Mary
Hollis Billing hospedó a Blavatsky en su casa durante dos semanas en enero de
1879, cuando Blavatsky y el coronel Olcott habían dejado Nueva York para ir a
vivir en la India. Y a finales de ese año la señora Billing publicó un artículo
donde ella relató sus recuerdos de esa estadía.
LA SEÑORA
HP BLAVATSKY
El
Movimiento Moderno en favor de un conocimiento nuevo y más amplio de la Ciencia
Espiritual y Oculta ha suscitado un orden de pensadores y trabajadores de
extraordinario interés, y de cuyos modos de pensamiento y poderes de actuación
el intelecto despierto está siempre deseoso de conocer más plenamente.
De
ellos, un ejemplar único se presenta en la persona de Madame Blavatsky que
ocupa un lugar destacado tanto en el departamento del Trabajo como en el del
Pensamiento. Y he recibido tantas preguntas respecto a ella, de fuentes muy
diferentes, que siento que no puedo responder mejor a estas preguntas que
escribiendo un breve relato de su visita de dos semanas a mi casa en Norwood,
cerca de Londres, en enero pasado.
Como
compañera y amiga, la encontré muy cordial, agradable y confiable, y como
lingüista, pianista y escritora, creo que es la mujer más extraordinaria de
nuestra época. Al decir esto, creo que no he exagerado en lo más mínimo de sus
habilidades. Por ejemplo: la oí hablar con gran rapidez en cinco idiomas diferentes,
y las personas con las que conversaba decían que ella hablaba esos idiomas
perfectamente.
Es
una persona de complexión maciza y rasgos expresivos, más de tipo masculino que
femenino, capaz de realizar tareas gigantescas pero ajena a las nimiedades;
divertida ante esas pequeñas molestias que irritarían a las mentes pequeñas;
fuerte en sus gustos y disgustos, y en consecuencia infalible en su comprensión
intuitiva del carácter y la capacidad de los humanos.
Respecto
a las cosas maravillosas por cuya producción es famosa, daré el testimonio de
mis propios ojos sobre los fenómenos que fueron presenciados en mi casa
mientras ella era mi invitada.
En
primer lugar intentaré dar una descripción imperfecta de lo que ocurrió una
tarde mientras un caballero y yo estábamos sentados, hablando con Madame
Blavatsky, entonces notamos que su rostro y cabello se oscurecían hasta que su
cabello cambió de su color natural (claro) a casi negro, y su rostro al mismo
tiempo se volvió tan oscuro como el de cualquier indio oriental que jamás haya
visto.
Mientras
se manifestaban estas transformaciones, ella parecía estar sumida en profundos
pensamientos. Entonces me dirigí hacia ella y le dije:
-
"Señora,
¿se da cuenta del cambio que se ha producido en su tez y cabello?"
Su
respuesta fue "Sí", pero no ofreció ninguna explicación.
En
unos minutos salió al pasillo donde permaneció unos cinco minutos, y luego
regresó. Su cabello y rostro tenían su color natural cuando volvió a entrar en
nuestra presencia; Todo lo cual nos pareció muy notable al caballero y a mí.
Cuando
ella llegó a Norwood, estaba evidentemente muy apurada por emprender su viaje a
la India y manifestó su determinación de quedarse conmigo sólo unos días.
Muchos de sus amigos se sintieron bastante decepcionados por esta breve visita
y clamaban por tener otra oportunidad de disfrutar de su compañía. Sin embargo
Madame insistió en que a menos que recibiera órdenes de sus instructores en la
India para prolongar su estadía, le sería imposible hacerlo.
El
domingo después de su llegada, fue a su dormitorio y allí recibió un mensaje
escrito en un pañuelo en el que se le concedía la libertad de quedarse algunos
días más con nosotros.
Este
evento hay que confesar que fue un incidente muy curioso, pero para la mente escéptica
faltaba alguna prueba de que la inscripción no hubiera sido colocada por Madame
Blavatsky en el pañuelo mediante algún procedimiento que ella misma conocía.
Así
que pensé en el asunto y llegué a la conclusión de que si ella realmente poseía
el poder que yo había oído que utilizaba y que ella afirmaba tener, no podía
haber mejor momento para que yo viera alguna prueba incontrovertible de ello.
En consecuencia, una noche mientras estábamos cenando, le pedí al coronel
Olcott que me regalara el pañuelo en el que se había escrito el mensaje que
supuestamente venía de la India.
Su
respuesta fue:
-
“Nunca
regalo nada de este tipo.”
Entonces
me volteé hacia Madame Blavatsky y le pregunté si me haría el favor de
entregarme uno de esos mensajes escritos.
Ella me
respondió:
-
“Estoy
cansada de materializar esos mensajes.”
Luego
le pidió al coronel Olcott que me preguntara qué quería que hiciera. Miré por
encima de la mesa para ver qué podía pedir que fuera más difícil de traer.
Pronto me decidí y pedí que me trajera una tetera, un soporte para la corteza
de pan o una taza de té con platillo.
Apenas
había dicho estas palabras cuando colocaron sobre la mesa una curiosa tetera,
que ahora tengo en mi poder. Madame se limitó a poner la mano debajo de la mesa
para cogerla; no puedo explicar de dónde salió, pero de una cosa estoy segura:
no tenía ningún artículo de ese tipo en la casa, ni hasta ese momento se me
había propuesto pedir que se produjera de esa manera.
El
señor CC Massey, que estaba de pie justo detrás de Madame Blavatsky, comentó:
-
“Oh,
¿me van a despreciar? ¿No me dará algo?”
Ella
le preguntó:
-
“¿Qué
quiere?”
Él
le respondió:
-
“Un
tarjetero o una bolsa de tabaco, algo que pueda llevar conmigo.”
Ella
respondió de inmediato:
-
“Vaya
al vestíbulo y encontrará algo en el bolsillo de su abrigo.”
El
señor Massey había entrado después de que nos habíamos sentado a cenar y
Madame Blavatsky no se había levantado de la mesa. Pero al ir al vestíbulo, el
señor Massey encontró en el bolsillo de su abrigo un tarjetero que contenía la
firma de un amigo.
Para
mí ésta fue una prueba notable, una que me atrevo a decir que pone el poder de
Madame Blavatsky fuera de toda duda. Ella no afirma que reciba la ayuda de
espíritus o de algo ajeno a su propia voluntad. Por supuesto, no puedo
garantizar la exactitud de esta teoría, sólo cuento los hechos tal como los
presencié. Lo que vi durante las dos semanas que Blavatsky pasó conmigo no se
parecía a nada que hubiera experimentado antes; y mi conocimiento de los
fenómenos de la mediumnidad moderna no es de ninguna manera una descripción
limitada.
Madame
Blavatsky está realizando una gran y buena obra en la India. Es una de las
principales colaboradoras de The
Theosophist, una revista mensual que se publica en Bombay y el órgano de la
Sociedad Teosófica de la que es presidente el coronel Olcott.
Mediante
la Teosofía, los miembros de esa Sociedad tratan de explicar la naturaleza
interior del hombre, sus relaciones con el universo exterior y cómo pueden
realizarse milagros como los que acabo de describir.
La
buena voluntad, la amabilidad y la respetuosa atención con que Madame Blavatsky
ha sido recibida en todas partes en Oriente por todas las clases sociales se
han visto algo empañadas por la acción del Gobierno, que influenciado por información
errónea, la sospechó como espía rusa.
Pero
Madame Blavatsky al igual que la Sociedad que acabamos de nombrar, no participa
en la política, ni ella ni sus colaboradores advierten diferencias de credo.
Toda la ambición y el más alto deseo de estas mentes estudiosas es iluminar a las
personas sobre las cuestiones más trascendentales que pueden atraer su atención,
y al familiarizar a cada mente con sus intereses más elevados e inmortales,
elevándola así por encima de esas diferencias sectarias y antagonismos no
fraternales que impiden que la paz y la buena voluntad sean universales entre toda
la humanidad.
(Este
artículo se publicó en la revista The
Medium and Daybreak de Londres del 19 de diciembre de 1879, p.796-7)
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