HOMENAJE PÓSTUMO DE HENRY OLCOTT HACIA BLAVATSKY


Henry Steel Olcott fue el primer presidente de la Sociedad Teosófica y cuando Blavatsky murió él escribió el siguiente artículo en homenaje a ella.
 
 
 
LA PARTIDA DE "HPB"
 
Hay ciertos duelos que uno preferiría soportar en silencio ya que las palabras son demasiado pobres para hacerles justicia. Bajo tal situación los miembros de la Sociedad Teosófica, y yo especialmente, ahora estamos sufriendo. Nuestra pérdida es demasiado grande para una expresión adecuada. Los amigos y conocidos ordinarios pueden ser reemplazados, incluso con el tiempo pueden ser olvidados, pero no hay nadie que reemplace a Helena Petrovna, ni ella puede ser olvidada jamás. Otros tienen algunos de sus dones pero ninguno los tiene todos. Esta generación no la ha visto así, y la siguiente probablemente tampoco. Considerándola en su conjunto, con sus méritos y deméritos, sus estados de ánimo brillantes y oscuros, sus virtudes y sus debilidades, ella se eleva por encima de sus contemporáneos como uno de los personajes más pintorescos y llamativos de la historia moderna.
 
Su vida tal como la he conocido estos últimos diecisiete años, como amiga, colega y colaboradora, ha sido una tragedia, la tragedia de una mártir filántropa. Ardiendo en celo por el bienestar espiritual y el derecho al voto intelectual de la humanidad, no movida por inspiración egoísta, entregándose libremente y sin precio a su trabajo altruista, ella ha sido acosada hasta el día de su muerte por los calumniadores, los intolerantes y los fariseos.
 
Estos miserables ni siquiera quieren que ella duerma en paz y ahora están profanando su urna funeraria con la vana esperanza de mancillar su memoria con sus mendaces biografías (como los católicos romanos tienen la de Cagliostro y la de Saint-Germain, quienes fueron sus predecesores). Pero su plan fracasará porque ella ha dejado tras de sí una multitud de testigos listos para hacer justicia a su carácter y mostrar la pureza de sus motivos. Ninguno más que yo mismo ya que desde nuestro primer encuentro que tuvo lugar en 1874, hemos sido amigos íntimos imbuidos de un propósito común y en simpatía fraternal hemos trabajando en líneas paralelas hacia un objetivo común.
 
En temperamento y habilidades tan disímiles como dos personas pueden serlo, y a menudo en desacuerdo radical con los detalles, aún así hemos sido de una sola mente y corazón en cuanto al trabajo que tenemos entre manos y en nuestra lealtad reverente hacia nuestros Guías y Maestros, quienes han sido sus planificadores.
 
Ambos los conocíamos personalmente, aunque ella cien veces más íntimamente que yo, y esto hacía que la ruptura de nuestra relación fuera una cuestión tan impensable como la disolución del vínculo de la fraternidad uterina. Ella fue para mí como una hermana en un sentido peculiar, como si no hubiera existido un período de comienzo de nuestra alianza, sino más bien una consanguinidad psíquica que databa de vidas terrestres anteriores.
 
Ella era preeminentemente una personalidad doble, una de ellas muy antipática para mí y algunos otros. Su casi constante enfermedad y la falta de contacto entre ella y la sociedad moderna la volvían irritable, inquieta y a menudo —pensé— injusta.
 
Pero ella nunca fue alguien común, yo la amaba por su otra parte, su yo superior que era también el más misterioso. Alguien al vernos juntos hubiera dicho que tenía toda su confianza, pero el hecho es que a pesar de diecisiete años de intimidad en el trabajo diario, ella fue un enigma para mí hasta el final. A menudo pensaba que la conocía a la perfección pero pronto descubría que había profundidades todavía más recónditas en su personalidad que no había sondeado.
 
Nunca pude averiguar quién realmente ella era, no como Helena Petrovna, hija de los Hahn y Dolgorouki, cuyo linaje era fácil de rastrear, sino como "HPB", la misteriosa individualidad que escribía y obraba maravillas. Su familia no tenía idea de dónde sacaba su inagotable flujo de particular erudición. Escribí y le hice esa pregunta a su respetada tía poco después de que HPB comenzara a escribir Isis Develada, pero su tía no pudo darme ninguna pista. Madame Fadeyef respondió:
 
-        "La última vez que la vi" —unos cinco años antes— "ella no sabía, ni en sueños, las cosas aprendidas que me dice que ahora está discutiendo."
 
Ayudé a HPB en la primera de sus maravillosas obras, Isis Develada, y vi escritas o editadas todas las páginas del manuscrito y cada galera de las hojas de prueba. La producción de ese libro con sus innumerables citas y su extraña erudición, fue lo suficientemente milagrosa como para convencerme de una vez por todas de que ella poseía dones psíquicos del más alto nivel.
 
Pero había muchas más pruebas que incluso eso, por ejemplo a menudo cuando los dos trabajábamos solos en nuestros escritorios hasta altas horas de la noche, ella ilustraba sus descripciones de los poderes ocultos que existen en el hombre y en la naturaleza mediante fenómenos experimentales improvisados.
 
Ahora que miro hacia atrás puedo ver que estos fenómenos aparentemente fueron elegidos con el propósito específico de educarme en la ciencia psíquica, así como los experimentos de laboratorio de Tyndall, Faraday o Crookes están planeados para guiar al alumno sucesivamente a través del plan de estudios de física o de química.
 
Entonces no había difamadores, ni terceros a los que supuestamente engañar, nadie esperando regalos de joyería, o poderes paranormales, o consejos especiales sobre el atajo que lleva hacia el Nirvana. Ella simplemente quería mi ayuda literaria en su libro y para hacerme comprender las leyes ocultas involucradas en la discusión del momento, me demostraba experimentalmente el terreno misterioso en el que se encontraba. Y así se me mostraron más cosas de las que nunca se ha escrito de todas las obras maravillosas que el público ha leído acerca de lo que ella había hecho en presencia de otros testigos.
 
¿Es extraño, entonces, que todos los cuentos e informes farsantes de los críticos interesados acerca de sus supuestos engaños y charlatanerías, no lograron sacudir mi conocimiento de sus verdaderos poderes psíquicos?
 
Y qué maravilla que yo que he sido favorecido más que todos los demás en la Sociedad Teosófica con estas pruebas válidas, a quien ella le mostró las realidades de la química y la física trascendentales, y las maravillosas potencias dinámicas de la mente, la voluntad y el alma humana, y quien fue conducido por ella en el delicioso camino de la verdad que desde entonces he pisado con alegría, y quien fue hecha personalmente para ver, conocer y hablar con los Maestros del Oriente, qué maravilla que la haya querido como a una amiga, la haya apreciado como a una maestra y siempre mantenga sagrada su memoria.
 
 
Viva, podía pelearme con ella, pero muerta, solo debo lamentar su pérdida irreparable y redoblar mis esfuerzos para impulsar nuestro trabajo conjunto.
 
Este parece el momento adecuado para responder muchas preguntas sobre lo que pienso acerca de la conspiración de Patterson, los Coulomb y Hodgson contra mi querida amiga. Los periódicos hostiles están repasando hasta la saciedad esas carnes al horno fúnebres. Dondequiera que di una conferencia en Australia, había rastrillos de estiércol para remover el abono feculento. Digo entonces que no considero probados esos cargos contra HPB.
 
Más que eso nadie puede aceptarlos a menos que tenga el don de leer la conciencia más íntima de los acusadores y acusados. El mismo día en que los cargos en su contra se publicaron por primera vez en el Times, ella —quien en ese momento se encontraba en Londres— escribió a ese periódico una negación indignada.
 
No he visto ninguna prueba desde entonces para apoyar lo contrario. Las supuestas cartas a la señora Coulomb nunca se nos mostraron ni a ella ni a mí; los Coulomb se acusan a sí mismos en cuanto a la honestidad de su carácter. El informe del señor Hodgson evidencia su densa ignorancia sobre las leyes psíquicas y mediúmnicas y las reglas indispensables de la investigación espiritista, incluso de las reglas más comunes de evidencia legal.
 
El “elaborado” análisis de Nethercliff sobre las cartas de Kuthumi y HPB es una farsa para el psicólogo experimentado, y además ese análisis quedó completamente anulado por el análisis contradictorio realizado por el igualmente destacado experto jurado del Tribunal Superior Imperial de Berlín; y la vida y las obras de HPB claramente desmienten las suposiciones perjudiciales que se hacen en su contra.
 
Finalmente, tenemos el hecho contundente de que HPB exhibió sus poderes psíquicos desde su niñez, y posteriormente y especialmente mientras ella estuvo en Nueva York después del otoño de 1874, en presencia de muchos testigos intachables. Por lo que no dudo ni un momento bajo las circunstancias anteriores, en aceptar su simple negación en lugar de las conjeturas más elaboradas y los alegatos especiales más sofísticos de sus detractores.
 
Puedo haber sido hipnotizado, como se alega, pero, si es así, eso no lo sé.
 
 
 
Mucho se ha hablado del hecho de que ella no acudió a la corte para reivindicar sus facultades ocultas contra los palpables libelos de los Misioneros y sus aliados (los Coulomb). Pero de esto ella no tiene la culpa sino todo lo contrario ya que si no hubiera sido por mis vehementes protestas, ella habría arrastrado a sus adversarios a los tribunales de Madrás tan pronto como ella regresó de Londres, vía El Cairo, en 1884.
 
Un amigo le había ofrecido 10’000 rupias para cubrir los gastos, faltaban apenas quince días para la Convención Anual de nuestra Sociedad que se efectuaría el 27 de diciembre de 1884, y yo le insistí en que esperara hasta que un Comité Judicial Especial de la Convención la aconsejara sobre cómo proceder. Éramos —le dije— propiedad de la Sociedad Teosófica y obligados a hundir nuestras preferencias privadas y nosotros mismos por el bien público. Pero ella era tan terca que tuve que amenazarla con renunciar a mi puesto oficial para que ella entrara en razón.
 
La Convención se reunió y el caso fue remitido a un Comité compuesto por jueces hindúes y otros caballeros legales de alto nivel oficial y privado. Ellos informaron unánimemente en contra de que HPB acudiera a los tribunales por una razón: porque no había más que la sombra de la posibilidad de obtener justicia de un jurado anglo-indio prejuicioso y en cualquier caso relacionado con cuestiones de la ciencia religiosa oriental (Yoga) o la existencia de (a los servidores de procesos) Mahatmas inaccesibles
 
Y por el otro lado porque ni un veredicto favorable ni desfavorable cambiaría las opiniones de aquellos que sabían y no sabían, respectivamente, la verdad sobre los poderes psíquicos (Siddhis) y su posesión de ellos; mientras que finalmente los sentimientos más sagrados de los hindúes y los budistas seguramente se verían ultrajados por las bromas obscenas del consejo al interrogar a los testigos sobre cuestiones de conocimiento o creencias personales.
 
La Convención adoptó por unanimidad las opiniones del Comité y HPB se vio obligada a ceder ante la mayoría y animarse a asumir las consecuencias. El escandaloso caso Salem Riot que entonces estaba fresco en la memoria pública, dio gran peso a la decisión del Comité en este caso. Y aunque contenida, HPB no estaba convencida, y de no haber sido por la constante oposición de sus mejores amigos, ella habría acudido a los tribunales en varias ocaciones posteriores de la controversia, cuando los insultos personales más groseros se usaron como cebo para atraerla hacia la trampa que sus enemigos le habían tendido y cuyo rencor más amargo había sido contra ella personalmente.
 
Ella estaba irritada como una leona enjaulada, y así agravaba sus dolencias físicas que eran: una forma de la enfermedad de Bright, una afección del corazón y una tendencia a la apoplejía. El clima indio la debilitaba y la preocupación la estaba matando tan rápido que su doctora me dio por fin el siguiente certificado:
 
"Por la presente certifico que Madame Blavatsky no está apta para la agitación y la preocupaciones constantes a las que se encuentra expuesta en Madrás. El estado de su corazón hace que la tranquilidad perfecta y un clima adecuado sean esenciales. Por lo tanto le recomiendo que vaya de inmediato a Europa y permanezca en un clima templado, en algún lugar tranquilo.
 
(Firmado) Mary Scharlieb, MB y B. Sc., Londres.  31.3.85 "
 
La Dra. Scharlieb me advirtió en privado que HPB podía caer muerta en cualquier momento en uno de sus paroxismos de excitación, así es que no perdí tiempo después de eso en enviarla lejos a Italia de la manera más discreta posible. El esposo de la Dra. Scharlieb supervisó su embarque y proporcionó la camilla en la cual fue transportada, y haciendo arreglos con el capitán del vapor francés para izarla a bordo desde el pequeño bote, en una silla inválida colgada por eslingas.
 
Esta fue lo que inadecuadamente llamaron “la huida fingida” de Madrás para escapar de ser citada como testigo en un caso, entonces pendiente, de cuya calumnia el reverendo Sr. Patterson de la Misión Escocesa se hizo responsable en forma impresa. Desde ese día nuestra querida amiga nunca más volvió a la India en su cuerpo. Desde entonces y hasta el día de su muerte ella estuvo bajo constante atención médica, la mayor parte del tiempo extremadamente enferma y sufriendo enormemente.
 
Dos o tres veces la urgí a salir por lo menos una temporada de clima frío; ella estaba dispuesta, pero su médico el Dr. Mennell rechazó rotundamente el consentimiento, alegando que lo más probable sería que ella muriera en el mar. En enero y febrero de 1885 ella estuvo al borde de la muerte, y dos veces en un mes me llamaron de Rangún para recibir sus últimos deseos.
 
El 21 de marzo de 1885 ella se dirigió al Consejo General, insistiendo en que le concedieran permiso para retirarse de su cargo, diciendo:
 
"Mi enfermedad actual es declarada mortal por mis médicos, y no se me promete ni siquiera un año más de vida. Dejo con ustedes, todos y cada uno de mis amigos y simpatizantes, mi amorosa despedida. Si este es mi última palabra, quisiera implorarles a todos, teniendo en cuenta el bienestar de la humanidad y su propio karma, que sean leales a la Sociedad Teosófica y no permitan que sea derrocada por el enemigo,
 
Fraternalmente y siempre suya, en la vida y en la muerte.
 
(Firmado) HP Blavatsky."
 
Y sin embargo, a pesar de su terrible estado físico, ella trabajaba en su escritorio doce horas al día, año tras año, y los monumentos de su labor literaria entre 1885 y 1891 son: La Doctrina Secreta, La Clave de la Teosofía, La Voz del Silencio, Gemas del Oriente, más los varios volúmenes de su nueva revista Lucifer, sus contribuciones en ruso y francés a revistas continentales, una gran cantidad de manuscritos inéditos para el tercer volumen de La Doctrina Secreta, y su Sección Esotérica o escuela privada de instrucción en filosofía y ciencias ocultas, la cual a su muerte contaba entre uno y dos mil alumnos comprometidos y entusiastas.
 
¿Es esto charlatanería, este trabajo incansable del cerebro y el alma para cotejar y difundir el conocimiento en beneficio de los demás?
 
Si es así, oremos por la evolución de muchos charlatanes.
 
¿Creerá alguien sin prejuicios que quien pudiera mostrar tal abnegación y tan enciclopédica erudición, se rebajaría a las mezquinas e inútiles artimañas esbozadas en las insinuaciones y acusaciones de sus acusadores?
 
Por piedad, dejad que la leona muerta descanse en paz y buscad un cadáver más innoble sobre el que vomitar.
 
 
Es asombroso, las falsedades que han sido inventadas contra ella (y siguen siendo vociferadas en este mismo momento que escribo). Entre esas mentiras, quizás las más perversas son las acusaciones de inmoralidad (¡Malditas calumnias que han sido ampliamente difundidas por varios periódicos conservadores!). Porque el hecho es —como prueba un certificado quirúrgico de un eminente especialista alemán— que ella era físicamente incapaz de permitirse tal conducta y de ser madre. Esto elimina una serie de historias viles contra su perjuicio.
 
Nadie que hubiera pasado un día en su compañía podía albergar la menor sospecha de que ella fuera una mujer inmoral, y si alguna vez existió un ser asexuado, esa fue HPB. Ni ella nunca, en los años de nuestra relación, bebió un vaso de cualquier tipo de licor. Sin duda fumaba incesantemente, a su manera nacional rusa, y usaba un lenguaje fuerte, y era excéntrica hasta cierto punto en la mayoría de las cosas convencionales, pero ella no era ni ladrona, ni ramera, ni borracha, ni dueña de una casa de juego, ni ninguna de las otras docenas de difamaciones de las que ha sido acusada imprudentemente por un grupo de escritores escorbutos que no son dignos de limpiarle los zapatos.
 
Su día de reivindicación aún no ha llegado, ni soy yo su amigo más cercano desde hace mucho tiempo, el más apto para hacerle una justicia imparcial. Sin embargo ese día llegará y entonces la mano que escribe el veredicto de la posteridad indudablemente limpiará su honorable nombre, no entre los pobres charlatanes que apuestan todo por la posibilidad de una fama inútil, sino en lo alto, junto al de Abou Ben Adhem quien amaba a sus semejantes.
 
 
Al recibir en Sídney por cable —y de otro modo— la noticia de su repentina muerte, cancelé mis giras por Nueva Zelanda y Tasmania y tomé un pasaje en el próximo vapor para Europa, a bordo del cual escribo esto con el corazón apesadumbrado y la pluma tambaleante. He organizado por cable una reunión especial del Consejo General en Londres en la que se determinarán los planes futuros de la Sociedad Teosófica.
 
Si bien será imposible para nosotros reemplazar a HPB por alguien de este lado del Himalaya, sin embargo el trabajo continuará en sus líneas generales sin un momento de interrupción.
 
He anticipado su muerte demasiados años como para sentirme desconcertado y desalentado por este evento. Cada uno tenía nuestro sector de trabajo: el de ella era el místico, mientras que el mío era el práctico. En su ramo me superó infinitamente a mí y a todos sus compañeros. No tengo ningún derecho al título de metafísico, ni a nada excepto un bloque de conocimientos muy humildes. Y aunque no se deba dar otra página de enseñanza mística, hay suficiente para proporcionar a esta generación las llaves para abrir los portales cerrados del antiguo templo de la verdad. Los sedientos de novedad pueden estar abatidos, pero al verdadero místico no le faltará nada que sea esencial.
 
 
 
Posdata, — Colombo, 10 de junio. Al llegar recibo todos los detalles de su fallecimiento. HPB respiró por última vez a las 2:25 p.m. del viernes 8 de mayo; sentada en su gran sillón, con la cabeza apoyada en su querida amiga, la señorita Laura Cooper, y las manos de los señores Wright y Old, miembros de su personal. Su médico devoto y desinteresado, el Dr. Z. Mennell, la había dejado como una hora antes convencido de que ella se recuperaría.
 
Hubo una reacción repentina, y después de una lucha inútil por respirar, ella se desmayó en el mundo de las sombras, el vestíbulo del mundo de la luz y el conocimiento perfecto. Sus restos fueron incinerados a petición suya en Woking, cerca de Londres, en presencia de un número considerable de amigos suyos y de la Sociedad. Las cenizas se recuperaron después de un breve retraso de dos horas y se conservarán en una urna de plata.
 
La prensa londinense estaba repleta de artículos, en su mayoría de carácter desagradable y personal, pero todos coincidían en el reconocimiento de su grandeza personal. Por ejemplo, la Gaceta de Birmingham del 12 de mayo expone el caso de esta manera sentenciosamente:
 
"Mme. Blavatsky, o era una mujer del poder más trascendente con una misión casi divina, o era la charlatana más desvergonzada de su época."
 
Nosotros, sus allegados, no dudamos en ubicarla en la primera categoría.
 
"Si ella fuera una impostora", dice ese periódico, "y deliberadamente una impostora, entonces ninguna palabra puede expresar el aborrecimiento con el que debe considerarse su impiedad y mendacidad. Y si no era una impostora sino 'una mensajera de los Maestros', entonces el mundo a medida que despierte a la verdad lamentará por siempre que se negó a recibirla, y que hasta el último momento ridiculizó sus doctrinas y sospechó de sus motivos.
 
Ella hizo buenas obras. Predicó la pureza y la abnegación. Enseñó que la virtud era excelente por el bien de la virtud. Su filantropía era bien conocida, y sus labores benéficas para los esclavos han sido reconocidas y apreciadas. Hasta donde puede atestiguar su ejemplo personal, fue una mujer digna de admiración. Pero en el momento en que se consideró su religión, y más especialmente los medios tomados para probar su rectitud y su inspiración divina, la confianza se tambaleó."
 
Esa es la gran cuestión: ¿Fue o no fue una charlatana? ¡Que la posteridad juzgue entre ella y sus detractores!
 
"Sin duda" —continúa el mismo periódico— "estas personas creen sinceramente. No nos gusta llamar a Mme. Blavatsky intrigante, un fraude y una romancera impía. Preferimos pensar que ella trabajaba bajo alucinaciones y que en un deseo de hacer un gran bien, ella fue inducida a engaños, subterfugios y manipulaciones. No es maravilloso que haya obtenido seguidores, es solo deplorable.
. . .
Solo hay una característica redentora en el movimiento teosófico, y es que este apunta a que el hombre considere su vida como preciosa y digna de purificación, y se esfuerce por llevar a la raza humana a considerarse a sí misma como una comunidad unida en el gran esfuerzo por aprender su relación entre sí y con su Hacedor."
 
No necesitamos discutir sobre términos teológicos, ya que nuestro crítico concede que perseguimos fines tan nobles como los definidos anteriormente. Solo un fanático truculento nos negaría esta justicia.
 
 
Nuestros consejeros privados desde Londres relatan que llegaron cartas y telegramas de condolencias. Mi experiencia en Australia y aquí en Colombo ha sido la misma. Agradezco a todos los amigos por su amabilidad. Nuestras escuelas budistas en Ceilán estuvieron cerradas durante dos días como muestra de respeto, y después de mi conferencia sobre Australia, en la tarde del 12 de junio en Colombo acepté suscripciones por la cantidad de 500 rupias para un "Fondo de Becas Blavatsky" y cuyo propósito se dedicará al apoyo de dos niñas budistas que asisten a nuestras escuelas.
 
Algunos pensaron que sería mejor colocar lápidas conmemorativas, pero consideré que este era el mejor plan. Es lo que yo mismo debería preferir y estoy seguro de que ella también lo haría. ¿Qué son las grandes tablas o estatuas para este peregrino cansado que se ha ido de nuestra vista a la presencia de los Conocedores?
 
Que su monumento memorial sean los preceptos de oro que ella ha traducido del Volumen Místico. Que la discípula en duelo llore, no por su muerte, sino por lo que tuvo que sufrir en vida, en cuerpo y alma, injusta o justamente, según lo haya resuelto su Prarabdha Karma.
 
Ella conocía bastante bien la amargura y la tristeza de la vida física, y a menudo me decía que su verdadera existencia sólo comenzaba cuando todas las noches ponía su cuerpo a dormir y salía de él hacia los Maestros. Yo puedo creer eso por estar sentado a menudo y observarla desde el otro lado de la mesa, cuando su alma estaba lejos de su cuerpo, y luego cuando regresaba de su vuelo y reanudaba su ocupación. Cuando ella estaba fuera, su cuerpo era como una casa a oscuras, y cuando ella estaba allí era como si las ventanas brillaran con luces en el interior. Quien no ha visto este cambio no puede entender por qué el místico llama a su cuerpo físico: una “sombra”.
 
El entusiasmo de HPB fue una llama inextinguible en la que todos nuestros teósofos encendieron sus antorchas, un ejemplo que agitó la sangre perezosa como el sonido de una trompeta de guerra.
 
Terminado está tu trabajo actual, Lanoo. Nos encontraremos de nuevo. Pasa a tu recompensa.
 
 
(Este artículo fue publicado primero en la revista The Theosophist de julio de 1891, p.573-580; luego en la revista Lucifer de agosto de 1891, p.445-452; y posteriormente en el libro HPB: en Memoria de Helena Petrovna Blavatsky, 1891, p.83-90)
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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