En
su primer libro “El Tercer Ojo” Lobsang
Rampa aseguró que él voló en varias ocasiones por medio de grandes cometas:
« El
Maestro de Cometas me envió un mensaje en el que decía que estaría trabajando en
la cometa "controlable" y me invitaba a unirme a él. Con mi Guía fui a
su taller que había instalado en el viejo depósito. En el suelo había pilas de maderas
extranjeras y en las paredes aparecían muchos diagramas de cometas. El modelo especial
que yo iba a usar estaba colgado del techo abovedado.
Ante
mi asombro, el Maestro de Cometas tiró de una cuerda y la cometa bajó a nivel del
suelo: estaba suspendida de una especie de polea. Me invitó a subir. El piso de
la caja tenía muchas vigas sobre las que podía pararme, y otra viga a la altura
de la cintura brindaba una barrera satisfactoria en la que apoyarse.
Examinamos
la cometa palmo a palmo. Quitaron la seda y el Maestro de Cometas dijo que él
mismo iba a cubrirla con seda nueva. Las alas de los costados no eran derechas,
como en la otra máquina, sino curvadas, como una mano ahuecada con la palma hacia
abajo. Medían más o menos tres metros y me dio la impresión de que tendrían
mucho poder de elevación.
Al
día siguiente llevaron la máquina al aire libre, y los monjes tuvieron mucho trabajo
para mantenerla al nivel del suelo cuando la pasaron por la grieta con la corriente
de aire ascendente.
Finalmente
la colocaron en posición y yo, dándome mucha cuenta de la importancia de mi papel,
subí a la caja. Esta vez los monjes iban a remontar la cometa en lugar de usar
caballos, como era más común. Se consideraba que los monjes podían controlarla mejor.
Satisfecho,
grité:
-
“¡Listo,
arrastren!”
Después,
cuando el primer temblor pasó por la estructura, grité:
-
“¡Adiós!”
Un
súbito tirón y la máquina salió disparada a lo alto como una flecha. Por suerte
yo estaba bien agarrado. Abajo, los monjes manejaban hábilmente la soga, y la cometa
se elevaba cada vez más. Arrojé la piedra con la oración a los Dioses del Viento,
y por muy poco no golpeó a un monje; después pudimos usar otra vez la tela, que
cayó a los pies del monje.
El
Maestro de Cometas bailaba impaciente porque comenzara las pruebas, por lo que me
pareció mejor ponerme a la tarea. Moviéndome con mucha cautela descubrí que podía
alterar considerablemente la "elevación" y la "actitud" de
la cometa.
Adquirí
mayor confianza y me descuidé. Me coloqué en la parte posterior de la caja y la
cometa descendió como una piedra. Resbalé de la barra en que me apoyaba y quedé
colgando de las manos.
Con
gran esfuerzo, mientras la túnica me envolvía la cabeza, conseguí elevarme y trepar
otra vez a la posición normal. Se detuvo la caída y la cometa partió hacia arriba.
Para ese entonces, ya tenía la cabeza libre de la túnica y miré hacia afuera. Si
no hubiera sido un lama de cabeza rapada, se me hubieran parado los cabellos: estaba
a menos de sesenta metros sobre el suelo. Más tarde, cuando aterricé, me dijeron
que había llegado a menos de quince metros del suelo, antes de detenerse la caída
de la cometa, que después se elevó.
Me
mantuve un tiempo aferrado a la barandilla, respirando con dificultad por el
esfuerzo. Al mirar las millas y millas de terreno, vi en la distancia algo que me
pareció una línea de puntos que se movía. La miré fijamente un rato, sin comprender,
y después me di cuenta.
¡Por
supuesto era el resto de nuestro grupo que marchaba lentamente por el paisaje desolado!
Había puntos grandes, puntos chicos y puntos largos.
Hombres, chicos y animales, pensé. Se movían con tanta lentitud, avanzaban de un
modo tan dolorosamente vacilante. Tuve un gran placer al aterrizar, cuando dije
que el grupo estaría con nosotros al cabo de un día.
.
. .
La
cometa comenzó a sacudirse; los monjes me hacían bajar. Con infinito cuidado me
hicieron aterrizar de modo de no dañar la valiosa máquina experimental. Una vez
en tierra, el Maestro de Cometas me miró con afecto, y me puso el brazo poderoso
alrededor de los hombros con tanto entusiasmo, que tuve la seguridad de que me había
destrozado todos los huesos. ... Después de los primeros días dividí mi tiempo entre
recolectar hierbas y volar en cometa. »
(Capítulo 12)
En
su segundo libro “El Médico del Tíbet”
Lobsang Rampa siguió asegurando que él voló con cometas. En el prólogo él
escribió: “En varias de mis excursiones a las zonas más elevadas del Tíbet volé
en cometas de las que llevan a un hombre de pasajero.”
Y
en el capítulo cuatro relató lo siguiente:
« Ante
nosotros se encontraba aquella maravillosa máquina [un aeroplano], aquel
increíble aparato que venía del cielo y que traía hombres dentro.
La
contemplamos con pasmo y veneración, asombrados de nuestra temeridad por
habernos atrevido a acercarnos así.
-
“Ah”
–dije– “eso debe de ser para irle quitando velocidad cuando aterrice. Teníamos
algo parecido en mis cometas.”
Un
hombre salió del aparato y nos dijo:
-
“Ustedes
parecen estar interesadísimos.”
-
“Desde
luego” –respondí– “he volado en una cosa como ésta, pero silenciosa, allá en el
Tíbet.”
El
desconocido me miró con gran atención y mi amigo Huang le comentó:
-
“Mi
amigo es un Buda vivo, un Lama, y ahora estudia aquí en Chongqing. Antes volaba
en cometas de las que llevan pasajeros.”
El
hombre de la máquina aérea parecía muy interesado y nos invitó a volar con él.
Subíamos sin cesar y me di cuenta de que el piloto me iba hablando:
-
“Estamos
a una altitud mucho mayor de la que usted pueda haber alcanzado en esos vuelos
de que me habla usted en el Tíbet.”
-
“No,
no” –repliqué– “pues cuando empecé a volar en una corneta de las que transportan
a un hombre, llegué a cinco mil cien metros de altura.”
Esto
le dejó asombrado. »
(Extractos)
Y
en su penúltimo libro “El Sabio Tibetano”
(1980) Lobsang Rampa comentó
« La
gente se burló en serio cuando hace algunos años dije en mi libro “El Tercer Ojo” que había volado en
cometas; se podría pensar que cometí un crimen al afirmar tal cosa. Pero miremos
ahora a nuestro alrededor y podremos observar a muchas personas que lo hacen.
Algunas
personas sobrevuelan las aguas siendo arrastradas por una lancha de carrera, y
en otros casos se trata de cometas que llevan a un hombre que se lanza desde un
acantilado a una cierta altura y vuela realmente de ese modo.
Pero
ahora nadie dice que Lobsang Rampa tenía razón, pero en ese momento se burlaron
de mí. »
(Prologo)
OBSERVACIONES
Lobsang
Rampa quiere hacerle creer a la gente que el voló por medio de cometas experimentales,
pero ni siquiera en la actualidad existen cometas que permitan hacer eso debido
a que las cometas son muy inestables.
Y
las pruebas que él propone son incorrectas porque los parapentes y las alas
deltas tienen una estructura aerodinámica y un tipo de vuelo que si permiten estabilidad para esos
aparatos.
Pero además
resulta que los aerodinos no funcionan bien a grandes alturas a causa que el
aire ya se encuentra muy enrarecido, lo que no permite un buen apoyo para estos
aparatos.
En cambio Lobsang Rampa pretendió volar con cometas inicialmente a más de cinco
mil metros de altura, y posteriormente incluso en las zonas más elevadas del Tíbet que se encuentran a más de siete mil metros de altura (ni siquiera la mayoría de los helicópteros pueden volar a esa altura). Lo cual no tiene sentido y se nota que ese individuo
sabía muy poco de ciencia.
Mi
conclusión es que esta historia es otra mentira que se inventó este escritor
para impresionar a sus lectores.
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