El Dr. Archibald Keightley fue un teósofo inglés que ayudó a Blavatsky a instalarse en Londres en 1887 y también la ayudó con la edición de La Doctrina Secreta, y en este artículo él relató sus recuerdos sobre Blavatsky. Añadí subtítulos y explicaciones adicionales entre corchetes.
REMINISCENCIAS DE H.P. BLAVATSKY
Quienes conocieron a Madame Blavatsky se dividen en dos grupos opuestos [o la admiran o la repudian], no existe un tercer grupo de los que hayan permanecidos indiferentes. Tal es el resultado de la fuerza de carácter que Blavatsky tenia, y ni siquiera sus enemigos pudieron negárselo.
Los que la analizan incorrectamente
Incluso entre sus amigos hay quienes se niegan a aceptar lo que llaman la "Leyenda Blavatsky" (o HPB). Estos han llegado a esta conclusión mediante un profundo análisis, sometiendo todo lo que sabían de Madame Blavatsky a una crítica fría.
Ellos examinan su vida desde la perspectiva de sus motivos —no desde el motivo de lo que ella se esforzó por lograr, del mensaje que ella trajo al mundo—, sino desde la perspectiva del interés propio, del beneficio personal que ella podría haber obtenido con sus acciones y palabras.
Sin embargo, algunos de estos promotores de la "leyenda" se consideran sus amigos y consideran la posición que Madame Blavatsky podría haber alcanzado mediante la autopromoción como el objetivo de su trabajo, en lugar de la difusión de sus enseñanzas, promovidas a expensas de todo lo que ella apreciaba.
Tales resultados deben surgir de un análisis de posibles motivos egoístas como método breve para evaluar a los seres humanos, en lugar de la tarea más difícil que es una síntesis basada en el carácter.
Tales detractores, sea cual sea el motivo que los impulse, ellos solo analizan actos y palabras que malinterpretaron, y al estar el autosacrificio de Blavatsky fuera de su alcance, ellos se limitan al estrecho límite del interés propio, en ves de considerar el beneficio de las urgencias de la vida humana.
Ellos no juzgan desde una síntesis integradora del carácter, tal como se manifiesta en la adhesión a los objetos que otros consideran ideales.
Mirando ahora hacia atrás, a un período de hace veinte años, no he visto nada que me haya hecho cambiar la opinión que entonces me formé sobre Madame Blavatsky, pero en cambio sí mucho que la ha confirmado.
Madame Blavatsky fue una de las grandes almas que se sacrificaron por la humanidad, y como tal, ella fue objeto de burla y desprecio.
No afirmo que fuera omnisciente ni que nunca cometiera errores al tratar con los hombres y mujeres que la rodeaban. Pero sí afirmo con toda sinceridad que nunca ella lastimó a nadie deliberadamente; que siempre estaba dispuesta a dejar de lado su propia comodidad y ventaja por el bien de los demás, que a pesar de su vigorosa e impulsiva faceta humana, ella era esencialmente recta y justa con los demás, y que el motivo de sus acciones era tan fiel a la ley espiritual, que sus errores y equivocaciones (si los hubo) eran mejores guías que el juicio más acertado de sus "amigos sinceros".
Al menos puedo decir que estoy bastante seguro de que le habría confiado el control de mi vida, sabiendo que esa confianza no sería traicionada bajo ningún concepto. Muchos lo hicimos y solo puedo añadir que desearía haber podido ir más lejos.
Los primeros encuentros de Archibald con Blavatsky
La primera vez que vi a la Sra. Blavatsky fue en 1884, poco después de unirme a la Sociedad Teosófica. Se había convocado una reunión en las habitaciones de un miembro en Lincoln's Inn.
El motivo de la reunión residía en las diferencias de opinión entre el Sr. Sinnett, por un lado, y la Sra. Kingsford y el Sr. Maitland, por el otro.
El coronel Olcott presidía la reunión e intentó conciliar las diferencias, pero sin éxito. Junto a él se sentaron las partes en pugna, Mohini M. Chatterji y una o dos personas más, frente a una sala larga y estrecha que estaba casi llena de miembros de la Sociedad Teosófica londinense.
La disputa continuó, acalorada, y la sala se llenó poco a poco; el asiento a mi lado lo ocupaba una señora corpulenta que acababa de llegar, casi sin aliento.
En ese momento, alguien en la cabecera de la sala aludió a alguna acción de la Sra. Blavatsky, a lo que la señora corpulenta confirmó con las palabras: «Así es».
En ese momento la reunión se disolvió en un caos. Todos corrieron hacia la corpulenta dama, mientras Mohini llegaba a sus pies de rodillas.
Finalmente la llevaron al fondo de la sala donde los "dioses supremos" habían sido entronizados, exclamando y protestando en varios idiomas en la misma frase, y la reunión intentó continuar. Sin embargo tuvo que levantarse, y que yo sepa, nunca volvió a reunirse.
Al día siguiente me presentaron a Madame Blavatsky, quien era mi corpulenta vecina de la reunión. Su llegada fue totalmente inesperada y su salida de París, según me contó mucho después, solo se organizó "bajo órdenes" media hora antes de partir.
Ella llegó a Charing Cross sin saber el lugar de la reunión, solo sabiendo que tenía que asistir.
- "Seguí mi olfato oculto", me dijo.
Y así fue desde la estación hasta Lincoln's Inn y encontró el camino a ese lugar a pie.
Su llegada fue singularmente oportuna, pues disolvió una reunión que se negaba a ser pacífica, a pesar de todo el aceite que el coronel Olcott vertía en sus aguas turbulentas.
Madame Blavatsky regresó a París casi de inmediato y no la volví a ver hasta que regresó a Londres para alojarse en Elgin Crescent. De ese momento no tengo un recuerdo claro. Estuve ocupado todo el día y muchas noches no pude estar presente en las reuniones que se celebraron entonces. No llevaba un diario y estaba muy ocupado con el trabajo del hospital.
Ese otoño las circunstancias obligaron a la Sra. Blavatsky a alquilar habitaciones en Victoria Road poco antes de partir de Londres hacia Birkenhead, para ir a la India. Tuve entonces el privilegio de alojarme en esa casa con ella y otras personas, y cada noche pasábamos largos ratos de conversación y consultas, cuyos detalles no recuerdo. Así que no aproveché oportunidades y ventajas que tenía y no puedo relatar cosas que serían de gran interés para esta narración.
Los ataques que Blavatsky recibió
Pero si recuerdo haber viajado con el grupo en el Great Western Railway a Birkenhead para despedirlos y también recuerdo vagamente haber oído hablar de unos traidores que atacaban a la Sra. Blavatsky y en quienes ella había confiado [los Coulomb].
Este, evidentemente, fue el primer estruendo de la tormenta que pronto estalló.
Luego vino el trabajo general de la Sociedad Teosófica, interrumpido por la explosión causada por el informe de la Sociedad para la Investigación Psíquica (SPR) elaborado por el Dr. Hodgson.
Madame Blavatsky fue atacada por todos lados, y la duda sobre los fenómenos asociados con ella se consideró que desacreditaba la enseñanza ética y moral que gracias a su trabajo y a sus medios, se había presentado al mundo.
Yo escuché el resumen del informe leído en la reunión y posteriormente leí el informe tal como se publicó.
Tanto en la reunión donde se leyó el resumen como después, al leer el informe, me pareció un documento muy poco concluyente, basado en rumores, evidencia viciada y dudosa, y en evidencia no debidamente contrastada. Carecía de peso frente a la evidencia directa y plenamente autenticada que apoyaba a Madame Blavatsky.
En ese momento, ella había regresado a Europa vía Italia, y posteriormente oí hablar de ella en Elberfeld, en Würzburg y luego en Ostende, y que se encontraba en muy mal estado de salud y estaba muy ocupada escribiendo la Doctrina Secreta.
Archibald visita a Blavatsky en Ostende
Fue en 1886 que la situación en Inglaterra me indujo, entre otras muchas personas, a escribir a la Sra. Blavatsky en Ostende para pedirle consejo sobre qué hacer para impulsar la causa teosófica.
Ella me envió una larga respuesta, y creo que también a los demás, y posteriormente a raíz de esa carta, fui a Ostende a verla.
Ella vivía entonces en compañía de la condesa Wachtmeister, a quien quienes amaban a la Sra. Blavatsky le deben una profunda gratitud por su devota atención.
Mi propósito al ir a Ostende era, como dije, ver a la Sra. Blavatsky y pedirle consejo sobre la mejor manera de llevar adelante la labor de la Sociedad Teosófica.
Ella había respondido a nuestras cartas diciendo que la labor podía llevarse a cabo, y a mí me había escrito que dicha labor requería un líder y una voluntad y determinación inquebrantables por parte de este.
También había afirmado, basándose en la opinión de uno de sus amigos ocultistas a quien consultó, que era posible que yo pudiera ser ese líder y llevarlo a cabo. Así pues, naturalmente, deseaba verla y recibir su consejo y ayuda sobre los medios a adoptar.
Realmente no tenía ni idea de qué era lo mejor que podía hacer y deseaba evitar errores innecesarios desde el principio. Al recordar los métodos de quienes se ofrecieron para "salvar la Sociedad Teosófica" en diferentes momentos, creo que al ir a Ostende evité uno de sus peligros, pues casi invariablemente uno de los medios de salvación que proponían era echar por la borda y repudiar a los fundadores de dicha Sociedad.
Yo estaba entonces, y estoy ahora plenamente convencido, de que la Sociedad Teosófica fue fundada por los Maestros de Sabiduría, cuyo mensajero y agente para tal propósito fue H.P. Blavatsky.
Había planeado quedarme en el hotel, y dejando mi equipaje fui a visitarla. Lo hice pero Madame Blavatsky decidió, y muy pronto me vi obligado a alojarme en la misma casa que ella.
Madame Blavatsky estaba muy ocupada con su libro, respondiendo a su voluminosa correspondencia, y también escribiendo artículos para periódicos rusos con los que se ganaba la vida.
Ella me entregó un enorme paquete de manuscritos —una cantidad que, según mi experiencia posterior, habría dado para uno de los volúmenes que se imprimieron posteriormente— y me preguntó qué me parecía.
Naturalmente era de un interés absorbente y le dediqué muchas horas.
Los pocos días que pasé en Ostende —dos o tres— los dediqué principalmente a esta lectura y a seguir la intención del libro que se volvería: La Doctrina Secreta.
En ese entonces era una serie de ensayos del máximo interés e información, pero según me pareció, no tenía un plan coherente, careciera de forma. Era un caos de posibilidades. Había que ordenarlo.
Los días fueron ajetreados. Me dieron el desayuno, pero la Sra. Blavatsky y la Condesa tomaron el café en sus habitaciones. Luego me puse a trabajar en el manuscrito, mientras la Sra. Blavatsky trabajaba en su habitación y permanecía invisible hasta bien entrada la tarde.
Ella salía de su habitación a cenar pero sus comidas eran la desesperación de la criada que las preparaba, pues seguido Madame Blavatsky tardaba en salir y la comida se enfriaba.
En la noche salió de su cuarto y luego vino a hablar sobre su propuesta de ir a Inglaterra, el trabajo que debía realizar allí, sobre la Doctrina Secreta y sobre temas generales.
Durante la mayor parte de la noche, mientras hablaba, jugaba con un juego de cartas a las "paciencias", hablando mientras organizaba sus cartas.
De las calumnias contra ella, ella dijo muy poco (singularmente me pareció poco dado lo que había oído y conocido de su carácter explosivo) y con una reserva y dignidad que me inspiraron respeto y admiración hacia ella.
En cuanto al objetivo de mi visita, era para que ella fuera a Inglaterra, pero no podía fijar una fecha.
En cuanto al informe de la SPR, era un número atrasado y todo parte del trabajo del día, aunque era evidente que había sentido profundamente la deserción de muchos que tenían las mejores razones para confiar en ella.
Así que regresé a Inglaterra y comenzamos a buscar lugares en donde ella pudiera residir.
Blavatsky cae gravemente enferma
Diez días después de mi regreso, nos sorprendió la noticia de que ella estaba gravemente enferma y que su recuperación era improbable, casi imposible. Con cada informe, la situación se agravaba.
Era domingo, y otro miembro de nuestro grupo que la había invitado, un médico, me acompañó a pedir consejo a un destacado especialista londinense.
Esa noche, nuestro amigo partió hacia Ostende, donde la situación pendía de un hilo durante unos días. Pero lo que parecía imposible ocurrió y regresó con la noticia de que la crisis había terminado.
Poco después, Madame Blavatsky anunció que podía venir a Inglaterra.
Traslado de Blavatsky a Inglaterra
En ese momento volví a cruzar a Ostende, siguiendo a un pariente que me había precedido [el Sr. Bertram Keightley], y organizamos su viaje y la transportamos sin contratiempos a Dover y de allí a Maycot, en Norwood.
El viaje prometía ser difícil, pues la señora Blavatsky aún estaba muy enferma y le costaba mucho desplazarse. Además, aunque la partida desde Ostende fue relativamente fácil, la llegada a Dover fue muy diferente, donde tuvieron que cargar a la pobre anciana con la marea baja por los empinados y resbaladizos escalones del muelle; y para colmo la travesía no fue fácil.
La tarde que llegamos a Maycot, ella estaba ajetreada. No había tiempo que perder y sus materiales de escritura debían estar listos esa misma noche para que empezara a trabajar a la mañana siguiente.
Ella estaba en su escritorio como siempre y hubo bastantes problemas porque aún no había desempaquetado todos sus libros. Naturalmente, el que necesitaba era el último del lote, pero así era el destino y todo en el trabajo del día.
Las actividades de Blavatsky en Maycot
(situado a las afueras de Londres)
Para mí, la vida era una larga lucha en los laberintos de la Doctrina Secreta, con el esfuerzo de sugerir una agrupación y ordenación, y la corrección de los giros lingüísticos, conservando al mismo tiempo el estilo tan distintivo de Madame Blavatsky.
La tarea se volvió aún más difícil por la absoluta indiferencia de la autora. "Hazlo como mejor te parezca, querido", era su respuesta casi invariable a mis sugerencias, y la situación no mejoró con los demás a quienes se llamó para ayudar.
Insistieron de que el idioma original debía mantenerse inalterado, para que los lectores del libro tuvieran la oportunidad de elegir el significado de la autora. Mientras que el mencionado escritor me amenazó con las penas más severas si no lo traducía al "inglés correcto".
Naturalmente, preferí el "mar profundo" del favor de Madame Blavatsky. Ella viviendo en el extranjero como había estado, su cerebro estaba lleno de modismos lingüísticos distintos del inglés, y el resultado de escribir el libro en inglés fue una traducción literal de esos modismos "extranjeros", con resultados sorprendentes.
No pasó mucho tiempo antes de que la presencia de Madame Blavatsky se hiciera sentir. La gente empezó a congregarse a su alrededor, y Maycot se convirtió en escenario de la peregrinación de muchas personas que habían conservado su interés por la Teosofía.
Muchos habían entrado en contacto con el lado interior de la vida. Estos al menos sabían que Madame Blavatsky era una realidad. Sabían que independientemente de las dudas que pudieran surgir sobre la forma en que ocurrían los fenómenos externos, el verdadero conocimiento de los mundos invisibles y los estados de conciencia lo poseía Madame Blavatsky, y que en aquellos ámbitos que conocían, Madame Blavatsky era su maestra y sabía mucho más que ellos.
Fue una experiencia extraordinaria ver a quienes acudían. Algunos tuvieron entrevistas privadas; otros fueron recibidos en compañía de nosotros, que vivíamos en la casa. ¡Y el método de tratamiento! A veces argumentativo, a veces sarcástico; muy rara vez apelando a la justicia: siempre la misma energía impulsiva que no se escatimó ni a sí misma ni a nadie que pudiera contribuir de alguna manera a la obra de su Maestro.
Independientemente de sus intereses particulares, Madame Blavatsky era un vínculo unificador. En general todos se unían en un solo cuerpo cuyo apoyo le brindaría una plataforma que generaría interés en la filosofía teosófica; y su misión era lograr que esta se escuchara en el mundo occidental.
El día nominal comenzaba para Madame Blavatsky antes de las 7 de la mañana. No sé cuándo empezó realmente. El cuerpo necesitaba dormir, pues no podía ser sometido a demasiada presión. Pero yo tenía razones para considerar que ella pasaba muchas horas de la noche escribiendo, aunque esto nunca interfería con su hora habitual para llegar a su escritorio.
Madame Blavatsky permanecía inasequible hasta que pedía su comida del mediodía. Digo mediodía, pero era una comida muy movible y podía ser solicitada a cualquier hora entre las doce y las cuatro, un procedimiento que naturalmente desconcertaba a una cocinera.
¡Pobre de quien perturbara esas horas de trabajo, pues cuanto más tranquila estaba, más seriamente estaba ocupada!
Después llegaban visitas, a las que podía ver o no ver, si no tenían cita, y de estas hizo muchas. Pero Maycot estaba muy lejos de Londres, ¡y tuvimos que enfrentarnos a los peregrinos decepcionados!
Finalmente a las 6:30 llegaba la cena para Madame Blavatsky, que tomó en compañía del resto de nosotros.
Luego se retiraba de la mesa, y llegaba el tabaco y la conversación, sobre todo de lo primero, aunque abundó lo segundo. Ojalá tuviera la memoria y la capacidad para relatar esas conversaciones. Se habló de todo y de algunas otras cosas.
Allí había una mente cargada de información recopilada en extensos viajes, una experiencia de vida y de cosas de "naturaleza invisible", y con todo ello una agudeza de percepción que sacaba a la luz lo real y lo verdadero, aplicándole una piedra de toque que "demostraba la masa perfecta".
Madame Blavatsky era intolerante a una cosa: la hipocresía, la farsa y la hipocresía. Para estas cosas no tenía piedad; pero para el esfuerzo genuino, por erróneo que fuera, no escatimaba esfuerzos para aconsejar y reorientar.
Ella era sincera en todo, pero aprendí entonces y más tarde que a veces tenía que guardar silencio para que otros adquirieran experiencia y conocimiento, incluso si al obtenerlo a veces se engañaban a sí mismos.
Nunca la vi decir lo que no era cierto, pero sabía que a veces tenía que guardar silencio, porque quienes la interrogaban no tenían derecho a la información. Y en esos casos, después supe que la acusaban de mentir deliberadamente.
Uno de sus arrepentimientos me viene a la mente mientras escribo: «porque entonces sabrán que nunca, jamás, he engañado a nadie, aunque a menudo me he visto obligada a dejar que se engañen a sí mismos».
En todos los sentidos, Madame Blavatsky sostenía que «no hay religión superior a la Verdad», y la posición en la que se encontraba así debió de ser una de las muchas fases de su martirio.
Las tardes transcurrían entre esas charlas, y mientras tanto ella organizaba sus "paciencias" [juego en solitario con cartas].
Muchas eran las partidas en las que yo asistía así en silencio, indicando amablemente cualquier oportunidad que veía para colocar las cartas.
A veces mis propuestas eran aceptadas, pero en otras ocasiones el progreso pacífico se veía interrumpido por el esfuerzo de golpear la mesa con los nudillos hacia mi dedo con el que indicaba qué carta aconsejaba. Y había veces en que una hábil retirada del dedo hacía que sus nudillos golpearan la mesa, y entonces era "sobre mi cabeza".
Entre otras cosas que aprendí, estaba el hecho de que mientras el solitario ocupaba mi mente, HPB estaba ocupada en un trabajo muy diferente, y que Madame Blavatsky podía jugar al solitario, participar en una conversación que se desarrollaba a su alrededor entre nosotros, atender a lo que solíamos llamar "arriba", y también ver lo que sucedía en su habitación y en otros lugares de la casa y fuera de ella, al mismo tiempo.
Creación de la revista Lucifer
Fue en uno de estas conversaciones donde Madame Blavatsky expresó su dificultad para que sus opiniones se expresaran en la revista The Theosophist. Esta era la revista que había fundado con el coronel Olcott en la India. Estaba a su cargo y él la editaba en la India, y como era natural, la dirigía según sus propias directrices.
Pero con el inicio del trabajo de Madame Blavatsky en Inglaterra, una expresión más inmediata de sus ideas se convirtió en un asunto importante. Así pues, se propuso y se decidió una nueva revista, y se tomaron medidas para asegurar su publicación.
¡Ah, pero hubo discusiones sobre el título!
"Verdad", "Antorcha" y una variedad de otros nombres se ofrecieron como sugerencias y se rechazaron. Luego vino "Portador de Luz" y finalmente "Lucifer", como abreviatura.
Pero algunos se opusieron vehementemente a esto por ser demasiado diabólico y demasiado contrario a las convenciones. ¡Ni hablar! Esto aseguró su aceptación inmediata, y quienes lean el primer número de Lucifer, así como la parte de la Doctrina Secreta que trata sobre los Ángeles Caídos, podrán comprobar por sí mismos la información que esas discusiones nos aportaron de la conciencia interior de Madame Blavatsky.
Aunque no estuviera planeado desde el principio, el resultado fue revelar un caudal de información de vital interés para abordar el misterio de Manas [el mental].
Blavatsky se instala en Londres
La convergencia de múltiples hilos que condujo a la visita de Madame Blavatsky en Norwood de personas interesadas en el espiritismo, la tradición masónica, la Cábala, la astrología y muchos temas afines, demostró que Maycot estaba demasiado lejos del centro de Londres y que también era demasiado pequeña.
Así pues, se decidió mudarse, y con el regreso de la condesa Wachtmeister, la casa se trasladó al número 17 de Lansdowne Road.
Luego siguió una época de trabajo aún más arduo. La edición de Lucifer, la obra sobre la Doctrina Secreta, de la cual copié el primer volumen completo y parte del segundo a máquina de escribir (solo para descubrir que era inútil), la gran cantidad de interesados que llegaban de todas partes de Inglaterra y el continente, junto con la formación de la Logia Blavatsky y sus reuniones, hicieron de este invierno un trabajo muy ajetreado.
La Doctrina Secreta comenzó a imprimirse, y con esto y con Lucifer, la idiosincrasia de Madame Blavatsky de considerar las pruebas de imprenta como equivalentes a los manuscritos generó muchas discusiones y gastos.
No se trataba simplemente de que dividía una página después de que los tipos estuvieran completamente encajados en los formularios e insertaba material nuevo, sino que con mucho cuidado y precisión, recortaba y luego pegaba una sola frase en un lugar completamente diferente.
¡Pobre del celoso subeditor que protestara a favor de los impresores y de la provisión de fondos!
"Que le corten la cabeza" o su cuero cabelludo metafísico eran las órdenes de la Reina de nuestro país de las maravillas. ¡Sin embargo, el costo de las correcciones de la Doctrina Secreta llegó a ser mayor que el costo original de su publicación!
La Logia Blavatsky
La Logia Blavatsky se fundó originalmente como un grupo de personas dispuestas a seguir a HPB implícitamente, y se redactó un Juramento que lo plasmaba. Todos lo hicimos y comenzaron las reuniones.
Todos los jueves por la noche se celebraban en la habitación de la Sra. Blavatsky, integrada con el comedor. Los miembros acudían en masa, por lo que las habitaciones se quedaban pequeñas, pues el interés se centraba en las preguntas publicadas en las "Transacciones de la Logia Blavatsky".
En esa época el aumento de miembros era tal que quienes entraban firmaban la lista de miembros y el Juramento casi mecánicamente.
Me animaron a escribir un artículo para Lucifer titulado "El significado de un Juramento" y se lo entregué a la Sra. Blavatsky. Cuando lo leyó, me sometieron a lo que luego supe que se llama depilación, pues me despojaron del cuero cabelludo cabello a cabello.
No supe exactamente por qué, ni me lo dijeron. Pero cuando el proceso terminó, alguien "de arriba" o "de adentro" aceptó el artículo y se mostró bastante satisfecho por su puntualidad. Pero el resultado fue la eliminación del Juramento como condición para ser miembro de la Logia.
Vale la pena recordar el procedimiento en tales circunstancias. Usted, como yo, presentaba su tesis o sus comentarios. Estos eran recibidos con vehemencia, se oponían con una elocuencia diversa, una elocuencia calculada para perturbar su equilibrio, y daba la impresión de que usted era una persona con intenciones perversas, con el objetivo de frustrar algunos de los planes de trabajo más preciados de Madame Blavatsky.
Pero al hacerse evidente la sinceridad de su propósito, se producía un cambio en Madame Blavatsky. Su actitud cambiaba, incluso la expresión de su rostro. El ruido y la furia se evaporaban, se quedaba muy quieta, e incluso su rostro parecía agrandarse, más macizo y sólido.
Cada punto que usted planteaba era considerado, y en sus ojos —esos ojos maravillosos— aparecía la mirada que aprendimos a reconocer. Esa mirada era una que se merecía como recompensa, pues significaba que se había examinado el corazón y que no se había encontrado astucia, y también que HPB estaba al mando.
La bipolaridad de Blavatsky
Algunas personas han propuesto como teoría para explicar estos cambios en su comportamiento que Madame Blavatsky fue escenario de oscilaciones mediúmnicas, o que al menos fue escenario de la acción no solo de una doble personalidad sino de una personalidad múltiple.
Estas sugerencias son en realidad hipótesis descabelladas, y mucho menos, hipótesis de trabajo. Para quienes conocen las leyes que rigen la relación del instrumento físico con las fuerzas sutiles astrales y espirituales que lo dominan, la explicación es sencilla, pero presentaré mi propia teoría.
Para los fines del trabajo teosófico, ese cuerpo era un instrumento utilizado por uno de los Maestros, conocido por nosotros como HPB. Cuando tenía que atender otros asuntos, el instrumento quedaba a cargo de uno de sus discípulos o amigos, quien lo manejaba como un ingeniero dirige su máquina cuando asume el control de otra.
Pero el ingeniero sustituto no siente la misma empatía por su máquina o instrumento que el hombre común y se encuentra "fuera de la máquina".
Concibo que así como el ingeniero y su máquina superan la inercia de la materia, controlar el cuerpo y sus tendencias resultó una tarea difícil en ausencia del verdadero dueño y el ingeniero jefe. Y el resultado fue un cierto desahogo. Pero la energía no se desperdició, sino que se agotó en el trabajo.
Eventos que sucedieron en Londres
Hay que recordar que durante todo este tiempo de estrés y esfuerzo, Madame Blavatsky seguía enferma, con constantes dolores y a menudo apenas podía caminar.
Pero su inflexible voluntad y devoción la llevaron de la cama a su escritorio y le permitieron persistir en la publicación de La Doctrina Secreta, editar Lucifer, escribir sus artículos en ruso y los de Lucifer, más otros artículos para las revistas The Theosophist, The Path, Le Lotus Bleu, recibir a sus visitas tanto en privado como en público, y además gestionar una enorme correspondencia privada.
Fue en ese momento que me sentí fatal. Contraje una especie de erisipela con fiebre alta y tuve que guardar cama. Casualmente, Madame Blavatsky había subido dos tramos de escaleras bastante empinadas (ella, que nunca subía un escalón si podía evitarlo, debido al dolor que le causaba) y había llegado para juzgar por sí misma el informe de su médico sobre mí. Ella se sentó y me miró, y luego habló mientras sostenía un vaso de agua entre sus manos, y luego bebí esta agua: luego bajó nuevamente las escaleras, pidiéndome que la siguiera.
Bajé y me obligaron a tumbarme en el sofá de su habitación, donde me taparon. Me quedé allí medio dormido mientras ella escribía, sentada a la mesa en su gran sillón, de espaldas a mí.
No sé cuánto tiempo estuve allí, pero de repente, justo delante de mi cabeza, apareció un relámpago carmesí intenso. Me sobresalté, como era de esperar, y me saludaron desde el respaldo del sillón con un:
- "¡Acuéstate! ¿Por qué te fijas en algo?"
Así lo hice y me dormí. Después de que me mandaran arriba a acostarme, volví a dormirme y a la mañana siguiente me encontraba bastante bien, aunque un poco tembloroso. Luego me enviaron a Richmond y me prohibieron volver hasta que me recuperara.
Esta fue la única vez que vi la luz carmesí, aunque he visto, y otros vieron, la luz azul pálido pegada a algunos objetos de la habitación y que luego se movía.
Uno de nosotros la tocó imprudentemente un día cuando Madame Blavatsky estaba en la habitación contigua. Recibió una descarga eléctrica y también quedó electrizado por los sonidos de ira de Madame Blavatsky.
Blavatsky, saludándolo por su nombre y preguntándole qué demonios pretendía al entrometerse en lo que no le incumbía y al inmiscuirse con una curiosidad impertinente en asuntos que no le incumbían.
Estoy seguro de que no había olvidado ni la descarga ni el golpe en los nudillos ni el golpe a su curiosidad. Sé que recordó la descarga en el brazo durante mucho tiempo.
Las reuniones de la Logia Blavatsky eran fuera de lo común. Las discusiones eran fuera de lo común. Las discusiones eran informales y todos se sentaban alrededor y le hacían preguntas a la Sra. Blavatsky.
Hombres y mujeres de todo tipo y condición estaban presentes, y parte de nuestro deleite era que la Sra. Blavatsky respondiera con el método socrático: hacer otra pregunta y buscar información por su cuenta. Era un método muy efectivo y con frecuencia confundía a quien planteaba el enigma.
Si la pregunta era una búsqueda genuina de información, no escatimaba esfuerzos para proporcionar toda la información a su alcance. Pero si el asunto se planteaba para molestarla o desconcertarla, el asunto resultaba mal para quien la preguntaba.
Las reuniones consumían mucho tiempo, pero la Sra. Blavatsky disfrutaba del concurso de ingenio. Todas las naciones estaban representadas en esas salas los jueves por la noche, y nunca se sabía quién estaría presente.
A veces había visitantes invisibles vistos por algunos pero no por otros. Los resultados eran curiosos. La Sra. Blavatsky sentía mucho frío, por lo que su habitación se mantenía muy cálida, tanto que en las reuniones a menudo hacía un calor desagradable.
Una noche, antes de la reunión, bajé y encontré la habitación como una nevera, aunque el fuego y las luces estaban completamente encendidos. Le comenté esto a HPB, pero ella me recibió con una risa y me dijo:
- "¡Oh! ha venido a verme un amigo y se olvidó de quitarse el frio que trajo consigo."
En otra ocasión recuerdo que las habitaciones se llenaron gradualmente hasta que no quedó ningún asiento libre. En el sofá estaba sentado un distinguido hindú, con toda su pompa de turbante y vestido.
La discusión continuó y al parecer nuestro distinguido invitado mostró mucho interés, pues parecía seguir con atención los comentarios de cada orador.
El presidente de la Logia llegó esa noche muy tarde y al entrar, buscó un asiento. Se acercó al sofá y se sentó, justo en medio del distinguido hindú, quien de inmediato y con cierta sorpresa, desapareció.
Durante ese invierno, los asuntos en América habían estado en movimiento y el interés por la Teosofía había aumentado gradualmente. El trabajo constante del Sr. Judge comenzó a surtir efecto, y se propuso reunir todos los hilos y celebrar una Convención de las diversas Ramas y miembros en Chicago.
Me enteré del hecho como algo de interés general, pero un día o dos después me llamaron a la habitación de Madame Blavatsky y le preguntó:
- "Archibald, ¿cuándo puedes partir hacia América?"
Supongo que estaba como un gatito y necesitaba que me animaran, pero partí en tres días hacia la ciudad de Roma y llevé conmigo una larga carta de Madame Blavatsky a la Convención.
El viaje fue una experiencia extraña para mí, ya que nunca antes había hecho un viaje por mar ni a una distancia tan grande. Además, me había generado por completo una vida ajetreada que me ocupaba cada momento.
A bordo en mi camarote, me llamaron la atención varios pequeños golpes y crujidos. Estos naturalmente podrían deberse al barco. Pero mi atención se vio atraída por una serie de pequeños destellos de luz, especialmente de noche.
La cuestión para mí era que estos destellos, así como estos golpes y crujidos, se asociaban invariablemente en mi mente con la idea de HPB, y para entonces ya había empezado a comprender que la mayoría de los "acontecimientos" significaban algo.
Posteriormente, por carta, y más tarde a mi regreso, descubrí que ella podía contarme con precisión lo que había estado haciendo durante mi viaje de ida y vuelta, y durante toda mi estancia en América.
Me dijeron que estos golpes, crujidos y destellos eran el ir y venir de formas elementales de fuerza que tomaban una instantánea de mí y de mis actos.
A mi regreso, el grupo resultó haber aumentado considerablemente. Se habían reunido más trabajadores. La vida continuaba bajo una presión creciente, cada uno de nosotros tenía una relación especial con HPB, cada uno recibía un trato diferente.
¡Tantas personas y tantas opiniones!, y las variaciones de la rutina diaria y la vida se adaptaban a la prueba y la reparación fortalecedora de cualquier defecto de carácter que pudiera afectar el trabajo que realizábamos.
Al recordar más de veinte años atrás, se pueden ver tantos privilegios que se otorgaron, pero de los que no se aprovechó. Pero tales reflexiones solo muestran el arduo trabajo en el que se encontraba involucrada la Sra. Blavatsky debido a que La Doctrina Secreta ya se publicaba, existía una demanda regular de las diversas revistas, además de un aumento en su ya abundante correspondencia.
Materialización de un billete
Fue por esa época que un día la Sra. Blavatsky mostró gran preocupación por los asuntos del editor de una de las revistas que se publicaban entonces.
Él la había visitado tiempo antes y posteriormente había fundado la revista. Tuvo un éxito considerable, pero naturalmente también tropezó con dificultades.
Un día al entrar en su habitación, encontré a la Sra. Blavatsky comentando con los demás presentes, con gran compasión, las dificultades del editor. Si mal no recuerdo, había sacrificado gran parte de su posición y sus medios de vida para publicar la revista, y como consecuencia de la publicación del número reciente, se encontraba en una situación de escasez de alimentos.
La discusión continuó y la Sra. Blavatsky guardó un profundo silencio. Finalmente exclamó: "Bueno, lo tendré", y se volvió hacia mí preguntándome si tenía un billete de 5 libras.
Le respondí que no pero que podía pedir uno sin problema. Entonces recordé que acababa de enviar uno por carta y fui a ver si la carta seguía en casa. Descubrí que la carta aún no había sido enviada, y abriendo el sobre le llevé el billete a HPB.
Me dio las gracias y dijo que solo lo quería por unos momentos. Se lo ofrecí, pero me pidió que lo guardara y lo doblara bien, lo cual hice.
Luego me pidió su cesta de tabaco y al entregársela, me pidió que metiera el billete enrollado dentro. Lo metí, pero me dijo que lo metiera bien entre el tabaco. Después de hacer eso, dejé la cesta en el brazo de su sillón, al fondo.
Ella apoyó la mano en la cesta y aparentemente se sumió en un profundo estudio, mientras los demás seguíamos hablando, pero yo la observaba atentamente.
Al cabo de un minuto aproximadamente, me dijo con un suspiro:
- "Ábrela y toma tu billete".
Así que tomé la cesta, la abrí y tomé el billete, que desdoblé, pero al hacerlo encontré un segundo billete con un número diferente enrollado dentro.
El segundo billete fue enviado al editor y espero que haya sido tan eficaz para aliviar sus problemas.
Después le pregunté por qué necesitaba del billete, si fácilmente podría haberlo producido el segundo billete. Ella me respondió:
- "Ahí está tu error, tuve que pedirle a mi amigo que desintegrara el billete, mientras que a mí me resultaba más fácil tener un molde para verter las partículas de materia desintegradas y no requería una imagen astral tan precisa."
Le pregunté entonces por qué y cómo podía conseguir esos billetes, y me dieron a entender que en ciertas circunstancias de mérito, tenía derecho a recurrir a ciertos fondos y centros a cargo de sus amigos ocultistas para que les ayudaran.
El billete que había aparecido tenía un número y una serie completamente diferentes al que le di y no era en ningún sentido una reduplicación: eso habría sido deshonesto, y por lo tanto inadmisible para HPB.
William Judge
Si mal no recuerdo, fue durante ese invierno que recibimos la visita del Sr. Judge. Ya lo había conocido en Estados Unidos y en casa del Sr. Sinnett, donde cenó durante su paso por Londres camino a Fontainebleau (donde se encontraba Madame Blavatsky en 1884) en su camino a la India.
Fue una visita breve pero relacionada con el trabajo que realizaba en Estados Unidos, donde en consonancia con los esfuerzos de Madame Blavatsky en Inglaterra, él trabajaba para revitalizar la difusión de la Teosofía en ese país.
Justo en esa época también comenzaba a formarse la Escuela Esotérica de Teosofía. En este contexto, el Sr. Judge tenía mucho que hacer y ayudó a Madame Blavatsky a redactar las reglas necesarias y a organizar y expresar externamente aquellas normas que pertenecen esencialmente a la vida interior e invisible del hombre.
Tanto entonces como después, mientras HPB siempre era la jefa, ella mencionaba al Sr. Judge como su principal ayudante.
Se instalan en una casa más grande
La primavera siguiente tuve que asistir de nuevo a la Convención Americana, pero no hay incidentes especiales que relatar. A mi regreso, descubrí que la Sra. Blavatsky había estado ausente un tiempo y que durante su ausencia había comenzado a escribir La Voz del Silencio. También estaba trabajando en el Glosario Teosófico y había comenzado La Clave de la Teosofía. Aunque esto se publicó mucho después.
La vida seguía con la misma alta presión de trabajo y era evidente que la obra de la Sra. Blavatsky estaba consolidando a su alrededor un amplio campo de interés.
A finales de ese verano, me vi obligado a dejar Londres por la salud de un familiar y partí a Nueva Zelanda. Por lo tanto no estuve presente cuando un gran revuelo y una gran energía resultaron en la decisión de mudarse de Lansdowne Road a la casa en Avenue Road [la casa de Annie Besant].
Regresé y encontré los preparativos para la mudanza tan avanzados que una semana después de mi regreso, se realizó.
Esto resultó en una actividad aún mayor para la Sra. Blavatsky, ya que contaba con un equipo más amplio de ayudantes y se había construido un salón de conferencias para dar cabida a las reuniones de la Logia Blavatsky.
Se necesitaba más espacio para oficinas, ya que la casa se había convertido en la sede de la Sección Europea, pues la Sección Británica ya no era la única organización europea de la Sociedad Teosófica.
Con el aumento del número de asistentes, el departamento de comisaría se vio sobrecargado, por lo que el nuevo salón de conferencias se convirtió en el refectorio de la casa durante los intervalos de las reuniones.
La Sra. Blavatsky aún comía en sus habitaciones, pero al terminar sus horas de trabajo, acudía a la charla general por la noche y hacía sus necesidades como antes.
La preparación de las comidas de la Sra. Blavatsky se convirtió en parte del devoto servicio de ciertos miembros de la casa. Sería un privilegio ayudarla a conseguir un buen sustento, lo que podría resultar beneficioso para su salud. Todo lo que deseaba era fácil de preparar y muy sencillo. Y así fue, pero su devoción al trabajo y su descuido del tiempo dificultaron mucho el servicio.
Hay que recordar que la salud de la Sra. Blavatsky era muy delicada, su reumatismo era muy doloroso y su digestión era difícil. Su cuerpo necesitaba alimento con urgencia tras la interrupción de la energía vital de HPB. Pero fue manejado sin piedad, y en su estado deteriorado, el instrumento reaccionaba, a veces para diversión de HPB.
Supe que algunos amigos y alumnos de HPB se quedaron a cargo de él y que a veces se escapaba. Pero esta "huida" se utilizó tanto para educar a sus amigos de los mundos interiores, ejerciendo un control difícil, como para poner a prueba el autocontrol y la devoción del grupo que buscaba servir a Madame Blavatsky.
Como siempre, temprano en el trabajo, avisaba que quería cenar a la una pero que no la molestaran hasta que ella llamara. La una llegaba y se iba, también las dos (e incluso las tres, algunos días) y seguía sin cenar.
Para ese entonces, la cena estaba irremediablemente echada a perder. Justo entonces sonaba la campana y el cuerpo necesitaba su comida urgentemente.
Y entonces, al parecer, el cuerpo era un inválido díscolo, ¡muy díscolo! Se quejaba con mucha vehemencia, con un dominio del lenguaje poco común, y con amargura, de las promesas incumplidas de quienes le habían prometido fielmente que la cena estaría lista.
Protestas y explicaciones entre lágrimas seguían con nuevas promesas de una cena fresca en muy pocos minutos, y grande era el esfuerzo por prepararla.
Entonces solía ser mi privilegio preparar café en una máquina que le había comprado y tenía lista, proceso que ella parecía no cansarse de observar.
Con el café para tomar y unas galletas para comer, el cansancio pasaba y la cena despreciada (o alguna otra preparada) reaparecía y el centro de la tormenta cambiaba.
Pero aunque ella estaba perfectamente alegre, riendo y divertida mientras yo la entretenía, la tormenta volvía a arreciar con el regreso del devoto preparador de cenas. Incluso la debilidad de las dolencias corporales se convertía en una prueba para el devoto y su capacidad de resistir el fuego.
Yo no estaba en el área de estas tormentas, no era para mí; "era otra especie de horquilla". Mientras tanto, tuve el placer de ayudar, hasta que después de tomar el café y cenar, me dijeron que "saliera" y HPB se iba a trabajar de nuevo.
Al finalizar ese verano, tuve que abandonar Inglaterra de nuevo, pasando por Nueva Zelanda hasta San Francisco, donde recibí cartas de HPB y realicé el trabajo que debía realizar.
De regreso a casa, llegué a Nueva York, donde me retuvo la enfermedad del pariente que me acompañaba; y el 8 de mayo de 1891 recibí la noticia del fallecimiento de Madame Blavatsky.
~ * ~
En estas breves notas y reminiscencias no se pretende dar una visión completa. Escribir la vida de HPB requeriría una comprensión espiritual mucho más profunda y capaz que la mía. Lo único que puedo atestiguar es que ella no conoció el cansancio en la causa a la que se dedicó; que ella fue noble en todo el sentido de la palabra; que quienes tuvieron la oportunidad de conocerla la amaron y que era digna de toda su devoción.
Lo que pudimos dar a la causa a la que sirvió fue recompensado con creces. Pero no fue por lo que dio con tanta generosidad que HPB fue amada. Fue por lo que era y lo que representaba. Y con esto, todo está dicho.
(The Theosophical Quarterly, Nueva York, octubre de 1910, p.109-122)
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