LOS FENÓMENOS QUE LOS MAESTROS PRODUJERON EN FILADELFIA EN 1875



Sobre los fenómenos que los Maestros transhimaláyicos produjeron en 1875 para Henry Olcott cuando él fue a visitar a Blavatsky que en ese entonces vivía en Filadelfia, el coronel Olcott en sus "Hojas de un Viejo Diario I" narró lo siguiente:

« Antes del fin de mi serie de cartas sobre los fenómenos espiritistas que se producían en Chittenden y que enviaba al periódico The Daily Graphic, yo había preparado su publicación en un volumen en Hartford (Connecticut) más o menos en la misma época en que H.P.B. se fue a Filadelfia.

El espiritismo pasaba por una crisis, como consecuencia de la denuncia por fraudes de los médiums Holmes que hizo el señor Dale Owen.

Los diarios de ese movimiento perdieron muchos de sus suscriptores y los libros más populares quedaban en los escaparates de los libreros.

Mis propios editores estaban tan inquietos que por medio del Sr. Owen pedí a la señora Holmes una serie de sesiones de experiencias de las que yo impondría las condiciones; fui y llevé el asunto a feliz término con los colegas antes mencionados.

De allí me fui a Havana (Nueva York) para ver los fenómenos mediumnímicos, realmente maravillosos de la señora Compton. Las dos series de experiencias fueron incorporadas a mi libro, y pronto publicadas.




Las cartas teletransportadas por los maestros

H.P.B. se encontraba todavía en Filadelfia y acepté su insistente invitación para que fuese a tomarme varios días de reposo, después de mi largo trabajo.

Creyendo que no faltaría de Nueva York más que dos o tres días, no dejé señas en mi oficina ni en mi Club para que me expidiesen la correspondencia; pero viendo en seguida que ella no me dejaría volver pronto, fui a la central de correos para dar las señas de mi casa y pedir que las cartas que allá llegasen para mí, me fuesen traídas.

No esperaba yo ninguna, pero pensaba que en mi oficina, al no tener noticias mías, podrían escribirme al azar, al correo de Filadelfia.

Entonces me sucedió algo que me sorprendió (conociendo en ese entonces todavía tan poco los recursos psíquicos de H.P.B. y de sus Maestros) y que aún hoy, después de tantos otros fenómenos, sigue siendo casi un milagro para mí.

Para comprender mejor esto, que el lector tenga a bien observar cualquier carta que le llegue por correo; verá en ella dos membretes, el de la estafeta de expedición en la cara anterior, y al dorso el de la estafeta de llegada.

Si la carta ha sido reexpedida, debe llevar, por lo menos, esos dos membretes, y además, una serie formada par los de cada estafeta por donde pasa hasta alcanzar al destinatario.

Pues bien, esa misma tarde del día en que di mis señas a la central de correos de Filadelfia, el cartero me trajo cartas que venían de lejos –creo que una de sud América; en todo caso, era del extranjero– dirigidas a mí a Nueva York, y que tenían los respectivos sellos de su estafeta de origen, pero no el de la de Nueva York.

En contra de todos los reglamentos y normas postales, me habían llegado directamente a Filadelfia sin pasar por el correo de Nueva York. Y nadie de Nueva York sabía mis señas en Filadelfia, porque yo mismo no las sabía al partir.

Yo mismo recibí esas cartas de manos del cartero en el momento en que salía de paseo, de modo que no pudieron ser manipuladas por H.P.B.




Los maestros le escribieron dentro de esos sobres cerrados

Al abrirlas, encontré algo escrito en cada una de ellas en los espacios vacíos del papel, de la misma escritura que las cartas de los Maestros recibidas en Nueva York, ya sea en los márgenes, ya sea en los espacios del texto.

Los textos se referían por lo general a mis estudios ocultos, o eran comentarios sobre el carácter de las intenciones de las personas que me escribían las cartas.

Ese fue el principio de una serie de fenómenos sorprendentes que se sucedieron durante más o menos quince días que pasé en Filadelfia.

Recibí allí muchas cartas; ninguna llevaba el membrete del correo de Nueva York, aunque todas fuesen dirigidas a mi oficina en dicha ciudad. »
(Capítulo 2)





Ejemplo de la carta del Sr. Aksakof

« La semana pasada encontré entre mis papeles una carta antigua del honorable Alexander Aksakof, de San Petersburgo. Aunque no es una de las que fueron quitadas de los sacos de correspondencia en viaje para Nueva York y remitidas a Filadelfia, puesto que aunque está fechada el 16 de abril de 1875, no pudo llegarme hasta después del fin de mi visita a H.P.B.

Esta carta tiene un post scriptum con lápiz, en la cuarta página, de la singular escritura de John King.

John King me dice que quien me escribe es realmente “un hombre honrado y sabio”, lo que todo el mundo reconoce ahora. »
(Capítulo 5)











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