LAS TELEPORTACIONES QUE SE EFECTUABAN EN EL ESPIRITISMO

  


Varias personas afirmaron que plantas u objetos que inicialmente no se encontraban en el lugar donde se estaba efectuando la sesión espiritista, de repente aparecieron ahí, y en este capítulo les voy a ir compilando la información que vaya encontrando sobre este fenómeno.

Los espiritistas llaman a este tipo de fenómenos "aportes" y dicen que son 'regalos de los espíritus'.




TELEPORTACIONES FALSAS

Muchas teleportaciones resultaron ser fraudulentas y en Wikipedia se mencionan las siguientes:


Charles Bailey

Durante una sesión espiritista Bailey sacó dos pájaros vivos aparentemente de la nada, pero su éxito se desmoronó cuando el comerciante que se los había vendido apareció entre la multitud denunciándolo.



Anna Rothe

En marzo de 1902, en Berlín, agentes de policía interrumpieron una sesión de espiritismo que ella estaba efectuando, le agarraron las manos y la tiraron al suelo. Una ayudante de policía la examinó físicamente y descubrió 157 flores, además de naranjas y limones escondidos en sus enaguas. Fue arrestada y acusada de fraude. Tras un juicio que duró seis días, fue condenada a dieciocho meses de prisión.



Heinrich Melzer 

En 1926 se descubrió que era un impostor al ser sorprendido en la sala de sesiones espiritistas con pequeñas piedras sujetas a la parte posterior de las orejas con cinta adhesiva color carne.



Otros médiums

Otros médiums de aporte que fueron expuestos como fraudes fueron Lajos Pap y Maria Silbert.

Según el neurólogo Terence Hines, «Algunos médiums llegaron al extremo de ocultar dentro del ano o en la vagina objetos que serían 'aportados' durante la sesión y telas vaporosas que se convertirían en 'ectoplasma' durante la misma, ya que era muy improbable que los caballeros victorianos, por muy escépticos que fueran, solicitaran registrar estos lugares».






TELEPORTACIONES INCIERTAS

Los siguientes médiums todavía no los investigo suficientemente y por consiguiente todavía no me atrevo a hacer un veredicto sobre ellos, pero lo más probable es que también hayan sido fraudulentos porque hay muchísimo charlatanismo en el espiritismo y solo unos pocos médiums parece que si fueron genuinos.


Elisabeth Guppy
 
Agnes Elisabeth Guppy Volckman fue una médium británica (1838-1917) conocida por producir aportes y materializaciones.

 




TELEPORTACIONES POSIBLEMENTE VERDADERAS

N.D. Miller

Franz Hartmann fue un esoterista que se interesó mucho por el espiritismo y él aseguró que en una sesión espiritista con esta médium se le materializaron algas marinas frescas a pesar que en ese momento él se encontraba viviendo en el estado de Colorado, muy lejos de cualquier océano.

« Hubiera sido bueno para mí si hubiera permanecido en Nueva Orleans, pero el deseo de cambio y las aventuras junto con los exaltantes relatos que me llegaban de Colorado, me motivaron a ir a esa región. Y además estaba cansado de la vida urbana y anhelaba ver el Salvaje Oeste.

Allí conocí a la Sra. N.D. Miller de Denver quien fue uno de los médiums materializadores más notables que haya existido alguna vez, y como a veces ella se quedaba en mi casa, tuve la oportunidad de presenciar los fenómenos más interesantes.

Los fantasmas totalmente materializados se convirtieron en mis compañeros casi a diario, y algas marinas frescas fueron traídas del lejano océano»
(Occult Review de enero de 1908, p.12-17)




Maria Thayer

(El coronel Olcott estuvo en varias sesiones espiritistas con esta médium y su investigación la relató en su libro "Las Hojas de un Viejo Diario I".)

La señora Maria Baker Thayer, de Boston, mostraba sus poderes mediúmnicos en una forma muy bonita y poética, y dediqué cinco semanas de ese verano a estudiar sus fenómenos.

Ella era lo que se llama una “médium de flores”, es decir una psíquica en presencia de la cual llovían flores, tiernos retoños, enredaderas, hierbas, hojas y ramas recientemente arrancadas de los árboles, a veces de variedades exóticas que no se podían encontrar más que en invernáculos.

Cuando la conocí, era una mujer de cierta edad, de modales agradables, muy complaciente para las pruebas y siempre amable y de buen humor.

Sin embargo, como muchos profesionales, bebía un poco, para rehacerse, como decía (y lo creo) después del agotamiento de fuerza nerviosa causado por los fenómenos.
 
Estoy convencido de que ella era un verdadero médium, pero sé también que recurría además al fraude. Lo sé porque la descubrí una noche, en 1878, poco antes de nuestra partida para la India, cuando quiso convencerme de que sabía hacer pasar la materia a través de la materia, e imitar la célebre experiencia de Zollner ayudado por el médium Slade.

Sentí mucho que hubiese tratado de engañarme, porque hasta ese momento sólo hubiera podido decir cosas buenas de ella.


Una larga memoria de mi investigación sobre la señora Thayer, en la que H.P.B. había participado en parte, apareció en el periódico The New York Sun del 18 de agosto de 1875 y fue considerablemente reproducido en Europa y América, así como traducido a varios idiomas.

He aquí cómo tuvieron lugar las sesiones de la señora Thayer:

« Reunidos todos, una persona respetable era elegida de común acuerdo para examinar la sala y los muebles, cerrar y hasta sellar las ventanas, cerrar las puertas con llave y guardar las llaves.

La médium también permitía revisar sus ropas para asegurar que no escondía flores ni otros objetos. Me autorizó y consintió en que la atase y sellase en un saco, prueba que ya había yo empleado con la señora Holmes.

Después todos se sentaban alrededor de una gran mesa de comedor, se hacía la cadena (la médium como los demás), se apagaban las luces y se esperaba en la oscuridad a que los fenómenos se produjesen.

Al cabo de cierto tiempo se oía algo sobre la mesa que no tenía carpeta, se olía un perfume y la señora Thayer pedía que prendiesen la luz.

Algunas veces se veía la mesa enteramente cubierta de flores y plantas, y otras veces éstas se hallaban esparcidas sobre las ropas o los cabellos de los asistentes.

A veces venían mariposas, o se oía en el aire el vuelo de un pájaro, y se podía ver una paloma, un canario o un jilguero revolotear de un rincón a otro del salón, o bien a un pececillo rojo que aún palpitaba sobre la mesa, húmedo como si acabase de salir del agua.

De pronto alguno lanzaba una exclamación de alegría y sorpresa al encontrar en su mano una flor que mentalmente había pedido.


Una noche vi frente a un escocés una gran planta de brezo de su país, con raíces y tierra pegada a ellas, como si fuese recién arrancada, y también tenía tres pequeños gusanos que se retorcían en la tierra.

Era una cosa común ver aportes de lirio de los valles o de otras plantas con su tierra y sus raíces recién arrancadas del tiesto o de un macizo de flores; yo mismo he tenido allí esos aportes.

Pero he tenido algo mejor. Un día, visitando el cementerio de Forest Hill, en las afueras de Boston, y atravesando los invernáculos, me llamó la atención una planta rara, con hojas largas, estrechas, como con cintas de color blanco y verde pálido, llamada Dracoena regina.

Con lápiz azul dibujé bajo una de las hojas la estrella de seis puntas y pedí mentalmente a los espíritus que me la llevasen a la próxima sesión de la señora Thayer, en la noche del día siguiente.

Y para estar más seguro de la médium, me senté a su lado y le tuve las manos. Sentí en la oscuridad caer algo fresco y húmedo sobre una de mis manos, y cuando se encendió de nuevo la luz, vi que era mi hoja de dracoena marcada.

Pero para estar aún más seguro, volví al invernáculo y vi que la hoja había sido desprendida del tronco y que la parte desgarrada coincidía con la que yo tenía en el bolsillo. »


Cierto número de hechos de esta clase, que no tengo sitio para mencionar de paso, me convencieron de que la señora Thayer era una verdadera psíquica.

Por otra parte, cierto fenómeno fisiológico vino a confirmar mi impresión y a arrojar una gran luz sobre el problema mismo de la mediumnidad.

Teniendo sus dos manos en las mías, noté que en el preciso momento de la caída de las plantas sobre la mesa, ella se estremecía y sus manos se ponían instantáneamente heladas como si de pronto corriese hielo por sus venas. Y un momento después sus manos recobraban la temperatura normal.

Desafío a todos los sabios escépticos a que ellos mismos imiten ese fenómeno. Parece indicar un cambio total de “polaridad vital” para la producción de los fenómenos, para servirme de una frase técnica.

Me acuerdo que algo similar sucedió cuando H.P.B. evocó un fantasma entero (ver mi libro "Gente del otro Mundo", p.477) fuera del gabinete de la señora Holmes, ella me apretaba convulsivamente la mano, y la suya estaba helada.

Igualmente lo estaba la del señor B. después de la producción del aguacero, y el paso al trance cataléptico de los histéricos y de otros estados de profunda inconsciencia, van acompañados de un anormal descenso de temperatura.

El doctor Moll en el libro "Hipnotismo", pág. 113, dice que las experiencias en realidad sorprendentes de Kraft Ebbing, prueban que debemos “reconocer que la sugestión hipnótica obra de manera sorprendente sobre la temperatura del cuerpo”.

Por lo tanto es justo llegar a la conclusión de que ese cambio de temperatura notado en la señora Thayer y en otros, en el momento de la producción de los fenómenos, demuestra su buena fe ya que no se podría simular ese efecto patológico.


Para no insistir más sobre el caso de esa médium por interesante que sea, agregaré solamente que en una sola sesión pública conté y reconocí 84 especies de plantas; otra vez, en condiciones impuestas por mí, vi aparecer pájaros que atrapé y los guardé; otra, en pleno día, en una casa particular, vi flores y una rama arrancada de un árbol del jardín; y también en la misma casa amiga, donde H.P.B. y yo pasábamos una temporada, venida ella de Filadelfia y yo de Nueva York, siguiendo nuestras investigaciones para Aksakof, vimos grandes piedras y un raro cuchillo viejo de mesa, de modelo antiguo, arrojados sobre la mesa.


Y también en una ocasión sucedió lo siguiente:

Nuestra amable huésped, la señora de Carlos Houghton, quien estaba casada con un notario de Boston muy conocido que vivía en el barrio de Robury, me llevó un día en coche a la ciudad para asistir a una de las sesiones públicas de la señora Thayer.

H.P.B. rehusó venir y la dejamos en el salón hablando con el señor Houghton. El coche debía ir a buscarnos a cierta hora, y habiendo resultado corta la sesión, todos se marcharon, salvo una señora, la señora Houghton y yo.

Para pasar el tiempo le pedí a la señora Thayer que nos concediese una sesión particular, y ella accedió.

Nos colocamos en la mesa; yo tenía las dos manos de la médium con las mías y puse mi pie sobre los suyos; una de las señoras cerró las puertas y aseguró las ventanas; la otra se ocupó de la luz.

Después de haber aguardado algún tiempo en la oscuridad, no se oyó caer plantas, sino el coche que llegaba a la puerta y en el mismo instante algo fresco y húmedo como un copo de nieve cayó dulcemente sobre el dorso de mi mano.

No dije nada hasta que las luces se encendieron y seguí asegurando las manos de la señora Thayer, lo que hice notar a las señoras. La flor caída sobre mi mano era un encantador capullo de rosa musgo doble, medio abierto y cubierto de rocío.

La médium se estremeció como si alguien hubiese hablado detrás de ella, y dijo:
 
-        “Coronel, los espíritus dicen que esto es un regalo para la señora Blavatsky.

Se la di a la señora Houghton, quien al llegar se la entregó a H.P.B., a la que encontramos fumando cigarrillos y conversando aún con nuestro huésped.

(Capítulo 6)






 EXPLICACIÓN

Los instructores teosóficos explicaron que cuando ese fenómeno es verdadero eso se logra porque las entidades astrales tienen la capacidad con ayuda de los elementales de agarrar esas plantas u objetos en el lugar donde se encuentran, y teletransportarlas hacia el lugar donde la sesión espiritista se esta llevando a cabo. Y de hecho los maestros transhimaláyicos utilizaron esa técnica para también teletransportar varias cosas a lugares lejanos.







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