James Morgan Pryse fue
uno de los principales alumnos de Blavatsky y él relató lo siguiente:
« Cuando aún era un pequeño niño, entré
por primera vez vagamente en contacto mental con Blavatsky.
En la Biblioteca
de mi padre había un viejo Diccionario de biografías de Goodrich, el cual daba
breves bosquejos biográficos de antiguos personajes dignos e indignos, y estaba
ilustrado con muchos retratos grabados. Allí había un breve bosquejo biográfico
de Paracelso [1493-1541] el gran Ocultista Suizo, y me fascinaba tanto que lo
miraba larga y frecuentemente.
El texto lo
describía como un charlatán e impostor, pero cuando lo leía sabía que todo eso
era falso y que él había sido uno de los mejores hombres que jamás hayan
nacido. Esta no era meramente una impresión psicométrica como las que había
recibido de algunos de los otros retratos en el libro, sino que era una
sensación profunda de familiaridad, una cierta convicción de que yo había
conocido a ese hombre cuando vivió en la Tierra y que lo volvería a encontrar
de nuevo cuando encarnara.
Años después,
mientras hacía mi trabajo periodístico en Nebraska, leí una breve noticia de
Nueva York que decía que la señora Blavatsky y el coronel Olcott habían iniciado
una Sociedad para el estudio de la literatura Oriental. Y de nuevo me volvió a
llegar ese sentido recurrente de familiaridad, y quería escribirle a esa señora
Blavatsky (cuyo nombre leí entonces por primera vez), pero la nota informativa
no daba dirección alguna.
Posteriormente
en Filadelfia, me encontré con la señora Verplanck [conocida como Jasper
Niemand] quien era una colaboradora cercana del señor William Judge, en la
elaboración de la revista teosófica “The
Path”, una revista tremendamente interesante e instructiva.
Ella me contó
acerca de la Sociedad Teosófica y me envió a que estudiara los libros Isis Develada, Buddhismo Esotérico y otra literatura teosófica que se podía
obtener en ese entonces.
Por años estuve
en correspondencia directa con ella, y ocasionalmente con el señor Judge al que
llegué a conocer muy bien “en el astral”, después de que me asenté en la ciudad
de Los Ángeles en 1886.
En aquellos
tiempos, muchos teósofos tenían la ambición de llegar a ser “chelas” o “chelas
laicos” [discípulos] poniéndose en comunicación con los Maestros a los que
Blavatsky representaba. Pero no teniendo duda de que los Maestros eran
molestados por tantos solicitantes, evité todo intento de alcanzar a Blavatsky
o a sus Maestros, o de atraer su atención hacia mi humilde persona.
En cambio mi
mente continuaba pensando en Paracelso y tenía claramente la impresión de que
había vuelto a encarnar, así que me resolví de encontrarlo (si fuese posible) y
en mi meditación diaria me concentraba en él.
Una noche [en
1889] mientras que estaba meditando de esa manera, la cara de Blavatsky
destelló ante mí. La reconocí por su retrato en su libro Isis Desvelada, aunque me parecía mucho más vieja.
Pensando que la
imagen era astral (ya que creí que eso era) y que se debía a cierta divagación
o fantasía de mi parte, traté de excluirla, pero al hacerlo la cara mostraba
una mirada de impaciencia hasta que de repente fui sacado de mi cuerpo e
inmediatamente me encontré de pie “en el astral” frente a ella en Londres. Allá
ya estaba amaneciendo pero ella se encontraba aun sentada frente a su
escritorio.
Y mientras ella me hablaba muy
amablemente, yo no pude evitar pensar lo extraño que era que esa aparente vieja
dama corpulenta fuese un Adepto. Traté de sacar de mi mente ese pensamiento
descortés, pero ella lo leyó y como si fuese una respuesta a mi pensamiento, su
cuerpo físico se hizo translúcido revelando un maravilloso cuerpo interior que
parecía como si estuviese formado de oro derretido.
Entonces, de repente el maestro
Morya apareció ante nosotros en su mayavi-rupa [que es un cuerpo sutil más
elevado que el cuerpo astral]. A él le hice una profunda reverencia porque me
parecía más un ser divino que un hombre. Y de alguna manera supe quién él era,
aunque era la primera vez que lo veía.
Me habló con amabilidad y dijo:
- "Tendré trabajo para ti
en seis meses."
Él caminó hasta el otro lado de la
habitación, hizo con la mano un gesto de despedida y se marchó. Entonces HPB me
despidió con las palabras "que Dios te bendiga" e inmediatamente
después vi directamente las olas del Atlántico debajo de mí; floté hacia abajo
y sumergí mis pies en sus crestas.
Luego con una increíble velocidad
atravesé el continente hasta que vi las luces de la ciudad de Los Angeles y
volví a mi cuerpo, el cual estaba sentado en la silla donde lo había dejado.
Seis meses después se cumplió la
profecía del Maestro Morya. Mi hermano John y yo, al regresar de un viaje a
Sudamérica, aterrizamos en la ciudad de Nueva York. Ahí encontramos al Sr.
Judge perplejo por un problema difícil: HPB le había ordenado que enviara las
Instrucciones esotéricas que ella había escrito a todos los miembros
estadounidenses de la Sección Esotérica, pero ella le había enviado solo una
copia al señor Judge y él no tenía las facilidades para hacer las muchas copias
que se requerían.
Le solucionamos ese problema
estableciendo la editorial Aryan Press e imprimiendo las Instrucciones en forma
de un pequeño libro. Luego, en respuesta a un cable de HPB, yo fui a Londres
para hacer el mismo trabajo allá y comencé la HPB Press.
Cuando vi a Blavatsky no necesitamos
"conocernos". Era como si nos hubiéramos conocido desde siempre. Ella
nos invitó al Dr. Keightley y a mí a cenar con ella, y después de la cena
jugamos al whist; HPB se llevó el muñeco. Pero estos eventos sin importancia en
el mundo exterior no son recuerdos. »
(Artículo
“Memorabilia of H.P.B.” publicado en la revista The Canadian Theosophist
de marzo de 1935, p.1-3)
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