BLAVATSKY DESCRITA POR BERTRAM KEIGHTLEY




(El siguiente artículo se publicó en el periódico irlandés "Sunday Tribune" del 18 de mayo de 1890.)



MADAME BLAVATSKY

Una conversación con su íntimo amigo y secretario privado, el Sr. Bertram Keightley, no decepcionó al expectante entrevistador que lo buscó durante su reciente visita a esta ciudad.

Él me relató lo siguiente:

"Me ha interesado la Teosofía desde 1884, cuando conocí a Madame Blavatsky y al Coronel Olcott.

En aquella época los conocí bastante bien, pues pasé un tiempo con Madame Blavatsky en Alemania, y después con el Coronel Olcott en Inglaterra.

Esa visita a Alemania con un grupo de amigos fue posteriormente contada en forma de relato por el Sr. A. P. Sinnett en una novela con el nombre de "Karma". El Sr. Sinnett era uno de los invitados. En el personaje del Barón, por supuesto, reconocerán a Madame Blavatsky.

Me había preparado para aceptar la Teosofía gracias a un estudio previo del misticismo, al que me condujo un estudio experimental del mesmerismo. Trabajé con pistas inconexas hasta que di con la Teosofía, y entonces me di cuenta de inmediato de que había encontrado la totalidad de la que antes solo había recibido partes.

Mi sobrino, Archibald Keightley, que tiene casi mi misma edad y que, como yo, se ha dedicado a la causa de la Teosofía, se interesó poco después.

Fue en 1887 que a petición mía, Madame Blavatsky se fue a vivir a Inglaterra, acompañada por la condesa Wachtmeister, viuda de un ex-embajador ante la Corte Inglesa.

Desde entonces hemos formado parte de una misma familia, y la condesa se ha hecho cargo de Madame Blavatsky. Nuestra familia teosófica es bastante numerosa, e incluye además de los ya mencionados y Archibald Keightley, a varios otros activistas en la causa.

Madame Blavatsky ocupa habitaciones en la planta baja. El amplio salón le sirve de despacho, desde el cual se abre su dormitorio.

Unas puertas plegables conectan el salón con nuestro comedor, donde cenamos todos juntos y donde ella suele reunirse con nosotros.

Durante el día se sienta en un escritorio junto al ventanal, trabajando generalmente desde las 7:30 de la mañana hasta las 7:00 de la tarde.

Trabaja constantemente sin salir ni una sola vez en tres meses de esas tres habitaciones. Se sienta en un gran sillón con un escritorio largo a un lado y una mesa al otro, formando una especie de caja a su alrededor.

El jueves por la noche, cuando la logia se reúne, ella gira su silla y se sienta de cara a todos. Todos le hacen preguntas que ella responde con gran paciencia siempre que ve un sincero deseo de aprender.

A menudo personas que no son teósofos acuden a ella en busca de información, y siempre son recibidas con extrema amabilidad cuando muestran la misma sinceridad.

Madame Blavatsky nunca dice una palabra que hiera sus sentimientos o sus creencias, sean cuales sean, pero uno de sus rasgos distintivos es su total aversión a las farsas. Simplemente no tolera ese tipo de cosas, y si la gente se acerca a ella con ligereza o hipocresía, es casi seguro que los destrozará a todos, y metafóricamente hablando, los esparcirá por la sala.


En su apariencia Madame Blavatsky es de estatura mediana, pero tan corpulenta que parece más baja de lo que es en realidad. Tiene una abundante cabellera castaño oscuro que cae en ondas por toda la cabeza.

Sus ojos de un gris brillante y muy peculiares, parecen mirar a través de la persona, y así lo hacen (añadió el Sr. Keightley con una sonrisa).

Su tez es de un verde oliva claro.

Tiene unas manos hermosas, delicadas y tan flexibles que se doblan hacia atrás con facilidad; las puntas de sus dedos se curvan hacia atrás de la forma más hermosa imaginable.

La principal característica de su rostro, diría yo, es su inmensa fuerza, su intelectualidad. Es realmente magnífica en esto, y su energía es fenomenal.

La he visto después de un día de trabajo tan cansada que parecía enferma y completamente incapaz de seguir esforzándose, pero si surgía la necesidad, si había que hacer algo nuevo o si surgía alguna cuestión teosófica que discutir, entonces parecía renovar sus fuerzas con el deseo y se sumergía en lo que se le ofrecía con una energía inagotable, como si nunca hubiera conocido el cansancio.

Por lo general por la noche se sienta en una pequeña mesa central jugando a la paciencia o a algún otro juego de cartas, mientras habla sin parar de teosofía, simbolismos, religiones y otras cuestiones metafísicas.

El juego solitario que practica simplemente sirve como una ligera distracción para una mente continuamente ocupada en pensamientos profundos."














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