(Desafortunadamente no disponemos del facsímil de ese retrato por lo que para ilustrar este artículo les puse una foto que le tomaron a Kuthumi.)
El periodista inglés Alfred Sinnett quería un retrato del maestro Kuthumi, y los Maestros transhimaláyicos se lo otorgaron.
SOLICITUD DE SINNETT
En una carta que el maestro Kuthumi le envió a Alfred Sinnett en agosto de 1881, sobre esta solicitud él le comentó lo siguiente al Sr. Sinnett:
« ¿Y de dónde te salió el deseo de querer tener mi retrato?
En toda mi vida no me he hecho más que uno; un pobre ferrotipo producido en los días del “Gaudeamus” [de su época universitaria en Europa] y creado por una artista viajera (supongo que emparentada con alguna de las bellezas del salón de la cervecería de Múnich que has entrevistado últimamente) y de cuyas manos tuve que rescatarlo.
El ferrotipo está ahí, pero la imagen misma se ha desvanecido: la nariz se descascaró y uno de los ojos se desvaneció. No tengo ningún otro que pueda ofrecerte por el momento y no me atrevo a prometer darte uno porque nunca quebranto mi palabra. No obstante, podría intentar algún día conseguirte uno. »
(CM 49, p.285-286)
RELATO DE SINNETT
El Sr. Sinnett en la segunda edición de su libro "El Mundo Oculto" narró la elaboración de ese retrato:
« Por supuesto, no podemos a la luz del conocimiento ordinario, formular ninguna conjetura sobre los detalles del proceso ocultista empleado; pero así como un experto en estos fenómenos puede (como lo he comprobado en tantas ocasiones) precipitar la escritura dentro de sobres cerrados y en las páginas de panfletos sin cortar, también él puede precipitar el color de tal manera que forme una imagen.
En el caso que me contó el coronel Olcott, él se llevó a casa un trozo de papel de un club de Nueva York —un trozo con el sello del club— y se lo dio a Madame Blavatsky.
Ella lo colocó entre las hojas de papel secante de su escritorio, frotó la mano sobre el exterior del bloc, y a los pocos instantes le entregaron el papel marcado con una imagen completa que representaba a un faquir indio en estado de samadhi.
Y la ejecución artística de este dibujo fue concebida por artistas a quienes el coronel Olcott posteriormente se los mostró y esos artistas dijeron que era tan bueno que lo compararon con las obras de antiguos maestros a quienes admiraban especialmente, afirmando que como curiosidad artística, era único e invaluable.
Ahora bien, yo al aspirar tener un retrato de Kuthumi, por supuesto deseaba un retrato precipitado, y parece que justo antes de una reciente visita de Madame Blavatsky a Allahabad, alguien debió de comentarle sobre la posibilidad de que este deseo mío se cumpliera.
Retrato de Kuthumi elaborado por Djwal Khul
El día de su llegada, ella me pidió que le diera un trozo de papel blanco grueso y lo marcara. Ella lo dejaría en su álbum de recortes, y había motivos para esperar que cierto chela o alumno muy avanzado de Kuthumi(aún no plenamente aceptado pero muy avanzado en ese camino) hiciera lo necesario para realizar el retrato.
No ocurrió nada ese día ni esa noche. El álbum de recortes permaneció sobre una mesa en la sala, y yo lo inspeccionaba de vez en cuando. A la mañana siguiente, mi esposa lo revisó y encontró mi hoja de papel aún en blanco. El álbum seguía a la vista sobre la mesa.
A las once y media fuimos a desayunar; el comedor, como suele ocurrir en los búngalos indios, solo estaba separado de la sala por un arco y cortinas que estaban corridas.
Mientras desayunábamos, Madame Blavatsky mostró de repente las señales que todos conocen, de que un de sus amigos ocultistas estaba cerca. Era el chela al que me he referido antes.
Ella se levantó pensando que tal vez la obligarían ir a su habitación, pero ella dijo que el visitante astral le hizo un gesto para que se detuviera y por consiguiente ella regresó a la mesa.
Después del desayuno, revisamos el álbum de recortes, y en mi hoja de papel marcada, que mi esposa había visto vacia una o dos horas antes, había un retrato de perfil precipitado.
El rostro en sí se dejó blanco, con solo unos pocos retoques dentro del espacio que ocupaba; pero el resto del papel que lo rodeaba estaba cubierto con un sombreado azul turbio.
A pesar de la sencillez del método empleado para obtener el resultado, el contorno del rostro quedó perfectamente definido y su expresión era tan vívida como habría sido posible en un retrato terminado.
Al principio, Madame Blavatsky no se mostró satisfecha con el boceto. Conociendo personalmente el original, ella pudo apreciar sus deficiencias; pero aunque yo habría recibido con agrado un retrato más acabado, estaba lo suficientemente satisfecho con el que había recibido como para ser reacio a que Madame Blavatsky intentara experimentar con él para mejorarlo, por temor a que se estropeara.
Retrato de Kuthumi elaborado por Morya
Durante la conversación, M. se puso en contacto con Madame Blavatsky y le dijo que él mismo haría un retrato en otra hoja de papel.
No se trataba en este caso de un «fenómeno de prueba»; así que tras conseguir y entregarle a Madame Blavatsky un trozo de cartulina Bristol (marcado), lo guardé en el álbum de recortes y lo llevé a su habitación, donde estando libre del confuso magnetismo cruzado del salón, M. podría trabajar mejor.
Ahora bien, se comprenderá que ni el autor del boceto que recibí ni M., en su estado natural, son artistas.
Al hablar sobre el tema de estas pinturas ocultas, averigüé por Madame Blavatsky que los resultados que son sumamente notables se han obtenido por aquellos adeptos cuya ciencia oculta, en lo que respecta a este proceso en particular, se le ha también añadido una formación artística ordinaria.
Pero aún sin esto, el adepto puede producir un resultado que para cualquier crítico común parecerá la obra de un artista, simplemente imaginando con mucha claridad el resultado que desea producir y aplicando luego la materia colorante de acuerdo con esa visión.
En el transcurso de aproximadamente una hora desde que tomó el trozo de cartulina —o quizás menos—, no estábamos midiendo el paso del tiempo, Madame Blavatsky me lo mostró con otro retrato, también de perfil, aunque más elaborado.
Ambos retratos eran obviamente del mismo rostro, y permítanme decirlo de inmediato que nada puede superar la pureza y la elevada ternura de su expresión. »
(p.137-139)
COMENTARIO DE KUTHUMI
En una carta que el maestro Kuthumi le envió a Sinnett en septiembre de 1882, sobre este asunto él le escribió lo siguiente:
« Dice Djwal Khul (quien te presenta sus más respetuosos saludos y disculpas) que “tú has descrito incorrectamente el curso de los acontecimientos en lo que respeta a mi primer retrato”.
Y lo que él dice es lo siguiente:
El día en que Blavatsky fue a visitarte, ella no te pidió que le dieras un trozo de papel sino hasta después que tú comenzaste a hablarle acerca de que tú querías tener mi retrato, el cual ella dudaba mucho que lo pudieras obtener.
Y fue solamente después de haber conversado durante media hora en el salón de frente, que ustedes dos formando los dos puntos superiores del triangulo, cerca de la puerta de tu oficina, y tu esposa formando el punto inferior (él dice que ella estaba allí) fue cuando Blavatsky te dijo que ella lo intentaría.
Y fue solo entonces cuando ella te pidió una hoja de papel blanco grueso, y que tú le diste un trozo de papel delgado, y que para empeorar el asunto todavía más, ese papel había sido tocado por una persona muy anti-magnética.
Sin embargo Djwal Khul dice que él hizo lo mejor que pudo.
Y al día siguiente, cuando la señora Sinnett apenas había visto el papel 27 minutos antes de que él lo hiciera, él llevó a cabo la tarea. No fue “una hora o dos antes” como tú dices, pues él le había dicho a Blavatsky que dejara que lo viera tu esposa justo antes del desayuno.
Y después del desayuno ella te pidió un pliego de cartulina Bristol, y tú le diste dos pliegos, ambos marcados y no uno como tú dices.
Y Djwal Khul dice que la primera vez que Blavatsky lo presentó fue un fracaso, pues “las cejas parecían sanguijuelas”, y solo fue terminado durante el atardecer, mientras que tú estabas en el Club, en una cena a la que Blavatsky no quiso asistir.
Y fue de nuevo él, Djwal Khul, el “gran artista”, el que tuvo que eliminar las “sanguijuelas” y corregir el gorro y los rasgos y el que hizo que el retrato se pareciera más a mi, después de que Morya, habiéndolo echado a perder, no quiso tomarse el trabajo de corregirlo y prefirió irse a dormir.
Y finalmente me dice Djwal Khul, que aunque yo me burle del retrato, el parecido es bueno, pero que hubiera sido mejor si el sahib Morya no hubiera interferido, y si a él (Djwal Khul) se le hubiese dejado a su propia expresión artística.
Tal es su historia y por lo tanto él no está satisfecho con tu descripción de los eventos. »
(CM 24B, p.184)
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