(Esta es la parte media del capítulo 5 del libro "El Océano de la Teosofía" de William Judge.)
La energía de vida (llamada en sánscrito Prana o Jiva) es lo que mantiene a los seres vivos.
La vida no es el resultado del funcionamiento de los órganos, ni desaparece cuando el cuerpo se disuelve. Es un principio universalmente omnipresente. Es el océano en el que flota la Tierra; impregna el globo y a cada ser y objeto que lo habita.
Actúa incesantemente sobre nosotros y a nuestro alrededor, pulsando contra nosotros y a través de nosotros eternamente. Y cuando ocupamos un cuerpo, simplemente utilizamos un instrumento más especializado que cualquier otro para interactuar tanto con Prana como con Jiva.
Estrictamente hablando, Prana es aliento; y como el aliento es necesario para la continuidad de la vida en la máquina humana, esa es la palabra más adecuada.
Jiva significa "vida" y también se aplica al alma viviente, pues la vida en general deriva de la Vida Suprema misma. Jiva, por lo tanto, es susceptible de aplicación general, mientras que Prana es más particular. No se puede decir que uno posea una cantidad definida de esta Energía Vital que regresará a su fuente si el cuerpo se quema, sino que actúa con cualquier masa de materia que contenga.
Nosotros, por así decirlo, la segregamos o la utilizamos mientras vivimos. Porque, ya sea que estemos vivos o muertos, la energía vital sigue ahí; en la vida, entre nuestros órganos que los sustentan, en la muerte, entre las innumerables criaturas que surgen de nuestra destrucción.
No podemos eliminar esta vida, como tampoco podemos borrar el aire en el que flota el pájaro, y como el aire, llena todos los espacios del planeta, de modo que en ningún lugar podemos perder su beneficio ni escapar de su poder aplastante final. Pero al actuar sobre el cuerpo físico, esta vida —Prana— necesita un vehículo, un medio o una guía, y este vehículo es el cuerpo astral.
El motivo teosófico de la muerte
La propia Energía Vital también es la que mata. Esto puede parecer heterodoxo pero en la filosofía teosófica se considera así, pues se dice que el niño vive porque la combinación de órganos sanos es capaz de absorber la vida que lo rodea en el espacio, y se duerme cada día por la fuerza abrumadora de la corriente de vida, ya que los preservadores entre las células del cuerpo juvenil aún no han sido dominados por la otra clase.
Estos procesos de dormirse y despertarse son simple y exclusivamente la restauración del equilibrio en el sueño y la acción producida al perturbarlo al despertar.
Puede compararse con la luz de arco eléctrico, donde el arco brillante de luz en el punto de resistencia es el símbolo del hombre despierto y activo. Así, al dormir, volvemos a absorber, y no a resistir, la Energía Vital; y al despertar, la expulsamos.
Pero como nos rodea como un océano en el que nadamos, nuestra capacidad para expulsarla es necesariamente limitada.
Justo al despertar estamos en equilibrio en cuanto a nuestros órganos y nuestra vida; al dormirnos, estamos aún más llenos de vida que por la mañana; nos ha agotado; y finalmente mata el cuerpo.
Semejante contienda no podría librarse eternamente, ya que el peso de la vida de todo el sistema solar se opone a la capacidad de resistencia concentrada en un pequeño cuerpo humano.
(Nota de Cid: así como la corriente eléctrica ilumina pero también desgasta a un foco hasta terminar por fundirlo, de la misma manera los teósofos dicen que el prana da vida pero también va desgastando hasta terminar por matar a los humanos y a los demás seres.)
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