanar los olvidos y equivocaciones, y los
remedia en la construcción de una nueva casa, así también el espíritu que sufre
por las deficiencias de su cuerpo aprende con el tiempo a preparar un vehículo
más eficiente.
(Todo
esto que dice Max Heindel también es falso porque los humanos no son los que se
ocupan de elaborar el entorno en el cual van a reencarnar, ya que ese
trabajo lo efectúan los elementales.)
7. EL PROCESO DE REENCARNACIÓN
En
la Región del Pensamiento concreto el espíritu también atrae hacia sí los
materiales para una nuevo cuerpo. Al igual que un magneto atrae las limaduras
de hierro, pero deja otras substancias, así cada espíritu solo atrae la clase
de materia mental que usó en su vida previa, más aquello que haya aprendido en
su estado actual post mortem.
Después
desciende al Mundo del Deseo, donde reúne el material necesario para su nuevo
cuerpo de deseos, de modo que pueda expresar adecuadamente sus características morales,
y por último atrae una cierta cantidad de éter que se incorpora al molde del
arquetipo construido en el segundo cielo y sirve de cemento entre los
materiales sólidos, líquidos y gaseosos de los cuerpos de los padres, quienes
forman el cuerpo físico denso del niño y el cual en su día viene a la luz de este
mundo.
8. NUEVO NACIMIENTO Y VIDA DEL NIÑO
No
debemos imaginarnos, no obstante, que cuando nace el tierno niño, ha terminado
todo el proceso. El cuerpo físico es el que ha tenido una evolución más larga,
y al igual que un zapatero que ha trabajado en su oficio durante muchos años es
más experto que un aprendiz y puede hacer mejores zapatos y más de prisa, así
también el espíritu que ha construido muchos cuerpos físicos los hace más
rápidamente.
Como
el cuerpo vital es una adquisición posterior del ser humano, no somos tan
expertos en la construcción de este vehículo. En consecuencia, se necesita más
tiempo para construirlo con los materiales que no se han usado en la formación
de la línea del arquetipo, y el cuerpo vital no nace hasta los siete años. Entonces
comienza el periodo del crecimiento rápido.
El
cuerpo de deseos es una adición posterior del hombre compuesto y su nacimiento
no tiene lugar hasta los catorce años, cuando la naturaleza de deseos se
expresa a sí misma más frecuentemente durante la llamada "ardorosa"
juventud, y la mente, que es lo que hace al hombre, hombre, no se revela plenamente
hasta los veintiún años.
(Aquí
Max Heindel dice muchas mentiras, las cuales he detallado en este otro
capítulo: link.)
CONCLUSIÓN
Como ustedes mismos
lo pudieron constatar, desafortunadamente las explicaciones que dio Max Heindel
sobre lo que sucede después de morir contienen muchos errores y falsedades.