ESPÍRITUS DE VARIAS CLASES (extractos de Isis Develada)

 
 
(Nota: en purpura añadí mis comentarios, y Blavatsky en su texto utilizó la palabra “espíritus”, pero en varias ocasiones preferí remplazar esa palabra por “entidades sutiles” debido a que es más adecuada.)
 
Desde el momento en que se forma el embrión fetal hasta que el anciano, exhalando su último aliento, cae en la tumba, ni el principio ni el fin son entendidos por la ciencia escolástica; todo lo que está delante de nosotros es un espacio en blanco, todo lo que está detrás de nosotros es un caos.
 
Para el científico no hay evidencia en cuanto a las relaciones entre el espíritu, el alma y el cuerpo, ni antes ni después de la muerte. El mero principio vital en sí mismo presenta un enigma irresoluble, sobre cuyo estudio el materialismo ha agotado en vano sus capacidades intelectuales.
 
En presencia de un cadáver, el fisiólogo escéptico se queda mudo cuando su alumno le pregunta de dónde vino el antiguo inquilino de esa caja vacía y adónde ha ido. El alumno debe, como su maestro, quedarse satisfecho con la explicación de que el protoplasma hizo al hombre, y la fuerza lo vitalizó y ahora consumirá su cuerpo, o debe salir de las paredes de su colegio y de los libros de su biblioteca para encontrar una explicación de ese misterio.
 
¿Por qué debería haber atracción entre las moléculas de la materia y ninguna entre las del espíritu?
 
Cualquiera que sea el nombre que los físicos puedan llamar al principio energizante en la materia, no tiene importancia; es algo sutil aparte de la materia misma, y como escapa a su detección debe ser algo además de la materia.
 
Si se admite que la ley de la atracción gobierna a uno, ¿por qué debería excluirse de influir en el otro?
 
Dejando la lógica para responder, nos volvemos hacia la experiencia común de la humanidad, y allí encontramos una gran cantidad de testimonios que corroboran la inmortalidad del alma, si juzgamos por analogías. Pero tenemos más que eso, tenemos el testimonio irrefutable de miles y miles de que hay una ciencia regular del alma, que a pesar de que ahora se le niega el derecho de un lugar entre otras ciencias, es una ciencia.
 
Esta ciencia al penetrar en los arcanos de la naturaleza mucho más profundamente de lo que nuestra filosofía moderna jamás soñó posible, nos enseña cómo obligar a lo invisible a hacerse visible; la existencia de espíritus elementales; la naturaleza y propiedades mágicas de la luz astral; el poder de los hombres vivos para ponerse en comunicación con los primeros a través de los segundos.
 
El materialismo niega la existencia del espíritu en el mediador común, el éter; mientras que la teología hace de él un dios personal. Cada cosa organizada en este mundo, tanto visible como invisible, tiene un elemento apropiado para sí misma. El pez vive y respira en el agua; la planta consume ácido carbónico, que para los animales y los hombres produce la muerte; algunos seres son aptos para estratos de aire enrarecidos, mientras que otros sólo existen en los más densos. La vida, para algunos, depende de la luz del sol, mientras que para otros de la oscuridad; y así la sabia economía de la naturaleza adapta a cada condición existente alguna forma de vida.
 
Estas analogías justifican la conclusión de que no sólo no hay una porción desocupada de la naturaleza universal, sino también que para cada cosa que tiene vida, se proporcionan condiciones especiales, y estando proporcionadas, son necesarias.
 
Ahora bien, considerando que haya un lado invisible del universo, el hábito fijo de la naturaleza garantiza la conclusión de que esta mitad está ocupada, como la otra mitad [la visible], y que cada grupo de sus ocupantes esté provisto de las condiciones indispensables de existencia. Es tan ilógico imaginar que se proporcionen condiciones idénticas a todos, como lo sería mantener tal teoría con respecto a los habitantes del dominio de la naturaleza visible.
 
Decir que todas las entidades son iguales, o se adaptan a la misma atmósfera, o poseen poderes similares, o se rigen por las mismas atracciones –eléctrica, magnética, ódica, astral, no importa cuál– es tan absurdo como si se dijera que todos los planetas tienen la misma naturaleza, o que todos los animales son anfibios, o que todos los hombres pueden nutrirse del mismo alimento.
 
Concuerda con la razón suponer que las naturalezas más groseras de esas entidades sutiles se hundirán en las profundidades más bajas de la atmósfera espiritual, en otras palabras, se encontrarán más cerca de la tierra. E inversamente las más puras estarán más alejadas del mundo terrenal y cercanas a lo divino.
 
En lo que si tuviéramos que acuñar una palabra, deberíamos llamar la Psicomática del Ocultismo, es tan injustificado suponer que cualquiera de estos grados de entidades puede ocupar el lugar, o subsistir en las condiciones, del otro, como en la hidráulica sería de esperar que dos líquidos de diferente densidad pudieran intercambiar sus características en la escala del hidrómetro de Beaume.
 
Estén o no dispuestos los hombres de ciencia a conceder la corrección de la teoría hermética de la evolución física del hombre desde naturalezas superiores y más espiritualizadas, ellos mismos nos muestran cómo la raza ha progresado desde el punto más bajo observado hasta su desarrollo actual.
 
Y como toda la naturaleza parece estar hecha de analogías, ¿es irrazonable afirmar que el mismo desarrollo progresivo de formas individuales ha prevalecido entre los habitantes del universo invisible?
 
Si tales maravillosos efectos han sido causados por la evolución en nuestro pequeño e insignificante planeta, produciendo hombres racionales e intuitivos de algún tipo superior de la familia de los simios, ¿por qué suponer que los reinos ilimitados del espacio están habitados sólo por formas angelicales incorpóreas?
 
¿Por qué no dar lugar en ese vasto dominio a los duplicados sutiles de estos ancestros peludos, de brazos largos y semi-razonadores, sus predecesores y todos sus sucesores, hasta nuestros días?
 
Por supuesto, las contrapartes sutiles de esos seres primitivos de la familia humana serían tan toscas y subdesarrolladas como sus contrapartes visibles.
 
Si bien no intentaron calcular la duración del "gran ciclo", los filósofos herméticos mantuvieron que de acuerdo con la ley cíclica, la raza humana viviente debe inevitable y colectivamente regresar un día al punto de partida, o para expresarlo más claramente, la raza humana debe de acuerdo con la ley de la evolución, finalmente volver a espiritualizarse.
 
 
 
Los más bajos en la escala son aquellas creaturas invisibles llamadas por los cabalistas: "elementales". Hay tres clases distintas de estos.
 
1) Los más elevados, en inteligencia y astucia, son los llamados espíritus terrestres. Son las larvas, o sombras de aquellos que han vivido en la tierra, han rechazado toda luz espiritual, han permanecido y muerto profundamente sumergidos en el fango de la materia, y de cuyas almas pecadoras se ha separado gradualmente el espíritu inmortal.
 
(Estos son los humanos fallecidos que se han separado de su triada superior, y posteriormente se los denominaron “elementarios”.)
 
 
2) La segunda clase se compone de los anti-tipos invisibles de los hombres por nacer. Ninguna forma puede llegar a la existencia objetiva, desde la más alta hasta la más baja, antes de que se produzca el ideal abstracto de esta forma, o como lo llamaría Aristóteles, la privación de esta forma.
 
Por ejemplo, antes de que un artista pinte un cuadro, todos sus rasgos ya existen en su imaginación; y otro ejemplo es que para construir un reloj, este reloj debe de haber existido previamente en su forma abstracta en la mente del relojero. Y así es también con los futuros hombres.
 
Sólo que no debe entenderse que este pensamiento crea materia. No. Crea pero el diseño para la futura forma; habiendo existido siempre la materia que sirve para hacer este diseño, y habiendo sido preparada para formar un cuerpo humano a través de una serie de transformaciones progresivas como resultado de la evolución.
 
Pasan los formularios pero quedan las ideas que los crearon y el material que les dio objetividad.
 
Estos modelos, todavía desprovistos de espíritus inmortales, son "elementales" (aunque propiamente hablando, embriones psíquicos) que cuando llega su hora, mueren fuera del mundo invisible, y nacen en este visible como infantes humanos, recibiendo en tránsito ese soplo divino llamado espíritu que completa al hombre perfecto. Esta clase no puede comunicarse objetivamente con los hombres.
 
(El maestro Kuthumi explicó que estas entidades son humanos que fracasaron en su ciclo evolutivo anterior, y debido a que reprobaron tienen que volver a repetir ese ciclo, solo que esta vez tienen que preparar los prototipos que van a habitar las nuevas almas que comienzan ese ciclo.
 
Para darles una analogía, es como si un alumno de primero de secundaria reprueba, tiene que repetir ese año escolar, pero además esta vez tiene que ayudar a su profesor para preparar las lecciones para sus nuevos compañeros de clase.)
 
 
3) La tercera clase son los "elementales" propiamente dichos, que nunca evolucionan hasta convertirse en seres humanos, sino que ocupan, por así decirlo, un peldaño específico de la escala del ser, y en comparación con los demás elementales, pueden llamarse propiamente espíritus de la naturaleza o agentes cósmicos de la naturaleza, cada uno confinado a su propio elemento y nunca transgrediendo los límites de los demás. Estos son los que Tertuliano llamó "los príncipes de los poderes del aire".
 
Se cree que esta clase posee sólo uno de los tres atributos del hombre. No tienen espíritus inmortales ni cuerpos tangibles; sólo formas astrales que participan en un grado distintivo del elemento al que pertenecen y también del éter. Son una combinación de materia sublimada y una mente rudimentaria.
 
Algunos son inmutables pero todavía no tienen una individualidad separada, actuando colectivamente, por así decirlo. Otros, de ciertos elementos y especies, cambian de forma bajo una ley fija que explican los cabalistas.
 
El más sólido de sus cuerpos es ordinariamente lo suficientemente inmaterial como para escapar a la percepción de nuestra vista física, pero no tan insustancial como para que puedan ser perfectamente reconocidos por la visión interna o clarividente.
 
No sólo existen y pueden vivir en el éter, sino que pueden manejarlo y dirigirlo para la producción de efectos físicos, tan fácilmente como podemos comprimir aire o agua para el mismo propósito mediante aparatos neumáticos e hidráulicos; en cuya ocupación son fácilmente ayudados por el "elemental humano".
 
Más que esto; pueden condensarlo hasta el punto de hacerse cuerpos tangibles para ellos mismos, que por sus poderes proteicos pueden hacer que adopten la semejanza que deseen, tomando como modelos los retratos que encuentran grabados en la memoria de las personas presentes.
 
No es necesario que el retratado esté pensando en el momento del representado. Su imagen puede haberse desvanecido muchos años antes. La mente recibe impresiones indelebles incluso de conocidos casuales o de personas que se encuentran una sola vez. Así como una exposición de unos pocos segundos de la placa de fotografía sensibilizada es todo lo que se requiere para preservar indefinidamente la imagen del retratado, y de la misma manera sucede con la mente.
 
Aunque los espiritistas los desacreditan mucho, estos espíritus de la naturaleza son realidades. Los cristianos los llaman "diablos", "diablillos de Satanás", y con otros nombres característicos similares. Pero no son nada de eso, sino simplemente criaturas de materia etérea, irresponsables, y ni buenas ni malas, a menos que estén influenciadas por una inteligencia superior.
 
(Estos seres pertenecen a los reinos sutiles que se encuentran en el arco descendente y cuyo objetivo es alcanzar el reino mineral para luego iniciar su desarrollo en el arco ascendente.
 

 
Y en este artículo no se mencionan a las entidades sutiles superiores que dirigen al universo en sus diferentes escalas: planetas, sistemas estelares, galaxias, etc. Estos seres no son elementales sino que son conocidos como La Jerarquía Divina.)
 
 
 
 
 
 
Las entidades con las que se comunican
los espiritistas
 
¿Qué deben pensar los espiritistas sensatos del carácter de los ángeles guías, que después de acaparar, quizás durante años, el tiempo, la salud y los medios de un pobre médium, lo abandonan repentinamente cuando más ese médium necesita de su ayuda?
 
Sólo las criaturas sin alma o conciencia serían capaces de una tal injusticia. ¿Condiciones? - mero sofisma. ¿Qué clase de espíritus deben ser los que no convocarían si fuera necesario un ejército de espíritus-amigos (si es que los hay) para arrebatar al inocente médium del pozo cavado para sus pies?
 
Pero tales cosas sucedieron en los tiempos antiguos, y siguen sucediendo ahora. Hubo apariciones antes del espiritismo moderno, y fenómenos como el nuestro en todas las épocas anteriores. Si las manifestaciones modernas son una realidad y hechos palpables, también deben haberlo sido los llamados "milagros" y proezas taumatúrgicas de antaño; o si estos últimos no son más que ficciones de superstición, así deben ser los primeros, porque no se basan en un mejor testimonio.
 
Pero en este torrente cada vez mayor de fenómenos ocultos que se precipita de un extremo al otro del globo, aunque dos tercios de las manifestaciones se prueban como espurias, ¿qué hay de aquellas que se prueban como genuinas sin duda ni reparos?
 
Entre estas se pueden encontrar comunicaciones provenientes de médiums profesionales y no profesionales. ¿Quiénes son esos espíritus? ¿Cuáles son esos poderes o inteligencias que evidentemente están fuera del médium propiamente dicho y de las entidades per se?
 
Estas inteligencias merecen el apelativo; y difieren tanto de la generalidad de espectros y duendes que rondan los gabinetes en busca de manifestaciones físicas, como el día difiere de la noche.
 
Sin embargo, ya sea un "espíritu de salud o un duende maldito", tiene poca importancia; porque si se prueba una vez que su organismo no es materia sólida, entonces debe ser y es un "espíritu", una aparición, un soplo.
 
Es una inteligencia que actúa fuera de nuestros organismos, y por lo tanto debe pertenecer a alguna raza de seres existente aunque invisible.
 
¿Pero qué es eso?
 
¿Qué es ese algo que piensa e incluso habla, pero que sin embargo no es humano; que es impalpable y sin embargo no es un espíritu desencarnado; que simula afecto, pasión, remordimiento, miedo, alegría, pero no siente nada?
 
¿Qué es esta criatura fanfarrona que se regocija engañando al que pregunta sinceramente y burlándose del sagrado sentimiento humano?
 
Porque si no es el Katie King del Sr. Crookes, otras criaturas similares han hecho todo esto.
 
¿Quién puede descifrar este misterio?
 
(La inmensa mayoría de los “ángeles o espíritus guías” de los espiritistas son elementarios.)
 
 
El verdadero psicólogo, ¿adónde debería ir por sus libros de texto sino a los rincones abandonados de las bibliotecas donde las obras de los despreciados herméticos y teúrgos han estado acumulando polvo durante muchos años?
 
Los escépticos, e incluso los espiritistas escépticos, a menudo han acusado injustamente a los médiums de fraude, al negarles lo que consideran su derecho inalienable de probar los espíritus. Pero donde hay uno de esos casos, hay cincuenta en los que los espiritistas se han dejado engañar por embaucadores, mientras que descuidaron apreciar las manifestaciones genuinas que les procuraron sus médiums.
 
Ignorantes de las leyes de la mediumnidad, ellos no saben que cuando un médium honesto es poseído por los espíritus, ya sean desencarnados o elementales, deja de ser su propio amo. No puede controlar las acciones de los espíritus, ni siquiera las suyas propias. Lo convierten en un títere para que baile a su antojo mientras tiran de los cables tras bambalinas.
 
El médium falso puede parecer en trance pero sin embargo estar jugando trucos todo el tiempo; mientras que el verdadero médium puede parecer estar en plena posesión de sus sentidos, cuando en realidad está lejos y su cuerpo está animado por su "guía indio" o "su controlador". O bien puede estar extasiado en su gabinete mientras su cuerpo astral (doble) o doppelganger camina por la habitación, movido por otra inteligencia.
 
Lejos de nosotros está la idea de lanzar una calumnia injusta sobre los verdaderos médiums, acosados por diversas inteligencias, reducidos por su influencia avasalladora –que sus naturalezas débiles y nerviosas no pueden sacudir– a un estado mórbido, y que finalmente ese estado se vuelve crónico, y los médiums se ven impedidos por estas "influencias" de emprender otra ocupación. Ellos se vuelven mental y físicamente incapaces de luchar contra esas entidades.
 
¿Quién puede juzgarlos con dureza cuando llevados hasta el último extremo, se ven obligados a aceptar la mediumnidad como su trabajo?
 
 
No son a los verdaderos y genuinos médiums a los que culparíamos jamás, sino a sus patrocinadores, los espiritistas.
 
Los antiguos, a diferencia de nosotros, podían "probar" los espíritus y discernir la diferencia entre los buenos y los malos, los humanos y los elementales. Y también sabían que las relaciones espiritistas no reguladas traían la ruina al individuo y el desastre a la comunidad.
 
Esta visión de la mediumnidad puede resultar novedosa y tal vez repugnante para muchos espiritistas modernos; pero sigue siendo el punto de vista enseñado en la filosofía antigua, y apoyado por la experiencia de la humanidad desde tiempos inmemoriales.
 
Estamos lejos de creer que todos los espíritus que se comunican en los círculos espiritistas sean de las clases llamadas "elementales". Muchos entre aquellos que controlan al médium subjetivamente para hablar, escribir y actuar de varias maneras, son espíritus humanos pero sin cuerpo.
 
Si la mayoría de tales espíritus son buenos o malos, depende en gran medida de la moralidad privada del médium, mucho del círculo presente y mucho de la intensidad y el objeto de su propósito. Pero en cualquier caso los espíritus humanos nunca pueden materializarse in propria persona.
 
(Los espiritistas se comunican la inmensa mayoría de las veces con entidades astrales embaucadoras cuya mayoría son elementarios, algunas veces se comunican con humanos desencarnados que se mantienen despiertos después de la muerte, y muy pocas veces se comunican con humanos iniciados o con seres superiores.)
 
 
Las leyes reconocidas de la ciencia física explican sólo algunos de los fenómenos más objetivos de los llamados fenómenos espiritistas. Y si bien prueban la realidad de ciertos efectos visibles de una fuerza desconocida, desafortunadamente hasta ahora no han permitido a los científicos ni siquiera controlar a voluntad esta parte del fenómeno.
 
Lo cierto es que los profesores aún no han descubierto las condiciones necesarias de su ocurrencia. Deben profundizar en el estudio de la triple naturaleza del hombre (fisiológica, psicológica y divina) como lo hicieron sus predecesores: los magos, los teúrgos y taumaturgos de antaño.
 
 
(Nota: Las referencias de volumen y página a Isis Develada, son como sigue: Volumen I, 336, 340, 341, 343, 344, 295, 296, 310, 311, 325, 53, 54, 360, 488-9, 490, 67.)
 
(Revista Teosofía, Los Ángeles, mayo de 1918, p.289-294)
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

2 comentarios:

  1. Oye "Cid" le realizó la siguiente pregunta y es algo que no logro resolver 1 duda.... ¿Que sucede a nivel oculto, cuando 1 hombre ya llegó al límite de la corrupción?
    (Siendo más específico, yo me refiero a la corrupción sexual/sexismo).
    Espero que puedas proporcionar 1 respuesta

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