(Aquí les voy a poner los testimonios que vaya encontrando sobre diferentes imágenes que Blavatsky produjo de manera paranormal.)
- Figura creada en un cuaderno que sostenía Olcott
- Figura que apareció en el techo
- Retrato de la abuela del segundo marido de Blavatsky
- Retrato del médium Staiton Moses
- Retrato del yogui Tiravalla
1. FIGURA CREADA EN UN CUADERNO QUE SOSTENÍA EL CORONEL OLCOTT
Este fenómeno lo narró el coronel Henry Olcott en sus "Hojas de un Viejo Diario I":
« Una experiencia de H.P.B. de la que fui agente pasivo poco después de mi llegada a Filadelfia [en 1875] fue muy impresionante.
He aquí los hechos: ella hacía hablar a una mesa por medio de golpes dados en su interior, con o sin contacto de sus manos.
Los golpes eran a veces fuertes y a veces débiles; su mano a veces era mantenida a seis pulgadas encima de la mesa y otras veces puesta sobre la mía, que a su vez reposaba de plano sobre la tabla.
Los golpes marcaban letras del alfabeto, que yo escribía en papeles y éstos formaban mensajes del "espíritu" John King.
Algunos de esos mensajes relativos a terceros, parecieron valer la pena de ser guardados, y un día al volver a la casa, compré una libreta de cronista, y al llegar se la mostré explicándole mi intención.
Ella estaba sentada y yo de pie. Sin tocar la libreta ni hacer ningún signo místico, ella me dijo que me la pusiera en el pecho, lo que hice; y al cabo de un instante me dijo que la sacara y mirase dentro.
He aquí lo que encontré: dentro de la tapa, escrito y dibujado con mina de lápiz en el papel blanco del forro:
John King
Enrique de Morgan
Cuarto día del cuarto mes, año del Cristo 1875.
Su libro
Debajo había el dibujo de una joya Rosa-cruz; sobre el vértice de la corona con piedras, la palabra Destino y debajo su nombre "Helena" seguido de algo borroso que parece un 99, otra cosa borrada y una simple †.
En el sitio más estrecho, allí donde la cabeza del compás entra en la corona, las iniciales I. S. F.; bajo las iniciales un monograma de las letras A. T. D. y R., la T bastante más grande que las otras.
En una punta del compás mi nombre, en la otra el de un habitante de Filadelfia, y a lo largo del fragmento de arco que liga las dos puntas del compás, estas palabras: Los caminos de la Providencia.
El libro le tengo delante en este momento y hago la descripción según el dibujo.
Explicación de Olcott
Uno de los detalles más notables de este ejemplo de dinámica psíquica, es que nadie más que yo había tocado la libreta después de su compra, que había estado en mi bolsillo hasta el momento en que se la mostré a H.P.B. desde una distancia de 2 ó 3 pies; la había guardado yo mismo por su indicación, en mi pecho, y la retiré al cabo de un instante, y la precipitación del dibujo y la escritura con mina de plomo tuvo lugar mientras la libreta estuvo en el interior de mi chaleco.
Además, la escritura es muy singular; las e son como e griegas y las n se parecen a las p; es una curiosa escritura, completamente personal, que no se parece en nada a la de H.P.B., pero que es idéntica a la de todas las comunicaciones de John King, de la primera a la última.
Era menester que H.P.B., en posesión entonces del poder de precipitación, hubiese transportado al papel las palabras escritas en su espíritu en esa caligrafía especial; o si se supone que otro experto en ese arte hubiera obrado en su lugar, debió actuar de ese mismo modo, es decir crear primeramente la imagen mental de esas palabras y del dibujo, e inmediatamente efectuar la precipitación, haciéndolos visibles sobre el papel, como si fuesen trazados con lápiz.
Al cabo de 17 años, ese psicograma es aún legible, y algunas partes (no todas) tienen todavía el brillo del grafito; las otras parecen estar en el espesor del papel.
He notado precipitaciones hechas al lápiz, a la acuarela, al lápiz azul, rojo y verde, a la tinta y en oro; asimismo formaciones de substancias sólidas; pero el mismo principio científico parece ser común a todos estos fenómenos, o sea la objetivación –por el empleo de la fuerza cósmica y de la materia difusa del espacio– de imágenes previamente formadas en el espíritu del experto.
La imaginación es aquí la divinidad creadora oculta, mientras que la fuerza y la materia son sus instrumentos. »
(Capítulo 3)
2. FIGURA QUE APARECIÓ EN EL TECHO
Este fenómeno también sucedió en la casa donde Blavatsky vivía en Filadelfia en 1875, y el coronel Olcott también lo relató en sus "Hojas de un Viejo Diario I":
« Como no tomé medidas en ese momento, me veo obligado a conceder que el siguiente hecho pudo haber sido un caso de hipnotismo.
H.P.B. usaba entonces sus cabellos enmarañados, sin peinetas ni horquillas, y sin recogerlos; su largo cabello llegaba hasta el lóbulo de las orejas.
Un día volví a casa a comer, y al ver su puerta abierta como de costumbre, me detuve para conversar un poco antes de subir a mi cuarto en el piso superior.
Ella estaba junto a una de las ventanas, y destacándose su cabeza en plena luz, me llamó especialmente la atención la masa de sus cabellos y su aparente desorden.
Observé también el reflejo de la luz sobre el papel brillante, color gris pálido, que cubría el cielorraso.
Después de cambiar unas palabras, subí de prisa pero no hacía ni un minuto que había subido, cuando ella me gritó que bajase. Obedecí en seguida y la vi en el mismo sitio aún, pero sus cabellos habían crecido hasta llegar a sus hombros.
No dijo nada de eso, pero señalando al techo sobre su cabeza, dijo:
- “He ahí algo que John ha dibujado para usted.”
(Nota de Cid: yo sospecho que Blavatsky dibujó fenoménicamente esa figura y se la atribuyó al "espíritu de John King".)
No recuerdo bien lo que era, pero me parece que debía ser una enorme cabeza de hombre y algunas palabras o símbolos alrededor. Todo hecho al lápiz, en el mismo sitio que antes de subir había visto vacío.
Toqué entonces sus largos cabellos y le pregunté irónicamente dónde compraba su cosmético, porque era un producto bien notable, ya que hacía crecer los cabellos dos pulgadas en tres minutos.
Ella contestó algo gracioso y me dijo que no me ocupase de cosas sin importancia, que la Naturaleza le gastaba a veces esas bromas, y que no era para ver eso para lo que me había llamado, sino para mostrarme la obra de John King en el cielorraso.
Dado el tiempo transcurrido entre mi salida y vuelta a la habitación, y la altura del techo, que ella no hubiese podido alcanzar ni subiéndose a una silla o una mesa, supongo ahora que hubiera podido obrar de dos maneras:
- o bien tranquilamente durante mi ausencia, subir en una escalera, hacer el dibujo e impedirme hipnóticamente que le viese al volver de la calle;
- o bien usar un procedimiento instantáneo de precipitación, mientras yo subía y bajaba al otro piso.
Puedo perfectamente certificar que el dibujo era invisible a mi llegada, y si el lector quiere quebrarse la cabeza acerca del cómo y el porqué, le es menester aceptar mi testimonio en lo que vale. »
(Capítulo 3)
3. RETRATO DE LA ABUELA DEL SEGUNDO MARIDO
QUE TUVO BLAVATSKY
Este fenómeno también se produjo en Filadelfia en 1875 y ahí también estuvo presente el coronel Olcott, y en sus "Hojas de un Viejo Diario I" él relató lo siguiente:
« Antes de que el señor B. desaparezca de mi relato, citaré una variante de precipitación de la que fui testigo.
Él hablaba siempre de una difunta abuela, a quien, según decía, quiso entrañablemente, y le solicitaba a H.P.B. que le procurase un retrato de esa abuela, puesto que su familia no tenía ninguno.
H.P.B. cansada de su insistencia, un día que estábamos los tres juntos, tomó una hoja de papel de cartas, fue a la ventana y sostuvo allí el papel apoyado contra el vidrio, bajo las palmas de sus dos manos.
Al cabo de un par de minutos, le dio el papel, en el cual vi el retrato a lápiz de una rara viejecita de piel negra, cabellos negros, la cara arrugada y una gran verruga en la nariz.
El señor B. declaró con entusiasmo que el parecido era notable. »
(Capítulo 4)
4. RETRATO DEL MEDIUM STAITON MOSES
El coronel Olcott comentó que en una noche del otoño de 1876, mientras que él y Blavatsky se encontraban trabajando en la elaboración de la obra “Isis Develada” en el apartamento de la Lamasería en Nueva York, surgió la discusión sobre los principios implicados en la proyección consciente del doble astral, y Blavatsky al encontrar dificultad para explicarlo, ella decidió mostrárselo a Olcott a través de una imagen cómo se estaba desarrollando la evolución de Staiton Moses en esa dirección.
William Stainton Moses (quien utilizaba el seudónimo de M.A. Oxon) fue un médium inglés guiado por un espíritu llamado "Imperator”.
Y la manera fenoménica como Blavatsky elaboró ese retrato, el coronel Olcott lo relató en sus “Viejas Hojas de Un Diario I”, escribiendo lo siguiente:
« En otra parte he hablado de una imagen precipitada sobre raso por H.P. Blavatsky para enseñarme a qué grado había llegado Oxon, en su esfuerzo para alcanzar el poder de proyectar su doble, concentrando la voluntad.
Y a continuación voy a contarlo con sus detalles:
Una noche de otoño, en 1876, trabajábamos como de costumbre en la obra “Isis Develada”, cada uno a un lado de la mesa y nos pusimos a discutir los principios que rigen la proyección voluntaria del doble.
Por no haber estudiado esas cosas en su juventud, ella no entendía nada de las explicaciones científicas y me costaba trabajo entender su pensamiento. Además que su temperamento violento no dejaba en esos casos de tratarme de idiota, y esa vez no me ahorraba su opinión respecto a mi difícil comprensión.
Terminó por donde debió comenzar, ofreciendo demostrarme con una figura, el estado de la evolución de Oxon Y para eso en seguida se puso manos a la obra. Se levantó, abrió un cajón del que sacó un pequeño rollo de raso blanco, que quedaba, creo, de una pieza que le habían regalado en Filadelfia, y extendiéndolo ante mí sobre la mesa, cortó un trozo de la dimensión deseada, después de lo cual colocó el rollo en su sitio y se sentó.
Puso el trozo de raso boca abajo sobre la mesa, lo cubrió casi por completo con una hoja nueva de papel secante, y apoyó sus codos encima mientras hacía un cigarrillo. Me pidió que le trajese un vaso de agua. Yo asentí, pero empecé por hacerle una pregunta que trajo una respuesta, y empleó algún tiempo para contestármela.
Mientras yo no le quitaba ojo al borde del raso que sobrepasaba del papel secante y estaba bien resuelto a no perderlo de vista. Ella viendo que no me movía, me preguntó si no quería ir a buscarle el vaso de agua.
Le respondí:
- “¡Oh!, claro que sí.”
Entonces me preguntó:
- “Bien, entonces, ¿qué espera?”
A lo que le contesté:
- “Espero tan sólo a ver lo que va a hacer con ese raso.”
Viendo que no quería dejarla sola con la tela, entonces me dirigió una mirada furiosa y golpeando con el puño el papel secante, exclamó:
- “¡Lo quiero ahora, al instante!”
Y levantando el papel, volvió la tela y me la arrojó. Imaginad mi sorpresa si podéis al constatar que en el lado satinado de la tela vi una imagen en colores y del más extraordinario carácter. Era un excelente retrato de la cabeza de Stainton Moses, tal como entonces era, casi una reproducción de su fotografía que estaba colgada en la pared, encima de la chimenea.
Del vértice de la cabeza salían como unos dardos de llama dorada. En el sitio del corazón y del plexo solar, se veían focos de color rojo y oro, como saliendo de pequeños cráteres. La cabeza y el tórax estaban envueltos en nubes de aura, de un azul puro, sembradas de puntos de oro.
En la parte baja de la imagen, donde debería encontrarse el cuerpo, se veía cubierto de nubes semejantes, pero de un vapor rojizo y grisáceo, es decir de un aura menos buena que la de la parte superior.
Como los procedimientos de fotograbado no son capaces aún de reproducir los colores, el grabado no da más que una débil idea de la imagen sobre el raso.
Yo no sabía todavía nada de los seis chakras o centros de evolución psíquica del cuerpo humano, de los que se habla en los Yoga Shastra y que bien conocen todos aquellos que han estudiado a Patanjali.
Entonces no comprendía la significación de los dos vértices llameantes sobre las regiones cardiaca y umbilical. Pero todo lo que después he aprendido, aumenta en mucho para mí el valor de esa imagen, que prueba que el ocultista práctico que la produjo sabía evidentemente que para separar el astral del cuerpo físico, hay que concentrar la voluntad sucesivamente sobre cada centro nervioso, y que la separación debe ser completa en un punto, antes de obrar sobre el siguiente.
Considero que esta imagen de Stainton Moses era más bien intelectual que espiritual, puesto que su cabeza estaba ya completamente formada y pronta para la proyección, mientras que el resto de su cuerpo astral estaba aún en un estado de agitación nebulosa y no había adquirido todavía la rupa o forma.
Las nubes azules indican una cualidad pura, pero no la más luminosa del aura humana, que se llama brillante o radiante, un nimbo plateado.
Los puntos dorados que se ven flotar en el azul, son las chispas del Espíritu, esa “chispa plateada del cerebro” que Edward Bulwer-Lytton describe tan bien en su libro “Una Extraña Historia”; mientras que los vapores grisáceos y rojizos de las partes inferiores son las auras de nuestras cualidades animales y corporales.
El gris se hace cada vez más sombrío a medida que la; animalidad prevalece en un hombre, sobre sus cualidades intelectuales, morales y espirituales, de modo que los clarividentes dicen que los hombres enteramente depravados su aura es negra como la tinta. Mientras que el aura de los Adeptos es como una fusión de plata y oro, como algunos de mis lectores lo saben seguramente por experiencia, y como los poetas y pintores de todos los tiempos han representado siempre a su más elevado ideal espiritual.
Esta Tejas, o luz del alma, luce en el rostro de los místicos con un brillo que no podría olvidarse ni confundirse, cuando se le ha visto una vez. Es la “faz brillante” de los ángeles de la Biblia, la “gloria del Señor”, la luz que irradiaba del rostro de Moisés cuando descendía de la montaña, con brillo tal, que los hombres no podían mirado cara a cara, una radiación que transforma hasta las ropas en “vestiduras brillantes”.
Los hebreos llaman a esto shekinah, y he oído una vez esta expresión, en boca de judíos de Bagdad, aplicada al aspecto del rostro de un visitador de gran espiritualidad. Y del mismo modo, otras varias naciones se sirven en el mismo sentido, de la palabra radiante; los espíritus y hombres puros, irradian la luz blanca, y los viciosos y los malos, están cubiertos de oscuridad. »
(Capítulo 23)
Ese retrato se conserva en el museo de la Sociedad Teosófica de Adyar y el parecido con el rostro de Stainton Moses es remarcable:
5. RETRATO DEL YOGUI TIRAVALLA
En un día de diciembre de 1877, el coronel Olcott, el señor Judge, el doctor Marquette y Blavatsky se encontraban charlando en la sala del apartamento la Lamasería, la conversación recayó sobre la manera extranormal de materializar imágenes o escritos llamada precipitación, y William Judge para ilustrar el asunto le pidió a Blavatsky que creara de esa manera fenoménica el retrato del yogui Tiravalla, y Blavatsky lo hizo.
El periodista Alfred Sinnett sobre este evento en la segunda edición de su libro “El Mundo Oculto” escribió:
« El coronel Olcott me dijo que se llevó a casa una hoja de papel de un club de Nueva York, una hoja con el sello del club, y se la dio a Madame Blavatsky. Ella lo puso entre las hojas de papel secante en su escritorio, frotó la mano sobre el exterior del bloc y, en breves instantes, le devolvió el papel marcado con una imagen completa que representaba a un faquir indio en estado de samadhi. Y la ejecución artística de este dibujo fue considerada, por artistas a quienes el coronel Olcott luego la mostró, tan buena, que la compararon con obras de antiguos maestros a quienes adoraban especialmente y afirmaron que como curiosidad artística era única e invaluable. »
(Conclusión)
Y en la segunda edición de su libro “Incidentes de la Vida de la Señora Blavatsky”, el Sr. Sinnett puso los testimonios de dos testigos y la opinión de dos artistas prestigiosos:
«
Testimonio de William Judge
El Sr. Judge hizo una declaración jurada especial en referencia a este acontecimiento. Y este documento es el siguiente:
"Ciudad y condado de Nueva York, SS
William Q. Judge, debidamente juramentado, dice que es abogado y consejero legal, que ejerce en el Colegio de Abogados del Estado de Nueva York; que estuvo presente en la casa de Madame H.P. Blavatsky, en el número 302 de la calle 47 Oeste, ciudad de Nueva York, en una ocasión en el mes de diciembre de 1877, cuando se estaba llevando a cabo una discusión sobre el tema de la magia oriental, especialmente sobre el poder de un adepto para producir fenómenos mediante un ejercicio de la voluntad, que igualan o superan a los de la mediumnidad.
Para ilustrar el tema, y como ya lo había hecho a menudo en presencia del declarante con otros experimentos, la Sra. Blavatsky, sin preparación y a plena luz, y en presencia y vista del declarante, y también el coronel Olcott y la doctora L.M. Marquette, rompió una hoja de papel común de escribir en dos y nos preguntó qué retrato queríamos que pusiera.
Acto seguido, dejando el papel sobre la mesa, la Sra. puso la palma de su mano sobre el papel y después de frotarlo unas cuantas veces (en menos de un minuto) con un movimiento circular, levantó la mano y le entregó el papel al declarante para que lo inspeccionara.
Sobre la superficie, que antes era blanca, había una imagen extraordinaria y sorprendente de un faquir indio, que lo representaba como si estuviera en contemplación.
Desde entonces el declarante lo ha visto con frecuencia, y actualmente ese retrato está en posesión del coronel Olcott.
El declarante afirma positivamente que el papel en blanco que se tomó primero fue el papel en el que apareció la imagen y que no se hizo ni fue posible sustituirlo por otro papel.
William. Q. Judge.
Suscrito y jurado ante mí este día 20 de marzo de 1878. Samuel F. Speyer, Notario público, Condado de Nueva York.”
Testimonio del Dr. Marquette
Esta declaración recibió el testimonio corroborativo de otro testigo, quien adjunta una nota que dice lo siguiente:
"El abajo firmante, médico en ejercicio, residente en el número 224 de Spring Street, en la ciudad de Nueva York, habiendo leído la declaración jurada del señor Judge, certifica que es una exposición correcta de los hechos.
El retrato fue realizado, como se describe, a plena luz y sin que hubiera ninguna posibilidad de fraude. Además, el abajo firmante desea decir que se han dado otros ejemplos del poder de la señora Blavatsky para hacer objetivas instantáneamente las imágenes de su mente en presencia de muchos testigos, incluido el abajo firmante.
Y que habiendo conocido íntimamente a esa dama desde 1873, cuando vivía con su hermano en París, el abajo firmante puede y testifica sin reservas que su carácter moral está por encima de toda censura y que sus fenómenos se han producido invariablemente desafiando las condiciones de la mediumnidad, con las que el abajo firmante está muy familiarizado.
L.M. Marquette, Maryland."
Opinión del escultor William O'Donovan
Hasta aquí las circunstancias que rodearon la producción del retrato; veamos ahora cuáles son sus méritos artísticos. Los testigos están bien calificados ya que el Sr. O'Donovan es uno de los escultores estadounidenses más conocidos, y como se afirma, un crítico de arte experimentado, y el Sr. Le Clear ocupa un lugar insuperable como retratista:
Pues bien, el Sr. O'Donovan envió la siguiente carta a la revista londinense Spiritualist dando fe de que se trataba de un fenómeno real y de muy alta calidad:
“Al Director del ‘Spiritualist’,
Señor, para beneficio de aquellos lectores que puedan comprender el significado de esto, me complace ofrecer un testimonio sobre una producción notable que el coronel Olcott y la señora Blavatsky afirman que ella misma realizó sin la ayuda de los medios físicos que emplean las personas habitualmente para tal fin.
La producción a la que se hace referencia es un pequeño retrato en blanco y negro de un faquir hindú, que fue producido por Madame Blavatsky, como se afirma, mediante un simple ejercicio de fuerza de voluntad.
En cuanto a los medios por los que se produjo esta obra, sin embargo, no tengo en absoluto nada que ver; y deseo simplemente decir como artista, y dar también el testimonio del Sr. Thomas Le Clear, uno de los más eminentes de nuestros retratistas, cuya experiencia como tal se ha extendido a lo largo de cincuenta años, que la obra es de un tipo que no podría haber sido hecha por ningún artista vivo que cualquiera de nosotros conozca.
Tiene todas las cualidades esenciales que distinguen a los retratos de Tiziano, Masaccio y Rafael: a saber, una individualidad del tipo más profundo, y en consecuencia la amplitud y unidad de una cualidad tan perfecta como yo puedo concebir.
Puedo afirmar con seguridad que no hay artista que haya prestado atención con inteligencia al retrato, que no esté de acuerdo con el Sr. Le Clear y conmigo en la opinión que nos hemos formado de esta notable obra; y si se hizo, como se dice que se hizo, no puedo explicarlo en absoluto.
Debo añadir que este dibujo, o como quiera que se le llame, tiene a primera vista la apariencia de haber sido realizado con lavados de tinta china, pero que tras una inspección más cercana, tanto el señor Le Cleat como yo no hemos podido compararlo a cualquier proceso de dibujo que conozcamos; los tintes negros parecen ser una parte integral del papel sobre el que se realiza.
He visto numerosos dibujos que se afirma que se realizaron mediante influencias espirituales, en los que el vehículo empleado era perfectamente obvio, y ninguno de ellos tenía más que un mediocre mérito artístico; y ninguno de ellos ciertamente podría compararse en absoluto con esta producción tan notable de la que escribo.
William. R. O'donovan.
Studio Building;
51 West 10th Street, Nueva York.”
Opinión del retratista Thomas Le Clear
"Al Presidente de la Sociedad Teosófica.
Estimado señor, mi experiencia no me ha familiarizado en absoluto con la magia, pero he visto mucho de lo que se denomina fenómenos espiritistas; y entre estos últimos, los llamados dibujos espirituales que los médiums y sus amigos consideraban muy bellos, pero los mejores de los cuales encontré carentes de cada elemento de arte.
No quiero ser censurador, pero una experiencia de cincuenta años en la pintura de retratos tal vez me haya hecho exigente, cuando se trata de pinturas que supuestamente provienen de una fuente sobrenatural. —Esto es solo un prefacio al tema de mi presente nota.
He visto en su poder un retrato en blanco y negro de un asceta religioso indio que es absolutamente único. Se necesitaría un artista de un poder extraordinario para alcanzar el grado de habilidad que se expresa en esta obra.
Hay una unidad de tratamiento difícil de lograr, con una pronunciada individualidad, combinada con una gran amplitud. En su conjunto, es un individuo. Tiene la apariencia de haber sido hecho en el momento, un resultado inseparable del gran arte.
No puedo descubrir con qué material está colocado sobre el papel. Primero pensé que era tiza, luego lápiz, luego tinta china; pero una inspección minuciosa me deja completamente incapaz de decidir: ciertamente no es ninguna de las anteriores.
Si, como me dicen, fue realizado instantáneamente por Madame Blavatsky, entonces todo lo que puedo decir es que debe poseer poderes artísticos que no pueden explicarse en ninguna hipótesis excepto la de la magia.
El tinte no parece estar aplicado a la superficie del papel común de escribir sobre el que está hecho el retrato, sino que está combinado, por así decirlo, con las propias fibras.
Ningún ser humano, por mucho genio que pudiera tener, podría producir la obra sin mucho tiempo y un trabajo minucioso; y si mi observación sirve de algo, ningún médium ha producido nunca nada digno de ser mencionado además de esto.
Thomas Le Clear
Edificio Estudio, 51 West 10th Street, Nueva York."
»
(Capítulo 8, 1886, p.201-4)
Con respecto a la valoración de esa obra, un artículo publicado en el periódico The Bombay Gazette del 31 de marzo de 1879, indicó que:
« De uno de sus cuadros mágicos –el retrato de un yogui indio–, Thomas LeClear, un eminente pintor americano, y William R. O'Donovan, un escultor igualmente distinguido, afirmaron en una revista de Londres que ningún artista vivo podría en su opinión igualarlo en vigor, amplitud y singularidad, mientras que ambos fueron incapaces de decidir sobre la naturaleza de la sustancia colorante empleada y la forma de su aplicación. »
(p.3)
Testimonio de Henry Olcott
Y sobre ese acontecimiento el coronel Olcott escribió lo siguiente en sus “Viejas Hojas de un Diario I”:
« Otro retrato precipitado por H.P.B., es el de un yogui indo descrito por el señor Sinnett en sus libros “El Mundo Oculto” y “Incidentes de la Vida de la Señora Blavatsky”.
Los documentos que le conciernen, fueron primeramente publicados en la revista “Spiritualist” poco después del hecho. He aquí cómo sucedieron las cosas:
Un día, al volver a la Lamasería, pasé por el Lotos-Club para llevarme a casa papel de cartas y sobres del casino, para usarlos cuando los necesitase. Cuando llegué a la casa era tarde y H.P.B. estaba ya en la mesa con el señor Judge y el doctor Marquette.
Puse el paquete de papel encima de mi pupitre en el despacho, que entre paréntesis, estaba separado del comedor por un muro macizo, me cambié rápidamente y fui a cenar. Al final de la comida, la conversación recayó sobre las precipitaciones y Judge le pidió a H.P.B. que nos hiciese un retrato.
Al ir al despacho, ella preguntó qué retrato deseaba, y él eligió a ese yogui que conocíamos de nombre y sabíamos que era tenido en gran respeto por los Maestros.
H.P.B. tomó del escritorio una hoja de papel con el monograma de mi casino, lo cortó en dos, conservó la mitad que no tenía letras y la colocó sobre su papel secante. Enseguida raspó encima como un gramo en peso, de la mina de un lápiz Faber, y frotó la superficie en redondo, con la palma de su mano derecha, y nos presentó el resultado.
El retrato solicitado se veía sobre el papel y todo fenómeno aparte, es una obra de arte poderosa y genial.
El conocido pintor americano de retratos, Le Clear, lo ha declarado único, enteramente “individual” en el sentido técnico de la palabra, y tal como ningún artista vivo que él conociese, hubiera sido capaz de producir.
El yogui está representado en samâdhi (que es un estado de supraconciencia), con la cabeza algo vuelta a un lado, la mirada profundamente interior y desprendida de las cosas externas; parece que el cuerpo hubiese sido dejado sólo.
La barba y los cabellos son de una longitud moderada, y estos últimos están dibujados tan hábilmente que parece que el aire pasase a través de los mechones levantados, efecto que se consigue a veces en las buenas fotografías, pero que es difícil de obtener con el lápiz.
Es dificultoso determinar, al verlo, el procedimiento empleado; puede decirse que es un dibujo hecho al lápiz negro sin difumino, o a la plambagina. Pero en la superficie del papel no hay polvo ni reflejo que lo indique, ni tampoco trazas de la punta. Si se pone el papel horizontal para observarlo en dirección de la luz, podría imaginarse que el pigmento está bajo las fibras.
Este dibujo incomparable sufrió en la India un cruel ultraje. Uno de nuestros miembros indos, demasiado curioso, que lo llevó prestado como favor especial “para enseñárselo a su madre”, tuvo la ocurrencia de frotado con una goma ¡para ver si el color estaba en la superficie o debajo! Con este bárbaro experimento desapareció una parte de la barba y mi amargo sentimiento no disminuyó en nada por la certidumbre de que el desastre no fue ocasionado por maldad, sino por una ignorancia y curiosidad infantiles.
H.P.B. llamaba siempre a ese yogui “Tiravala”, pero me imagino, desde que habito en la presidencia de Madrás, que quería decir Tiruvalluvar, y que ese retrato, que puede verse ahora entre las pinturas de la biblioteca de Adyar, es el del venerado filósofo del antiguo Mylapore, el amigo y maestro de los pobres parias.
No me atrevo a afirmar nada en lo tocante a su existencia física actual, pero siempre deduje de lo que decía H.P.B., que vivía en cuerpo físico. Esto no parecerá nada verosímil fuera de la India, puesto que escribió su inmortal Kural hace unos mil años.
En la India meridional se le considera como uno de los Siddhas (o sea los santos de condición casi divina) y se dice que aún vive, así como los otros diez y siete, en las montañas Tirupati y Nilgiri, velando por la religión hinduista y protegiéndola.
Estas grandes almas invisibles impulsan y alientan por el poder de su voluntad a los que la aman y propagan así como a todos los amigos de la Humanidad. ¡Que su bendición sea con nosotros! »
(Capítulo 23)
Explicación de Blavatsky
Blavatsky le explicó el coronel Olcott algunos aspectos de la mecánica de la precipitación, y él en sus “Viejas Hojas de un Diario II” las reveló:
« En relación con sus precipitaciones de Nueva York de los retratos del Yogui y M.A. Oxon, y la escritura de este último y otros fenómenos; H.P.B. explicó que en la medida en que las imágenes de todos los objetos e incidentes estén almacenadas en la Luz Astral, ella no requería haber visto a la persona o conocido la escritura cuya imagen deseaba precipitar; sino que solo ella tenía que ser puesta en su rastro y entonces podía encontrarlos y verlos por sí misma y luego objetivarlos. »
(1974, p.366)
Recuerdo de Blavatsky
En una noche a finales de 1888, cuando Blavatsky les estaba enseñando a sus estudiantes, ella recordó este evento:
« Yo podía producir diversos fenómenos con la materia inanimada, por ejemplo en Nueva York me hicieron una prueba que causó gran sensación en su momento.
Me trajeron una hoja de papel en blanco de la sala de un club, con el nombre del club estampado. Entonces puse la mano sobre el papel y concentrando mi mente en los rasgos de un yogui oriental, cuya fisonomía conocía íntimamente, la retiré al instante y allí apareció el retrato del hombre en quien había concentrado mis pensamientos y que luego había proyectado sobre el papel con mi fuerza de voluntad.
Este retrato fue examinado por algunos de los artistas más destacados de Nueva York, y bajo juramento declararon que les era imposible determinar con qué medio se había impreso el retrato en el papel ya que no se había realizado mediante ninguno de los procesos con los que ellos, como expertos, estaban familiarizados; y además, en cuanto a las cualidades artísticas de la representación, era tal que solo podría haber sido realizada por el mayor maestro del arte del retrato que jamás haya existido. »
(Periódico Piccadilly del 2 de noviembre de 1888)
Opinión del maestro Kuthumi
Sin embargo el proceso de precipitar un retrato no parece ser tan mecánico como quizás suena en la explicación de Blavatsky, y seguramente también influye la habilidad artística de quien lo precipita, junto con su habilidad oculta.
En una de sus cartas al Sr. Sinnett, el maestro Kuthumi elogió las obras precipitadas de Blavatsky de la siguiente manera:
« Ella puede producir, y de hecho ha producido fenómenos, debido a sus poderes naturales combinados con varios años de entrenamiento regular.
Y sus fenómenos son a veces mejores, más maravillosos y mucho más perfectos que los de algunos chelas [discípulos] avanzados e iniciados, a quienes ella supera en gusto artístico y la apreciación puramente Occidental del arte, como por ejemplo en la producción instantánea de imágenes como lo atestigua su retrato del “faquir” Tiravalla mencionado en el artículo ‘Sugerencias Acerca de la Teosofía Esotérica’ de H.X. (Alan Hume), comparado con el retrato que Djwal Khool hizo de mí.
A pesar de toda la superioridad de los poderes de Djwal Khool comparados con los de Blavatsky, la juventud de él en contraste con la vejez de ella; y la innegable e importante ventaja que él posee de no haber puesto nunca su magnetismo puro, sin contaminar en contacto directo con la gran impureza del mundo y la sociedad; sin embargo haga lo que haga, él nunca podrá producir tal imagen, simplemente porque es incapaz de concebirla en su mente y pensamiento tibetano. »
(CM 54, p.312)
Desaparición y reaparición
El coronel Olcott contó que ese retrato lo tenía en su dormitorio, pero desapareció de su marco justo antes que él y Blavatsky partieran de Nueva York hacia la India (el 17 de diciembre de 1878).
Peo el 23 de agosto de 1880, mientras que él, Blavatsky y Damodar conversaban en la oficina de Bombay, ese retrato cayó por el aire sobre el escritorio en el que estaba sentado el coronel.
« H.P.B., Damodar, y yo estábamos sentados conversando en la oficina, cuando el extraño retrato del yogui "Tiruvalla", que fue producido fenoménicamente para el Sr. Judge y para mí mismo en Nueva York, y el cual había desaparecido de su marco en mi dormitorio justo antes de que dejáramos los Estados Unidos, cayó desde el aire sobre el escritorio frente al cual estaba yo sentado.
Después, una fotografía de Swami Dayānand, que este me había regalado, cayó igualmente del aire.
Al anotar las circunstancias esa misma noche, escribí que “vi al primero cuando golpeó una caja de latón sobre mi escritorio, y a la segunda como si viniera oblicuamente por el aire”. Lo que implica, desde luego, que no fue arrojada a través de una abertura en la cubierta del techo, como la señora Coulomb aseveró. »
(Capítulo 14)
¿Quién es ese personaje?
El coronel Olcott especuló que podría ser Thiruvalluvar, un célebre poeta y filósofo tamil que se cree que vivió entre el siglo II a.C. y el siglo VIII d.C.
El Sr. Sinnett se refirió al sujeto de la pintura como "un faquir indio" pero el maestro Kuthumi en se refiere a ese personaje escribiendo la palabra faquir entre comillas (indicando con ello que no era un faquir) y agregando el nombre Tiravalla.
Este parece ser el mismo nombre que usa Mme. Blavatsky. "Tiruvalla" que es el nombre de una ciudad en el estado de Kerala al sur de la India (que también se escribe Thiruvallaen una ortografía alternativa) por lo que el sujeto del retrato bien podría ser "el yogui de Tiruvalla".
Ese retrato se encuentra en los archivos de la Sociedad Teosófica de Adyar:
En la parte inferior del cuadro hay una inscripción que dice:
“Tierra de fantasmas o tierra de la Hermandad viviente de T. — ¿Cuál?”
Esta es una referencia a la enseñanza espiritista que afirma que las almas de los muertos se convierten en "guías espirituales" (que Blavatsky califica de “fantasmas”), y que se opone con lo enseñado por los maestros transhimaláyicos (que Blavatsky relaciona con “la Hermandad viviente de T.”) quienes aseguran que en realidad la inmensa mayoría de los humanos fallecidos caen en un profundo sueño.
Y esa T. puede ser la inicial de la ciudad de Tiruvalla donde el maestro hindú Narayan (también conocido como el "Viejo Caballero" o el Rishi Agastya) está relacionado con ese lugar.
En una carta que él envió para ser publicada en la revista Theosophist la firmó como "Uno de los fundadores hindúes de la Sociedad Teosófica Madre" y tiene como lugar de envío y fecha "Tiruvallam Hills, 17 de mayo" (ver CW 10, p.438).
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