REMINISCENCIAS SOBRE BLAVATSKY DE LA CONDESA WACHTMEISTER



En esta carta la condesa Wachtmeister habla sobre como la SPR trató de  derrumbar a Blavatsky y a la Sociedad Teosófica, pero no lo logró.



UN SALUDO DE AÑO NUEVO

Un nuevo año ha comenzado (1891) y como es probable que resulte un año lleno de acontecimientos en la historia de la Sociedad Teosófica, me gustaría comenzar enviando unas pocas palabras de saludo y agradecimiento a todos los que me han ayudado con su simpatía a llevar a cabo mi parte del trabajo.

Cuando fui por primera vez a Wurzburgo en 1885 para visitar a Madame Blavatsky, apenas me percaté de la enorme importancia y magnitud de la obra en la que ahora estamos comprometidos; y aunque creía firmemente en la misión que HPB intentaba cumplir y tenía plena fe en la honestidad de su propósito, me parecía absolutamente imposible que la Teosofía pudiera llegar alguna vez a los corazones de la gente y convertirse así en una fuerza viva en el mundo para el bien.

Miré a mi alrededor y vi que lo que más interesaba al público eran los fenómenos, mientras que las verdades sublimes y divinas contenidas en la Teosofía eran ignoradas o asimiladas solo por muy pocos; y cuando ese cobarde y abominable ataque fue lanzado contra Madame Blavatsky por la Sociedad para la Investigación Psíquica (SPR), temí que: o bien ese ataque destruyera a la Sociedad Teosófica, o alejara a quienes solo se sentían atraídos por la curiosidad y el deseo de lo maravilloso.

Al inicio pareció como si la Sociedad Teosófica hubiera recibido su golpe mortal; día tras día llegaban renuncias de quienes hasta ese entonces habían sido considerados figuras destacadas de la Sociedad Teosófica, o cartas insultantes de hombres y mujeres que hasta ese entonces se habían disfrazado de amistad.

El resto de los miembros de la  Sociedad Teosófica  estaban más o menos paralizados, y lo único que querían era guardar silencio y permanecer ocultos para que no les lanzaran lodo.

Pero unas cuantas estrellas brillantes brillaron en la oscuridad, joyas de amigos que se mantuvieron firmes y fieles a través de todo, y fueron realmente sus expresiones de simpatía y amor las que mantuvieron viva a HPB.

Cuando pienso en aquel largo y deprimente invierno, cuando vivíamos juntas en aquel tranquilo pueblo alemán (Wurzburgo) donde no teníamos ni un solo amigo; cuando pienso en cómo se me encogía el corazón cada mañana, al oír el timbre del cartero, al pensar en los nuevos insultos que seguramente contendrían las cartas, considero un deber sagrado contar a todos los miembros de la  Sociedad Teosófica cuánto ha sufrido HPB por la noble causa a la que ha dedicado su vida.

Día tras día ella se sentaba en su escritorio desde temprano hasta la noche, escribiendo la Doctrina Secreta, destinada a enseñar y ayudar a tantos buscadores de la verdad, sin que nosotros supiéramos la obra y el futuro que nos aguardaba.

Al recordar aquellos días siempre yace en lo más profundo de mi corazón un eterno arrepentimiento: que mi intuición fuera tan obtusa que no me diera cuenta de la enorme importancia de esta gran filosofía y que no dedicara cada momento de mi tiempo a su estudio.

Pero en aquellos días esas enseñanzas parecían estar tan lejos de mí, como si la comprensión de tan sublimes verdades jamás pudiera alcanzarlas en esta vida, así que dejé escapar esas valiosas horas.

Y ahora, cuando la experiencia y el estudio me han dado la esperanza de comprender lo que antes parecía tan difícil, mi trabajo se dirige hacia otra dirección: el trabajo práctico para la difusión de la Teosofía, lo que me deja poco tiempo libre para la lectura y la reflexión en silencio.

¡Es Karma, supongo!


El invierno de 1886-87 lo pasé a solas con HPB en Ostende. A pesar de mis temores, la Sociedad Teosófica no se había derrumbado bajo el traicionero golpe de la SPR, y algunos miembros rezagados resurgieron y se unieron en torno a Madame Blavatsky.

Las visitas aparecieron una tras otra; la confianza en HPB comenzó a reavivarse; y se abrigaron serias reflexiones sobre el futuro desarrollo de la Sociedad Teosófica. Estas culminaron en el plan de su viaje a Londres.

Al llegar allí en mayo, HPB se instaló en Lansdowne Road, Notting Hill, en septiembre de 1887, en compañía de algunos amigos devotos.

Y desde entonces, el trabajo y la influencia de la Sociedad Teosófica han aumentado constantemente, a pesar de la defraudación de algunos miembros cuya vanidad personal se vio herida al no recibir el homenaje al que creían tener derecho.

La  Sociedad Teosófica continuó expandiéndose, los amigos se unieron en mayor número, y tras tres años de trabajo constante, la Sociedad Teosófica se estableció sobre una base sólida.

Se hizo evidente la necesidad de una casa más grande, y se trasladó a nuestra sede actual durante el verano del año pasado; y ahora, en 1891, tras todos estos años de persecución y sufrimiento, Madame Blavatsky está rodeada de un grupo fuerte y fiel de hombres y mujeres probados, fieles hasta la muerte, que soportarán el peso de cualquier nuevo ataque o insulto que el futuro le depare.

No solo ha formado entre ellos un equipo eficiente de trabajadores, sino que HPB tiene la felicidad de saber que la rodean quienes la aman y admiran, que valoran sus enseñanzas y que darían su vida con gusto para evitarle un solo dolor.

Ahora hay toda la esperanza de que los años restantes de su vida transcurran en esa paz esencial para el logro de su gran obra; no se permitirá que ningún ataque externo caiga sobre ella, y ninguna mancha en su reputación tendrá el más mínimo efecto sobre quienes la conocieron y la pusieron a prueba, y ahora la aprecian como se merece.

Por el contrario, cualquier ataque de ese tipo seguramente repercutirá en quienes intenten manchar su nombre, perturbar su paz o menospreciar su misión.

Constance Wachtmeister.


(Esta carta se publicó en la revista The Vahan, Londres, del 1 de enero de 1891, p.1-3)












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