Vera
Petrovna Zhelikhovsky fue la hermana de Blavatsky, y aunque ella no sabía nada
de esoterismo, al haber tenido una relación tan estrecha con Blavatsky, es
interesante leer lo que ella comentó acerca de las cartas que los maestros
transhimaláyicos materializaron, y es por eso que en este capítulo les voy a ir
poniendo lo que ella dijo al respecto (y en purpura añadí mis comentarios):
« En lo que a mí concierne, jamás recibí carta alguna de
los Adeptos, y tampoco nunca tuve la oportunidad de ver (como muchos otros se
jactan de haberlo presenciado) aparición alguna, ni luces, ni cartas cayendo
del aire
Ahora bien, ¡No discuto su
testimonio, ni mucho menos! Porque creo que nadie tiene el derecho de
cuestionar las creencias de los demás por el solo hecho de nuestra ignorancia o
falta de percepción, pero yo no puedo exponer otra cosa más que lo que yo misma
he presenciado.
Pero esto no es obstáculo para que
también les mencione las experiencias que otros (más afortunados ó mejor
dotados que yo) me han referido.
Sin embargo sería demasiado relatar
todas las historias que sus colaboradores más cercanos me han contado, y además
sería innecesario puesto que todas las revistas teosóficas han publicado
artículos acerca de lo que los señores Olcott, Sinnett, Judge y muchos otros
han testificado.
Pero citaré un testimonio que nunca
ha sido publicado por la prensa inglesa ni francesa, y me refiero a los
notables fenómenos que el señor Vsevolod Solovioff ha descrito en muchas de las
cartas que él me envió.
Y así por ejemplo, después de haber
ido a visitar a Blavatsky a Elberfeld (en Alemania) durante el mes de
septiembre de aquel mismo año, él me escribió una larga carta acerca de una
entrevista que le había concedido el Mahatma Morya, así como también respecto a
las visiones que había tenido previamente a la aparición de ese gran Adepto.
No describiré en detalle lo que el
señor Vsevolod me mencionó, porque él me informó que envió un relato de ello al
Diario de la Sociedad para la investigación psíquica de Londres, pero esto es
lo que él me comunicó en respuesta a mis preguntas sobre la autenticidad de esa
aparición, en una carta fechada del 21 de noviembre de 1885:
“Aquí hay una prueba más y la recibí en
Wurzburgo al mismo tiempo que la visita del Mahatma Morya, y ante los grandes
celos de todos los teósofos: se trata de una carta autografiada por el Mahatma
Kuthumi, ¡e incluso esta en ruso!
No me sorprendió en lo más mínimo cuando
encontré esta carta precisamente en el libro que tenía en la mano, porque tenía
un presentimiento de que iba a suceder: ¡lo sabía de antemano!
Lo que sí me sorprendió fue que en esa carta
se explicaba de un modo claro y conciso sobre las cosas que poco antes estaba
discutiendo [con Blavatsky] y dándome una contestación precisa a las preguntas
que en ese momento había formulado.
Y esto, a pesar que cuando se apareció la
carta me hallaba algo apartado de los demás y nadie se había aproximado a mí, y
por consiguiente nadie hubiese podido poner la carta en el libro.
El individuo que lo hizo debió poder captar
mi pensamiento y escuchar las palabras que yo había dicho, para poder dar la
contestación exacta. Y este fenómeno lo he observado varias veces en mi propio
caso y en el de otras personas.”
(El señor Solovioff
sugirió que tal vez Blavatsky lo había hipnotizado, a lo que la Sra. Zhelikhovsky contestó.)
Los poderes ocultos de Madame
Blavatsky sin duda eran grandes. Sin embargo, nadie, que yo sepa, le había
atribuido jamás a sus facultades: la sugestión hipnótica, como parece haberlo
hecho el señor Solovioff.
(En esto la Sra.
Zhelikhovsky está equivocada porque William Judge señaló que Blavatsky si tenía
la capacidad de hipnotizar a la gente pero evitaba hacerlo.)
Además, su hipótesis no puede
sostenerse, porque muchas veces las cartas de los Mahatmas y de Madame
Blavatsky, han sido examinadas por peritos quienes siempre han declarado que
las escrituras son diferentes. En el libro del Sr. Sinnett “Incidentes en la Vida de H.P. Blavatsky”
se puede encontrar la historia de todo este asunto, acompañada de documentos
oficiales.
Y a lo cual hay que añadir que el
señor Solovioff no ha sido el único que ha recibido tales cartas, y exactamente
bajo las mismas condiciones.
El Dr. Hübbé-Schleiden, editor de la
revista alemana The Sphinx, y muchos
otros teósofos, lo demuestran, habiendo recibido sus cartas en la ausencia
Madame Blavatsky.
Y desde la muerte de mi hermana, se
han recibido cartas idénticas en Londres en la sede de los Teósofos. La señora
Annie Besant, la condesa Wachtmeister, el Sr. Judge y otros han hablado en
todas las revistas teosóficas, y una de estas cartas de Mahatma Morya (el
maestro de Blavatsky) le pide a sus seguidores continuar con su trabajo, lo que
producido una gran sensación en el mundo teosófico. »
(Un esbozo biográfico
de Helena Petrovna Blavatsky)
Y
en otro artículo Vera Zhelikhovsky dio más información sobre este tema:
« Al mismo tiempo, no podemos ignorar la evidencia
proporcionada por muchas
personas en el sentido de que las órdenes de su maestro les están llegando directamente a través de mensajes
especiales que los teósofos encuentran inesperadamente, no solo en sus
habitaciones sino también durante sus viajes, en vagones de tren y en barcos.
Estos mensajes, escritos en inglés o
en francés, nunca llevan ninguna marca postal, y los sobres son de una forma y
papel especiales, siempre con el mismo dibujo jeroglífico realizado en un
peculiar color rojo vivo.
(El maestro Morya
solía escribir en rojo, mientras que el maestro Kuthumi solía escribir en
azul.)
Me han mostrado muchas letras de
este tipo, y aunque nunca las he visto caer del cielo, esto es lo que yo vi con
mis propios ojos en dos ocasiones.
1) Estábamos todos sentados hace
unos días cuando el señor William Judge, secretario de la Sociedad Teosófica,
recibió en su correo una carta de
América que abrió de inmediato.
Y en ese instante prestó atención, no al contenido, sino a varias palabras
subrayadas con lápiz rojo y a una frase escrita a lo largo de la letra, también
en rojo, firmada con el nombre familiar de maestro.
Y hay que tener en cuenta que la
carta nunca había estado en la India ni en el Tíbet, y aunque se puede objetar
que nada hubiera impedido que el corresponsal del Sr. Judge en Nueva York
insertara él mismo la línea roja, como si procediera del maestro. Y estoy de
acuerdo con eso, y admito que al principio yo misma tuve ese pensamiento, pero
otro acontecimiento me hizo cambiar de opinión.
2) Aproximadamente dos días después,
a la hora habitual, el cartero trajo el correo. Aunque primero debo mencionar
que al mismo tiempo Madame
Blavatsky estaba atendiendo las quejas de un muchacho muy joven, nuestro
invitado, sobre su madre.
Verán, el Sr. Keightley había venido
a París con el único objetivo de conocer más a los miembros de la Sociedad
Teosófica después de estudiar sus doctrinas a través de sus libros. Él se había
convertido en un ardiente teósofo e incluso había renunciado por completo a la
comida de origen animal y al alcohol para ser digno de aquellos a quienes tenía
como ejemplo y para que los maestros tibetanos le concedieran una manifestación personal (todos los
teósofos son vegetarianos convencidos debido a su creencia de que la sangre
animal afecta negativamente al espíritu humano y los poderes superiores; y
también ellos se abstienen del alcohol).
En resumen, el Sr. Keightley se
estaba quejando amargamente de su madre, quien le exigía que regresara con ella
a Liverpool o que continuara con su “viaje continental” emprendido por razones
de recuperación.
"¡Mi madre tiene un miedo mortal de que
abandone mis asuntos y me vaya a la India!" él le dijo a Blavatsky. “¡Pero
eso es egoísmo y desconfianza de su parte! Yo le respondí que no la dejaría
mientras esté viva, sin embargo ella sabe muy bien que para mí el verdadero
significado de la existencia lo he descubierto en la Teosofía, en sus
enseñanzas, y que deseo ardientemente vivir en el lugar donde viven y trabajan
sus principales representantes."
En ese momento llegó el cartero y
una de las numerosas cartas era de Liverpool de la señora Keightley a su hijo.
El joven Keightley la abrió sin mucha prisa, pero de repente una expresión de
miedo y asombro cubrió su rostro y se puso carmesí debido a que en la carta las
palabras de su madre sobre el deber de los hijos de respetar a sus padres y ser
obedientes a ellos estaban subrayadas
en rojo con la bien conocida firma del maestro.
Y hay que admitir que no era probable
que la madre que se oponía a la pasión de su hijo por la Teosofía, intentara
ella misma convencerlo a través de los fenómenos que producen los Mahatmas.
Sin embargo el Sr. Keightley hubiera
estado dispuesto a desobedecer a su madre si el Coronel Olcott no hubiera
regresado de Londres y lo hubiera convencido de que volviera a su casa,
insistiendo en que cumpliera con las demandas de su madre.
Por otra parte, Madame de M***,
secretaria de la rama parisina de la Sociedad Teosófica (la presidenta de esa
rama es Lady Caithness, duquesa de Pomar, famosa por su riqueza), me dijo
personalmente que una carta del maestro que encontró dentro de otra carta que
ella recibió completamente ajena, sin duda la había salvado del suicidio y la había llevado a dedicarse a la causa
de la Teosofía con todo su corazón y alma. Estos son hechos. »
(Blavatsky y los Teósofos)
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