PERDIÉNDOSE DENTRO DE LA CLARIVIDENCIA ASTRAL


 
El señor James Henderson Connelly relató en este artículo el desasosiego en el que él cayó por ya no poder lograr diferenciar con claridad entre lo que él percibía en el mundo físico y en el mundo astral, y esto debido a que él había desarrollado mucho su clarividencia.
 
« No creo que ningún otro hombre se haya encontrado jamás en una situación tan peculiarmente molesta y embarazosa como la mía, o en una que parecía tan absolutamente desesperada de mitigar. Y sin embargo me temo que pocos apreciarán la seriedad del asunto o incluso comprenderán la posibilidad de que la vida se convierta en un suplicio por la mera indeterminación que se tiene de las cosas.
 
Naturalmente yo podía esperar simpatía de mi amada Irene, pero cuando traté de hacerle comprender el océano de incertidumbre en el que me encontraba y la irrealidad en todo lo que me rodeaba, ella simplemente sonrió dulcemente y me dijo:
 
-      "¿Por qué deberías angustiarte por tales cosas? De todos modos el amor es real y sabes que te amo.”
 
Y yo en mi interior me digo que si pudiera estar seguro de eso, por supuesto que no me importaría nada más; pero ella me enfrenta de inmediato con mi dificultad porque para que el amor pueda ser real, debe tener un objeto real, ¿y estoy yo seguro de que Irene es real?
 
De ninguna manera estoy seguro de eso.
 
Por supuesto sé que ella es un ser real, pero ¿es ella el ser real que yo estoy viendo y del cual estoy enamorado?
 
Eso es dudoso.
 
¿Es su voz tan dulce y tierna como a mí me parece, o su melodía es sólo la inspiración de mi fantasía auto-engañándome?
 
¡Qué no daría yo, si tal cosa fuera posible, escucharla con los oídos de otra persona!
 
¿Y es ella en verdad tan hermosa a la vista de los demás como lo es a la mía?
 
Me inclino a creer que su cabello es de un suave tinte marrón, como hojas de roble ligeramente tocadas por la escarcha; pero a veces lo he visto brillar como oro bruñido y otras veces lo he visto todo negro como el lomo de un cuervo, y una vez lo vi blanco como la plata fundida recién vertida.
 
¿Cuál de estos colores es realmente el suyo?
 
 
Estoy más seguro del color de sus ojos porque en esos cielos gemelos de azul (como me parecen la mayor parte del tiempo) vive una pureza y una verdad tan angelicales que exorcizarían al mismo diablo. Sin embargo también he visto cambiar el color de sus ojos desde un gris para luego pasar hacia un negro intenso, y luego pasar a un reluciente verde, y luego hacia un rojizo espeluznante. Y todo eso en una hora y sin que ella lo sepa.
 
Cuando le pregunté si algo que hubiera hecho la había ofendido, ella me contestó que no, o sea que esos cambios no fueron desde adentro de ella por alguna emoción que los hubiera provocado, sino que mi voluntad la que los provocó.
 
¿Pero cómo voy a saber qué es inherente y no un reflejo?
 
¿Qué es real?
 
El hecho que Irene es cariñosa, gentil, virtuosa, noble y hermosa, no lo cuestiono. Pero aunque mi alma está llena de apasionada adoración por un ideal y del cual ella me parece la encarnación ¿es realmente ella así? ¿O no será que mi fantasía tiránica ha coloreado sus perfecciones según mi deseo?
 
Esa duda torturante y siempre recurrente en todo lo que observo es el fruto de la extraña experiencia de mi vida.
 
 
 
El desarrollo de la clarividencia durante su infancia
 
Desde mi niñez tuve la facultad de ver por voluntad el mundo astral, y no me refiero a que poseía simplemente un recuerdo vívido de personas, lugares y cosas, sino que al cerrar los ojos a mi entorno físico, podía contemplar el rostro de un amigo ausente, los actores de un evento pasado que conozco plenamente, o las características de un paisaje familiar, la persona, el "incidente, o la escena parecerían presentarse objetivamente a mi vista.
 
Este poder creo que es inherente a casi todas las personas, pero por falta de uso generalmente se pierde, pero yo lo desarrollé aún más inconscientemente y lo fortalecí hasta un grado que quizás es anormal.
 
Las circunstancias hicieron que mi niñez fuera más bien solitaria y restringieron mi compañía social a unas pocas personas que eran mucho mayores que yo y con hábitos tranquilos y contemplativos. Caí naturalmente en sus formas silenciosas y reflexivas, y mi principal placer fue el ejercicio de esta facultad que consiste a ver por voluntad a través del ojo de la mente.
 
 
 
Viendo con nitidez los archivos akáshicos
 
Después de un tiempo pasé más allá de la limitación de evocar solo imágenes que ya me resultaban familiares y descubrí que podía invocar escenas de las que solo había leído o escuchado, y a partir de ese momento, viví la mayoría, según me pareció, en ese mundo fantasmal creado por mí.
 
¡Qué vívido fue!
 
¡Qué lleno de animación, aventura, color, logros y recompensas!
 
Allí nunca era de noche y las trabas del tiempo y el espacio cayeron en su umbral. Los días pasados ​​se convirtieron en el presente, y con un simple pensamiento podía transportarme a las tierras más remotas. Y lo más extraño de todas las cosas era que las escenas que observaba se veían muy reales.
 
Banderas, brazos, rostros, lugares y acontecimientos pasaron ante mí en ese panorama infinito del que no tenía conocimiento previo en mi conciencia normal de vigilia, pero que posteriormente verifiqué ampliamente hasta sus más pequeños detalles mediante descripciones e imágenes en libros. Y durante un tiempo este descubrimiento me asustó, pero la fascinación fue más irresistible.
 
 
 
Creando entidades astrales
 
Gradualmente comencé a darme cuenta que el camino por el que estaba avanzando abría infinitas perspectivas de posibilidades asombrosas. Por ejemplo descubrí que podía poblar mi mundo de maravillas a mi voluntad, y no solo con las apariencias de aquellos que ya había conocido, sino también con seres nuevos, criaturas que eran simplemente creaciones de mi imaginación.
 
Al principio eran indistintos y algo borrosos, pero cuando mi voluntad se esforzó por hacerlos más claramente visibles, entonces se volvieron más nítidos y en cada momento sucesivo de recuerdo parecerían aproximarse más a la vida verdadera, hasta que excedieron en distinción y aparente realidad a los que ahora designaba para mí como personajes resucitados.
 
Y estos seres de mi propia creación no se desvanecían voluntariamente como lo hicieron los demás, sino que permanecieron persistentemente cerca de mí e incluso se manifestaron sin ser convocados; aunque cuando llegaban espontáneamente siempre estaban menos claramente definidos, y no fue hasta que atrajeron mi pensamiento hacia ellos que se volvieron más fuertes a la vista.
 
El descubrimiento de mi posesión de este poder de creación me llenó de un júbilo salvaje, y me deleité en su ejercicio poblando el espacio con multitudes de los seres de mi imaginación.
 
A veces me dediqué a imaginar la existencia de las creaturas más hermosas que pude concebir, y a veces me dediqué a crear las creaturas más horribles, espantosas o repulsivas. Y luego convocando a mi alrededor todo lo que había llamado a la existencia. Pero a pesar de mis esfuerzos no pude hacerlos visibles a las otras personas.
 
En verdad, me esforcé mucho en lograrlo, seleccionando algunas de mis creaciones que parecían las más fuertes y fijando mi pensamiento en ellas intensamente para fortalecerlas aún más. Pero a pesar de eso nunca pude hacerlas que fueran visibles para ninguna vista que no fuera la mía, aunque hasta ahora he logrado hacer que su presencia se sienta claramente como la proximidad de algo invisible e inexplicable a ciertas personas sensibles.
 
El ejercicio continuo de este poder creativo finalmente me trajo su propio castigo peculiar, haciéndolo tan fácil que el empleo consciente de la voluntad ya no era necesario para traer mis pensamientos en forma objetiva ante mí. Y esto puede parecer algo ligero, pero no lo es. Nadie puede darse cuenta, hasta que lo haya probado, de lo horribles que son los pensamientos si no se tienen controlados.
 
Por ejemplo una cara horrible y abominable que involuntariamente llamé a la existencia, desde entonces ha sido un horror inquietante para mí. Y ahorita la simple mención de esa cara la invoca y me fulmina con la mirada mientras escribo este texto.
 
Igualmente una noche me habían presentado una mujer con un semblante muy repulsivo y feo, y mientras apoyaba la cabeza sobre la almohada esa noche, pensé en ella y me pregunté si prestar atención a ello si podría ser todavía más fea y vivir. Y entonces inmediatamente levantándose del suelo y flotando en frente de mí estaba la horrible cabeza que imaginé.
 
El cabello incoloro, los ojos pétreos y malignos, la ceja baja, la tez de pizarra, la boca ancha y caída, el labio inferior brutal, los dientes como colmillos, todos juntos formaban una combinación tan espantosa que a pesar de estar acostumbrado a ver cosas espeluznantes, no pude controlarlo y salté con una exclamación de espanto y aversión mezclados. Y desde entonces no he podido desterrarla ya que la misma intensidad de mis sentimientos al respecto la han convertido a esa cara en uno de mis acompañantes más constantes y vívidamente perceptibles.
 
 
 
Incapaz de separar el mundo físico del mundo astral
 
En este apresurado resumen de mis extrañas experiencias que abarcan los años desde mi niñez hasta que me convertí en un hombre, solo he tocado los puntos más sobresalientes y mucho he omitido necesariamente, pero les cuento lo suficiente para mostrarles cómo esta facultad de poder observar el mundo astral se ha ido desarrollado en mí y en lo que se ha convertido hasta ahora.
 
Y el resultado es que estoy viviendo conscientemente una vida dual que s una mezcla de los dos planos de existencia, el material que es el que todos conocen y el psíquico en el que estoy abrumado por las miríadas de mi voluntad y entidades que he creado. Y lo malo de mi situación es que por momentos confundo a los habitantes y pertenencias de estos dos mundos.
 
 
Mis creaciones mentales ahora poseen un grado de objetividad que atrae a dos de mis sentidos: el oído y la vista. Y a veces también a un tercer sentido que es el olfato, y por ejemplo cuando quiero que aparezcan estas entidades llevando flores fragantes, el olor de las flores perfumadas me parece perceptible.
 
Pero entonces me pregunto:
 
¿Es el olor real para mis percepciones anormalmente desarrolladas, o es sólo una ilusión, mi sentido del olfato siendo engañado por mi propia imaginación?
 
La fría razón me inclina a pensar que esto último ha de ser, ya que el sentido del olfato sólo se activa cuando algunos de nuestros nervios de percepción entran en contacto con partículas materiales demasiado burdas para el plano astral, donde el oído y la vista existen propiamente.
 
(Observación de Cid: aquí Connelly está equivocado porque los instructores esotéricos explicaron que las vibraciones que producen los olores se perciben también en el plano astral, aunque en el caso que él está señalando lo más seguro es que si sea producto de su imaginación.
 
Pero como lo que los humanos se imaginan también se crea en el astral, se vuelve difícil poder diferenciar entre lo que ya existía y lo que hemos inconscientemente creado. Y esta dificultad de saber qué fue creado por uno y que no, el propio Connelly lo comentó a continuación.)
 
 
 
Escuchando a entidades astrales
 
Para decir la verdad, a veces me siento tentado a cuestionar si realmente escucho cosas que se originan allí o si los tonos aparentemente distintos no son puramente subjetivos, una ilusión de la conciencia primaria producido involuntariamente por la fuerza de mi propia voluntad.
 
Sin embargo mi capacidad para escucharlos ha crecido gradualmente al igual que mi capacidad para verlos.
 
¡Nunca olvidaré la emoción que tuve cuando escuché por primera vez una voz en ese plano astral!
 
Parecía más suave y más débil que el susurro de los pétalos de una rosa en una suave brisa, y sin embargo logré percibirla; y si hubiera sido un tono de trueno no podría haber estado más impresionado y atemorizado.
 
El sonido parecía haber entrado repentinamente y vivificado un mundo de formas y colores. Por supuesto, cuando pensé tranquilamente en ello, recordé la antigua enseñanza oculta, ahora alardeada como uno de los últimos descubrimientos de la ciencia material moderna, de que el sonido y el color, las tasas de vibración, son manifestaciones de la misma cosa y convertibles cada uno en el otro. Pero cuando uno se encuentra muy sorprendido, uno no reflexiona en esto sino que solo se queda pasmado.
 
Antes podía conversar con mis entidades astrales porque sus pensamientos me eran conocidos ya que cada tono de deseo, propósito y sentimiento que moldeaba las expresiones de sus rostros móviles, brillaba en sus ojos e impulsaba los movimientos de sus formas aireadas, aunque esta conversación se efectuaba sin palabras.
 
Y por supuesto se argumentará que esto se debe porque estas entidades así como sus pensamientos nacieron en mi propia mente; pero no siempre fue así, y particularmente los que más se habían establecidos en la existencia.
 
Ellos, estoy seguro, se mezclaron con entidades pertenecientes al plano astral, tal vez los elementales que solo son capaces de manifestarme a través de creaturas como las que yo había creado. Y ahora eran como si un autómata hubiera sido construido por un hombre, pero que esta maquina se hubiera vivificado y ahorra dentro estuviera siendo habitado por un demonio.
 
Pero cualquiera que sea el origen de los pensamientos, no se necesitaban vibraciones audibles de la atmósfera o akasa para transmitirlos; y fue un nuevo asombro cuando en ese mundo de sombras comencé a escucha voces y cuando las figuras dibujadas por mi mente comenzaron ha hablarme con sonidos que escuché y palabras que yo no había pensado. Y el uso de la facultad les dio fuerza en su empleo.
 
Desde entonces me he acostumbrado, y como un hecho indudable no pienso en él más que en la frialdad del hielo, la sonoridad del metal de campana o cualquier otra cosa que creamos saber. Pero dos cosas al respecto todavía me molestan.
 
Primero con frecuencia me sorprendo a mí mismo preguntándome que otras personas en mi compañía, no escuchan las voces del plano astral, que a menudo son muy fuertes y particularmente cuando pronuncian cosas que me causarían mucha vergüenza si las oyeran mis amigos.
 
Pero peor aún son las conversaciones que se lleva a cabo con esos seres astrales indiferentemente por un pensamiento inaudible o un esfuerzo vocal, y me he metido en un hábito simplemente abominable de inconsciencia de vocalización en mi relación ordinaria con los seres corporales.
 
 
 
Pensando en voz alta
 
A veces me imagino que le digo a las personas cosas que simplemente pienso, y lo que es aún más confuso y problemático, es que a veces digo en voz alta cosas que erróneamente me imagino que solamente las estoy pensado.
 
Por ejemplo, hace unas noches me senté en el salón con Irene. Ella estaba en el piano y acababa de cantarme una canción de amor exótica deliciosamente soñadora y apasionada. Entonces pensé para mí mismo: "Me gustaría ver cómo se vería Irene como si fuera una de las ardientes personas tropicales que inspiraron esa canción". Y comencé a verla así.
 
Muchas veces me divertí mucho usando a Irene como base para la objetividad de mis concepciones subjetivas, mezclando mis fantasías con su personalidad, y el cambio que ahora se produjo en su apariencia no me sorprendió. Casi instantáneamente el color de su piel se profundizó hasta convertirse en un bronce dorado, a través del cual se podía ver la sangre rica y roja como una marea carmesí que fluía y refluía; y grandes masas de cabello ondulado, tan negro que relucía, surgían sueltos de su cabeza y caían en una masa enmarañada sobre sus hombros desnudos; sus ojos se volvieron muy grandes y negros, con una luz lustrosa y líquida brillando en ellos, y sus labios gruesos y rojos como la sangre, yacían ligeramente abiertos, como si estuviera jadeando.
 
El caribeño y el indio se mezclaban en ella, y por maravilloso que parezca el hecho es que aunque ningún rasgo de la combinación se parecía en absoluto a Irene en su particularidad, el total tenía una semejanza maravillosa con ella. Entonces me estremecí y pensé:
 
-      "Hermosa eres por supuesto, como no puedes evitar de serlo, pero te has vuelto una creatura tan sensual y tan bestial —como si caminaras sobre cuatro patas— que te prefiero como eras antes, menos seductora quizás, pero más apropiada para casarme contigo."
 
¡Y para mi rápida confusión, inconscientemente pensé eso en voz alta!
 
Imagínense, si pueden, el asombro de Irene y su indignación y el problema que tuve para dar una explicación satisfactoria. No me atrevía a decirle la verdad: que me estaba refiriendo a una variación astralmente objetiva de su encantadora personalidad, la creación de mi caprichosa fantasía. No se lo dije porque a ella no le habría gustado la idea ni lo hubiese creído, y las probabilidades eran abrumadoras de que me hubiera considerado completamente loco.
 
Irene es una de esas chicas excelentes, sanas y bien educadas, para quienes lo anormal es impropio y lo inexplicable necesariamente malo. Y aparte de que seguramente se habría atemorizado, principalmente porque los fantasmas no son "algo bueno" en nuestra sociedad; también se hubiera opuesto como un extraño no presentado correctamente.
 
 
 
Creando un rival astral
 
Es posible, yo sospecho, que en mi naturaleza haya un rastro de predisposición hacia los celos, pero no me refiero a los celos bajos que brotan de una indigna desconfianza hacia mi amada, sino más bien de un sentimiento fruto de un cierto auto-desprecio por mi persona.
 
Y es así como comencé a imaginar a un ser libre de todos mis defectos, un ser que podría ser más agradable para Irene, más digno de su amor, uno que no podía dejar de ser la exteriorización de su ideal de hombre; y naturalmente, pensando en él, lo creé en el plano astral.
 
Afortunadamente yo era la única persona que podía verlo, pero para mí ese ente era el más intensamente objetivo de todos los fantasmas que me rodeaban, y sin lugar a dudas era uno de los que había sido animado por un "elemental".
 
Solía ​​amenazarme con encontrar la manera de encarnarse y convertirse realmente en mi rival. Muchas veces me molestaba tanto y llegaba a tener una apariencia tan alarmante y sustancial que de hecho me tranquilizaba atravesarlo con un bastón o mi puño. En cuanto a desterrarlo, eso estaba fuera de discusión. Tenía que recordarlo, y mi pensamiento lo evocaba como incluso lo hace en este momento.
 
 
Una tarde de la semana pasada visité a Irene y al no encontrarla en el salón delantero, pasé a la parte trasera donde la vi en el invernadero. Ella estaba de pie, de espaldas a mí, mirando una planta.
 
Una forma alta y varonil estaba a su lado con un brazo alrededor de su cintura. ¡Era por supuesto mi rival astral! Este fue el pensamiento que cruzó por mi mente cuando entré y consideré que estaba tratando de exasperarme con esa apariencia de familiaridad. Y me reí de su locura porque no sabía que pudiera llegar a tan diáfana insustancialidad.
 
Al pronunciar el nombre de mi amada, ella se volteó para saludarme. Y también se volteó mi rival astral dando un paso hacia adelante, lo que lo colocó entre ella y yo.
 
La luz estaba más allá de ellos y sus rostros se encontraban en una profunda sombra; así que de sus rasgos apenas pude ver más que contornos generales, pero conocía sus formas y eso fue suficiente, e ignorando a mi rival astral caminé ansiosamente hacia ella en una línea que me llevaría directamente a través de él.
 
Pero imagínense, si pueden, el intenso asombro que yo sentí al chocar violentamente contra él y encontrarlo tan sólido como yo. Entonces pensé, ¡ha descubierto los medios para realizar lo que había amenazado hacer y que es materializarse!
 
En la sorpresa, la excitación y la repentina rabia del momento, apreté su garganta y él me agarró por el cuello, pero antes de que cualquier golpe real pasara entre nosotros, la voz de Irene me alertó y comencé a darme cuenta de que había hecho un enorme desatino.
 
No era mi rival astral, ni ningún amante en absoluto, sino su medio hermano que había regresado después de haber estado viviendo en Japón, donde había estado trabajando como socio de compra de una gran empresa de té durante diez años.
 
Había oído de él pero eso era todo, y nunca pensé que se encontrara ahora aquí con nosotros, porque de haber sabido que regresaba habría sido bastante fácil para mí llamar a su eidolon, o al menos un facsímil astral de él, y así saber cómo era su apariencia. Y si lo hubiera hecho, este absurdo error, que era casi imposible de explicar, nunca podría haber ocurrido.
 
Él es un hombre astuto, testarudo y práctico, y aunque aceptó cortésmente mis disculpas, pude ver que yo no le había causado una impresión favorable. El aire frío de observación paciente y crítica con que escuchó en silencio mi explicación me confundió.
 
Traté de decirle francamente que por un momento lo había confundido con un caballero inmaterial a quien estaba acostumbrado a ver cerca de Irene, un ser inofensivo pero a veces molesto; pero cuando vi que sus cejas se levantaban con una sorpresa irreprimible y una duda manifiesta de mi cordura, me tambaleé en mi simple declaración de hechos y busqué trasladar el peso de mi error a la luz insuficiente, a lo cual, con una sonrisa congelada, se inclinó a asentir.
 
Desde entonces su medio hermano se ha inmiscuido en nuestras vidas hasta el punto que me hace desear con cansancio mil veces al día que se hubiera quedado en Japón. Se las arregla para que yo no esté a solas con Irene ni siquiera cinco minutos seguidos, y con un propósito tan palpable que un niño podría ver a través de él, me ha llevado con el Dr. H, el famoso alienista, quien me dijo que mi hígado estaba descompuesto y me aconsejó que dejara mi negocio y tomar un descanso de unos meses.
 
Yo apostaría mi hígado contra el suyo de que el mío se encuentra mejor y mi cerebro no necesita más descanso que el suyo. Simplemente tengo un sexto sentido, anormalmente desarrollado que me involucra en una gran cantidad de problemas, nunca previstos por mí durante su desarrollo, y que con mucho gusto me libraría de él si pudiera. Lo admito, y mi hígado no tiene más que ver con eso que la hiel del Faraón.
 
Temo mucho perder a Irene a causa de esta clarividencia, y este temor me pone nervioso, me preocupa y eso aumenta la confusión de los dos mundos y realza mi sensación de indeterminación abrumadora y falta de fiabilidad de las cosas en ambos mundos.
 
Y lo intenso que es esto puede apreciarse por el hecho de que, como ya lo he expresado al comienzo de esta sencilla declaración, ahora soy realmente capaz de albergar dudas sobre la realidad de Irene, dudas de que ni siquiera con todo el cariño que le tengo, pueden disiparse por completo»
(Word, agosto de 1906, p.279-287)
 
 
 
 
 
 
 
OBSERVACIONES
 
No sabría decirles si realmente el señor Connelly experimentó esto que él relató en su epistola, o si solo lo inventó, pero a partir de todo lo que he estudiado lo veo factible, y yo sospecho que si lo vivió ya que eso justamente lo motivó a volverse miembro de la Sociedad Teosófica para poder comprender mejor lo que le sucedía, y también sospecho que en su vida anterior él estuvo deseando mucho tener desarrollada su clarividencia y en esta vida se le cumplió. Así que mucho cuidado con lo que ustedes desean, porque querer tener activados vuestros poderes y facultades ocultas cuando todavía no están capacitados para controlarlos, puede ser más una pesadilla que una bendición como fue el caso para el señor Connelly.
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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