Alice
Bailey afirmó que ella era discípula del maestro Kuthumi, y en su Autobiografía
ella narró varios encuentros que ella tuvo con este maestro, los cuales a
continuación se los voy a transcribir:
El primer
encuentro con Kuthumi
El
30 de junio de 1895 tuve una gran experiencia por lo que nunca he olvidado esa
fecha. Durante meses había sufrido las desdichadas agonías de la adolescencia.
La vida no valía la pena vivirla. Sólo veía desdichas y dificultades en todas partes.
Tampoco había pedido venir al mundo, pero aquí estaba.
Acababa
de cumplir quince años. Nadie me quería; sabía que tenía un carácter odioso, y
no me sorprendía que la vida fuera difícil. Tampoco tenía un porvenir por
delante, excepto el matrimonio y la vida rutinaria de los de mi casta y clase.
Odiaba a todos, con excepción de dos o tres personas, y sentía envidia de mi
hermana por su inteligencia y belleza.
De
pronto, encontrándome en el punto álgido de mi desdicha y en medio de mi dilema
y duda, se me apareció uno de los Maestros de Sabiduría.
Cuando
ocurrió eso y hasta muchos años después, no tuve la más remota idea de quién
podía ser y quedé totalmente atemorizada. Aunque joven, tenía la suficiente
inteligencia como para saber algo acerca del misticismo e historia religiosa de
los adolescentes, pues había oído hablar de ello a los que ayudaban en el
trabajo religioso. Había asistido a muchas reuniones de jubileo y visto a
muchas personas "perder el control de sí mismas", según lo denominaba
yo. Por eso nunca relaté mi experiencia a nadie, por temor a que se me
clasificara como un "caso mental" que debía vigilarse y manejar con
cuidado.
Me
sentía intensa y espiritualmente viva. Era anormalmente consciente de mis
fallas. Estaba en casa de mi tía Margaret de Kirkcudbridghtshire, en
Castramont, y el ambiente en ese entonces no podía ser mejor.
Era
un domingo por la mañana. El día anterior había escuchado un sermón que despertó
mi aspiración, pero ese domingo por alguna razón no fui a la iglesia. El resto
de la familia estaba ausente y solo la servidumbre y yo quedamos en la casa.
Me
encontraba en la sala leyendo cuando de pronto se abrió la puerta y entró un
hombre alto, vestido a la europea (con un traje de muy buen corte, según
recuerdo) y un turbante que le cubría la cabeza; y ese hombre se sentó junto a mí.
Quedé
petrificada al ver el turbante y no supe decir palabra ni preguntar para saber a
qué venía. Entonces comenzó a hablar. Él me dijo que yo debía realizar un
trabajo en el mundo, y que ello implicaba cambiar considerablemente mi
disposición, pues tenía que dejar de ser una criatura desagradable y obtener
cierta medida de autocontrol.
Mi
futuro servicio para él y para el mundo, dependía de cómo yo me manejara y de
los cambios que llegara a efectuar. Me dijo que si podía lograr un verdadero
autocontrol confiaría en mí, y agregó que yo viajaría por todo el mundo y
visitaría muchos países "para realizar el trabajo de mi Maestro".
Y
desde entonces esas palabras han resonado en mis oídos. Él recalcó que todo
dependía de mí y de lo que pudiera y quisiera hacer de inmediato, y agregó que
estaría en contacto conmigo a intervalos, durante varios años.
La
entrevista fue muy breve. No pronuncié una sola palabra, limitándome a
escuchar, mientras él hablaba con mucho énfasis. Habiendo dicho lo que tenía
que decir, se levantó y salió de la habitación, deteniéndose en la puerta por
un minuto, para dirigirme una mirada que recuerdo nítidamente hasta el día de hoy.
No
supe qué pensar de lo ocurrido. Al recuperarme del sobresalto me sentí al
principio atemorizada y creí que me estaba volviendo loca o que me había
quedado dormida, soñando, entonces reaccioné y experimenté una plácida
satisfacción, considerándome una Juana de Arco (mi heroína de esa época) que como
ella, había tenido visiones espirituales y había sido elegida para una gran
obra.
(Capítulo 1)
Los
siguientes encuentros con Kuthumi
Mientras
transcurrieron los años, descubrí que a intervalos de siete años (hasta los
treinta y cinco) tuve indicios de la supervisión y del interés de ese
personaje. En 1915 descubrí quién era y que otras personas lo conocían. Y desde
entonces nuestras relaciones se han ido estrechando, al punto que hoy puedo entrar
en contacto con él a voluntad.
Esta
disposición de hacer contacto con un Maestro sólo es posible cuando un
discípulo también está dispuesto a valerse únicamente de ello en momentos
excepcionales y de verdadera emergencia para el servicio mundial.
Descubrí
que el visitante era el Maestro K.H., Koot Hoomi, que está muy cerca de Cristo,
pertenece a la línea de la enseñanza y es un destacado exponente del amor-sabiduría,
de lo cual Cristo es la más cabal expresión.
El
verdadero valor de esta experiencia no reside en el hecho de que yo, una joven llamada
Alice La Trobe-Bateman tuviera una entrevista con uno de los Maestros, sino que
sin saber absolutamente nada de su existencia, yo conociera a uno de ellos y
conversara conmigo.
El
valor también reside en que todo lo que me dijo se cumplió (después que
arduamente cumplí con los requisitos) y porque descubrí que no era el Maestro
Jesús, como supuse inicialmente, sino un Maestro sobre quien nunca había oído
hablar, siéndome totalmente desconocido.
El
Maestro K.H. es mi Maestro bien amado y real. Yo he trabajado para él desde los
quince años, y soy ahora uno de los discípulos avanzados de su grupo o (como se
lo designa esotéricamente) de su ashram.
(Capítulo 1)
El retrato
que tenía la Sociedad Teosófica de Kuthumi
En
1918 descubrí quién fue mi visitante en Escocia cuando tenía 15 años. Yo había sido
admitida en la sección esotérica de la Sociedad Teosófica, y asistía a las
reuniones. La primera vez que entré en el santuario vi los conocidos retratos
de Cristo y de los Maestros de Sabiduría, como los denominan los teósofos.
Me
sorprendió ver el retrato de quien me había visitado en 1895. No había error
posible. Era el hombre que había entrado en la sala de la casa de mi tía, y no
el Maestro Jesús.
Siendo
muy inexperta, salí en busca de uno de los antiguos miembros de Crotona y le pregunté
el nombre de ese Maestro, y él me dijo que era el maestro K. H.
(Capítulo 4)
El primer
contacto telepático con Kuthumi
Después
de haber escrito durante casi un mes para el Tibetano, me sentí totalmente
atemorizada y rehusé rotundamente continuar con el trabajo. Le dije al Tibetano
que las tres niñas sólo me tenían a mí para atenderlas, y que si me enfermaba o
enloquecía (como muchos síquicos) ellas quedarían solas y no me atrevía a
correr ese riesgo.
Él
aceptó mi decisión, pero me dijo que tratara de ponerme en contacto con mi
Maestro K.H. y conversara sobre este asunto.
Después
de reflexionar más o menos una semana decidí ponerme en contacto con K.H.; así
lo hice, siguiendo una técnica muy especial que él mismo me había enseñado. Y cuando
tuve la oportunidad de entrevistarme con K.H. tratarnos la cuestión con toda
amplitud.
Mi
Maestro me aseguró que respecto a mi no existía el menor peligro, físico ni
mental, y que se me ofrecía la oportunidad de realizar un trabajo realmente
valioso. Me dijo ser él mismo quien sugirió a el Tibetano que yo podría ayudarlo,
y que no me trasfería al ashram o grupo espiritual del Tibetano, pues él deseaba
que yo continuara trabajando en el suyo.
Acepté
por consiguiente el deseo de K.H. y le manifesté al Tibetano que seguiría trabajando
con él. Sólo he sido su amanuense y secretaria, pero no pertenezco a su grupo. Por
otra parte no se ha inmiscuido nunca en mi trabajo o en mi entrenamiento
personal. La primavera de 1920 fue un período de feliz colaboración con él,
mientras tanto yo estudiaba como discípulo avanzado en el ashram de mi propio Maestro.
(Capítulo 4)
Los
siguientes contactos telepáticos con Kuthumi
Posteriormente
se me otorgó el privilegio de ponerme en contacto con K.H. cuando yo quisiera,
pues podía confiarse que no inmiscuiría mis asuntos personales en su ashram, y
le sería de más utilidad en éste, y por consiguiente en el mundo.
(Capítulo 5)
El último
encuentro con Kuthumi (en esa reencarnación)
Foster
Bailey señaló que:
“Cuando Alice Bailey falleció, su propio
Maestro K.H. vino en su búsqueda como se lo había prometido desde tanto tiempo.”
(Prólogo)
OBSERVACIONES
Alice
Bailey se contradice porque en el capítulo uno ella afirma que en 1915 ella ya
sabía quién era el maestro que la visitó en 1895, pero en el capítulo cuatro
ella menciona que en 1918 le preguntó a un miembro de la Sociedad Teosófica
quién era ese maestro.
De
todas maneras les puedo asegurar que todo lo que ella dijo sobre su relación
con el maestro Kuthumi son mentiras. Primero porque ella aseveró muchas
falsedades acerca de Kuthumi, lo que desacredita que ella haya tenido contacto
con ese maestro. Y segundo porque en el blog les he demostrado que Alice Bailey
fue una inmensa charlatana, así es que su historia de haber sido discípula de
Kuthumi solo es una mentira más a la larga lista de falsedades que ella dijo.
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