LA CONDESA WACHTMEISTER PERCIBIÓ PARANORMALMENTEMENTE A VARIOS DISCÍPULOS DE LOS MAESTROS




La condesa Constance Wachtmeister estuvo cuidando durante varios años a Blavatsky y en las cartas que le escribió al señor Alfred Sinnett, ella reveló que en varias ocasiones ella percibió fenoménicamente en Europa a varios de los discípulos (chelas) de los Maestros transhimaláyicos que se encontraban físicamente en el Tíbet.


Djwal Khul

« Wurzburgo, Alemania
13 de diciembre de 1885

Estimado señor Sinnett,

Ayer por la tarde se oyó de repente un fuerte golpe y Djwal Khul se encontraba con nosotros. Él manifestó su intención de escribir a través de mi mano. Lo vi cerca de mí confusamente, sentí su influencia, escuché las pocas palabras que me dijo y escribí lo siguiente:

"Que Mohini se salve a toda costa. Escríbale esto a Sinnett: se está tramando una conspiración para derrocar a la Sociedad Teosófica y deshonrar a Mohini. No se demore, actúe con prontitud, forme su Comité rápidamente, reúna todas las pruebas posibles e investigue todo lo que pueda sobre los antecedentes de la Srta. L."

Djwal Khul  me dijo que usted tiene una tarea muy difícil por delante. ... »
(Carta 121)





El chela relacionado con el asunto Kiddle

« Wurzburgo, Alemania
11 de enero de 1886

... Añadiré un incidente más a mi historia que sé que le interesará, pero le pido que lo mantenga en secreto: mientras escribía, me encontré con el segundo chela que nos visitó en Elberfeld, y debe saber que era el chela que tuvo que ver con el asunto Kiddle.

Yo estaba a punto de escribir su nombre cuando pensé que posiblemente le resultaría desagradable volver a ser mencionado públicamente, por lo que omití su nombre, y al hacerlo oí claramente las palabras "gracias" a mis espaldas, y al mirar, volví a ver al chela.

No lo había visto desde aquellos días en Elberfeld. No lo mencione pues me daría pena volver a meterlo en problemas, pero estoy segura de que este incidente le interesará a usted. »
(Carta 128)





Otro chela

En su libro “Reminiscencias acerca de H.P. Blavatsky y La Doctrina Secreta” la condesa relató otra interacción fenoménica que ella tuvo con otro discípulo:

« Blavatsky estaba acostumbrada a leer sus periódicos rusos por la noche, y raramente extinguía su lámpara antes de media noche. Había un biombo entre mi lecho y su lámpara, pero los fuertes rayos reflejados por el techo y las paredes perturbaban a menudo mi reposo.
 
Una noche, esa lámpara estaba encendida después de que el reloj había marcado la una de la mañana. No podía dormir y como oí la respiración regular de H.P.B. que dormía, me levanté y caminé suavemente hasta la lámpara y la apagué.
 
En el dormitorio había siempre una tenue luz que provenía de una veladora que se dejaba encendida en el estudio, manteniéndose abiertas las puertas entre esa habitación y nuestro dormitorio.
 
Yo había apagado la lámpara y me había vuelto hacia mi lecho cuando se encendió de nuevo y la habitación se iluminó con luz brillante. Pensé para mí misma: “qué extraña lámpara, posiblemente no funciona bien”.
 
De manera que fui de nuevo y bajé de nuevo la mecha, y esta vez vigilé hasta que el último vestigio de luz había desaparecido, y aún así mantuve apretado el resorte con los dedos. Entonces lo solté y quedé de pie un momento, observando, cuando para mi sorpresa la llama reapareció y la lámpara volvió a brillar como antes.
 
Tal cosa me dejó considerablemente perpleja y determiné quedarme allí frente a la lámpara toda la noche, si fuera necesario, para mantenerla apagada hasta que descubriera el motivo y el por qué de ese extraño comportamiento.
 
Por tercera vez apreté el resorte y lo bajé hasta que la lámpara estuvo apagada por completo, y lo volví a soltar observando atentamente para ver lo que ocurría.
 
Y por tercera vez la lámpara se encendió, pero esta vez vi una mano morena moviendo lenta y suavemente el resorte de la lámpara.
 
Familiarizada como yo estaba con la acción de las fuerzas y entidades astrales en el plano físico, no tuve dificultad en llegar a la conclusión de que era la mano de un chela y suponiendo que había alguna razón para que la lámpara permaneciera encendida, retorné a mi lecho. »
(Capítulo 7)











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