El siguiente artículo apareció por primera vez en julio de 1953 en la revista “Theosophy”, la cual es la principal publicación mensual de la Logia Unida de Teósofos, y el texto continuaba con un pie de página que decía:
«
La pregunta es:
¿Estamos lo
suficientemente agradecidos hacia los sabios de la antigüedad por el zodíaco?
¿Tiene algún valor
moral conocer el simbolismo zodiacal?
Para
mayor información, el estudiante debe remitirse a los trabajos de H.P.
Blavatsky y William Q. Judge, de quienes se han recogido las aseveraciones para
la elaboración de este artículo. »
Hay
una gran cantidad de información valiosa contenida en este estudio, mucha de la
cual proviene de “La Doctrina Secreta”, un libro que a menudo no puede
estudiarse de forma suficientemente cuidadosa, ya que requiere de esfuerzo,
pero siempre valdrá la pena si se hace bien.
« La
mitología amerindia se asemeja al Génesis de la Biblia, ya que en las leyendas
de los dakotas, el “Primer Nacido” de
los sioux (al igual que Adán) se
cansó de vivir solo y por lo tanto formó un compañero para sí mismo (no como
pareja, sino sólo un hermano) y no a partir de una de sus costillas, sino de un
espigón que sacó de su gran dedo del pie, y éste fue el Pequeño Hombre...
Y
desde entonces su Hermano Mayor ha sido su guía en cada etapa del progreso
humano, desde la infancia hasta la adultez, y a partir de las normas que le entregó
su Gran Hermano y de los consejos que dio al Pequeño Hombre, podemos definir
muchas de nuestras creencias más profundas y costumbres más sagradas de nuestro
pueblo. »
(El
Espíritu de los Indios)
En
la simbología de La Doctrina Secreta también tenemos a nuestros “Hermanos
Mayores” y los más elevados de los Primeros Nacidos son las jerarquías que
diseñaron y construyeron el Universo (y a un nivel más pequeño y local tenemos
a las jerarquías que diseñaron y construyeron a la Tierra como también a todos
los seres que viven en ella).
Generalmente
a estos Hermanos Mayores las religiones los llaman “dioses y jerarquías
divinas”, mientras que los teósofos los llaman “Dhyani-Chohanes”, y ellos son las
inteligentes superiores a través de las cuales funcionan los “principios” del
Kosmos.
Existen
siete grandes jerarquías de Poderes Creativos los cuales están relacionados con
los siete rayos, y que a nivel de nuestro sistema solar “los siete de la escala
manifestada están conectados con los Siete Planetas”. Y de estos últimos, a su
vez surgieron los Manus y Progenitores de la humanidad quienes la han
desarrollado en sus diferentes aspectos (espiritual, psíquico, astral y físico).
Según
Platón, el Universo fue configurado por los Primeros Nacidos en base al dodecaedro
(que es un cuerpo geométrico que tiene doce caras).
Y esto es lo que se
representa en los 12 signos del zodíaco.
(Y
el esoterismo también aclara que si bien al comienzo se enseña que el Universo
es septenario, en una enseñanza más avanzada se revela que también es
doceavo, o sea que son doce las energías primordiales a partir de cuales se
crea todo lo que existe en el Universo.)
El
tiempo a nivel cósmico (lo que en el esoterismo se le llama “La Eternidad” o “la
Duración”) está marcado por grandes ciclos y en cada uno de esos ciclos ocurren
doce transformaciones (a las que le siguen parciales destrucciones provocadas alternadamente
por el fuego y por el agua).
Dichas
transformaciones comienzan a nivel metafísico y suprahumano, y terminan con la
naturaleza física de la Creación y los seres que viven en ella.
En
lo que concierne a nuestro planeta, esos cambios tienen lugar durante las
cuatro grandes eras (oro, plata, bronce y hierro) de la primera Mahayuga, y
los relatos míticos que hay sobre la Creación, los Diluvios y destrucciones similares
están relacionados con estos ciclos.
Dentro
de estos grandes ciclos hay ciclos más pequeños y así por ejemplo las doce
horas diurnas en la vida cotidiana de los humanos son el reflejo en pequeño de
los 12 periodos prototípicos de una “Eternidad”.
Y
a nivel oculto los doce signos del zodíaco representan la evolución espiritual
y psíquica de las razas humanas, así como las épocas y (en sus principales aspectos) las
divisiones del tiempo. Y esta estupenda concepción fue sintetizada por los
antiguos sabios en un solo diseño pictórico,
conocido como el Zodíaco (o el Cinturón Celestial).
(El zodiaco a nivel
esotérico es una síntesis de ese ciclo doceavo por el que pasa la Creación y
los seres que habitan en ella.)
Los
sabios enseñaron que los dioses y los humanos tienen su origen en el Uno
Universal, Eterno Inmutable que es la Unidad Absoluta.
Esta
Fuente inicial era denominada en la antigüedad “el Círculo del Cielo”, y en el
esoterismo se le representa simbolizado por un punto al interior de un círculo,
siendo dicho punto el Logos (también conocido como el Sol Espiritual Central).
Ese
punto es la Primera Causa que da origen a todo. Pero aquello de lo que emana ese punto (o más bien es su
expresión) era pasado de alto por esos antiguos Instructores. Y el “emanador”
es representado por el círculo, el cual a su vez es representado en la astrología por el gran círculo
zodiacal.
Y
es por eso que en la enseñanza esotérica de La Doctrina Secreta se hacen y responden las
siguientes preguntas:
« ¿Qué
es lo que siempre es? Respuesta: el Espacio o el
eterno Anupadaka (sin padres).
¿Qué es lo que siempre fue? Respuesta: la Semilla en la Raíz.
¿Qué es lo que siempre fue? Respuesta: la Semilla en la Raíz.
¿Qué
es lo que siempre va y viene? Respuesta: el Gran
Aliento.
Entonces, ¿hay Tres Eternidades?
No,
los tres son uno... » (DS I, p.11)
(Este
asunto lo explico en el capítulo: ¿Quién creó el Universo? Y para una mejor comprensión de la
simbolización esotérica que se emplea, sepan que Parabrahma es simbolizado por
la nada, Brahma es simbolizado por el círculo y el Logos es simbolizado por el
punto.)
A
Brahma a veces se le llama en el esoterismo “la Gran Madre” o “la Sustancia
Madre” ya que es la substancia homogénea verdaderamente primordial. Y de esa sustancia primordial surgió “el Huevo
Dorado” (Hiranyagarbha) que es el Sol
Espiritual Central del Universo (El Logos), y del cual a su vez emergieron todas las
jerarquías superiores e inferiores de las Fuerzas Creativas, los Poderes y los
progenitores divinos del Universo.
Es
por ello que se le designa muy acertadamente al “Espacio-Madre” como “la Madre
de los Dioses”, puesto que es desde su Matriz Cósmica que nacieron todos los
cuerpos celestiales, y la astronomía antigua inculcaba la idea de un origen
común para todos los cuerpos celestes (antes que Kepler, Newton y otros
científicos).
Con
Pitágoras, el punto dentro del círculo representaba a la Mónada inmanifestada
que permanecía en soledad y penumbras. Pero cuando llegó el momento, irradió de
sí misma: el UNO (que es el primer número).
La
Mónada vuelve al silencio tan pronto como ha evolucionado la Tríada, de la cual
emergieron los restantes siete números de los diez, los cuales son la base del
universo manifestado y también del zodiaco antiguo. Y es que en lugar de los doce
signos zodiacales actualmente conocidos por el público en general, originalmente
había solamente diez:
-
Aries,
Tauro, Géminis, Cáncer, Leo, después el dual Virgo-Escorpio, Sagitario,
Capricornio, Acuario y Piscis.
Estos
signos eran exotéricos, pero sumados a ellos se insertaron dos signos místicos
(que solamente comprendían los iniciados). Sin embargo, cuando se consideró
necesario exteriorizar dicho par de signos adicionales, se agregaron con sus
actuales nombres, los cuales en realidad ocultan su verdadera denominación, y
que dan la clave al secreto de la creación y al origen del bien y del mal.
Evidentemente,
lo anterior se remite a una época en la que los signos Virgo y Escorpio estaban
originalmente unidos y eran considerados como uno solo. Pero más tarde se separaron
por la inserción de Libra (que simboliza el punto de equilibrio).
La
balanza representa aquel eterno equilibrio que es necesario en un universo de
armonía y justicia precisa, el balance de las fuerzas opuestas: centrípeta y
centrífuga, luz y oscuridad, o ESPÍRITU y MATERIA.
Tanto
en los mundos objetivos como subjetivos, estos son los dos poderes y mediante
su eterna interacción el Universo del espíritu y de la materia permanecen en armonía,
y esos poderes hacen que los planetas sigan sus trayectorias y se mantengan en
sus órbitas elípticas, trazando así la cruz astronómica en sus revoluciones a
través del zodíaco.
Los
antiguos astrólogos sabeanos (del suroeste de la península arábica) enseñaban que dentro del signo doble Virgo-Escorpio
se ocultaba la explicación de la transformación gradual del mundo, desde su
estado original subjetivo, hasta el estado bisexual material. Y por el contrario se dice que la unión de
esos signos conducirá a la destrucción del universo manifestado.
Las
jerarquías divinas conocidas como “Los Hijos de la Luz” son nuestros progenitores
celestes y están relacionados (y a menudo identificados) con los planetas
sagrados que son:
-
Saturno,
Júpiter, Mercurio, Marte, Venus y dos otros planetas que todavía la ciencia
oficial desconoce y que fueron simbolizados por el Sol y la Luna.
Antiguamente
estos planetas eran considerados cuerpos celestes cuyas jerarquías divinas estaban directamente
en comunicación astral y psíquica con nuestro planeta, haciendo que sus esferas
visibles envuelvan a nuestra humanidad con sus características internas y
externas, llamándose así Rectores o Regentes de nuestras mónadas y facultades
espirituales.
Y
así como emanan siete rayos diferentes del Sol Espiritual Central, también
todos los Adeptos y Dhyani-Chohanes se dividen en siete clases, cada uno siendo
conducido por una de las siete formas o manifestaciones de la Sabiduría Divina.
En
todas las épocas, dicha Sabiduría Suprema se ha identificado con el Dragón, y astronómicamente
la constelación Draco estuvo una vez en el centro del cielo, y era tan amplia
que se conocía como “el Gran Dragón” extendiéndose sobre siete de los signos
del Zodíaco.
Cuando
la Gran Pirámide de Egipto era un templo de iniciación (según los primeros
anales de la quinta raza raíz), La principal estrella de la constelación de Draco
era la Estrella Polar de ese entonces, y simbolizaba la guía hacia lo divino y
es por eso que el sacerdote mayor (El hierofante o Maestro de Sabiduría) era
también llamado “la Estrella” ya que guiaba al neófito hacia su renacimiento
espiritual.
Hermes
Trismegisto se refirió a estos “Hermanos Mayores” de la humanidad como una
colonia de dioses, quienes eran las encarnaciones del Septenario Superior, y que
se instalaron en la Tierra para que los humanos no estuviesen desprovistos de
su naturaleza superior.
Blavatsky
señala que los Ah-Hi (como también se
les llama en sánscrito a esta jerarquía divina) mucho tiempo atrás fueron egos planetarios, solares,
lunares y finalmente egos reencarnantes. Ellos son los anfitriones colectivos
de los seres espirituales y se convierten en humanos como parte de sus
transformaciones: “Los creadores del mundo renacen en la Tierra una y otra
vez”.
Sin embargo, cuando
los humanos se espiritualicen lo suficiente, ya no será necesario tratar de buscar que
adquieran una comprensión correcta de la Sabiduría Antigua porque ellos sabrán entonces
que siempre ha habido grandes Reformadores del Mundo a lo largo de la historia y
que esos Reformadores:
A) Fueron la emanación
directa del Logos (bajo cualquier nombre con el que se le llame) es decir la encarnación
esencial de uno de los siete aspectos del Espíritu Divino, y
B) Que ya
aparecieron antes o durante los ciclos pasados.
Y
así Buddha, Krishna, Zoroastro, Manu o Tot-Hermes se manifestaron primero en la Tierra como uno de los
siete poderes del Logos (primero individualizado como Dios y luego asumiendo forma
material) y estos Avatares han seguido reapareciendo sucesivamente como grandes Sabios e instructores para
la quinta raza raíz (y después de haber enseñado en las dos razas raíces
precedentes).
En
el simbolismo antiguo, se consideraba que era siempre el Sol (me refiero al Sol espiritual, no al sol
visible) quien enviaba a los principales Salvadores y Avatares. Los Manus y Rishis eran también considerados dioses planetarios, y se decía que
vinieron al comienzo de las razas humanas para vigilar su evolución y encarnaron
en la Tierra una y otra vez para enseñar a la humanidad.
El
género humano se divide en siete grupos diferentes los cuales tienen diferentes
características físicas, mentales y espirituales. Y cada uno de esos grupos
humanos nació bajo la guía e influencia de uno de los siete planetas sagrados y
las esferas de los espíritus que viven en ellos. Es por eso que en la
antigüedad se creía (con justa razón) que todas las razas humanas estaban
íntimamente ligadas con los planetas, y estos a su vez con los signos
zodiacales, y es así que toda la historia del mundo se encontraba registrada en
esos signos.
En
Egipto, el neófito era iniciado en el misterio de los signos del zodíaco por
medio de una danza circular que representaba el curso de los planetas tal y
como hasta hoy se celebra en Rajputana (que es una región al noreste de la India) donde se practica la danza de Krishna y los Gopis. Luego de esta danza, el
neófito recibía una cruz (el Tau) convirtiéndose con esta iniciación en un astrónomo o sanador.
El
ciclo de iniciaciones por la que pasaban los discípulos era una representación
en pequeño de la gran serie de signos cósmicos en el año sideral (25’868 años).
Y así como los cuerpos celestes al término de ese periodo vuelven a las
mismas posiciones relativas que ocupaban al comienzo, de la misma manera también el “hombre
interior” al concluir con el ciclo de iniciaciones, había recuperado el estado
prístino de la pureza divina y el conocimiento con el cual se embarcó en su viaje
de encarnaciones terrestres.
El
zodíaco ha sido conocido en la India y en Egipto desde tiempos inmemoriales y el
conocimiento que tenían los antiguos sabios y magos de esas civilizaciones, con respecto a
la influencia oculta de las estrellas y de los cuerpos celestes sobre la Tierra,
era mucho mayor del que la astronomía moderna puede esperar
alcanzar.
La
ciencia moderna está satisfecha con cálculos astronómicos y predicciones
basadas en las leyes matemáticas infalibles. Sin embargo la sabiduría antigua agregaba
a la fría visión científica el elemento vivificante de su alma y espíritu que
es la astrología.
Los
principales rasgos en la vida de una persona se dan en conformidad a la
constelación bajo la cual nació, es decir con el carácter de su principal “animador”
(o sea la jerarquía divina que esa constelación representa).
Las
unidades humanas proceden todas de la misma fuente que es el Sol Central Espiritual
(El Logos) y cada esfuerzo de la voluntad para purificarse y unirse con el Yo
Divino la libera de uno de los rayos inferiores. Y así a través y por medio de la
evolución, la entidad espiritual del ser humano es conducida a niveles más
altos (de rayo en rayo) hasta que nuevamente es reabsorbida en el único y
supremo rayo del Padre-Sol.
Este
último es el verdadero centro de todo ser que habita en el Cosmos, y cada uno
puede recibir la influencia de ese centro, tal y como “cada persona está o
estará ligada a algún Adepto en particular”.
Nuestro destino está escrito en
las estrellas, y llegará un día en que la astrología será restaurada por
aquellos miembros del Movimiento Teosófico que cumplan los requisitos morales
para poseer nuevamente el “Gran Misterio”.
Todo
lo anterior puede resumirse así:
« La
Jerarquía de los Poderes Creativos se divide en siete energías cósmicas principales
(primero en tres cuya combinación genera los cuatro siguientes) conocidas como “los
siete rayos esotéricos” y dentro de doce grandes Órdenes, las cuales están representadas
en los doce signos del zodíaco. Y además estas siete jerarquías y sus rayos están
vinculadas con los siete planetas sagrados. Todo esto después se subdivide en
numerosos grupos de seres espirituales, semi-espirituales y etéreos. »
Las
enseñanzas relacionadas al zodíaco son el trabajo de los Sabios que vinieron al
comienzo del gran ciclo humano y le dieron al hombre (cuando este comenzó su ardua
ascensión hacia el desarrollo espiritual) todos eso símbolos e ideas de
carácter astronómico que han perdurado en todos los ciclos, y estos incluyen
las “ideas innatas” que impactaron en el centro perenne de la naturaleza
humana.
A
partir de ese recuerdo, se puede citar una noción antigua de la tradición
zodiacal gracias a los registros ocultos de una edad desconocida para la
historia:
« Sobre
el esquema zodiacal del océano superior celeste, en cierto sector de la Tierra,
un mar del interior fue consagrado y conocido como “el Abismo del Aprendizaje”.
Doce
centros en la forma de doce pequeñas islas que representaban los 12 signos
zodiacales (dos de los cuales permanecieron en el misterio durante muchos años)
eran las moradas de doce Hierofantes o Maestros de Sabiduría.
Este
mar de conocimiento y aprendizaje permaneció allí por largo tiempo, donde ahora
se extiende el desierto de Gobi, y perduró hasta el último periodo glacial,
cuando un cataclismo local trasladó las aguas de este mar hacia el sur y hacia
el oeste, creando así un gran desierto, y dejó sólo un oasis, con un lago y una
isla en el medio, como reliquia del anillo zodiacal en la Tierra. »
La
Doctrina Secreta enseña que cada
suceso de importancia trascendental, tales como los cataclismos geológicos al
final de una raza raíz y el comienzo de una nueva (lo que implica un gran
cambio para la humanidad cada cierto tiempo tanto a nivel físico, moral como
espiritual) este cataclismo se prepara, por así decirlo, en las regiones
siderales de nuestro sistema planetario. Y mediante la observación, la experimentación
y el conocimiento, los sabios antiguos tomaron en cuenta todas las
combinaciones concebibles de causas y determinaron sus efectos con precisión
matemática.
Dicho
conocimiento les llegó como resultado de su pureza en cada plano de su ser y
descubrieron que los planetas eran como las agujas del reloj que señalaban (en
el circuito de nuestro sistema solar) las horas de ciertos eventos periódicos.
Y así por ejemplo, descubrieron que cuando un gran ciclo da paso al siguiente,
se producen efectos dinámicos que alteran la superficie del planeta mediante la
inversión de los polos terrestres y otras convulsiones, lo que afecta el curso
de la evolución humana.
Los
sabios orientales estaban perfectamente familiarizados con este aspecto de la
ley cíclica, ya que investigaron en ella, registraron sus observaciones y las
preservaron. Y habiendo presenciado las incontables vidas ciclo tras ciclo en
el pasado, y visto su comportamiento bajo diferentes condiciones en otros
espacios estelares hace mucho tiempo atrás, los sabios disponían de una base sobre la cual
establecer sus conclusiones y predecir lo que sucedería en las eras futuras. Sin embargo
las profecías siderales del zodíaco nunca señalan un evento en particular, sin
importar cuan solemne y sagrado pueda ser para una parte de la humanidad.
Blavatsky
en La Doctrina Secreta se pregunta:
« ¿Por
qué ver en el signo de Piscis una referencia directa a Jesucristo, quien fue uno de los
muchos grandes Reformadores mundiales, cuando esa constelación refulge como
símbolo de todos los Salvadores espirituales del pasado, del presente y del
futuro, quienes aportan la luz y disipan la oscuridad mental? »
Todas
esas profecías apuntan a leyes naturales periódicas y recurrentes, las cuales
son sólo comprendidas por los iniciados ya que: “el zodíaco es el modelo de la
Gran Ley”.
Doce
grandes dioses, como se enseñaba antiguamente en Egipto (o doce jerarquías
divinas como lo enseñan los maestros transhimaláyicos) producen el giro
completo de la Gran Rueda de la Vida y la Ley, y abarcan todos los planos
objetivos y subjetivos y todos los estados. Y esto también se aplica a nuestro planeta,
el cual pasa por doce transformaciones.
La
Tierra se vuelve cada vez más densa luego de las seis primeras transformaciones,
y todo lo que ella contiene (incluido el ser humano) se vuelve cada vez más
material, mientras que en las seis transformaciones siguientes ocurre lo
contrario, y tanto la Tierra como los seres que habitan en ella se irán desarrollando
de manera cada vez más refinada y espiritual con cada cambio.
(Esto lo enseñan también los Maestros, ver: link. Nada más que ellos hablan de siete rondas y no de doce transformaciones. Pero como lo hemos visto, en una enseñanza más profunda se precisa que el proceso también es doceavo.)
Cuando
se alcanza el cénit de este ciclo, se produce una disolución gradual y la vida física es destruida, pero no hay aniquilación de los seres porque cuando se llega a ese punto, la
humanidad, las plantas, los animales y cada átomo se han adaptado para vivir
tanto de forma objetiva como subjetiva.
Entonces
se suceden los ciclos de evolución de la naturaleza septenaria del hombre:
- espiritual
o divina,
- psíquica
o semi-divina,
- intelectual,
- pasional,
- instintiva,
- semi-corpórea,
- y la
puramente material o física.
Todas
ellas evolucionan y progresan cíclicamente, pasando de una a otra, en una forma
centrípeta y centrífuga, única en su esencia y septenaria en sus aspectos. Y cada
principio de la composición septenaria del ser humano se relaciona con un
plano, un planeta y una raza-raíz. Y cada uno de esos aspectos, a su vez puede
ser beneficioso y constituir fuerzas poderosas para el propio humano.
La
simbología del zodíaco no es propiedad de la religión, la astronomía o astrología.
La llave de los misterios del zodiaco debe de ser girada siete veces. Y en cada
evento de la vida (y por pequeño que este sea) hay un significado oculto que tiene
una raíz septenaria, ya sea humana o cósmica, y el conocimiento para determinar
ese aspecto oculto en cada suceso pertenece a los Adeptos de todas las épocas.
El
ser humano es en sí mismo un sendero zodiacal, a través del cual su sol personal
(Atma) realiza un circuito, y si logramos crecer a través de la devoción y el
esfuerzo durante el viaje de nuestro sol interior en ese zodíaco íntimo,
entonces aprenderemos el significado de la peregrinación más importante de la
luminaria terrestre.
OBSERVACIONES
Este
texto es la traducción del artículo publicado por la Logia Unida de Teósofos de
Inglaterra (link) y le agradezco mucho a Nicolás por
haberlo traducido. Desafortunadamente el zodiaco es un
tema que todavía no domino bien, por lo que por el momento me siento incapaz de
esclarecerles las explicaciones que dieron los instructores teósofos en este
artículo (sobre todo la segunda parte).
Pero espero a medida que adquiera más
conocimientos podérselos detallar. Y es que los teósofos se olvidan seguido que
las enseñanzas esotéricas se deben de explicar con muchas ilustraciones,
ejemplos y aclaraciones para que la gente pueda comprender mejor lo que están
diciendo.
Aún así les puse el artículo porque este muestra las bases del conocimiento oculto que se tiene del zodiaco y como pueden darse cuenta, el zodiaco no es “un simple invento hecho por las civilizaciones primitivas”.
Sino que es una representación mucho
más profunda de lo que la gente se imagina, ya que refleja en su simbología, el
proceso de los ciclos por el que pasa todo lo que existe en el Universo.