El
siguiente artículo fue escrito por Jasper Niemand quien fue la principal
colaboradora de William Judge, y en este artículo ella nos revela que ella se
volvió alumna de Blavatsky y que a través de la proyección astral ella tenía encuentros
y comunicaciones con Blavatsky, a pesar que Jasper Niemand vivían en los
Estados Unidos y Blavatsky en Inglaterra.
MI DISCIPULADO CON BLAVATSKY
Estimada
Condesa Wachtmeister:
Como
usted está preparando un libro sobre el método que utilizó Blavatsky para
escribir La Doctrina Secreta, tal vez
quiera incluir un esbozo del método que Blavatsky utilizaba en su enseñanza
personal a distancia para sus alumnos.
Hasta
ahora no se ha publicado nada sobre este tema, ni yo podría hacerlo si mi
nombre se adjuntara al relato. Sin embargo pienso que usted y otros aceptarán
mis afirmaciones, especialmente porque algunos de ustedes han tenido pruebas de
que yo fui instruida de esa manera, como no dudo que lo fueron otros, aunque no
los conozco.
Y
relatar esto puede ser interesante porque este método se asemeja en cierta
forma con su descripción de cómo Blavatsky fue instruida por sus Maestros y
cómo ella escribió Isis Develada y La Doctrina Secreta.
Pues
bien, yo viviendo a miles de millas de Inglaterra, nunca conocí a Madame
Blavatsky en persona. Han pasado ya siete años desde que escuché por primera
vez su nombre y la palabra "Teosofía". Al igual que otros de mis
conocidos, oí hablar de ambas por primera vez al encontrarme con el panfleto de
la S.P.R. que la denunciaba como impostora y afirmaba que la calumnia de Hodgson-Coulomb
era un hecho cierto.
Contra
este débil trasfondo con sus débiles personalidades, en cambio la colosal personalidad
de Blavatsky se destacaba nítidamente, asombrando a los espectadores de esta
época superficial. No tengo por costumbre juzgar a las personas por actos
específicos, sino por la tendencia general de sus enseñanzas o sus vidas.
La
propia H.P.B. escribió en esa época:
-
"No me sigáis a mí ni a mi camino, sino
seguid el camino que os muestro, y a los Maestros que están detrás de ese
camino."
Al
principio tomé esto como una señal de que ella misma era una tendencia humana
común a no vivir las verdades que enseñaba y que desea alcanzar, pero estuve
dispuesta a extender a Madame Blavatsky ese juicio indulgente que nosotros
mismos pedimos en casos similares.
Sin
embargo pronto comencé a darme cuenta, a través de mi propia experiencia, de
que ella no era lo que parecía ser. No me extenderé más en este punto, sólo
diré que la evidencia que tenía me hizo pedirle a H.P.B. que me enseñara; y el
hecho de que yo confiara plenamente en ella y le creyera, fue precisamente lo que
me permitió cumplir mi deseo.
La
actitud mental de creencia establece en nuestra aura y en nuestros cuerpos
internos, condiciones magnéticas y atractivas muy diferentes de las de contracción
y densificación que existen cuando la duda o la crítica llenan la mente.
Se
produjo una aceleración literal de mi aura y de mi cuerpo interno. La primera
fue sentida incluso por personas para quienes mis pensamientos e intereses
teosóficos eran totalmente desconocidos.
La
contracción en la que se envuelven los hombres y las mujeres es demasiado poco
comprendida. Para ser conocida primero debe haber fe y devoción.
He
oído hablar de uno de sus lectores que dijo que Madame Blavatsky nunca publicó
nada sobre el aura humana. ¡Qué oleada de diversión se extendió entonces entre
aquellos que tienen alguna pista sobre La
Doctrina Secreta o conocimiento de ciertos otros asuntos!
La
situación era ésta: yo estaba muy lejos de H.P.B. y Madame Blavatsky murió
antes de que yo la conociera.
Yo
no era, y nunca me convertí en una "psíquica", como se usa
generalmente esa palabra. Tampoco deseaba "poderes", y nunca me senté
a "meditar". Sin embargo es natural para mí concentrarme en todo lo
que hago, y la Teosofía nunca se me va de la cabeza. No era ni soy vegetariana.
No había hecho votos ascéticos. Nunca había tenido experiencias
"psíquicas", clarividentes o subjetivas (excepto las del pensamiento)
en mi vida.
Viví
una vida completamente distinta hasta que la Teosofía expandió mi mente y me
impulsó a realizar esfuerzos intensos en el estudio y en el trabajo de la
Sociedad Teosófica para que pudiera llegar ayuda a todas aquellas mentes
oscurecidas por la fría sensación de estar solas e indefensas en un mundo de
azar, donde no se podía lograr paz interior a través de la narcotización del Dogma,
la Doctrina o la Convención.
El
uso de narcóticos (incluso para la mente) se convierte con el tiempo en una
nueva forma de sufrimiento.
Después
de que H.P.B. me aceptara como alumna, no se establecieron reglas ni se
formularon planes. Continué con mi rutina diaria y por la noche, después de caer
en un profundo sueño, comenzaba mi vida de discípula.
Al
despertar por la mañana de un sueño tan profundo que aún conservaba la actitud
de la noche anterior, recordaba vívidamente que había ido, por así decirlo, a
casa de H.P.B. Me había recibido en habitaciones que podía describir, y también
podría describir a quienes vivían con ella, describir incluso hasta los lugares
gastados o los agujeros en la alfombra.
En
la primera ocasión de este tipo de desdoblamiento, ella me manifestó que me aceptaba
como alumna y de ninguna otra manera. Después de eso me recibía de diversas
maneras, mostrándome imágenes que pasaban como panoramas por las paredes de la
habitación.
Hay
pocas de esas imágenes que pueda describir verbalmente, ya que contienen
métodos de movimiento, de vibración, de la formación de un mundo a partir del
primer núcleo, lo del "Espíritu moldeando la materia" en forma, del
Movimiento que era Conciencia y que se precipitó en mi cerebro como una imagen
de un hecho o una verdad.
Había
también cosas definidas, hechos dados en La
Doctrina Secreta y en otras enseñanzas, ninguno de ellos siendo profano.
En
aquel tiempo se me enseñaron muchas más cosas de las que puedo nombrar, como
acontecimientos futuros, acontecimientos que estaban ocurriendo en ese momento,
y hechos aún desconocidos relativos a las vidas de otras personas o de la
Sociedad Teosófica.
En
otras ocasiones, más raras, me despertaba y encontraba a Blavatsky de pie frente
a mi cama, y cuando me apoyaba sobre mi codo, ella empezaba a hablar por señas.
Las
armonías de la Naturaleza llenaban la habitación iluminada por la luna,
mientras las maravillosas imágenes vivientes pasaban por la pared. Todo esto
era perfectamente objetivo para mí. Estaba completamente despierta a todo lo
que me rodeaba, a todos los sonidos naturales de la noche, y tomaba a mi perro
en brazos porque temblaba y gemía al verla.
Todas
las expresiones del rostro de H.P.B. se me hicieron familiares. Puedo verla
ahora con su vieja bata doblada sobre ella, mientras abría el espacio ante mí,
y luego también se expandía hacia su propio ser real.
Apenas
tengo más de media docena de cartas suyas, y no contienen enseñanza alguna; se
refieren a asuntos teosóficos externos y tienen esta peculiaridad: por la noche
me pedía que aconsejara a ciertas personas sobre ciertas cosas.
Yo
obedecía dándole mi autorización, y unos días después pero nunca lo suficiente
para completar el viaje, llegaba su carta con las instrucciones que había oído
por la noche. De este modo pude demostrar que realmente había escuchado su
deseo en el extranjero, pues siempre se refería a alguna emergencia repentina
que había surgido un día, dos días a lo sumo, antes.
Pude
comprobar mi experiencia de esta manera, como también pude hablar a veces antes
de que ocurriera un evento.
Nunca
entré en trance, excepto una vez, y eso fue después de la muerte de Madame
Blavatsky. Nunca tuve nada que ver con el espiritismo o los médiums. Después de
un corto tiempo, pude ver y oír a voluntad, sin entrenamiento ni esfuerzo, tan
simple y fácilmente como uno respira. Podía ver un lugar o una persona
distantes u oír una respuesta a una pregunta a voluntad.
Nunca
cometí un error, aunque aquellos que tenían razón me pusieron a prueba. Pero
permítanme apresurarme a agregar también que nunca hice ninguna de estas cosas
por curiosidad ociosa, sino sólo por el trabajo de la Teosofía, y que tal uso
de la fuerza de voluntad es en mí comparativamente infrecuente. No sé hasta
dónde se extiende, simplemente porque no me interesa saberlo.
Hay
personas que esperan hacernos creer que H.P.B. no era más que una chela
[discípula] abandonada al final. Pero hasta el día de hoy las cosas que ella
predijo siguen volviéndose realidad, sí, incluso para tentarnos, incluso para
eventos definidos para los cuales ella nos preparó advirtiéndonos.
De
modo que todo el ruido y la charla, el tumulto y las revelaciones nos dejan
tranquilos, y los apóstoles de una enseñanza revisada revelan su ignorancia de
lo que ella enseñó como pistas que no pueden encontrar. Mientras que la prueba siempre
recurrente, siempre viva, es nuestra.
Hubo
pues, dos clases de eventos:
En
primer lugar, aquellas ocasiones en las que ella me enseñaba, o en las que
aparecían personas (para mí objetivas) y me mostraban ciertas cosas, o cuando
hablaban voces trayendo noticias que volvían más tarde, por correo o de otra
manera.
La
segunda clase estaba formada por aquellas ocasiones menores en las que yo
utilizaba mi propia voluntad.
Recuerdo
bien aquella noche en que H.P.B. me ordenó que utilizara los poderes de
desarrollo sólo para la Sociedad Teosófica, y que me cuidara de los fuegos
fatuos del psiquismo.
Lo
que escribo puede parecer vago por lo que daré algunos ejemplos:
1)
Yo estaba a punto de iniciar un plan de trabajo con una persona a la que
conocía por primera vez, cuando de repente vi en el aire la hermosa
mano de H.P.B. —la mano con el anillo de sello— dibujando a lo largo de la
atmósfera, justo a la altura de mis ojos, una serie de imágenes.
Estas
imágenes representaban un curso de acontecimientos y me hicieron cambiar mis planes;
algún tiempo después verifiqué los acontecimientos.
2)
Una vez me avisaron de una muerte que se produjo a cierta distancia, en la
misma hora del aviso. Nuevamente confié y me apoyé mucho en cierta persona que
estaba adquiriendo influencia sobre mi mente como alguien versado en cosas
espirituales.
Una
noche H.P.B. vino llevando a esta persona de la mano, y apartando la piel del
cuerpo de su compañero, me mostró los órganos internos que se encontraban en
un terrible estado de enfermedad.
H.P.B.
señaló entonces un rincón de la habitación; una estrella brillante parecía
dispararse desde los cielos y caer en un abismo.
H.P.B.
hizo una señal (y su lenguaje era uno de signos que vibraban a través del éter
y parecían caer en mi cerebro como pensamientos), la señal y el gesto
significaban: "No confíes en la estrella caída". Todo esto se hizo
realidad, horrible pero tristemente cierto.
Estos
eventos continúan ocurriendo, pero debo señalar una diferencia en su método de
ocurrencia desde la muerte de Madame Blavatsky:
1.
No veo a esa persona.
2.
Los eventos ocurren casi siempre durante el día.
3.
Casi siempre estoy completamente consciente también en el plano material
objetivo.
4. Las tres
excepciones son cuando mi conciencia parece funcionar en otro tiempo, lugar o
cuerpo.
Pero incluso
entonces sólo ocupan unos pocos segundos aparentemente, puesto que la gente que
me rodea no se habrá dado cuenta de nada, y aparentemente he continuado con mi
ocupación anterior, mientras que en lo que respecta a mi propia conciencia, he
estado viviendo un tiempo considerable en otras épocas, planos o lugares.
Por ejemplo en
una ocasión mientras me vestía por la mañana y pensaba en los planes del día,
al mismo tiempo me sentí en el cuerpo de un amigo que estaba en ese momento en
un barco de vapor en medio del océano, abrochándose el botón del cuello frente
a un espejo, maldiciéndolo porque no se abrochaba bien y pensando en mí.
Su baúl
estaba abierto detrás de él. Tomé nota del día y la hora y luego verifiqué su
acción. Lo curioso es que me sentí ambas personas y continué ambas líneas de
pensamiento al mismo tiempo.
5.
Utilizo mi voluntad con mucha más frecuencia que antes.
Y
finalmente mencionaré este otro evento:
Unos
días después de que muriera Madame Blavatsky, ella me despertó por la noche.
Yo
me levanté, sin sentir sorpresa, sino sólo el dulce placer acostumbrado.
Ella
sostuvo mis ojos con su mirada leonina. Luego se transformó, se hizo más alta,
su forma se volvió masculina; lentamente sus rasgos cambiaron, hasta que un
hombre alto y robusto se paró frente a mí, el último vestigio de sus rasgos se
fundió con los de él, hasta que sólo quedó la mirada leonina, el resplandor
progresivo de su mirada.
El
hombre levantó la cabeza y dijo: "¡Da testimonio!".
Luego
salió de la habitación, poniendo su mano sobre el retrato de H.P.B. al pasar. Y
desde entonces ha venido a mí varias veces con instrucciones a plena luz del
día, mientras que yo estaba trabajando afanosamente, y una vez salió de un gran
retrato de H.P.B.
Para
cerrar este esbozo parcial de una vida interior que se desarrolla pari passu con la exterior, permítanme
recalcarles el hecho de que nunca yo busqué ninguna de estas cosas, así como
nunca use mi voluntad para ver u oír, excepto cuando me impulsaban desde
dentro.
H.P.B.
me enseñó a ser "positiva" en el plano psíquico y
"receptiva" a los planos superiores o a los Seres únicamente.
Cualquier
desarrollo que obtuve vino sin buscarlo, nunca me volví "pasiva" como
los médiums. Cuando estoy despierta soy capaz en todo momento de utilizar
cualquier don que tenga. Esos dones los encontré dentro de mí y los utilizo
instintivamente, naturalmente, aunque no tenía rastro de ellos antes de
encontrar a H.P.B.
Rara
vez, muy raramente ahora, obtengo cosas en sueños.
Es
mi firme convicción, basada en la experiencia, que al solo hecho de mi devoción
a la Logia, a la Sociedad Teosófica y a H.P.B., debo alguna de estas
enseñanzas. Esta devoción no puede ser dañada por ninguna conmoción, porque mi
doble vida y toda mi conciencia prueban diariamente cuáles son estas altas
verdades.
Con
esa creencia y con la esperanza de que mi experiencia pueda avivar las semillas
de la devoción en otras mentes, doy esto impersonalmente.
H.P.B.
me mostró que la mente lo era todo y cómo ella llegó a romper los moldes de las
mentes humanas y a liberarlas. Se reveló la verdadera H.P.B. y yo soy uno de
aquellos que no tienen dificultad en conciliar todos los hechos de su
existencia externa, pues hay algunos que pueden ver detrás de los velos
utilizados por el alto ocultista cuando tratan con lo invisible en el corazón
de las cosas materiales.
Así
enseñó, en las noches armoniosas, H.P.B. que escribió:
"Mis días son
mis Pralayas, mis noches son mis Manvantaras".
Benditos,
en verdad, son aquellos que compartieron sus Manvantaras y que "no han
visto y sin embargo han creído".
Nota:
se me ha sugerido que este rápido desarrollo sin práctica ascética se debió a
que "recuperé" lo que antes conocía. No puedo afirmar o negar esto
porque no sé nada al respecto.
Lo
que parece necesario en el Ocultismo, es que cada uno siga la doctrina de su
propio Maestro con respecto a sí mismo. Hay muchas almas en diversas etapas de
evolución, cada una con sus propias necesidades.
Además
las exigencias del ocultismo práctico, la evolución de la fuerza en uno mismo,
son también diferentes. No me he sentido atraído por ellas, al menos en esta
vida. Pero sobre todo, la devoción al ideal de los Maestros y al trabajo es la
base firme sobre la que hay que asentarse.
R.
S.
(Este texto se publicó en el libro “Reminiscencias de H.P.
Blavatsky y la Doctrina Secreta” escrito por la Condesa Constance Wachtmeister,
en el apéndice I-8, p.121-129)
OBSERVACIÓN
Considero que si son
probables los encuentros astrales que Jasper Niemand dijo que tuvo con
Blavatsky, y esos eventos aunque por momentos suenan fantasiosos, si son
factibles debido a que con el cuerpo astral esas transformaciones si son
posibles.
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