El editor de la revista The Word le
pidió al esoterista Franz Hartmann que le dijera su sincera opinión sobre Madame
Blavatsky, y el Dr. Hartmann se la dio enviándole la siguiente carta:
«
Al editor de
The Word:
Estimado señor:
He recibido su petición donde me
pide que escriba un artículo acerca del verdadero carácter subyacente de H.P.
Blavatsky y de su objetivo en la vida.
Esa tarea es muy difícil porque hay
dos clases de lectores y ninguno de los cuales desea escuchar la verdad: están
los fanáticos admiradores de Blavatsky que por así decirlo, hacen de ella un
objeto de culto idólatra, y si dijera algo que indicara que ella no era una
santa perfecta, ellos me considerarían un renegado, un traidor o lo que fuera.
Y del otro lado están sus enemigos que la convierten en una mentirosa, en una impostora,
en una plagiadora y peor aún. Pero ambos grupos están lejos de la verdad.
H.P. Blavatsky no era ni una santa
ni un demonio, y tampoco pretendía serlo. Ella era un ser humano que tenía
muchas cualidades agradables y quizás algunas desagradables; pero sobre todo era
una iniciada, y además una persona dotada de una médiumnidad tan poco frecuente
que eso le permitió vivir en la frontera entre dos mundos, visitar ambos y
ponerlos en comunicación entre sí.
Ya se ha escrito bastante sobre su
personalidad, pero hay que decir que quien no la conoció personalmente no podrá
juzgarla correctamente. En cuanto al conocimiento de su verdadero carácter
subyacente, la única forma de juzgarlo es estudiando sus escritos y esto dejará
claro a cualquier mente sin prejuicios que sus enseñanzas se inspiraron en una
fuente más elevada que en su propio estudio o especulación personal.
Las cosas que ella escribió le
fueron instruidas por alguna inteligencia superior. Si esta inteligencia era su
propio Yo Superior, o como ella afirmó algún adepto que vivía en el Tíbet, no
podemos saberlo con certeza, y menos aún demostrárselo a otros. Pienso que es
bastante cierto, como ella dijo, que muchas de las cosas que ella escribió
fueron escritas por ella mientras su cuerpo dormía.
Ella escribió correctamente en
latín, griego, hebreo, sánscrito y otros idiomas, que ni siquiera podía leer
mientras se encontraba en su estado normal, y dudo mucho que ella en su
personalidad inferior hubiera entendido completamente todo lo que alguna vez
escribió en su Doctrina Secreta, si
alguna vez hubiera intentado estudiarlo.
Viví como huésped de H.P. Blavatsky
en la sede de Adyar de 1883 a 1885. Fui con ella a Europa, me quedé con ella durante
un tiempo en Toure del Greco, en Nápoles. La vi después repetidamente en
Wurzburg y Londres, y la vi lo suficiente como para estar convencido de que ella
era la persona más extraordinaria que he visto en mi vida, y que ella estaba en
posesión de poderes ocultos muy peculiares, como la lectura del pensamiento, la
respuesta a preguntas, etc.
Previamente yo había estado
investigando los fenómenos espiritistas durante quince años en los Estados
Unidos antes de ir a la India, y los fenómenos que presencié en presencia de H.P.
Blavatsky no eran nada nuevo para mí. No me importaba saber si las "letras
ocultas" que recibí tenían su origen en el cerebro de Blavatsky o si
fueron "precipitadas" por algún adepto tibetano o alguno de sus discípulos,
solo me interesaba su contenido.
En cuanto a la pregunta:
¿Cuál fue su
objetivo en la vida?
Le respondo que sin duda su objetivo
fue difundir las enseñanzas teosóficas por todo el mundo, hacer que las
personas pensaran por sí mismas y guiarlas en su camino hacia la búsqueda de la
verdad.
Este objetivo era para ella
primordial y superior a todas las demás consideraciones, y pudo haber tenido
razón al pensar que un objetivo tan elevado justificaba los medios para
lograrlo, especialmente si esos medios nunca le hicieron daño a nadie.
Su ambición de llevar a la humanidad
hacia una concepción superior de la vida, de derrocar la superstición
científica y religiosa, y hacer que la gente se dé cuenta de la presencia del
Espíritu divino dentro de cada uno de nosotros, la llevó a vulgarizar la alta
filosofía del Oriente y actuar en contra del mandamiento de la Biblia contenido
en Mateo, VII., 6, circunstancia que lamentó hasta el final de sus días.
(Observación de Cid: es el versículo
que dice "No
deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no
sea que las pisoteen y se vuelvan y os despedacen".)
H.P. Blavatsky tenía una imaginación
poderosa y era muy impulsiva y obstinada. A veces esto puede haberle causado
problemas, pero en su personalidad mortal no era más que una sirvienta de un
poder superior cuya naturaleza sólo podemos juzgar por lo que enseñó a través
de su instrumento que fue Blavatsky.
Sus defectos personales, si los tenía,
son los suyos; pero en cambio sus enseñanzas pertenecen al mundo, y con su
muerte hemos perdido a una mente maestra que acercó las verdades espirituales a
nuestro entendimiento intelectual y exhibió las enseñanzas de los antiguos
sabios y místicos en una forma moderna y comprensible.
Requiescat
in pace [descansa en paz]
FRANZ HARTMANN. »
(The Word, mayo de
1907, p. 72-73)
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