Blavatsky
murió el 9 de mayo de 1891, y en homenaje, William Judge quien había sido su
principal colaborador, escribió este artículo el cual se publicó al mes
siguiente en la revista Lucifer.
Esta
era la manera en que nuestra amada maestra y amiga siempre concluía su
correspondencia conmigo. Ahora, aunque todos transcribamos algún relato sobre
esa amiga y maestra que ha transitado, siento siempre próxima y poderosa la
magia de aquella fuerza irresistible, como un río impetuoso que aquellos que
confiaban plenamente en ella siempre pudieron entender.
Realmente
afortunado ha sido ese Karma que por todos los años desde que la encontré por
primera vez en 1875, y que me mantuvo fiel a una amiga que ocultándose bajo el
aspecto mortal conocido como H.P. Blavatsky, siempre fue leal y bondadosa,
permaneciendo maestra y guía.
En
esta vida conocí a H.P.B. por primera vez en 1874 en la ciudad de Nueva York.
Por medio del coronel Olcott ella pidió que la encontrara en su residencia en
Irving Place cuando (tanto entonces como después) a lo largo de su existencia
tempestuosa se encontraba rodeada por los inquietos, los intelectuales, los bohemios,
los ricos y los pobres.
Su
mirada fue lo que me atrajo, fue la mirada de quien debo haber conocido en
vidas pasadas. En la primera hora me miró reconociéndome y desde entonces esa
mirada jamás cambió. No me presenté ante ella como un investigador de las
filosofías, ni tampoco como quien tambaleaba en la oscuridad en busca de las
luces que las escuelas y las teorías fantasiosas habían oscurecido, sino como
alguien que vagando por muchos periodos a lo largo de los pasillos de la vida
estaba buscando a los amigos que podían mostrar donde se habían ocultado los
designios para el trabajo.
Ella,
fiel al llamado, contestó revelando una vez más los planes sin proferir una
palabra de explicación, simplemente los indicó y luego continuó con su tarea.
Era como si nos hubiésemos despedido la noche anterior dejando inconcluso algún
detalle de una tarea emprendida con un fin común. Éramos maestro y alumno,
hermano mayor y menor, ambos enfocados en una única meta; sin embargo ella
tenía el poder y el conocimiento que sólo pertenecen a los leones y a los
sabios. Entonces, amigos desde el comienzo, me sentí seguro.
En
cambio sé que otros miraban con sospecha una apariencia insondable y aunque es
cierto que esos individuos aducen muchas pruebas, que si se creyeran sin
cuestionarlas condenarían a los sabios y a los dioses, sin embargo a causa de
su ceguera ellos no lograron ver la mirada leonina ni el corazón adamantino de
H.P. Blavatsky.
Toda
esta revista no sería suficiente para describir los fenómenos que ella ejecutó
ante mí durante esos años; y tampoco me gustaría hacerlo. Como ella dijo con
frecuencia: estos fenómenos al final de cuentas nada prueban sino que sólo
conducen a algunas personas hacia la duda y a otras hacia la desesperación.
Además,
no creo que ella los haya efectuado sólo para mí, pues en aquellos tempranos
días ella estaba asentando las líneas de fuerza en todo el país y yo, siendo
afortunado, me encontraba en el centro de esa energía y vi el juego de fuerzas
en los fenómenos visibles.
Según
la explicación de algunos amigos muy incautos, los primeros fenómenos fueron
errores de juicio que posteriormente ella intentó rectificar confinando su área
y limitando su número. Sin embargo, a no ser que alguien produzca en la
caligrafía de H.P.B. su beneplácito al respecto, me adheriré a su explicación
hecha con anticipación y nunca cambiada, que he indicado arriba. Porque para
muchos es fácil escudarse detrás de la acusación de mal juicio en lugar de
entender las leyes extrañas y poderosas que rigen estos asuntos.
Entre
el vórtice de su vida y el fragor producido por quienes la acusaron de ser un
fraude y una embustera y otros que la defendieron, ella presenció, mes tras mes
y año tras año, hombres y mujeres que entraban en el movimiento teosófico sólo
para abandonarlo con frases malignas en contra de ella. Sin embargo, sobre esto
se yergue un hecho que todos podríamos imitar y es su devoción absoluta hacia
su Maestro. Ella escribió: “Él fue quien me dijo que me dedicara a esto y yo nunca
desobedeceré ni retrocederé.”
En
1888 ella me escribió privadamente:
« Bueno,
mi único amigo, deberías saber mejor. Observa mi vida y trata de comprenderla
por lo menos en su curso externo, puesto que el resto está oculto. Así como el
judío errante estaba condenado a vagar incesantemente, sin detenerse un momento
para descansar. De forma similar me veo condenada a escribir siempre. Tres
personas de buena salud difícilmente podrían llevar a cabo lo que yo tengo que
hacer. Vivo una existencia artificial, soy un robot que funciona a todo vapor
hasta que termine el poder de generarlo y entonces ¡adiós!
La
noche anterior se me mostró una visión panorámica de las Sociedades Teosóficas.
Vi algunos teósofos serios y confiables en una lucha sin piedad confrontados
con el mundo en general y con otros teósofos nominales y ambiciosos. Los
primeros son más numerosos de lo que piensas y prevalecieron, así como ustedes
en América prevalecerán, si sólo se adhieren con firmeza al programa del
Maestro y son fieles a ustedes mismos.
Anoche
vi a ____ y ahora me siento fuerte, en lo que cabe a mi cuerpo y lista para
luchar a favor de la Teosofía y los pocos sinceros, hasta mi último respiro.
Las fuerzas defensoras, siendo muy escasas, deben ser distribuidas en el globo
de manera juiciosa, dondequiera que la Teosofía luche contra los poderes de la
oscuridad. »
Esto
es lo que ella siempre fue: devota hacia la Teosofía y hacia la Sociedad Teosófica
la cual fue organizada para llevar a cabo un programa de alcance mundial.
Para
el servicio de la causa ella estaba dispuesta a ofrecer esperanza, dinero,
reputación y su vida misma, siempre que esto protegiera a la Sociedad Teosófica
de cualquier daño, ya sea grande o pequeño. Entonces estando su cuerpo, su
corazón y su alma consagrados hacia esa organización, ella estaba dispuesta a
protegerla de todo peligro en la cara de cualquier pérdida, y esto hizo que con
frecuencia H.P.B. fuera objeto del resentimiento de muchos quienes se
convirtieron en sus amigos, pero que no siempre quisieron cuidar a la
organización incipiente, como ella si lo había jurado hacer.
Y
cuando estos últimos se opusieron a la Sociedad Teosófica, H.P.B. los
contradijo inmediatamente, lo cual implicaba para ellos romper la amistad. Por
eso ella tenía pocos amigos, ya que se necesitaba una visión profunda y libre
de sentimientos personales para captar incluso un fragmento de la real H.P.
Blavatsky.
¿Fue su objetivo
simplemente la constitución de una Sociedad cuya fuerza yacía en los números?
No
Ella
trabajó bajo directores quienes operando tras de las bambalinas, sabían que la
Sociedad Teosófica era y sería el núcleo del cual la ayuda podía extenderse hacia
todas las personas sin agradecimientos ni reconocimientos.
En
una ocasión en que ella y yo estábamos en Londres, le pregunté cuál podría ser
la posibilidad de atraer a las personas hacia la Sociedad Teosófica, teniendo
presente la enorme desproporción entre el número de miembros y los millones de
europeos y americanos que desconocían o que no estaban interesados en esa
organización. A lo que H.P.B. reclinándose en su sillón ante el escritorio, me
respondió:
« Cuando
consideres y recuerdes esos días, en 1875, y después en que nadie estaba
interesado en tus pensamientos, y ahora miras la amplia influencia de las ideas
teosóficas, cualquiera que sea la etiqueta dada, la situación no es tan mala.
No
estamos trabajando simplemente para que la gente pueda llamarse “Teósofos”,
sino para que las doctrinas que estimamos puedan influir y elevar la mente
completa de este siglo, lo cual es realizable sólo por un pequeño grupo de
trabajadores serios y dedicados, quienes obran sin esperar recompensa humana ni
reconocimiento terrenal; sino que sostenidos y alimentados por una creencia en
esa Fraternidad Universal de la cual nuestros Maestros son parte, obran firme y
fielmente a fin de entender y presentar a la consideración humana, las
doctrinas de la vida y del deber que nos llegaron de un tiempo inmemorial.
Así
que no vaciles mientras que unos cuantos devotos trabajen para mantener vivo el
núcleo. No se te dirigió hacia ésta labor para que fundaras y realizaras una
Fraternidad Universal, sino para que formaras su núcleo, pues sólo cuando éste
se haya constituido será posible dar comienzo a las acumulaciones que
terminarán, en los años futuros, y por muy lejanos que estén, ir formando el
cuerpo de fraternidad que tenemos en perspectiva. »
H.P.B.
tenía un corazón de león y su fuerza leonina aferró el trabajo trazado para
ella. Así que que nosotros: sus amigos, sus compañeros y discípulos, nos
sostengamos recíprocamente a fin de realizar los designios asentados en el
pizarrón, inspirados por la memoria de su devoción y la conciencia de que, tras
de su tarea, estaban y continúan estando los Hermanos Mayores, quienes, sobre
el fragor de nuestra batalla, siempre ven la meta, dirigiendo las fuerzas
dispuestas en orden de batalla para la salvación de “esa gran huérfana que es
la Humanidad.”
William
Q. Judge, Miembro de la Sociedad Teosófica.
(Lucifer, junio de 1891, p.290-292)
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