El
coronel Olcott comentó que en una noche del otoño de 1876, mientras que él y
Blavatsky se encontraban trabajando en la elaboración de la obra “Isis Develada”, surgió la discusión sobre
los principios implicados en la proyección consciente del doble astral, y Blavatsky
al encontrar dificultad para explicarlo, ella decidió mostrárselo a Olcott a través
de una imagen cómo se estaba desarrollando la evolución de Staiton Moses en esa dirección.
William Stainton Moses (quien utilizaba el seudónimo
de M.A.
Oxon) fue un médium inglés guiado por un espíritu llamado "Imperator”.
Y
la manera fenoménica como Blavatsky elaboró ese retrato, el coronel Olcott lo
relató en sus “Viejas Hojas de Un Diario
I”, escribiendo lo siguiente:
« En otra parte he hablado
de una imagen precipitada sobre raso por H.P. Blavatsky para enseñarme a qué
grado había llegado Oxon, en su esfuerzo para alcanzar el poder de proyectar su
doble, concentrando la voluntad.
Y
a continuación voy a contarlo con sus detalles:
Una
noche de otoño, en 1876, trabajábamos como de costumbre en la obra “Isis Develada”, cada uno a un lado de la
mesa y nos pusimos a discutir los principios que rigen la proyección voluntaria
del doble.
Por
no haber estudiado esas cosas en su juventud, ella no entendía nada de las explicaciones
científicas y me costaba trabajo entender su pensamiento. Además que su temperamento
violento no dejaba en esos casos de tratarme de idiota, y esa vez no me ahorraba
su opinión respecto a mi difícil comprensión.
Terminó
por donde debió comenzar, ofreciendo demostrarme con una figura, el estado de la
evolución de Oxon Y para eso en seguida se puso manos a la obra. Se levantó, abrió
un cajón del que sacó un pequeño rollo de raso blanco, que quedaba, creo, de una
pieza que le habían regalado en Filadelfia, y extendiéndolo ante mí sobre la mesa,
cortó un trozo de la dimensión deseada, después de lo cual colocó el rollo en su
sitio y se sentó.
Puso
el trozo de raso boca abajo sobre la mesa, lo cubrió casi por completo con una hoja
nueva de papel secante, y apoyó sus codos encima mientras hacía un cigarrillo. Me
pidió que le trajese un vaso de agua. Yo asentí, pero empecé por hacerle una pregunta
que trajo una respuesta, y empleó algún tiempo para contestármela.
Mientras
yo no le quitaba ojo al borde del raso que sobrepasaba del papel secante y estaba
bien resuelto a no perderlo de vista. Ella viendo que no me movía, me preguntó si
no quería ir a buscarle el vaso de agua.
Le
respondí:
-
“¡Oh!,
claro que sí.”
Entonces
me preguntó:
-
“Bien,
entonces, ¿qué espera?”
A
lo que le contesté:
-
“Espero
tan sólo a ver lo que va a hacer con ese raso.”
Viendo
que no quería dejarla sola con la tela, entonces me dirigió una mirada furiosa y
golpeando con el puño el papel secante, exclamó:
-
“¡Lo
quiero ahora, al instante!”
Y
levantando el papel, volvió la tela y me la arrojó. Imaginad mi sorpresa si
podéis al constatar que en el lado satinado de la tela vi una imagen en colores
y del más extraordinario carácter. Era un excelente retrato de la cabeza de Stainton
Moses, tal como entonces era, casi una reproducción de su fotografía que estaba
colgada en la pared, encima de la chimenea.
Del
vértice de la cabeza salían como unos dardos de llama dorada. En el sitio del corazón
y del plexo solar, se veían focos de color rojo y oro, como saliendo de pequeños
cráteres. La cabeza y el tórax estaban envueltos en nubes de aura, de un azul puro,
sembradas de puntos de oro.
En
la parte baja de la imagen, donde debería encontrarse el cuerpo, se veía cubierto
de nubes semejantes, pero de un vapor rojizo y grisáceo, es decir de un aura menos
buena que la de la parte superior.
Como
los procedimientos de fotograbado no son capaces aún de reproducir los colores,
el grabado no da más que una débil idea de la imagen sobre el raso.
Yo
no sabía todavía nada de los seis chakras o centros de evolución psíquica del cuerpo
humano, de los que se habla en los Yoga Shastra y que bien conocen todos aquellos
que han estudiado a Patanjali.
Entonces
no comprendía la significación de los dos vértices llameantes sobre las regiones
cardiaca y umbilical. Pero todo lo que después he aprendido, aumenta en mucho para
mí el valor de esa imagen, que prueba que el ocultista práctico que la produjo
sabía evidentemente que para separar el astral del cuerpo físico, hay que concentrar
la voluntad sucesivamente sobre cada centro nervioso, y que la separación debe ser
completa en un punto, antes de obrar sobre el siguiente.
Considero
que esta imagen de Stainton Moses era más bien intelectual que espiritual, puesto
que su cabeza estaba ya completamente formada y pronta para la proyección, mientras
que el resto de su cuerpo astral estaba aún en un estado de agitación nebulosa y
no había adquirido todavía la rupa o forma.
Las
nubes azules indican una cualidad pura, pero no la más luminosa del aura humana,
que se llama brillante o radiante, un nimbo plateado.
Los
puntos dorados que se ven flotar en el azul, son las chispas del Espíritu, esa
“chispa plateada del cerebro” que Edward Bulwer-Lytton describe tan bien en su libro
“Una Extraña Historia”; mientras que los
vapores grisáceos y rojizos de las partes inferiores son las auras de nuestras cualidades
animales y corporales.
El
gris se hace cada vez más sombrío a medida que la; animalidad prevalece en un hombre,
sobre sus cualidades intelectuales, morales y espirituales, de modo que los clarividentes
dicen que los hombres enteramente depravados su aura es negra como la tinta. Mientras
que el aura de los Adeptos es como una fusión de plata y oro, como algunos de mis
lectores lo saben seguramente por experiencia, y como los poetas y pintores de todos
los tiempos han representado siempre a su más elevado ideal espiritual.
Esta
Tejas, o luz del alma, luce en el rostro de los místicos con un brillo que no podría
olvidarse ni confundirse, cuando se le ha visto una vez. Es la “faz brillante” de
los ángeles de la Biblia, la “gloria del Señor”, la luz que irradiaba del rostro
de Moisés cuando descendía de la montaña, con brillo tal, que los hombres no podían
mirado cara a cara, una radiación que transforma hasta las ropas en “vestiduras
brillantes”.
Los
hebreos llaman a esto shekinah, y he oído una vez esta expresión, en boca de
judíos de Bagdad, aplicada al aspecto del rostro de un visitador de gran espiritualidad.
Y del mismo modo, otras varias naciones se sirven en el mismo sentido, de la palabra
radiante; los espíritus y hombres puros, irradian la luz blanca, y los viciosos
y los malos, están cubiertos de oscuridad. »
(Capítulo 23)
NOTA
Ese
retrato se conserva en los archivos de la Sociedad Teosófica de Adyar y el parecido
con el rostro de Stainton Moses es remarcable:
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