(El siguiente texto
es el quinto capítulo del libro “El Gran Engaño” escrito por Juliano.)
El Templo del Pueblo
Jim
Jones era un estadunidense que hacía labores de beneficio social como cuidados
a ancianos y personas de escasos recursos. Dirigía una comunidad de 140
personas, el Templo del Pueblo, que trasladó a California a finales de los años
sesenta.
El
traslado fue en previsión del bombardeo nuclear que daría término a la
civilización, el Apocalipsis proclamado por Jim Jones, reverendo, quien creía
en un ataque comunista, como la mayor parte de la población de Estados Unidos,
miedo generado por la Guerra Fría.
Al
finalizar los años 60, después de una baja en su número de miembros, el grupo
tuvo un repunte y abrió filiales en San Francisco y en Los Ángeles.
Sin
embargo, varios escándalos llevaron a Jim Jones a trasladarse a Guyana, donde
en 1974 arrendó al gobierno de ese país, un área de 12 km cuadrados.
Jones
volvió a Estados Unidos para convencer a sus afiliados de ir con él a la nueva
comunidad, llamada Jonestown por el apellido del reverendo, quien reunió a un grupo
de más de 900 seguidores.
Llegados
a Jonestown, a lo que pensaron sería un paraíso, los integrantes junto con sus
hijos terminaron trabajando en un terreno, seis días a la semana, de las 7:00
am a las 18:00 pm, llamado Proyecto Agricultural del Templo del Pueblo.
El
trabajo pesado, en el que Jim Jones no participaba, no tenía un salario como
recompensa, ni buena alimentación, pues mientras Jones consumía carne y
alimentos preservados, los demás comían vegetales y arroz.
Jim
Jones cohesionaba al grupo, manteniendo a sus integrantes en un estado de
zozobra, aduciendo enemigos externos que trataban de mancillar la pureza del
grupo y buscando enemigos internos, creando una psicosis entre sus seguidores,
sin cesar de recordarles el mal estado del mundo, del cual, proclamaba Jones,
el final estaba próximo.
Varios
protestaron ante el estado de la situación. Las disidencias se arreglaban
encerrando a los miembros en una caja de madera de 1 x 2.5 m. Guardias armados
patrullaban sin cesar.
A
los niños que se comportaban “mal” se les llevaba a un pozo donde un hombre
actuaba ser un monstruo, para aterrorizarlos.
Los
padres de los niños no protestaban, pues eran decisiones “de papá”, del
“Padre”, como llamaban a Jim Jones. Los miembros debían sacrificar su sentido
paternal en bien de la colectividad.
Acusaciones
llegadas a Estados Unidos sobre Jonestown, con relación a abusos, violaciones a
los derechos humanos y laborales, contra la libertad y torturas a niños,
hicieron que el congresista demócrata Leo Ryan viajara a Jonestown.
El
congresista Ryan, acompañado de sus colaboradores Speier y Dwyer, así como por
otros asistentes y enviados de los medios de comunicación, llegaron a Jonestown
venciendo la resistencia de Jones.
Se
llevó a cabo un desayuno en términos cordiales, después del cual los enviados
entrevistaron a miembros del Templo de Pueblo.
Como
mencionó más tarde Ryan ese día: “muchos me han dicho que Jonestown es lo mejor
que les ha sucedido en la vida”.
Otros
integrantes, secretamente, le dijeron que deseaban dejar Jonestown.
A
las 11 de la mañana Ryan, sus acompañantes y periodistas volvieron al Templo
del Pueblo, una hora más tardía de la acordada con Jones. Continuaron las
entrevistas. Los medios comenzaron a buscar el acceso a instalaciones de
Jonestown.
Cerca
de las 3:30 de la tarde, 150 personas habían manifestado abiertamente su deseo
de dejar el Templo del Pueblo e ir con Ryan al aeropuerto de Kaituma, para
regresar a California.
Pese
a la creciente inquietud de muchos miembros del Templo del Pueblo, Ryan planeó
quedarse una noche más. Al llegar a Jonestown, un hombre llamado Don Sly atacó
a Ryan con un cuchillo.
El
susto no pasó a mayores. El congresista recibió ayuda de Jim Jones, quien
aseguró que el hecho se informaría a la policía local.
El
congresista Ryan aseguró a Jones que ese ataque no le formaría una opinión
negativa del Templo del Pueblo. Dijo que permanecería en el poblado, mientras
se trataba de arreglar las peticiones de más familias que deseaban irse.
Para
entonces, aumentó el número de los que querían volver a Estados Unidos, al
grado de que se pidió a la Embajada de Estados Unidos en Guyana, dos aviones.
A
costa de grandes esfuerzos, dos aviones llegaron al aeropuerto de Kaituma al
otro día. Citados cerca de las 4:45 p.m., llegaron a las 5:10 p.m.
Ryan
se dirigía a su avión, pero ambos aparatos estaban rodeados de habitantes de
Jonestown que dificultaban la llegada. Varios habían abordado.
Jones
mostraba una gran agitación al ver que la gente se le iba. No toda, pues había
muchos convencidos. “No pueden dejarme”, decía Jones, frenético, “ustedes son
mi pueblo”.
La
esposa de Jones ordenó a los que estaban en el poblado, ir a sus barracas a
descansar y poco más tarde los llamó a un salón de mayor tamaño, llamado el
Pabellón.
Otro
congresista, que había apoyado al Templo del Pueblo, posteriormente dijo: “si
hubiera sabido que él [Jim Jones] estaba loco, claro que no habría aparecido
con él”, refiriéndose al respaldo que le dio, financiero, moral y a través de
los medios de comunicación.
Jim
Jones fue al Pabellón y habló con sus seguidores. En tanto, los que dejaban el
Templo del Pueblo abordaban un avión, un Cessna.
En
ese aparato, Larry Layton, de los miembros involucrados, quien había fingido
diciendo que deseaba dejar el Templo del Pueblo, sacó un arma y abrió fuego.
Al
mismo tiempo un tractor y un tráiler llegaron rápidamente al otro avión, un
Otto Twin y dispararon contra el congresista Ryan casi a quemarropa.
Ryan
y tres periodistas murieron en el acto. Speier y otros nueve colaboradores
fueron gravemente heridos.
Se
hizo una gritería. El tiroteo empezó a las 5:20 pm y duró hasta cinco minutos.
Eso pasaba cuando Jim Jones, quien sabía lo que estaba pasando, hablaba en el
Pabellón.
El
avión más grande, el Otto Twin, quedó inservible, pero el otro, el Cessna,
consiguió despegar.
Desde
el aire informó del ataque y repitió sus avisos desde las 6 de la tarde hasta
las 8 y media de la noche. Se cruzaron llamadas y cables entre los gobiernos de
Guyana, el embajador de Estados Unidos y el Departamento de Estado del país
norteamericano.
Al
día siguiente, a las 6 de la mañana, 120 soldados arribaron para rescatar a los
miembros del Templo del Pueblo.
Los
soldados entraron a Jonestown una hora después.
La grabación
Para
saber la razón de lo que vieron, habría que volver a las 5 de la tarde del día
anterior, cuando el tiroteo estaba a punto de estallar en el aeropuerto. En el
Pabellón de Jonestown se encontraban los miembros enviados por la esposa de Jim
Jones.
Se
encendió una grabadora. Llegó el Reverendo.
El
FBI tiene en su poder la grabación, clasificada como Q 042.
En
el Pabellón se encontraba Jones, su esposa y una multitud. Se escucha una
música de fondo que acompaña todo el tiempo. Es un canto religioso a menos
revoluciones de las normales, posiblemente debido a una baja en el suministro
de energía eléctrica. La grabación se puede escuchar completa en la siguiente
dirección:
Extracto
desde que inicia la grabación:
Jones:
Yo os he amado, cuánto he puesto lo mejor de mí para darles una buena vida. A
pesar de todo lo que he intentado, un puñado de nuestro pueblo, con sus
mentiras, ha hecho nuestra vida imposible. No hay forma de desprendernos de lo
que ha ocurrido hoy. No solamente estamos en una situación complicada, no sólo
están los que se han ido y cometieron la traición del siglo, algunos han robado
a los hijos de otros y ahora buscan cómo matarlos porque robaron a sus hijos, y
ahora estamos sentados en un barril de pólvora. No creo que eso sea lo que
queremos hacer con nuestros bebés. Esto lo dijo el más grande de los profetas,
desde tiempo inmemorial. “Ningún hombre toma mi vida por mí, yo dejo mi vida”.
Multitud:
¡Sí!
Jones:
Así, que para sentarme aquí y esperar la catástrofe que va a pasar en el avión,
que va a ser una catástrofe… casi sucedió aquí, casi sucedió. El congresista
fue asesinado cerca de aquí… pero ustedes no pueden tomar a los hijos de las
personas, sin esperar una reacción violenta. Y eso no es tan desconocido para
nosotros, ya sean judeo-cristianos, ya sean comunistas. El reino mundial sufre
violencia y la violencia se desencadena por la fuerza. Si no podemos vivir en
paz, entonces tenemos que morir en paz.
Multitud:
Aplausos.
Los
miembros involucrados, entre ellos uno apellidado McElvane, trajeron tambos con
agua de sabor, que contenía lo que Jones llamó “el medicamento”.
Una
mujer llamada Christine Miller, sensatamente y sin alterarse, interpeló:
Christine:
No es que yo tenga miedo de morir…
Jones:
No pienso que usted lo tenga…
Christine:
Pero eso no significa…
Jones:
No pienso que usted lo tenga…
Christine:
Pero veo a todos los bebés y pienso que merecen vivir…
Jones:
Estoy de acuerdo…
Christine:
Usted sabe…
Jones:
Pero también se merecen... Lo que más se merecen es la paz...
Christine:
Todos venimos aquí por la paz.
Jones:
¿Y nosotros la hemos tenido?
Christine
y multitud: No…
Jones:
He tratado de dársela a usted. He dado mi vida, prácticamente, prácticamente he
muerto todos los días para darle la paz… y usted todavía no tiene paz. Te ves
mejor de lo que yo me he visto en mucho tiempo, pero todavía no es el tipo de
paz que quiero darte.
Christine:
Ya lo sé… pero sigo pensando que como persona, tengo derecho a…
Jones:
Usted… estoy escuchando…
Christine:
Y pienso, y siento, y pienso que todos tenemos el derecho a nuestro destino
como individuos…
Jones:
Mmm…jmmm…
Christine:
Usted sabe…
Jones:
Mjmmm… no estoy criticando, yo no estoy criticando… ¿qué es esto?
Mujer
no identificada: Ella dice que quiere dejarnos, bien, ella, ella puede seguir
adelante… nosotros tenemos vidas individuales, es lo que ella está diciendo.
Christine:
Es correcto.
Jones:
Esto es hoy, esto es lo que 20 personas dicen que quieren hoy con sus vidas.
Christine:
Yo creo que todavía tengo el derecho a mi propia opinión.
Jones:
No la estoy tomando contra ti. No la estoy tomando contra ti.
McElvane:
Christine, usted solamente está aquí porque él estuvo aquí en primer lugar. Así
que no sé de lo que estás hablando acerca de tener una vida individual. Tu vida
se ha extendido al día de hoy, tú estás aquí debido a él.
Jones:
A pesar de eso, ella tiene tanto derecho a hablar como cualquier otro, también.
¿Qué has dicho, Ruby? Bueno, te vas a arrepentir del día de hoy si no mueres.
Te arrepentirás si no… mueres. Te arrepentirás.
Christine:
(palabras inaudibles, se puede entender que dice ¿cómo puede pedir que mueran
personas)… un hombre que salvó a tanta gente?
Jones:
Soy salvo, soy salvo, di mi ejemplo. Di mi confesión. Hice mi manifestación y
el mundo no estaba listo… no está listo para mí. Pablo dijo: “Yo era un hombre
nacido fuera del tiempo debido”. He nacido fuera de temporada igual que todo lo
que somos y el mejor testimonio que podemos hacer es dejar este maldito mundo
de Dios.
Multitud:
¡Salud!
Christine
se somete. Mientras hablan, la gente está bebiendo “el medicamento”.
Christine:
… le agradezco a usted por todo.
Mujer
no identificada: Sólo quiero decir algo a todos los que veo que están de pie y
llorando. Esto no es para llorar, esto es algo de lo que todos debemos
alegrarnos. Podemos estar contentos con esto. Siempre se nos dijo que
deberíamos llorar cuando vas a venir a este mundo, pero cuando te vas y lo
estamos dejando en paz… te digo, deben ser felices por esto. Yo estaba pensando
en Jim Jones. El sólo ha sufrido y padecido y sufrido. Él es el único dios y ni
siquiera tiene la oportunidad de disfrutar de su muerte aquí (aplausos y voces
de fondo). He estado aquí, eh, un año y nueve meses y nunca me sentí mejor en
mi vida. No en San Francisco, sino hasta que llegué a Jonestown. Me gusta esta
vida. Yo tenía una vida hermosa. No veo nada por lo que yo debería estar
llorando. Debemos ser felices. Por lo menos yo lo soy. Vamos todos a ser el
mismo...
Gritos,
aplausos y música de fondo.
Mujer
no identificada: ... No estaría vivo hoy. Me gustaría dar las gracias porque
papá fue el único que se puso de pie para mí cuando yo lo necesitaba y gracias,
papá.
Jones:
(exasperado) Por favor, por favor. ¿Podemos acelerar, podemos acelerar con ese
medicamento? Tú no sabes lo que has hecho (Pausa)... He intentado (aplausos de
fondo)... (Palabras ininteligibles)… Ellos vieron lo que sucedió y salió
corriendo en el monte y dejaron caer las ametralladoras, nunca en mi vida...
Pero habrá más... (Música y zumbido en el fondo). Deben moverse… ¿Usted va a
conseguir los medicamentos aquí? Tienes que moverte…
Mujer
no identificada: ¡Apresúrense!
Jones:
(Palabras ininteligibles)... tomar nuestra vida, lo dejamos, nos cansamos. No
cometemos suicidio. Hemos cometido un acto de suicidio revolucionario
protestando por las condiciones de un mundo inhumano...
Al
final todos toman el medicamento: cianuro.
Comparación
con Nueva Acrópolis
Aquellos
que no recuerdan el pasado están condenados a repetirlo, dice el rótulo sobre
la silla de Jim Jones en el Pabellón, desde donde habló y a cuyos pies quedaron
algunos de sus seguidores.
Conviene
que escuchen la grabación de Jonestown en Internet Archive, siguiendo la
transcripción al inglés. Oigan las formas de hablar, los mecanismos de apoyo a
la autoridad, los roles de cada cual, el modo en que la disidencia más sensata
no vale nada, los procesos de acción de cada uno, cómo se distinguen los miembros
superficiales de los involucrados, la falta de respeto, el hacer iguales, el
peso del adoctrinamiento, los reproches por querer vida personal, el uso de
verdades para justificar intereses, el chantaje, la tergiversación de los
buenos motivos. Oigan a la mujer que se resiste y la alusión a los que no pueden
negarse a hacer lo que no quieren. Vean el tono doctoral apoyado en el juicio
de autoridad, apoyado por los que asumen la tarea de ser políticamente
correctos y censuran a los que piensan diferente.
¿Les parece
exageración empatarlo con cualquier pseudo-escuela?
No
lo vean exagerado. La muerte, como realidad o como metáfora, es un exceso al
que se llega por “asumir el compromiso de seguir un Ideal”, de “seguir
voluntariamente la Ley de obedecer a un Maestro”. Estos son los grados a que se
puede llegar por ceder la conducción de la vida a terceras personas.
¿Por qué les ha de
parecer exagerado, si Jorge Angel Livraga Rizzi dijo lo siguiente?
“Es
más criminal el que mata a una hormiga porque sí, que el que mata un hombre con
una causa justa o ideal que lo justifique… El no matarás debe ser matizado:
mientras no sea estrictamente necesario.”
Los
mecanismos psicológicos de coerción que llevó a la gente a hacer lo que hizo en
Jonestown, no son parecidos a los de una pseudo-escuela, son los mismos. Lo
diferente es la dimensión física del final, pero no hace falta que la gente
muera. Basta con que viva dominada.
Basta
con que alguien se vincule a un sistema coercitivo y haga del abuso un modus
vivendi. Ser manipulado y morir o ser manipulado y vivir, no tiene gran
diferencia. Debajo de sus discursos e imágenes, pertenecer a una pseudo-escuela
es equiparable a estar prisionero.
En
Jonestown, la ansiedad, el miedo al enemigo externo, la búsqueda de culpables
dentro del grupo, el tachar de traidores a quienes quieren pensar, la paranoia
y la presión, tratando a sus integrantes como enemigos potenciales, no sólo
pueden ocurrir en Guyana, sino cerca de casa.
Lo
que sucede en las pseudo-escuelas es un crimen discreto. No es publicitado a
gran escala, no se conoce mucho, dentro del grupo se censura. Sin embargo, si
caes en eso, ten presente que para la mayoría de las personas de fuera, serás
una persona a la que no se puede llegar.
Tú,
darás la impresión de ser como cualquier otro, porque estudias, trabajas, comes
y duermes, pero todo lo harás a medias. Otras cosas dejarás de hacerlas.
Cuando
vemos a personas como las de Jonestown, pensamos que es inaudito y no puede
sucedernos. Desde este lado nos parece distante, cosa de locos relacionarlo con
algún otro grupo, amarillismo mencionarlo.
Estas
analogías no serán ningún amarillismo cuando el lector pierda, vivo, a un hijo,
a su esposa, a su novio, a sus padres, a un hermano, tragados por la esclavitud
de Nueva Acrópolis.
Todos
esos grupos actúan igual, tienen el mismo mecanismo de coerción. Debes darte
cuenta de que puede pasarte, ten toda la seguridad de que puedes terminar
muerto en vida, sin poder sobre tu vida, por una acción tan sencilla como
entrar a “un curso de filosofía”. Se puede iniciar una aventura en el
conocimiento y terminar siendo y haciendo lo que nunca habrías imaginado, en el
peor sentido. La muerte física, con todo lo terrible que es, no es más dolorosa
que la muerte moral cuando pierdes a un amigo, hermano o esposa en Nueva
Acrópolis.
La
mirada de esta mujer que necesita creer es un vivo reproche para nosotros, a
miles de kilómetros y a años de distancia. Es el reproche de los adultos que
cayeron en la trampa de una pseudo-escuela adornada de cultura, humanismo, arte
y filosofía, por no haber nadie, ni uno, que les avisara sobre el peligro que
corrían. Ni uno, porque todos salieron con deseos de olvidar. Esa mirada es el
reproche de los jóvenes y niños que hoy están en Acrópolis y que terminarán
siendo títeres de una inmoralidad.
Lo
que hacen estos grupos no lo hacen solos. Es con colaboración activa y pasiva,
miembros involucrados o superficiales que reciben beneficios del sistema de
mentiras o que ven para otro lado, ex-miembros que no han hecho absolutamente
nada contra la falsedad, volviéndose por eso copartícipes, corresponsables.
Personas que siguen su camino. Es más cómodo dejar que suceda, sumiéndonos en
nuestro sentir de “no querer saber nada y nadie va a decirme lo que debo
hacer”. Sin embargo, está la responsabilidad humana de señalar a estos
impostores, denunciarlos y que el mayor número de personas se enteren de su
falsedad.
Si
este libro te ha ayudado, coméntalo, pásalo a tus contactos. Si alguien te
avisara del riesgo que corres tú o uno de tus seres queridos, ¿te parecería
importante? Entonces informa a otros. Haz una cadena de favores.
Sabe
a quién ayudas. Los alienados por el grupo nunca podrán entender o lo harán
cuando sea muy tarde para ellos. Los involucrados por tener cargos, pero sin
compromiso como no lo tienen con nada en su vida, tampoco entenderán. Los que
saben pero se benefician de las mentiras, son lo mismo. A esos hay que dejarlos
atrás.
Quienes
importan son los que puedan darse cuenta de que, en Acrópolis, a las personas
les dan baratijas. Al final del día, creen que por repetir frases incompletas
de libros leídos superficialmente, saben. Creen que por emocionarse con lo que
han hecho otros, son. Creen que por vivir sin respeto a su dignidad, son
valientes que viven para la humanidad. Creen que por renunciar a sus derechos
humanos, son filósofos. Creen que trabajar sin orden, maldurmiendo, endeudados,
mintiendo, justificando la inmoralidad, los hace alguien en la vida.
Jones
diciendo a Christine, que deseaba irse de Jonestown: “sin mí, la vida no tiene
sentido… soy el mejor amigo que jamás tendrás…”
El
Manual del Dirigente sobre los que están en riesgo de irse:
“…
iniciar pláticas para que vean lo poco que la vida les ofrece si se van de
Acrópolis”.
Lidia
Pérez López tergiversando conceptos de psicología:
“Actualmente
existe una disgregación del Yo, pues conceptuamos por una parte nuestra vida
como acropolitanos y por otra, nuestra vida fuera de Acrópolis. Necesitamos
superar esa neurosis entendiendo que no hay diferencia, ya que no hay una vida
fuera de Acrópolis, pues siempre pertenecemos a ésta”.
Jim
Jones invocando juicios de autoridad de la Biblia:
“Ningún
hombre toma mi vida por mí, yo dejo mi vida”.
La
mujer no identificada en la grabación dice:
“Jim
Jones es el único dios”.
“No
para nosotros, Señor, no para nosotros, toda la gloria para ti, Señor”, cantan
en Acrópolis, emparentando a Livraga con Dios.
Ni
el olor del incienso, ni el sonido de la campana, ni la mística, ni los ecos
que despiertan las leyendas, ni la sombra de los héroes, ni sentirte unido con
el grupo, ni los sueños por tocar a las puertas de los Misterios, ni el trabajo
concienzudo y talentoso, nada de eso absolutamente es válido cuando gira en
torno a un engaño que te roba el poder en la vida, donde colaboras para
robársela a otros. Con tu sola presencia en un lugar así, aunque no hagas nada
más, estás colaborando.
Ése
es el gran engaño: tergiversar verdades para embaucar y después presentarse
como alguien justo.
Eso
es Nueva Acrópolis. Eso debe llegar a su final. Solamente tú puedes acabar con
el gran engaño.
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