Edward Maitland fue un escritor inglés, estudioso de humanismo y de esoterismo, y sobre los textos hermetistas él escribió el siguiente artículo donde recopiló el análisis que hicieron tres investigadores al respecto (y en morado añadí mis comentarios):
LOS LIBROS HERMÉTICOS
El
análisis de la Sra. Child (1)
Los libros sagrados de Hermes, la
Sra. Child en su admirable compendio dice que contenían las
leyes, la ciencia y la teología del Antiguo Egipto, fueron declarados por los
sacerdotes como compuestos durante el reinado de los dioses, anterior al de su
primer rey, Menes, y las alusiones a monumentos muy antiguos prueban su gran
antigüedad.
Había cuatro de ellos, y las
subdivisiones del total hacen cuarenta y dos volúmenes. Estos números
corresponden exactamente a los de los Vedas, que según los Puranas fueron
llevados a Egipto por los Yadavas en la primera emigración a ese país desde
Indostán. Los temas tratados en ellos eran igualmente similares, pero sigue
siendo dudoso hasta qué punto los Libros de Hermes fueron copiados de los
Vedas.
Estos libros se depositaban en los
lugares sagrados más recónditos de los templos y sólo se permitía leerlos a la
orden superior de sacerdotes.
Fueron llevados con reverencia en
todas las grandes procesiones religiosas. Los principales sacerdotes llevaban
diez volúmenes relacionados con las emanaciones de los dioses, la formación del
mundo, la anunciación divina de leyes y reglas para el sacerdocio. Los profetas
llevaban cuatro tratando de astronomía y astrología. El líder de los músicos
sagrados llevaba dos que contenían himnos a los dioses y máximas para guiar la
conducta del rey y que el cantor debía saber de memoria. Los servidores del
templo llevaban diez volúmenes más, que contenían formas de oración y reglas
para ofrendas, festivales y procesiones. Mientras que los otros volúmenes
trataban de la filosofía y las ciencias, incluidas la anatomía y la medicina.
(Me pregunto de dónde la
Sra. Child sacó esa información.)
Tal era la supuesta antigüedad y
santidad de estos himnos egipcios que Platón dice que fueron atribuidos a Isis
y que se creía que tenían diez mil años de antigüedad.
Estos textos fueron muy famosos, y
más tarde fueron muy buscados para fines alquímicos, especialmente para hacer
oro. El emperador romano Severo recopiló todos los escritos sobre los Misterios
y los enterró en la tumba de Alejandro Magno; y posteriormente el emperador
romano Diocleciano destruyó todos los documentos sobre alquimia para que Egipto
no se hiciera demasiado rico para que así siguiera siendo tributario de Roma.
(Blavatsky explicó que
Diocleciano no solo destruyó los documentos sobre alquimia sino también todos
los textos relacionados con el Hermetismo.)
Los alguna vez renombrados Libros de
Hermes se han perdido durante estos mil quinientos años. Esto es lo que se
refiere a los libros herméticos en general.
El análisis
del Dr. Menard (2)
Los Fragmentos incluidos en esta
reimpresión han sido objeto de muchas investigaciones. En los primeros siglos
del cristianismo, el Dr. Luis Menard nos cuenta que gozaban
de una gran reputación como de indudable autenticidad, invocando los Padres de
la Iglesia su testimonio en favor de los misterios cristianos, mientras que
Lactancio (el "Cicerón cristiano") decía de ellos: "Hermes, no
sé cómo, ha descubierto casi toda la verdad".
A Hermes se le consideraba un
revelador inspirado, y los escritos que llevaban su nombre pasaban por
auténticos monumentos de la antigua teología egipcia en la que Moisés había
sido instruido. Y esta opinión fue aceptada por Massilius Ficinus, Patricius y
otros eruditos del Renacimiento, quienes los consideraron como la fuente de las
iniciaciones órficas y de la filosofía de Pitágoras y Platón.
Sin embargo surgieron dudas. Fueron
atribuidos, diversamente, en base a la evidencia interna, a un judío, un
cristiano y un gnóstico. Y la conclusión a la que han llegado los críticos
recientes y que es aceptada por el Dr. Menard, es que su lugar está entre las
últimas producciones de la filosofía griega, pero que entre las ideas
alejandrinas en las que se basan, hay algunos rastros de la doctrina religiosa
de antiguo Egipto.
Fue, dice el Dr. Menard, de la
conjunción de las doctrinas religiosas de Egipto, con las doctrinas filosóficas
de Grecia, que brotó la filosofía egipcia que no ha dejado otro recuerdo que
los libros de Hermes en los que se han de reconocer, bajo una forma abstracta,
las ideas y tendencias que antes se habían presentado bajo una forma
mitológica.
Otra comparación es la que se instituye
entre algunos escritos herméticos y las Escrituras judías y cristianas,
especialmente el Libro del Génesis y el cuarto Evangelio, y las obras de Filón
y el Pastor de las Hernias (3).
"El advenimiento del cristianismo
presenta a primera vista la apariencia de una revolución radical en las
costumbres y creencias del mundo occidental. Pero la historia no sabe nada de
cambios repentinos y transformaciones imprevistas. Para comprender el paso de
una religión a otra, uno no debe contrastar sus dos términos extremos, la
mitología homérica y la simbología de Nicea, sino que es necesario estudiar sus
restos intermedios, los múltiples productos de una época de transición, cuando
el helenismo primitivo bajo discusión filosófica cambiaba cada vez más al
mezclarse con las religiones de Oriente, que entonces se confundían al avanzar
sobre Europa.
El cristianismo representa los últimos
términos de esta incursión de las concepciones orientales en Occidente. No cayó
como un rayo en medio de un viejo mundo sorprendido y horrorizado. Había su
período de incubación; y mientras buscaba una forma definitiva para sus
doctrinas, los problemas cuya solución buscaba le preocupaban igualmente. Él
piensa en Grecia, Asia y Egipto. Las ideas ya estaban en el aire y se
combinaron en toda clase de proporciones.
La multiplicidad de organizaciones místicas
que surgen en nuestros días puede dar sólo una ligera noción de esa asombrosa
química intelectual que había establecido su principal laboratorio en
Alejandría. La humanidad había puesto en competencia vastas cuestiones morales
y filosóficas: el origen del mal, el destino de las almas, su caída y su
redención; el premio ofrecido fue la dictadura de las conciencias. Prevaleció
la solución cristiana.”
Nuestro crítico procede a distinguir
en los libros de Hermes Trismegisto, entre lo que a su juicio pertenecía
respectivamente a Egipto y a Judea. Él comenta:
“Cuando
nos encontramos en estos libros las ideas platónicas o pitagóricas, debemos
preguntarnos si el autor las ha recuperado de las fuentes antiguas de donde
Pitágoras o Platón las habían extraído antes que él, o si representan un
elemento puramente griego. Hay pues espacio para discutir la influencia real o
supuesta de Oriente en la filosofía helénica.
En general, uno es demasiado responsable sobre la base de la creencia de
los propios griegos para exagerar esta
influencia, y especialmente para retrasar la fecha de la misma. Es solo después
de la fundación de Alejandría que se estableció una conexión permanente y
consistente entre el pensamiento de Grecia y el de otros pueblos, y en estos
intercambios Grecia tenía mucho más para dar que para recibir.
Los
orientales, al menos aquellos que entraron en contacto con los griegos, nunca
parecen haber tenido una filosofía propiamente dicha. El análisis psíquico, la
investigación de los fundamentos del conocimiento y de las leyes morales, y su
aplicación a la vida social, eran cosas absolutamente desconocidas en Oriente
antes de la invasión de Alejandro.
(Difiero completamente con esto porque mi investigación me ha demostrado
que en la antigüedad los orientales tenían un conocimiento mucho más avanzado
que los occidentales en asuntos esotéricos y místicos.)
La
expresión respecto a sus compatriotas que Platón atribuye al sacerdote egipcio
quien dijo: “Vosotros los griegos no sois más que niños; y no hay ancianos
entre vosotros”, podría referirse a Oriente y al mismo Egipto. El espíritu
científico es tan ajeno a esos pueblos como el instinto político. Pueden
resistir, a través de largas eras, pero nunca podrán alcanzar su virilidad. Son
jóvenes de avanzada edad, siempre a la cabeza y tan incapaces de buscar la
verdad como de hacer justicia.
Iniciado
en la filosofía por Grecia, Oriente no podía sino dar a cambio lo que tenía: la
exaltación del sentimiento religioso; Grecia aceptó el intercambio. Cansada del
escepticismo producido por la lucha de sus escuelas, se arrojó, por reacción,
en fervores místicos precursores de una renovación de la Fe.
Los
libros de Hermes Trismegisto son un lazo de unión entre los dogmas del pasado y
los del futuro, y es por este lazo que se vinculan a cuestiones actuales y
vivas. Si pertenecen todavía al paganismo, es al paganismo en sus últimas
horas, siempre lleno de desprecio por la nueva fe, y negándose a abdicar en su
favor porque guarda el depósito de la vieja civilización que se extinguirá con
ella, ya cansada de una lucha desesperada, resignada a su destino, y volviendo
a dormir para siempre en su primera cuna, el antiguo Egipto, la tierra de los
muertos."
El Dr. Menard concluye así:
"Los
libros herméticos son los últimos monumentos del paganismo. Pertenecen a la vez
a la filosofía griega y a la religión egipcia, y en su exaltación mística
inciden ya en la Edad Media. Entre un mundo que es final y un mundo que
comienza, se asemejan a esos animales que por su naturaleza indecisa sirven
como un enlace entre diferentes órdenes de organizaciones. Estas creaciones
mixtas son siempre inferiores a cada uno de los grupos que conectan entre sí.
No comparables ni con la religión de Homero ni con el cristianismo.
Los
Libros de Hermes nos permiten comprender el método del paso del mundo de uno a
otro. En ellos las creencias que nacían y las creencias que morían se
encontraban y se daban la mano."
(Blavatsky explicó que
con excepción de La Tabla de Esmeralda,
todos los otros “Libros de Hermes” son una mezcla del antiguo y genuino
Hermetismo, pero también con otras ideas añadidas por griegos, romanos y
posteriormente cristianos.)
El
análisis del Sr. Plumptre
En contraste con, y también como
sostenemos, en corrección de la opinión así expresada con respecto a las
filosofías relativas de Grecia y Oriente, aducimos los siguientes pasajes del
libro del Sr. Plumptre "La Historia
del Panteísmo" (4):
"Desde
nuestra más tierna infancia se nos ha enseñado generalmente a considerar a los
hebreos como aquellos a quienes debemos todo nuestro conocimiento de teología y
religión, y en gran medida incluso nuestro conocimiento de Dios mismo.
Y
también se nos ha enseñado a considerar a los griegos como aquellos de quien
hemos obtenido todo nuestro conocimiento de las artes y las ciencias, la
filosofía, y hasta cierto punto todo lo que se comprende dentro de la palabra
sabiduría, de quienes hemos obtenido todas nuestras nociones de disciplina y
ley.
En
cuanto a nuestras relaciones con los hebreos y los romanos, la definición es
bastante precisa. No así con los griegos. Hay de hecho una cierta precisión
superficial en la afirmación, por supuesto debemos una buena parte de nuestro
conocimiento y aprendizaje a los griegos, pero donde la definición es errónea
es en esto: nos lleva a inferir de ella que los griegos fueron los primeros que
cultivaron el amor por el aprendizaje por sí mismo, que ellos no obtuvieron su
conocimiento de otras naciones sino que fueron sus autores. Casi podría
llevarnos a implicar que fueron las primeras personas que alcanzaron algún
grado de civilización.
Pero
el más mínimo conocimiento de la historia egipcia o hindú es suficiente para
hacernos detectar una falacia tan obvia, y nos lleva fácilmente a desacreditar esa
afirmación. La civilización de Egipto se remonta tanto a la historia del mundo
que es casi imposible decir cuándo comenzó". Casi en general se reconoce
ahora que Moisés obtuvo la mayor parte de su conocimiento de su conexión con
los egipcios; y en ese caso, incluso nuestras primeras ideas de la religión
pueden rastrearse hasta una fuente egipcia".
(Concuerdo con el Sr. Plumptre.)
El Sr. Plumptre continúa afirmando
que mientras los hindúes y los egipcios habían estado en posesión durante mucho
tiempo de sistemas religioso-filosóficos del orden intelectual más alto, los
griegos estaban hundidos en la ignorancia y la superstición del tipo más
irracional, hasta que ocurrió un evento que revolucionó, o más bien dicho, dio
el primer impulso al pensamiento griego, de modo que poco tiempo después Grecia
saltó de un estado de ignorancia infantil a uno en el que se convirtió, tanto
comercial como filosóficamente, en la principal potencia del mundo.
Este acontecimiento trascendental
fue la apertura de los puertos egipcios por Psamético, en el año 670 a. de C.
Antes de ese momento, los egipcios habían sido excluidos de toda relación con
Europa y el Mediterráneo por una exclusión más rigurosa que la que hasta hace
poco se practicaba entre China y Japón; y Egipto era para los griegos una
tierra de misterio y fábula, como lo atestiguan las alusiones a ella en Homero y
Hesíodo.
Pero con el derrocamiento del
sistema de aislamiento que había prevalecido durante tantos miles de años, la
influencia del acontecimiento sobre el progreso de Europa fue tal que no se
podía exagerar. Primero Grecia, luego el resto del mundo, le debieron su
civilización. Destruyó la creencia en las antiguas mitologías y dio origen a la
filosofía griega.
Hay un aspecto en el que esta
declaración requiere modificación. Las mitologías griegas pueden haber sido
fábulas irracionales tal como fueron recibidas popularmente y sin la clave para
su interpretación, pero en realidad eran símbolos que denotaban al mismo tiempo
que ocultaban, profundas verdades ocultas. Y aunque su presencia en Grecia en
un período tan temprano muestra que los colegios de los Misterios Sagrados
florecieron allí mucho antes del surgimiento de la filosofía griega, la
identidad de las doctrinas que simbolizaron con las de Egipto y Oriente muestra
que hubo relaciones religiosas entre estos países mucho antes de que hubiera
intercambios políticos, comerciales o filosóficos.
La empresa misionera extranjera de
ninguna manera se originó con el cristianismo. Los Misterios Sagrados estaban
continuamente migrando y plantándose en nuevos terrenos antes de la
civilización secular. La emigración de Abraham y las huidas de Baco y de Moisés
fueron sin duda hechos de este carácter.
La conclusión del Sr. Plumtre de que
cualquier coincidencia que existiera entre el pensamiento filosófico griego y
egipcio se debió al reconocimiento y adopción de este último por parte de los
griegos, nos parece imposible de eludir y consideramos que las inferencias del
Dr. Menard en sentido contrario se deben a que él no logró combinar con su
conocimiento clásico, un conocimiento de los métodos y tradiciones herméticos y
cabalísticos.
Aquellos que están enamorados de los
métodos convencionales son incapaces de reconocer ningún órgano de
conocimiento excepto las facultades superficiales, o cualquier plano de
conocimiento que trascienda el alcance de esas facultades, son necesariamente
intolerantes con la idea de que ha habido en el mundo desde los tiempos más
remotos un sistema de doctrina esotérica y positiva acerca de los misterios más
ocultos de la existencia, de tal carácter, y así obtenido, que cumple todas las
condiciones requeridas para constituir una revelación divina.
Sin embargo esta es la conclusión a
la que nos hemos visto obligados por la pura fuerza de la evidencia, a la vez
exotérica y esotérica. Es en Indostán y Egipto donde encontramos sus primeros
vestigios; y si como ciertamente es el caso, hay coincidencias entre las
antiguas doctrinas de aquellas tierras, y las de Grecia, Judea y la
cristiandad, es porque la misma verdad ha pasado de pueblo en pueblo,
encontrando en todas partes reconocimiento y siendo refutada.
Formulada de diferentes maneras
según el genio del tiempo y lugar de su estancia. A esto podemos agregar que es
un proceso que inevitablemente debe continuar hasta que el hombre se haya
vuelto tan degenerado como para perder todo cuidado y percepción de la verdad;
o regenerarse hasta el punto de alcanzar la plena percepción de la verdad y
fijarla para siempre como su posesión más preciada.
Conclusión
Pero sea como fuere, hemos visto que
incluso la crítica más destructiva se ve obligada a hacer estas tres
importantes admisiones:
A)
Que la doctrina contenida en los
libros herméticos es en parte, al menos, una supervivencia de los tiempos del Antiguo
Egipto, y por lo tanto realmente hermética.
B)
Que hay una coincidencia entre la
doctrina que así ha sobrevivido y la del cristianismo.
C) Que esta coincidencia ha sido reconocida y acogida por la
Iglesia, al admitir que el cristianismo, lejos de ser algo completamente nuevo
y sin precedentes en el momento de su creación, representa un desarrollo o
reformulación de; doctrina preexistente desde hace mucho tiempo.
Notas
1.
Libro "El Progreso de las Ideas
Religiosas".
2.
Libro "Hermes Trismegisto. Traducción Completa".
3.
Un título idéntico al de Pymander, o
Pastor, de Hermes.
4.
Vol. I, B. II.
(Fuente:
libro La
Virgen del Mundo de Hermes Mercurio Trismegisto.)
Cid,una cuestión; cómo y por donde empiezo en esto de desarrollar cualidades,(por ejemplo carezco de ética) Por donde iniciar?
ResponderBorrarPues puedes comenzar por ahí: esforzándote por ser más ético.
Borrar1 Otra consulta:¿…como vivir de forma elevada?
ResponderBorrar2 Yo no tengo aspiraciones de ninguna clase (sí nada nada) en mi día día y en lo que vivido en todo este tiempo, ¿acaso debo preocuparme? ¿Qué se yo a nivel oculto?
3 ¿Como podría averiguar cuál es mi misión en esta vida?
1. Buscando desarrollar tus cualidades.
Borrar2. No tienes que preocuparte si no haces esfuerzos, simplemente evolucionas mucho más lento.
3. Observándote y analizando hacia donde te lleva la vida.