Sobre este
antiguo texto, Blavatsky escribió lo siguiente:
« Se dice que Isarim (un Iniciado)
encontró la famosa Tabla Esmeralda en Hebrón,
sobre el cadáver de Hermes. »
(DS
II, p.556)
« Nos dice Avicena que la Tabla Esmeralda (que es el tratado de alquimia más
antiguo que se conoce) fue encontrada en el cuerpo de Hermes, enterrado hace
siglos en Hebrón, por Sara, la esposa de Abraham. »
(CW
11, p.534)
Notas:
Isarim es una palabra hebrea que designa a los iniciados
esenios.
Y en la antigua
tradición existen varias versiones de cómo se encontró la Tabla Esmeralda. Blavatsky menciona la más conocida
que dice que Avicena, quien fue un gran sabio persa del siglo II d. C.
("un Isarim") la descubrió en Hebrón que es una ciudad que se encuentra a 30 kilómetros al sur de Jerusalén.
Y Blavatsky
también añadió:
« Como lo expresa Éliphas Lévi, “esta Tabla Esmeralda es toda la magia en
una sola página”; pero la India tiene una
sola palabra que cuando se entiende, contiene "toda la magia".
Sin embargo, se trata de una
tablilla que supuestamente fue encontrada por Sara, la esposa de Abraham (!)
sobre el cadáver de Hermes.
Eso dicen los masones y los
cabalistas cristianos. Pero en Teosofía lo llamamos
alegoría.
¿No podría significar que
Sarai-swati, la esposa de Brahmâ, o la diosa de la sabiduría y el aprendizaje
secretos, al encontrar todavía gran parte de la antigua sabiduría latente en el
cuerpo muerto de la Humanidad, revivió esa sabiduría?
Esto condujo al renacimiento de las
Ciencias Ocultas, durante tanto tiempo olvidadas y descuidadas en todo el
mundo.
La tablilla en sí, sin embargo,
aunque contiene "toda la magia", es demasiado larga para reproducirla
aquí. »
(GT)
« De los verdaderos libros herméticos
sólo queda un fragmento conocido como La Tabla Esmeralda, mientras que [todas
las otras obras “hermetistas” son espurias]. »
(CW
11, p.549)
« Pero también La Tabla Esmeralda fue
desfigurada cuando llegó a las manos cristianas [en su traducción]. »
(DS
II, p.113)
« La Tabla Esmeralda de Hermes, en su significado esotérico tiene siete claves. »
(DS
II, p.109)
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