LA INTERACCIÓN QUE EL CORONEL OLCOTT TUVO CON EL ESPÍRITU DE JOHN KING




John King fue un pirata del siglo XVIII que posteriormente fue muy invocado por los espiritistas, y el coronel Henry Olcott en su libro "Las Hojas de un Viejo Diario I" relató la interacción que él tuvo con el "espíritu" de John King por medio de Blavatsky: 



Blavatsky le presenta a Olcott el espíritu de John King

« Terminadas mis investigaciones, volví a Nueva York en noviembre de 1874 y fui a visitarla a su demora que en ese entonces se encontraba en plaza Irving número 16, donde me dio varias sesiones de espiritismo por medio de mesas giratorias y de golpes dados deletreando una especie de mensajes que procedían en su mayor parte de una inteligencia invisible que decía llamarse John King.

Este seudónimo es familiar a todos los que frecuentaban las sesiones espiritistas hace unos cuarenta años. Apareció primeramente en 1850 en la “cámara de los espíritus” de Jonatam Koons, de Ohío, y se presentó como jefe de una o varias tribus de espíritus.

Más tarde dijo ser el alma de Sir Enrique Morgan, el célebre filibustero, y como tal se me presentó a mí.

En Filadelfia me mostró su cara encuadrada en un turbante, cuando mi investigación emprendida sobre los Holmes, conjuntamente con el difunto y respetable Roberto Dave Owen, el general F. J. Lippitt y la señora Blavatsky (ver People of the other World, 2da parte), y me habló y  me escribió con cierta frecuencia. Tenía una escritura de otros tiempos y se servía de antiguas expresiones raras.

Entonces yo creía en el verdadero John King porque me parecía que su existencia me era probada con toda la certeza que fuese posible desear. Pero ahora que he visto lo que H.P.B. era capaz de producir en materia de maya (ilusión hipnótica) y de dominio sobre los elementales, estoy persuadido de que ese John King era un elemental burlón que ella manejaba como un fantoche con el fin de llevar a cabo mi educación.

Entendámonos bien; los fenómenos eran reales, pero no producidos por un espíritu humano desencarnado. Después de escrito esto, he hallado la prueba de ello escrito por su mano en nuestro Álbum de recortes vol. 1.

Ella hizo durar la ilusión durante meses (ya n o me acuerdo cuántos) y vi una cantidad de fenómenos atribuidos a John King; por ejemplo, toda esa serie notable ejecutada en casa de los Holmes, en Filadelfia, y la que tuvo lugar en casa de la misma H. P. B, como lo he dicho antes.

John King se presentó primeramente como una personalidad independiente, después como el mensajero y servidor, nunca como igual, de adeptos vivos, y finalmente como un simple y puro elemental, del que H.P.B. y otro experto en la materia, se servían para hacer milagros. »
(Capítulo 1)





Los fenómenos que John King produjo para el coronel Olcott

« En una memoria completa de los primeros años teosóficos –quiero decir, de la época de mi intimidad con H.P.B. y lo mejor que pueda yo recordarla– es necesario que haga una breve alusión a los casos de precipitación efectuados por ella y citados por mí en mi libro "Gente del Otro Mundo" (People of the other World), páginas 455 a 458.

Ostensiblemente, esas comunicaciones venían de John King, personaje que en otro tiempo había sido filibustero y hecho caballero por Su Majestad Británica Carlos II, pero después simplemente fue el seudónimo de un elemental empleado por H.P.B.

(Nota de Cid: y también el adepto Hilarión se presentó inicialmente ante el coronel Olcott aparentando ser el espíritu de John King.)



Copia fenoménica de una carta

El 6 de enero de 1875, durante una sesión espiritista de noche que estaba efectuando con Blavatsky en su casa de Filadelfia, le dije al pseudo John King que estaba produciendo fenómenos:
 
-        “Si usted, como lo pretende, es verdaderamente un espíritu, deme una muestra de su poder, por ejemplo hágame una copia de la última carta de E. W. al señor Owen, que tengo aquí en la cartera, en mi bolsillo”.


Esa noche no hubo respuesta a mi pedido, pero dos días después, mientras H.P.B. escribía y yo leía (ambos estábamos en la misma mesa) se dejaron oír unos golpes que deletrearon: “Alcánceme su diccionario bajo la mesa, por favor”.

El diccionario en cuestión era ruso-inglés y pertenecía a H.P.B.; fue pasado o alcanzado bajo la mesa, no arrojado, sino como entregado a una mano invisible.

Los golpes pidieron entonces un frasco de goma y un cortaplumas. Estando todo esto bajo la mesa, hubo un silencio y después la palabra “mire” fue dada por golpes.

Habiendo recogido el libro, el cortaplumas y el frasco, encontré la copia pedida, precipitada sobre la hoja de guarda del diccionario.

El porqué del cortaplumas se me explicó así: una cantidad infinitesimal del metal de las hojas había sido desintegrado y empleado para la precipitación en estado de vapor metálico, y la goma arábiga –también vaporizada– había proporcionado la necesaria cohesión.

La cartera que contenía la nota copiada no había salido de mi bolsillo desde mi llegada a Filadelfia, hasta aproximadamente una media hora antes de la experiencia, que yo la había colocado sobre la chimenea, precisamente ante mis ojos, cuando levantaba la cabeza.

H.P.B. se encontraba a dos pies de mí, escribiendo sobre la mesa, y sólo  nosotros estábamos en la habitación después de haber puesto la cartera en la chimenea.

La comparación de la copia con el original, demuestra que no se trata de un facsímil, lo cual hace aún más interesante la experiencia.




Una segunda copia mejorada

Al día siguiente, a la noche, H.P.B. y yo estábamos solos, cuando los golpes dados en la mesa, pidieron un trozo de cartulina Bristol para dibujo, que fue entregado bajo la mesa. Fue mi colega quien se lo dio a John King después de hacerme ver que las dos caras estaban en blanco.

Los golpes me ordenaron que mirase el reloj para ver cuánto duraba la experiencia. Reloj en mano, eché una mirada bajo la mesa para estar seguro de que allí no había nada más que la hoja de Bristol que un momento antes tuve en la mano.

Al cabo de treinta segundos, la mesa dijo: “ Está hecho”. Miré el papel y me desanimé al ver la cara superior tan virgen como antes. Pero del otro lado, el que reposaba sobre la alfombra, se veía una segunda copia, mejor que la primera, de la carta de E. W.

Esta vez la cartera estaba en mi bolsillo, de donde no había salido después de la experiencia de la víspera.

El señor B., que en ese momento entraba, me ayudó a hacer un cuidadoso estudio de los documentos, colocándolos uno sobre otro como yo lo había ya hecho; y lo mismo que yo, él quedó enteramente convencido de la autenticidad del fenómeno.



Cartas enviadas de manera fenoménica

Puedo agregar entre paréntesis que ese mismo señor B. recibió en viaje, dentro de su maleta, una carta de John King conteniendo instrucciones para su uso personal. Me contó esto él mismo, asegurándome por su honor al mostrarme la carta, que le había llegado a su maleta mientras iba en el tren, a bastantes millas de Filadelfia y de H.P.B.

Este incidente me recuerda otros que me sucedieron a mí mismo en el tren, en Francia, con el babu Mohini Chatterji, y en Alemania con el doctor Hubbe Schleiden; las dos veces en 1884. »
(Capítulo 4)



Y en el capítulo anterior el coronel Olcott mencionó otro fenómeno que Blavatsky le atribuyó a John King:

« Un día volví a casa a comer, y al ver su puerta abierta como de costumbre, me detuve para conversar un poco antes de subir a mi cuarto en el piso superior.

Ella estaba junto a una de las ventanas, y destacándose su cabeza en plena luz, me llamó especialmente la atención la masa de sus cabellos y su aparente desorden.

Observé también el reflejo de la luz sobre el papel brillante, color gris pálido, que cubría el cielo raso.

Después de cambiar unas palabras, subí de prisa pero no hacía ni un minuto que había subido, cuando ella me gritó que bajase. Obedecí en seguida y la vi en el mismo sitio aún, pero sus cabellos habían crecido hasta llegar a sus hombros.

No dijo nada de eso, pero señalando al techo sobre su cabeza, dijo:
 
-        “He ahí algo que John ha dibujado para usted.”

No recuerdo bien lo que era, pero me parece que debía ser una enorme cabeza de hombre y algunas palabras o símbolos alrededor. Todo hecho al lápiz, en el mismo sitio que antes de subir había visto vacío.

Toqué entonces sus largos cabellos y le pregunté irónicamente dónde compraba su cosmético, porque era un producto bien notable, ya que hacía crecer los cabellos dos pulgadas en tres minutos.

Ella contestó algo gracioso y me dijo que no me ocupase de cosas sin importancia, que la Naturaleza le gastaba a veces esas bromas, y que no era para ver eso para lo que me había llamado, sino para mostrarme la obra de John King en el cielo raso.


Dado el tiempo transcurrido entre mi salida y vuelta a la habitación, y la altura del techo, que ella no hubiese podido alcanzar ni subiéndose a una silla o una mesa, supongo ahora que hubiera podido obrar de dos maneras:
 
-        o bien tranquilamente durante mi ausencia, subir en una escalera, hacer el dibujo e impedirme hipnóticamente que le viese al volver de la calle;

-        o bien usar un procedimiento instantáneo de precipitación, mientras yo subía y bajaba al otro piso.

Puedo perfectamente certificar que el dibujo era invisible a mi llegada, y si el lector quiere quebrarse la cabeza acerca del cómo y el porqué, le es menester aceptar mi testimonio en lo que vale. »
(Capítulo 3)





Olcott conoce a los Adeptos

« Poco a poco H.P.B. me dio a conocer la existencia de los Adeptos orientales y sus poderes, y me dio la prueba de los suyos con una multitud de fenómenos.

Primeramente, como ya lo he dicho, los atribuía a John King, y fue gracias a su pretendida complacencia que yo entré en correspondencia personal con los Maestros.
. . .
Algunos discípulos, como H.P. B. y Damodar, han tenido sus primeras visiones desde su juventud; mientras que otros los han encontrado bajo extraños aspectos en sitios imprevistos; yo les he sido presentado por H.P.B. por un intermediario que mis precedentes experiencias me hacían más comprensible, un pretendido espíritu manifestándose por un médium.

El espíritu de John King me hizo conocer cuatro Maestros: un copto, un representante de la escuela neoplatónica de Alejandría, otro muy elevado, como un Maestro de Maestros que era veneciano, y un filósofo inglés desaparecido del mundo, pero aún no fallecido...

El primero fue mi primer Gurú (maestro espiritual) hombre de una rigurosa disciplina y de un viril esplendor de carácter. »
(Capítulo 1)






OBSERVACIÓN

Dado que en ese entonces el coronel Olcott estaba muy interesado por el espiritismo, Blavatsky se aprovechó de eso para que a través del "espíritu de John King" ir introduciendo al coronel Olcott progresivamente hacia el verdadero conocimiento esotérico y hacia los Maestros transhimaláyicos.













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