William Kingsland fue uno de los discípulos
más fieles de Blavatsky y cuando ella murió él escribió el siguiente artículo
en homenaje a ella.
LO QUE ELLA NOS ENSEÑÓ
Si tuviera que
escribir estas breves memorias simplemente como una expresión imperfecta de lo
que HPB fue para mí personalmente, y de la influencia de su vida y enseñanzas
sobre mi propia vida y aspiraciones, simplemente agregaría un testimonio más de
ese afecto y reverencia que ella inspiró en todos los que aprendieron a
comprenderla en algún grado.
Hubo quienes se
sintieron atraídos por ella por el magnetismo de su influencia personal, por su
extraordinario intelecto, por sus poderes, e incluso por su militante falta de
convencionalismo. Pero yo no era uno de estos, fue su mensaje lo que me atrajo;
fue como maestra que aprendí a conocerla y amarla.
Aparte de sus
enseñanzas, yo podría haber considerado a HPB como un personaje interesante y
único, pero no creo que me hubiera sentido atraído hacia ella si su mensaje no
hubiera llegado de inmediato a mi corazón. Fue a través de ese mensaje que
llegué a conocer a HPB, no como una mera amiga personal sino como algo
infinitamente más.
Permítanme
detenerme, pues, en HPB como maestra, permítanme tratar de expresar lo que ella
puso ante mí y ante tantos otros, y cuya aceptación nos unía por lazos que la
muerte no puede romper.
Primero y sobre
todo, ella nos mostró el propósito de la vida.
Y cuando digo
esto quiero decir mucho más de lo que comúnmente se entiende por esta frase.
Quiero decir mucho más que el simple hecho que ella nos dio un interés y un
motivo en esta vida presente y una creencia o fe con respecto a la próxima.
Aquellos que
han aprendido la lección de la naturaleza ilusoria de lo que la mayoría de los
hombres llaman vida (ya sea aquí o en
el más allá) necesitan inspirarse en una fuente más profunda que la que se
encuentra disponible en el mundo externo de las formas.
Pero para el
místico nato a menudo hay un largo período de espera y búsqueda antes de
encontrar esa fuente ya que se pasan muchos años probando y rechazando, primero
un sistema, luego otro, y así hasta que parece como si el enigma de la vida fuera
un problema sin solución, y tal vez justo cuando todo parecía más oscuro y
desesperado, cuando incluso uno prefería mejor abandonar la búsqueda y tomar la
posición de decir: "no sabemos y no podemos saber", entonces en ese momento
aparece la luz, se ha enviado al maestro, se ha pronunciado la palabra que ha
recordado la memoria perdida de esa fuente oculta de verdad que hemos estado
buscando y hemos retomado una vez más en el punto en que lo abandonamos en una
vida anterior, esa gran tarea que nos hemos propuesto realizar.
Y así ella hizo
algo más que enseñarnos un nuevo sistema de filosofía. Ella reunió los hilos de
nuestra vida, esos hilos que van hacia el pasado y hacia el futuro, pero que no
habíamos podido rastrear, y nos mostró el patrón que habíamos estado tejiendo y
el propósito de nuestro trabajo.
Ella nos enseñó
Teosofía, pero no como una mera forma de doctrina, no como una religión, una
filosofía, un credo o una hipótesis de trabajo, sino como un poder vivo en
nuestras vidas.
Es inevitable
que el término Teosofía llegue a asociarse con cierto conjunto de doctrinas ya
que para que el mensaje pueda ser dado al mundo, debe presentarse en una forma
definida y sistemática. Pero al hacer esto se vuelve exotérico, y nada que sea
exotérico puede ser permanente pues pertenece al mundo de la forma.
Ella nos llevó
a mirar debajo de la superficie, detrás de la forma; hacer del principio el
verdadero motor de nuestra vida y conducta. Para ella, el término Teosofía
significaba algo infinitamente más de lo que podía exponerse al mundo en
cualquier Clave de la Teosofía o Doctrina Secreta.
El acercamiento
más cercano hacia este término (Teosofía) en cualquiera de sus trabajos
publicados se encuentra en La Voz del
Silencio, sin embargo incluso este texto transmite de manera imperfecta lo
que ella (si el mundo hubiera podido recibirlo) habría enseñado e incluido en
el término: Teosofía.
La nota clave
de sus enseñanzas, la nota clave de su vida, fue el auto-sacrificio.
Dice este
libro:
"Pero quédate, Discípulo... Una sola
palabra. ¿Puedes destruir la COMPASIÓN divina? La compasión no es un atributo.
Es la LEY de Leyes: Armonía eterna, el YO de Alaya; una esencia universal sin
orillas, la luz del Derecho eterno, y la aptitud de todas las cosas, la ley del
amor eterno... Ahora inclina tu cabeza y escucha bien, Oh Bodhisattva — La
compasión habla y dice: ‘¿Puede haber bienaventuranza cuando todo lo que vive
debe sufrir?’ "
Y de esta
manera, aunque la Teosofía doctrinal habla del Devachan y del Nirvana: o sea del
descanso para el cansado peregrino de la vida y de una meta final de
bienaventuranza más allá de todo pensamiento y concepción, sin embargo para
aquellos que son capaces de recibirlo también les dice que hay algo aún más
elevado y más noble, y que aunque tres veces grande es aquel que ha
"cruzado y ganado el Camino Aryahata", es aún más grande quien
habiendo ganado el premio lo deja a un lado y "permanece desinteresado
hasta el fin sin fin".
Y así HPB a
menudo nos señaló a esos hombres y mujeres que eran verdaderos teósofos por el sacrificio
que ellos hacían de su bienestar parta ayudar a la humanidad, aunque ellos
estuvieran fuera del movimiento teosófico, e incluso parecieran antagónicos a
él, ya que en el mundo un teósofo ha llegado a significar alguien que cree en
la reencarnación y en el karma, o alguna otra doctrina distintiva (pero ese
término ‘teósofo’ nunca estuvo tan limitado en su aplicación por la gran
fundadora de la Sociedad Teosófica).
Ella enseñó
estas doctrinas para que los hombres pudieran desvincularse de todas las formas
de doctrina y alcanzar el Ser de Alaya.
No hay doctrina
más antigua que esta de la Compasión Divina, de la Fraternidad Universal, es la
esencia de todas las enseñanzas de todos los Budas y Cristos que el mundo ha
conocido. Se encuentra por encima de todas las doctrinas, todos los credos,
todas las fórmulas; es la esencia de toda religión. Sin embargo los hombres
siempre la pasan por alto, pasan por alto el único principio que puede salvar
al mundo y en cambio se inclinan por los deseos egoístas de su naturaleza
inferior.
El
individualismo es la nota clave de la civilización moderna; el mundo de la competencia
y la supervivencia del más apto son la base práctica de nuestra moralidad.
Nuestros filósofos y maestros científicos modernos hacen todo lo posible para
reducir al hombre al nivel de un animal intelectual, para mostrar su linaje, su
ascendencia y su genio como pertenecientes a la creación bruta, y condicionados
por leyes brutales de fuerza ciega y materia muerta.
¿Qué hay de sorprendente entonces que quien creía tan
ardientemente en la naturaleza divina del hombre y en la ley divina del amor [o
sea Blavatsky] se opusiera con desdén a las enseñanzas tanto de la religión
como de la ciencia que degradan así a la humanidad?
Y ella pagó el
inevitable coste de su rebeldía ya que fue incomprendida, calumniada y
vilipendiada hasta el último día y aún después de su muerte, ella vivió la vida
de una heroína y murió como una mártir. Solo aquellos que eran sus amigos
íntimos sabían cómo ella sufría, mental y corporalmente.
El hombre que
muere de cara al enemigo luchando hasta el final aunque cubierto de heridas es
considerado un héroe. Pero en el fragor de la batalla hay olvido del dolor, hay
una fuerza sobrehumana de locura y frenesí. Ese no fue el caso de HPB quien debería
ser considerada una heroína que pudo aferrarse a la vida y trabajar como
ninguna otra mujer lo ha hecho a través de años de tortura física y mental.
Hace algunos
años ella estuvo a las puertas de la muerte. Físicamente hablando debería haber
muerto entonces. Los médicos la abandonaron, ella misma sabía que se moría y se
alegró mucho, pero el Maestro vino a ella y le mostró el trabajo que aún debía
hacer y le dio a elegir: la dicha de morir o la cruz de seguir viviendo en el
sufrimiento.
Ella eligió la
cruz. Y así no sólo nos enseñó el significado de la Teosofía por precepto, sino
también por ejemplo. Ella misma fue la más grande de los teósofos, no solo
porque fundó el movimiento teosófico y restauró al mundo los tesoros de la
sabiduría antigua, sino sobre todo porque ella misma efectuó la Gran Renuncia
al descanso y prefirió seguir sacrificándose por el bien de la humanidad.
(Este
artículo fue publicado en la revista Lucifer
de julio de 1891, p.385-387; y posteriormente en el libro HPB: en memoria de Helena Petrovna Blavatsky, 1891, p.78-80)
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