(El siguiente
artículo fue escrito por el investigador David Pratt en donde hace una revisión
del libro “El Jesús que ríe - Mentiras
religiosas y Sabiduría gnóstica” que fue escrito por Timothy Freke y Peter
Gandy, y publicado en 2005 por Winchester, O Books.)
Timothy
Freke y Peter Gandy describen su libro como “una crítica contundente a la
religión literalista y una afirmación apasionada de la espiritualidad gnóstica”
(p.5).
Resumen
algunas de las diferencias clave entre estos dos enfoques de la siguiente
manera:
-
“El
gnosticismo trata de despertar a la gente de la ilusión de separación, para
llevarla hacia la unidad y el amor.
-
El
literalismo religioso nos mantiene dormidos en un mundo de división y conflicto
de ‘nosotros contra ellos’, habitado por los ‘escogidos’ y los ‘condenados’.
...
-
Los
gnósticos usan parábolas simbólicas para comunicar la manera de despertar.
-
Los
literalistas confunden los mitos gnósticos con relatos literales de eventos
históricos milagrosos y terminan perdidos en la superstición irracional” (p.6-7).
La
historia de las tres grandes religiones occidentales (el judaísmo, el cristianismo
y el islam) ilustra que el literalismo religioso es una fuente perniciosa de
ignorancia, división y sufrimiento.
Desde
Sudán hasta Oriente Medio, desde Cachemira hasta Filipinas, muchos de los
conflictos que afligen al mundo hoy en día tienen su raíz en la religión, o la
religión es uno de sus principales factores contribuyentes. Son la continuación
de una larga y espantosa historia de asesinatos y muertes por la causa de Dios.
Aunque
actualmente la atención se centra en la violencia perpetrada en nombre del
Islam, no debemos olvidar los horrores que Occidente ha perpetrado en nombre
del cristianismo. Los cruzados, por ejemplo, masacraron a más de 70’000
musulmanes sólo en la mezquita de Al-Aqsa, quemaron vivos a miles de judíos en
sus sinagogas y empalaron a niños en asadores.
En
Europa miles de hombres, mujeres y niños fueron condenados por herejía,
sometidos a torturas espantosas y quemados vivos por la Inquisición, que luego
repitió la matanza en una escala aún mayor en las Américas.
Como
dicen los autores, los fundamentalistas de todas las religiones “han abandonado
voluntariamente la racionalidad en favor de su interpretación ciega de los
libros religiosos antiguos” (p.20).
La
razón por la que los fundamentalistas son tan extremistas es que tienen la
certeza absoluta de que ellos tienen razón y todos los demás están equivocados.
“El fundamentalismo religioso es una
patología irracional que lleva a hombres y mujeres a convertirse en enemigos de
la apertura mental y la generosidad y a enrolarse al servicio de la intolerancia.
El fundamentalismo crea personas peligrosamente moralistas que se vuelven
contra quienes defienden los valores verdaderamente espirituales del amor, la tolerancia
y la comprensión” (p.17).
Si
examinamos críticamente las escrituras “sagradas” del judaísmo, el cristianismo
y el islam, nos damos cuenta rápidamente de que, si bien pueden contener
alegorías espirituales profundas y pasajes de una belleza inspiradora, también
están llenas de contradicciones, crueldad desenfrenada y violencia insensata,
siendo a menudo el propio ‘Dios’ el peor infractor. Es evidente que “no fueron
escritas ni inspiradas por Dios, sino creadas por hombres. Y a menudo por los
peores tipos de hombres: políticos disfrazados de sacerdotes" (p.8).
El Antiguo
Testamento y el Judaísmo
El
Antiguo Testamento, o Tanaj, contiene fragmentos extraídos de tradiciones
populares palestinas, egipcias y mesopotámicas, entrelazados en una narrativa
pseudo-histórica, pero plagada de inconsistencias y anacronismos.
En
el año 161 a. C., el líder judío Judas Macabeo hizo una alianza con los romanos
que condujo a una rebelión contra los gobernantes griegos de los judíos. Judas
y sus hijos establecieron la dinastía asmonea que gobernó Judea durante el siglo
siguiente.
Los
textos que conocemos como el Tanaj fueron escritos, compilados y editados
extensamente durante ese período, “para servir como justificación mitológica
del deseo asmoneo de gobernar toda Palestina” (p.37).
“Los asmoneos construyeron una historia que
los presentaba como descendientes de un pueblo antiguo a quien Dios mismo les
había legado toda esa zona. ... Lo que caracteriza el lenguaje del Tanaj es su
etnicidad autoconsciente y su estrecho sectarismo, dos rasgos característicos
de la dinastía asmonea. Varios estudiosos consideran ahora que el Tanaj fue
producido por un núcleo fundamentalista de fanáticos religiosos similar al de
los talibanes” (p.37-38).
Los
gnósticos judíos interpretaron historias como la Creación, la Caída, el Diluvio
Universal y el Éxodo como simbólicas:
“El Génesis era visto como una alegoría de
cómo los seres humanos se perdieron y se exiliaron en el mundo, mientras que el
Éxodo era visto como una alegoría del despertar a la gnosis” (p.49).
Algunas
partes del Antiguo Testamento parecen ser más realistas e históricas, pero la
investigación arqueológica ha demostrado que son groseramente inexactas. Los
reyes llamados Saúl, David y Salomón parecen ser míticos, el supuesto vasto
reino del rey David nunca existió, y Jerusalén no era la capital de un gran
imperio sino solo un pequeño pueblo.
La
región estaba ocupada por unos pocos nómadas errantes y pastores, y no hay
restos de grandes palacios, templos o edificios de piedra labrada. Tampoco hay
evidencia alguna de que los judíos alguna vez estuvieron cautivos en Egipto, o
hicieron un éxodo de ese país, o invadieron la tierra de Canaán, o estuvieron
cautivos en Babilonia.
A
menudo se nos dice que el judaísmo fue la primera religión que introdujo el
monoteísmo, pero eso no es cierto. Freke y Gandy señalan que la astuta
redacción y traducción han disfrazado el hecho de que hay una cantidad
vergonzosa de dioses en la Biblia. Los dos principales son:
-
El (usado a menudo en
plural: Elohim) y
-
Yahvé (variantes: Yahu,
Yau, Nebo).
Los
profetas judíos condenaron repetidamente a su pueblo por adorar a otros dioses,
como Baal, Amón, Chemosh y Tammuz. Por lo tanto, Yahvé (Jehová) se enfrentó a mucha
competencia, lo que puede explicar por qué se declara un dios celoso. Freke y
Gandy lo describen como una deidad tribal partidista y cruel que representa el
crudo interés personal de un pueblo nacionalista.
El
Antiguo Testamento es un libro increíblemente sanguinario. En este sentido,
parece reflejar la legendaria capacidad de los asmoneos para la crueldad y la
carnicería. Por ejemplo, Moisés se enfurece al enterarse de que una partida de
guerra israelita que regresaba había masacrado sólo a los hombres madianitas
adultos. Así que les ordena que regresen, diciendo:
“Matad ahora a todos los niños. Matad también
a toda mujer que se haya acostado con un hombre, pero reservad a toda joven que
nunca se haya acostado con un hombre” (Números 31:17-18, en la Nueva Versión
Internacional).
El
Antiguo Testamento rara vez es edificante desde el punto de vista ético o
espiritual. Y para demostrádselos a continuación tomemos algunos ejemplos:
La
historia de Noé a quien Dios salva después de ahogar al resto de la humanidad,
pero que resulta ser nada más que un borracho vengativo.
Después
del diluvio, Noé siempre aficionado a la bebida, se desmaya desnudo en el
suelo. Uno de sus hijos, Cam, se encuentra accidentalmente con su padre y va a
contárselo a sus dos hermanos, Sem y Jafet, quienes regresan y cubren respetuosamente
la desnudez de su padre.
Cuando
Noé recupera la conciencia, maldice a Canaán, el hijo de Cam, declarando que su
descendencia sería para siempre esclava de Sem, Jafet y sus descendientes. Así
que la moraleja de la historia es que los cananeos merecen ser castigados
porque el padre de su antepasado vio a Noé desnudo (p.46; Génesis 9).
Dios
destruye Sodoma y Gomorra con “fuego y azufre” porque considera que sus
habitantes son degenerados, y sólo Lot y su familia son considerados dignos de
salvación (Génesis 19).
Pero
inmediatamente después se nos dice que las hijas de Lot emborrachan a su padre,
lo seducen, quedan embarazadas y Lot cría a los hijos de sus hijas como si
fueran suyos.
Si
este es el nuevo estándar de moralidad que Dios quería levantar de las cenizas
de Sodoma y Gomorra, ¿por qué se molestó en destruir estas ciudades en primer
lugar? (p.48)
El
hijo de Abraham, Isaac, fue concebido cuando Abraham tenía 100 años y Sara, su
esposa, 99. Dios le dice a Abraham que construya un altar de madera, ate a su
hijo, lo ponga en la pira y le corte la garganta (Génesis 22).
Como
si esto no fuera suficientemente enfermizo, justo cuando Abraham está a punto
de llevar a cabo esta terrible instrucción, Dios le dice que todo era sólo una
prueba para probar su fidelidad.
Afortunadamente,
si alguien hoy declarara que está a punto de degollar a su hijo por orden del
Señor, sería arrestado de inmediato. (p.47)
Abraham
engendró a su hijo mayor, Ismael, con Agar, la sierva de Sara (Génesis 16, 21,
25).
Celosa
de Agar e Ismael, Sara insta a Abraham a abandonarlos en el desierto.
Increíblemente, Dios piensa que es una buena idea. Abraham lleva a Agar e
Ismael al desierto, donde los deja morir. Pero un milagro los salva e Ismael se
convierte en el antepasado de todos los árabes.
Como
dicen Freke y Gandy, es difícil encontrar algún sentido moral en todo esto.
Pero
como forma que tienen los judíos de denigrar a los árabes, su mensaje se oye
alto y claro: los árabes son descendientes de un bastardo marginado a quien
Dios mismo abandonó a su suerte en el desierto. (p.47)
El
rey David, supuestamente el más grande rey de Israel, parece haber tenido normas
morales bastante dudosas.
Una
tarde vio bañándose a Betsabé, la esposa de uno de sus generales. La sedujo y
ella quedó embarazada. Luego envió a su esposo al frente de batalla con órdenes
expresas de que se lo expusiera al máximo peligro y fue debidamente asesinado.
David
se casó con Betsabé. Y Yahvé para castigar a David, no permitió que el primer
hijo de Betsabé viviera (II Samuel 11-12).
Pero
como comentan Freke y Gandy, “Eso no es ética, es infanticidio” (p.48).
Existen
otros innumerables ejemplos de la actitud del Dios del Antiguo Testamento por
sembrar muerte y destrucción. Por ejemplo, mató al hijo primogénito de Judá,
Er, por ser “malvado”. Luego mató a Onán, otro de los hijos de Judá, porque
mientras copulaba con la esposa de Er (por orden de su padre) deliberadamente
“derramó su semen en el suelo” para evitar dejarla embarazada, lo cual Dios
también lo consideró “malvado” (Génesis 38).
Atacó
a los gabaonitas arrojando grandes piedras de granizo desde el cielo, matando
incluso a más de ellos que a los israelitas con sus espadas (Josué 10:11).
Envió
una plaga sobre Israel, que mató a 70.000 hombres, luego envió un ángel para
destruir Jerusalén, pero cedió antes de que la violencia pudiera comenzar (1
Crónicas 21:14-15).
Mató
a todos los primogénitos en Egipto, tanto humanos como animales, lo que
comprensiblemente dio lugar a "fuertes lamentos en Egipto" (Éxodo
12).
En
otro incidente Dios mató a 5’070 hombres en Bet-semes, después de que
cometieron el error de mirar dentro del "arca del Señor" (1 Samuel
6:19).
Los
asirios sufrieron una masacre aún peor: el "ángel del Señor" mató a
185’000 hombres mientras dormían en su campamento (2 Reyes 19:35, Isaías
37:36).
Y
la respuesta ortodoxa a todo este derramamiento de sangre es que, puesto que
Dios es, por definición, totalmente bueno y totalmente sabio, sus actos
asesinos –por despreciables que puedan parecernos a nosotros, humildes
mortales– son en realidad perfectamente justos y divinos.
El Nuevo
Testamento y el Cristianismo
Todas
las diversas religiones mistéricas de la antigüedad tenían un mito sobre un
dios-hombre que moría y resucitaba. En Egipto era Osiris, en Alejandría era Serapis,
en Grecia era Dioniso, en Asia Menor era Atis, en Siria era Adonis, en Persia era
Mitra.
Y
entre los elementos que comparten muchos de estos mitos se incluyen los
siguientes:
“El dios-hombre nace de una virgen, en una
cueva o establo, el 25 de diciembre y delante de pastores. Cuando crece se
rodea de discípulos, convierte el agua en vino, muere en la Pascua como
sacrificio por los pecados del mundo, a veces mediante la crucifixión; resucita
de entre los muertos al tercer día y asciende al cielo. Su muerte y resurrección
se celebran con una comida ritual de pan y vino que simbolizan su cuerpo y su
sangre” (p.53-4).
La
historia de Jesús del Nuevo Testamento es por lo tanto una versión judía de un
mito pagano.
Los
gnósticos judíos del siglo I d.C. estaban ansiosos por sintetizar la mitología
pagana y judía, y por eso el mito de Jesús fusiona al dios-hombre pagano con el
Mesías judío.
La
historia del evangelio es una crítica del judaísmo literalista, en donde su
héroe (Jesús) transgrede constantemente las leyes religiosas judías. El culto a
Jesús también fue diseñado para dar esperanza y tranquilidad a los judíos menos
ortodoxos después de la supresión de las revueltas inútiles lideradas por los
fanáticos judíos, en particular en los años 70 y 135 d.C.
Mientras
que los cristianos gnósticos reconocían a Jesús como una figura mítica, los
cristianos literalistas afirmaban que era un hombre real que realizó los mitos
paganos del dios-hombre, y que estos mitos anteriores habían sido inspirados
por el diablo para extraviar a los fieles.
Pero
no hay ninguna prueba seria de que el Jesús bíblico fuera una figura histórica.
Los romanos llevaban registros legales detallados, pero nunca se ha encontrado
ningún registro del juicio o la crucifixión de Jesús.
El
escritor judío Filón nunca lo menciona. Hay un párrafo que se refiere a Jesús
en las obras de Josefo, pero es una interpolación obvia; no se encuentra en los
manuscritos más antiguos y, cuando se elimina, el texto tiene más sentido.
Las
cartas de Pablo (que son los documentos cristianos más antiguos que poseemos)
nunca citan a Jesús ni mencionan ningún detalle sobre su vida. Pablo es
claramente un gnóstico que considera la historia de Jesús como una alegoría que
codifica enseñanzas místicas. Los únicos elementos del mito de Jesús que
menciona Pablo son la muerte y resurrección de Cristo, que se entiende que
simbolizan el proceso de la iniciación.
Fue
Justino en el siglo II d.C quien comenzó a hablar por primera vez de Jesús como
un hombre real que había sido condenado a muerte por Poncio Pilato. Y los
literalistas intentaron refutar la acusación de que la historia de Jesús había
sido plagiada de mitos paganos inventando cada vez más detalles pseudo-históricos.
En
ese momento había docenas de evangelios cristianos en circulación, muchos de
los cuales ahora se han encontrado en Nag Hammadi, que retrataban a Jesús como
una figura mítica.
Una
generación después de Justino, el obispo literalista Ireneo produjo
repentinamente los cuatro evangelios canónicos que cuentan la historia de Jesús
como una narración histórica; él rechazó todos los demás evangelios considerándolos
como espurios.
Y
a Ireneo también se le ocurrieron varios otros textos que previamente eran desconocidos:
-
Los
Hechos de los Apóstoles, "una cruda pieza de propaganda anti-gnóstica
forjada a fines del siglo II" (p.67).
-
Y
una serie de cartas adicionales de Pablo (conocidas como pastorales), en las
que Pablo ha sido transformado de gnóstico a literalista.
Freke
y Gandy escriben:
“En el siglo III d.C., la santa fábrica de
falsificaciones del cristianismo literalista continuó produciendo documentos
para añadir al Nuevo Testamento. ... El proceso que dio origen al Nuevo
Testamento fue asombrosamente similar al que dio origen al Antiguo Testamento.
Ambos fueron elaborados por literalistas sectarios con la intención de crear y
mantener su propio poder y autoridad. Ambos contienen los restos de mitos
gnósticos que han quedado enterrados bajo acumulaciones de propaganda política
descarada. Ambos están plagados de contradicciones y anomalías porque han sido
alterados y enmendados por tantas manos editoriales. La Biblia de los
literalistas no es escritura sagrada. Es un caos impío” (p.70-71).
La
brutal persecución que sufrieron los primeros cristianos literalistas avivó el
fanatismo religioso y muchos aceptaron con entusiasmo la oportunidad del martirio.
Pero
la situación cambió por completo cuando el despótico emperador romano
Constantino adoptó el cristianismo literalista como religión estatal en el
siglo IV d.C. Entonces los cristianos literalistas se propusieron perseguir a
sus rivales gnósticos y paganos hasta hacerlos desaparecer.
En
los siglos V y VI, bandas de monjes cristianos vestidos de negro vagaron por el
Imperio romano que en ese entonces se encontraba en desintegración, asolando la
civilización pagana.
Occidente
volvió a una vida brutal de ignorancia y superstición, lo que dio como
resultado mil años de miseria llamados la Edad Oscura.
Durante
ese tiempo, el mundo islámico se convirtió en el centro de la espiritualidad y
la ciencia gnósticas, hasta que finalmente también sucumbió a la ortodoxia.
El Corán y
el Islam
Islam
significa “rendición”; a través de Mahoma, Dios supuestamente llama a la
humanidad a rendirse a su voluntad divina y reconocer a su profeta elegido.
Los
musulmanes místicos conocidos como sufíes dicen que Mahoma comenzó como un
profeta inspirado que canalizaba la sabiduría divina y reunió a un pequeño
círculo de gnósticos a su alrededor. Pero rápidamente se convirtió en el hombre
más poderoso de Arabia y construyó un imperio en el que él mismo era el
dictador militar de Dios.
Mahoma
originalmente siguió el ejemplo de los gnósticos de tratar a las mujeres por
igual, pero esto no duró mucho: “Cuando Mahoma pasó de místico a dictador, sus
revelaciones de Dios comenzaron a adquirir un tono más autoritario y
patriarcal” (p.80).
Mahoma
recibió su primera «revelación» en el año 610 d.C. y la última justo antes de
su muerte en el año 632 d.C. No comenzaron a compilarse en el Corán hasta
alrededor del año 660 d.C., y algunos eruditos han llegado a la conclusión de
que no existió una versión definitiva hasta el siglo X.
El
Corán padece los mismos defectos que otras escrituras “sagradas”: es caótico,
extraordinariamente repetitivo y está plagado de inconsistencias. Por ejemplo en
un pasaje, Dios declara que los musulmanes deben recordar que ningún ser humano
es Dios, por lo que los hombres y las mujeres deben ser justos entre sí. Pero
unas pocas líneas más adelante encontramos un mensaje completamente diferente.
Dice:
“Los hombres tienen autoridad sobre las
mujeres porque Dios ha hecho que uno sea superior al otro... Las mujeres buenas
son obedientes... En cuanto a aquellas de quienes temáis que desobedezcan,
amonestadlas, dejadlas en camas separadas y castigadlas” (Corán 4:34).
A
medida que Mahoma va cambiando, se ve obligado a revisar muchas de sus
«revelaciones» anteriores para adaptarlas a su nueva agenda. Algunos de sus
seguidores consideraron que esto era una falsificación, pero el Corán responde
diciendo que Dios simplemente estaba haciendo mejoras, aunque parece extraño
que no pudiera hacerlo bien a la primera.
Mahoma
es ante todo un nacionalista árabe que promueve una religión específicamente árabe.
Sus revelaciones divinas “no hacen más que expresar los sentimientos
nacionalistas que cabría esperar del profeta de una deidad tribal árabe llamada
Alá” (p.85).
Dios
declara por ejemplo que los árabes son «la mejor nación que jamás haya
surgido».
Durante
un período de 20 años, Mahoma lideró 82 ataques contra sus vecinos en la
Península Arábiga.
Otros
árabes, judíos y cristianos fueron saqueados sin piedad para aumentar la
riqueza y el poder de la umma [comunidad] de Mahoma. Pero esto ya no era sólo
el bandidaje habitual que era habitual en la época, sino que a partir de
entonces estaba legitimado por las revelaciones de Mahoma de parte de Dios. Fue
Dios mismo quien declaró: “Comed de lo que habéis tomado como botín” (p.85).
Dios
le impide a Mahoma mostrar misericordia a sus cautivos al decir: “No es propio
de ningún profeta tener prisioneros hasta que haya hecho una matanza masiva en
la tierra” (Corán 8:67).
La
riqueza, las mujeres y los niños de un pueblo conquistado fueron distribuidos
entre Mahoma y sus compañeros. El propio Mahoma tuvo 9 o 27 esposas, según la
historia que creamos.
La
tribu a la que pertenecía Mahoma afirmaba ser descendiente de Ismael, el hijo
de Abraham. Y como ya se ha señalado según el Antiguo Testamento, Ismael era el
resultado del adulterio de Abraham con una esclava.
Así
que no sorprende que Mahoma reescribiera esta historia afirmando que no fue
Isaac (el antepasado de los judíos), el hijo de Abraham, sino Ismael, quien fue
ofrecido como sacrificio a Dios, y que fue Ismael, y no Isaac, el favorito de
Dios. En otras palabras, los árabes eran la tribu preferida de Dios, en lugar
de los judíos, a quienes el Corán declara “malditos”.
A
medida que Mahoma se fue convenciendo de que tenía la misión divina de imponer
el Islam en el mundo, sus mensajes de Dios se volvieron más sectarios y
violentos; los no musulmanes son descritos como “inmundos” y “las peores
bestias a los ojos de Dios”.
Mahoma
comenzó a afirmar que Dios quería que los musulmanes libraran una yihad, o
guerra santa, contra todos los infieles. Desató una salvaje política de
limpieza étnica que finalmente llevó a la expulsión de todos los judíos y cristianos
de la Península Arábiga.
Su
venganza contra los judíos por no aceptar el Islam fue particularmente brutal.
En un incidente, 800 hombres de la tribu judía Banu Quraiza fueron asesinados
por decapitación, sus mujeres fueron convertidas en concubinas y sus hijos en
esclavos, ¡todo por consejo del ángel Gabriel!
Mahoma
se proclamó a sí mismo como el último y más grande de todos los profetas,
incluidos Moisés y Jesús. El Corán afirma: “Quien desobedezca a Dios y a Su
Mensajero se habrá extraviado manifiestamente” (33:36).
Y
también declara que “aquellos que hagan la guerra a Dios y a Su Mensajero serán
asesinados o crucificados, o se les cortarán las manos y los pies de ambos
lados, o serán expulsados de la tierra” (5:33); y después de la muerte les
espera “un castigo terrible”.
Se
dice que al final de su vida, Mahoma ascendió al cielo, donde ahora le aconseja
a Alá consejos sobre quién debe ser salvado y quién debe ser condenado.
“Con
este mito”, dicen Freke y Gandy, “la transición de humilde profeta a ser divino
superior está completada” (p.93).
No
hace falta decir que los “infieles”, por buenos que hayan sido, están
destinados a la tortura eterna en el “fuego del infierno”, donde “beberán pus
supurante”.
Cada
capítulo del Corán comienza con las palabras “En el nombre de Alá, el
Compasivo, el Misericordioso”, pero aparentemente su compasión sólo se aplica para
aquellos que obedecen a Mahoma.
A
cada hombre que entre en el Paraíso se le darán 72 huríes, o vírgenes siempre
jóvenes, y poseerá la virilidad de cien hombres. Las huríes son descritas como
muy hermosas, con “pechos grandes, redondos y salientes que no tienden a colgar”.
Y
también hay muchachos siempre jóvenes, vestidos de sedas y “bonitos como perlas”
cuyo propósito se deja a la imaginación.
Sin
embargo, parece que tenemos poca libertad de elección en cuanto al camino que
seguimos en la vida; un dicho afirma que 14 días después de que se forma un
feto en el vientre de su madre, Dios envía a su ángel con instrucciones sobre
su sustento, muerte, acciones y destino.
Freke
y Gandy escribieron:
“El Corán deja bien claro que es Dios quien
lleva a alguien al Islam o lo aleja de él. Sin embargo, en el mismo versículo
Dios hace a los incrédulos completamente responsables de sus propias
acciones...
Eso no tiene sentido, pero la religión rara
vez lo tiene.
Mahoma afirmó que estaba trayendo una nueva y
mejor religión a la humanidad, pero en realidad no era más que la misma
tontería de siempre con un toque de picante árabe. Al igual que el Tanaj y el
Nuevo Testamento, el Corán fue elaborado por extremistas religiosos para
cumplir con sus agendas sectarias. Y al igual que estas otras ‘escrituras
sagradas’, el Corán sigue siendo una fuente de conflicto y división en la
actualidad, especialmente en la llamada Tierra Santa.
Inspirados por la enseñanza de Mahoma de que
el Día del Juicio no llegará hasta que los musulmanes hayan destruido a los
judíos, los fundamentalistas islámicos siguen masacrando a los judíos. Y los
fundamentalistas judíos, que quieren apropiarse de las tierras árabes para
restablecer el mítico Reino de David, están asesinando a los musulmanes. Y los fundamentalistas
cristianos que quieren restablecer a los judíos en Israel porque es un
requisito previo para la Segunda Venida de Cristo, han armado a los judíos
hasta los dientes” (p. 96).
En
conclusión
El
Tanaj, el Nuevo Testamento y el Corán contienen momentos de belleza,
perspicacia y sabiduría, pero también pasajes terribles de intolerancia,
fanatismo y odio.
La
mayoría de los creyentes simplemente seleccionan los pasajes que les gustan e
ignoran los que no.
En
cuanto a los fundamentalistas, es divertido pensar que si ellos hubieran sido
educados en una cultura diferente, entonces serían fundamentalistas de esa otra
convicción.
“La ironía es que los fundamentalistas más
extremos están en realidad a un pequeño paso de despertar. Ya están
completamente convencidos de que la religión de los demás es una completa
tontería. ¡Todo lo que necesitan hacer ahora es darse cuenta de que la suya
también lo es!” (p.103)
El despertar
gnóstico
En
la segunda parte de su libro, Freke y Gandy presentan su propia síntesis de la
filosofía gnóstica, que describen como una experiencia más que como una teoría.
El mundo es una
ilusión
Experimentar
la gnosis significa reconocer que «la vida es un sueño», no en el sentido de
que sea una pura fantasía, sino en el sentido de que no vemos las cosas como
son en realidad.
El
cuerpo/persona que aparentamos ser, con sus cualidades siempre cambiantes, es
parte del sueño de la vida, y no el yo real. Nuestro yo esencial, inmutable, es
conciencia, no nacida e inmortal, y es la misma conciencia en todos; nuestra
aparente separación es por tanto una ilusión, y en esencia todos somos uno.
En
lugar de que la materia produzca conciencia, dicen los autores, es la
conciencia la que da origen a la materia.
Esta
es una versión bastante simplista y dualista de la filosofía perenne. La
teosofía enseña que la conciencia y la materia, el espíritu y la sustancia, son
esencialmente uno. Lo que llamamos materia física es un grado relativamente
condensado de conciencia-sustancia, pero hay grados infinitamente variables,
que forman mundos interpenetrantes sin fin, todos ellos tan perceptibles y
tangibles para sus propios habitantes como lo es el nuestro para nosotros.
De
manera similar, en lugar de ser simplemente un cuerpo físico animado por un yo
“inmutable” de conciencia pura, estamos compuestos de una serie de “cuerpos” o
“almas” o “campos de energía” cada vez más sutiles, desde físicos hasta
relativamente divinos.
Diferentes
tradiciones dividen nuestra constitución de diferentes maneras, pero es útil
distinguir el cuerpo físico, el cuerpo-modelo astral, la mente inferior, la
mente superior (alma reencarnante) y el yo espiritual-divino. Sin embargo,
incluso nuestro yo más elevado no es inmortal en el sentido de absolutamente
inmutable.
Todo es uno
Freke
y Gandy dicen que para vivir lúcidamente necesitamos reconocer nuestra unidad
espiritual esencial, lo que conduce a una experiencia de compasión que lo
abarca todo o “gran amor”.
“El gran amor no tiene nada que ver con el
hecho de que nos gusten otras personas. Es un amor incondicional hacia todos,
amigos y enemigos, porque sabemos que somos uno con todos” (p.133).
“Cuando nos perdemos en la pesadilla de la
separación, nos vemos envueltos en una búsqueda incesante de sentirnos bien
como individuos separados, incluso si esto significa causar sufrimiento a los
demás. Pero cuando tomamos conciencia de nuestra naturaleza esencial
compartida, amamos vivir y nos sentimos impulsados a ayudar a otros a despertar
y disfrutar de la vida también. Nos convertimos en participantes compasivos de
la aventura épica de nuestro despertar colectivo” (p.134).
Y
los autores subrayan que a veces puede ser necesario criticar, reprender o
incluso castigar a los demás, pero sin dejar de amarlos por lo que son
esencialmente, en oposición a lo que pueden haberse convertido temporalmente.
La reencarnación
La
reencarnación es un principio clave de la filosofía gnóstica: el viaje hacia el
despertar lleva muchas vidas. Freke y Gandy prefieren hablar de «reemergencia»
en lugar de «reencarnación» y discrepan de la idea de que tengamos que renacer
aquí en la Tierra:
“No debemos suponer que el sueño de la vida
se limita a la experiencia de este mundo o incluso de este cosmos” (p.138).
Sin
embargo si vivimos en un universo ordenado e interconectado causalmente, parece
poco probable que un alma se vaya a otro planeta o cosmos sin ninguna razón.
Si
sembramos semillas kármicas aquí en esta Tierra, en interacción con otros
miembros de la familia humana, es lógico que tengamos que cosechar el fruto de
esas semillas en el mismo entorno, y que no nos traslademos a otro planeta
hasta que nos hayamos graduado de nuestra actual escuela de vida.
(Observación
de Cid: los maestros trasnhimaláyicos explicaron que todo nuestro desarrollo a través
de las siete rondas se efectúa en la Tierra, y no solamente por asuntos kármicos,
sino también porque no somos capaces de vivir por mucho tiempo en otros
planetas ya que tienen estructuras energéticas diferentes. La Tierra es nuestra
madre y hasta que no hayamos crecido cósmicamente no podremos separarnos de
ella.)
Freke
y Gandy insisten en que la reencarnación es sólo una teoría especulativa. Y
aunque llaman al gnosticismo “una exploración profunda de los misterios de la
vida y la muerte”, están convencidos de que nadie puede saber nunca lo que
realmente ocurre después de la muerte (p.139).
¿Pero
pueden estar realmente tan seguros de que no hay seres humanos mucho más
evolucionados que nosotros que hayan adquirido capacidades que les permitan
estudiar de primera mano los procesos de muerte y renacimiento que ocurren en
los reinos más etéreos?
Los poderes
Dicen
que la vida gnóstica no tiene nada que ver con la adquisición de poderes
paranormales, pero sería muy estrecho de miras negar que tales poderes existen.
La
mayoría de las tradiciones místicas hablan de maestros, sabios, mahatmas, etc.,
que han adquirido un conocimiento directo de algunos de los mundos internos e
invisibles. Y se dice que dos de esos mahatmas, pertenecientes a la Hermandad
del Himalaya, tomaron la iniciativa de formar la Sociedad Teosófica, con el fin
de presentar más abiertamente algunas de las enseñanzas que a menudo se
encuentran disfrazadas de mitos, alegorías y simbolismos en las escrituras del
mundo.
Cada
uno es libre de decidir por sí mismo qué valor desea conceder a estas
enseñanzas de amplio alcance y largo alcance.
La vida después de la
muerte
Freke
y Gandy escriben:
“El cielo es la experiencia del gran amor. No
es un lugar al que vamos cuando morimos. Es un estado de vida amorosa que surge
cuando nos despertamos y vivimos lúcidamente” (p.147).
Por
lo tanto, no tienen nada que decir sobre los estados posteriores a la muerte,
excepto que no vamos al cielo. Pero además de que podemos alcanzar un estado de
conciencia «celestial» mientras estamos vivos.
En
cambio la teosofía enseña que la mayoría de las almas humanas entran en un
estado de conciencia dichoso, «celestial», similar a un sueño, después de la
muerte, una vez que nos hemos desprendido de nuestros elementos astrales
inferiores.
Los
procesos posteriores a la muerte difieren en sus detalles para cada individuo,
ya que son una consecuencia lógica de nuestros pensamientos y acciones en
nuestra vida pasada.
El ego
Freke
y Gandy dicen que necesitamos emancipar al ego de su aislamiento ilusorio, para
que experimentemos nuestra identidad individual como parte de un todo mayor:
“El despertar no es erradicar nuestra
personalidad y vivir una existencia insulsa y aburrida como una especie de
zombi santo. Eso no disminuye nuestra individualidad. La realza y la realiza”
(p.140).
(Nota
de Cid: ese un error que difundieron los metafísicos modernos haciéndoles creer
al publico que los ‘Maestros Ascendidos’ son seres sin ego, pero eso es falso y
en realidad los verdaderos Maestros siguen teniendo su propia personalidad. Y
los ángeles explicaron que el ego es nuestro mayor tesoro y es por eso que no
hay que buscar eliminarlo sino aprender a controlarlo.)
La espiritualidad
Dicen
que no necesitamos convertirnos en “santos desinteresados que nunca están
enojados ni temerosos”. La ira, la impaciencia y la frustración a veces pueden
ser “expresiones positivas de amor”; “la ira es solo una expresión de nuestra
separación si estamos enojados en lugar de ser compasivos”. El miedo “no es solo
una emoción negativa”. A veces puede desempeñar un papel positivo en nuestra
vida, como el dolor” (p.144).
Y
también dicen que no necesitamos convertirnos en “santos ascetas que nos negamos
los placeres de la carne” (p.141).
Ciertamente,
hay algo de verdad en lo que dicen. Cuando los defensores del camino espiritual
nos recomiendan que erradiquemos el «deseo» y el «apego», depende de nosotros
ejercitar nuestro sentido común y decidir a qué tipo de deseo y apego se
refieren.
También
es importante, cuando intentamos transformar y mejorar nuestro carácter,
fijarnos metas realistas y reconocer que debemos progresar paso a paso, a lo
largo de muchas vidas, hacia nuestro ideal a largo plazo.
Los
autores escriben:
“Se nos da la opción de elegir entre el amor
sano o la lujuria sórdida. Pero desde la perspectiva lúcida podemos abrazar
ambas... La vida lúcida es poder desear y al mismo tiempo amar... ¡A veces es
divertido tratar tu cuerpo como si fuera una discoteca!” (p.145).
Por
supuesto, somos libres de hacer lo que queramos, pero podemos decir con
seguridad que no todo el mundo decidirá incluir la “lujuria sórdida” en sus
prácticas “espirituales” o en su imagen ideal de lo que debería implicar la
“santidad”.
Una
lectura de las cartas escritas por los mahatmas teosóficos muestra claramente
que quienes han alcanzado un estado más “santo” y desinteresado están lejos de
ser “zombis insulsos y aburridos”. Y tal vez han descubierto que, en última
instancia, hay actividades más gratificantes, enriquecedoras y satisfactorias
que abandonarnos a los «placeres de la carne».
(Observación
de Cid: observen el deporte, si ustedes quieren hacer un poco de deporte una
vez a la semana, no hay problema si también llevan una vida muy pecadora. Pero si
ustedes quieren ser un deportista profesional, entonces tienen que llevar una
vida muy disciplinada. Pues bien lo mismo sucede con el desarrollo espiritual.
Pero así como no todo el mundo está preparado para ser un atleta olímpico,
tampoco todo el mundo está ya preparado para ser un iniciado. Así que mi
consejo es que busquen un equilibrio entre vuestros anhelos espirituales y
vuestros deseos terrenales.)
La fraternidad
La
necesidad de vivir juntos en armonía y amor es el tema principal de Freke y
Gandy:
“Vivir lúcidamente es reconocer que la manera
de sentirse bien individualmente es ser consciente del deseo de los demás de
sentirse bien, además del nuestro, y hacer todo lo posible para que ellos también
se sientan bien, en lugar de simplemente aferrarnos a nuestro propio disfrute a
expensas de los demás. ...[Porque todos somos uno, ayudar a los demás a sentirse
bien nos hace sentir bien” (p.143).
Dicen
que esto significa ser egoísta y desinteresado al mismo tiempo, pero aquí
utilizan la palabra egoísta a su manera idiosincrásica: la palabra suele
significar actuar a expensas de los demás, mientras que ellos la utilizan para
referirse a buscar nuestra propia felicidad y al mismo tiempo ayudar a los
demás a buscar la suya.
Los
autores nos aconsejan que abordemos los dramas de nuestra vida como “aventuras
en un viaje de descubrimiento en el que continuamente se nos ofrecen las
oportunidades que necesitamos para despertar” (p.155).
El karma
No
mencionan el concepto de karma (que cosechamos lo que sembramos, vida tras
vida), pero sería imposible progresar a lo largo de muchas vidas si lo que
sucedió en una encarnación no tuviera ninguna relación con lo que sucedió en el
pasado.
Dicen:
“El mal es el precio inevitable de la
polaridad que es necesaria para que haya experiencia consciente” (p.185).
Pero
podríamos decir en cambio que el mal genuino es algo que sólo pueden perpetrar
quienes tienen mentes autoconscientes, en cambio quien hace un mal uso de este
«don divino» porque todavía está atrapado en la ilusión de la separación;
ciertamente no está condenado a cometer el mal para siempre.
Nuestros
impulsos y rasgos de carácter profundamente arraigados (buenos, malos e
indiferentes) son una memoria kármica de nuestras encarnaciones pasadas, y en
cada vida tenemos suficiente libre albedrío para modificarlos, para bien o para
mal.
(Nota
de Cid: concuerdo con David Pratt, y no se puede simplemente hablar del mal porque es un concepto mucho más
complejo si se quiere abordar con profundidad.)
Nuestro desarrollo
Como
dicen Freke y Gandy, la transformación personal requiere que seamos honestos
con nosotros mismos acerca de nuestras faltas y errores, pero sin empantanarnos
en la culpa y la auto-recriminación.
Destacan
la necesidad de mantener el sentido del humor ante la adversidad. Nuestro
objetivo debería ser “enviar ondas de bondad dondequiera que vayamos”.
“Una vez que entendamos que el juego de la
vida consiste en despertar y que lo que realmente queremos es amar este
momento, dejaremos de distraernos con la búsqueda incesante de satisfacción
transitoria, mediante la acumulación de posesiones materiales, la adquisición
de estatus social y el logro de poder personal. Dejaremos de adormecer el dolor
de la separación con la televisión y trivialidades. En cambio, dedicaremos
nuestra preciosa atención al proceso del despertar.” (p.171)
Reconocen
que estar en presencia de alguien que está experimentando un estado expandido
de conciencia puede ayudarnos a expandir nuestro propio estado de conciencia.
Pero también advierten sobre los falsos gurús, diciendo que muchos maestros en
el circuito espiritual nos alientan a verlos como figuras de autoridad
infalibles, y algunos usan su carisma para hipnotizar a sus estudiantes y
convertirlos en devotos obsequiosos.
“La prueba de un maestro es sencilla: basta
con observar a sus alumnos. Se puede confiar en un maestro si ha ayudado a sus
alumnos a despertar y seguir adelante, pero no se debe confiar en él si ha
convertido a sus alumnos en aduladores dependientes que regurgitan las palabras
del maestro, pero que nunca piensan por sí mismos” (p.190).
La ciencia gnóstica
En
la actualidad, Occidente está viviendo un renacimiento gnóstico sin
precedentes, en el que la religión está en decadencia, pero la espiritualidad
está en pleno auge.
Freke
y Gandy afirman que:
“Necesitamos liberar por completo al
gnosticismo de la religión y alinearlo con la ciencia. Después de todo, la
palabra científico es simplemente la versión latina de la palabra griega
«gnóstico», que significan ambas: «conocedor»” (p.174).
“La ciencia y el gnosticismo son aliados
naturales. Se los suele malinterpretar como enemigos porque la ciencia ha
degenerado en una ciencia literalista que predica un materialismo craso. La
ciencia se ha convertido en una tradición autoritaria, con sus propios dogmas,
sumos sacerdotes, estructuras profesionales e intereses creados” (p.178).
(Observación
de Cid: el problema es que actualmente no tenemos la capacidad de estudiar de
manera científica el mundo espiritual.)
Materia vs Conciencia
Los
autores critican el viejo dogma materialista dualista de que la materia es
primaria y de alguna manera genera la mente. Argumentan que la conciencia, más
que la materia, es la base de la realidad, y que todo existe como una
experiencia dentro de la conciencia (p.177).
Pero
esto suena como si simplemente invirtieran el viejo dualismo. En cambio la
teosofía postula que la conciencia, la vida, la sustancia, la energía y el
espacio son fundamentalmente uno: damos diferentes nombres a diferentes
manifestaciones de la única esencia última, el misterio primordial.
La luz
Freke
y Gandy escriben:
“La religión siempre ha defendido la fe
irracional. ... La racionalidad es nuestro detector de mentiras, que nos
permite distinguir los prejuicios infundados de las percepciones genuinas. ...
Es importante que distingamos las intuiciones genuinas de las suposiciones
infundadas, el condicionamiento cultural y las ilusiones” (p.182-3).
Sin
embargo parece que en algunos de sus pronunciamientos sobre la ciencia, los
autores deben haber tenido su «detector de tonterías» desactivado. He aquí un
ejemplo:
“Los gnósticos dicen que el tiempo y el
espacio son una especie de ilusión. La ciencia ha descubierto que esto es
cierto porque si pudiéramos movernos a la velocidad de la luz, estas
dimensiones fundamentales dejarían de existir. Así como los gnósticos enseñan
que desde la perspectiva del yo de la conciencia hay unidad y eternidad, la
ciencia ha descubierto que desde el punto de vista de la luz no hay espacio ni
tiempo” (p.176)
Pero
en realidad los científicos no han descubierto que el espacio y el tiempo
desaparezcan a la velocidad de la luz; simplemente han hecho una serie de
suposiciones especulativas: que la velocidad de la luz en el vacío es
absolutamente constante en todo el universo infinito; que nada en ningún lugar
del espacio ilimitado puede moverse más rápido que la luz; que si un objeto alcanzara
la velocidad de la luz se volvería infinitamente delgado en su dirección de
movimiento, pero su masa se volvería infinitamente grande; que un objeto que
viajara más rápido que la luz llegaría a su destino antes de haber partido; y
que la luz “no tarda en viajar de un punto a otro, ¡aunque viaja a 300.000
km/s!
Pero
no hay ninguna prueba de nada de esto; no es tanto “misticismo” como mistificación.
De hecho ya hay indicios de que la barrera de la luz es tan frágil como la barrera
del sonido. Véase mi artículo ‘Espacio, tiempo y relatividad’ en la sección 3 (ver link).
Así
que aceptar los dogmas actuales sobre la velocidad de la luz debido a algún
parecido vago y superficial con una enseñanza mística sobre la “unidad y la
eternidad” es la forma equivocada de hacer ciencia.
Freke
y Gandy también escriben:
“La física ha tenido que lidiar con la
paradoja de que la luz a veces parece estar formada por partículas y a veces
parece ser una onda. Esto es comparable a la observación gnóstica de que desde
la perspectiva del ‘ello’ cada individuo es una ‘partícula’ discreta de
conciencia, pero desde la perspectiva del ‘yo’ los individuos son como olas en
un océano de conciencia” (p.177-8)
Pero
si bien se considera que la luz se comporta a veces como partículas y a veces
como ondas, pero no existe ninguna teoría dominante que proporcione una
comprensión coherente de lo que hay detrás de la “dualidad onda-partícula”.
¿Deberíamos
conformarnos con esto sólo porque los humanos pueden ser considerados a la vez
“partículas” de conciencia y “ondas” en un “océano de conciencia”?
¡Obviamente no!
Se
están desarrollando enfoques alternativos sobre la luz, y las teorías
científicas en disputa deberían juzgarse por su capacidad para explicar la
evidencia observacional, y no sobre la base de analogías superficiales y
artificiales.
La investigación
Los
autores dicen con razón que “necesitamos adoptar la premisa básica de la
ciencia auténtica, de que todas nuestras teorías sobre la vida son hipótesis,
no hechos”.
“No existe un conocimiento conceptual
absoluto. Solo contamos historias para darle sentido a nuestra experiencia, y
ninguna historia es lo suficientemente amplia como para capturar la grandeza
ilimitada de la existencia. … El hecho de que todas las descripciones de la
realidad sean inadecuadas no significa que todas sean igualmente inadecuadas.
Algunas historias son claramente mejores que otras” (p.179-80)
Dicen
que mientras que el Dios literalista quiere que nos callemos y hagamos lo que
se nos dice, lo que realmente se necesita son individuos más curiosos y de
pensamiento libre.
Es
cierto que la esencia del método científico es la deducción basada en la
experimentación y la observación. Los mahatmas también practican este método,
pero lo extienden gracias a sus poderes ocultos más allá de nuestro mundo
físico, a los reinos sutiles.
Los
maestros explican que durante incontables generaciones los adeptos han
verificado las observaciones de los demás, dando a sus conocimientos un alto
grado de certeza. Buscan las causas naturales, más sutiles pero aún
sustanciales, detrás de los acontecimientos, y no se engañan a sí mismos
atribuyendo poder causal a puras abstracciones, ya sean “leyes de la
naturaleza”, “dimensiones enroscadas completamente desprovistas de energía” y
“más allá del espacio y el tiempo”, o un “ser supremo sobrenatural” que crea
mundos y seres de la nada.
Dios
Sobre
el tema de la creencia en Dios, Freke y Gandy dicen:
“¡No creemos en nada más que en Dios! En
realidad, ¿qué hay más que un único soñador que sueña su sueño de vida y lo
experimenta desde perspectivas infinitamente diversas?” (p.131).
Dios,
dicen, es “la unidad de conciencia dentro de la cual surge el sueño de la vida”,
“la fuente misteriosa de todo”, “la inteligencia que se encuentra detrás del
universo ordenado”.
De
manera similar, la teosofía adopta la visión panteísta de que toda la
naturaleza, en toda su infinita diversidad, es esencialmente divina; y también
enseña que hay reinos más allá del reino humano y que podemos crecer hacia un
estado de divinidad relativa para el sistema mundial en el que estamos
evolucionando actualmente, pero no hay un estado de divinidad tan elevado que
no haya otro superior.
(Fuente: https://davidpratt.info/gnostic.htm)
MI OPINIÓN
Concuerdo
con la crítica que Freke y Gandy hacen hacia las religiones, pero el gnosticismo
antiguo también es otra religión que aunque es un poco más discerniente,
desafortunadamente también está lleno de errores y falsedades.
Y
si Freke y Gandy se refieren a la sabiduría gnóstica, esta es un revoltijo que tiene
algunas cosas buenas, pero también contiene muchos errores y mentiras.
En
cuanto al gnosticismo contemporáneo son puras sectas y fraudulencia.
Y
es por eso que yo les recomiendo que mejor eviten pasar vuestra vida estudiando las religiones pero también el gnosticismo.
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