Sobre
este asunto, en su libro “Los Misterios
Rosacruces”, Max Heindel escribió lo siguiente:
« Como
ya hemos dicho, el éter es materia física sensible a las mismas leyes que
gobiernan todas las otras substancias físicas sobre este plano de existencia.
Por lo tanto, solo se requiere una pequeña extensión más de lo común de vista
física para ver el éter (que está dispuesto en cuatro grados de densidad); el
halo azulado que se ve en las grandes montañas y en sus desfiladeros, es
simplemente éter de la clase llamada por los investigadores ocultistas. éter
químico.
Muchas
personas que ven este éter no son conscientes de que poseen una facultad que no
es común a todos. Otras personas que han desarrollado la vista espiritual, no
están dotadas de visión etérica, hecho que parece una anomalía hasta que se
comprende la facultad de la clarividencia.
La
razón reside en que como el éter es materia física, la vista etérica depende de
la sensibilidad del nervio óptico, mientras que la vista espiritual se adquiere
por el desenvolvimiento de las fuerzas vibratorias latentes situadas en el
cerebro, el cuerpo pituitario y la glándula pineal.
Personas
cortas de vista pueden tener visión etérica, y aunque incapaces de leer
cualquier impreso, pueden tener la facultad de "ver a través de una pared"
debido al hecho de que su nervio óptico responde más rápidamente a las vibraciones
sutiles y finas que a las groseras y bastas.
Cuando
una persona cualquiera observa un objeto con vista etérica, lo ve a través de
tal objeto de manera parecida al modo en que los rayos X penetran en las
sustancias opacas. Si una persona dotada con tal facultad mira una máquina de
coser, percibirá primero un carrete o estuche externo, después el trabajo dentro,
y entre ambos, el carrete más alejado de ella.
Si
ha desarrollado el grado de visión espiritual que le abre el Mundo del Deseo y
mira al mismo objeto, verá a este dentro y fuera; y si lo mira muy cerca,
percibirá todos sus átomos girando sobre sus ejes, sin que haya la menor
partícula que quede excluida de su percepción.
Pero
si su vista espiritual ha sido desarrollada a tal grado que es capaz de mirar
la máquina de coser con la visión característica del Mundo del Pensamiento,
verá una cavidad donde antes había visto la forma.
Las
cosas vistas con la visión etérica resultan muy parecidas en colorido, pues son
casi de una coloración rojo-azulada, púrpura o violeta, con arreglo a la
densidad del éter; pero cuando vemos un objeto con vista espiritual, que
pertenece al Mundo del Deseo, este cabrillea y resplandece en un millar de
colores siempre cambiantes, tan descriptivamente bellos, que solo pueden ser
comparados a un fuego viviente, y el autor llama por esa razón a tal grado de
visión vista del color.
Sin
embargo, cuando la visión espiritual del Mundo del Pensamiento es el medio de
percepción, el vidente halla en adición a unos colores más bellos, una emanación
de la cavidad que describe un flujo constante de una cierta tonalidad
armoniosa.
De
modo que este mundo en el que vivimos conscientemente y que percibimos por
medio de nuestros sentidos corporales, es esencialmente el mundo de la forma;
el Mundo del Deseo es especialmente el mundo del color, y el Mundo del
Pensamiento es el reino del tono.
Debido
a la distancia relativa o proximidad de estos mundos, una estatua, una forma,
desafía los furores del tiempo durante siglos, pero los colores de una pintura
se pierden o esfuman en mucho menos tiempo porque vienen desde el Mundo del
Deseo, y la música, que tiene su origen en el mundo más alejado de nuestro
estado, el Mundo del Pensamiento, es como los fuegos fatuos que nadie puede
detener o apresar, pues desaparece tan pronto como se ha oído.
Pero
hay en el color y en la música una compensación por su evanescencia
gradualmente superior.
La
estatua es fría y sin vida como el mineral del cual ella está compuesta, y
resulta atractiva solo para unos pocos, aunque su forma sea una realidad
tangible.
Las
formas sobre una pintura son ilusorias, y sin embargo expresan vida, debido al
color, que proviene de una región en la que nada es inerte y sin vida. Por lo
tanto, la pintura es el placer estético de muchos.
La
música es intangible y efímera, pero proviene del hogar del espíritu, y aunque
muy fugaz, es reconocida por el espíritu como una lenguaje del alma, recién
salido del reino celestial; un eco del hogar del que estamos desterrados, y,
por lo tanto, pulsa una cuerda de nuestro ser, sin que importe nada que
nosotros comprendamos o no por qué es así.
Vemos,
pues, que hay varios grados de vista espiritual, cada uno adaptado al reino
suprafísico que lo abre a nuestra percepción: visión etérica, visión del color
y visión del tono. »
(Capítulo
3)
OBSERVACIÓN
Desafortunadamente esto que dice Max Heindel sobre la clarividencia etérica está lleno de mentiras que él inventó, porque en realidad los éteres no existen debido a las razones que les explico en este otro
capítulo.
(Link)
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