Blavatsky se encontraba en julio de 1873 residiendo en Paris, cuando de pronto ella viajó precipitadamente y con muy poco dinero para irse a vivir a los Estados Unidos.
Posteriormente a varias personas ella les contó que su Maestro le pidió sorpresivamente de que ella fuera a ese país.
Sus detractores piensan que ella inventó esa historia, pero como se los detallaré a continuación, lo más probable es que si sea cierto (y en morado añadí mis comentarios).
Su regreso a Europa
Después de su última estancia en el Medio Oriente, Blavatsky regresó a Europa; primero estuvo en Odesa en julio de 1872, luego en Bucarest en abril 1873 donde visitó a su amiga, Madame Popesco, y luego se dirigió a París.
Su estancia en Paris
Los investigadores José Rubio Sánchez y José Miguel Cuesta Puertes en su libro "Los Viajes Iniciáticos de Helena P. Blavatsky" indicaron que:
« De este breve periodo tenemos poca información, aunque según Olcott: "poco antes de venir a América, H.P.B. había hecho giras dando conciertos por Italia y Rusia, con el seudónimo de «la señora Laura", aunque su más escrupuloso biógrafo, Boris de Zirkoff considera que esa es una información poco fiable.
No sabemos si es cierto, aunque ya hemos comentado que Blavatsky era una gran pianista y que había dado conciertos por toda Europa.
Lo que sí sabemos es que en París ella vivió por un tiempo con su primo Nikolay Gustavovich Von Hahn (hijo de su tío paterno Gustav Alexeyevich) en la rue de l’Université número 11. »
(p.256)
El coronel Olcott en su libro "Las Viejas Hojas de un Diario I" comentó que:
« La doctora Marquette conoció a Blavatsky en París, y las insinuaciones de quienes pretenden que Blavatsky llevó en París una vida desordenada caen ante la espontánea declaración de esta mujer médica, que personalmente conocí en Nueva York, pero que según creo ya ha fallecido, me contó.
He aquí lo que la doctora Marquette escribió:
"Nueva York, diciembre 26 de 1875.
Querido señor:
Respondiendo a sus preguntas, debo decirle que conocí a la señora Blavatsky en París, en 1873. Entonces ella vivía con su hermano el Sr. Hahn, y un amigo íntimo de éste, el señor Lequeux, en un piso de la calle del Palais.
Yo la veía casi todos los días, y de hecho pasaba con ella la mayor parte de mi tiempo cuando no me encontraba en el hospital o en la clase. Por lo tanto estoy en situación de poder certificar personalmente acerca de su conducta y me siento feliz al poder decir que su conducta era perfecta y digna de todo respeto.
Ella empleaba su tiempo en pintar o en escribir, casi sin salir de su habitación. Tenía pocas relaciones, y entre ellas, el señor y la señora Leymarie.
Considero a la señora Blavatsky como una de las mujeres más interesantes y apreciables que yo haya conocido antes y después de mi vuelta de Francia; he renovado con ella las relaciones y la amistad.
Vuestra, afectuosamente,
L. M. Marquette, M. D." »
(Capítulo 2)
Y el coronel Olcott añadió que:
« Blavatsky me contó que ella había llegado a París en 1873 con la idea de establecerse allí por algún tiempo bajo la protección de uno de sus parientes quien vivía en la calle de la Universidad, pero que un día [el 7 de julio] ella recibió la orden terminante por parte de los Hermanos de ir a Nueva York a esperar instrucciones. Así es que al día siguiente ella partió sin más dinero que el de su pasaje. »
(Capítulo 1)
Vera Zhelihovsky en el Esbozo Biográfico que ella escribió acerca de su hermana Blavatsky, dijo algo similar:
« Su partida de París a América fue tan repentina como inexplicable y ella nunca quiso decirnos la razón hasta muchos años después, y la explicación que nos dio es que sus Maestros le habían pedido hacer eso sin siquiera explicarle el motivo. »
Y en otro texto biográfico, Vera añadió:
« En junio [de 1873] ella se encontraba en París, donde había tratado de permanecer durante algún tiempo, cuando repentinamente recibió una carta – "una recomendación que no tenía el deseo ni la posibilidad de resistir", como ella nos explicó en su correspondencia– de uno de sus maestros del Lejano Oriente para que se dirigiera a América. »
Su travesía del océano Atlántico
William Judge en una entrevista que le hicieron contó la siguiente anécdota:
« Ella iba a partir del puerto francés El Havre con un boleto de primera clase para Nueva York y sólo dos o tres dólares de sobra (porque nunca lleva mucho dinero) y justo cuando estaba subiendo a bordo del vapor, vio a una mujer pobre acompañada de dos niños pequeños que estaba sentada en el muelle llorando amargamente.
- “¿Por qué lloras?”, Blavatsky le preguntó.
La mujer le respondió que su marido le había enviado dinero desde América para que ella y los niños pudieran reunirse con él. La mujer lo había gastado todo en la compra de billetes de tercera clase que resultaron ser falsificaciones sin ningún valor. No sabía dónde encontrar al estafador que la había estafado tan cruelmente, y ella estaba completamente sin dinero en una ciudad extraña.
- "Ven conmigo", dijo la señora Blavatsky
E inmediatamente fueron a ver al agente de la compañía naviera y lo convenció de cambiar su boleto de primera clase por boletos de tercera clase para ella, la pobre mujer y los niños.
Cualquiera que haya alguna vez cruzado el océano en tercera clase entre una multitud de emigrantes apreciará la magnitud de tal sacrificio para una mujer de sensibilidad refinada, y hay pocos, excepto la señora Blavatsky, que hubieran sido capaces de hacerlo. »
(The New York Times, 6.01.89, p.10)
El coronel Olcott también relató ese evento:
« Recuerdo una anécdota que pone de relieve uno de los rasgos de este carácter tan complejo que tenía H.P.B.: la impulsiva generosidad de su naturaleza.
H.P.B. poseía un billete de primera clase para Nueva York y había ido al muelle del Havre, ya sea para ver su barco o para embarcarse, cuando su atención fue atraída por una pobre campesina sentada en el suelo con uno o dos niños, que lloraba amargamente.
H.P.B. se aproximó a ella y supo que la infeliz venía de Alemania para reunirse con su marido que se encontraba en América, pero había descubierto que un ladrón agente de emigración le había vendido en Hamburgo unos pasajes falsos, y ahora ella se hallaba ahí, impotente y sin dinero; la Compañía no podía hacer nada, y ella no tenía parientes ni conocidos en El Havre.
El excelente corazón de nuestra H.P.B. se sintió tan conmovido, que dijo en seguida:
- “No importa, buena mujer, voy a ver si puedo hacer algo”.
En vano ensayó sobre el inocente agente de la Compañía sus poderes de persuasión y 109 reproches; por último, careciendo de dinero disponible, cambió su billete de primera por billetes de emigrantes para ella misma y para la pobre mujer con sus hijos. »
(Hojas de un Viejo Diario I, cap. 2)
Sus primeros meses en Nueva York
El coronel Olcott relató:
« Blavatsky le escribió a su padre para que le enviase fondos a través del cónsul ruso en Nueva York, pero esto tenía que tardar algún tiempo, y como el cónsul se negó a darle un préstamo, ella tuvo que trabajar para vivir.
Me dijo que había alquilado un alojamiento en uno de los barrios más pobres de Nueva York –en calle Madison– y ganaba su pan haciendo corbatas o flores artificiales (no lo recuerdo bien) para un excelente comerciante judío.
Ella hablaba siempre de ese buen hombre con reconocimiento. Las instrucciones no llegaban, y el porvenir era un libro cerrado.
Hasta que al año siguiente, en octubre de 1874, ella recibió la orden de ir a Chittenden para encontrarse con el hombre que debía ser su colega para una gran obra; y ese hombre era yo. »
(Hojas de un Viejo Diario I, cap. 1)
Blavatsky en una entrevista que le hicieron comentó:
« Estaba M. de Bodisco, que siempre se ponía conde de Bodisco, pero que nunca fue conde, y no creo que haya estado nunca en Rusia. Él hablaba ruso como un cerdo español y su francés era extremadamente malo... para un ruso.
Me dijo que... “Yo no tenía derecho a venir a Estados Unidos y él no me permitiría recibir dinero a través de él”. »
(The Daily Graphic, 10.12.78, p.266)
Elizabeth Holt, quien conoció a Blavatsky cuando ella llegó a Nueva York, narró lo siguiente:
« Probablemente fue esta dificultad de encontrar un alojamiento adecuado lo que llevó a HPB a la casa en la que la conocí. Siempre me he preguntado cómo ella, una extraña recién llegada a Nueva York, había descubierto la existencia de esa casa.
La casa en sí era única y producto de esa época en particular. En aquellos días era difícil para las trabajadoras respetables y de escasos recursos encontrar un lugar adecuado donde vivir, por lo que unas cuarenta de ellas lanzaron un pequeño experimento de vida cooperativa.
Alquilaron una nueva casa de vecinos, en el número 222 de Madison Street, creo que fue una de las primeras construidas en Nueva York, y sin duda uno de un grupo de tres viviendas que fueron las primeras construidas en Madison Street.
Era una calle de pequeñas casas de dos plantas ocupadas por sus dueños, quienes estaban orgullosos de sus árboles de sombra y mantenían en orden sus jardines delanteros y traseros.
Aunque debo de precisar que el experimento cooperativo, al no contar con capital ni eficiencia empresarial, fracasó y duró sólo unos meses; las pequeñas casas fueron vendidas por sus propietarios que vieron la sombra del barrio marginal que se avecinaba, y fueron desalojadas y muchas de ellas fueron derribadas para dar cabida a viviendas, incluso antes de que desaparecieran las cooperativas.
Mi madre y yo pasamos el verano de 1873 en Saratoga. Para estar listas para la escuela cuando se abriera, en agosto me enviaron a casa, a la casa de Madison Street, donde teníamos una amiga que me tomaría bajo su amistosa protección, y allí encontré a Madame Blavatsky.
Hasta donde yo sé, ésta fue su primera parada en Nueva York. Ella tenía una habitación en el segundo piso y mi amiga tenía una habitación duplicada al lado de ella, por lo que se convirtieron en vecinas muy amigables.
Al ser una familia cooperativa, todos nos conocíamos familiarmente y manteníamos una habitación junto a la puerta de calle como sala de estar u oficina común, lugar de reunión de los socios y lugar donde se atendía el correo y los mensajes.
Recuerdos sobre Blavatsky
Mi pequeño apartamento estaba justo enfrente, de modo que veía mucho a Madame Blavatsky, que se sentaba en la oficina gran parte de su tiempo, pero rara vez estaba sola; era como un imán lo suficientemente poderoso como para atraer a su alrededor a todos los que pudieran venir.
La veía, día a día, sentada allí, liando sus cigarrillos y fumando sin cesar; llevaba una llamativa bolsa de tabaco, la cabeza de algún animal con pieles que llevaba colgada del cuello. Sin duda era una figura inusual.
Creo que debía ser más alta de lo que parecía, era ancha, tenía una cara ancha y hombros anchos, su cabello era de un castaño muy claro y arrugado como el de algunos negros. Toda su apariencia transmitía la idea de poder.
Últimamente leí en alguna parte el relato de una entrevista con Stalin; el escritor dijo que cuando entrabas a la habitación sentías como si hubiera un poderoso dinamo funcionando. Sentías algo así cuando estabas cerca de HPB, estoy seguro de que no analicé estas cosas entonces, pero mirando hacia atrás puedo constatar que había una especie de excitación reprimida en la casa debido a su presencia, una excitación totalmente agradable pero algo teñida de asombro.
El señor Leadbeater ha hablado de cómo Madame Blavatsky contaba extrañas historias sobre lo sobrenatural a sus compañeros de viaje durante sus viajes por mar, y que sus oyentes invariablemente pasaban por debajo y a través de los pasajeros del barco en grupos, nunca solos. Puedo dar testimonio de algo similar.
Mi amiga, la señorita Parker, era una dama escocesa-irlandesa, de poco más de treinta años, lógica, sensata, y según recuerdo, no dada a imaginar cosas; pero después de conocer bien a Madame Blavatsky, y probablemente escuchó algunas de estas experiencias (yo nunca escuché ninguna de ellas), cuando regresó a casa de sus negocios a última hora de la noche, prefirió subir los dos tramos de escaleras oscuras hasta su propia habitación, y ella se quedó toda la noche conmigo, ella admitió con toda franqueza que tenía miedo.
Me gustaría decir aquí que HPB a quien el coronel Olcott describió en sus “Viejas Hojas de un Diario” me parece una imagen perfectamente exacta de la HPB que yo conocí.
Madame Blavatsky se refería a menudo a su vida en París. Por un lado ella nos dijo que había decorado los aposentos privados de la emperatriz Eugenia; la imaginé vestida con blusa y pantalón, subida a una escalera y haciendo el trabajo real, y creo que esto es lo que nos contó, pero no puedo estar seguro de si dijo que ella misma hizo la pintura, los frescos, etc., o si simplemente los diseñó.
Posteriormente dio una demostración práctica de que tenía habilidad en las artes. Yo tenía un piano y Madame Blavatsky a veces lo tocaba, generalmente porque alguien se le acercaba para solicitárselo.
Ella describió a la gente que le pidió que lo hiciera, su vida pasada, y estos relatos deben de haber sido precisos ya que causaron una impresión muy profunda. Nunca escuché que ella les dijera su futuro, pero es posible que lo haya hecho sin que yo lo supiera.
Mi amiga, la señorita Parker, se sorprendió mucho cuando Madame Blavatsky le contó incidentes de su vida, que según mi amiga, sólo conocían ella y los muertos. Se la consideraba una espiritista, aunque nunca la escuché decir que lo era, pero las cosas que decía que tocaban esos temas eran más teosóficas que espiritistas.
La señorita Parker había perdido a su madre muchos años antes, y cuando le pidió a Madame Blavatsky que la pusiera en comunicación con su madre, la señora Blavatsky le dijo que le era imposible hacerlo, ya que su madre estaba absorta en cosas más elevadas y había alcanzado un estado en donde ya no podía enfocarse en el mundo físico.
Los espíritus de los que Madame Blavatsky hablaba continuamente eran los diaki, pequeños seres astutos equivalentes a las hadas del folclore irlandés, y ciertamente no humanos según la descripción que ella hacía de ellos y de sus actividades.
Madame Blavatsky continuamente se describía a sí misma como si estuviera bajo la autoridad de poderes invisibles. Había una gran moda del espiritismo en ese momento y la gente que la rodeaba pensaba que estos poderes invisibles eran sus "guías espirituales". Esta fue la conclusión más natural a la que llegaron las personas que nunca habían oído hablar de poderes directores invisibles fuera de la Iglesia o entre los espiritistas.
Nunca consideré a Madame Blavatsky una maestra ética. Por un lado era demasiado excitable cuando las cosas le parecían mal, y ella podía expresar su opinión con un vigor que resultaba muy inquietante. Aquí diría que nunca la vi enojada con ninguna persona o cosa a corta distancia. Sus objeciones tenían una cierta impersonalidad; incluso si se dirigía a alguien, esa persona generalmente era distante y la causa de la culpa era bastante evidente.
Por otro lado, cuando tenías un dilema mental o físico, instintivamente apelarías a ella, porque sentías su valentía, su falta de convencionalismo, su gran sabiduría y amplia experiencia, y su sincera buena voluntad, su simpatía por los desvalidos.
Me viene a la mente un ejemplo de este tipo: las dos viviendas cercanas a nosotros se estaban llenando, gente indeseable comenzaba a salir a la calle y el barrio cambiaba rápidamente. Una noche, una de nuestras jóvenes que regresaba tarde del trabajo, fue seguida por un hombre, y muy asustada finalmente se arrojó sin aliento sobre una silla de la oficina.
Madame Blavatsky se interesó en ella y sacó de algún pliegue de su vestido un cuchillo (creo que lo usaba para cortar tabaco, pero era lo suficientemente grande como para ser un arma de defensa formidable) y dijo que lo tenía para defenderse por si cualquier hombre tratara de abusar sexualmente.
Falta de dinero
En aquella época Madame Blavatsky estaba muy preocupada por el dinero debido a que los ingresos que recibía regularmente de su padre en Rusia habían cesado y ella se encontraba casi sin un centavo.
Tenía alguna idea de que esta condición era causada por las maquinaciones de alguna persona o personas en contacto con su padre, y se expresó sobre estas personas con el vigor habitual.
Algunas de las personas más conservadoras de nuestra casa sugirieron que, después de todo, dado que Madame Blavatsky era una aventurera, lo único que se podía esperar era que estuviera falta de dinero.
Pero mi amiga, la señorita Parker, a quien Blavatsky llevó con ella ante el cónsul ruso, me aseguró que en realidad Madame Blavatsky era una condesa rusa, y que el cónsul conocía a su familia y había prometido hacer todo lo posible para ponerse en contacto con ellos y averiguar cuál era la dificultad.
Y puedo decir aquí que la retención de sus ingresos fue causada por la muerte de su padre y el consiguiente tiempo requerido para arreglar sus asuntos, y que esta demora continuó hasta que Madame Blavatsky abandonó el 222 de Madison Street.
El dueño de nuestra casa era el señor Rinaldo, quien personalmente cobraba sus alquileres y así conoció a nuestra gente. Como todos los demás, él se interesó por HPB y le presentó a dos jóvenes amigos suyos.
Ellos venían muy a menudo a verla y le eran de ayuda práctica, sugiriéndole y ofreciéndole trabajo. Le hicieron diseñar tarjetas publicitarias con imágenes para ellos y para otros. Creo que estos señores tenían una fábrica de cuellos y camisas, pues la tarjeta que mejor recuerdo era de figuritas vestidas con los cuellos y camisas de su manufactura. Creo que éstas fueron las primeras tarjetas publicitarias con imágenes utilizadas en Nueva York.
Madame Blavatsky también intentó realizar trabajos ornamentales en cuero y produjo algunos ejemplos muy finos e intrincados, pero no se vendieron y abandonó el trabajo en cuero.
Por esta época ella completó la novela inacabada “Edwin Drood” que Charles Dickens no había terminado cuando murió en 1870. Tengo la impresión de que estos amigos judíos de Madame Blavatsky eran espiritistas y que la instaron a completar el libro con ayuda espiritual.
Ella tenía una mesa larga en su habitación privada y la vi durante días, tal vez semanas, escribiendo constantemente página tras página de un manuscrito. Me dijeron que ella estaba terminando “Edwin Drood” y que los espíritus la estaban ayudando.
Más tarde, la señorita Parker me prestó una copia del libro, un libro forrado en papel de 9 x 5,5 pulgadas.
Tanto Harper como Appleton publicaron series similares de libros populares, y no puedo decir qué editorial publicó el libro de Madame Blavatsky.
La señorita Parker quería que yo señalara la línea en la que Madame Blavatsky retomaba la historia, y me la señaló cuando no pude hacerlo.
En los últimos años, leí en The New York Times Book Review un relato de una secuela de “Edwin Drood” escrito en 1873 por un tal Sr. James de Brattleboro, Vermont, bajo influencia mediúmnica. Creo que este debe ser el volumen que vi escribir a Madame Blavatsky, aunque el autor del artículo afirmó haber conocido al Sr. James.*
Poco después de esto, y mientras Madame Blavatsky todavía no tenía ingresos, conoció y trabó amistad con una dama francesa, una viuda, cuyo nombre he olvidado, si es que alguna vez lo supe, porque aunque se convirtió en una visitante familiar de la casa, por lo general era llamada “la señora francesa”, mientras que HPB siguió siendo siempre “la señora”.
Blavatsky se mudó a otros inmuebles
Fue esta señora quien después fue con HPB a la granja de Eddy. En ese momento ella vivía a poca distancia, en Henry Street, una calle paralela a Addison; Se ofreció a compartir su casa con HPB hasta que pasaran las dificultades económicas de esta última. Esta oferta fue aceptada y Madame abandonó nuestra casa.
Sin embargo muchos de los nuestros, y en particular mi amiga, la señorita Parker, se mantuvieron en estrecho contacto con Blavatsky y asistieron a las reuniones del domingo por la tarde inauguradas por las dos damas, de las cuales, para mi gran decepción, quedé excluida, tal vez porque no quería, y también, lo sé, porque la señorita Parker sabía que mi madre no lo habría aprobado.
De esta época data una de las historias sobre los diaki: una mañana Madame Blavatsky no apareció a desayunar y su amiga finalmente fue a su dormitorio para ver qué pasaba; allí encontró a HPB incapaz de levantarse porque su camisón estaba bien cosido al colchón, y cosido de tal manera que hubiera sido imposible para Madame Blavatsky haberlo hecho ella misma, y la costura estaba tan bien hecha que los puntos Tuvo que ser cortado antes de que HPB pudiera levantarse. Este fue el trabajo de los diaki .
Poco después, Madame Blavatsky recibió dinero de Rusia y se mudó a la esquina noreste de la calle 14 y la Cuarta Avenida. La casa era muy sencilla, con una licorería en el piso de la calle y los dos pisos superiores alquilados como habitaciones amuebladas.
A esta casa me llevó la señorita Parker para visitar a Madame Blavatsky, y aunque yo era un pequeña victoriana, recuerdo que me pregunté si sería bastante respetable aventurarme en una casa encima de un salón, pero debo añadir para mi crédito que me alegré muchísimo ir.
Allí encontré a Madame Blavatsky en una habitación mal amueblada del último piso, su cama era un catre de hierro, y al lado de su cama, sobre una mesa, había un pequeño armario con tres cajones.
Blavatsky estaba muy excitada porque ese mismo día su habitación había estado en llamas; Dijo que le habían prendido fuego deliberadamente para robarle. Después de que el incendio se extinguió y los bomberos y los extraños curiosos se fueron, descubrió que le habían robado su valioso reloj y su cadena.
Cuando se quejó ante el propietario de la taberna, que era su casero, éste le dio a entender que nunca había tenido un reloj que perder. Nos dijo que les pidió a “Ellos” que le dieran alguna prueba que pudiera mostrarle a su arrendador y convencerlo de que realmente había perdido su propiedad, como ella lo afirmaba.
Inmediatamente apareció ante ella una hoja de papel del tamaño habitual de las máquinas de escribir, toda gris de humo salvo manchas blancas, del tamaño y forma de un reloj y una cadena e indicando que después de que el fuego había oscurecido el papel, el reloj y la cadena habían sido levantados, dejando al descubierto las manchas blancas que habían cubierto.
Continuó contándonos que cuando necesitaba dinero, sólo tenía que pedírselo a “Ellos” y encontraba lo que necesitaba en uno de los cajones del pequeño armario que había sobre su mesa.
No pude entender esto. Siempre había escuchado el “Ellos” explicados por las personas que estaban a su alrededor como refiriéndose a sus “Espíritus Guías”; naturalmente pensé que hablaba de ellos. Sabía cuán urgentemente necesitaba dinero y no podía comprender cómo esa afirmación podía ser cierta. No sabía nada del Ocultismo, sus promesas ni el altruismo que exige de sus seguidores.
Algún tiempo después de esto, supe que Madame Blavatsky fue a Ithaca, para entregarle al profesor Corson, de la Universidad de Cornell, un anillo que le confió uno de sus misteriosos directores, que la identificaría como una auténtica mensajera de ellos.
Pero mi visita a HPB fue la última vez que la vi. A partir de ese momento su vida ha sido bien conocida y descrita por otros. »
(Theosophist, diciembre de 1931, p.257-266)
El coronel Olcott relató:
« La señorita Ballard encontró a H.P.B. en una miserable casa de obreros en una calle pobre de Nueva York, ganándose honradamente la vida haciendo corbatas. Esto era en julio de 1873.
En octubre de ese año, su querido padre, que siempre se había mostrado paciente e indulgente hacia H.P.B., murió, y el 29 del mismo mes H.P.B. recibió un telegrama fechado en Stavropol en el que su hermana Elisa le daba la noticia y le informaba del importe de su herencia, anunciándole el envío de un cheque de mil rublos.
H.P.B. recibió el dinero por correo y dejó su alojamiento por otro mejor en la City, Unión Square, calle 60 Este, plaza Irving, etc. En este último domicilio es donde la encontré al volver de la granja de los Eddy. »
(Hojas de un Viejo Diario I, cap. 2)
Pruebas de que sus Maestros si le solicitaron a Blavatsky ir a los Estados Unidos
Los detractores de Blavatsky consideran que ella inventó esta historia de que sus maestros le pidieron ir repentinamente a Nueva York, pero los datos históricos que les puse arriba indican lo contrario.
Además que no tiene sentido de que ella dejara precipitadamente Paris donde se encontraba cómoda, para viajar apresuradamente y sin dinero a Nueva York donde tenía un futuro incierto, si no fuera porque sus maestros se lo habían solicitado.
El propio maestro Morya en una carta que le envió al señor Sinnett le reveló lo siguiente:
« Buscando por todos lados, encontramos en los Estados Unidos al hombre que debía ser el líder [de la Sociedad Teosófica]: un hombre de gran coraje moral, desinteresado y con otras buenas cualidades. Estaba lejos de ser el mejor, pero era el mejor disponible [el coronel Olcott].
Con él asociamos a una mujer de dotes excepcionales y maravillosas [Helena Blavatsky]. Ella también tiene fuertes defectos personales, pero tal como era, no había otra persona que pudiera vivir de esa manera.
La enviamos a América, los reunimos y comenzó la prueba. »
(CM 44, p.263)
Y sobre este asunto el coronel Olcott comentó lo siguiente:
« Los amigos íntimos recordarán su relato de la historia de su repentina partida, obedeciendo órdenes, de París para Nueva York.
El Sr. Sinnett lo menciona en su libro "Incidentes de la vida de la señora Blavatsky" (página 146), y ha sido publicado en otras partes.
(Les pongo lo que escribió el Sr. Sinnett: "La señora Blavatsky tuvo una breve residencia en París en el año 1873, donde en compañía de un primo suyo llamado Nicolás Hahn, habitante en la calle de la Universidad, estuvo dos meses. Pero se le ordenó que fuese a los Estados Unidos y durante algún tiempo estableciera la base de sus operaciones en ese país. Llegó a Nueva York el 7 de Julio de 1873 y excepto unos cuantos meses empleados en visitar otras ciudades, ella residió allí unos años.")
Pero esas personas no lo han sabido sino mucho tiempo después y sus enemigos podrían decir que fue una invención tardía, una mentirilla acoplada a una pequeña farsa subsiguiente.
Sin embargo la casualidad (si es una casualidad) me ha traído justamente en el momento en que escribo estas páginas, la corroboración de un apreciable elemento de prueba.
Una dama americana, la señorita Ana Ballard, periodista antigua, miembro vitalicio del Club de la Prensa de Nueva York, que tuvo trato profesional con H.P.B. desde la primera semana de su llegada a Nueva York, vino a pasar una temporada en Adyar.
En el curso de la conversación, entre otros hechos menos importantes, la señorita Ballard citó dos que le rogué me diese en seguida por escrito, a saber:
que H.P.B., a quien había encontrado en un sórdido alojamiento, le había dicho que súbita y repentinamente había dejado París de un día para otro,
y también que H.P.B. había visitado el Tíbet.
He aquí las propias palabras de la señorita Ballard:
« Adyar, enero 17 de 1892.
Querido coronel Olcott:
Conozco a la señora Blavatsky desde hace mucho más tiempo del que usted piensa. La vi en Julio de 1873 en Nueva York, cuando no hacía aún una semana de su desembarco.
Entonces era yo cronista del New-York Sun y se me había encargado un artículo sobre Rusia. Durante mis investigaciones sobre ese tema, un amigo me hizo saber la llegada de esta dama rusa y fui a verla; así comenzaron mis relaciones con ella que duraron varios años.
Desde mi primera visita me dijo que no había tenido la menor idea de dejar París para venir a América hasta la noche de la víspera de su partida; pero no me dijo por qué partió ni lo que la hizo partir.
Recuerdo perfectamente el aire de triunfo con que me dijo:
- “He estado en el Tíbet”.
Entonces no pude comprender el motivo por el cual ella diese más importancia a ese viaje que a los que decía haber hecho por Egipto, la India y otras partes, pero siempre lo decía con mucho énfasis y animación. Ahora sé el por qué.
Ana Ballard. »
(El motivo por el que Blavatsky estaba muy orgullosa de haber estado en el Tíbet es porque en ese entonces ese país estaba prohibido para los occidentales.)
A menos que se crea a H.P.B. capaz de haber previsto que la señorita Ballard me daría este testimonio en la India, diez y nueve años más tarde, el lector de buena fe convendrá que las declaraciones que hizo a la primera persona que conoció en Nueva York en 1873, corroboran firmemente las que después hizo a un gran número de personas, respecto a los dos puntos más importantes en la historia de sus relaciones con el movimiento teosófico:
1) Su preparación en el Tíbet.
2) Su viaje a América en busca de aquel cuyo karma unía a ella como coautor para poner en movimiento esta gran ola social. »
(Ibid)
~ * ~
A finales de 1878, Blavatsky y Olcott dejaron Nueva York para irse a vivir a la India, de nuevo por solicitud de los Maestros transhimaláyicos.
Hoy, como buena rusa que era (no ucraniana) le hubieran negado el ingreso
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