EL CABELLO DE BLAVATSKY PODÍA CAMBIAR FENOMÉNICAMENTE


 



Testimonio de Henry Olcott

En una entrevista que el diario Sunday Call le hizo al coronel Olcott, él comentó lo siguiente acerca de Blavatsky:

« Ella era en todos los sentidos una mujer extraña, y una de sus grandes peculiaridades era que su cabello cambiaba constantemente de forma y de color.

Usualmente era esponjoso y de color marrón claro que se agrupaba alrededor de su cabeza.

Pero a veces y bajo cierta influencia psíquica, su cabello cambiaría a negro y se volvía perfectamente lacio, o aumentaba en longitud hasta llegar a sus hombros. »
(24 de marzo de 1901)




En su libro "Las Hojas de un Viejo Diario I" el coronel Olcott relató una de esas ocasiones en donde el cabello de Blavatsky se alargó fenoménicamente:

« Como no tomé medidas en ese momento, me veo obligado a conceder que el siguiente fenómeno pudo ser un caso de sugestión.

H.P.B. usaba entonces sus cabellos enmarañados, sin peinetas ni horquillas, y sin recogerlos; su largo cabello llegaba hasta el lóbulo de las orejas.

Un día volví a casa a comer, y al ver su puerta abierta como de costumbre, me detuve para conversar un poco antes de subir a mi cuarto en el piso superior.

Ella estaba junto a una de las ventanas, y destacándose su cabeza en plena luz, me llamó especialmente la atención la masa de sus cabellos y su aparente desorden.

Observé también el reflejo de la luz sobre el papel brillante, color gris pálido, que cubría el cielorraso.

Después de cambiar unas palabras, subí de prisa pero no hacía ni un minuto que había subido, cuando ella me gritó que bajase. Obedecí en seguida y la vi en el mismo sitio aún, pero sus cabellos habían crecido hasta llegar a sus hombros.

No dijo nada de eso, pero señalando al techo sobre su cabeza, dijo:
 
-        “He ahí algo que John ha dibujado para usted.”

No recuerdo bien lo que era, pero me parece que debía ser una enorme cabeza de hombre y algunas palabras o símbolos alrededor. Todo hecho al lápiz, en el mismo sitio que antes de subir había visto vacío.

Toqué entonces sus largos cabellos y le pregunté irónicamente dónde compraba su cosmético, porque era un producto bien notable, ya que hacía crecer los cabellos dos pulgadas en tres minutos.

Ella contestó algo gracioso y me dijo que no me ocupase de cosas sin importancia, que la Naturaleza le gastaba a veces esas bromas, y que no era para ver eso para lo que me había llamado, sino para mostrarme la obra de John King en el cielorraso.


Dado el tiempo transcurrido entre mi salida y vuelta a la habitación, y la altura del techo, que ella no hubiese podido alcanzar ni subiéndose a una silla o una mesa, supongo ahora que hubiera podido obrar de dos maneras:
 
-        o bien tranquilamente durante mi ausencia, subir en una escalera, hacer el dibujo e impedirme hipnóticamente que le viese al volver de la calle;

-        o bien usar un procedimiento instantáneo de precipitación, mientras yo subía y bajaba al otro piso.

Puedo perfectamente certificar que el dibujo era invisible a mi llegada, y si el lector quiere quebrarse la cabeza acerca del cómo y el porqué, le es menester aceptar mi testimonio en lo que vale.

Lo que me hace suponer que el alargamiento de los cabellos de H.P.B. fue puramente ilusorio, es que no puedo recordar si fue duradero o si los cabellos parecieron recobrar su apariencia normal ese mismo día o al siguiente.

En la India, y más tarde en Europa, se han conocido sus cabellos recogidos en moño y retenidos por una peineta, pero sólo pasados varios años después de nuestro encuentro, ella los dejó crecer bastante para eso.

No estoy seguro pero me parece que fue cuando nuestra visita a los Sinnett en Simla; de manera que debo tener razón al considerar ese aparente alargamiento sólo una maya efectuada como broma.

Pero sucedieron a sus cabellos cosas, muy, muy raras; y más adelante las contaré. »
(Capítulo 3)




Más adelante en el segundo volumen de su libro, el coronel Olcott sobre este asunto contó lo siguiente:

« Una noche, después de la cena, H.P.B. nos explicó la dualidad que había en su persona y la ley que la ilustraba. Ella admitió, sin hacer valoraciones, que era un hecho el que ella fuera una persona en un momento dado y otra en el siguiente, y nos ofreció una sorprendente experiencia como prueba para apoyar su afirmación.
 
Mientras estábamos sentados conversando en el crepúsculo, ella silenciosa cerca de la ventana con sus dos manos descansando sobre sus rodillas, nos llamó y dirigió su mirada hacia sus manos. Una de ellas era tan blanca, tan escultórica como de costumbre; pero la otra era la mano más grande de un hombre, cubierta con la piel oscura de un hindú, y nosotros mirando maravillados hacia su rostro, observamos que sus cabellos y cejas también habían cambiado de color, ¡y de rubio claro se habían vuelto negro azabache!
 
Consideremos que esa transformación haya sido un hechizo hipnótico, pero aun así fue espectacular, ¡producido sin pronunciar una palabra que provocara la sugestión!
 
Pero no estoy seguro que haya sido un hechizo hipnótico, pues recuerdo que a la mañana siguiente su cabello aún era más oscuro que lo natural, y sus cejas bastante negras.

Ella misma se dio cuenta de esto al mirarse en el espejo del salón y mencionó que se le había olvidado eliminar todos los rastros de ese cambio; entonces ella se volteó, pasó sus manos sobre su rostro y cabello dos o tres veces, y al volverse hacia mí de nuevo, ella tenía de nuevo su apariencia normal. »
(Capítulo 1)
 
 
 
 
Testimonio de Mary Hollis-Billing
 
« Respecto a las cosas maravillosas por cuya producción Madame Blavatsky es famosa, daré el testimonio de mis propios ojos sobre los fenómenos que fueron presenciados en mi casa mientras ella era mi invitada.
 
En primer lugar intentaré dar una descripción imperfecta de lo que ocurrió una tarde mientras un caballero y yo estábamos sentados, hablando con Madame Blavatsky, entonces notamos que su rostro y cabello se oscurecían hasta que su cabello cambió de su color natural (claro) a casi negro, y su rostro al mismo tiempo se volvió tan oscuro como el de cualquier indio oriental que jamás haya visto.
 
Mientras se manifestaban estas transformaciones, ella parecía estar sumida en profundos pensamientos. Entonces me dirigí hacia ella y le dije:
 
-        "Señora, ¿se da cuenta del cambio que se ha producido en su tez y cabello?"
 
Su respuesta fue "Sí", pero no ofreció ninguna explicación.
 
En unos minutos salió al pasillo donde permaneció unos cinco minutos, y luego regresó. Su cabello y rostro tenían su color natural cuando volvió a entrar en nuestra presencia; todo lo cual nos pareció muy notable al caballero y a mí. »
(The Medium and Daybreak, 19 de diciembre de 1879, p.796-7)
 










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