Lily
Dunn es una escritora inglesa que en un artículo relató su experiencia de ser la
hija de un seguidor de Osho, y a continuación les hago un resumen de lo que
ella narró al respecto:
No
teníamos idea de cuándo nuestro padre volvería a casa, así que mi hermano y yo
nos dijimos que papá estaba muerto. Él no se había despedido de manera amable,
con palabras bonitas y tranquilizadoras, y asegurándonos que pronto regresaría.
Simplemente un día se levantó, hizo sus maletas y desapareció. Y posteriormente
supimos que él se había ido a la India con su nueva novia italiana.
Mi
madre dice que fue en esa época (cuando yo tenía seis años) que cambié
radicalmente mi carácter. De ser brillante, confiada y atrevida, me volví
pálida, muda y tímida, y también olvidé mi sonrisa. Tengo recuerdos en la
escuela, buscando esconderme detrás de mis compañeros, sin poder hablar y con un
nudo perpetuo en la garganta.
Era
1979. Un día él llamó, y una recepcionista india le preguntó a mi madre que si aceptaba
la llamada por cobrar, y ella escuchó una voz vacilante y tambaleándose entre
una multitud de sonidos, el chillido de los periquitos, las lágrimas de risa y
la alegría ahogando los restos de todo lo que le era familiar.
- "Tienes hijos aquí", dijo mi madre
con calma deliberada. "Piensa en
ellos".
Seis
meses después él regresó y nos encontramos en la calle de Hampstead High. Hacía
frío, metí mis manos en mi abrigo de lona para tratar de detener el temblor. Mi
hermano llevaba una chaqueta y una larga bufanda de Doctor Who. Era un día gris
de octubre.
Nuestro
padre salió de su Citroën DS Safari. Parecía más pequeño que su metro setenta, y
estaba bronceado y muy delgado por la disentería. Sus hombros parecían una
percha para ropa de gran tamaño, y el parecía un salvaje, pero su sonrisa era
beatífica y sus ojos miraban hacia el horizonte.
Su
novia permaneció en el auto, ella era de cabello oscuro y despeinado, ropa de
color naranja a rojo desteñido; ella era una desconocida para nosotros en ese entonces.
¿Y nuestro padre? Iba vestido con un chándal morado de mezcla de vinilo Ellesse
con coderas y polainas de plástico, y un collar largo de cuentas. El sudor
brillaba en su frente, a pesar del frío de Londres, como si hubiera traído el
calor con él. Y su barba era salvaje y salpicada de brillo.
Más
tarde, desde la comodidad de su regazo, él debía alisar las cuentas de su collar,
éstas eran redondas, brillantes y marrones, y con el retrato en un colgante con
borde dorado de un hombre vestido todo de blanco y con un enfoque suave,
excepto para sus ojos marrones profundos y de párpados pesados. Ese era el gurú
a quien mi padre se había entregado.
¿Pero quién era él?
¿Por qué nos abandonó para ir con él?
En
los años siguientes, mi hermano y yo pasamos muchas horas mirando videos del
gurú de papá, escuchando sus discursos, con sus vocales susurrantes y forzadas,
y obligando a nuestros ojos a permanecer abiertos para que por fin pudiéramos
atraparlo cuando finalmente cedía a parpadear.
Bhagwan
Shree Rajneesh fue conocido por primera vez por sus seguidores simplemente como
Rajneesh, traducido del sánscrito como el "Bendito que se ha reconocido a
sí mismo como Dios", o más exactamente, el "Santo Glorioso Señor de
la Oscuridad". Posteriormente fue conocido como Bhagwan, y más tarde,
después de un conflicto con el gobierno de los Estados Unidos, cambió su nombre
a Osho.
Nacido
en 1931, y originalmente se llamaba Chandra Mohan Jain, era el mayor de once
hijos de un comerciante de telas en un pequeño pueblo en el centro de la India.
Como estudiante era rebelde y agitador, pero también estaba dotado de un gran talento
para la oración, y después de haber obtenido un título en filosofía, se vivió
famoso al hablar en público.
En
1953, a los 21 años, afirmó haberse iluminado, atraído por un árbol de maulshri,
donde "todo se volvió luminoso y recibió la bendición". Su ashram se
desarrolló desde un pequeño apartamento en el calor pegajoso de Mumbai, donde
inició a su primer sannyasin (discípulo), hasta el clima más fresco de Pune.
Bhagwan
tomó su influencia de una serie de filosofías y religiones, una especie de mezcolanza
del hinduismo oriental, el zen y la psicoterapia occidental. En el corazón de
la filosofía tradicional hindú, como lo cita el erudito indio Sri Shantananda
Saraswati, está la creencia de que "para comenzar a ser lo que eres,
primero debes salir de lo que no eres".
Y
el movimiento de Bhagwan surgió de esa premisa: arroja el ego, tus neurosis,
las construcciones artificiales heredadas del daño inevitable de nuestra
sociedad y las generaciones de la familia, y las demandas cotidianas de vivir
en el mundo civilizado, y descubrirás tu esencia: el verdadero tú.
Él
creía en un estado ideal, primitivo e inocente, y quería que sus discípulos
aspiraran a esa libertad también a través del amor, la rendición y el sexo.
Los
devotos de Bhagwan deben vivir en armonía con todos y con la naturaleza. Serán
"creativos", capaces de transformar su energía reprimida en algo
productivo como la música o la poesía. Y vivirán en el amor.
Sus
seguidores, originalmente indios, pronto crecieron para incluir multitudes de
europeos y estadounidenses, en su mayoría de clase media, educados y ricos, que
emergieron de la revolución sexual de los años sesenta, mirando hacia la
generación de sus padres como los opresores.
Pero
regresemos a mi historia.
Ese
día en Hampstead, nuestro padre nos dijo con euforia a mi hermano y a mí:
- "Ahora tengo un
nuevo nombre, de ahora en adelante seré conocido como Purvodaya."
- “¿Pur-vo-qué?” me exclamé.
Metí
mis manos más profundamente en mi abrigo y lo miré. Mi hermano y yo fruncimos
el ceño, sorprendidos repentinamente por esa abrupta revelación.
- “Pero si ya no eres
el hombre que eras, ¿eso significa que ya no eres nuestro padre?” pregunté preocupada.
Había
un elemento de ridículo, incluso para nosotros a una edad tan temprana: nuestro
padre disfrazado de monje oriental, parado en frente de nosotros asegurando que
ahora él era otra persona. Mi hermano me empujó y me llamó la atención. Quizás era
una fase pasajera por lo que nuestro padre estaba pasando. Y a pesar de sus
excentricidades nosotros lo abrazamos. Éramos niños, teníamos apertura,
curiosidad, confianza, éramos propensos a aceptar y a perdonar, y lo amábamos.
Y su larga ausencia lo hizo aún más entrañable.
Al
final de mis veinte años, investigando para mi primera novela, le escribí a mi
padre y le pregunté sobre su vida. Y recientemente, cuando me mudé de casa,
encontré la carta que él me envió en respuesta, contándome sobre su primer
trabajo como camionero, y luego subiendo la escala social, desde lavar ventas
hasta la gestión de su propio negocio.
De
las razones por las que se convirtió en sannyasin, indicó su inestabilidad en su
matrimonio con mi madre (habló de sus infidelidades como una especie de
compulsión). De su tiempo en Pune, señaló sobre un momento antes del amanecer, donde
una fila de hombres y mujeres se deslizaban por la oscuridad. Era la procesión
diaria a la Meditación Dinámica de la mañana, donde ellos gritaban, rugían,
golpeaban almohadas, y a veces, entre sí. Pero a veces como precuela:
"Todo estaba en silencio".
En
Pune, el sol era cálido y la luz rica. Los sannyasins vivían en chozas de
madera y vestían lunghis, teñidos en tonos naranjas, granates y rosados, que es
el vestido tradicional de los monjes hindús. Y los discípulos de Bhagwan también
se colgaban las malas en el cuello o
debajo del brazo mientras bailaban o hacían el amor.
Ellos
trabajaban como comunidad, cocinando, cavando, recogiendo fruta, mientras sus
niños, también vestidos de rojo, jugaban en el polvo y la suciedad.
Supuestamente
se enfrentaban a sus miedos debajo de amplios toldos de lona, con los hombros balanceándose y los brazos al
cielo, al ritmo de tambores vivos y un fondo de luz, calor y bambúes.
Respiraban caóticamente y aullaban, colapsando en el suelo, formando estrellas
rosas de cuerpos exhaustos.
Durante
su discurso diario de 90 minutos, Bhagwan se sentaba ante sus seguidores
vestidos de coral e impartía su sabiduría con risas en los ojos y las manos
juntas en forma de namaste (que es el saludo en la India).
Ser
un sannyasin era estar abierto, absorbente como una esponja marina. Sus
seguidores flotaban en un perpetuo estado de "felicidad", como un
trance, soñador y desconectado. Bhagwan desalentó a "escuchar"; en
cambio, la gente debía senti, dejar que sus palabras nadaran en su interior
como en una ola.
Aquí,
mi padre se sintió libre de ser él mismo. Podía usar una falda si así lo quería,
un pañuelo rosa alrededor de su cabeza; podía comer sandía; podía tener sexo
con muchas amantes, lo cual él hizo.
"Es
muy difícil describirlo todo", escribió. "No porque no quiera, sino
porque la realidad estaba solo en el sentimiento y el ser, y no en la mente, y
por lo tanto, no podía ser realmente memorizado".
Mi
padre se crió en un rincón tranquilo del sureste de Inglaterra, donde sucedía
muy poco. Sus padres eran un ingeniero y una dependienta. Él fue producto de
una infancia que el internado rompió prematuramente: "Se un hombre"
le había advertido su padre, cuando su hijo gritó que lo llevaran a casa. Pero
el hogar con todas sus comodidades acrílicas, era claustrofóbico, sofocante en
invierno y lento en verano.
Esta
existencia mundana condujo a mi padre, y a muchos otros como él, a buscar una
experiencia más apasionante y sensual. A veces me pregunto si nuestra vida en
Londres no se convirtió en su maldición.
No
tiene por qué ser así, dijo Bhagwan, quien emocionó a sus devotos para
finalmente decirles: "¡Despierten!". Se les había dejado entrar en
secreto, y ahora eran los elegidos.
Bhagwan
dio a sus discípulos permiso para abandonar sus responsabilidades; aquellas
cosas que los agobiaban. En cambio las necesidades de "el yo" eran
primordiales. "Él creó una especie de descuido estructurado", así lo
describe mi padre. "Si otra persona sufría algún problema emocional
(celos, ira, miedo, duda) era su problema".
Mi
padre admitió haber sido al principio un desastre cuando se unió al movimiento
por primera vez, después de haber pasado por varias terapias para tratar de
abordar su inquietud. Pero según él, todo cambió después de su darshan o audiencia con el gurú, cuando
le dieron un mala y un nuevo nombre.
Entonces se asentó más, aunque, por supuesto, su vida no.
Poco
después de regresar de Pune, mi padre y su novia alquilaron un pequeño apartamento
en el último piso en Primrose Hill, y su incapacidad para vivir ahí se hizo
evidente cuando pudieron financiar su próximo viaje a la India.
Nosotros,
sus hijos, nos quedamos atrás como una ocurrencia tardía, para convertirnos
simplemente en una anécdota que perteneció a una época en que papá no se
conocía a sí mismo.
Sus
amigos vestidos de marrón rojizo asentirían y sonreirían en reconocimiento. En
cambio mi madre se quedó para recoger las piezas, ya que la compañía editorial de
mi padre fue puesta en quiebra por deudas acumuladas, y casi perdimos nuestra
casa a causa de un préstamo bancario que él no pagó.
Mi
padre murió hace diez años de alcoholismo.
(Fuente:
aeon.co/essays/lost-innocence-the-children-whose-parents-joined-an-ashram)
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