Los elementales son entidades sutiles que se ocupan que funcionen los diferentes planos de existencia. Quienes logran controlarlos pueden efectuar fenómenos paranormales a voluntad con la asistencia de esos elementales. Y varias personas afirmaron que Blavatsky controlaba a varios elementales.
Testimonio de William Judge
Un pasaje interesante y divertido en "Conversaciones sobre Ocultismo con HPB" de W.Q. Judge, que se publicó en la revista The Path de abril de 1894, se titula "Acerca de los Elementales". Y a continuación les presento un extracto:
« Blavatsky me comentó::
- "Hace mucho tiempo que dije que esta parte no se las explicaría, pero pero puedo contarte algunas cosas. Este elemental al que tú y Olcott llamaban *** no puede verte a menos que yo se lo permita.
Pero ahora captaré tu magnetismo para que como una fotografía este elemental te recuerde. Pero no puedes obligarlo a obedecerte hasta que sepas cómo dirigir la fuerza. Lo enviaré donde tú te encuentres y dejaré que emita un sonido de campanilla."
Unos días después escuché un sonido de campanilla mientras que yo hablaba con una persona sobre la Teosofía, y nos encontrábamos a unos cinco kilómetros de HPB.
Al volver a verla, Blavatsky me preguntó si *** había estado allí y tocó la campanilla, mencionando el día y la hora exactos.
Le respondí que si, y Blavatsky me dio más explicaciones:
- "Este elemental no tiene una forma en particular, sino que se asemeja más a una masa de aire en rotación. Pero aun así es bastante definido, como sabes por lo que ha hecho." . . .
Luego William Judge dice que le preguntó a Blavatsky sobre los fenómenos espiritistas y ella le respondió:
- "Casi todo lo hacen los elementales. Ahora puedo hacer que toquen en cualquier lugar de esta habitación. Elige el lugar que prefieras."
William Judge señaló una pared de yeso duro, sin objetos, y ella le dijo:
- "Ahora haz preguntas qué se puedan responder con pequeños golpes."
William Judge preguntó:
- ¿Cuál es mi edad?
- ¿Cuántos hay en mi casa?
- ¿Cuántos meses llevo en la ciudad?
- ¿Cuántos minutos después de la hora marca mi reloj?
- ¿Cuántas llaves tengo en mi llavero?
Y para cada pregunta la cantidad de golpes fue la correcta.
Entonces Blavatsky exclamó:
- "Basta ya, no te responderá más porque lo he detenido. Esfuérzate por buscar preguntas mas difíciles. Ellos no tienen sentido común, te lo sacaron todo de la cabeza, incluso el número de llaves, porque aunque no lo recuerdes tú sabes inconscientemente cuántas llaves hay en tu llavero; pero de todas formas yo podría mirar clarividentemente dentro de tu bolsillo y contar el número, y entonces un elemental golpeador te daría la respuesta correcta. Pero hay cosas mejor que hacer que toda esta tontería mágica." »
(CW X, p.271)
Testimonio de Henry Olcott
Sobre este asunto el coronel Olcott en su libro "Las Hojas de un Viejo Diario I" relató siguiente:
« Después de mudarse del número 16 de la plaza Irving y de haber hecho una visita a unos amigos en el campo, ella alquiló por algún tiempo un piso en otra casa de la plaza Irving, muy cerca del Lotos Club y del mismo lado de la calle.
Allí fue donde, más tarde, tuvo lugar la reunión amistosa en la que yo propuse la formación de la futura Sociedad Teosófica.
Uno de los concurrentes era un artista italiano, antiguo carbonario, el señor B.
En su primera visita yo estaba sólo con ella en el salón. Hablaron de asuntos italianos, y de pronto él pronunció el nombre de uno de los más grandes Adeptos. Ella se sobresaltó como si hubiese recibido una descarga eléctrica, le miró fijamente en los ojos y dijo en italiano:
- “¿Qué hay? Estoy preparada.”
Él fingió no prestar atención, pero la conversación giró desde ese momento hacia la Magia, los magos y los Adeptos.
El señor B se levantó, abrió una ventana, hizo unos pases al exterior y de pronto una mariposa blanca entró en la habitación y voló hacia el techo.
H.P.B. rio sin malicia y dijo:
- “Es encantador, pero yo puedo hacer otro tanto.”
Ella también abrió la ventana, hizo los mismos signos y apareció una segunda mariposa blanca que subió hasta el techo como la otra, la persiguió a través del salón jugando con ella de tiempo en tiempo, la empujó hacia un rincón y frrt… las dos mariposas desaparecieron al mismo tiempo mientras nosotros las mirábamos.
- “¿ Qué quiere decir eso?”, pregunté yo.
- “¡Oh nada!, simplemente que el señor B puede transformar un elemental en mariposa y yo también.”
Esos insectos no eran más que una ilusión.
Recuerdo otras pruebas de su control sobre los elementales, que los hindús llamarían Yakshini Vidyâ (que traducido del sanscrito significa literalmente "Conocimiento de los elementales").
He aquí una de las primeras: una fría noche de invierno, en que varios pies de nieve cubrían el suelo, habíamos trabajado en su libro Isis Develada hasta una hora muy avanzada en su piso de la calle Treinta y cuatro.
Yo había comido cosas saladas en la cena y sintiendo sed, dije como a la una de la mañana:
- “Sería delicioso tener unas uvas de invernáculo.”
- “Ya lo creo –ella contestó– es preciso tenerlas.”
- “Pero los comercios ya están cerrados y no podemos comprarlas”, clamé yo.
- “No importa, las tendremos a pesar de eso”, ella me contestó.
- “¿Pero como?”, le pregunté.
- “Usted lo verá, si quiere tan sólo achicar un poco la luz del gas sobre la mesa delante de nosotros.”
Di vuelta a la llave, y sin querer apagué la luz.
- “No hace falta tanto”, dijo ella; “no tenía usted más que disminuir un poco la luz. En fin, enciéndala en seguida.”
Había una caja de fósforos a mi alcance, y en un momento ya tuve encendida la luz.
- “¡Mire!”
Exclamó ella señalando una estantería para libros que se hallaba en la pared, frente a nosotros. Y con gran sorpresa de mi parte, dos grandes racimos de buena uva negra de Hamburgo colgaban de las perillas de cada extremidad de uno de los estantes, y en seguida nos las comimos.
Cuando le pregunté qué procedimiento había usado, ella dijo que era la obra de ciertos elementales sometidos a su poder, y todavía dos veces más, mientras seguimos viviendo en la “Lamasería”, ella repitió ese fenómeno y nos procuró frutas para refrescar mientras trabajábamos en Isis Develada. »
(Capítulo 1)
En un capítulo posterior el coronel Olcott mencionó otro fenómeno producido por un elemental:
« Viendo un día que las servilletas en su casa brillaban sobre todo por su ausencia, yo compré varias en una pieza y las llevé a la casa de Blavatsky. Las cortamos y H.P.B. quiso ponerlas en la mesa sin hacerles el dobladillo, pero en vista de mis protestas, ella preparó alegremente su aguja.
Apenas había comenzado, cuando H.P.B. dio un puntapié bajo la mesa de costura, diciendo:
- “Quítate de ahí, bobo.”
Le pregunté:
- “¿Qué pasa?”
Ella me respondió:
- “¡Oh!, nada, es que una bestezuela de elemental me tira del vestido para que le dé algo que hacer”.
A lo que yo exclamé:
- “¡Qué suerte!, esa es nuestra ocasión; dele usted las servilletas para que les haga el dobladillo. ¿Para qué aburrirse haciendo eso, y además para hacerlo tan mal?”
Ella se rio y me dijo algunas tonterías para castigarme por mi descortesía, pero al pronto no quiso dar ese placer al pobrecito elemental que estaba debajo de la mesa deseando demostrar su buena voluntad.
No obstante yo terminé por convencerla. Me dijo que encerrase las servilletas, las agujas y el hilo en una biblioteca con puertas de cristales y cortinillas verdes, que se encontraba al otro extremo de la habitación.
Volví a sentarme junto a ella y la conversación volvió al único e inagotable tema que embargaba nuestros pensamientos, la Ciencia Oculta.
Más o menos como al cuarto de hora o veinte minutos, oí un pequeño ruido, parecido al grito del ratón, debajo de la mesa y H.P.B. me dijo que “ese pequeño horror” había terminado las servilletas.
Abrí la puerta de la biblioteca y hallé la docena de servilletas dobladilladas, pero tan mal que la última aprendiza de la escuela de costura de un asilo, no lo hubiera podido hacer peor.
Pero si estaban dobladilladas, no podía dudarse de ello, y esto había sucedido en el interior de una biblioteca cerrada con llave y a la que H.P.B. no se aproximó para nada en ese tiempo. Eran las cuatro de la tarde y era pleno día. Estábamos solos en la habitación y nadie entró antes de terminar. »
(Capítulo 3)
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