Acerca de los discípulos (chelas) de los Maestros transhimaláyicos, el periodista Alfred Sinnett en su libro "El Mundo Oculto" mencionó lo siguiente:
« Se cree por lo general que nunca es menor de siete años el tiempo que el discípulo emplea en su primera enseñanza, a partir del día en que es admitido como tal discípulo a la nueva escuela.
Este tiempo sin duda que es prorrogable cuando el candidato no adelanta en su estudio lo bastante, no sabiendo el mismo si estos años prorrogables lo serán según su voluntad.
Él no sabe nunca si será o no admitido a la iniciación.
Este es un punto no menos terrible, pues esta incerteza hace qué la mayoría de los europeos que prueban dar los primeros pasos en ese camino, se consideren juguetes del capricho de una Fraternidad despótica que se complace en jugar con el ardor de los más perseverantes.
Las pruebas por las que tiene que pasar el neófito, no son pantomimas fantásticas ni actos de comedia estudiados.
Los maestros en ocultismo no oponen obstáculos, ni barreras artificiales para ensayar la resistencia de los nervios de los más aventajados, como haría un profesor de equitación en una carrera de obstáculos en un picadero o circo.
Es en la naturaleza de la ciencia explorada donde deben ejercitar su juicio y descubrir sus secretos, probando así sus fuerzas y resolución.
Es en lo interno del candidato donde se entablan las pruebas a que se halla sometido y que una vez vencidas con perseverancia extremada en sus principios, con su moralidad y aún por decirlo también, con sus cualidades físicas e intelectuales; entonces le es permitido dar la zambullida final dentro del mar de sensaciones extrañas que él debe vencer con la fuerza de sus propios esfuerzos o perecer.
En cuanto a la clase de pruebas a que se sujetan durante el tiempo que dura su desenvolvimiento interior, no poseemos un conocimiento exacto, y las conjeturas que pudiéramos hacer estando basadas en fragmentarias revelaciones, tendrían que ser erróneas o confusas y no vale la pena aquí hacerlas.
Más es cierto de todas maneras que no existe secreto para el candidato en cuanto se refiere al género de vida que debe observar.
El completo desarrollo de un adepto demanda entre otras cosas, una vida absolutamente pura, bajo el punto de vista físico, y hace falta que el candidato muestre desde sus inicios con su conducta y firmeza de voluntad, que él se siente con fuerzas para seguir tal género de vida.
Es decir, se hace necesario que durante los años de noviciado, él sea casto, sobrio e indiferente a toda especie de vanidades y lujos.
Este régimen no lleva por lo que se ve, ninguna mortificación anormal, ningún ascetismo mortificante ni obligatorio, ni tampoco ningún alejamiento del mundo.
Nada impide a un hombre de sociedad, a un noble, observar y seguir el régimen de los candidatos para el ocultismo en medio y en completa sociedad de Londres, sin que las personas más en contacto con él se aperciban.
Pero no se alcanza un paso en el verdadero ocultismo (fin sublime de todo adepto) con el ascetismo degradante y sucio de un faquir indio, o un yogui de los bosques o del desierto, en el que se acumula la suciedad con la locura; o el fanático que clava en sus carnes garfios de hierro o mantiene sus brazos levantados, hasta que pierde el ejercicio de su movimiento.
Un conocimiento imperfecto de cualquiera de estos hechos exteriores del ocultismo indio, puede inducir al que lo ve a formar un mal entendido juicio. »
(Capítulo 1)
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