Esta
descripción Leadbeater la puso en el capítulo dos de su libro “Los Maestros y el Sendero”:
A
continuación describiré brevemente el valle del Tíbet donde habitan los
maestros Morya, Kuthumi y Djwal Khul. Los maestros Morya y Kuthumi tienen su
respectiva vivienda en las opuestas márgenes de un angosto barranco por cuyo
cauce fluye una suave corriente de agua y cuyos taludes están poblados de
pinos.
Un museo
secreto
De
cada casa parte un camino que conduce a un puente sobre el barranco, y cerca
del puente hay una pequeña abertura que da entrada a una serie de salas
subterráneas que contienen un museo oculto cuyo guardián es el maestro Kuthumi
en nombre y representación de la Gran Fraternidad Blanca.
Los
objetos de dicho museo son de variadísimo carácter, y parecen destinados a
servir de ejemplo del proceso de la evolución. Hay allí vividas imágenes de
cada uno de los diversos tipos de hombres que han existido en la tierra, desde
el gigantesco lémur de balderas articulaciones hasta los remanentes pigmeos de
las primitivas e inferiores razas humanas.
Modelos
en alto relieve muestran las variaciones de la superficie terrestre y su
configuración anterior y posterior a los cataclismos que tan señaladamente la
alteraron. Enormes diagramas representan las migraciones de las diferentes
razas del mundo indicando exactamente hasta donde llegaron en sus éxodos. Y otros
diagramas análogos denotan la influencia de las diversas religiones del mundo y
señalan en dónde se practicaron en su pureza original y dónde se contaminaron
adulteradamente con los residuos de otras religiones.
Admirables
estatuas que parecen vivas, perpetúan el aspecto físico de los caudillos e
instructores de razas largo tiempo olvidadas; y para que la posteridad los
examine se conservan objetos relacionados con importantes y todavía desconocidos
adelantos de la civilización.
Allí
se ven manuscritos de increíble antigüedad e inestimable valor, como por
ejemplo el escrito por la mano del mismo Señor Buda durante su última vida en
que fue el príncipe Siddharta, y otro escrito por el Señor Cristo de Palestina.
También se conserva en este museo el maravilloso original del Libro de Dzyan
descrito por la señora Blavatsky como prolegómeno de La Doctrina Secreta. Y también
hay escritos procedentes de otros mundos distintos del nuestro.
Están
asimismo representadas las formas animales y vegetales, muchas de las cuales
conocemos en estado fósil, aunque de la mayor parte no tienen los naturalistas
la menor idea. Por último hay, para estudio de los discípulos, reproducciones
de populosas ciudades de remotísima y olvidada antigüedad.
Todas
las estatuas y modelos tienen los mismos colores que tuvieron sus originales, y
conviene advertir que se fueron coleccionando estos objetos, cada cual en su
época, con la deliberada intención de demostrar a la posteridad las sucesivas
etapas por las que ha ido pasando la humanidad, de modo que en vez de
fragmentos incompletos como nos ofrecen nuestros museos, tengamos en todos los
casos una sistemática e instructiva serie de reproducciones.
En
el museo del Tíbet encontramos modelos de todas las clases de máquinas
inventadas por el hombre en el transcurso del tiempo y notables y copiosos
ejemplos de las formas de magia empleada en los diversos períodos de la
historia.
En
el vestíbulo que antecede a las vastas salas del museo están las vividas
imágenes de los discípulos de los maestros Morya y Kuthumi que entonces se
hallaban en el período probatorio y que describiré en el próximo capítulo.
Dichas imágenes están colocadas alrededor de la pared a manera de estatuas y
representan exactamente a los respectivos discípulos; pero ordinariamente no
puede verlas el ojo físico porque la materia más densa que entra en su
composición es la etérea.
El entorno
Cerca
del puente hay también un templete con torrecillas de estilo birmano, a donde
acuden unos cuantos lugareños a ofrecer frutas y flores, quemar alcanfor y
recitar el Pancha Sita. Un camino áspero y desigual conduce al valle por el
lado del barranco.
Desde
cada una de las casas de los Maestros se ve la otra y ambas están más altas que
el puente, desde donde es dudoso que se puedan ver porque el barranco forma
allí meandro.
Si
seguimos el camino hacia el valle, pasada la casa del maestro Kuthumi, nos
conducirá a una gran pilastra de roca desde la cual, a causa de los rodeos del
barranco, se pierde de vista la casa. Más allá del barranco se dilata una
llanura con un lago en el que según tradición solía bañarse la señora
Blavatsky, quien dice que encontraba el agua muy fría.
El
valle es abrigado y se orienta hacia el mediodía, de suerte que aunque en invierno
está toda la comarca aledaña cubierta de nieve, no recuerdo haber visto jamás
ni un solo copo en las inmediaciones de las casas de los Maestros. Estas casas
son de piedra, muy firme y sólidamente construidas.
La casa
del maestro Kuthumi
La
casa del maestro Kuthumi está dividida en dos partes por un recto pasillo
central. La primera puerta de la derecha del pasillo da acceso al aposento
principal de la casa, donde suele estar el Maestro. Es muy espacioso, de quince
por nueve metros de superficie y alto de techo, de modo que más parece un salón
que un aposento y ocupa toda la latitud de la casa en la derecha del pasillo.
Detrás
de esta sala hay dos habitaciones casi cuadradas, una para biblioteca y otra
para dormitorio, que completan la parte derecha de la casa, destinada al uso
personal del Maestro y rodeada de amplia galería.
El
lado izquierdo del pasillo está dividido en pequeños departamentos de diversas
clases que no tuvimos ocasión de examinar detenidamente.
La
sala principal tiene muchas ventanas en lo largo y en ancho, bajo las cuales se
extiende un continuado asiento, de modo que al entrar se recibe la impresión de
una ininterrumpida perspectiva.
Y
en el centro de la pared opuesta a la de las ventanas hay una amplia chimenea
con su tablero, cubierta de hierro forjado como se dice que no hay otra en el Tíbet
y dispuesta de suerte que su irradiación calienta los tres aposentos.
Junto
a la chimenea está el sillón del Maestro, tallado en madera antigua y con el
asiento tan exactamente adecuado al ocupante que no hay necesidad de cojines.
Diseminados por el salón se ven mesas, divanes, sofás y otros asientos, la
mayoría sin respaldo, y en un ángulo el teclado del órgano del Maestro.
El
techo mide unos seis metros de altura con vigas primorosamente esculpidas que
se entrecortan en puntos ornamentales y dividen el techo en secciones oblongas.
Una arcada con una columna en el centro, de estilo algo semejante al gótico,
pero sin vidriera, da a la biblioteca, y otra abertura semejante da al
dormitorio. Esta pieza está sencillamente amueblada con una cama ordinaria,
especie de hamaca pendiente entre dos soportes de madera tallada fijos en la
pared, uno de ellos en figura de cabeza de león, y el otro en la de elefante, de
suerte que cuando no se usa queda plegada contra la pared.
La
biblioteca es un elegante departamento con millares de volúmenes.
Perpendiculares a la pared sobresalen altas estanterías repletas de libros en
varios idiomas, algunos de ellos de la moderna bibliografía europea, y en lo
alto hay anaqueles para los manuscritos. El Maestro es eminente filólogo, y
además de muy erudito en literatura inglesa, conoce perfectamente la francesa y
alemana. También hay en la biblioteca una máquina de escribir que al Maestro le
regaló un discípulo.
Plano de la casa del
Maestro Kuthumi.
Muy
poco sé de la familia del Maestro. Hay una señora, evidentemente discípula, a
quien él llama hermana; pero ignoro
si efectivamente lo es, o si tan sólo prima o sobrina. Representa mucha más
edad que él, aunque esta circunstancia no haría improbable el parentesco,
porque él conserva por largo tiempo el aspecto de quien domina a los años. Ella
se le parece algo, y una o dos veces ha concurrido a las reuniones tenidas en
la casa, aunque más bien cabe suponer que ejerce funciones de ama de gobierno y
cuida de la servidumbre, entre la cual hay un anciano matrimonio que hace
muchos años está al servicio del Maestro, y si bien nada saben de la verdadera
categoría de su amo, lo consideran como indulgente y amable patrón y se
benefician muy mucho de estar a su servicio.
El
Maestro posee un vasto jardín, aparte de gran extensión de terreno, y mantiene
operarios agrícolas para cultivarlo. Cerca de la casa crecen entre helechos
multitud de floridos arbustos y flores silvestres. Cruza el jardín un arroyuelo
que forma una pequeña cascada sobre la cual está tendido un puente. Allí suele
sentarse el Maestro cuando proyecta corrientes de pensamiento y derrama
bendiciones sobre los suyos, y al superficial observador le parecería que
contempla ociosamente la naturaleza y escucha distraído el canto de las aves y
el rumor del agua. Otras veces se sienta en el sillón, y cuando los suyos le
ven así, comprenden que no deben molestarlo, pues aunque ignoran lo que hace,
suponen que está en Samadhi. La circunstancia de que los orientales conocen
esta clase de meditación y la respetan, puede ser uno de los motivos que tienen
los adeptos para vivir en Oriente con preferencia a Occidente.
De
esta manera nos parece que el Maestro pasa en tranquila y sedante actitud una
considerable parte del día, cuando está en meditación, como nosotros diríamos,
pero tiene además muchas otras tareas. Ha compuesto música y escrito notas y
artículos con diversos fines, y también le interesa el adelanto de las ciencias
físicas, aunque este ramo es la especialidad de otro Maestro de Sabiduría.
De
cuando en cuando, el maestro Kuthumi cabalga en un hermoso bayo, y a veces
cuando han de trabajar juntos, le acompaña el maestro Morya que siempre monta
un magnífico caballo blanco.
Nuestro
Maestro visita regularmente algún monasterio, y a veces sube al que está
aislado en la montaña. Su principal ejercicio es andar a caballo para cumplir
sus deberes, aunque también suele ir a pie en compañía del maestro Djwal Khul
que vive muy cerca del risco desde donde se descubre el lago.
El
Maestro toca a veces el órgano que tiene en la sala. Este está construido en el
Tíbet bajo su dirección y es una combinación de órgano y piano con teclado como
los que he visto en Occidente, en el que puede interpretar toda nuestra música
occidental. No se parece a ningún instrumento de los que conozco, porque tiene
teclado a ambos lados para tocar indistintamente desde la sala o desde la
biblioteca.
Los
teclados del órgano, pedal y acompañamiento dan a la parte de la sala, mientras
que el del piano mira a la biblioteca. Los teclados se pueden pulsar a la vez o
separadamente. El órgano con sus pedales se toca desde la sala como de
ordinario; pero dando vuelta a un manubrio que hace efecto de registro, se
enlaza el mecanismo del piano con el del órgano y ambos suenan simultáneamente.
Así resulta el piano como un registro suplementario del órgano.
Sin
embargo, desde la biblioteca puede tocarse el piano separadamente del órgano;
pero un complicado mecanismo enlaza con el teclado del piano el acompañamiento
del órgano, de modo que se puede tocar el piano solo o con acompañamiento de
órgano o con algunas llaves del órgano. Como también es posible, según he
dicho, tocar separadamente ambos instrumentos, con dos ejecutantes, uno en cada
teclado, resulta un dúo de órgano y piano.
El
mecanismo y la tubería de este extraño instrumento ocupan lo que pudiéramos
llamar el desván de esta parte de la casa del Maestro, quien por magnetismo lo
ha puesto en comunicación con los gandarvas o devas musicales, quienes cooperan
en la ejecución de las obras, y producen armonías jamás oídas en el plano
físico, como si las vibraciones del órgano acompañaran las de instrumentos de
cuerda y viento.
Siempre
está resonando en el mundo el canto de los devas, siempre resuena en el oído de
los hombres, que no escuchan su belleza. El profundo bordón del mar, el suspiro
del viento en los árboles, el bramido del torrente montesino, el murmullo del
arroyo, el rumor de los ríos, el estrépito de las cataratas junto con muchos
otros sones componen el grandioso canto de la viviente Naturaleza y el eco en
el mundo físico del más grandioso canto de la esencia de los devas.
Dice
Luz en el Sendero:
« Tan
sólo fragmentos de este grandioso canto llegarán a tus oídos mientras no seas
más que hombre. Pero si los escuchas, recuérdalos fielmente para no perder
ninguno de los que te llegaron, y procura aprender de ellos el significado del
misterio que te rodea. Con el tiempo no necesitarás instructor. Porque así como
el individuo tiene voz, así también la tiene aquello en lo que el individuo
existe. La vida habla y nunca está silenciosa. Pero su expresión no es un
llanto, como tú que estás sordo, puedes suponer, sino un himno. Aprende por él
que eres parte de la armonía. Aprende por él a conocer las leyes de la armonía. »
Todas
las mañanas acude a casa del Maestro cierto número de personas, no precisamente
discípulos, sino adherentes que se sientan en la galería. A veces les da el
Maestro una especie de conferencia, pero por lo general prosigue ocupado en su
labor sin concederles más que una cariñosa sonrisa que los satisface
igualmente. Están en el campo de influencia del aura del Maestro y lo veneran.
A
veces come en la galería rodeado de los tibetanos que se sientan en el suelo
con las piernas cruzadas; pero generalmente lo hace a solas en su aposento. Es
posible que observe la regla de los monjes budistas y se abstenga de todo
alimento después de mediodía, porque no recuerdo haberle visto nunca cenar, y
aun es posible que no necesite comer todos los días. Lo más probable es que
tome alimento siempre que el sostén del cuerpo lo requiera, pero no a horas
fijas.
Le
he visto comer unas tortas morenas y dulces, de harina de trigo, manteca y
azúcar, confeccionadas por mano de su hermana. También come arroz y salsa de
aderezo en forma de sopa. Se sirve de una primorosa cuchara de oro con un
elefante en el extremo del mango, unido al cuenco en ángulo distinto del de las
cucharas usuales. Es una joya de familia, muy antigua y seguramente de subido
valor. De ordinario va vestido de blanco con la cabeza descubierta excepto
cuando se reviste con el hábito de los gelugpas, del que forma parte un
casquete parecido al casco romano. Sin embargo, el maestro Morya acostumbra
llevar turbante.
La casa
del Maestro Morya
La
casa del maestro Morya está en el lado opuesto del valle y mucho más abajo,
casi al lado del templete y de la entrada al subterráneo. Es de muy diferente
arquitectura, de dos pisos con galerías de cristales en el frente de la fachada
que da al camino. El género de vida del maestro Morya es muy semejante al ya
descrito del maestro Kuthumi.
Si
subimos por el camino por la margen izquierda del barranco a lo largo del
valle, pasaremos por la derecha de la casa y tierras del maestro Kuthumi, y en
la colina encontraremos en el mismo lado del camino una cabaña que el maestro
Djwal Kul construyó con sus propias manos cuando era discípulo a fin de vivir
cerca de su Maestro.
En
dicha cabaña hay una especie de placa en la que a petición del maestro Kuthumi
un discípulo de nacionalidad inglesa estampó por precipitación una vista de la
sala principal de la casa del Maestro con los retratos de varios maestros y
discípulos, en recuerdo de una fructífera y muy dichosa velada que pasaron en
casa del Maestro.
OBSERVACIONES
Charles
Leadbeater, al igual que muchos otros individuos que quisieron intentarlo,
durante un tiempo estuvo en probación para volverse un chela, y al igual que
sucedió con casi todos los demás, él también fracasó. Pero siendo un hombre muy
charlatán les hizo creer a las personas que si había tenido éxito y que ahora
él era un discípulo aceptado por los maestros transhimaláyicos y que él
mantenía contacto con ellos. Lo cual es falso porque entonces él no habría cometido
tantas aberraciones y escrito tantas equivocaciones.
Y
este engaño lo llevó al grado que aquí él pretende haber visitado la casa de
los maestros, pero en realidad lo que él hizo fue basarse en los relatos que
dieron verdaderos discípulos como Damodar y Ramiah, quienes si visitaron ese
lugar por medio de su cuerpo astral.
Y
no contento con plagiar, Leadbeater todavía le añadió muchas fábulas a su relato
porque Damodar y Ramiah solo mencionaron que los Maestros Kuthumi y Morya
tienen sus casas en un lugar secreto de Cachemira, que las casas están una enfrente
de la otra rodeadas de árboles a una distancia aproximada de una o dos millas,
y que hay un pequeño templo que se encuentra a medio camino de las dos (ver link).
Así
que todo el resto de la historia que contó Leadbeater y que les puse arriba, él
la inventó. Y este un ejemplo más que les muestra a qué punto ese individuo era
profundamente embustero.
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