(El siguiente texto es un extracto del libro "Simla, Pasado y Presente" escrito por Edward John Buck, un inglés que vivió en esa ciudad india, y en este extracto narra algunos de los fenómenos que Blavatsky produjo cuando ella estuvo en Simla; y añadí subtítulos para facilitar la lectura.)
Allan Hume
En 1867, la Casa Rothney, entonces llamada "el Castillo Rothney" pasó a manos del difunto Sr. P. Mitchell, CIE, personaje muy conocido en Simla en su época.
Este personaje residió en el Castillo Rothney durante algunos años y posteriormente vendió el lugar al Señor Allan Octavian Hume, entonces Secretario del Gobierno de la India.
El Sr. Hume procedió a convertir la casa en un auténtico palacio, que según la tradición esperaba que se comprara como residencia virreinal, dado que el Gobernador General ocupaba entonces Peterhoff, un edificio demasiado pequeño para los entretenimientos virreinales.
De principio a fin, gastó más de doscientas mil rupias en los terrenos y edificios. Añadió enormes salones de recepción, ideales para grandes cenas y bailes, así como un magnífico invernadero y un espacioso salón en cuyas paredes exhibió su magnífica colección de cuernos de animales indios.
Contrató los servicios de un jardinero europeo y con su ayuda convirtió los jardines y el invernadero en una exposición hortícola perpetua, a la que mostraba cortésmente a todos las personas que lo visitaban.
Pero posiblemente debido a que al Castillo Rothney solo se puede acceder mediante una subida complicada, cualquier expectativa que el Sr. Hume pudiera haber tenido sobre la compra del edificio por parte del Gobierno no se cumplió, y el propio Sr. Hume hizo poco uso de las habitaciones más grandes, excepto que convirtió una de ellas en un museo para su maravillosa colección de aves y para bailes ocasionales.
El Sr. Hume, nieto del célebre político Joseph Hume, era en sí mismo una personalidad notable. De excepcional capacidad y capacidad intelectual, y dotado de un maravilloso talento para la organización, aunque no estaba exento de la excentricidad que a veces acompaña al genio.
Lord Mayo, atraído por su reputación y personalidad, lo puso a cargo del Departamento de Agricultura que con la cooperación de Su Excelencia Sir John Strachey, había creado en 1870 para el desarrollo de mejoras y reformas agrícolas.
Su colección de aves
El Sr. Hume era esencialmente un hombre de aficiones, y cualquier afición que emprendiera era explotada con ahínco. Cuando llegó a Simla, la disciplina a la que dedicaba sus energías era la ornitología.
Dotado de amplios recursos personales, contaba con un ejército de buscadores de aves, algunos de ellos europeos, que trabajaban con salarios generosos incluso más allá de los límites de la propia India, mientras que muchos coleccionistas privados, influenciados por el genio del Sr. Hume, le prestaron una incansable ayuda en todo el Imperio Indio.
Muchas aves nuevas para la ciencia fueron descubiertas por él mismo o por sus agentes. Todos los especímenes fueron llevados al Castillo Rothney y allí se colocaron clasificados en vitrinas que cubrían las paredes de la sala utilizada como museo.
La colección de taxidermia aumentaba rápidamente cuando de repente, el Sr. Hume se dedicó a otra afición. ¡Esta vez fue la teosofía!
Y como uno de los principios de ese credo era no matar animales, se enviaron telegramas a los buscadores para que suspendieran el trabajo y no mataran más aves, al mismo tiempo que se ofrecía a las autoridades del Museo Británico donar la colección completa a dicha institución con la condición de que enviaran a un experto para que revisara los especímenes en el Castillo de Rothney.
La oferta fue aceptada; el Sr. Sharpe, miembro del personal, fue enviado a Simla y la colección se trasladó al Museo Británico y luego al Museo de Kensington, donde constituye uno de sus activos más valiosos.
Blavatsky
Sin duda el Sr. Hume fue guiado al culto de la Teosofía por la Suma Sacerdotisa de dicho culto, Madame Blavatsky, a quien siempre se le ofreció la hospitalidad del Castillo Rothney.
Se formó una Sociedad Teosófica cuyos líderes fueron Madame Blavatsky, el propio Sr. Hume y el Sr. Sinnett, entonces editor del periódico Pioneer, y según se cree, todavía un líder de la obra teosófica en Londres.
Se hicieron grandes esfuerzos para atraer a funcionarios influyentes y otros residentes de Simla, e incluso se rumoreó que Madame Blavatsky, quien a su llegada al país había sido puesta bajo vigilancia policial como sospechosa de ser una agente rusa, ¡tenía un objetivo político al ganar adeptos para su credo!
Pero lo cierto es que Madame Blavatsky y su discípulo estadounidense, el coronel Olcott, predicaron la doctrina de que el conocimiento y la erudición de Oriente alcanzaban planos mucho más elevados que la ciencia de Occidente, y que el oriental no debía considerar al occidental como un ser superior.
A principios de los ochenta, Madame Blavatsky era una invitada de verano habitual en el palacio de Rothney. Su ubicación en Jakko, desde donde se dominaba una vista ininterrumpida de los picos nevados del Tíbet, era especialmente favorable para la interacción de la sacerdotisa teosófica con su conocido «Kut Humi» [el maestro Kuthumi] quien en forma astral (o no) había elegido como hogar el aislamiento de las estepas transhimaláyicas.
Madame Blavatsky invocó su ayuda en el Castillo de Rothney, pero en dos ocasiones notables ella realizó, sin ayuda, manifestaciones de su poder con el fin de ganar la fe de aquellos devotos teosóficos que dudaban y pedían una señal.
El broche de la Sra. Hume
Uno de estos milagros es de interés histórico. Estaban reunidos en la mesa del Castillo de Rothney todos los creyentes y posibles creyentes del credo teosófico que se encontraban entonces en Simla.
Se le pidió a Madame Blavatsky, probablemente por iniciativa propia, que diera un ejemplo del poder que el verdadero teósofo adquiere mediante el ascetismo, la fe y la abnegación.
Ella inicialmente protestó como a una joven que le piden una canción:
- "Es muy difícil para mí; me agota mucho; no, no, no puedo, no puedo."
Pero presionada aún más, finalmente exclamó:
- "Bueno, voy a hacerlo, pero es difícil, muy difícil. Señora Hume (volviéndose hacia su anfitriona) ¿Qué le gustaría? Dígame. ¿Ha perdido algo que quisiera encontrar?"
La Sra. Hume le respondió:
- "Sí. Hace un año o más perdí un broche. Encuéntralo y será realmente maravilloso."
Entonces la Señora Blavatsky exclamó:
- "¡Es difícil, pero se hará ! ¡Khitmatgar! ¡Tráeme una linterna!"
El empleado domestico trajo la linterna, Madame Blavatsky se levantó y nos guió a través de las puertas abiertas que conducían al jardín. Allí, deteniéndose, señaló un arbusto y ordenó:
- "¡Cava ahí!".
Se sacó una pala, removieron la tierra y ¡ahí estaba el broche!
Los invitados, maravillados, y al menos algunos convencidos, regresaron a la mesa donde se redactó un breve relato del milagro, firmado por todos los presentes, incluidos dos honorables miembros del Consejo.
¿Acaso no se registra este milagro, junto con muchos otros, en las crónicas publicadas por el Sr. Sinnett poco después del suceso?
La taza de té
En otra ocasión, un grupo de picnic se vio perturbado por la circunstancia de que faltaba una taza de té.
- "No importa", dijo Madame Blavatsky, quien estaba presente y con buen humor, "¡Encontraré una!".
Y efectivamente una taza (¡del mismo diseño!) fue desenterrada de debajo de otro arbusto, y nuevamente el milagro causó una profunda impresión.
Sir Edward Buck
Sir Edward Buck, quien sucedió al Sr. Hume al frente del Departamento de Agricultura, le ha contado al autor de este libro [Edward John Buck] sobre el intento de atraerlo, entre otros, al redil teosófico.
La historia puede ser narrada, según se recuerda, en sus propias palabras:
« Yo me encontraba en un grupo de una pequeña cena donde solo estábamos hombres presentes, a la que también estaba invitado el Sr. A. [Hume], un destacado teósofo. Después de la cena se entabló una discusión sobre los milagros registrados en el folleto recién impreso, publicado por el editor del Pioneer.
El Sr. A., un hombre sumamente inteligente, se defendió sorprendentemente bien contra los antagonistas burlones que atacaban la fe teosófica.
Aunque siempre interesado en las cuestiones que trataba la Teosofía, me abstuve de participar en la discusión, que giraba en torno a uno de los principios fundamentales de la Teosofía, a saber: que tal poder podía ser obtenido sobre la materia por 'adeptos' que, mediante el ascetismo, habían alcanzado los 'planos superiores', pudiendo desintegrar un cuerpo sólido, atravesarlo y reconstruirlo al otro lado, así como transferirlo a cualquier distancia.
Esto por supuesto suponía que todo tipo de desarrollos eran posibles.
Caminando a casa con el Sr. A., a Jakko, donde vivía en una casa sobre el Castillo Rothney, le dije que creía poder explicar toda la serie de milagros de una manera más sencilla.
- "¿Cómo?", preguntó el Sr. A.
- "Ya es demasiado tarde", respondí, "pero pasaré por el Castillo Rothney mañana por la noche a las 9 y te lo contaré mientras fumamos un cigarro después de cenar."
Cumplí con mi cita, pero llegué un cuarto de hora tarde. Le pedí al sirviente que abrió la puerta que avisara al Sr. A. de mi presencia, pero en lugar de llevarme a su habitación privada, me hicieron pasar a la pequeña sala donde se encontraba reunida una congregación de teósofos en pleno. Me disculpé, explicando que solo había venido a charlar con el Sr. A.
- "¡Oh! Sabemos de qué se dispuso a hablar", dijo el Sr. Hume, quien presidía, "y todos queremos escuchar lo que tiene que decir."
Protesté diciendo que lo que dijera podría ofender a algunos de los presentes, pero las protestas fueron inútiles.
Entonces me referí, por supuesto, a Madame Blavatsky, que estaba reclinada en una de esas largas tumbonas familiares para los viajeros de P. y O., disfrutando de un cigarrillo. Sin embargo, no hizo ningún gesto.
- "Es una lástima", empezó el Sr. Hume, "que haya llegado con un cuarto de hora de retraso ya que si hubieras estado aquí a las 9, habrías visto llegar un comunicado de Kut Humi (entregándome una carta), que los presentes (volviéndose hacia la congregación) te dirán que bajó del tejado hace unos minutos."
La leí, estaba dirigida a Madame Blavatsky, y su propósito era que no se molestara en intentar convertir a los incrédulos en prosélitos. Bastaba con que quienes creían y practicaban alcanzaran los planos superiores de conocimiento y poder.
¿Qué les importaba que el resto de la humanidad se revolcara en la ignorancia?
¡Los adeptos les sonreirían con desprecio desde su superioridad!
El texto de la carta bien podría haber sido que predicar a los ignorantes sería como "echar perlas a los cerdos".
Al leerla, me di cuenta de que Kut Humi debía de tener una relación considerable con Estados Unidos, ya que más de una frase parecía tener un toque de dialecto yanqui. ¿Y acaso el coronel Olcott no era estadounidense?
Sin embargo, concluido este episodio, comenzó mi interrogatorio.
Sr. Hume: Usted afirma que puede explicar los milagros registrados por el Sr. Sinnett de forma sencilla. ¿Cómo?
Sir Buck: ¿Cuál eliges?
Sr. Hume: El descubrimiento del broche.
Sir Buck: ¿No es Madame Blavatsky una poderosa hipnotizadora?
Sr. Hume: Sí.
Sir Buck: ¿No había estado ella algún tiempo en el Castillo de Rothney antes de que ocurriera el milagro?
Sr. Hume: Sí.
Sir Buck: ¿La señora Hume cree en sus poderes?
Sr. Hume: Por supuesto.
Sir Buck: Supongamos entonces que Madame Blavatsky hubiera adquirido tal poder hipnótico sobre la Sra. Hume que la obligara a expresar cierto deseo. ¿No es fácil el resto?
Sr. Hume: ¡Usted insinúa que el broche ya estaba enterrado!
Sir Buck: Usted ha sacado la conclusión.
Blavatsky: (levantándose de su silla y agitando su cigarrillo en la cara de Sir Edward Buck): Viene usted, señor, a insultarme. ¡Me llama tramposa, etc., etc., etc.!
Madame Blavatsky, dicho sea de paso, era una mujer robusta de unos cincuenta años, casi una mujerzuela de rasgos algo toscos. Aún resultaba atractiva por la fuerza intelectual que se reflejaba en su rostro, y siempre sentí cierta admiración y respeto por la fortaleza de su carácter. En ese momento parecía formidable, y traté de apaciguar su fingida furia. La conversación continuó:
Sir Buck: ¡Madame Blavatsky, por favor, cálmese! Claro que sabe que mi explicación es absurda. ¿Pero no ha cometido el error de ignorar los principios tan claramente expresados en esta carta de Kut Humi? ¿No ha echado perlas a los cerdos? Nosotros, los ignorantes que vivimos en planos inferiores, no hemos alcanzado el nivel espiritual de los iniciados y nos vemos obligados a buscar explicaciones absurdas de milagros que para ellos no son ningún misterio. ¿Por qué, entonces, publica sus milagros al mundo?
Madame Blavatsky, que aún no había terminado conmigo, se dejó caer de nuevo en la tumbona y el Sr. Hume continuó su interrogatorio. Se citaron otros milagros, como el de pasar un anillo a un cojín, con una explicación similar sugerida por mí en cada caso, con el acompañamiento de los gruñidos furiosos de Madame Blavatsky. Pero ella había estado esperando todo el tiempo para jugar su as en la manga, como lo demostrará el diálogo subsiguiente.
Blavatsky: Ahora, señor, le mostraré algo que lo convencerá. ¿Tiene algo que ver con la agricultura?
Sir Buck: Eso me encantará ya que tengo el honor de administrar el Departamento de Agricultura.
Blavatsky: Bueno, señor, ¡usted plantará una semilla y crecerá en seis meses! ¡En cambio yo plantaré esa semilla y crecerá en seis minutos!
Sir Buck: Señora, le ruego que se ahorre esa molestia. Sin duda puede hacer lo que dice, pero yo, en mi ignorante escepticismo, solo debería creer que es el truco del mango de los magos de Madrás.
Blavatsky (furiosa): ¡Qué, señor! ¿Me incluye entre esos vulgares impostores? Se hace llamar caballero, etc., etc.
Sir Buck: Señor Hume, le rogué que no iniciara esta conversación. Preví el resultado, y es mejor que me retire (haciendo una reverencia y dirigiéndose a la puerta). Pero antes de irme, quisiera hacerle una sugerencia a Madame Blavatsky. ¿Me permitiría ir mañana a ver al Virrey y pedirle a Su Excelencia que transfiera el Departamento de Agricultura de mi cargo al suyo? Porque ese Departamento se creó recientemente para proteger al país contra la hambruna, y si Madame Blavatsky puede cosechar en seis minutos, ¿qué más se necesita? ¡Buenas noches!
No volví a visitar el Castillo Rothney, al menos mientras Madame Blavatsky estuvo allí. Pero siempre lamenté haber perdido la paciencia hasta el punto de rechazar ver ese truco de seis minutos, que de todos modos habría sido interesante.
Nunca volví a ver a Madame Blavatsky, y no mucho tiempo después, sus astutas imposturas fueron descubiertas en Madrás. Pero siempre he dicho de ella, como dijeron los dos dignatarios eclesiásticos de la Sra. Proudie: "Era una mujer maravillosa". »
Hasta aquí Sir Edward Buck.
Epílogo
Posteriormente el Sr. Hume, en un folleto impreso sobre Madame Blavatsky, afirmó que era la mentirosa más admirable que había conocido, pero la excusó alegando que recurría al engaño con el honesto propósito de convertir a una fe superior.
En la medida en que dicha fe se expresa mediante la Teosofía, sus templos se han trasladado desde la partida de Madame Blavatsky, del Castillo de Rothney a París y Londres.
En los últimos años de su residencia en el Castillo de Rothney, el Sr. Hume dedicó su tiempo a promover lo que aparentemente había sido uno de los objetivos de Madame Blavatsky, aunque sin duda por motivos más nobles: elevar a la comunidad nativa a un estatus más alto y digno.
Y con toda sinceridad para este fin se convirtió en presidente del Congreso y apoyó a este organismo con excelentes consejos y abundante dinero.
Sin embargo en más de una ocasión se vio obligado a acusar a sus seguidores de no haber aportado el apoyo práctico y financiero que él consideraba necesario al movimiento.
Sea como fuere, no cabe duda de que, al verse privado del hábil liderazgo del Sr. Hume cuando regresó a Inglaterra, el Congreso sufrió una grave pérdida. Y del Sr. Hume también cabe decir: "¡Era un hombre maravilloso!".
("Simla, Past and Present", p.116-122, este libro fue publicado en Calcuta por Thacker, Spink, en 1904.)
OBSERVACIÓN
Los enemigos de la Teosofía llevaron a cabo una campaña para desprestigiar a Blavatsky y con ello derrumbar a la Sociedad Teosófica, pero yo que he investigado mucho este tema he concluido que lo más probable es que los Maestros transhimaláyicos si existen y que Blavatsky si fue su mensajera y ella si tenía despiertos sus poderes ocultos.
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