Aparte de los famosos creadores de lluvia indios y africanos, también hubo creadores de lluvia europeos-occidentales, y aquí les voy a poner la información que vaya encontrando sobre ellos.
UN HACEDOR DE LLUVIA ITALIANO
El coronel Olcott en su libro "Las Hojas de un Viejo Diario I" relató sobre un ocultista italiano que en 1875 en Nueva York les mostró a él y a Blavatsky su capacidad de hacer llover:
« He mencionado a un señor B., artista italiano dotado de poderes ocultos, que encontré de visita en casa de H.P.B. en Nueva York.
Fui testigo una noche de otoño, en 1875 precisamente después de la fundación de la Sociedad Teosófica, de un extraordinario fenómeno efectuado por él: una lluvia provocada, dijo por los espíritus del aire que él tenía bajo su dominio.
Había luna llena y no se veía una nube en el cielo. Nos llamó a H.P.B. y a mí al balcón del salón de atrás, y allí recomendándome calma y silencio absoluto sucediere lo que sucediere, sacó del pecho y extendió hacia la luna un trozo de cartón que mediría unas 6 pulgadas por 10, y que en una de sus caras tenía pintados a la acuarela un cierto número de cuadrados, encerrando cada uno una rara figura geométrica. No quiso dejármelo tocar ni examinar.
Yo me encontraba detrás y junto a él, y sentía que su cuerpo se ponía rígido como bajo la influencia de la intensa concentración de su voluntad.
De pronto, señaló hacia la luna y vimos unos vapores negros y densos como nubes de tormenta, o mejor dicho como esos espesos rollos de humo que se escapan de la chimenea de un vapor, que salían del borde oriental de nuestro brillante satélite y flotaban hacia el horizonte. No pude retener una exclamación, pero el hechicero apretó mi brazo como con un tornillo y me dijo que callase.
El negro sudario de nubes salía más y más rápidamente, extendiéndose hasta el horizonte como una monstruosa pluma de azabache, que después se abrió como un abanico y bien pronto grandes nubes de lluvia aparecieron por aquí y por allá en el cielo, y se formaron en masas flotantes que rodaban huyendo ante el viento como un depósito de agua natural.
Muy pronto se cubrió todo el cielo, la luna desapareció y un chaparrón nos hizo entrar en la casa. No hubo relámpagos, ni truenos, ni viento, nada más que un fuerte aguacero provocado en un cuarto de hora por ese hombre misterioso.
Vueltos a la luz de la araña, vi en su cara esa expresión determinada con los dientes apretados, que se nota en sus compatriotas durante un combate. Y en realidad, acababa de combatir y vencer a las hordas invisibles de los elementos, la que exige bien toda la fuerza viril de un hombre.
El señor B. no tardó en despedirse, y como era tarde al cabo de algunos minutos seguí su ejemplo. En la calle el pavimento estaba mojado, el aire húmedo y frío. Mi casa estaba a pocos pasos y apenas llegué y me instalé a fumar, cuando oí llamar y al abrir la puerta encontré en el umbral al señor B. pálido y como agotado.
Se disculpó por la molestia que me ocasionaba y me pidió un vaso de agua. Le hice entrar y cuando hubo bebido su vaso de agua y descansado un momento, nos pusimos a conversar de diversos asuntos durante un largo tiempo.
Lo encontré muy dispuesto para hablar de arte, de literatura o de ciencia, pero muy reticente sobre el ocultismo y sus experiencias personales de desarrollo psíquico.
De todos modos me explicó que todas las razas de espíritus elementales pueden ser dominadas por el hombre cuando sus innatas facultades divinas del hombre se desarrollan.
Su voluntad se convierte entonces en una irresistible fuerza ante la cual debe ceder los elementales, ya sea organizada en entidades o en estado de agente cósmico en bruto.
Ciertamente que ningún humo negro había salido de la luna, eso había sido una simple ilusión producida por la concentración de su voluntad en la superficie, pero con seguridad yo había visto las nubes que se formaban en el cielo alumbrado por la luna y había sentido caer la lluvia. »
(Capítulo 5)
MAGIA INCONSCIENTE
En el libro sobre magia Obeah escrito por el señor J.D. Bell, se menciona un caso interesante de lluvia inconsciente o "mediúmnica", y no sé si ha habido registros de casos similares en las salas de sesiones espiritistas, pero a continuación les relato lo que dijo el señor Bell:
« Esto sucedió hace unos años atrás en Santa Lucía, y es en relación con una niña que poseía el indeseable poder de hacer que cayera agua dondequiera que ella se encontrara. La primera lluvia se produjo de repente y sorprendentemente en el interior de su casa.
Un día la madre de la niña se asombró al saber que llovía en el dormitorio que en ese momento ocupaba la niña. Al bajar las escaleras, de inmediato, la dama realmente encontró una suave ducha de agua cayendo del techo y que había empapado el piso. Se buscó investigar ese misterio, pero sólo pudo ser constatado que aunque fuera muy fina y seca, sin duda, la lluvia caía a plena luz del día en la habitación ocupada por la niña.
La niña fue llevada a otra habitación, pero eso solo provocó que esa lluvia fina se produjera en esa otra habitación, mientras que la habitación que la niña acababa de desocupar se volvió a poner seca.
La infortunada niñita fue llevada de una habitación a otra, arriba y abajo, produciendo el mismo efecto invariable. Finalmente la llevaron al jardín con la esperanza de poder regar algunos lechos de verduras que lamentablemente necesitaban riego, pero extrañamente no hubo ningún efecto en el exterior y se descubrió que el fenómeno solo se producía en lugares indeseables, como dormitorios y cocinas.
La noticia pronto se difundió en el exterior y los curiosos vinieron a visitar a la niña, pero felizmente este fenómeno solo duró unos días y luego dejó de producirse.
Y este desconcertante incidente realmente ocurrió como lo pueden testificar muchos residentes de Santa Lucía, y el caso no es un caso aislado. »
("Obeah", Londres, 1889)
Ahora bien, los estudiantes en ocultismo saben que este fenómeno de provocar llover se logra con la ayuda de los espíritus de la naturaleza, a quienes se les puede presionar a colaborar, ya sea mediante rituales, o por medio de una voluntad muy entrenada, o de manera inconsciente como parece haber sido en este último caso.
(Revista Theosophist, febrero de 1892, p.296-305)
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