Mary
Garden es una periodista australiana que en su juventud estuvo fascinada por el
misticismo oriental, al grado que ella abandonó sus estudios a la edad de 23 años,
para ir a la India en búsqueda de su maestro espiritual.
(foto de ella antes de partir)
Ella vivió en la India durante siete años (de 1973 a 1979) y posteriormente escribió un libro titulado
“The Serpent Rising” (El Ascenso de
la Serpiente) en donde narra las experiencias que ella tuvo con varios gurús de la
India y también posteriormente publicó varios artículos al respecto.
Siendo
su narración muy ilustrativa de lo que vivieron miles de personas (y lo siguen
viviendo todavía hoy en día) aquellos que van a la India o a otras partes del mundo a la búsqueda de
un “maestro espiritual”, a continuación les hago un resumen de su aventura.
Sobre
lo que la motivó a hacer esa travesía, ella dice:
« Mi
conversión al misticismo Oriental fue repentino e inesperado: un día en la
mañana no creía en esas cosas, y en la noche ya era una creyente!!
¡Y luego
me tomó años para despertar del sueño en el que me había metido!
Ese giro
dramático en mi vida ocurrió durante una ceremonia de culto hindú realizado en
un centro de yoga hace 30 años. Este centro se encontraba en las afueras de la
ciudad de Auckland y fue el primero de su tipo en Nueva Zelanda, y el maestro
espiritual hindú que encabezó la ceremonia también fue el primero en visitar
ese país.
Todavía
no puedo entender completamente lo que me pasó esa noche. Fue como si me
hubieran transportado a otro mundo durante la hora en la que estuve sentada allí.
Recuerdo que hubo inciensos que aromatizaban el lugar, velas que iluminaban la habitación (en vez
de la luz eléctrica) y algunas imágenes muy extrañas de dioses y diosas hindúes
en el altar situado en la parte delantera de la sala.
No
hubo charla o ajetreo entre el pequeño grupo de personas que se reunieron allí.
El swami cantaba oraciones a los dioses y quizás también había algunas
imágenes de diferentes hombres santos, pero no me acuerdo bien. En cambio lo
que sí me acuerdo es que después de unos minutos de estar sumergida en ese
ambiente, mi interior pareció “explotar” en éxtasis y bienaventuranza.
Sentí que
mi frente se encendida con una luz blanca y en mi pecho crecía cada vez más y
más un calor intenso. Y luego fue como si mi corazón se abriera y todos esos
sentimientos de amor se extendieran a todo mi alrededor.
Yo
había tomado anteriormente una vez LSD y en muchas formas esta experiencia era similar
(excepto que aquí me sentía en completo control de mí misma). Y esta enorme sensación
de paz y bienestar que viví con esa experiencia se apoderó de mí a tal grado que
mientras que conducía de regreso a mi casa, decidí dejar mis estudios universitarios de
postgrado e ir a la India tan pronto como me fuera posible. Y tal vez quedarme allá ¡por el
resto de mi vida!
No
era la única que pensaba así. El movimiento hippie (que esencialmente era mariguana
y flores) nos había dejado a varios de nosotros hastiados y más perdidos que
nunca, y es por eso que muchos decidimos embarcarnos esta vez en una búsqueda
espiritual. Y esta es la razón por la que en la década de los setenta, decenas
de miles de jóvenes fuimos a la India.
(La
pobre se salió de Guatemala para entrar en Guatepeor. Y no es que la búsqueda
de la espiritualidad sea mala.
¡Al contrario, es algo muy bueno!
Pero el propósito por el que esos jóvenes la buscaban no era el
correcto.
Ellos buscaban la espiritualidad para escapar de la pesadez que les imponía
la sociedad. Y es por eso que fueron presa de todos esos embusteros quienes les
ofrecieron lo que ellos querían escuchar.
Pero la verdadera espiritualidad no
es un remedio para escapar de la pesadez de la vida, sino una disciplina que te hace volverte cada día más
consciente y por consiguiente poder confrontarte sabiamente contra esa pesadez y
de esta manera: poder cambiar tu vida de forma positiva.)
El
misticismo oriental era nuevo y exótico para nosotros los occidentales y sentimos
que era el camino que teníamos que tomar para mostrar nuestra rebeldía. Y es
así que estuvimos saltando de gurú en gurú, incapaces de darnos cuenta que nos hubiera
ido mucho mejor si nos hubiéramos alejado por completo de esos individuos (al menos hasta que hubiésemos
ordenado nuestro estado psicológico y adquirido un mayor discernimiento).
Pero en
esa época no había avisos ni advertencias que nos previnieran del daño que podíamos
llegar a tener en nuestras mentes y en nuestros cuerpos, cuando nos entregábamos
con nuestros corazones abiertos y sin pensamientos críticos hacia los gurús. Éramos jóvenes,
ingenuos y susceptibles.
Mientras
hacia los preparativos para partir a la India, me alojé en ese centro de yoga y
me convertí en parte de su comunidad. Éramos como una gran familia feliz. Ahí
empecé a aprender acerca de los chakras y el fuego kundalini. Me volví vegetariana, comencé a meditar y a rendirles
culto a los dioses hindúes. También leí los libros “Una búsqueda en la India Secreta” de Paul Brunton y “La Autobiografía
de un Yogui” de Yogananda, que me dejaron muy impresionada.
Era
como si hubiera entrado en un reino encantado y tan diferente del cristianismo
triste de mi infancia. Nunca se me ocurrió cuestionar o dudar de sus historias.
Me había convertido en un verdadero creyente hindú. Creía en la
reencarnación, el karma, la meditación, el canto y la veneración a Shiva,
Krishna, Hanuman (el dios mono), Ganesha (el dios elefante) y sobre todo en la
necesidad de tener a un gurú como mi guía.
Durante
ese periodo que permanecí en esa comunidad, estaba en lo que parecía ser un estado
permanente de bienestar. La depresión y la soledad que me habían asediado durante
los años anteriores habían desaparecido. Además de que ya no iba a tener que
lidiar más con el sexo porque decidí que iba a ser célibe como lo son los santos hindús. ¡Qué
alivio ya no tener que lidiar más con las frustrantes relaciones amorosas con los hombres! »
(Realmente era muy ingenua,
si lo que más buscan los “gurús” a parte del dinero y la veneración, es tener
sexo con todas las discípulas que puedan.)
SU EXPERIENCIA CON SAI BABA
«
Escuché de la existencia de Sathya Sai Baba unas semanas antes de partir.
Conocí a algunos de sus devotos occidentales y quedé cautivada por lo que me
dijeron. Historias de que él sanaba milagrosamente a los enfermos, curaba a los cojos, resucitaba
a los muertos, se teletransportaba a sí mismo a grandes distancias, y que se
manifestaba en muchos lugares y cuerpos al mismo tiempo. Y también que hacía
aparecer collares, pulseras y anillos de la nada y una ceniza sagrada llamada “vibhuti”
desde la palma de su mano.
(David
Copperfiel hace cosas parecidas y no por ello ya es considerado “Dios” en la
Tierra.)
Me
dijeron que millones de personas en todo el mundo, incluidos varios ministros de la India, todos ellos consideraban que Sai Baba era el nuevo
Avatar (o sea la encarnación de Dios en la Tierra) y él mismo había dicho que su
venida había sido predicha por Jesucristo.
¿Tal vez era Sai Baba
quien estaba detrás de todos los extraños y notables cambios que había recientemente experimentado?
Así
que no iba a perder la oportunidad de encontrarme y entregar mi vida al nuevo
Mesías, por lo que cambié mi destino de viaje hacia el sur de la India, hacia la
ciudad de Bangalore, en vez de hacia los Himalayas como lo tenía originalmente
previsto.
Mi
primera impresión de la India fue que por fin había llegado a mi hogar. Y a los
pocos días de llegar empecé a llevar un sari que es la vestimenta tradicional, así como una mancha roja en mi
frente (llamada kumkum) y comencé a aprender el hindi.
Con mi cabello de color
negro y mi piel de color oliva, a menudo creían que era una mujer india, y
encontré un lugar para residir en un pequeño poblado que se encontraba a diez
minutos a pie del ashram de Sai Baba (que es su centro de enseñanza y donde se agrupaban
sus seguidores para escucharlo).
Pronto
mi pequeño cuarto estaba adornado con un gran poster de Sai Baba y un altar con
velas, incienso y pequeñas estatuas de los dioses hindúes. Pero no había wáteres
(utilizábamos los campos cercanos), teníamos que sacar el agua de un pozo colectivo y
cocinábamos comida vegetariana en una estufa que funcionaba al queroseno.
Era
una vida muy simple pero exótica que nos hacía sentir especiales a los
occidentales que teníamos el privilegio de estar en presencia de “Dios”. Pero
la luna de miel con Sai Baba duró poco tiempo.
Al
cabo de tres meses ya estaba aburrida y desilusionada por una vida que giraba principalmente
en torno a los “darshanas”. Esto significa estar sentado durante horas en un
suelo polvoriento, al lado de la residencia palacial en donde residía Sai
Baba, en espera a que “Dios” apareciera cada mañana y cada tarde. Se suponía
que de esta forma íbamos a ser bendecidos y purificados por estar en presencia de
un ser tan divino.
Al
principio yo buscaba creer con todas mis fuerzas y rechazaba
cualquier duda que surgía en mi mente, pero cada vez estas dudas se hicieron más fuertes.
Me sentía más y más perturbada por el pensamiento de sus seguidores ya que
incluso las cosas más triviales e insignificantes se las atribuían a Sai Baba, debido
a que según ellos Sai Baba era omnisciente y omnipresente. Nuestra salud, las relaciones, el
tiempo e incluso las finanzas, todo estaba en manos de Sai Baba. Y repetían
constantemente frases como: “Él está purificándome”, “Todo es gracias a su bendición”,
etc.
(Esa
obsesión que tienen los humanos por idolatrar es una de las razones por
las que los verdaderos grandes Maestros se hacen públicos sólo en muy raras
ocasiones. Porque saben que la gente va a terminar por idolatrarlos y ese no es
el propósito de su presencia, sino para tratar a través de su enseñanza que los
humanos se vuelvan más responsables de sus vidas y del planeta.)
Y
también yo comenzaba a estar un poco asustada (por decirlo de manera suave) de los
rumores que escuchaba sobre Sai Baba en donde se afirmaba que era un “maniático
sexual” que se aprovechaba de sus discípulos masculinos durante las entrevistas
privadas.
Terminé
temiendo que Sai Baba fuera alguien oscuro y siniestro y huí de ahí.
Afortunadamente nadie de sus seguidores vino a buscarme para tratar de hacerme
cambiar de opinión (como descubrí posteriormente que frecuentemente había
ocurrido con los miembros de otros grupos como la secta Moon o los Hare
Krishna). Pero aún así tardé bastante tiempo antes de que pudiera sacudir el
hechizo que Sai Baba había generado en mí.
Imágenes
de la túnica naranja del “hombre-dios” se movían a través de mi mente de vez en
cuando, al igual que las frases y las melodías de algunos de los hipnóticos “bhajans”
(cantos devocionales) que habían sido cantados en su ashram. Y como yo no había
conocido a ningún ex-devoto, durante el largo viaje hacia la ciudad de Delhi
(capital de la India), mientras me encontraba en un tren polvoriento comencé a
dudar y me angustié preguntándome:
"¿Qué pasará si
estoy equivocada y he echado a perder la oportunidad de estar con Dios
mismo?"
Pero a
pesar de esta desilusión inicial no me di por vencida en mi búsqueda espiritual
y pasé seis años más en la India. La mayoría de esos años fueron con un yogui
enigmático conocido como Swami Balyogi Premvarni y que tenía un pequeño ashram
enclavado en la selva situada en las estribaciones del Himalaya, cerca de la
ciudad de Rishikesh.
Varias
veces me alejé de él y visité a otros yoguis y swamis. Y es que deben de saber que en
el misticismo Oriental existe la idea de que sólo hay un verdadero gurú para
cada buscador. Por lo que los discípulos que quedan desilusionados con un gurú,
a menudo piensan que se han equivocado de guía y que deben de convertirse en el
devoto de otro gurú.
Pasé
tiempo con los Hare Krishna en la localidad de Vrindavan e hice una serie de
retiros de meditación Vipassana (lo que involucra sentarse durante horas y
horas poniendo atención en la respiración.
Estos últimos fueron llevados a cabo
por un profesor muy respetado llamado Goenka (el cual me agradó mucho que no pretendiera
ser un hombre divino o un iluminado) en la ciudad de Igatpuri.
Pero una y otra
vez me sentí de nuevo atraída a Premvarni, recordando que él me había dicho que mi
camino era el del “corazón” y no el de la “cabeza”. Y además él solía decirme que yo
era ¡su chakra del corazón! »
(Para que vean todo
lo que viajó Mary en su búsqueda espiritual, les pongo un mapa de la India con
las ciudades que menciona.)
SU EXPERIENCIA CON BALYOGI PREMVARNI
«
Sólo un pequeño número de occidentales vivíamos allí en su ashram en ese
momento. No había devotos indios residentes, aunque a estos se les permitía
visitar el ashram durante las horas reservadas para los visitantes (casi todas
las tardes).
Allí al principio sentí que ahora sí podría hacer algo de yoga y
meditación seria, vivir una vida disciplinada, y llegar a ser más espiritual,
incluso alcanzar la iluminación.
Sin
embargo, y aunque Premvarni afirmaba que él era célibe, en cuestión de semanas me
había convertido en su consorte, y tiempo después, en su consorte principal porque ya tenía varias.
Él
insistía que no era sexo, sino simplemente que por ese medio él estaba elevando
mi kundalini y de esta manera limpiándome de todas las bajas vibraciones que
había acumulado por dormir con hombres lujuriosos.
(Lo
que es la típíca manipulación de los gurús, ya que existen otros métodos para elevar la kundalini
a parte del contacto sexual, y no se necesita elevar la kundalini para
limpiarnos de las bajas vibraciones, las cuales se generan por múltiples causas,
a parte del sexo.
Por ejemplo pueden deberse también por tener pensamientos y
emociones negativas, o por las envidias que proyecta la gente. Y además, los
verdaderos maestros no recomiendan despertar la kundalini hasta que la
persona se encuentre muy preparada para ello, para así evitar que su cuerpo sutil pueda ser dañado
por un uso inadecuado.)
Descubrí
que en el hinduismo hay una tradición rara de tantra en la que el acto sexual
se vuelve una forma de unión mística. Así que me sentí especial, incluso
halagada. Pero mi fantasía llegó a su fin cuando quedé embarazada.
Al
principio pensé: “es un milagro, voy a tener un niño santo”. Pero para Balyogi eso
no formaba parte del “encuentro divino”. Premvarni me aseguró que él tenía el
control de mi destino y cuando me enfermé me dijo que mi cuerpo se estaba purificando.
Finalmente (y después de varios meses) lo convencí de que me dejara ver a un
médico, pero nunca se me ocurrió que iba a ser para que me efectuaran un
aborto, sin embargo eso es exactamente lo que Premvarni ordenó, y cuando se lo
reclamé me contestó que fue mi culpa debido a mi “mal karma”.
Mientras
que me encontraba sola en un hospital de la ruidosa Nueva Delhi, estuve a punto
de cambiar de idea, pero cuando mi pasaporte y mi dinero fueron robados, caí en
un estado de confusión y angustia. Además que también temía ser rechazada por Premvarni
y ser expulsada de su santa morada.
Cuando
regresé al ashram, las cosas ya no fueron lo mismo. Yo ya no estaba dispuesta a
ser tan servil y me volví desafiante, incluso enfurecida a veces. Por ejemplo, en
una ocasión irrumpí en la sala de meditación y me enfrenté a él gritando:
“¡Eres un asesino! ¡Mataste a mi bebé! ¡Eres un maniático sexual!”
Fue
entonces cuando supe que debía abandonar ese lugar antes de que me volviera
completamente loca. »
(Esta
historia de que los gurús se aprovechan todo lo que pueden sexualmente de sus discípulas, pero
luego cuando las dejan embarazadas, en vez de responsabilizarse, las mandan a
abortar, la he escuchado muchas veces.
Y esto se debe no solamente porque no quieran hacerse cargo de ese niño, sino también porque en la India un gurú
se entiende que es una persona santa que se ha liberado de las pasiones
carnales y por consiguiente le daría muy mala fama que la gente supiera que
tiene hijos. Para dar una analogía, es algo parecido con lo que sucede con los
sacerdotes católicos.)
(Aquí Premvarni con
Sri Satchidananda. No pongo fotos más recientes de él porque están protegidas
con derechos de autor.)
SU EXPEREINCIA CON OSHO
Mary
cuenta que al terminar esta desastrosa experiencia con Premvarni, ella partió a
Australia donde enseñó como maestra durante seis meses, pero no quiso renunciar
a la búsqueda y regresó a la India, esta vez para acercarse a Osho, ya que sus
discursos la habían cautivado.
«
Mi último año en la India lo pasé en la ciudad de Puna con el Bhagwan Rajneesh
(Osho). La vida allí era agradable en muchos aspectos y también era un fuerte contraste con
la rigidez y represión en el que se encuentran los discípulos de muchos
ashrams hindúes tradicionales que yo había visitado.
A menos que uno fuera parte
del “círculo interno” y viviera dentro del ashram, uno era libre de hacer lo
que quisiera. Nada estaba prohibido. Se podía hacer lo que uno deseara: el sexo, el baile, el alcohol, las
drogas, las fiestas.
(Por eso Osho tuvo tanto éxito, porque ofrecía el misticismo Oriental sin tener que renunciar a la diversión Occidental.)
El
ashram también ofrecía una amplia gama de talleres y retiros: desde el sexo
tantra hasta la terapia Gestalt pasando por la meditación Zen. Allí fue donde
tuve mi primera experiencia con las psicoterapias occidentales y eso me ayudó.
Yo vivía fuera del ashram en un confortable apartamento e incluso empecé a
ganar algo de dinero por participar en varios proyectos, entre ellos la
elaboración de un libro llamado “Bhagwan’s
Neo-Tantra” (El Nuevo tantra del divino Osho).
Poco
a poco me fui recuperando de la mala experiencia que tuve con Premvarni y ya no
estaba dispuesta a regresar con él. Sin embargo, cosas inquietantes y
comentarios perturbadores comenzaron a surgir en torno a Osho, tanto dentro
como fuera del ashram.
Por lo que cada vez me encontré con más dudas y me puse a cuestionar.
Lo que provocó que recibiera una nota (aparentemente de él pero presumiblemente escrita por
una de sus secretarias) en donde decía que yo le estaba resistiendo y que por
consiguiente era hora que me fuera.
Eso lo tomé como una señal de que ya debía
de parar de estar buscando a mi maestro espiritual. »
(Aquí vemos a Mary Garden recibiendo una bendición personal por parte de Osho.)
REGRESO A LA VIDA OCCIDENTAL
Volví
a la vida mundana, me establecí en la ciudad de Brisbane en Australia y nunca más
he querido volver a la India. Mi sueño de querer encontrar algún tipo de
iluminación a través de los gurús orientales había terminado y yo había
comenzado a despertar del espejismo en el que me había encontrado durante todos
esos años. Y también me di cuenta de que había perdido una gran parte de mi vida.
Me
tomó años para darle sentido a lo que había experimentado. Fue difícil porque
en esos días no existían los consejeros que explicaran sobre las sectas, a
excepción de algunos cristianos evangélicos que en mi experiencia, repartían más
del mismo “control mental”.
(“Aléjate
de esas gentes, ya que sólo Jesús es el camino, todo lo demás son representes
del diablo y sólo en mi iglesia encontrarás la salvación...” Etc, etc. Ya saben, el mismo lavado de cerebro pero con
entonación cristiana.)
Tampoco
sabía que hubiera otros ex-devotos que se hubieran alejado de algún gurú y me
preguntaba: ¿si no era yo la única que NO pudo hacerle frente a los rigores de la
vida espiritual?
Escribí
un libro basado en mi travesía, lo que me ayudó a resolver algunas de las
ambivalencias con las que había estado luchando. Sin embargo, la primera vez
que se publicó, estaba todavía tan confundida y desconcertada por lo que me había
pasado, que le pedí a la editorial que lo hiciera con el pseudónimo de “Helena
Pearson” y que se presentara como si fuera una obra de ficción.
Ahora bien, no
todo fue malo ya que experimenté algunas cosas buenas en la India: además de que
desarrollé la fuerza para sobrevivir y gané algunas recetas para una vida más
sencilla. Y todavía practico la meditación Vipassana (aunque en pequeñas
dosis) sentada, prestando atención a mi respiración y calmando mi mente. Pero
esencialmente mis enredos con los gurús fue algo nocivo ya que todos ellos habían
abusado de su poder.
Fue
sólo a finales de los '80 que las historias sensacionalistas comenzaron a
aparecer de manera importante en la prensa: artículos y libros escritos por ex-devotos
de Sai Baba, Ron Hubbard, los Hare Krishna, Muktananda, Sun Myung Moon, Osho,
Guru Maharaji y otros gurús hindúes, además de varios maestros Zen y lamas
budistas.
¿POR QUÉ LOS GURÚS TIENEN TANTO PODER SOBRE SUS SEGUIDORES?
Muchos
de los lectores pueden encontrar difícil de entender por qué los gurús se vuelven tan
poderosos. Y para comprenderlo, primero tenemos que examinar el concepto de lo que es un gurú, el cual es un
componente esencial del misticismo Oriental. No hay algo similar en otras tradiciones
espirituales.
Gurú es una palabra sánscrita compuesta de “gu” que significa
oscuridad y de “ru” que significa luz. Por lo tanto gurú significa aquel que te
puede llevar de la oscuridad hacia la luz. Y los hindúes consideran que si se
elige un camino espiritual en la vida, entonces es esencial
encontrar a un gurú.
(Nótese que en el Oriente se trata tradicionalmente de
la ruta recomendada cuando los propios deberes como padre o cabeza de la familia se han cumplido y por consiguiente usualmente se entama en la última parte de la vida.)
Algunos
gurús se declaran ser un “Bhagwan” o sea la manifestación viva de Dios aquí en la Tierra,
debido a que Dios es visto como demasiado poderoso para ponerse directamente en
contacto con los humanos. por lo que estos gurús son los conductos que permiten canalizar su Energía Divina.
Premvarni decía:
- "Dios va a volar tus fusibles, por eso me
necesitas como transformador."
Y
como Dioses en forma humana, estos gurús (muy pocos son mujeres) se convierten
en una autoridad absoluta que no puede ser cuestionada o desafiada por los
discípulos. Incluso dudar de ellos se ve como una “resistencia”, una falta de
fe y demasiada confianza en el intelecto.
Por
lo tanto, la medida de nuestra superioridad espiritual llega a depender de
nuestra completa aceptación, no sólo de las enseñanzas de nuestro gurú, sino
también de su comportamiento, sin importar lo extraño, cruel e incluso poco
ético que pueda ser.
Y esto lo promueven los propios gurús, ya que la mayoría de los gurús que he conocido, enseñaban la
necesidad de renunciar a todo pensamiento y entregarse por completo. En la
entrada al ashram de Osho en Pune había un cartel que decía:
"Dejen sus
mentes y los zapatos fuera de la puerta."
(Y
este es un ejemplo de cómo los gurús deforman la enseñanza para su
conveniencia, ya que la autentica espiritualidad también explica que para
captar la esencia de la enseñanza, hay que hacerlo con la conciencia y no con
el intelecto. Como decía el principito de Saint Exupery:
- “Lo
esencial es invisible para los ojos.”
Pero
eso no quiere decir que te vuelvas un completo ingenuo que crea ciegamente todo lo que te dicen, y los gurús se aprovechan de ese aspecto para nublar el discernimiento, el cual
es indispensable para justamente no caer en las garras de los embusteros.)
Y
como el gurú es visto como un ser infalible, entonces son los discípulos quienes
siempre cargan con la culpa de todo lo que les sucede, y cuando algo desagradable
les pasa, el gurú les dice: “es tu karma”. Pero por el otro lado, cuando el
gurú hace algo que los perturba, entonces el gurú alega que es una “prueba para evolucionar”.
Y de esta manera los discípulos comienzan a racionalizar sus arrebatos y sus actos
de crueldad como algo normal.
Así
por ejemplo, ahora mirando atrás, los comportamientos de Premvarni eran actos
de violencia y abuso. Sin embargo este discernimiento no estaba disponible para
los devotos que creían que su gurú era perfecto. Él decía emplear
intencionalmente esa actitud para despertarnos.
Y es por ello que al principio, esos cambios de
actitud me parecían desconcertantes. Era seductor y encantador el primer minuto, y vil y
cruel al siguiente minuto, y sin ninguna razón aparente. Gritaba, vociferaba
groserías (a menudo en hindi) e incluso golpeaba a sus sirvientes indios. A
veces atacaba a los discípulos occidentales, los cuales consideraban eso como
parte de su disciplina espiritual y se lo agradecían. Un buscador que pasó
varios meses allí, me escribió recientemente:
-
“Yo
estaba en constante agitación interna por si sus conductas eran pruebas o
simple abuso emocional.” (Y esta persona todavía no se ha recuperado por completo
de esa experiencia).
Me
impactaron tanto sus arrebatos que un día metí mis cosas en la mochila y me
preparé para marcharme, pero en el momento en que me presenté ante Premvarni para
solicitarle que me regresara mi dinero y mi pasaporte de su caja fuerte, ya se
había transformado de nuevo en encantador, seductor y volví a creer en él, incluso hasta
culpándome a mí misma por dudar de su sabiduría. Después de unos meses, su
carácter agresivo apenas me molesta.
Por
lo tanto, como lo pueden constatar, la entrega a un gurú puede dar lugar a la
desintegración del discernimiento, y es por eso que Josué Baran (un
ex-monje budista Zen) señala que:
-
“Los
devotos pierden sus sistemas de alarma naturales (esa voz interior que les dice
cuando algo no está bien) y esta pérdida de discernimiento suele ser un proceso
gradual.”
Y
en efecto, lo que hacen estos gurús es un progresivo lavado de cerebro, un
sutil proceso de enajenamiento en nuestra forma de pensar. Y así, en lugar de la
promesa de un aumento de nuestra conciencia espiritual, lo que a menudo sucede
es una paulatina robotización y esclavización a favor del gurú.
En
mi propio caso, a lo largo de los años de esa influencia, me volví cada vez más
y más indecisa, al grado que la mayoría de las decisiones más importantes fue
el gurú quien las tomó por mí.
Eckart Flother, un periodista alemán muy
conocido, pasó algunos meses como discípulo en el ashram de Osho a finales de
1970 y escribió sobre estos efectos robotizantes y como una persona puede llegar
a volverse como una marioneta, casi una criatura sin voluntad propia, tratando
de satisfacer sus necesidades básicas, mientras que el resto de su energía la
está utilizando para glorificar a su gurú.
(Mientras
que los verdaderos guías buscan al contrario que sus discípulos se vuelvan cada vez más
independientes, para que así sean seres libres capaces de actuar de manera
responsable, inteligente y sabia ante la vida.)
Y también
hay que señalar que el nuevo nombre que nos daba el gurú, contribuía a desarrollar
esos cambios de personalidad en nosotros. Estos nuevos nombres tenían una
enorme importancia ya que significaban un renacimiento y una ruptura con el pasado,
como si la persona que los devotos habían sido antes, tenía que ser borrada de alguna manera.
Premvarni
a mí me dio el nombre sánscrito de Archana que significa “adoración a lo divino”
y explicó que era mi verdadero camino espiritual. Años después, cuando me
convertí en una seguidora de Osho, este me dio otro nombre: Ma Prem Sagara que
significa “océano de amor”. Pero ahora con más experiencia, me doy cuenta que adoptar
estos nombres tiene poco que ver con un desarrollo espiritual.
(Así
como también recibir iniciaciones del gurú o un diploma de un ashram y todo el
circo que hacen y que no es más que una comercialización de una
pseudo-espiritualidad. Cuando en realidad, desarrollas la verdadera espiritualidad cada
vez que te vuelves justamente un ser más independiente, responsable y
discerniente. Mientras que todo lo demás es farándula.)
Sin
embargo, lo que realmente nos atrapó, fueron los estados mentales de éxtasis
logrados a través de la meditación o el canto. Todos teníamos las experiencias
más extraordinarias de las que no tengo ninguna explicación hasta hoy en día.
Pero de lo que no nos dimos cuenta es que, no porque experimentáramos la paz,
el éxtasis y varias visiones, eso significaba que las dificultades emocionales y
los problemas psicológicos hubieran sido curados o resueltos. Y estos estados
mentales también tenían poco que ver con el crecimiento espiritual.
Algunos
se preguntarán:.
“Bueno como todo en la vida, algunas cosas son malas, pero al final de cuentas ¿qué
tiene de nefasto esos grupos si traen consuelo y un sentido de bienestar a tanta
gente?”
Y la
escritora y abogada Wendy Kaminer responde a esa pregunta:
“Eso es un poco como preguntar qué
tiene de malo la lobotomía o una dieta constante de píldoras de la felicidad...???
Sin importar qué tan feliz parezcan estar sus discípulos, el auge de los gurús es siempre desconcertante. Sobre todo cuando ellos desaconsejan
razonar y nos exhortan a abandonar el pensamiento crítico con el fin de lograr supuestamente
de esa manera un crecimiento espiritual. Estos individuos se aprovechan de las
ansiedades existenciales y prosperan gracias a nuestro miedo de estar solos en
la vida.”
Y
es por eso que nos fue tan difícil para muchos de nosotros poder dejar al gurú.
Porque no sólo habíamos perdido el sentido de la realidad, sino también
nuestros mecanismos de defensa. Nos habíamos convertido en personas demasiado
asustadas o paranoicas para salir.
Por ejemplo, en el ashram de Osho se nos recordaba
constantemente que si perdíamos nuestra fe en él, entonces perdíamos también la oportunidad
única de estar con un maestro iluminado.
Y en
el ashram de Premvarni nos animaron a desarrollar una fobia hacia el mundo
exterior, el cual era considerado como un mundo maligno. Y si nos
íbamos, eso significaba que habíamos no solamente fracasado, sino también cometido
un error.
CONCLUSIÓN
La
relación gurú-discípulo es probablemente una de las más autoritarias, exigiendo
una entrega y obediencia total. Por lo tanto, también puede volverse una de las más
destructivas. Y lejos de alcanzar la libertad y la iluminación que muchos de
nosotros estábamos buscando y que se nos prometió, terminamos experimentado una
prisión mental y mucha confusión.
Nos dejamos seducir por los yoguis y swamis que
nos dijeron lo que queríamos oír: que éramos especiales y que ellos (como seres
iluminados o divinos) nos iban a liberar del peso que cargábamos por estar en
la Tierra.
(Cuando
el ángel en el libro “La Respuesta del
Ángel” dice todo lo contrario ya que explica que las dificultades de la vida, a pesar de su pesadez, son las pruebas que nos hacen evolucionar:
- “El
peso que sientes en la Tierra, es el Camino.
¡Qué
difícil sientes que es elevar el peso! Pero también es muy necesario, ya
que es el corazón mismo de todo tu trabajo.”
Nuestra
huida de la sociedad fue nuestra caída. Ahora bien, el Oriente no tiene la
exclusividad de abusadores y también hay otras relaciones “espirituales”
occidentales que pueden ser perjudiciales, como por ejemplo: la manipulación
por parte de algunos sacerdotes católicos y anglicanos, cuyos abusos y las
graves consecuencias que han tenido se han ido haciendo publicas en los últimos tiempos.
Sin
embargo, esperábamos encontrar algo diferente en el Oriente, pero cuando
despertamos y tuvimos que regresar al Occidente, este se había vuelto para
nosotros un lugar extranjero, ya que muchos no teníamos trabajo al cual volver y los
vínculos con los viejos amigos y la vida social se habían roto.
Ahora,
después de tantos años de reflexionarlo, me doy cuenta que por encima de todo:
¡Lo que más nos faltó
fue VISIÓN para entamar correctamente nuestra búsqueda espiritual y de esta
manera evitar los abusos que los gurús nos hicieron pasar!
(Y
eso es lo que estoy tratando de darles a través de este blog: una visión. La visión
que personalmente he duramente adquirido a través de mis investigaciones y
experiencias durante tantos años, para que así ustedes puedan avanzar por la
jungla esotérica y espiritual con mayor lucidez.)
(Nota:
para elaborara este capítulo, me base en los artículos que Mary Garden escribió
para las revistas:
-
The Australian
Financial Review,
21-11-03, p.6-7, “The trouble with gurus”.
-
ICSA E-Newsletter, sep. 2005, Vol. 4,
No. 03, “The potential for abuse in the guru-disciple relationship”.)