En mayo de 1884 Blavatsky estuvo residiendo unos días en Paris, hospedándose en un departamento ubicado en la calle Notre Dame des Champs 46, que amablemente la condesa Caithness le había prestado.
La hermana de Blavatsky, Vera Petrovna Zhelikhovsky, vivía en Rusia y aprovechó junto con su tía, para ir a visitar a Blavatsky a quien no habían visto en muchos años.
Y Vera relató el siguiente acontecimiento:
« Aproximadamente dos días después, a la hora habitual, el cartero trajo el correo. Aunque primero debo mencionar que al mismo tiempo Madame Blavatsky estaba atendiendo las quejas de un muchacho muy joven, nuestro invitado, sobre su madre.
Verán, el Sr. Keightley había venido a París con el único objetivo de conocer más a los miembros de la Sociedad Teosófica después de estudiar sus doctrinas a través de sus libros.
Él se había convertido en un ardiente teósofo e incluso había renunciado por completo a la comida de origen animal y al alcohol para ser digno de aquellos a quienes tenía como ejemplo y para que los maestros tibetanos le concedieran una manifestación personal (todos los teósofos son vegetarianos convencidos debido a su creencia de que la sangre animal afecta negativamente al espíritu humano y los poderes superiores; y también ellos se abstienen del alcohol).
En resumen, el Sr. Keightley se estaba quejando amargamente de su madre, quien le exigía que regresara con ella a Liverpool o que continuara con su “viaje continental” emprendido por razones de recuperación.
- "¡Mi madre tiene un miedo mortal de que abandone mis asuntos y me vaya a la India!" él le dijo a Blavatsky. “¡Pero eso es egoísmo y desconfianza de su parte! Yo le respondí que no la dejaría mientras esté viva, sin embargo ella sabe muy bien que para mí el verdadero significado de la existencia lo he descubierto en la Teosofía, en sus enseñanzas, y que deseo ardientemente vivir en el lugar donde viven y trabajan sus principales representantes."
En ese momento llegó el cartero y una de las numerosas cartas era de Liverpool, de la señora Keightley a su hijo.
El joven Keightley la abrió sin mucha prisa, pero de repente una expresión de miedo y asombro cubrió su rostro y se puso carmesí debido a que en la carta las palabras de su madre sobre el deber de los hijos de respetar a sus padres y ser obedientes a ellos estaban subrayadas en rojo con la bien conocida firma del maestro.
Y hay que admitir que no era probable que la madre que se oponía a la pasión de su hijo por la Teosofía, intentara ella misma convencerlo a través de los fenómenos que producen los Mahatmas.
Sin embargo el Sr. Keightley hubiera estado dispuesto a desobedecer a su madre si el coronel Olcott no hubiera regresado de Londres y lo hubiera convencido de que volviera a su casa, insistiendo en que cumpliera con las demandas de su madre. »
(Periódico Odesskiy Vestnik del 6 de junio de 1884, p.1-3)
OBSERVACIÓN
El maestro Morya acostumbraba escribir en rojo y es muy posible que él haya precipitado de manera fenoménica su firma y ese subrayado dentro de esa carta de la señora Keightley para indicarle a Archibald Keightley que tenía que cuidar a su madre.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario