TÉCNICA PARA ABRIR EL TERCER OJO MENCIONADA POR LOBSANG RAMPA

 
 
Lobsang Rampa en su libro “El Tercer Ojo” relató cómo procedieron los monjes tibetanos para activarle su tercer ojo:
 
« Al terminar el día comenzó la noche y fui a la pequeña habitación donde tendría que quedarme. De fuera llegó el suave murmullo de las botas de fieltro contra el piso de piedra, y entraron tres lamas de alto rango. Me pusieron una compresa de hierbas en la cabeza y la ataron fuertemente.
 
Más tarde regresaron los tres, y uno de ellos era el lama Mingyar Dondup. Con todo cuidado me quitaron la compresa, y me lavaron y secaron la frente. Un lama de aspecto muy fuerte se sentó detrás de mí y me sujetó la cabeza entre las rodillas.
 
El segundo lama abrió una caja y sacó un instrumento de acero muy brillante. Parecía un punzón, sólo que en vez de tener la barra redonda, ésta tenía forma de U, y en lugar de punta había dientecillos alrededor de la U. El lama miró un rato el instrumento y después lo pasó por la llama de una lámpara para esterilizarlo.
 
El lama Mingyar Dondup me tomó las manos y dijo:
 
-        “Esto es muy doloroso, Lobsang, y puede hacerse únicamente mientras estás consciente. No tomará mucho tiempo, de modo que trata de mantenerte inmóvil.”
 
Vi que preparaban otros instrumentos y una cantidad de lociones de hierbas, y me dije:
 
-        “Bueno, Lobsang, muchachito mío, van a acabar contigo de un modo u otro, y tú no puedes hacer nada... excepto quedarte quieto.”
 
El lama que tenía el instrumento miró a los otros y dijo:
 
-        “¿Todo listo? Comencemos ahora, el sol acaba de ponerse.”
 
Hizo presión en el centro de la frente con el instrumento y giró el asa. Por un momento tuve la sensación de que me pinchaban con espinas. Me pareció que el tiempo se había detenido. No sentí mucho dolor cuando el instrumento penetraba la piel y la carne, pero hubo un pequeño sacudón cuando llegó al hueso. Aumentó la presión, moviendo suavemente el instrumento para que los dientes penetraran el hueso frontal. El dolor no era agudo, sólo una presión y un dolor sordo.
 
No me moví, con el lama Mingyar Dondup mirándome: hubiera preferido morir antes que moverme o emitir el menor grito. El tenía fe en mí, como yo en él, y sabía que cuanto él dijera o hiciera estaba bien. Él me miraba fijamente, con la boca tensa en las comisuras.
 
De pronto se oyó un chasquido y el instrumento penetró en el hueso. Instantáneamente el cirujano muy alerta detuvo el movimiento. Sostuvo firmemente el asa del instrumento mientras el lama Mingyar Dondup le entregaba una astilla de madera muy dura y muy limpia, que había sido tratada con hierbas y expuesta al fuego para hacerla tan dura como el acero.
 
Esta astilla fue insertada en la U del instrumento y la deslizaron hasta que entró en el orificio de mi cabeza. El lama que me operaba se hizo a un lado para que también el lama Mingyar Dondup quedara frente a mí.
 
Después, a un gesto de este último, el cirujano, con infinita precaución, deslizó la astilla cada vez más adentro. De pronto sentí picazón en el puente de la nariz. Desapareció y alcancé a sentir una cantidad de aromas muy suaves que no pude identificar. Eso también pasó y fue reemplazado por una sensación como si quisiera penetrar, o me empujaran para que lo hiciera, un velo muy elástico.
 
De pronto se produjo un relámpago enceguecedor y en ese momento el lama Mingyar Dondup dijo:
 
-        “¡Basta!”
 
Por un momento el dolor fue intensísimo, como si me cauterizaran con una llama blanca, pero luego el dolor disminuyó, murió, y fue reemplazado por espirales de color, y globulillos de humo incandescente.
 
Me quitaron cuidadosamente el instrumento de metal. Dejaron la astilla de madera, que quedaría en mi frente durante dos o tres semanas, y hasta que me la quitaran tendría que permanecer en ese cuarto casi a oscuras. Nadie me vería, con excepción de esos tres lamas, que continuarían con mi instrucción día tras día.
 
Hasta que me quitaran la astilla mis necesidades de comida serían muy pocas. Mientras me ataban la astilla para que no se moviera, el lama Mingyar Dondup se volvió hacia mí y dijo:
 
- “Ahora eres uno de los nuestros, Lobsang. Por el resto de tu vida verás a la gente tal cual es y no como pretende ser.”
 
Fue una experiencia muy extraña ver a esos hombres aparentemente envueltos en una llama dorada. Sólo después comprendí que sus auras eran doradas por la vida pura que hacían, y que la mayoría de la gente tenía un aspecto muy distinto en verdad. »
(Capítulo 7)
 
 
 
 
 
 
OBSERVACIONES
 
Esto que escribió Lobsang Rampa me parece aberrante. Primero porque no existe en las tradiciones tibetanas ninguna técnica que se parezca a semejante disparate para abrir el tercer ojo.
 
Y segundo porque aunque no puedo asegurar con total certeza que esta técnica en realidad no sirve, me suena tan burdo que con simplemente hacer un hoyo en el cráneo y meter en el cerebro una astilla de madera (aunque esta haya sido tratada con hierbas y expuesta al fuego) con eso baste para activar el chakra ajna (popularmente conocido como el tercer ojo).
 
Porque por lo que yo he leído, el tercer ojo al igual que los otros chakras se activa por medio de manejos energéticos. Pero en cambio no he sabido de ningún chakra que se active por métodos físicos (lo cual además tiene sentido porque los chakras son estructuras energéticas no físicas).
 
Esto que dice Lobsang Rampa considero que es una invención fantasiosa que se le ocurrió a alguien que sabe muy poco de esoterismo.
 
 
 
 
 
 
CONCLUSIÓN
 
Este método que mencionó Lobsang Rampa para abrir el tercer ojo suena a charlatanismo.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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