En el año 1934,
el mundo metafísico se sorprendió con la aparición de una novela de suspenso
ocultista titulada “Misterios revelados” con derechos de autor de Saint Germain
Press, PO Box 1133, Chicago, Illinois.
En ella se
narra una serie de fantásticas aventuras ocultistas de un tal Godfre Ray King
(Guy Ballard), aventuras que como dice el prólogo, son tan “reales y verdaderas
como la existencia de la humanidad en esta tierra hoy en día”.
La primera
página de este relato verídico de las
aventuras de Guy Ballard nos informa que él “sabía a través de sus viajes por
el Lejano Oriente que la mayoría de los rumores, mitos y leyendas tienen en
algún lugar como origen, una profunda Verdad subyacente”.
Y luego, él
mismo como héroe viviente de todo, procede a reunir las aventuras de Simbad el
Marino, los increíbles cuentos del Barón Munchausen, los viajes de Gulliver y
otros rumores, mitos y leyendas en una “verdad profunda subyacente”.
Todos los
narradores de historias tienen un don para ellas. Se dice que el respetable
anciano caballero, el Barón Munchausen, nunca esbozaba una sonrisa mientras
contaba sus cuentos más increíbles, ¡y lo hacía tan bien que algunos de sus
oyentes incluso se convencieron de que pretendía que sus fantásticas historias
se tomaran en serio!
Tal vez sí. Las
más descabelladas imaginaciones adquieren una apariencia de realidad si se las
recrea con la suficiente frecuencia. En cualquier caso, el genial y anciano
barón, o su narrador, en un esfuerzo por reivindicar sus historias y su propia
veracidad, adjuntó a su manuscrito una nota al público que afirmaba la absoluta
verdad de sus historias. Estaba firmada por Gulliver, Simbad y Aladino, y en
ella se afirmaba que ellos personalmente atestiguaban que las aventuras de su
amigo, el barón Munchausen, eran “hechos positivos y simples”; la declaración
jurada se había realizado debidamente en la ciudad de Londres, Inglaterra, ante
“John el Portero” en ausencia del alcalde.
De modo
similar, el autor moderno de literatura fabulosa, Guy Ballard, al igual que el
viejo Barón, da fe de su propia veracidad al decir en su prólogo que sus
aventuras son “reales y verdaderas”. Pero va un paso más allá al presentar, en
lugar de los reputados Gulliver, Simbad y Aladino, nada menos que a un
personaje creíble como “Saint Germain”, que jura la verdad en estos libros a su
manera vehemente; y como si su palabra no fuera suficiente, procede a presentar
a toda la “Hueste Cósmica” para respaldarlo.
Seguros por
este testimonio, ahora podemos seguir con más confianza al narrador a través de
su serie de sorprendentes aventuras que comienzan en las inclinadas laderas del
Monte Shasta, California, y terminan en una maravillosa cueva en la montaña
Grand Teton en Wyoming, donde un caballero alto y de cabello dorado de nuestro
planeta hermano Venus le da algunos sabios consejos.
El primer día
que Guy conoció al misterioso Conde St. Germain en la ladera de una montaña de
California, el tiempo pasó demasiado rápido, como puedes imaginar que pasaría
si un gran Maestro te mostrara tus encarnaciones pasadas, incluida una en la
que eras un sacerdote y tu esposa actual una “virgen vestal que guarda el Fuego
Sagrado”. (p.25, UM)
Como Guy estaba
a diez millas de su albergue al pie de la montaña y sería casi medianoche antes
de que pudiera regresar a pie, el gran “Maestro” amablemente le ofreció otro
medio de locomoción.
“Coloca tu
brazo sobre mi hombro”, dijo, “y cierra los ojos”.
Entonces Guy comentó:
“Sentí que mi
cuerpo se elevaba del suelo”, relata al hablar de este asombroso transporte de
su cuerpo físico real a través del espacio, y agregó: “En ese momento, mis pies
tocaron el suelo y, al abrir los ojos, me encontré en la cabaña”.
Al comentar la
pregunta de Guy sobre cómo era posible regresar de esta manera sin atraer la
atención de los demás, el gran “Maestro” le explicó:
“Muchas veces
nos ponemos el manto de la invisibilidad en el cuerpo cuando nos movemos entre
personas que tienen forma física”. Y al segundo siguiente, Guy escribió, “se
fue” (p.27-28, UM).
Podemos imaginarnos
al viejo y humorístico barón sentado a la mesa de la taberna con gente afable
contando una historia como ésta, y podemos oír las risas de quienes lo rodean
mientras el anciano resopla ante la incredulidad de los demás. Pero por
desgracia en esta época moderna, por extraño que parezca, la incredulidad ante
esas fabulosas narraciones se ha convertido en creencia en el caso de cientos
de miles de adultos estadounidenses.
El libro de Guy
bien podría haberse titulado: “Una continuación de las sorprendentes aventuras
del barón Munchausen” o “Las ocultas aventuras de Simbad el Marino”.
Sin embargo,
algunos de los cuentos no son adecuados como cuentos para dormir.
Uno de ellos,
al menos, es del tipo thriller, y se derrama sangre roja.
Un día,
mientras caminaba por un sendero de montaña en el monte Shasta, nuestro héroe
es atacado sucesivamente por una “pantera de ojos feroces” y un “puma de
montaña considerablemente más pesado”.
A la primera la
calmó mirándola con autoridad a los ojos, y antes de que el segundo pudiera
desgarrarlo en su salto, la pantera a la que había domesticado con el
magnetismo de sus ojos lo protegió saltando sobre el puma. Luego ambos animales
mueren en una terrible lucha, pero Guy se salva.
El barón Munchausen,
en sus sorprendentes aventuras, cuenta una historia bastante similar: un león
feroz y un cocodrilo de doce metros lo atacan sucesivamente, pero sin éxito. El
león se lanza contra él, pero en el momento justo el barón se agacha, lo que
hace que el león salte hacia las fauces abiertas del cocodrilo que lo ataca por
detrás. Ambos animales mueren en la terrible lucha resultante y Munchausen
escapa con su piel, ¡pero en su lugar se lleva la del león!
Por increíble
que pueda parecer esta historia del cocodrilo del barón a los ignorantes, en
Estados Unidos tenemos historias igual de emocionantes que, aunque los
ignorantes pueden rechazarlas y burlarse de ellas, son creídas por los
iluminados seguidores del YO SOY que leen y releen los asombrosos libros de Guy
Ballard.
Quizás el más
emocionante de los cuentos del primer libro de Guy es aquel en el que cuenta
cómo regresó a su cuerpo embalsamado de hace setenta mil años.
Este cuerpo se
había conservado milagrosamente durante todos esos setecientos siglos, pero en
lugar de tener la apariencia cadavérica de un Ramsés II momificado, había
conservado todo su estado original de juventud y belleza, luciendo más vivo con
su largo “cabello dorado y ondulado” y vestido con “tela dorada” de maravillosa
belleza.
En este cuerpo
que tenía toda la apariencia juvenil de un Apolo de cabello dorado, Godfre, que
entonces tenía cincuenta y dos años, funcionó durante una hora aproximadamente,
hasta que el reloj dio las doce en el Palacio de los Maestros, momento en el cual
como Cenicienta de los cuentos de hadas, volvió a ponerse sus antiguas
vestiduras de carne, para convertirse una vez más en el más famoso de los
aventureros y narradores ocultistas del siglo XX.
Esta
experiencia cadavérica de medianoche de Guy Ballard no fue tan fantasmal como
uno podría pensar, ya que fue realmente un evento de gala no solo para Guy sino
para toda su familia debdio a que su esposa Edna Ballard y su hijo Donald
Ballard (en ese entonces un niño de doce años) también llegan al evento. Y para
no ser menos que Guy, tienen sus propios cuerpos bellamente embalsamados que
logran sacar de sus "ataúdes de cristal" después de 70’000 años de
sueño. Luego, los tres Reyes caminan admirándose y complementándose mutuamente.
(p.249, UM)
En asuntos como
estos, la seguridad está en la unión de los números, como bien sabemos quienes,
en los viejos tiempos, caminábamos por el cementerio en una noche oscura
rodeados de los muertos de nuestros antepasados. Sin embargo como críticos
concienzudos no recomendaríamos algunos de los cuentos de Guy como cuentos para
niños estrictamente para la hora de dormir.
La Presencia
Mágica es una continuación de las maravillosas experiencias de Guy Ballard.
Comienza con su visita al rancho Diamond K en Wyoming y, a partir de allí
emprende casi tantos viajes como Simbad el Marino, hasta llegar finalmente a la
lejana India, donde da vida al antiguo cuento de la serie Arabian Nights
Entertainment, “La alfombra mágica”.
En realidad
—literal y corporalmente— se sube a uno con sus dos pies físicos, que describe
como una “hermosa alfombra de seda persa de un maravilloso amarillo dorado”.
Y se va volando
hacia la estratosfera del Himalaya en un vuelo sin escalas y sin gasolina, con
la mayor facilidad posible, y desciende sin problemas desde “once mil pies por
encima del palacio” (p.381, MP).
Habiendo tenido
una considerable experiencia en navegar desde la ladera del Monte Shasta con el
poder de Saint Germain y aterrizar en su albergue al pie de la montaña, así
como en navegar desde las cimas de las montañas del Himalaya en “alfombras
mágicas” hacia el aire ambiente de arriba, se le ofreció la oportunidad,
mientras estaba en la India, de hacer un último viaje. En otras palabras, la
oportunidad de hacer su “Ascensión” –
elevarse física y permanentemente hacia la “Séptima Octava de Luz”,
convirtiéndose así en un “Maestro Ascendido”.
Pero, como
hemos visto, decidió no hacerlo, diciendo que su “YO SOY” quería que regresara
al mundo y sirviera.
Y así Guy volvió
a América, pero ya no viaja en alfombras mágicas. Por desgracia, en esta
mundana tierra occidental, lo más parecido a una alfombra mágica es un avión
transcontinental, pero la mayoría de las veces es el coche de gasolina y vapor
del más famoso de los viajeros del mundo.
Pocas veces un
tejedor de historias fantásticas consigue tantos elogios por sus historias como
Guy Ballard. Sin embargo ha habido algunos ejemplos históricos de este tipo de
cosas, y cada época parece tenerlos. La gente de una generación se rebela al
aprender las lecciones de la generación anterior, y al parecer debe
experimentar todo de nuevo.
Como ejemplo de
ello, citaremos uno del pasado, que en cierto sentido puede recordarnos las
asombrosas aventuras de Guy Ballard.
A finales del
siglo XIX, el famoso viajero y aventurero Louis de Rougemont apareció en
Londres, recién llegado de las tierras salvajes y caníbales de Australia.
Sorprendió a los círculos científicos de la época por su erudito conocimiento
de la vida aborigen, pues había vivido durante treinta años entre los salvajes
de la sabana australiana y se había convertido en su jefe. Sin embargo al
escapar se presentó ante ciertas sociedades científicas y conoció al editor de
una revista británica, todos los cuales escucharon con atención sus aventuras.
La revista The Wide World Magazine de agosto de
1898 publicó la historia, que fue descrita como “la historia más asombrosa que
un hombre haya vivido jamás para contar”. Como resultado, recibieron montones
de cartas a diario preguntando si el aventurero “le daría al público británico
la oportunidad de verlo en persona”.
Mientras tanto,
el periódico británico Daily Chronicle
había recibido cartas en las que se expresaba un creciente escepticismo. Pero
M. de Rougemont respondió a sus críticos con la convicción que le habían dado
sus treinta años de experiencia entre los caníbales, y en sus conferencias
públicas denunció a sus detractores en términos inequívocos.
Ahora, con
pesar, tendremos que dar la continuación de esta asombrosa historia de las
aventuras de Louis de Rougemont en las selvas de Australia. Citamos
directamente, en parte, su triste final, tal como lo publicó Frederick A.
Stokes Company en su libro “Sober Truth – A Collection of Nineteenth-century
Episodes, Fantastic, Grotesque and Mysterious”, recopilado y editado por
Margaret Barton y Osbert Sitwell:
“Luego el Daily
Chronicle después de haber hecho investigaciones exhaustivas, publicó lo
que afirmaba y resultó ser la verdadera historia de la vida de De Rougemont.
Por desgracia nunca había sido un jefe caníbal, ya que el puesto más elevado
que había ocupado fue el de mayordomo de una dama Robinson en Australia... En
la primavera de 1898 desembarcó en este país [Inglaterra] y después de pasar
algunas semanas en la sala de lectura del Museo Británico, estudiando sin duda
libros de viajes y aventuras, se presentó al editor de la revista Wide World como 'Louis de Rougemont', el
jefe caníbal. Fue recibido con los brazos abiertos y durante un breve período
gozó de fama y prosperidad como un Robinson Crusoe del siglo XIX. Después de su
desenmascaramiento, huyó a Suchy y el olvido descendió sobre él desde el día en
que fue visto allí, sentado en un café, aparentemente envuelto en una sombría
contemplación.”
Es de esperar a
partir de lo que se conoce de la naturaleza humana, que a medida que el siglo
XX se desvanece en el olvido y amanece un nuevo siglo, todavía tendremos
aventureros y narradores como Guy Ballard, Louis de Rougemont, Munchausen, etc.,
contando historias extrañas y sorprendentes de sus aventuras en la Tierra de la
Fantasía.
¿Es demasiado
esperar, sin embargo, que el público de esta época sea más capaz de discernir
los hechos de la ficción de lo que aparentemente lo ha sido el gran número de
personas que han vivido en los siglos anteriores y actuales?
(Libro
Dictadura Psíquica en América, capítulo 11)
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