Sobre los
textos hermetistas, Blavatsky escribió lo siguiente:
En la Antiguedad
« ¿Quiénes, o cuántos habrán tenido la
oportunidad de leer las obras de Hermes Trismegisto, tal como estaban en los
santuarios egipcios?
[Los filósofos
de la antigüedad dicen lo siguiente: ]
En sus Misterios de los Egipcios, Jámblico le
atribuye a Hermes 1’100 libros, y Seleuco considera que no había menos de
20’000 de sus obras antes del periodo de Menes.
. . .
Diodoro dice
que fue Mnevis, el más antiguo de los legisladores y el tercer sucesor de
Menes, quien los recibió de Hermes. »
(Isis
I, p.406-7)
« Los
erúditos saben que la famosa Biblioteca Alejandrina (“la maravilla de los
tiempos”) fue fundada por Ptolomeo Filadelfo, y que la mayoría de sus manuscritos
fueron cuidadosamente copiados de textos hieráticos y de los pergaminos más
antiguos, caldeos, fenicios, persas, etc., ascendiendo estas transliteraciones
y copias a su vez a otros cien mil, como afirman Josefo y Estrabón.
Además, existe la evidencia
adicional de Clemente de Alexandria que debe acreditarse hasta cierto punto*, y
testifica de la existencia de treinta mil volúmenes adicionales de los Libros
de Thot, colocados en la biblioteca de la tumba de Osymandyas, sobre cuya
entrada estaban inscritas las palabras "Una cura para el alma".
(* Los cuarenta y dos Libros
Sagrados de los egipcios mencionados por Clemente de Alejandría [en su obra Stromateis, VI, iv] como existieron en
su época, no eran más que una parte de los Libros de Hermes.
Jámbico [en su obra De mysteriis, viii, 1], bajo la
autoridad del sacerdote egipcio Abammon, atribuye 20’000 de tales libros a
Hermes, y Manetón dice que fuieron 36’525.)
Desde entonces, como todo el mundo
sabe, Champollion encontró textos enteros de las obras “apócrifas” del Poimandres y del Asclepiades, inscritos en los monumentos más antiguos de Egipto.
Y después de haber dedicado toda su
vida al estudio de los registros de la antigua sabiduría egipcia, tanto
Champollion-Figeac como Champollion hijo declararon públicamente, a pesar de muchos
juicios sesgados, arriesgados por ciertos críticos apresurados e imprudentes,
que los Libros de Hermes:
“Contienen verdaderamente una masa de
tradiciones egipcias que son constantemente corroboradas por los registros y
monumentos más auténticos de Egipto de la más remota antigüedad.” (Égypte Ancienne, p.139, París, Didot
Frères, ed. de 1847).
Nadie cuestionará el mérito de
Champollion como egiptólogo, y si declara que todo demuestra la exactitud de
los escritos del misterioso Hermes Trismegisto, y que su antigüedad se remonta
a la noche de los tiempos y que están corroborados hasta en sus más mínimos
detalles, entonces, en efecto, la crítica debería quedar plenamente satisfecha.
“Estas
expresiones”, dice Champollion, “son sólo el eco fiel y la expresión de las
verdades más antiguas”.
»
(CW
13, p.231-3)
A inicios del Cristianismo
« Clemente de Alejandría [quien vivió
entre el II y III siglo d. C.] afirmó que en sus días, los sacerdotes egipcios
poseían cuarenta y dos libros canónicos [de Hermes]. »
(Isis
I, p.3n)
« Y en su Stromata, Clemente de Alejandría dice que “de los cuarenta y dos
libros, treinta y seis contenían toda la filosofía de los egipcios, y los otros
seis eran sobre medicina y trataban de la estructura del cuerpo, de las
enfermedades, instrumentos y medicinas, acerca de los ojos, y el último era
sobre las mujeres”.
. . .
Y al describir
la procesión de los sacerdotes egipcios dice que “el cantante a la cabeza de la
procesión llevaba dos libros de música e himnos de Hermes; y el hoscopo llevaba
cuatro libros de Hermes sobre las estrellas”. »
(HPB,
Gnóstica, p.4n)
« Posteriormente [Hermetismo] fue un
nombre genérico de muchos escritores griegos antiguos sobre filosofía y
alquimia. »
(GT,
Hermes)
En la Edad Media
« Pero de los verdaderos libros herméticos sólo existe el fragmento conocido
como La Tabla Esmeralda. Todos los demás escritos
recopilados sobre los libros de Thoth [Hermes] fueron destruidos y quemados, en
Egipto, por orden del emperador romano Diocleciano, en el siglo III de nuestra
era.
Todos los libros hermetistas, incluido
"El Poimandres" [que es el primer tratado
del Corpus Hermeticum], no son en su forma actual más que
reminiscencias más o menos vagas y erróneas, elaboradas por diversos autores
griegos e incluso latinos, que a menudo no dudaron en transmitir sus propias
interpretaciones como verdaderos textos herméticos.
Y aunque por casualidad los hubiera
[actualmente textos herméticos auténticos], estos seguirían siendo tan
incomprensibles para los estudiosos de hoy, como lo son los libros de los
alquimistas de la Edad Media.
. . .
Y hemos mostrado las razones de
esto:
a) Sus misterios eran demasiado
sagrados para ser profanados por los ignorantes, siendo escritos y explicados
en sus tratados sólo para el uso de unos pocos adeptos iniciados; y eran demasiado peligrosos en manos de quienes sabían abusar de ellos.
b) Y también en la Edad Media las
precauciones se volvieron diez veces mayores, y por consiguiente había que
desprenderse de ellos o correr el riesgo de ser asado vivo. »
(CW
11, p.549)
« Desafortunadamente La Tabla Esmeralda fue
desfigurada cuando llegó a las manos cristianas [en su traducción]. »
« Y El Poimandres, no obstante lo mucho que haya sido distorcionado en algunos
pasajes por el alisamiento cristiano, fue escrito sin embargo por un filósofo;
mientras que la mayor parte de los asi llamados “textos herméticos” son el
producto de paganos sectarios con una tendencia hacia un Ser Supremo
antropomórfico. Sin embargo ambos son el eco de la flosofía esotérica y de las Puranas Indias. »
(DS I, p.285)
« De los “libros de Hermes”, los
manuscritos que han llegado hasta nosotros, la mayoría son tan solo las
traducciones latinas de traducciones griegas, hechas principalmente por
Neo-platónicos a partir de los
libros originales preservados por algunos adeptos [pero añadiendo sus propias interpretaciones].
Marsiglio
Ficino (1433-1499) fue el primero en publicarlos en Treviso, en 1471, pero solo
nos dio meros extractos, y parece haber pasado por alto o haber omitido a
propósito las partes más importantes por estas ser demasiado peligrosas para
publicarse en esos años ya que contradecían la fe cristiana. »
(Isis
I, p.407)
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