LA EXTRAORDINARIA MAMPOSTERÍA ‘INCA’



Muchas construcciones incas fueron realizadas con piedras en bruto o semitrabajadas puestas en mortero, mientras que otras tenían muros de adobe, usualmente con cimientos líticos, pero algunas de las construcciones atribuidas a dicho pueblo evidencian un uso tan preciso de los bloques y con un calce tan ajustado y sin mortero, que ni siquiera se puede insertar la hoja de un cuchillo entre ellas.

A veces se emplearon bloques más o menos rectangulares (sillar), pero en lugar de tener caras rectas, son más bien onduladas, y aún así ensamblan perfectamente con los bloques contiguos.

El trabajo en piedra más avanzado produjo bloques poligonales de 12 ángulos o más, perfectamente entrelazados con todos los bloques vecinos; algunas de las piezas son verdaderamente titánicas y pesan al menos 100 toneladas, todo lo cual deja sin palabras a los investigadores.

En lo que concierne a las articulaciones laterales entre los bloques, el ajustado calce que hay desde el frente de la muralla a veces tiene sólo unos pocos centímetros de profundidad y el interior de la junta está rellenado con escombros, pero en muchos casos el calce del ajuste lateral se extiende a través de todo el grueso del muro, tal y como lo hacen las juntas de cimiento (horizontales), haciendo que estas murallas resistan terremotos. El hecho de que los muros “incas” tiendan a inclinarse hacia el interior entre 3 a 5 grados también contribuye a su estabilidad.


Muro en la calle Hatunrumiyoc, Cuzco. Las piedras poligonales usualmente tienen caras en forma de cojinete (convexas) y junturas biseladas y hundidas.

Para cortar, formar y revestir los bloques de piedra, se piensa que los incas usaron martillos del mismo material tales como adoquines de río, principalmente hechos de cuarcita y que pesaban hasta 10 kilos.

Supuestamente, los constructores lograron un calce perfecto entre las piedras adyacentes mediante ensayo y error: primero formaban un bloque en el suelo, luego lo colocaban en la pared para verificar el calce, y entonces lo rebajaban nuevamente para desprender más roca, y así el proceso se repetía una y otra vez hasta que se conseguía el ajuste adecuado.

Otros investigadores opinan que, una vez que el primer bloque había sido esculpido y encajado en un lugar, de alguna forma los constructores mantenían suspendido el canto rodado siguiente por andamiaje respecto del anterior, y trazaban la figura de aquél en el próximo, de tal manera que no sería necesario levantarlo del lugar y pulirlo tantas veces, una técnica que se conoce como “trazado por contraste”.

Jean-Pierre Protzen condujo experimentos que lo convencieron de que probablemente el método más usado fue el de ensayo y error para dar forma a las piedras [1].

Protzen tomó un bloque rectangular y tosco de andesita, que medía 25 por 25 por 30 cm y luego lo machacó para darle una forma más regular. También esculpió una depresión cóncava en una roca más grande, en cuyo fondo la pequeña piedra que ya había formado encajó sin problemas. Los martillos que utilizó tenían una dureza de unos 5.5 en la escala de Mohs, apenas la misma del bloque de andesita, pero los martillos de piedra eran más ásperos que dicho mineral y que se fragmentaba fácilmente.


El método de Protzen.

Las piedras de riolita soldadas que se utilizaron en el sitio “inca” de Ollantaytambo tenían una dureza de entre 6 y 7 en la escala de Mohs. Protzen no menciona haber llevado a cabo experimentos con ese tipo de roca, y tampoco intentó pulir piedras entrelazadas y de muchos ángulos, ni experimentó con bloques de tonelaje múltiple.

A. Hyatt Verrill escribe:

« Ningún hombre cuerdo puede aceptar que una piedra de 20 toneladas fuera recortada por aquí y por allá, colocada en su lugar, retirada, ajustada y pulida una y otra vez, hasta que se obtenía un calce perfecto.

Incluso si podemos imaginar tal labor hercúlea siendo llevada a cabo interminablemente, en muchos casos habría sido imposible debido a que las piedras se hallan muy trabadas entre sí. Y aunque muchos de los bloques son bastante cuadrados o rectangulares y tienen seis caras, muchas de sus formas son irregulares y algunos presentan hasta 32 ángulos.

La única manera en que se podrían haber encajado tales formas complejas con esa increíble exactitud era cortando cada bloque a medidas extremadamente finas, o por medios de un patrón predefinido, un proceso que indicaría que estas gentes prehistóricas poseían un conocimiento más avanzado y profundo de ingeniería y matemáticas muy elevadas. » [2]

Cuando se machaca un bloque con un martillo de piedra, quedan marcas o pequeños orificios, y en el caso de la caliza, se produce una decoloración blanquecina en o alrededor de la cicatriz. Así, Protzen afirma que las piedras empleadas en los muros incas que muestran trazas similares es una prueba de que sólo se había utilizado su propio método, citando a varios escritores del tiempo de la conquista para apoyar su tesis.

Garcilaso de la Vega escribió en el año 1609 que los incas no tenían otras herramientas para trabajar las rocas que algunas “piedras negras”, con las cuales revestían la piedra al machacar en lugar de cortar.

José de Acosta, un sacerdote jesuita que viajaba con los conquistadores, escribió en 1589:

« Los edificios y fábricas que los Incas hicieron en fortalezas, en templos, en caminos, en casas de campo y otras, fueron muchos y de excesivo trabajo (...) y no usaban de mezcla, ni tenían hierro ni acero para cortar y labrar las piedras, ni machinas, ni instrumentos para traerlas; y con todo esos están tan sólidamente labradas, que en muchas partes apenas se ve la juntura de unas con otras» [3]

No hay duda de que tales técnicas fueron usadas durante los tiempos incas, pero,

¿Fue ése su único método?

Y más importante aún,

¿Fueron todas las construcciones de estilo inca realmente edificadas por ellos?

¿O la mampostería poligonal y ciclópea era la obra de una cultura mucho anterior?


Los bloques están cubiertos de pequeñas marcas, que son más finas en los bordes que en el centro de la cara, sugiriendo que se usaron martillos de piedra de diferente tamaño [4].

La cantera de Kachiqhata está situada a unos 5 km de Ollantaytambo, en un barranco del lado opuesto del río Urubamba y entre 400 y 900 m sobre el suelo del valle. Este sitio proveía la riolita rosa, también conocida como porfirio o granito rojo, para el Templo del Sol en Ollantaytambo.

Otra cantera, la de Rumiqolqa, se localiza a 35 km al suroeste de Cuzco y de ella se extrajo mucha de la andesita usada en la capital imperial, y ambas canteras tienen redes de acceso que llevan a los puntos donde se recuperaron las piedras de construcción.

Al menos tuvieron que retirarse 40’000 metros cúbicos de tierra y rocas para construir la elaborada red de caminos, rampas y deslizadores que conectaban las canteras de Kachiqata con las principales áreas de construcción, y en ese lugar, las rocas parecen haber sido seleccionadas de desprendimientos rocosos, mientras que, según Protzen, en Rumiqolqa la piedra se rompió del filón con barras o palancas de bronce de un metro o con bastones de madera.

Protzen afirma que el pulido y las estriaciones en algunos de los bloques en Ollantaytambo es evidencia de que fueron arrastrados por un largo camino desde las canteras a lo largo de rampas y senderos.

Los bloques megalíticos en Kachiqhata tuvieron que ser arrojados de un deslizador con una increíble pendiente de 40°, terminando en una caída horizontal de 250 m y luego transportarse a través del río y llevados a la fortaleza.

Protzen se pregunta cómo se hizo esto para arrastrar bloques que pesaban hasta 140 toneladas, pues en ese caso y en la rampa de Ollantaytambo, que tiene una pendiente de 10°, la tarea requeriría unos 2’400 hombres, y el investigador afirma que es difícil determinar dónde podrían haber permanecido ya que las rampas tienen sólo unos 6 a 8 m de ancho.

Otros problemas sin resolver, dice él, son las técnicas para amarrar cuerdas a los bloques y saber los métodos para maniobrar y levantar las grandes piedras en el lugar. También puntualiza que, distinto al caso de las rocas en Kachiqata, los materiales extraídos en Rumiqolqa fueron finamente revestidos en el sitio, pero no evidencian ninguna señal de arrastre, y de esta forma el autor concluye no tener idea de cómo se transportaron dichas piezas.

Garcilaso de la Vega cuenta acerca de un desastre que ocurrió mientras los incas transportaban un gran bloque desde una cantera a Ollantaytambo. La piedra es conocida como “sayccusca rumi” (piedra cansada) y mide 6.2 m de largo, 4.6 m de ancho y 1,1 m de espesor, la que fue llevada a través del río pero se abandonó a unos 700 m desde el ascenso a las ruinas.

Garcilaso escribe:

« La verdad historial, como la contaban los Incas amautas, que eran los sabios filósofos y doctores en toda cosa de su gentilidad, es que traían la piedra más de veinte mil indios, arrastrándola con grandes maromas. Iban con gran tiento; el camino por do la llevaban es áspero, con muchas cuestas agras que subir y bajar; la mitad de la gente tiraba de las maromas por delante; la otra mitad iba sosteniendo la peña con otras maromas que llevaban asidas atrás, porque no rodase por las cuestas abajo y fuese a para donde no pudiesen sacarla.

En una de aquellas cuestas (por descuido que hubo entre los que iban sosteniendo, que no tiraron todos a la par) venció el peso de la peña a la fuerza de los que la sostenían, y se soltó por la cuesta abajo, y mató tres o cuatro mil indios de los que la iban guiando; mas con toda esta desgracia, la subieron y pusieron en el llano donde ahora está.

La sangre que derramó dicen que es la que lloró, porque la lloraron ellos y porque no llegó a ser puesta en el edificio. Decían que se cansó, y que no pudo llegar allá, porque ellos se cansaron de llevarla; de manera que lo que por ellos pasó atribuyen a la peña» [5].

Muchos bloques sin terminar muestran “marcas de trabajo” o “marcas de corte”. Existen tres patrones diferentes: cavidades toscas, marcas espatuladas similares a un cuadrado y “canales” paralelos. Y se hallan marcas parecidas en bloques de Tiwanaku (Bolivia) y también en algunos sectores del obelisco sin terminar labrado en granito y en rocas circundantes de Asuán (Egipto), que se cree fue moldeado con bolas de dolerita.

Marcas de trabajo: cavidades cóncavas, espatuladas y en forma de canales [6].



Obelisco sin terminar en Asuán. Habría pesado 1’168 toneladas y medido 41.7 m de alto, pero se dejó sin terminar debido a un defecto en la roca [7].



Muro en la calle Hatunrumiyoc en la ciudad de Cuzco [8].



Un método antiguo muy común para partir rocas era practicar una serie de pequeños hoyos y entonces insertar cuñas de madera saturadas que se expandían y rompían la roca. Izquierda: cantera de Macchu Picchu. Derecha: cantera de Asuán [9].


Muchas piedras de murallas “incas” tienen extrañas protuberancias o redondeles de varias formas y tamaños, que parecen estropear la belleza de la mampostería y se encuentran generalmente en la parte más baja de los bloques que han sido calzados. Y comúnmente, se asume que fueron usados para manipular los bloques, quizá al amarrarles cuerdas o aplicando palancas contra ellos.

Los bloques de las canteras suelen tener grandes protuberancias, mientras que aquéllos que han sido calzados, o los que se hallan dispersos en los sitios de construcción inca, o que fueron abandonados a lo largo de la ruta desde la cantera, tienen muchas prominencias más pequeñas que no podrían haber tenido cuerdas amarradas a ellos, porque el posicionamiento de esas convexidades parece más bien al azar. Puesto que claramente no se necesitaron para el transporte o manejo de los bloques en los sitios de construcción y no siempre fueron removidos una vez que los bloques estaban en su lugar, estas singulares marcas pueden tener alguna función simbólica.

Se pueden apreciar prominencias similares en los bloques del Templo de Osireion en Abbidos, Egipto, y en algunas de las piedras de granito revestido usadas en la parte inferior de la tercera pirámide (“Menkaure”) en Giza.


El Osireion, Abbidos [10].


Revestimiento de granito, pirámide de Menkaure, Giza.


Protzen presta atención a ciertos bloques de cortes serrados y hoyos taladrados, puntualizando que aún no se ha encontrado ninguna herramienta inca que sea capaz de realizarlos.

Un corte serrado de 8 mm de ancho y 10 mm de profundidad, y un bloque de riolita taladrado con un hoyo de 4 cm de diámetro y 7 cm de profundidad [11].


Un bloque taladrado en el Coricancha, Cuzco.

En Ollantaytambo y otros sitios incas, a veces los bloques se conectaban con barras o grapas de cobre en forma de I. Protzen expresa su asombro al ver que los interiores de los huecos en T de los bloques a ser ensamblados eran modelados tan esmeradamente como las superficies en que se esculpían.

También se usaron grapas de metal en Tiwanaku y Puma Punku (Bolivia), y generalmente se piensa que una mezcla de cobre fundido fue vertida en las indentaciones practicadas en los bloques, los que habrían sido depositados en el suelo con las superficies a ser unidas cara arriba.

Se dice a menudo que el propósito de los enganches era fortalecer la estructura, y en este sentido Maurice Cotterell afirma que, si piedras tan grandes que pesan 10 toneladas o más fueran concebidas para ceder, entonces las suaves grapas de cobre se romperían y propone que los artefactos fueron diseñados para conectar eléctricamente los bloques líticos a tierra [12].

Estas barras se usaron frecuentemente en varias culturas del Viejo Mundo. Por ejemplo, los egipcios las empleaban para acoplar unidades de mampostería en sillar, a menudo con encajes de madera. Los griegos también enganchaban bloques de sillar sistemáticamente y otros elementos de construcción; sus grapas estaban hechas de hierro y recubiertas con plomo [13].

Y estas piezas metálicas también se utilizaron en India e Irán, y en Angor Wat en Camboya [14].



Piedras con moldes de grapas en Ollantaytambo, Puma Punku, Dendera (Egipto) y Angor Wat (Camboya).


Moldes en forma de U en bloques del Coricancha (Cuzco).





EL SUAVIZADO DE LA PIEDRA

Hiram Bingham recorrió Sudamérica a comienzos de la década de 1900 y es famoso por el descubrimiento de Macchu Picchu en 1911. Pues bien, Bingham señala que:

« Los peruanos actuales son muy dados a especular sobre el método que emplearon los incas para hacer que sus piedras calzaran tan perfectamente. Una de las historias favoritas es que este pueblo conocía una planta cuya savia hacía tan suave la superficie de un bloque, ¡que el maravilloso ajuste fue hecho frotando las piedras por unos pocos momentos con este mágico zumo vegetal! » [1]

Percy Fawcett, explorador que desapareció con su hijo mayor en 1925 durante una expedición para hallar una antigua ciudad perdida en las inexploradas junglas de Brasil, escuchó y registró otros relatos similares sobre esta cuestión:

« Por todo el territorio peruano y boliviano se puede encontrar un pequeño pájaro parecido a un martín pescador, y que fabrica su nido en hoyos redondos hechos con esmero en los escarpados rocosos sobre el río. Estos agujeros pueden ser vistos con toda claridad, pero usualmente no son accesibles, y, cosa extraña, se hallan sólo donde habitan esas aves.

Una vez expresé con asombro que eran lo suficientemente suertudas para encontrar agujeros convenientemente situados como nidos para ellas, y que estaban tan minuciosamente trabajados como cuando se usa un taladro.

-      “Hicieron los hoyos ellas mismas.”

(Las palabras fueron pronunciadas por un hombre que había vivido un cuarto de siglo en los bosques.)

-       “Yo he visto muchas veces cómo lo hacen. He observado que los pájaros llegaban al acantilado con hojas de alguna clase en sus picos, y golpetean la roca como pájaros carpinteros en un árbol mientras frotan las hojas en un movimiento circular sobre la superficie.  Entonces volaban de nuevo, y regresaban con más hojas, y continuaban con el frotamiento.

Después de tres o cuatro repeticiones, arrojaban las hojas y comenzaban a picotear en el lugar, y aquí está la parte maravillosa ya que pronto abrían un hoyo redondo en la piedra.  Entonces volaban otra vez, y volvían a frotar con hojas varias veces antes de continuar picoteando.

Les tomó varios días, pero finalmente las aves abrieron agujeros lo suficientemente profundos para contener sus nidos. Escalé y les eché un vistazo, y créame, ¡un hombre no podría taladrar un hoyo tan bien hecho!

Entonces atónito pregunté:

-       ¿Quiere decir que el pico del pájaro puede penetrar la roca sólida?

Y él respondió:

-       “El pico de un pájaro carpintero penetra madera sólida, ¿cierto?... No, no creo que el pájaro pueda con roca sólida. Yo creo, como todos los que las han visto, que estas aves conocen una planta cuyo zumo puede suavizar las rocas hasta que se convierten en algo parecido a la arcilla.”

Lo escribí pensando que era un cuento chino, y después escuché historias similares de otros individuos en todo el país, como si se tratara de una tradición popular. Más tarde, un inglés y de cuya veracidad no puedo dudar, me contó una historia que podría arrojar más luz sobre el asunto.

-      Mi sobrino cabalgaba un día cerca del río Perené, en la provincia de Chuncho, y como su animal cojeaba, lo dejó en una chacra vecina a unas cinco millas de la suya y se marchó a casa y al día siguiente fue a buscar a su caballo, e hizo un corto viaje por una franja de bosque que nunca antes había visto.

Mi sobrino usaba pantalones de montar, botas largas y grandes espuelas, pero no del tipo inglés más pequeño, sino de las mexicanas grandes de cuatro pulgadas de largo, más grandes que una media corona y estaban casi nuevas.

Cuando él y su caballo volvieron a la chacra luego de una caminata calurosa y difícil por arbustos espesos, se asombró de ver que sus hermosas espuelas habían desaparecido o se carcomieron de alguna forma, y que ya no eran más que puntas ennegrecidas de un octavo de pulgada. No podía entender cómo pasó, hasta que el propietario de la chacra le preguntó si por casualidad había caminado a través de ciertos arbustos de un pie de altura, con hojas rojo oscuro.

Entonces mi sobrino recordó que había transitado por una gran área donde el suelo estaba espesamente cubierto con tal planta.

'¡Ahí está!', dijo el chacrero. '¡Eso es lo que hizo que se carcomieran sus espuelas! Ese es el material que los incas usaron para moldear las piedras. La savia suaviza la roca hasta que se convierte en pasta. Debe mostrarme dónde halló esas plantas'. Pero cuando fueron al lugar no pudieron encontrarlas porque ¡no es fácil que recuerdes tus pasos en una jungla donde no hay huellas!.”
» [2]


El hijo menor de Percy Fawcett, Brian, transcribe la siguiente anécdota referida por un amigo:

« Hace algunos años, cuando estaba trabajando en la mina Cerro de Pasco (a unos 4200 metros en los Andes del Perú central), salí un domingo con otros gringos a visitar algunas tumbas incas o preincas, para ver si podíamos encontrar algo de interés. Llevamos comida, y, por supuesto, unas botellas de pisco y cerveza; y nos acompañaba un peón, un cholito, para que nos ayudara a excavar.

Terminamos de almorzar y fuimos al sitio del entierro, y comenzamos a abrir algunas tumbas que parecían estar intactas. Trabajamos duro y nos deteníamos de vez en cuando para tomar un trago. Yo no bebo, pero los otros sí, especialmente un tipo que tomó demasiado pisco y hablaba ruidosamente. Cuando terminamos, todo lo que hallamos fue una jarra de loza de un cuarto de capacidad, y con líquido en su interior.

-      ¡Apuesto que es chicha!-, dijo el borracho-. ¡Probémosla y veamos qué gusto tenían los incas!
-      Quizá nos envenene si la bebemos-, observó otro.
-      Tengo una mejor idea. ¡Hagamos que el cholito la pruebe!

Rompieron entonces el sello y el tapón de la jarra, olieron su contenido y llamaron al peón.

-      ¡Toma un trago de esta chicha!- ordenó el borracho. El peón tomó la jarra, dudó y con una expresión de miedo en su rostro se la devolvió al ebrio.

-      No, no, señor- murmuró.- Eso... ¡eso no es chicha!-, y se retiró.

El borracho puso la jarra en una roca aplanada y fue tras él.

-      ¡Vamos, atrapémoslo!- gritó.

Capturaron entonces al pobre hombre, lo arrastraron a la fuerza y le ordenaron beber el contenido de la jarra. El peón luchó locamente, y sus ojos estaban desorbitados. Hubo un breve ajetreo, y la jarra cayó y al romperse, el líquido formó un charco en la roca. Entonces el peón pudo liberarse y se fue.

Todos rieron. Fue una buena broma, pero el trabajo los tenía sedientos y fueron al bolso donde estaban las botellas de cerveza.

Unos diez minutos más tarde vi la roca y casualmente reparé en el charco del líquido derramado, y en todo el espacio donde estaba y la roca bajo él, ¡se habían puesto tan suaves como cemento fresco!... como si la piedra se hubiera derretido, igual que la cera con el calor. » [3]


Durante una entrevista en 1983, Jorge A. Lira, sacerdote católico experto en folklor andino, este afirmó que había redescubierto un antiguo método de suavizado para rocas. De acuerdo a una leyenda precolombina, los dioses dieron a los indios dos regalos para permitirles construir obras arquitectónicas colosales como Sacsayhuamán y Machu Picchu.

Estos obsequios eran dos plantas con asombrosas propiedades, y una de ellas era la coca, cuyas hojas permitieron a los trabajadores soportar el tremendo esfuerzo requerido. La otra era una planta que, cuando se mezclaba con otros ingredientes, convertía la roca dura en una pasta maleable.

El padre Lira dijo además que había invertido 14 años estudiando la leyenda y finalmente consiguió identificar la planta en cuestión, a la que llamó “jotcha” y con la que llevó a cabo varios experimentos, y aunque logró suavizar roca sólida, no pudo reendurecerla y de esta forma consideró sus experimentos como un fracaso [3].

Aukanaw, un antropólogo argentino de origen mapuche, fallecido en 1994, relataba una tradición sobre una especie de pájaro carpintero conocido localmente por nombres tales como “pitiwe”, “pite” y “pitío”, aunque su nombre científico es probablemente Colaptes pitius, que se encuentra en Chile y Argentina, o Colaptes rupicola (especie andina), que habita en el sur de Ecuador y Perú, el oeste de Bolivia y el norte de Argentina y Chile.

Pues bien, si alguien bloquea la entrada a su nido con una pieza de roca o hierro, el ave utiliza una planta rara, conocida como “pito” o “pitu” y la frota contra el obstáculo, causando que se debilite o se disuelva.

En Perú, sobre los 4’500 m de altura, se dice que hay un vegetal llamado "kechuca" que convierte la piedra en jalea, y que el pájaro “jakkacllopito” usa para hacer su nido. Se sabe también de una hierba con propiedades similares que crece incluso a altitudes más altas, conocida como "punco-punco" y otros nombres, la cual puede corresponder a la Ephedra andina, considerada por los mapuches como planta medicinal [5].


Colaptes rupicola.


Ephedra andina.


Existe una antigua tradición que sostiene que las construcciones del Gran Zimbabue en África fueron hechas “cuando las piedras estaban suaves”, y esta expresión se encuentra también en la cultura de los maoríes, por lo que una posible interpretación es que se refiera a un método para suavizar la piedra temporalmente.

Los “expertos” modernos se mofan de las anécdotas y tradiciones como estas, pues su argumento es que ya se conocían las canteras donde los incas cortaron sus piedras y que se pueden encontrar ahí en todas las fases de su preparación. Sin embargo, el hecho de que algunas rocas fuesen formadas con herramientas comunes no implica necesariamente que todas hayan sido sometidas a igual proceso, porque se pueden haber empleado otras técnicas diferentes.

La actitud científica correcta sería poner estas tradiciones a prueba en vez de desecharlas tontamente. Después de todo, no es ningún secreto que ciertas plantas (por ejemplo, en los Alpes) secretan ácidos para suavizar la roca y están ecológicamente adaptadas a la vida en grietas naturales.

En la década de 1930, mientras estudiaba técnicas de minería y construcción, el ingeniero J.L.Outwater examinó un templo en Oaxaca, México, ornamentado con alrededor de 30’000 piezas de piedra delgadas y planas, y este tipo de baldosas se derivaban de la traquita, una roca densa y durable que no se rompe fácilmente como la pizarra. Asimismo, Outwater descubrió una gran caldera lítica cerca de una cantera y se preguntaba si los mayas habían empapado las piedras en algún químico para suavizarlas antes de elaborar sus azulejos [7].

El investigador Maurice Cotterell también cree que los constructores incas y preincas poseyeron la tecnología para suavizar y pulir la roca:

« Hoy podemos hacer esto pero sólo en un sentido, de suave a duro; lo llamamos “concreto”. Y al parecer, los incas y tiwanakos podían revertir el proceso, o sea, llevarlo de duro a suave otra vez, utilizando rocas ígneas.

En un principio esto parece incomprensible, pero dada la estructura molecular de la materia es simplemente cuestión de alterar los límites covalentes que unen a los átomos. Podemos hacerlo con el hielo, cuando lo convertimos en agua, y nuevamente cuando transformamos el agua en vapor, y esto explica cómo los incas y tiwanakos ensamblaban las piedras con tal precisión perfecta.

El examen de los bordes redondeados de los bloques sugiere que el material lítico fue 'vaciado', como si hubiera estado contenido dentro de “sacos” o “bolsas” que se deterioraron y desaparecieron hace tiempo. » [8]

Si el suavizado de la piedra tuvo lugar en “bolsas” que después se descompusieron, entonces seguramente se habría encontrado algún indicio de ellas.


Parte de una muralla en Cuzco, cerca de Coricancha [9]. Una de las piedras tiene 14 ángulos.



Nichos esculpidos en la roca sólida de Ollantaytambo, como si la montaña estuviera hecha de arcilla.



Frente de una roca pre-inca cincelada y conocida como la Puerta de Amaru Muru (o Aramu Muru), Vilca Uta, lago Titicaca.


Muchos investigadores han comentado sobre las piedras “incas” que lucen como si hubieran sido cortadas como mantequilla para producir calces perfectos. Puesto que ciertos bloques calzan en una depresión cóncava con la roca inferior, algunos especialistas lo interpretan como un indicio de que no tenían la misma dureza durante la construcción.

Los frentes o fachadas de varias piedras (y particularmente en Sacsayhuamán) muestran extrañas indentaciones circulares o rectangulares como “marcas de rasguño” que podrían haber sido practicadas cuando la roca estaba más suave [10].

Charles Casale sostuvo que en algunos bloques muy grandes parecen haber trazos de rocas ocultas de mediano tamaño justo bajo la superficie, que parecen haber sido "enyesadas" con una capa de piedras [11].

Y también se ha sugerido que las marcas cóncavas, espatuladas y de canales mencionados anteriormente fueron realizadas posterior al suavizado de la superficie.


Muro en Sacsayhuamán.

Con respecto a las grapas de cobre que unen ciertas piedras, el punto de vista oficial es que dicho metal fue derretido localmente y vaciado en cavidades ya practicadas en los bloques. Si las grapas habían sido vaciadas in situ, sus extremos debieran ser ligeramente convexos debido a la tensión de superficie experimentada en el proceso de vaciado, y el fondo habría adoptado los contornos de la fisura al momento de unir dos bloques.

Según Maurice Cotterell, los enganches encontrados en Ollantaytambo tienen extremos y fondos planos, y sugiere que los artefactos de cobre hechos previamente fueron insertados en la superficie de los bloques cuando fueron suavizados [12].

Sin embargo Protzen opina que no se hallaron grapas de metal en Ollantaytambo, aunque muchas de ellas sí fueron encontradas en Tiwanaku.

El trabajo de Joseph Davidovits, experto en geopolímeros, es relevante para la discusión del suavizado de las piedras. Davidovits ha propuesto que los antiguos egipcios construyeron algunas de sus grandes pirámides y templos usando piedra reaglomerada.

La caliza suave era empapada en agua para convertirla en pasta para mezclarla con ingredientes como caolín, sal de natrón y caliza común. Luego la mezcla se vaciaba y compactaba en moldes donde se endurecía en bloques de piedra sintética, de cuyo peso el 95% consistía en caliza natural.

Sin embargo, mientras las conchas fósiles encontradas en caliza natural tienden a permanecer horizontales, en la caliza reconstituida se orientan al azar. Los bloques de caliza sintética muestran variaciones de densidad y su capa superior es la menos densa, además de contener en ocasiones burbujas de aire y también fibras orgánicas.

Las muestras examinadas de bloques de pirámides bajo un microscopio óptico parecen ser de roca natural, pero es solamente bajo un microscopio de electrones o durante análisis de rayos X que aparece la evidencia de constituyentes sintéticos [13].

Michael Barsoum, ingeniero de materiales, en 2006 y junto a sus colegas elaboraron un estudio que apoyó la tesis de Davidovits de que algunos bloques usados en las pirámides fueron hechos a partir de una forma de concreto basada en caliza. Usando escaneo y microscopía por transmisión de electrones, encontraron que las muestras tenían tasas minerales que no existían en ninguna fuente conocida de caliza [14].

Sin embargo el polémico Ministro de Antigüedades egipcio Zahi Hawass menospreció la hipótesis calificándola de “francamente estúpida, idiota e insultante”.

Davidovits también ha argumentado que la descomposición de materiales líticos con ácidos orgánicos de extractos vegetales fue una técnica universal en la antigüedad.

Plinio menciona el uso de vinagre (ácido acético) para desagregar rocas de caliza, y Aníbal (219 a. de C.) usó la técnica de horadar piedras y reventarlas para obstruir el camino a los Alpes en su intento de conquistar Roma.

Davidovits y sus colaboradores han demostrado que una solución de ácidos acético, oxálico y cítrico (obtenidos de plantas) puede disolver rocas que contengan carbonato de calcio (por ejemplo, calcita y caliza).

El especialista presta atención a la extraordinaria habilidad de la civilización de los huancas preincas (o wankas) para fabricar objetos de piedra. Algunos chamanes contemporáneos pertenecientes a la tradición wanka no usan herramientas para confeccionar sus pequeños objetos de piedra, sino que usan extractos de plantas para disolver el material (que contiene calcita) y entonces vacían la pasta en un molde donde se endurece, y en este sentido Davidovits piensa que se usó la misma técnica para hacer las estatuas más antiguas [15].

De esta manera, el investigador propone un proceso en el que la piedra caliza, la calcita y otras rocas relacionadas se descomponen y luego se endurecen en un molde al añadir un “pegamento geológico”, en lugar de pensar en un método en que sólo se suaviza y reendurece la superficie de rocas naturales.

El agua y los ácidos vegetales no pueden utilizarse para disolver rocas ígneas más duras como el granito y el basalto, y por lo tanto, debió haber intervenido algún otro agente para ese propósito, o debieran encontrarse cantidades suficientes de granito naturalmente desagregado, o bien la piedra natural era cortada, moldeada y perforada usando herrramientas manuales o máquinas.

En ese contexto, existe una fuerte evidencia que puede apuntar al empleo de máquinas o herramientas avanzadas para la confección de ciertos artefactos del Egipto antiguo  [16].


Bloque de granito cortado con precisión, cercano al Valle de los Templos de Khefrén, Giza.

Hasta la fecha, no sabemos exactamente cómo se construyó la totalidad de las estructuras de “estilo inca”, aunque no puede descartarse el uso de agentes suavizantes de piedra para trabajar la superficie de los bloques, o para suavizar o descomponer bloques enteros antes del vaciado o compactado del material en moldes, ni tampoco el empleo de herramientas avanzadas. El único aspecto que está más allá de la duda es que las técnicas manuales primitivas y promovidas por los principales investigadores no pueden explicar todo.





¿INCA O PREINCA?

Los incas admitían que las extensas ruinas de Tiwanaku, cercanas a las costas del lago Titicaca, eran anteriores a su ascenso al poder.

Existe una historia sobre el emperador inca Pachacuti (1438-1471), quien ordenó a sus constructores usar técnicas de mampostería ciclópeas y poligonales por todas partes del imperio, luego de ver el asombroso trabajo megalítico en Tiwanaku.

Sin embargo, la mampostería de este último difiere significativamente de la “inca”, y no incluye el uso de piedras poligonales [1].

Dado el corto periodo del imperio inca, muchos se han preguntado cómo esta civilización consiguió emprender tal vasto programa de construcción, basándose en la presunción de que toda la arquitectura de “estilo inca” fue su propio trabajo, pero es bastante posible que los incas se apoderaran de sitios más antiguos y sólo repararon, reconstruyeron y agregaron su “sello” a las estructuras ya existentes y fabricadas por culturas más antiguas.

Percy Fawcett lo plantea de esta manera:

« Los incas heredaron fortalezas y ciudades construidas por una raza previa y las restauraron a partir de sus ruinas sin mucha dificultad. En los lugares donde ellos mismos construyeron con rocas (las regiones donde la piedra era el material más conveniente, ya que en el cinturón costero generalmente usaban adobe), adoptaron las mismas e increíbles juntas sin mortero que son características de los edificios megalíticos más antiguos, pero no intentaron usar las grandes masas de piedra atribuidas a sus predecesores. He escuchado que, según se dice, calzaron sus rocas por medio de un líquido que suavizaba las superficies a ser unidas que adoptaban la consistencia de la arcilla. » [2]

David Hatcher Childress escribe:

« Que los incas en realidad encontraron estas ruinas megalíticas y luego construyeron sobre ellas, reclamándolas como suyas, no es una teoría particularmente alarmante (...) Era una práctica común en el antiguo Egipto (...) Hay numerosas leyendas en los Andes que Sacsayhuamán, Macchu Picchu, Tiahuanaco y otros restos megalíticos fueron construidos por una raza de gigantes. » [3]


Comentando sobre los distintos estilos arquitectónicos en y alrededor de Cuzco, Childress escribe:

« El estilo más reciente es el español, quizá el más primitivo de todos, y está caracterizado por su mampostería y techos embaldosados que son tan comunes en la Sudamérica colonial. La construcción inca de 500 a 1000 años atrás es evidente en la parte superior de los trabajos más grandes, perfectos y antiguos. Esta técnica inca es fácilmente reconocible por sus bloques rectangulares o cuadrados, pesando a menudo de 200 a 1000 libras [90 a 450 kg], y bajo éstos encontramos la construcción megalítica de bloques de extraños ángulos que pesan de 20 a 200 toneladas, todos calzados perfectamente. » [4]

Childress piensa que la última construcción incásica puede datar de entre los años 7000 y el 3000 a. de C., pero una parte de ella podría ser incluso más antigua.

Y refiriéndose al estilo de construcción poligonal y ciclópeo, el arqueólogo A. Hyatt Verrill comentó:

« Comúnmente todos estos muros y edificios son atribuidos a los incas, pero en realidad su verdadera mampostería era de un tipo inferior. Las piedras usadas fueron mucho más pequeñas que aquéllas manufacturadas por sus antecesores, se ensamblaron de forma descuidada e inconsistente, y con frecuencia se usó mortero o cemento entre ellas. En muchos lugares, el trabajo de los últimos incas cubre la antigua mampostería de sus predecesores, y en los casos donde se ha removido un sector de la construcción más reciente, el contraste entre los dos tipos resulta ser muy chocante. » [5]


Un muro inca genuino cubría la pared de estilo poligonal en el lado oriente del Palacio de Hatunrumiyoc en Cuzco, ahora convertido en un museo de arte (ver la foto de abajo).

En la década de 1950, y en un acto irracional de vandalismo, los investigadores destruyeron sus remanentes.  Algunos arqueólogos de Cuzco creían que la muralla ciclópea era pre-inca, pero en la actualidad es oficialmente atribuida a los “hijos del sol”.

El muro inca pudo haber cubierto el palacio completo en algún momento, probablemente para preservar el anterior para la posteridad, o para protegerlo de la profanación en una época cuando la ciudad era amenazada por las invasiones. Y en Ollantaytambo, hubo muros ciclópeos cubiertos en ambos lados con un "enyesado" de rocas fracturadas y arcilla [6].


Muro inca de estilo celular, 5.4 m de largo, 3.7 m de alto y 90 cm de espesor, hecho con rocas en su mayoría hexagonales, toscas y pequeñas, cubriendo una pared antigua de enormes piedras poligonales [7].  Y en la imagen de abajo pueden ver la apariencia actual de este murallón en la calle Hatunrumiyoc (cortesía de Enrico Mattievich).



La mampostería poligonal y ciclópea también puede encontrarse en la antigua región del Mediterráneo. Helena P. Blavatsky sostiene que las construcciones titánicas de Perú, claramente las reliquias de una gran civilización, muestran un parecido abismante con la arquitectura de las naciones europeas arcaicas, tales como aquélla de los pelasgos en Italia y Grecia (en la actualidad atribuida a los micénicos  [8].  Y Blavatsky también afirma que los grupos que crearon estas estructuras provenían de “un centro común en el continente atlántico” [9].



Muro de contención poligonal en Delfos, Grecia, que se piensa fue construido en el siglo VI a. de C. [10].


Muros poligonales en el Nekromanteion (“oráculo de la muerte”) en Éfira, Grecia (cortesía de Coen Vonk). Se cree que ninguna de las ruinas visibles hoy son anteriores al siglo III d. de C.



Entrada trapezoidal de una tumba "tholos" micénica en Orchomenos, c. 1250 a .de C. Compárese con la entrada trapezoidal en Sacsayhuamán [11].






Referencias

 1.   Jean-Pierre Protzen, "Inca stonemasonry", Scientific American, v. 254, no. 2, feb. 1986, págs. 80-8; Jean-Pierre Protzen, Inca Architecture and Construction at Ollantaytambo, New York: Oxford University Press, 1993; W.R. Corliss (compilación), Ancient Structures: Remarkable pyramids, forts, towers, stone chambers, cities, complexes, Glen Arm, MD: Sourcebook Project, 2001, págs. 44-51.
 2.   A. Hyatt Verrill, Old Civilizations of the New World, New York: New Home Library, 1942 (1929), pág. 301.
 3.   Citado en "Inca stonemasonry", págs. 85-7.
 4.   Inca Architecture and Construction at Ollantaytambo, pág. 187.
 5.   Garcilaso de la Vega, Primera parte de los Reales Comentarios de los Incas (volumen 2), New York: Burt Franklin, 1869-71, 2:305-6, 315-17.
 6.   Inca Architecture and Construction at Ollantaytambo, págs. 170-1.
 7.   http://looklex.com/egypt/aswan10.htm; http://www.ancientworldegypt.com/unfinishedobelisk.html.
 8.   www.flickr.com/photos/enperu/3716687547.
 9.   www.opentravelinfo.com/south_america/peru/andean/inca_stone_splitting_technique; www.theglobaleducationproject.org/egypt/articles/cdunn-1.php; www.ancientwisdom.co.uk/quarrymarks.htm.
10.   www.divinelightsanctuary.org/images/Egypt_2008/Osirion_02.jpg.
11.   Inca Architecture and Construction at Ollantaytambo, pág. 189.
12.   Maurice Cotterell, The Lost Tomb of Viracocha: Unlocking the secrets of the Peruvian pyramids, London: Headline, 2001, págs. 60-8.
13.   Jean-Pierre Protzen y Stella Nair, "Who taught the Inca stonemasons their skills? A comparison of Tiahuanaco and Inca cut-stone masonry", Journal of the Society of Architectural Historians, v. 56, no. 2, 1997, págs. 146-67 (págs. 161-2).
14.   Graeme R. Kearsley, Inca Origins: Asian influences in early South America in myth, migration and history, London: Yelsraek Publishing, 2003, págs. 292, 580.

Suavizado de la piedra

 1.   Hiram Bingham, Across South America; an account of a journey from Buenos Aires to Lima by way of Potosí, Boston, NY: Houghton Mifflin Company, 1911, pág. 277, www.archive.org/details/acrosssouthamer00bing.
 2.   P.H. Fawcett, Exploration Fawcett, London: Century, 1988 (1953), págs. 75-7.
 3.   Ibid., pág. 252.
 4.   Juanjo Perez, "Los ablandadores de piedras", 2 septiembre 2006, http://donpelayo.lacoctelera.net/post/2006/09/02/los-ablandadores-piedras.
 5.   Aukanaw, "La Ciencia Secreta de los Mapuche", cap. 12, http://share.ovi.com/download/dewiltz.10003; Carlos Gamero Esparza, "Las piedras de plastilina", Docencia e Investigación, no. 46, junio 2003, www2.uah.es/vivatacademia/anteriores/n46/docencia.htm.
 6.   Graeme R. Kearsley, Asian Origins of African Culture: Asian migrations through Africa to the Americas, London: Yelsraek Publishing, 2010, pág. 281; Lost civilizations of the Andes, fig. 2.22, http://davidpratt.info.
 7.   W.R. Corliss (compilación), Archeological Anomalies: Small artifacts – bone, stone, metal artifacts, prints, high-technology, Glen Arm, MD: Sourcebook Project, 2003, págs. 245-6; Corliss, Ancient Structures, pág. 51.
 8.   Maurice Cotterell, The Lost Tomb of Viracocha: Unlocking the secrets of the Peruvian pyramids, London: Headline, 2001, pág. 67.
 9.   www.flickr.com/photos/79581021@N00/2280121465.
10.   Konstantin Artz, "Ancient stone technology", http://members.tripod.com/~kon_artz/cultures/stonetec.htm.
11.   Ancient Structures, pág. 51.
12.   The Lost Tomb of Viracocha, págs. 67-8.
13.   Joseph Davidovits, They Built the Pyramids, Saint-Quentin: Institut Géopolymère, 2008, www.geopolymer.org, www.davidovits.info; Margaret Morris, The Egyptian Pyramid Mystery Is Solved. Vol. 1: The Mysteries, Detroit, MI: Scribal Arts, 2004.
14.   Bethany Halford, "In search of concrete evidence", 2008, www.materials.drexel.edu/pyramids/C_EN_Article.pdf.
15.   Joseph Davidovits y Francisco Aliaga, "Making cements with plant extracts", www.geopolymer.org/archaeology/civilization/making-cements-with-plant-extracts.
16.   Christopher Dunn, Lost Technologies of Ancient Egypt: Advanced engineering in the temples of the pharaohs, Rochester, VE: Bear & Company, 2010; Christopher Dunn, The Giza Power Plant: Technologies of ancient Egypt, Santa Fe, NM: Bear & Company, 1998, capítulos. 3-5; Christopher Dunn, "Advanced machining in ancient Egypt", 2004, www.gizapower.com/Advanced/Advanced%20Machining.html; Christopher Dunn, "Prehistoric machined artifacts", 2006, www.gizapower.com/pma/index.htm.

¿Inca o preinca?

 1.   Protzen y Nair, "Who taught the Inca stonemasons their skills?"
 2.   Exploration Fawcett, págs. 251-2.
 3.   David Hatcher Childress, Lost Cities and Ancient Mysteries of South America, Kempton, IL: Adventures Unlimited, 1986, pág. 71.
 4.   Ibid., pág. 77.
 5.   Hyatt Verrill, Old Civilizations of the New World, pág. 302.
 6.   Enrico Mattievich, Journey to the Mythological Inferno: America’s discovery by the ancient Greeks, Denver, CO: Rogem Press, 2010, págs. 140-2; Luis A. Pardo, Historia y Arqueología del Cuzco, vol. 1, Cuzco: Imprenta Colegio Militar Leoncio Prado, 1957, págs. 185-208.
 7.   Old Civilizations of the New World, edición de 1929, pág. 298; Journey to the Mythological Inferno, pág. 142.
 8.   Coen Vonk, "Mysteries of ancient Greece", Sunrise, junio/julio and agosto/septiembre de 2005, www.theosociety.org/pasadena/sunrise/54-04-5/me-vonk.htm.
 9.   H.P. Blavatsky, La Doctrina Secreta, TUP, 1977 (1888), 2:745-6.
10.   www.greek-thesaurus.gr/delphi-polygonal-wall.html.
11.   www.greecetaxi.gr/index/Orchomenos.html.





OBSERVACIONES

Este texto es la traducción del artículo elaborado por el investigador David Pratt (ver link) y le agradezco muchísimo a Nicolás por haber traducido un texto tan largo pero a la vez tan interesante.

Y las otras partes del artículo las pueden ver en:

   -  La misteriosa civilización inca
   -  La extraordinaria masonería inca