Los maestros transhimaláyicos y sus
discípulos avanzados tienen la capacidad de aparecerse y desaparecerse a
voluntad ante las personas, y en este capítulo les voy a ir recopilando los
testimonios que voy encontrando:
EL
MAESTRO MORYA
Testimonio
de la tía de Blavatsky
La Sra. Nadyéjda Andréewna
Fadeew cuenta que el maestro Morya se le apareció y luego de entregarle una
carta desapareció súbitamente:
« Voy a contar lo que me sucedió acerca de una carta que
recibí de una manera muy fenomenal, cuando mi sobrina estaba al otro lado del
mundo y nadie de nosotros tenía noticias de ella, lo que nos preocupaba mucho.
Todas nuestras investigaciones
habían terminado en nada y estábamos listos para considerarla muerta, cuando
(creo que fue en el año 1870) recibí una carta de ese Maestro a quien creo que
ustedes llaman Kouth-hoomi y esta
carta me fue dada de la manera más incomprensible y misteriosa que se puedan
imaginar por un mensajero de aspecto asiático [el maestro Morya] quien luego de entregármela desapareció ante mis propios ojos.
En su carta [el maestro Kuthumi] me
pedía que no temiera nada y me informó que Blavatsky estaba a salvo ... pero la
forma en que me fue entregada su carta fue completamente fenomenal y pienso que
solamente un experto en las ciencias ocultas podría haberlo efectuado así. Y
además ese Adepto me prometió el regreso de mi sobrina y su promesa se cumplió
cabalmente. »
(Informe del resultado
de la investigación sobre los cargos en contra Madame Blavatsky presentados por
los misioneros de la Iglesia escocesa libre de Madrás, y examinados por un
comité designado para ese propósito por el Consejo General de la Sociedad
Teosófica en Madrás, India, 1885, p.75-80)
Testimonio
de Mulji
El
coronel Olcott narró el siguiente acontecimiento
que le sucedió a Mulji Thackersey quien fue uno de los primeros miembros de la
Sociedad Teosófica en la India:
« Para
agradecerle al Adepto por las cortesías que él había tenido hacia nuestro grupo,
le informé a Blavatsky que si podía conseguir que le entregaran mi mensaje,
deseaba escribirle.
Blavatsky
asintió, por lo que le escribí una nota al Adepto y se la entregué a Blavatsky.
Ella se la dio a Mulji y le pidió que bajara por la vía pública antes que
nosotros y se la entregara.
-
"¿Pero
a quién y dónde ya que no lleva ni nombre ni dirección?" – preguntó Mulji.
-
"No
importa, toma la carta y verás a quién debes dársela." – le respondió
Blavatsky.
Así
hizo Mulji, se alejó por el camino, pero después de diez minutos regresó
corriendo sin aliento y mostrando todos los signos de estar muy asustado.
-
"¡Se
fue!" – exclamó Mulji.
-
"¿Qué?"
– le pregunté.
-
"La
carta, él la tomó" – respondió Mulji.
-
"¿Quién
la tomo?" – yo le pregunté.
-
"No
lo sé coronel, a menos que fuera un fantasma: salió del suelo, o eso me
pareció. Yo iba caminando lentamente, mirando a la derecha y a la izquierda, y
sin saber qué hacer para cumplir con las órdenes de Madame Blavatsky.
No había árboles ni arbustos para que una
persona se escondiera, solo el camino blanco y polvoriento. Sin embargo de
repente como si hubiera salido de la tierra, había un hombre a unos pocos
metros que venía hacia mí.
¡Él era el hombre del búngalo con las rosas
hermosas, el hombre que me dio las flores para usted en la estación de
Khandalla, y a quien había visto irse en el tren hacia Poona!" – Me exclamó
Mulji.
-
"Tonterías",
le contesté, "lo has de haber imaginado."
-
"No,
yo estaba más despierto que nunca en mi vida", me respondió Mulji.
"El caballero me dijo: 'Tienes una carta para mí, la que tienes en la
mano, ¿no es así?'
Yo apenas podía hablar, pero le contesté: 'No
lo sé, Maharaj, no tiene dirección'. Y el caballero me comentó: 'Es para mí,
dámela'. La tomó y me dijo: 'Ahora regresa con ellos'.
Le di la espalda por un instante pero
rápidamente miré para ver si estaba allí, pero había desaparecido. ¡El camino
estaba vacío! Asustado me di la vuelta y corrí, pero no me había alejado
cincuenta metros cuando una voz en mi oído dijo: 'No te asustes, mantén la
calma, todo está bien'. Pero eso me asustó todavía más porque no veía a nadie,
así es que huí y aquí estoy."
Tal
fue la historia de Mulji que yo repito exactamente como él me la contó. Y si
las apariencias sirven para algo, debió de decir la verdad pues su susto y su
excitación eran demasiado evidentes para haber sido simulados por un actor tan
torpe como él.
Además
que cierta solicitud que había puesto en esa carta fue posteriormente
respondida en una carta de ese mismo Adepto, que recibí más tarde, en el búngalo
dâk en Bhurtpore, Rajputana, a más de mil millas de distancia del lugar donde
sucedió ese acontecimiento con Mulji. »
(Las Hojas de un Viejo
Diario II, capítulo 4)
Testimonio
de Olcott
El coronel Olcott también narró como
el maestro Morya se le apareció y desapareció en frente de él mismo:
« Una noche después de que había terminado nuestro trabajo con el libro Isis Develada, ya me había despedido de Blavatsky y me había retirado a mi habitación,
le había puesto el seguro a la puerta como siempre, y me había sentado a leer y
fumar, cayendo pronto absorto en mi libro; el cual, si recuerdo correctamente
era Viajes
en Yucatán de Stephens; en todo caso no era un
libro sobre fantasmas, ni tampoco alguno que hubiese podido estimular mi
imaginación para que estuviese viendo espectros.
Mi silla y mesa estaban a la izquierda frente a la
puerta, mi abrigo de campaña a la derecha, la ventana veía hacia la puerta, y
sobre la mesa había una lámpara de gas. ...
Yo estaba leyendo tranquilamente, con toda mi atención
concentrada en mi libro. Nada en los incidentes de la noche me había preparado
para ver un Adepto en su cuerpo astral; yo no lo había deseado, no traté de
invocarlo en mi imaginación y era lo menos que esperaba.
Pero de repente, estando leyendo con mi hombro un poco
volteado de la puerta, me llegó un resplandor de algo blanco en el rabillo
derecho de mi ojo derecho; voltee mi cabeza, y debido a la sorpresa dejé caer
mi libro, y vi elevándose sobre mí, en su gran estatura, a un Oriental vestido
con ropajes blancos que llevaba un tocado o turbante de color ámbar rayado,
bordado a mano en borra de seda amarilla.
Su cabello negro lustroso caía por debajo del turbante
hasta los hombros; su barba era negra, partida verticalmente sobre sus mejillas
a la usanza rajput, y estaba trenzada en las puntas, y llevada hasta las
orejas; sus ojos estaban vivos con fuego del alma; ojos que al mismo tiempo
eran benignos y de mirada penetrante; ojos de un mentor y de un juez, pero
suavizados por el amor de un padre que mira a un hijo que necesita consejo y
guía.
Él era un hombre tan imponente, tan imbuido en la
majestuosidad de la fuerza moral, tan espiritualmente luminoso, evidentemente
tan por arriba de la humanidad común, que me sentí avergonzado en su presencia,
e incliné mi cabeza y me arrodillé como uno hace ante un personaje divino.
Sentí su mano ligeramente sobre mi cabeza, una voz dulce
pero firme me pidió que me sentara y cuando levanté mis ojos, la Presencia
estaba sentada en la otra silla más allá de la mesa.
Él me dijo que había venido en el momento de crisis
cuando lo necesitaba; que mis acciones me habían llevado hasta este punto; que
sólo en mí estaba si él y yo nos encontraríamos frecuentemente en esta vida
como colaboradores por el bien de la humanidad; que había que hacer un gran
trabajo por la humanidad, y que yo tenía el derecho de compartirlo si quería;
que una misteriosa liga, que no me la explicaría ahora, nos había juntado a mi
colega y a mí; una liga que no podía ser rota, no obstante lo tirante que
pudiese llegar a estar algunas veces.
Me dijo cosas sobre Blavatsky que no repetiré, al igual
que cosas acerca de mí que no le interesan a terceros. No puedo decir qué tanto
tiempo estuvo ahí: pudo haber sido media hora o una hora; aunque me pareció
sólo un minuto, ya que no me di cuenta del paso del tiempo. Finalmente él se
levantó, mientras que yo me admiraba de su gran estatura y observaba la especie
de esplendor en su semblante – que no era una brillantez externa, sino el suave
fulgor de una luz interna – que proviene del espíritu. Súbitamente llegó a mi
mente el pensamiento:
-
“¿Qué
tal si todo esto no es más que una alucinación? ¿Qué tal si Blavatsky lanzó una
fascinación mesmérica sobre mí? ¡Ojala y tuviese algún objeto tangible que me
pruebe que él estuvo realmente aquí, algo que pueda tener cuando él se haya
ido!”
El Maestro se sonrió amablemente como si leyera mi
pensamiento, desenvolvió el fehtâ de su cabeza, me saludó benignamente despidiéndose
y se fue. Su silla estaba vacía y yo estaba solo con mis emociones. Sin embargo
no completamente solo ya que sobre la mesa yacía el turbante bordado; una
prueba tangible y perdurable de que no había sido engañado psíquicamente, sino
que había estado cara a cara con uno de los Hermanos Mayores de la Humanidad,
uno de los Maestros de nuestra insulsa raza de pupilos. »
(Las Hojas de un Viejo
Diario I, p.377-380)
Y el coronel Olcott tuvo otra
experiencia similar con el maestro Morya quien tomó la apariencia de un
mensajero:
« Justo cuando la noche se acercaba y yo
me encontraba sentado solo escribiendo en nuestro búngalow (ya que los otros se
habían ido a montar a caballo), oí un ruido en la gravilla y al mirar a mi
alrededor, vi a un peón de Cachemira que me traía un telégrafo. Y al abrirlo, descubrí que era un mensaje que Blavatsky me había enviado en
respuesta al telégrafo que yo le había mandado previamente.
. . .
Después de
abrir y leer el telegrama (lo cual me había tomado menos de un minuto), el peón
ya no estaba, y este no había tenido el tiempo suficiente para cruzar el
pasillo al interior del complejo, pero aún así había desaparecido como un
relámpago.
Corrí hacia la
puerta y miré hacia el otro lado en donde además no había árboles o arbustos
que sirvieran de escondite, pero no había nada a la vista. El peón había
desaparecido como si el suelo se lo hubiera tragado, por lo que consideré que
la forma del peón no era real sino una ilusión, y que pertenecía a la Hermandad
de los Maestros.
Y eso yo lo
presentí y podría casi asegurarlo debido a una cierta perturbación psíquica
causada en mí por el acercamiento de uno de esos personajes. Y de hecho, pude
identificar en esa ocasión la vibración peculiar creada por la corriente
hipnótica de mi propio Maestro [Morya], y quien también es el Maestro de
Blavatsky. »
(Las Hojas de un Viejo
Diario III,
capítulo 5)
Testimonio
de
Bhavani
Bhavani Shankar Ganesh Mullapoorkar
fue uno de los primeros hindús que se unió a la Sociedad Teosófica cuando esta
se instaló en la India, y él tuvo varios encuentros con el maestro Morya:
« En el mes de enero de 1884, estaba en Jubbulpore y
aguardando al hermano Nivaran Chandra Mookerjee, quien entonces era el
Secretario de la Rama Teosófica Bhrigu Kshetra. Una noche, mientras estaba con
él, les estaba explicando a unos veintisiete miembros de esa Rama, el artículo
"Elixir de la Vida" y ellos me estaban escuchando con gran atención.
De repente hubo un silencio profundo
durante algún tiempo y entonces sentí la influencia del Maestro de Madame
Blavatsky [el maestro Morya] y fue tan fuerte que no pude soportarlo. La
corriente de electricidad generada por una batería electromagnética no es nada
en comparación con la corriente generada por la voluntad entrenada de un Adepto.
Y cuando un Maestro quiere mostrarse ante un discípulo, él envía una corriente
de electricidad al discípulo indicando su enfoque, y fue esta influencia la que
sentí en ese momento.
Unos minutos después, el Maestro de
Madame Blavatsky estaba realmente presente en la sala donde se celebró esa
reunión con los miembros y fue visto por mí y por el hermano Nivaran mientras
algunos de los miembros solo sintieron su influencia. Y todos los miembros lo
habrían visto mucho más vívidamente de no haber sido por el hecho de que el
Maestro no se había materializado mucho más objetivamente. Y he visto al mismo
Mahatma Morya en otras ocasiones en su doble durante mis viajes al norte de la
India. »
(Informe de la investigación de 1885, p.94-95)
Testimonios
de varias personas
Martundrow
Babaji Nagnath fue uno de los primeros miembros indios de la Sociedad Teosófica
cuando esta se instaló en Bombay, y él relató el siguiente acontecimiento:
« En
el mes de abril de 1881, en una noche oscura, mientras hablaba en compañía de
otros teósofos con Madame Blavatsky en la terraza abierta del búngalo superior,
sobre las 10 de la noche un hombre de más de seis pies de altura [probablemente
el maestro Morya] y vestido con una túnica blanca y un turbante blanco en la
cabeza apareció de repente y caminó hacia nosotros a través del jardín
adyacente al búngalo y desde un lugar en donde solo había vacio ya que no había
ahí ningún camino por donde pudiera pisar.
Entonces Madame Blavatsky se levantó
y nos pidió que entráramos en el búngalo, y así lo hicimos, pero aun así
pudimos escucharla a ella y a ese hombre misterioso hablar entre ellos durante
un minuto en un idioma oriental desconocido para nosotros. Y cuando ella nos
llamó, salimos nuevamente a la galería, pero el Adepto ya había desaparecido. »
(Sugerencias sobre la
Teosofía Esotérica, N°1, p.103-106)
Testimonios
de siete personas
Siete
personas vieron al maestro Morya aparecer y desaparecer el 5 de enero de 1882,
y ellas lo certificaron en la siguiente carta:
« Eran
alrededor de las nueve en punto y estábamos sentados todos juntos a la luz de
la luna en el balcón que sobresale del frente del búngalo. El Sr. Scott estaba
sentado frente a la casa por lo que podía mirar a través de la galería
intermedia y la biblioteca, y también al otro lado de la habitación.
La habitación estaba brillantemente
iluminada mientras que la biblioteca estaba en una oscuridad parcial, lo que
hacía que los objetos en la habitación más lejana fueran más distintos.
De repente el señor Scott vio la
figura de un hombre que entraba en el espacio, frente a la puerta de la
biblioteca. Ese hombre estaba vestido con un traje blanco de un Rajput y
llevaba un turbante blanco. Y el Sr. Scott inmediatamente lo reconoció por su
parecido con el retrato del Maestro Morya que el Coronel Olcott tiene en su
posesión.
El señor Scott nos avisó y toda
nuestra atención fue atraída hacia el Adepto, y todos lo vimos muy claramente.
El Maestro Morya caminó hacia una mesa, luego giró su rostro hacia nosotros, y
se alejó de nuestra vista.
Nos apresuramos a ir hacia esa
habitación con la esperanza de poder hablar con él, pero cuando llegamos a la
habitación el Adepto ya se había ido.
No podemos decir de qué manera se
fue, pero no fue por la puerta que conduce al complejo porque podemos afirmar
positivamente que esa puerta estaba a nuestra vista, y él no salió por ella. Y
hacia la dirección en la que él caminó en la habitación no había salida debido
a que la única puerta y las dos ventanas que se encontraban en esa dirección
habían sido tapadas y cerradas.
Sobre la mesa, en el lugar donde el
Adepto había estado parado, hallamos una carta dirigida a uno de nosotros. La
escritura a mano era idéntica a la de varias cartas recibidas previamente por
él de diversas maneras, como cayendo del techo, etc. Y la firma era la misma
que en esas otras cartas.
Su largo cabello era negro y colgaba
sobre su pecho, y sus rasgos y complexiones eran las de un Rajput.
La declaración anterior está firmada
por:
Ross Scott, B.C.S.
Minnie J.B. Scott,
H.S. Olcott,
H.P. Blavatsky,
Sr. Moorad Ali Beg,
Damodar K. Mavalankar, y
Bhavani Shankar Ganesh Mullapoorkar. »
(Sugerencias sobre la
Teosofía Esotérica, N°1, p.75-76)
Testimonios
de más de siete personas
Nobin Krishna Bannerji fue uno de
los primeros miembros teósofos en la India, y él narró lo siguiente:
« En 1882, una noche antes de la celebración del séptimo
aniversario de la fundación de la Sociedad Teosófica, eran aproximadamente las
7 pm, y yo estaba sentado en el balcón de la sede central en Bombay, en
compañía de Madame Blavatsky, Mohini, Ramaswamier, Norendra Nath Sen, y varios
otros.
Estábamos hablando cuando Madame
Blavatsky dijo:
-
"No
se muevan de sus asientos hasta que yo os diga", o algo por el estilo.
Y eso nos hizo considerar que algo
estaba por suceder.
Algunos estaban parados cerca de la
barandilla del balcón, mientras que otros estábamos sentados un poco atrás. Y
después de unos momentos, los que estaban cerca de la barandilla vieron algo e
hicieron algunos comentarios que indujeron al resto de las personas que se
encontraban en esa reunión, excepto a mí y a Norendra, a ir hacia la barandilla
y mirar lo que estaban señalando.
Nosotros no nos movimos, ya que
Madame Blavatsky no dijo nada más, sino que seguimos girando la cabeza
esperando ver algo, pero no percibimos nada.
Unos cuatro o cinco minutos después,
deducimos por los comentarios que se decían, que los otros habían visto alguna
figura astral luminosa caminando de aquí para allá debajo del balcón en la ladera
de la colina.
No estaba muy oscuro, por lo que los
objetos se podían ver a distancia, pero no se distinguían claramente.
Y en esa misma reunión, y ya con la
incorporación del Sr. Ghosal, nos sentamos juntos en el extremo norte del
búngalo frente al mar, aproximadamente a las 7:30 pm, cuando otro comentario de
Madame Blavatsky nos hizo esperar ver algo de inmediato.
Poco después vimos una forma humana
que se encontraba de pie en una roca cerca del búngalo contiguo, a unos diez
metros de distancia. La luz era casi la misma que en la ocasión anterior, pero
esta vez no había ningún árbol cerca y la figura se podía ver claramente.
La figura estaba vestida con una
prenda blanca que fluía, con un turbante de color claro y una barba oscura. La
figura era la de un hombre de tamaño aparentemente normal, pero no podía
reconocer quién era.
Sin embargo y en base a la
descripción que le mencioné, el coronel Olcott reconoció a uno de los Maestros
y mencionó su nombre, que luego encontramos era correcto ya que Madame
Blavatsky y Damodar lo corroboraron.
La figura parecía levemente
luminosa, pero ahora no puedo recordar más detalles sobre su descripción. La
figura desapareció gradualmente, y durante uno o dos minutos después, el lugar
donde había estado parecía brillar con un brillo lechoso.
La roca en sí tiene algo de hierba y
otros arbustos, pero el lugar donde la figura apareció estaba despejado y la
figura estaba parada cuando la vimos. »
("Account
of Personal Investigations in India, and Discussion of the Authorship of the
Koot Hoomi Letters", 1885, vol. III, apendice 7, p.348-351)
Testimonios
de una decena de personas
Mohini Mohun Chatterji fue un miembro de la
Sociedad Teosófica y discípulo del maestro Kuthumi, y él relató lo siguiente:
« Fue
en el mes de diciembre de 1882 en Bombay cuando vi por primera vez la aparición
de uno de los Maestros. No recuerdo la fecha exacta, pero se puede determinar
fácilmente, ya que fue pocos días después de celebrarse el aniversario de la
Sociedad Teosófica en ese año.
Era
una noche brillante por la luna, y ocho o diez de nosotros estábamos sentados
en el balcón de la Sede Central de la Sociedad Teosófica que en ese entonces se
encontraba en Bombay. Y yo me encontraba inclinando sobre la barandilla, cuando
de repente a cierta distancia vislumbré una sustancia brillante que después de
un corto tiempo tomó la forma de un ser humano.
La
aparición pasó varias veces por el lugar en donde nosotros nos encontrábamos. Y
por lo que me acuerdo, fue visible durante cuatro o cinco minutos a una
distancia de aproximadamente 20 o 30 yardas.
Y
apareció en un lugar donde había un declive en la colina, mientras que la casa
se encontraba en la cima de la colina. Y también había una curva en el lugar,
de modo que si un ser humano común hubiera estado caminando allí, habría sido
imposible que lo pudiéramos ver. Sin embargo yo vi toda la figura, por lo que
debe de haber estado flotando en el aire.
Y
otras personas además de mí también lo vieron. Uno de ellos fue Novin Grishna
Bannerji, quien es coleccionista adjunto en Berhampore, Moorshedabad, en
Bengala. Y otro testigo fue S. Ramaswamier, quien es secretario de distrito en
Madura, Madrás. Y un tercer testigo fue Pundit Chandra Sikir, quien vive en
Bareilly, N.W.P.
Primero
lo observamos Ramaswamier y yo, y nos pareció que su rostro se asemejaba con el
retrato que tiene el coronel Olcott en su habitación y que está asociado con
uno de los Mahatmas [Morya].
Y
esto ocurrió alrededor de las nueve y media, o a las diez en punto de la noche.
Y la figura caminó hacia arriba y hacia abajo y luego pareció derretirse y
desapareció. »
(Interrogatorio que la
SPR le hizo a Mohini en
junio de 1884)
Testimonio
de Solovyoff
Vsevolod
Sergeyevich Solovyoff fue un novelista ruso a quien también se le apareció y
desapareció el maestro Morya, y sobre este suceso Solovyoff escribió lo
siguiente:
« Me había dormido plácidamente cuando de repente me
despertó la sensación de una respiración cálida y penetrante. Entonces abrí los
ojos y en esa débil luz que entraba a la habitación a través de las tres
ventanas, vi ante mí una figura alta de un hombre, vestido con una larga y
blanca prenda flotante.
Y al mismo
tiempo oí o sentí una voz que me dijo en un idioma que no supe cual era, pero
que entendí perfectamente que me pedía que encendiera la vela. Y debo precisar
que lejos de tener miedo, permanecí bastante tranquilo y solo sentí que mi
corazón latía rápidamente.
Entonces
encendí la vela, y al encenderla, vi mi reloj que estaba al lado y supe que
eran las dos en punto de la mañana. Y la visión no desapareció. Había
verdaderamente un hombre vivo frente a mí, y reconocí al instante el hermoso
rostro del retrato que había visto la noche anterior [del maestro Morya].
Él se sentó
cerca de mí en una silla y comenzó a hablar, y él habló por un largo rato, y
entre otras cosas, me dijo que para que yo tuviera la capacidad de percibirlo
en su cuerpo astral, él había tenido que someterme a mucha preparación, y que
la última lección me había sido dada esa mañana cuando vi, con los ojos
cerrados, los paisajes que posteriormente tenía que ver en realidad con los
aojos abiertos ese mismo día.
Y luego me dijo
que yo poseo un gran poder magnético, el cual ahora se está desarrollando. Y le
pregunté qué debería hacer con esta fuerza, pero sin responder, él desapareció.
Estaba solo, la
puerta de mi habitación estaba cerrada y comencé a pensar que había tenido una
alucinación, y hasta comencé a tener miedo de que estuviera comenzando a perder
la cabeza, pero apenas surgió esa idea en mí, que una vez más vi al excelente
hombre con túnica blanca. Él sacudió la cabeza y sonriendo me dijo:
-
"Te
aseguro que no soy una alucinación y que no estás perdiendo la razón. Blavatsky
te demostrará mañana ante todos que mi visita contigo fue real."
Y
entonces desapareció. Vi por mi reloj que eran las tres en punto. Apagué la
vela e inmediatamente me dormí profundamente.
A
la mañana siguiente, al ir acompañado con la señorita Justine a visitar a
Madame Blavatsky, lo primero que nos dijo con una sonrisa enigmática fue:
-
"¡Bueno!
¿Cómo pasaste la noche?"
Le
respondí:
-
"Muy
bien. ¿No tienes nada que decirme?"
Y
ella contestó:
-
"No,
solo sé que el Maestro estuvo contigo y con uno de sus alumnos."
Y
esa misma tarde, el Sr. Olcott encontró en su bolsillo una pequeña nota que
todos los teósofos atestiguaron que estaba escrita con la letra del Maestro
Morya y que decía lo siguiente: "Ciertamente yo estuve allí, pero quien
puede abrir los ojos de aquel que no quiere ver."
Y esta fue la
respuesta a mis dudas, porque todo el día había estado tratando de persuadirme
a mí mismo de que era solo una alucinación. »
(Solovyoff's Fraud, p.27-29)
Testimonio
de
la hermana de Blavatsky
La Sra. Vera Petrovna Zhelikhovsky
relató el siguiente acontecimiento:
« Cuando a mediados de mayo de 1884, mi tía y yo llegamos a
París para entrevernos con mi hermana Blavatsky, la encontramos rodeada de la
elite de la Sociedad Teosófica, cuyos miembros habían acudido desde Alemania,
Rusia y los Estados Unidos, para verla al cabo de los cinco años de su ausencia
por estar en la India.
. . .
Al volver a la sala vi a Blavatsky
tranquilamente sentada entre mi tía y el señor Solovioff, tal como antes. Pero
al mismo tiempo vi distintamente sin alucinación posible la figura grisácea de
un hombre de pié junto a mi hermana, y que al notar mi presencia se apartó de
ella desvaneciéndose hasta desaparecer por la pared opuesta.
Este hombre (o tal vez su forma
astral) era de complexión delgada, de estatura media alta, envuelto en una
especie de capa y con un turbante blanco en la cabeza. La visión duró solo unos
cuantos segundos, pero tuve tiempo suficiente para examinarla, y decirles a
todos que lo había visto distintamente, aunque tan pronto como desapareció me
sentí terriblemente asustada y nerviosa. »
(Incidentes de la Vida
de la Sra. Blavatsky, capítulo 10, p.264-269)
Testimonio
de
Gebhard
Mary Gebhard fue una teósofa alemana y ella relató que en una ocasión ella percibió al maestro
Morya:
« El 7 de abril de 1884, en una reunión de la Sociedad
Teosófica de Londres en las habitaciones del Sr. Finch, en Lincoln's Inn, yo vi
al maestro Morya que en ese momento se encontraba escuchando atentamente el
discurso de apertura del coronel Olcott.
Vi a mi lado derecho, un poco más
adelante, una persona muy alta y de aspecto majestuoso, a quien reconocí
inmediatamente como el Mahatma Morya por una foto que yo había visto de él en
posesión del Sr. Sinnett.
Pero esta vez él no estaba vestido
de blanco, sino que su vestimenta parecía un material oscuro con rayas de
colores que se encontraba enrollado alrededor de su cuerpo.
La visión duró solo unos segundos, y
hasta donde pude saber, las únicas personas además de mí que también habían
visto al maestro fueron el coronel Olcott, el señor Mohini, y por supuesto,
Madame Blavatsky. »
(Primer informe de la
S.P.R. sobre H.P.B., 1884, apéndice 49)
Testimonio
de Keightley
Archibald Keightley fue uno de los
principales colaboradores de Blavatsky, cuando ella estuvo en Londres, y sobre
este encuentro que él tuvo con el maestro Morya, el señor Keightley narró lo
siguiente:
« A
veces venían visitante que permanecían invisibles para la mayoría de las
personas, pero que eran percibidos por algunos de nosotros. Y los resultados de
esas visitas eran curiosos.
. . .
Por ejemplo recuerdo que en una
ocasión la habitación se fue llenando gradualmente de gente hasta que ya no
quedó ningún asiento libre. Y en el sofá estaba sentado un distinguido hindú
con su traje tradicional y su turbante.
La discusión continuó y
aparentemente nuestro distinguido invitado estaba muy interesado, ya que
parecía seguir inteligentemente los comentarios de cada orador.
Y el presidente de la Logia esa
noche llegó muy tarde, y al entrar buscó un asiento. Entonces se acercó al sofá
y se sentó ¡justo donde se encontraba el distinguido hindú, quien de inmediato
y con cierta sorpresa, desapareció! »
(Theosophical
Quarterly de octubre de 1910, p.109-122)
Testimonio
de Besant
Annie Besant se volvió la segunda
presidenta de la Sociedad Teosófica de Adyar y ella narró lo siguiente:
« Les
voy a contar sobre la primera ocasión en que vi al Maestro. Poco después de
unirme a la Sociedad Teosófica, sucedió que yo me encontraba en Inglaterra en
un momento en que Blavatsky se hallaba en Fontainebleau, Francia, en donde ella
estaba escribiendo el libro “La Voz del
Silencio”.
Ella me mandó una carta pidiéndome
que fuera a verla. Allá ella se encontraba residiendo en una encantadora casa
antigua en el campo, y me pusieron en una habitación cerca de la suya, con una
puerta que conectaba los dos cuartos.
Era el mes de julio de 1889, y una
noche me desperté repentinamente debido a una sensación extraordinaria que
había en la habitación. El aire latía con fuerza, y parecía como si toda la
habitación estuviera electrizada.
Yo me encontraba muy asombrada
debido a que era mi primera experiencia de ese tipo, así que me senté en la
cama preguntándome qué podía estar pasando. Estaba bastante oscuro y en esa
época todavía yo no era clarividente.
Cuando de repente al pie de la cama
apareció una figura luminosa, que permaneció allí de medio minuto a un minuto.
Era la figura de un hombre muy alto, y pensé por las imágenes que había visto,
que se trataba del Maestro de Blavatsky.
Cerca de él había otra figura, más
débilmente luminosa, que no pude distinguir claramente.
La brillante figura se quedó quieta,
mirándome, y yo estaba tan asombrada que ni siquiera se me ocurrió saludarlo.
Simplemente me quedé completamente quieta mirándolo. Luego gradualmente la
figura desapareció.
Al día siguiente le conté lo
sucedido a Blavatsky y ella me respondió: "Sí, el Maestro vino a verme
durante la noche y entró a tu habitación para observarte."
Esta fue mi primera experiencia de
ver a un Maestro y debe de haber sido claramente un caso de materialización, ya
que como lo he precisado, en ese momento todavía yo no era en absoluto
clarividente. »
(Theosophist de mayo
de 1910, p.1098-1100)
EL
MAESTRO KUTHUMI
Testimonios
de Blavatsky, Olcott y Damodar
El
coronel Olcott narró el siguiente evento donde
también estuvo presente Blavatsky y Damodar quien fue uno de los primeros
trabajadores teosóficos en la India:
« Aparecieron un par de hindúes bien vestidos, riendo y
conversando, nos pasaron y subieron a sus coches colocados en línea en la calle
Worli, y se dirigieron hacia la ciudad.
Al verlos, Damodar quien estaba
sentado con su espalda hacia el río, se paró y miró desde el coche. Mientras el
grupo de los sociables amigos venía por el costado de nuestro vehículo,
silenciosamente Damodar tocó mi hombro y con la cabeza me indicó que mirara en
esa dirección.
Me levanté y vi detrás del último
grupo una figura humana que se aproximaba sola. Como las otras también estaba
vestida de blanco, pero el blanco de su traje hacía parecer gris el blanco de
los otros individuos, como la luz eléctrica hace parecer opaca y amarilla a la
más brillante luz de gas.
La figura de ese otro caballero era
una cabeza más alta que el grupo que le precedía, y su paso era el mismísimo
ideal de la graciosa dignidad.
Cuando se acercó a la distancia a la
cercanía de nuestro caballo, se desvió del camino en nuestra dirección y ambos vimos
que se trataba de un Mahatma.
Su blanco turbante y vestidura, la
masa de cabello negro cayendo de sus hombros y su barba espesa, nos hizo pensar
que se trataba de el Sahib [el
maestro Morya] pero cuando llegó al costado del coche y se detuvo a no más de
una yarda de nuestros rostros, y puso su mano sobre el brazo izquierdo de Blavatsky
que lo descansaba en el costado del vehículo y nos miró a los ojos y respondió
a nuestros reverenciales saludos, vimos entonces que no era Sahib sino otro Maestro cuyo retrato
llevaba Blavatsky más tarde en un gran medallón de oro y que muchos han visto.
No dijo una palabra sino que
silenciosamente se movió hacia la calzada, no poniendo atención, ni al parecer siendo
notado por ninguno de los huéspedes hindúes mientras seguían en sus carruajes
hacia la ciudad.
Los resplandores recurrentes de luz
eléctrica lo iluminaron mientras estaba junto a nosotros, y su alta forma se
mostraba contra el horizonte y la negra tierra de la calzada, y yo también
advertí que una lámpara del último de los coches lo iluminó en altorrelieve
cuando estaba a unos cincuenta pies de nosotros y en la calzada.
No había árbol ni arbusto que lo
ocultara de nosotros, y podéis creer, lo mirábamos con intensa concentración.
Un instante lo vimos, pero al siguiente se había marchado, desaparecido, como
una de las luces de los relámpagos.
Bajo la presión de la excitación
salté fuera del coche, corrí al lugar donde le vimos por última vez, pero no vi
nada salvo la calle vacía y la parte trasera del coche que acababa de partir. »
(Las Hojas de un Viejo
Diario II, capítulo 9)
Testimonio
de Bhavani
Bhavani Shankar también tuvo varios
encuentros con el maestro Kuthumi:
« En el mes de marzo de 1882, mientras me detuve en la
casa del Sr. Sinnett en Allahabad, ocurrieron algunos fenómenos ocultos
independientes de Madame Blavatsky quien en ese momento se encontraba en
Bombay.
Una noche el Sr. Sinnett me dio una
nota dirigida al Maestro Kuthumi la cual llevé a mi habitación y la guardé
cerca de mi almohada. Tomé todas las precauciones para cerrar todas las puertas
y ventanas de la habitación donde estaba mi cama. Coloqué una lámpara junto a
mi cama y comencé a leer el artículo "Elixir de la Vida". Pero no
pude dedicar mi atención al estudio del artículo en cuestión ya que mi
curiosidad se dirigió completamente a la carta dirigida al Mahatma.
Fue entre las 10 y las 11 p.m. que
esta carta desapareció y vi a mi Maestro [Kuthumi] mientras salía de la
habitación con la carta que estaba cerca de mi almohada. Las puertas de la
habitación estaban bien cerradas, y una luz ardía junto a mi cama y no había
nadie más en la habitación. Cuando me levanté la mañana del día siguiente,
encontré una respuesta de mi Maestro dirigida al Sr. Sinnett debajo de mi
almohada y se la di.
Durante mi corta estadía en
Allahabad con el Sr. Sinnett, yo tuve una comunicación independiente con mi
Maestro, mientras que Madame Blavatsky estaba en otra parte de la India.
. . .
Durante mis viajes al norte de la
India recibí comunicaciones de mi Maestro de manera directa e independiente de
cualquier otra persona y he visto a los Mahatmas en su "doble".
. . .
He visto al mismo Mahatma Morya en
otras ocasiones en su doble durante mis viajes al Norte, y no solo he visto al
Maestro de Madame Blavatsky en su doble, sino también a mi Gurú Deva el
Venerado "K.H." y también he visto a este último en su cuerpo físico
y lo he conocido personalmente. »
(Informe de la investigación de 1885, p.94-95)
Testimonio
de
Rao
Rao Sahib Soobiah Chetty
fue uno de los primeros miembros que se unió a la Sociedad Teosófica cuando
esta se instaló en la India, y el relató el siguiente encuentro:
« En 1883 el maestro Kuthumi se apareció en mi casa en
Mylapore, temprano a la mañana siguiente cuando conocí a Madame Blavatsky.
Y posteriormente cuando estuve en la
sede central de la Sociedad Teosófica en Adyar y le conté a Blavatsky lo
sucedido, ella me dijo que ese mismo Maestro se le había aparecido a ella casi
al mismo tiempo y que él le había regalado las rosas amarillas que ella me
mostró.
Y permítanme decir que las rosas
amarillas eran muy raras en ese tiempo, y de hecho, imposibles de obtener en
Madrás. »
(Theosophist de mayo de 1924, p.244-245)
Testimonios
de Blavatsky, Damodar y Mohini
Mohini Mohun Chatterji relató lo siguiente:
« El
tercer encuentro que describiré fue el último que he tenido y el cual ocurrió a
principios de 1884, justo antes de que me fuera de la India hacia Europa.
Estábamos
sentados en el salón en el primer piso de la casa de la Sede Central de
Sociedad Teosófica, que para entonces ya se encontraba en Adyar, Madras. Y eran
como las once de la noche, y debo precisar que la ventana del salón da hacia
una terraza o balcón.
Entonces
en un rincón de la habitación apareció una fina sustancia de vapor de un
brillante color blanco, y la cual poco a poco tomó forma, y se hicieron
visibles algunas manchas sobre ella, y después de un corto tiempo fue tomando
la forma del cuerpo de un hombre, aparentemente tan sólido como un cuerpo humano
ordinario.
Esta
figura pasó y volvió a pasar varias veces, acercándose a una distancia de uno o
dos metros de donde nosotros nos encontrábamos parados cerca de la ventana. En
el balcón brillaba la luz de la luna, y la figura llegó a una distancia tan
corta que la luz que salía por la ventana, irradiaba sobre ella
Y
luego se acercó tan cerca que pienso que si hubiera extendido la mano podría
haberla tocado. Y esta figura era del Maestro Kuthumi.
Y
después de conversar un poco con él, le dije al Maestro Kuthumi que como no iba
a verlo por mucho tiempo debido a mi viaje a Europa, le rogué que dejara una
marca tangible de su visita.
Entonces
la figura levantó las manos y pareció arrojarnos algo. Y al momento siguiente,
encontramos una lluvia de rosas cayendo sobre nosotros en la habitación, y eran
rosas de un tipo que no podrían haber sido adquiridas en ese lugar de la India.
Y
antes de que el maestro se fuera, le solicitamos que desapareciera de ese lado
del balcón donde no había salida, ya que había un árbol del otro lado, y para
evitar sospechas de que podría haber subido por el árbol, o algo por el estilo,
le pedimos que desapareciera del lado donde no había salida.
Entonces
la figura del maestro se dirigió hacia ese lugar que le indicamos y luego
desapareció. Él pasó lentamente hasta llegar al borde del balcón, y luego ya no
se volvió a ver. La desaparición fue repentina.
La
altura del balcón era de 5 a 6 metros, y además, había gente abajo y por toda
la casa, por lo que hubiera sido imposible que una persona hubiera saltado sin
ser percibida.
Además
justo debajo del balcón hay un jardín abierto y había varias personas mirando
en ese momento, y mi propia idea es que habría sido imposible que una persona
hubiera saltado, porque hay un pequeño tramo de escalones justo debajo del
balcón, y si un hombre hubiera saltado del balcón, se habría caído sobre los
escalones y se hubiera roto las piernas.
Por
otra parte, cuando la figura pasó y volvió a pasar, no escuchamos nada de
pasos. Y a parte de mí, también estaban en la habitación Damodar y Madame
Blavatsky en ese momento. »
(Interrogatorio que la
SPR le hizo a Mohini en
junio de 1884)
Testimonio
de nueve personas
Nueve
personas vieron al maestro Kuthumi aparecer y desaparecer el 13 de julio de
1881, y ellas lo certificaron en la siguiente carta:
« Señor,
Permita amablemente que los miembros
abajo firmantes de la Sociedad Teosófica digan algunas palabras acerca de la
existencia y el estatuto de los Grandes Hermanos de nuestra organización, de
los cuales nos enaltece estar asociados a su causa y de quienes siempre
estaremos muy orgullosos de admirar.
Y aunque a usted y a sus
corresponsales les gusta ignorar con vehemencia la existencia de esos Adeptos,
o en el mejor de los casos pasarla por alto con un desprecio burlón. Apenas
está justificado como usted lo hizo en su revista afirmar que el Coronel Olcott
es el único testigo que apoya a Blavatsky sobre la existencia de dichos
Adeptos, porque tal afirmación, tan ingenuamente hecha, no debe quedar sin respuesta.
Nosotros también hemos visto a los
Hermanos y sabemos algo sobre ellos, pero lo poco que sabemos es más de lo que
podemos revelar. Sin embargo podemos asegurar que los Adeptos no son
"espíritus incorpóreos" como usted lo pretende, ya que nuestra experiencia
personal nos ha permitido percibir que ellos también son humanos de carne y
hueso como nosotros.
La diferencia es el sacrificio que
ellos han hecho por la humanidad, así como la devoción a las aspiraciones más
elevadas y puras, y un entrenamiento psíquico completo.
Todo esto les ha permitido elevarse
por encima de las condiciones normales de los humanos comunes y rodearse de
ellos mismos con sus propias condiciones elegidas para realizar lo que son
denominados popularmente como "milagros", o lo que ustedes los
espiritistas llaman "fenómenos espirituales".
Uno de nosotros, Moorad Alee Bey, ha
conocido a los Hermanos desde incluso antes de unirse a la Sociedad Teosófica.
Él los ha visto y ha conversado con ellos y ha tenido otras relaciones con ellos
antes y después de su integración en la Sociedad Teosófica, pero al igual que
todos aquellos que se vuelven sus discípulos, él no está en libertad de decirlo
públicamente.
Y el Sr. Damodar K. Mavalankar
también los ha visto y ha conversado con ellos en repetidas ocasiones, incluso
cuando Madame Blavatsky se encontraba muy lejos en el norte de la India,
mientras que él permanecía en el cuartel general en Bombay. E incluso él ha
estado en la residencia de algunos de ellos, y en otra ocasión en compañía de
Madame Blavatsky y el Coronel Olcott. Y ambos, Moorad Alee Bey y el Sr. Damodar
Mavalankar conocen personalmente al maestro Kuthumi.
Y el resto de nosotros también hemos
visto a este y a otros maestros en varias ocasiones y declaramos que esto que decimos
es verdad.
Más allá de eso, aquellos de
nosotros que sabemos y nos estamos preparando para una mayor iniciación,
después de haber dedicado nuestras vidas a ese objetivo supremo, no tenemos la
libertad de detallar más acerca de nuestra relación con esos maestros.
Los espiritistas pueden dogmatizar
tanto como ellos quieran a los Adeptos, pero nosotros, los hindúes, los parsis
y los mahomedanos de la India, al igual que nuestros antepasados desde hace
mucho tiempo atrás, sabemos de la existencia de esos grandes iniciados que no
son ni yoguis ni médiums, y quienes a pesar de las negaciones de los
escépticos, residen principalmente en el Himalaya y más allá.
Atentamente.
R. Moorad Alee Bey
Presidente de la Sociedad Teosófica
de Saorashtr en Bhaunagar.
Damodar K. Mavalankar
Secretario de la Sociedad Teosófica
Central.
Martaudrow Babajee Nagnath
Tesorero de la Sociedad Teosófica de
Bombay.
Bhavanishankar Ganesh Mullapoorcar
Miembro de la Sociedad Teosófica.
Sohrab Jamasp Padshah
Subsecretario de la Sociedad
Teosófica Central.
Bombay, 13 de
julio de 1881.
Postdata: cuando estábamos leyendo
esta carta antes de enviárselas, un Hermano se apareció frente a nosotros y el
señor y la señora Coulomb (esta última siendo la ayudante adjunta de la
Sociedad Teosófica Central) lo han visto y declararan que:
- “Nosotros aseguramos que lo relatado arriba
es cierto.”
E. Coulomb,
F.T.S.
As. Coulomb,
F.T.S. »
(Revista
Spiritualist del 19 de agosto de 1881, p.88-89)
(Observación: en el título de arriba
puse nueve testigos porque aparte de las siete personas que firmaron este
documento, también estuvieron presentes Blavatsky y su ayudante, el joven
Babula.)
Testimonio
de Eglinton
William Eglinton fue un médium
inglés que viajó a la India para investigar sobre la teosofía, y después de un
tiempo de permanecer allá, cuando estaba regresando a Inglaterra, el maestro
Kuthumi se le apareció en el barco en el que viajaba, y sobre este evento
William Eglinton escribió lo siguiente:
« El 22 de marzo de 1882, yo estaba en el mar a bordo
del S.S. Vega, habiendo dejado la ciudad de Colombo en Ceilán alrededor de las
6 p.m. ese mismo día.
Ocupé un camarote que se encontraba
en la cubierta bajo el puente, y cerca de las diez de la noche me estaba
desvistiendo preparándome para dormir y me encontraba de espaldas a la puerta
abierta. Cuando al darme la vuelta vi una persona que a primera vista consideré
que se trataba de un khitmaghur o sea un mayordomo nativo.
Pensando que me había traído algún
telegrama, esperé a que hablara, pero como no lo hizo y consideré su actitud
muy insolente por no haberme primero solicitado que lo dejara entrar y también
por no haberme hecho el saludo referencial usual hacia los europeos, le dije
airadamente que se fuera.
Después de lo cual él se acercó, me
agarró de la mano derecha y me dio el saludo de un maestro masón.
Antes de que me hubiera recuperado
lo suficiente del inmenso asombro que eso me provocó, le pedí que me dijera
quién era y por qué se encontraba en frente de mí.
A lo cual él me respondió hablando
en un perfecto inglés que él era "Koot Hoomi Lal Singh", y en ese
momento en que pude por fin verlo de más cerca, me quedé muy profundamente
asombrado por su apariencia general, su conocimiento de la masonería, y la
afirmación de que realmente él era esa persona mística, ese Adepto de quien
tanto había escuchado durante mi estancia en la India, por lo que sin dudarlo
acepté su afirmación como verdadera.
Luego entablamos una conversación de
cierta extensión, sin ninguna importancia particular para nadie más que para
mí, pero en ella él me demostró que estaba íntimamente familiarizado con los
movimientos espiritualistas y teosóficos, así como también con mis amigos de la
India.
En todos los aspectos él era un
hombre inteligente, perfectamente formado y en cualquier caso, diferente en
apariencia de los miles de nativos que se ven en el Oriente. Y tampoco fue una
alucinación porque yo me encontraba en plena posesión de todas mis facultades;
y lo que me convenció que no se trataba de una visión subjetiva fue el agarre
de su mano y la materialidad muy evidente de su figura.
Al final una pequeña cosa me
distrajo por un momento y cuando volví a girar la cabeza, ¡él se había ido! Salí
rápido fuera de la cabina donde tuve la ventaja de escanear tanto la cubierta
delantera como la trasera, pero no pude observar a nadie y ningún ser vivo pudo
haber escapado del alcance de mi visión.
Al día siguiente busqué en el barco,
incluso bajé por el túnel del pozo para encontrar a una persona que se parecía
al hombre que había visto la noche anterior, pero sin obtener la más mínima
pista de su presencia, y aunque mi mente estaba pensando en el posibilidad de
que un hombre haya sido comisionado para subir a bordo en Ceilán con el
propósito de engañarme, pero cuanto más reflexionaba el asunto, más difícil me
resultaba aceptar tal teoría. »
(Light de Londres del
30 de enero de 1886, p.50-51)
EL
MAESTRO HILARIÓN
Cuando Blavatsky vivió en
Filadelfia, Hilarión (quien en ese entonces solo era un discípulo avanzado)
seguido la visitaba por medio de su doble astral para asistirla, y él se hacía
pasar por el espíritu de John King (quien había
sido un antiguo pirata) y aunque usualmente permanecía invisible, a veces se
materializaba ante la gente.
Testimonio
de Betanelly
Michael
C. Betanelly fue el segundo marido de Blavatsky y él señaló que:
« Durante el día John King sólo da golpes y circula por la casa, pero en las
noches él se materializa y camina por la casa asustando a los empleados. »
(HPB Speaks I, p.95)
Testimonio
de la empleada
Sobre la
muchacha que trabajaba en la casa, Blavatsky comentó lo siguiente:
« Muchas veces ella gritó al encontrar a
John King en los escalones o en el corredor, con su poderosa figura vestido de
blanco, mencionando que él “la miró de forma penetrante” con sus ojos negros de
fuego. Y más de una vez lo vio cerca de mí, como ella se lo contó a mis
visitantes. »
(HPB
Speaks I, p.242)
OTROS
MAESTROS
Varios teósofos comentaron haber
visto a otros Maestros efectuar también este fenómeno.
Testimonio
de Olcott
El
coronel Olcott narró el siguiente evento:
« La noche de 4 de agosto un Mahatma visitó a Blavatsky, y yo
fui llamado para que lo viera antes de que se marchara. Él dictó una larga e
importante carta para un influyente amigo nuestro en París, y me ofreció
significativos consejos sobre el manejo de los asuntos actuales de la Sociedad
Teosófica.
Fui despedido antes de que él terminara
la visita, y al salir lo dejé sentado en el cuarto de Blavatsky, aunque no
puedo decir con certeza si su partida fue una desaparición fenoménica o no. »
(Las Hojas de un Viejo
Diario II, capítulo 13)
Testimonio
de Mirza
Mirza Moorad Alee Beg perteneció a
la Sociedad Teosófica desde sus inicios en la India, y él afirmó lo siguiente:
« Yo declaro que no solo en los últimos días he visto a
uno de esos Maestros en la Sede de la Sociedad Teosófica en Bombay, sino que
tengo muy buenas razones (a las que no puedo referirme ahora) para saber que
dichos seres no son "espíritus desencarnados" como lo pretenden los
espiritistas, sino humanos bien físicos pero que ejercen poderes fuera de lo
común.
Y tanto antes como después de mi
conexión con la Sociedad Teosófica he conocido y conversado con ellos
personalmente y he sido testigo de los resultados más maravillosos que ellos
han efectuado (y que normalmente se describirían como milagrosos) pero que yo
no los considero como sobrenaturales, sino simplemente fenómenos naturales
producidos por aspectos de la naturaleza que la gente todavía no conoce. »
(Theosophist de agosto
de 1881, p.230)
Testimonios
de Mohini
Mohini Mohun Chatterji relató lo siguiente:
« La
segunda vez que vi una aparición astral de los Maestros fue dos o tres días
después de la celebración del aniversario de la Sociedad Teosófica en ese año en
1882.
Estábamos
sentados en el suelo sobre una roca, afuera de la casa en Bombay, cuando una figura
apareció a poca distancia.
Esta
figura astral era del mismo color brillante que la anterior y también parecía
flotar, ya que no había sonido que la acompañara. Parecía fósforo ardiendo en
la oscuridad. Pero no era de la misma persona que en la ocasión anterior. El
cabello era oscuro y podía distinguirse de la cara. »
(Interrogatorio que la
SPR le hizo a Mohini en
junio de 1884)
Testimonios
de varias personas
Un
Maestro se les apareció a varios teósofos que estaban conversando con Blavatsky
en el cuartel de Bombay, y sobre ese evento Martundrow Babaji relató lo
siguiente:
« En
una ocasión cuando estábamos charlando en la usual terraza, vimos a otro
Maestro pero este vestido con un traje blanco, quien se encontraba parado sobre
una rama de un árbol, y luego lo vimos descender por el aire y pararse en el
borde de una esquina de una pared delgada.
Entonces Madame Blavatsky se levantó
de su asiento y se quedó mirándolo durante unos dos minutos como si ella
hablara telepáticamente con él. E inmediatamente después y esta vez en nuestra
presencia, el Adepto desapareció pero luego se vio nuevamente caminando en el
aire a través del espacio y luego a través del árbol y nuevamente desapareció. »
(Sugerencias sobre la
Teosofía Esotérica, N°1, p.103-106)
Testimonio
de Holloway
Laura
Carter Holloway fue una teósofa estadunidense que fue a Inglaterra cuando
Blavatsky estuvo ahí en 1884, y ella narró lo siguiente:
« Me despedí de Blavatsky en Londres [para iniciar mi viaje
de regreso a Nueva York].
Y una vez a bordo del barco a vapor,
al atardecer me retiré a mi camarote, y más tarde mientras leía en silencio, la
habitación se llenó de una luz incandescente que incluso me inundó.
Entonces dos Maestros aparecieron en
medio de esa luz y conversaron conmigo. Fue la visión más trascendente que
jamás haya visto (o espero ver de nuevo), y mientras estos seres iluminados
estaban conmigo, me instruyeron sobre mi futuro. »
(Carta escrita por la
Sra. Holloway el 11 de septiembre de 1923)
BLAVATSKY
Blavatsky (quien era una discípula
avanzada de los Maestros) también tenía esa capacidad como lo atestiguaron
varias personas.
Testimonio
de Holloway
Aparte
de los dos Maestros que la visitaron cuando ella estaba en ese barco, Laura
Holloway menciona que también fue visitada por Blavatsky:
« También uno de los gloriosos seres que vi en esa noche en
el mar y que nunca olvidé, fue Madame blavatsky, y entonces y allí mi visión se
fortaleció, y se me instruyó cuidadosamente con respecto a mi gran regalo: que
es el poder de pasar fácilmente del plano físico al plano astral, y las tareas
que tenía que realizar en ese plano, mientras viviera en el cuerpo físico y
cumpliera con mi deber de acuerdo con mi capacidad. »
(Carta escrita por la
Sra. Holloway el 11 de septiembre de 1923)
Testimonio
de Mulji
El
coronel Olcott narró el siguiente evento:
« Mulji regresó rápidamente mostrando un estado de confusión,
diciendo que ella [Blavatsky] había desaparecido ante sus propios ojos mientras
él estaba de pie hablándole en la plena luz de la luna. Mulji parecía estar a
punto de tener un ataque de histeria, tanto temblaba.
Le pedí que se sentara y se quedara
quieto, y no hiciera el ridículo, pues simplemente había sido sujeto de un
hechizo, lo que era un asunto muy inofensivo, como el que cualquier
hipnotizador puede hace con su sujeto sensitivo. »
(Las Hojas de un Viejo
Diario II, capítulo 4)
Testimonio
de Olcott
El coronel Olcott tuvo una
experiencia similar:
« Yo
tuve un encuentro con el cuerpo astral de Blavatsky en una calle de Nueva York
mientras su cuerpo físico se hallaba en Filadelfia. »
(Las Hojas de un Viejo
Diario I, capítulo 24)
Testimonio
de Solovioff
La hermana de Blavatsky, la Sra.
Vera Petrovna Zhelikhovsky, relata que Blavatsky se le apareció de manera
fenoménica a Vsevolod
Solovyoff:
« He aquí algunas líneas de otra carta suya [de Solovyoff] escrita el 22 de diciembre de 1884, cuando mi hermana se
encontraba desde hace dos meses en la India y el señor Solovioff se encontraba
en París:
“Terminé mi cena, fui a buscar un cigarro en
mi habitación. Subo, abro la puerta, enciendo una vela. ¿Y qué veo? Veo a tu
hermana, Helena Blavatsky, en su vestido negro de la mañana. Ella me saludó, me
sonrió y dijo: ¡Aquí estoy! Y desapareció ¿Qué significa todo esto por fin?”
Como suceso, esto no tenía nada de
particular. Simplemente mi hermana deseaba devolverle (en cuerpo astral) las
frecuentes visitas que el señor Solovioff le había hecho a ella (en cuerpo
físico) en París, en Elberfeld y en Wurzburgo. »
(Un esbozo biográfico)
OTROS
DISCÍPULOS AVANZADOS DE LOS MAESTROS
Aparte de Blavatsky, otros
discípulos avanzados de los Maestros también efectuaron ese fenómeno:
Testimonios
de Blavatsky, Olcott y Mulji
El
coronel Olcott narró el siguiente acontecimiento:
« Vimos a dos hindúes vestidos de blanco atravesando el césped
oblicuamente a nosotros, a una distancia de unas cincuenta yardas. Ellos se
detuvieron cuando alcanzaron el sitio opuesto a nosotros y entonces Blavatsky
envió a Mulji a hablar con ellos.
Mientras Mulji permaneció con ellos,
ella me repitió lo que había sido su conversación de Mulji con ello, y la cual Mulji
corroboró un momento después cuando se reunió con nosotros. Era un mensaje para
mí al efecto de que mi carta al Adepto había sido recibida y aceptada, y que
recibiría la respuesta al llegar a Rajputana.
Antes de que Mulji pudiera terminar
este breve reporte, vi a los dos mensajeros-discípulos alejarse una corta
distancia, pasar por detrás de un pequeño arbusto nada espeso ni lo
suficientemente grande como para cubrir a un hombre vestido de blanco,
especialmente en aquella vívida luz de la luna, y desaparecer.
Alrededor del arbusto solo había un
prado abierto, pero los dos se desvanecieron de la vista muy evidentemente, por
lo que obedecí a mi primer impulso de correr por el prado y buscar detrás del
arbusto alguna señal de un lugar de escondite subterráneo, pero no encontré nada,
el césped estaba intacto, y el arbusto no tenía una rama doblada fuera de su
posición natural. »
(Las Hojas de un Viejo
Diario II, capítulo 4)
Y el
coronel Olcott también narró el siguiente evento:
« Mientras me abría paso hasta la zona oriental del bazar, me
detuve súbitamente el ver a un hombre acercándose y que fijaba en mí sus
espléndidos ojos negros con una sonrisa en su rostro. Por un momento casi no
pude creer a mis ojos, tan lejos estaban mis pensamientos de la posibilidad de
verlo en ese lugar. Era uno de los discípulos principales de un Mahatma, con
quien yo había entrado en relaciones en un lugar muy distante de esta zona.
Me quedé quieto, esperando por los avances que él decidiera hacer, pero justo cuando estaba
muy cerca, se volvió a un lado, con sus sonrientes ojos fijos en los míos y desapareció,
y ya no lo pude encontrar en ningún lugar. »
(Las Hojas de un Viejo
Diario II, capítulo 27)
PARTES
DEL CUERPO
Los maestros transhimaláyicos y sus
discípulos avanzados también tienen la capacidad de aparecer y desaparecer a
voluntad solo una parte de su cuerpo (usualmente es la mano):
Testimonio
de
Rao
Rao Sahib Soobiah Chetty
relató el siguiente acontecimiento:
« En 1883, Madame Blavatsky pasó el verano con el
general y la señora Morgan en su casa de descanso en Ootacamund. Ella me invitó
o más bien dicho, me indicó que fuera allí, y obedecí su solicitud con gusto.
Me alegré de aprovechar la
oportunidad que me dieron de tener el raro privilegio de vivir por algún tiempo
bajo el mismo techo que H.P.B. y bajo su influencia. El intenso deseo de Madame
Blavatsky era atraer la atención de los hombres de posición hacia la Teosofía,
y para lograr ese propósito, ella trabajó duro y finalmente tuvo éxito.
Un día, mientras discutíamos sobre
cómo se podía asegurar ese objetivo, se sintió una influencia muy fuerte. Y
esto se debió a la aparición del Maestro Morya en la sala.
Él se materializó en parte, y pude
ver una forma nebulosa, y aunque nebulosa, vi claramente su brazo entregándole
algo a Blavatsky.
Y mi suposición de que él había
venido allí para dar instrucciones sobre cómo se podía obtener ese objetivo
deseado fue correcta, ya que madame Blavatsky me lo confirmó después. »
(Theosophist de mayo de 1924, p.244-245)
Testimonio
de Blavatsky
Blavatsky relató el siguiente suceso:
« Yo estaba enferma y postrada en la cama, y de repente se
rematerializó una carta suya frente de mí, era una vieja carta que había
recibido en Londres y que había desgarrado.
. . .
Las palabras habían sido tomadas de
mi cabeza, y la vieja carta la vi desplazándose lentamente por el aire (y es
que debido a la debilidad en la que me encontraba no pude ver la mano astral
del discípulo del maestro Kuthumi que la estaba llevando), y luego la vi
deslizarse dentro y entre los papeles de Solovyoff, quien se encontraba en ese
momento escribiendo en el pequeño salón. »
(Los
Hermanos de Madame Blavatsky de Mary K. Neff)
Testimonio
de Watchmeister
La Condesa Watchmeister cuidó a
Blavatsky cuando vivieron en Bélgica y ella relató el siguiente evento:
« Y en relación a esto he de mencionar otro incidente que me demostró que efectivamente
estos discípulos de los Maestros cuidaban de ella. Verán, Blavatsky estaba
acostumbrada a leer por un rato el periódico por la noche en su cama antes de
irse a dormir, y raramente extinguía su lámpara antes de la media noche.
Había un biombo
entre mi cama y su lámpara. Sin embargo la fuerte luminosidad de la lámpara se
reflejaba por el techo y las paredes, perturbando a menudo mi reposo.
Una noche, esa
lámpara estaba encendida después de que el reloj ya había marcado la una de la
mañana. Lo que me impedía dormir y como escuché la respiración regular de
Blavatsky indicándome que ella ya se encontraba dormida, me levanté y caminé
suavemente hasta la lámpara para apagarla.
No tuve
problema en regresar a mi cama porque en el dormitorio había siempre una tenue
luz que provenía de una veladora que se dejaba encendida en el estudio que
estaba al lado, manteniéndose abiertas las puertas entre esa habitación y
nuestro dormitorio.
Entonces, ya
había apagado la lámpara y me había regresado a mi lecho, cuando la lámpara se
encendió de nuevo y la habitación se iluminó de nuevo con luz brillante.
Pensé para mí
misma:
-
“¡Qué extraña lámpara! Posiblemente no funciona bien.”
De manera que
volví hacia la lámpara, bajé de nuevo la mecha y vigilé hasta que el último
vestigio de luz desapareciera y aún así, por las dudas, mantuve apretado el
resorte con los dedos por un rato más. Entonces lo solté y quedé de pie un
momento observando, cuando para mi sorpresa, ¡la llama reapareció y la lámpara
volvió a brillar como antes!
Tal cosa me
dejó considerablemente perpleja y decidí quedarme allí frente a la lámpara,
toda la noche si fuera necesario, para mantenerla apagada hasta que descubriera
el motivo de ese comportamiento tan raro.
Por tercera vez
apreté el resorte y lo bajé hasta que la lámpara estuvo apagada por completo y
lo volví a soltar observando esta vez atentamente para ver lo que ocurriría. Y
por tercera vez la lámpara se encendió, pero esta vez percibí lo que parecía
una forma de mano que movía lenta y suavemente el resorte de la lámpara.
Y estando
familiarizada con la acción que pueden tener las entidades astrales en el plano
físico, no tuve dificultad en llegar a la conclusión de que era la
materialización de la mano astral de un discípulo de los Maestros, y deduje que
debía de haber alguna razón especial para que la lámpara permaneciera encendida
esa noche, por lo que dejé la lámpara tranquila y retorné a mi cama para tratar
de dormir. »
(Reminiscencias
de HPB y la Doctrina Secreta, capítulo 7)
Testimonio
de Olcott
El coronel Olcott comentó que la
propia Blavatsky también podía hacer eso:
« He sabido por un testigo ocular, que durante la residencia de
Blavatsky en El Cairo, los fenómenos más extraordinarios se producían en las
habitaciones donde ella se hallaba; por ejemplo, que una lámpara se levantó de la
mesa en que estaba colocada, y por el aire se trasladó a otra, como si alguien
la hubiese llevado. »
(Las Hojas de un Viejo
Diario I, nota 2 al final de libro)
LUGARES
ENTEROS
Testimonios
de Blavatsky, Olcott y Mulji
Los maestros tenían una casa oculta a
las afueras de la ciudad de Bombay, y sobre esta misteriosa residencia, el
coronel Olcott relató lo siguiente:
« Hubo una serie de extraños acontecimientos de los
cuales mi amigo Mulji Thackersey fue testigo. Por ejemplo, el 29 de marzo de
1879, Blavatsky le pidió a Mulji que consiguiera una calesa, y cuando esta
llegó, ella se subió al vehículo junto con él. Ella se rehusó a contestar sus
preguntas respecto a donde iban y simplemente le dijo que le ordenara al
conductor en su idioma dar vuelta a la derecha o a la izquierda o ir derecho
hacia adelante, según ella le dijese.
Al regresar por la tarde Mulji nos
contó lo que ocurrió. Ella había dirigido el curso por numerosas calles
serpenteantes y caminos vecinales, llegando a un suburbio de Bombay, a ocho o
diez millas de distancia, en un bosque de coníferas. Creo que el lugar se
llamaba Parel, aunque puedo estar equivocado. En todo caso, Mulji conocía el
lugar, ya que en ese suburbio habían cremado el cadáver de su madre.
. . .
Mulji estaba tan asombrado con esa experiencia
que fue a contárselo a sus amigos, lo que llevó a uno de ellos, que profesaba
conocer perfectamente el suburbio en cuestión, a apostar 100 rupias que no
había una casa semejante a la orilla del mar y que Mulji no podría guiarlo a ese lugar.
Y cuando Blavatsky
escuchó de esto, ella le aseguró a Mulji que él perdería esa apuesta, pero
Mulji declaró que podía volver sobre cada punto del camino por el que se habían
ido y aceptó la apuesta.
Yo hice llamar
a un carruaje de inmediato y los tres subimos. Y por medio de otro intérprete
hindú, le ordené al cochero que siguiera estrictamente las indicaciones que le
mencionara Mulji y nos fuimos.
Después de un
largo viaje en coche por caminos tortuosos, por fin llegamos al suburbio en
cuyas umbrías profundidades se suponía que debía estar la misteriosa casa.
El suelo era
arena de mar casi pura, con un mantillo marrón de agujas de pino, o con alguna
otra conífera (posiblemente la casuarina).
Pudimos ver una
cantidad de caminos que corrían en diferentes direcciones, y le dije a Mulji
que debía mantener una vigilancia aguda porque de lo contrario seguramente se
perdería. Pero él sin embargo, estaba tan seguro como era posible, a pesar de
la advertencia que le había hecho Blavatsky sobre la pérdida segura de sus 100
rupias.
Durante una
hora estuvimos recorriendo la zona, tanto hacia un lado como hacia el otro, y
deteniéndonos periódicamente para que Mulji bajara del vehículo y mirara a su
alrededor.
Finalmente y
justo un minuto después de su última declaración de que esta vez él estaba
completamente seguro de que íbamos en la dirección correcta hacia esa
misteriosa casa que se encontraba junto al mar, un tren pasó cerca de un
terraplén y le mostró al pobre Mulji que en realidad nos había guiado ¡en la
dirección opuesta!
Le ofrecimos
darle más tiempo, pero él se sintió tan desconcertado que aceptó su fracaso y
regresamos a casa.
. . .
Este
relato coincide con una tradición folclórica, y cualquiera que haya visto
incluso una sola de las cientos de pruebas registradas de inhibición hipnótica
en los modernos hospitales y clínicas, puede aceptar prontamente lo razonable
de este tipo de relatos de adorno mayávico: ya el Diablo no es aceptado (con
excepción del Vaticano) como el único hipnotizador de la humanidad, y Charcot, Liébault,
de Rochas y otros nos han mostrado la sensatez científica de los viejos cuentos
de brujería y magia.
En
cualquier caso, ofrezco esta historia por lo que pueda valer, como lo hago en
todos los casos donde yo mismo no fui un testigo presencial, ofrezco mi punto
de vista con toda sinceridad, y dejo al público el creerlo o no: no significa
nada para mí.
Si
se me pregunta mi opinión personal, diría que la historia de esta casa parece
probablemente cierta, pues, como se mencionó en un capítulo anterior, fuimos
visitados en nuestro chalet de Girgaum por más de un Adepto en persona, y una
noche a la luz de la luna, Damodar y yo estábamos con Blavatsky en el camino
que conduce a la casa oculta, cuando alguien vino y nos saludó a una distancia
de no más del largo de un brazo. Pero no es necesario mencionar los detalles
aquí, pues tengo otras cosas que contar primero. »
(Las Viejas Hojas de
un Diario II, capítulo 4)
EXPLICACIONES
Sobre la
residencia misteriosa en Bombay y otros lugares secretos de los Maestros,
Blavatsky comentó lo siguiente:
« Blavatsky nos explicó que Mulji podría haber encontrado esa
casa mística si no tuviese en sus ojos un embeleso, y que además, esa casa,
como otros lugares habitados por Adeptos, siempre están protegidos de la intrusión
de extraños por un círculo de ilusión formado a su alrededor, y custodiado y
mantenido con potencia por servidores elementales.
Y esa casa en particular estaba bajo
el constante cuidado de un agente confiable, y esa residencia se usaba como un
lugar ocasional de descanso y reunión para los Maestros y sus discípulos cuando
estaban de viaje.
Y ella nos explicó que de la misma
manera, todas las antiguas bibliotecas que se encuentran actualmente
enterradas, me refiero a esa vasta cantidad de tesoros que deben mantenerse
escondidos hasta que el Karma requiera su restauración para que sean usados por
los humanos, esos lugares también están protegidos para que no sean
descubiertos por el profano, por imágenes ilusorias de rocas sólidas, de suelo
sólido ininterrumpido, por abismos inaccesibles, o cualquier otro obstáculo que
hace que se regrese la persona equivocada pero cuya Mâya [ilusión] se disuelve cuando el que debe encontrarlos llega en
el momento adecuado. »
(Las Viejas Hojas de
un Diario II, capítulo 4)
Sobre las apariciones y
desapariciones de los maestros y sus discípulos, Blavatsky dio la siguiente
explicación
« El taumaturgo, bien experto en la ciencia oculta, puede
causarse a sí mismo (o sea a su cuerpo físico) la apariencia de desaparecer, o
aparentemente tomar cualquier forma que escoja, o también puede hacer visible
su forma astral, o puede darle una apariencia múltiple.
En ambos casos, estos resultados
serán alcanzados por una alucinación hipnótica de los sentidos de todos los testigos,
lograda simultáneamente.
Esta alucinación es tan perfecta que
el sujeto sometido a ella jurará por su vida que vio una cosa real, cuando fue
solo una imagen de su propia mente, impresa sobre su conciencia por la
irresistible voluntad del hipnotizador. »
(Isis Develada, p.588)
Ver también:
EN
RESUMEN
Los maestros transhimaláyicos y sus
discípulos avanzados utilizan sus cuerpos sutiles, los cuales materializan
hasta hacerlos visibles y luego los vuelven a desmaterializar. Los discípulos
suelen utilizar su doble astral, mientras que los maestros suelen utilizar lo
que en teosofía se denomina la mayavi-rupa y que podríamos
considerar en español como el “doble mental”.
Y otro
método para lograr ese fenómeno es hipnotizar
el cerebro de las personas para hacerles creer que la persona ha desaparecido,
pero tengo entendido que esa técnica la utilizan mucho menos los miembros de la
jerarquía planetaria porque usualmente la tienen prohibida.
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