En
este artículo Blavatsky explica las razones por las que no puede haber escuelas
de esoterismo iniciáticas que sean accesibles al público, y advierte sobre las
organizaciones fraudulentas que pretenden serlo.
LOGIAS DE
MAGIA
“Cuando
la ficción se manifiesta, agradando la vista, La humanidad creerá, porque ama
la mentira. Sin embargo, si la Verdad se obscurece, frunciendo el entrecejo, Se
debe recurrir a pruebas solemnes para trasmitirla.”
(Churchill)
Uno
de nuestros amigos más estimados en la búsqueda oculta, ha planteado la
cuestión concerniente a la formación de “Logias
de trabajo”
en la Sociedad Teosófica, para que sirvan a fin de desarrollar el adeptado (que
es el sendero iniciático que conduce hacia la adquisición de los poderes y el
conocimiento divino).
Pero
desafortunadamente durante el curso del movimiento teosófico se ha demostrado,
no una vez, sino una plétora de veces, la imposibilidad práctica de forzar este
proceso. Es duro contener la impaciencia natural de la gente por descorrer el
velo del Templo.
Obtener el conocimiento divino, como
el premio en un examen clásico, mediante un sistema de entrenamiento y
abarrotamiento, es el ideal del principiante promedio en el estudio de lo
oculto, pero no para niveles más avanzados.
Y
cuando los fundadores de la Sociedad Teosófica rechazaron fomentar tales
esperanzas falsas, esto condujo a la formación de Fraternidades ficticias, como
la llamada “Fraternidad de Luxor”; las cuales especulan con la credulidad humana.
El siguiente manifiesto que hace algunos años capturó a algunos de nuestros
amigos y teósofos más sinceros, ha sido un anzuelo suculento para los simplones.
« Los
estudiantes de la ciencia oculta, los buscadores de la verdad y los teósofos
que pueden haberse sentido decepcionados en sus expectativas acerca de la
Sabiduría Sublime, suministrada libre y gratuitamente por los Mahatmas hindúes,
son invitados cordialmente a enviar sus nombres a […]
Una
vez se hayan considerado aptos, podrán ser admitidos, después de un breve
período de prueba, como Miembros de una Fraternidad Oculta, la cual no se ufana
por su conocimiento y logros, pero enseña gratuitamente (en realidad entre 1 y
5 esterlinas por carta) y sin reserva (la parte más detestable del “Eulis” de
P.B. Randolph) todo lo que ella encuentra meritorio impartirles (es decir:
enseñanza con fines de lucro: el dinero va a los instructores y los extractos
de Randolph y otros vendedores de “filtros amorosos” a los discípulos.) » (1)
(Nota
de Cid: lo que hay en paréntesis en el texto de arriba son comentarios que añadió
Blavatsky.)
Si
lo que se rumora es verdadero, algunos de los distritos rurales ingleses,
especialmente en Yorkshire, hormiguean de astrólogos y adivinos fraudulentos,
los cuales pretenden ser teósofos para estafar mejor a la clase alta de
clientes crédulos, en lugar de sus usuales víctimas: las sirvientas y la
juventud inexperta.
Por
consiguiente si siguiéramos la sugerencia de esa carta a los editores de esta
revista, según la cual deberíamos formar “logias de magia”, sin haber tomado
las precauciones más rigurosas a fin de admitir sólo los mejores candidatos en
calidad de socios, la vil explotación de los nombres y las cosas sagradas se
centuplicaría.
En
esta coyuntura y antes de incluir la carta de nuestro amigo, la editora de esta
revista quiere informar a sus compañeros que jamás, ni en la forma más remota,
tuvo algún nexo con la llamada H.H.L. (Hermandad Hermética) de Luxor) y
cualquier información contraria es falsa y deshonesta.
Existe
un grupo secreto cuyo diploma o certificado de membrecía lo posee sólo el
Coronel Olcott entre los hombres modernos de raza blanca, grupo al que la
autora de “Isis Develada” llamó la
“Hermandad Hermética de Luxor” por conveniencia (2), sin embargo los Iniciados lo
conocen con otro muy diferente, al igual que el
personaje conocido por el público bajo el seudónimo de "Koot Hoomi" (Kuthumi)
recibe un nombre totalmente diferente entre sus conocidos.
Si
dijera el nombre verdadero de esa sociedad, dejaría atónitos a los estudiantes
fálicos eulianos de la “Hermandad
Hermética de Luxor”. Pero jamás y bajo ninguna circunstancia se revelan al
profano los auténticos nombres de los Adeptos, Maestros y de las verdaderas Escuelas
Ocultas. Asimismo, sólo los dos fundadores principales de la Sociedad Teosófica
son los depositarios de los nombres de los personajes mencionados en conexión
con la Teosofía moderna.
Y
después de este preámbulo, pasemos a la carta de nuestro corresponsal que nos
escribió lo siguiente:
« Un
amigo mío, un místico congénito, tuvo la intención de formar con otros
individuos, una rama de la Sociedad Teosófica en la ciudad en que vive. La
dilación que el proyecto tuvo me sorprendió; le escribí preguntándole el por
qué de esto y él me contestó que había oído decir que la Sociedad Teosófica se
limitaba a reunirse y a hablar sin hacer nada práctico.
Siempre
pensé que la Sociedad Teosófica debía tener Logias en las cuales se hacía algo
práctico. Cagliostro entendió bien este anhelo humano por algo tangible cuando
instituyó el Rito Egipcio y poniéndolo en práctica en varias logias
francmasonas.
Este
condado integra muchos lectores de vuestra revista. Quizá en sus páginas se
encuentre una sugerencia para los estudiantes a fin de formar tales logias por
sí solos, y uniendo sus voluntades tratar de desarrollar ciertos poderes entre
uno de ellos para que luego se extiendan a todos.
Estoy
seguro que muchos afluirán a este tipo de Logias, creando un gran interés por la
Teosofía.
“A.” »
Esta
nota de nuestro venerable y erudito amigo, es ecoica de las voces del noventa y
nueve por ciento de los miembros de la Sociedad Teosófica; sólo el uno por
ciento tiene la idea exacta de la función y del propósito de nuestras Ramas.
El
error tajante que generalmente se comete, consiste en la concepción del
adeptado y del camino que conduce hacia ahí. Entre todas las empresas
imaginables, la de tratar de volverse un adepto es la más difícil ya que en
lugar de realizarse dentro de algunos años o una vida, requiere de la lucha
incesante a lo largo de una serie de varias reencarnaciones, salvo en casos tan
raros, que ni valdría la pena considerarlos como excepciones a la regla
general.
Es
cierto que los registros históricos muestran que un número de los adeptos indos
más respetados, se convirtieron en tales a pesar de haber nacido en las castas
más ínfimas y aparentemente más improbables. Sin embargo es consabido que su
progreso ascendente se desarrolló a lo largo de muchas encarnaciones previas, y
por consiguiente cuando nacieron por última vez, debían cumplir sólo con las
pequeñeces de la evolución espiritual, antes de volverse grandes adeptos
vivientes.
Y
por supuesto, nadie puede decir si uno o todos los posibles miembros de la
logia cagliostrana ideal del amigo de
“A”, ya puedan estar listos para el adeptado; sin embargo la posibilidad no es
suficientemente buena como para considerarla, debido a que la civilización
occidental parece desarrollar más bien guerreros que filósofos, militares
carniceros que iluminados.
El
proyecto que propone “A” tiende más a desembocar en la mediumnidad, que en el
adeptado. Y es casi seguro que no hay un miembro de dicha logia que haya
permanecido casto desde la adolescencia e inmune al uso de los intoxicantes.
Por no hablar de la impermeabilidad del candidato a los efectos contaminantes
de las influencias malas que fluyen del medio ambiente social.
Entre
los requisitos indispensables para el desarrollo psíquico, incluidos en los manuales
místicos de todos los sistemas religiosos orientales, se enumera: un lugar, una
dieta, una compañía y una mente puras.
¿Podría “A”
garantizar todo esto?
Es
ciertamente deseable que existiera alguna escuela de instrucción para los
miembros de la Sociedad Teosófica, y si el trabajo y los deberes puramente
exotéricos de los fundadores hubiesen sido menos absorbentes, es probable que
la hubiéramos instituido hace mucho tiempo. Pero no para una instrucción
práctica, como lo hizo Cagliostro; el cual precipitó sobre si mismo sufrimientos
profundos, sin dejar una huella definida que invite a repetir su tentativa hoy
en día.
Una
máxima oriental dice: “cuando el discípulo está listo, el maestro aparece.” Los
Maestros no tienen que reclutar gente en logias especiales en vuestro condado,
ni instruirlos mediante “sargentos místicos”, el tiempo y el espacio no
constituyen una barrera entre ellos y el aspirante, ya que donde el pensamiento
puede pasar, ellos pueden llegar.
¿Por qué un cabalista
erudito como “A” ha olvidado todo esto?
Que
él tenga presente que el adepto potencial puede existir en todos los estratos
sociales y que un pobre desamparado que mendiga su comida puede ser una “alma
más blanca” y más atractiva para el adepto, que el obispo común y corriente en
su sotana o el ciudadano culto en su traje costoso.
Para
la extensión del movimiento teosófico que es un canal útil para irrigar los
páramos del pensamiento contemporáneo con las aguas de la vida, se necesitan
ramas por todas partes. No simples grupos de simpatizantes pasivos como el
ejército durmiente de los que van a las iglesias y cuyos ojos están cerrados
mientras el “diablo” hace lo que quiere. No, éstos no son los que necesitamos;
sino Ramas activas, alertas, dedicadas y altruistas, cuyos miembros no delata su
egoísmo preguntándose constantemente: “¿Qué beneficio nos trae unirnos a la
Sociedad Teosófica y cuánto podría dañarnos?”, sino que se preguntan: “¿podemos
hacer un bien sustancial a la humanidad, trabajando en esta buena causa con
todos nuestros corazones, mentes y fuerza?”.
Si
“A” persuadiera a sus amigos, que pretenden tener tendencias al ocultismo, a
considerar la cuestión desde este punto de vista, eso los beneficiaría mucho.
La Sociedad Teosófica puede seguir su curso sin ellos; pero ellos no pueden
permitirle que lo haga.
¿Es, además
beneficioso discutir la cuestión de si una Logia debe recibir, siquiera, la
instrucción teórica, hasta que se pueda estar seguro de que todos los miembros
acepten las enseñanzas como procedentes de la misma fuente?
Una
mente llena de ideas preconcebidas, prejuicios o sospechas, no puede absorber
la verdad oculta debido a que es algo que se percibe más mediante la intuición
que por la razón, ya que su naturaleza es espiritual y no material. Y la
constitución de algunos se encuentra tan opacada que eso no les permite adquirir
el conocimiento ejerciendo las facultades espirituales.
En
la Sociedad Teosófica se anidan muchos de éstos, los cuales integran el grupo
de los descontentos. Muy pronto, estas personas se persuadieron que las
enseñanzas sucesivas, procedentes de la misma fuente de las anteriores, eran
falsas o habían sido tergiversadas por los chelas (discípulos) o por terceros.
El resultado natural es la sospecha y el desacuerdo, y podríamos decir que la
atmósfera psíquica es perturbada, produciendo una reacción nociva hasta en los
estudiantes más firmes.
A
veces, la vanidad ofusca lo que al principio era una fuerte intuición; en
realidad la mente se clausura ante la admisión de una nueva verdad y el
estudiante que aspira, retrocede al punto de partida. Al haber llegado a alguna
conclusión propia sin haber estudiado el tema plenamente y antes de que la
enseñanza haya sido impartida al estudiante en su totalidad, su tendencia una
vez probado su error consiste en escuchar sólo la voz de su amor propio,
aferrándose a sus conceptos ya sean correctos o equivocados.
El
Señor Buda en particular advirtió a sus oyentes contra la tendencia de formar
creencias basándose sobre la tradición o la autoridad y antes de haber
profundizado en el tema.
He
aquí un ejemplo: un corresponsal nos pregunta por qué no debería “ser libre de
sospechar que algunas de las llamadas cartas precipitadas son fraudulentas”;
avalando su posición de esta manera: mientras que algunas de esas tienen para
él el sello de la autenticidad innegable, en cambio otras, debido a su
contenido y estilo parecen imitaciones.
Esto
equivale a decir que él tiene una intuición espiritual tan exacta que puede
detectar la carta verdadera de la falsa, aunque jamás haya conocido un Maestro,
ni se le haya otorgado alguna clave para poner a prueba su presunta
comunicación. La consecuencia inevitable de la aplicación de su juicio inexperto
en estos casos, lo inducirá muy probablemente a declarar falso lo que es genuino
y genuino lo que es falso.
Entonces,
¿A qué criterio se
puede recurrir para decidir entre una carta “precipitada” y otra que no lo es?
¿Quién puede decirlo,
si no sus autores o los que ellos emplean como amanuenses (o sea sus discípulos)?
Desde
luego sólo una de entre cien cartas “ocultas” es ológrafa del Maestro y éstas
se envían bajo su nombre y directivas, ya que los Maestros no las necesitan ni
tienen el tiempo para escribirlas. Además cuando un Maestro dice: “he escrito
esa misiva”; significa simplemente que él dictó cada palabra ahí contenida,
imprimiéndola bajo su directa supervisión.
Por
lo general su disípalo cercano o distante es el que escribe (o precipita) las
cartas. Los Maestros imprimen en su mente las ideas que desean expresar, y si
es necesario, le ayudan en el proceso de precipitación o de impresión de
imagen.
La
exactitud de la transmisión de las ideas y el modelo de escritura imitado
dependen enteramente del estado de desarrollo del discípulo. Y el destinatario
no siendo un adepto, se queda en la disyuntiva de la incertidumbre ya que si
una carta es falsa, quizá no todas los sean debido a que con lo referente a las
pruebas intrínsecas, todas proceden de la misma fuente y todas se entregan
valiéndose de los mismos medios misteriosos.
Sin
embargo, existe otra condición implícita aun peor. Considerando todo lo que el
recibidor de cartas “ocultas” puede posiblemente saber y basándonos,
simplemente, en la probabilidad y la honestidad, el corresponsal invisible dispuesto
a tolerar una sola línea fraudulenta en su nombre, no le importaría si este
engaño se repitiera ilimitadamente. Y esto nos conduce a lo siguiente:
Las
llamadas cartas ocultas, avaladas por las mismas pruebas, deben ser
consideradas: o todas auténticas o todas falsas. Si se pone en entredicho la
procedencia de una, entonces a todas se les debe tratar de la misma manera. Por
lo tanto las series de cartas en las obras “El
Mundo Oculto”, “El Budismo Esotérico”,
etc., pueden ser fraudes, “engaños inteligentemente orquestados” y
“falsificaciones” y no existe razón para que no lo sean. Así las tildó el ingenioso,
sin embargo estúpido, agente de la Sociedad para la Investigación Psíquica, a
fin de elevar en la estima del público, la perspicacia “científica” y el
criterio de sus “jefes”.
Por
eso un grupo de estudiantes afines a un estado mental tan impermeable y sin un
guía del lado oculto que les abra los ojos a las trabas del estudio del
esoterismo, sin los requisitos que les acabo de describir en realidad no
adelantarían ni un paso.
¿Dónde están esos
guías, hasta ahora, en la Sociedad Teosófica?
“Ellos
son líderes ciegos que guían a otros ciegos” y ambos caen en el abismo de la
vanidad y de la arrogancia. La dificultad surge de la tendencia común a sacar
conclusiones de premisas insuficientes y a jugar a ser el oráculo antes de
haberse liberado de la Ignorancia, que es el anestésico psíquico más hipnótico.
NOTAS
1.
Los documentos son visibles en la oficina de la revista “Lucifer”: un manuscrito secreto (cuyo nombre del autor se ha omitido
por consideraciones pasadas) del “Gran Maestro Provincial de la Sección
Septentrional”. Y Aquí el título de uno de estos documentos: “Una Breve Clave a
los Misterios Eulianos”; es decir magia negra Tántrica sobre bases fálicas. No,
los miembros de esta Fraternidad Oculta “no se ufanan por su conocimiento o
logros”. Son muy astutos; sin embargo, mientras menos hablemos de ellos, tanto
mejor será.
2.
Véase la página 308 del segundo volumen de “Isis Develada” (en la versión
inglesa original). Se puede agregar que la “Hermandad de Luxor” mencionada por
Kenneth Mackenzie (véase su Enciclopedia Real Masónica) y cuyo centro está en
América, no tenía ningún nexo con la Hermandad que nosotros citamos y conocimos,
y como se verificó después de la publicación de “Isis Develada” en una carta que este difunto autor masónico escribió
a un amigo en Nueva York.
La
Hermandad con la cual Mackenzie tuvo contactos era una simple sociedad masónica
fundada sobre una base bastante más secreta
y como él declaró en la carta. Había oído
hablar de nuestra Hermandad pero
no sabía nada de ella, la cual teniendo una rama en Luxor (Egipto), nosotros
la llamamos con ese nombre a propósito.
Esto
indujo a algunos intrigantes a suponer que existía una Logia regular de Adeptos
con ese nombre, asegurando algunos amigos crédulos y ciertos teósofos, que la
“Hermandad Hermética de Luxor” que ellos orquestaron, era idéntica a la
original homóloga o una rama de ella, ¡que se suponía estar ubicada cerca de
Lahore! Pero eso fue una flagrante mentira.
(Lucifer, octubre de 1888)